viernes, 17 de abril de 2015

Triclinium, comer y disfrutar en la domus en la antigua Roma

Triclinum, Villa Ariadna, Stabia, Italia. Foto de Samuel López

Para los ricos aristócratas romanos el entretenimiento de amigos y clientes a la hora de la cena se convirtió en el principal foco de vida social. El triclinium o comedor donde se celebraban los banquetes se estableció como elemento indispensable para mostrar el status social y el nivel de bienestar del propietario. La decoración de la habitación, la provisión de los alimentos más exóticos, la calidad de las vajillas y recipientes para servir la comida y la cantidad de esclavos que atendían a los invitados, además de la oferta de entretenimiento durante la cena se alzaban como expresión de la riqueza y elegancia del dominus que invitaba.

“Del otro lado tiene que alzarse apoyado en largas columnas de Numidia y recoger el sol de invierno un cenador.” (Juvenal, sátira VII)

Los triclinia elaborados como espacio de representación para recrear la vista e impresionar  acogían decoraciones pictóricas en los muros, techos abovedados o artesonados sostenidos por columnas, suelos de mosaico diseñados, a veces, para delimitar la ubicación de los lechos, en las zonas más visibles. Estas lujosas estancias podían disponer de ventanas protegidas con piedra especular que permitían entrar la luz y también podían ser calentadas por hipocausto o tubos por los que pasaba aire caliente que quedaban ocultos tras las paredes.

Mosaico de Venus y Adonis, Triclinium de la Villa de Materno, Carranque, Toledo. Foto de Samuel López

En las casas con peristilo, el triclinium se organizaba como un amplio espacio abierto hacia él, para poder disfrutar de la vista del jardín, del aroma de las flores y del murmullo del agua que surgía de las fuentes o estanques. En las villas rústicas se apreciaba tener amplias vistas a los campos o montañas y en las villas marítimas que los comedores dispusiesen de ventanas por las que se pudiese ver el mar y permitiesen entrar las brisas marinas.

“Al otro lado del pórtico, a la altura de las columnas que forman el centro del arco de la D, hay un patio cubierto lleno de encanto, y a continuación, un comedor bastante elegante que se mete casi en la playa, de modo que, cuando el mar es agitado por el viento de África, es suavemente salpicado por las puntas de las olas una vez ya rotas. Esta estancia está provista por todos sus lados de puertas y ventanas del tamaño de aquellas, y así, parece que mira hacia tres mares por sus dos paredes laterales y por la que está frente a los comensales. Por la parte que queda a la espalda de éstos, da hacia el patio cubierto ya citado, hacia el pórtico, hacia el patio abierto, hacia la continuación del pórtico, hacia el atrio, y más allá de él hacia bosques y lejanas montañas.”(Plinio, Epístolas, II, 17)

Estancia con ventanas, Villa San Marco, Stabia, Italia. Foto de Samuel López

La disposición del comedor tradicional romano consistía  en tres lechos alrededor de una mesa donde colocar la comida. Los lechos de obra solía tener el lado hacia la mesa más elevado para facilitar la postura. La colocación de los invitados seguía un orden jerárquico muy estricto. Los invitados se tendían en oblicuo en el lecho, con el codo izquierdo apoyado sobre un cojín, y la mano derecha libre para comer. 


Triclinium, Exposición DOMUS, 2013. Foto de Samuel López

Se les lavaba los pies al entrar y se quitaban el calzado durante la cena. Más adelante se impuso un lecho en forma de media luna, stibadium, en el que cabían alrededor de siete personas. En  Pompeya se han encontrado comedores de verano con dos lechos (biclinium), en los que cabrían dos o tres personas en cada uno.

En las casas o villas más grandes se podían encontrar triclinios de verano o invierno, emplazados en distintos lugar según la orientación de la casa. El arquitecto Vitruvio da consejos sobre la ubicación de estas habitaciones:

“Los triclinios de primavera y de otoño se orientarán hacia el este, pues, al estar expuestos directamente hacia la luz del sol que inicia su periplo hacia occidente, se consigue que mantengan una temperatura agradable, durante el tiempo cuya utilización es imprescindible. Hacia el norte se orientarán los triclinios de verano, pues tal orientación no resulta tan calurosa como las otras durante el solsticio, al estar en el punto puesto al curso del sol; por ello permanecen muy frescas, lo que proporciona un agradable bienestar”. (De Arquitectura, VI, 4)  

Triclinio de verano, Casa de Neptuno y Anfítrite, Herculano. Foto de Samuel López

Los triclinia de invierno que necesitaban calentarse con braseros e iluminarse con lucernas serían espacios en los que se concentraba una atmósfera densa por el calor y el humo, por lo que Vitruvio recomienda pintar zócalos sencillos en color negro combinado con ocre o rojo, con pavimentos en colores oscuros y capaces de absorber las manchas provocadas por los alimentos y bebidas derramados.

“Así, por ejemplo, en los comedores de invierno no están bien ni son necesarios refinamientos en la ornamentación, ni  pinturas de gran importancia, ni adornos delicados en las cornisas de las bóvedas porque todas estas cosas se echan a perder con el humo de los fuegos y con el espeso hollín de las lámparas.” (Vitrubio, De Arquitectura, VII, 4)

Triclinium, Casa de los Ciervos, Herculano. Foto de Samuel López

En muchas casas, sobre todo, en Pompeya se han encontrado triclinios en los jardines, protegidos por una pérgola, un toldo o un tejadillo, y normalmente, frente a una fuente.

En la cabecera del hipódromo está el stibadium de blanquísimo mármol, cubierto por una pérgola que está sostenida por cuatro columnas de mármol caristio. Debajo del stibadium el agua sale a chorros, casi como expulsada por los que están sentados encima; el agua se recoge en un canal y pasa a rellenar una pila de fino mármol, regulada de modo invisible para que esté siempre llena y nunca se desborde. Las viandas de mayor peso, si las hay, se apoyan en el borde de la pila, mientras que las más ligeras se llevan flotando en barquitos o aves simuladas. Enfrente hay una fuente que lanza y recoge el agua mediante un juego de cañerías que primero la echa hacia arriba y luego la traga abajo para volver a elevarla después.” (Plinio, Epístolas, V, 6)

Triclinium, Villa de Minori, Costa Amalfitana. Foto de Samuel López

El emperador Tiberio mandó habilitar una gruta en Sperlonga para disfrutar del entorno y del agua marina junto a la que se sitúa la cueva. En su interior había numerosas estatuas para amenizar el lugar. Aquí es donde pudo ocurrir el accidente citado por Suetonio, en el que mientras el emperador cenaba con sus invitados se cayeron varias piedras del techo que causaron la muerte a varios de los comensales y sirvientes, aunque Tiberio salió ileso.

Villa de Tiberio, Sperlonga, Italia

El Emperador Adriano construyó en su amplia residencia de Tíbur (actual Tívoli) un ostentoso comedor al aire libre con un lecho semicircular con plazas suficientes para albergar a unos cuantos comensales, el cual tenía por detrás rampas por las que supuestamente caerían cascadas de agua y por delante un enorme estanque rodeado por estatuas.

Stibadium, Villa Adriana, Tívoli, Italia. Foto de Samuel López

Los comedores al aire libre forman una prueba más del naturalismo romano que degustaba los placeres de las comidas campestres a la sombra de un árbol y en contacto con la naturaleza, aprovechando los días festivos.

 A la hora de disfrutar de lugares originales en donde disfrutar del placer de la gastronomía en entornos agradables a la vista, destaca la celebración de comidas con varios convidados en los que el protagonista era un enorme y frondoso árbol, como el famoso “nido” de Calígula:

“El emperador Calígula pudo admirar en la campiña de Velitres un tablado construido sobre un solo plátano cuyas ramas, ampliamente expandida, servían de asientos: celebró un festín, donde el árbol mismo proporcionaba una parte de la sombra, en este comedor, que fue capaz de contener a 15 convidados y los sirvientes, y que él llamó “el nido”. (Plinio, Historia Natural, XII, 10)

Mosaico nilótico, Praeneste, Museo de Palestrina, Italia

Es posible que algunos encontraran más placentero cenar en un ambiente tan rustico y sencillo que en un lugar cerrado y profusamente decorado a la moda del momento. Otra vez un árbol gigantesco es el centro de atención:

“Actualmente hay en Licia un plátano famoso, al que va asociado la amenidad de una fuente fresca; colocado cerca del camino, esta horadado por una profunda cueva de 81 pies, formando una especie de casa, cuyo tejado es una selva frondosa, ya que está rodeado por vastas ramas tan gruesas como árboles y cubre la campiña con sus largas sombras. Y para que nada falte para asemejarse a una gruta, el interior de su oquedad está tapizado de un revestimiento circular de piedras pómez cubiertas de musgo. La cosa es tan maravillosa que Licinius Mucianus, cónsul por tercera vez y últimamente legado de esta provincia, ha creído deber transmitir a la posteridad que había cenado en su tronco con 17 convidados, sobre lechos de follaje proporcionados generosamente por el propio árbol al abrigo de todos los vientos, sin oír el ruido de la lluvia sobre las hojas; y que él se había recostado más a gusto que entre el brillo de los mármoles, la variedad de las pinturas y el oro de los artesonados.” (Plinio, Historia, Natural, XII, 9)

 En las partidas de caza que organizaban los ricos propietarios que residían en las villae en el campo, no faltaba el importante acto de la comida, para lo que los sirvientes cargaban con todos los enseres y alimentos necesarios para que sus señores pudieran disfrutan de ese momento sin que echaran en falta nada de lo que tenían en los  lujosos triclinia de sus casas.

Comida con stibadium, Mosaico de la caza, Villa de Tellaro, Sicilia

También el agua que corre de forma natural en un paisaje campestre es un punto de atracción para los que quieren gozar de una comida sencilla en un lugar agradable.

“Existe allí un arroyo que nace en las montañas, corre a través de las rocas y llega hasta una pequeña gruta acondicionada por la mano del hombre a modo de comedor; a continuación, tras detenerse brevemente en ella, desemboca en el lago Lario. Te tumbas a su lado, comes e incluso bebes del propio arroyo, pues es muy refrescante, y durante todo ese tiempo, obedeciendo a unos intervalos fijos y bien precisos, sus aguas se retiran y vuelven a aparecer.” (Plinio, Epístolas, IV, 30)

Con el deseo de ofrecer a sus invitados el espacio más sofisticado y poco común donde relajarse y comer en compañía, el anfitrión podía buscar el lugar más inédito en sus posesiones, aunque el efecto conseguido podía ser contrario al pretendido, impresionar al convidado y que la cena fuera un éxito. Este es el caso del comedor-aviario de Lúculo, cuya pretensión de agradar a los comensales cenando entre aves que entran y salen volando, se ve defraudada porque los invitados no parecen contentos por tener que cenar entre el olor producido por las aves.

"Lúculo deseó tener un aviario diferente, pero que se pareciese a otros, que se hizo en Túsculo; que pudiese tener el triclinium  bajo el mismo techo que el aviario, donde pudiese cenar con estilo, y donde pudiese ver algunas aves servidas, y otras volando por las ventanas, pero que no encontró útil, porque las aves volando por las ventanas no son agradables de ver y que el desagradable olor es ofensivo a la nariz." (Varrón, De Re Rustica, III, 1)

Los emperadores edificaban construcciones en sitios excepcionales para disfrutar de sus cenas. Domiciano mandó construir una pérgola para utilizar como cenador (cenatio) en el monte Celio, desde donde se divisan unas vistas extraordinarias de la ciudad de Roma y desde donde se puede apreciar el mausoleo de Augusto.

“Me llamo Mica aurea. Estás viendo lo que soy: un pequeño cenador. Fíjate que desde aquí ves el mausoleo del César. Rompe los lechos, pide vino, corónate de rosas, perfúmate con nardo: un dios en persona te invita a que te acuerdes de la muerte.” (Marcial, Epigramas, II, 59)

Biclinium, Casa de Octavio Cuarto, Pompeya, foto de Panoramio

La palabra cenatio, sinónimo de triclinium, designa un comedor grande o pequeño, que por tanto podía ser sencillo o tan complejo como albergar mecanismos en el techo para dispensar regalos u otras sorpresas a los convidados. Como en la Domus Aurea de Nerón:

“El techo de los comedores estaba formado de tablillas de marfil movibles, por algunas aberturas de los cuales brotaban flores y perfumes.” (Suetonio, Nerón, 31)

Pintura con comensales, Museo Nacional Romano. Foto de Samuel López

 Séneca describe algunos de los artilugios que se empleaban para sorprender a los invitados, tuberías para dejar salir perfumes con los que enmascarar los posibles desagradables olores procedentes del sudor y vómitos de los asistentes a estas cenas, mecanismos que permitían la entrada y salida de agua para abastecer los canales y cascadas que servían para refrescar el ambiente y la construcción de diferentes techumbres que permitían su intercambio según el momento de la cena.

“Hoy en día, ¿cuál de los dos consideras más sabio: el que ha encontrado cómo hacer salir el agua perfumada de azafrán a gran altura, pasando por tubos escondidos; el que de pronto llena o vacía los canales con aguas impetuosas  y de tal manera dispone para la sala de los festines los movibles artesonados que sucesivamente van renovando su aspecto y tantas veces cambian los techos cuantas veces los manjares…” (Séneca, Epístolas a Lucilio, XC, 15)

Bibliografía:

La casa romana, P. A. Fernández Vega, Akal Ediciones
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, J. Carcopino, Temas de Hoy.


2 comentarios:

  1. Perdona, pero la priemra imagen dudo mucho que corresponda al Tricilino de la Villa Adriana, pues no se ha descubierto este tipo de decoración.

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  2. La primera imagen corresponde a la villa ARIADNA en Stabia, como se indica en el pie de foto, y no a la villa Adriana, en Tívoli, a la que sí corresponde la novena imagen. Ambas fotos fueron tomadas en nuestra visitas a las dos villas.

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