El escritor Plinio describió el huerto como el campo del pobre porque tenía originalmente la función de proveer la despensa familiar con hortalizas e hierbas medicinales, y se ubicaba generalmente en la parte posterior de la domus. Pero después se convirtió en un jardín ornamental en la domus urbana, aunque en las villas del campo el terreno dedicado a la horticultura aumentó y un cultivo extensivo permitió vender los excedentes en los mercados cercanos y sacar beneficio a su producción.
" Era el primero en coger la rosa en primavera y en otoño las
frutas. Y cuando el invierno triste hacía todavía estallar de frío las rocas y
frenaba con el hielo el curso de las aguas, él ya estaba recortando las hojas
del blando jacinto, maldiciendo el retraso del verano y la tardanza de los
céfiros. De modo que era también el más abundante en abejas productivas y
número de enjambres y el primero en sacar la miel espumosa de los panales
escurridos. Tenía tilos y pinos riquísimos, y toda la fruta de que se había
ataviado el fértil árbol con la flor nueva esa misma tenía maduras en otoño. El
también trasplantó a las hileras olmos crecidos, el peral bien duro, endrinos
que echaban ya prunas y el plátano que ya proporcionaba sombras a los bebedores".
(Virgilio, Geórgicas, IV)
Según Plinio, la jardinería ya la practicaron los reyes
romanos con sus propias manos. En la ley de las XII tablas, del siglo V a. C.
el jardín se llamaba heredium,
mientras que la finca no se llamaba villa, sino hortus.
Para Catón la palabra hortus
indicaba el huerto irrigado y él aconsejaba al que iba a comprar un terreno
que prestase atención a la calidad de sus viñas y al lugar del huerto, que requería
tierra fértil y acceso al agua. Por ello
se aconsejaba aprovechar las aguas procedentes de la casa para regar los
huertos. Estos solían limitarse con un muro, una cerca o un seto, para evitar
que el ganado echase a perder las plantas.
“Conviene también que pomares y
huertos estén cercados por un seto, cercanos a la casería y en sitio adonde
puedan ir a parar todas las aguas y desechos del corral y los baños, así como
el viscoso alpechín de las olivas prensadas; que hortalizas y árboles se abonan
también con nutrientes como éstos.” (Columela, L.I)
Muchos textos romanos
describen qué plantas se cultivaban en los huertos, ya fuera como alimento o
como saborizante, para decorar retratos de los dioses, para deleitar a los
huéspedes, proporcionar fragancias o alimentar las abejas – pero sobre todo
para asegurar a los residentes de la casa un suministro de medicinas.
¿Qué dirías, si benignos
zarzales llevaran rubicundas cerezas y ciruelas, si roble y encina surtieran de
frutos al ganado, de sombra a su señor? Dirías que han traído Tarento con su
verdor más cerca. Además, una fuente capaz de dar nombre a un arroyo, tan fría
y tan pura que ni el Hebro, que atraviesa Tracia, lo es más, fluye eficaz para
la cabeza enferma, eficaz para el vientre. Este refugio dulce y, si me crees,
ameno, se me mantiene incólume en las horas septembrinas.” (Hor. Ep.
I,16)
El mirto y el laurel eran parte sustancial del huerto. Sus
bayas y hojas eran condimentos populares, y sus ramas proporcionaban material
para hacer coronas.
Antes de beber, los romanos solían filtrar el vino mediante
un saco de lino empapado en aceite de mirto que, a la vez que retenía las
impurezas, perfumaba el vino.
“Más aún, el aceite de mirto,
cosa singular, tiene también un sabor de vino, es a la vez un líquido graso, de
gran eficacia para corregir los vinos, regando previamente con él los coladores
para filtrarlos. En efecto, retiene los posos, no deja pasar más que el vino
purificado y acompaña el licor clarificado, cuyo sabor aumenta especialmente.”
(Plinio, NH, XV, 125)
Los huertos proporcionaban
hierbas, originarias principalmente del Mediterráneo, con diferentes
propósitos, como medicinas para aliviar dolores, como aditivos en cosméticos y
condimentos en gastronomía.
“Las delicias y el lujo nos
hacen la vida más deliciosa, ¿pero quién honra las hierbas que nos alivian el dolor
y evitan la muerte? Consideramos que de nuestra salud deben ocuparse otros y
esperamos que los médicos sean tan buenos para aliviarnos de la tarea.”(Plinio,
NH XXII, 7)
Las hierbas se troceaban, picaban, molían, secaban y
mezclaban con líquidos, para hacer una pasta; la miel las hacía comestibles.
Para bálsamos, plantas como camomila, mejorana y menta eran usadas. Tintes se
confeccionaban con malvas, clavos dulces
y ruda.
“Observar las famosas hierbas
que nuestra madre tierra Tellus produce solo para medicinas me llena de
admiración por el buen sentido de nuestros padres, que no dejaron nada sin
explorar, nada por probar, y así descubrieron cosas que benefician a sus
descendientes.” (Plinio, Historia Natural, XXV, 1)
El uso cosmético y aromático de hierbas
era importante y muchas hierbas eran ingredientes de perfumes. Hierbas
aromáticas eran parte de rituales en la adoración de los dioses – aromas de
plantas en particular se creían consagradas a un dios. Se conseguía aire
fragante quemando ramas o ramitas de hierbas o esparciendo hojas aromáticas y
flores en un altar o templo, o en una habitación. En la antigüedad los malos
olores eran frecuentes debido a los alimentos perecederos, orina, enfermedad y
muerte. Para contrarrestarlo se utilizaban aromas frescos y agradables. Estas
mismas hierbas se usaban para preparar los aceites corporales.
Detalle mosaico de Adonis, villa de Materno, Carranque, Toledo |
El ajenjo aliviaba el dolor de las mujeres en el parto y
Columela recomienda una bebida para tomar al final de las comidas, glechonites, en la que esta hierba se mezcla con vino y
tomillo.
El anís, procedente de Oriente, se mezclaba con leche y cebada para
recuperarse de los alumbramientos. Plinio da una receta de enjuague para la
boca:
“Al levantarse por las mañanas, en ayunas, deberías mezclar semillas de anís con un poco de miel, mastícalas, y enjuaga tu boca con vino.” (Plinio, XX, 72)
“Al levantarse por las mañanas, en ayunas, deberías mezclar semillas de anís con un poco de miel, mastícalas, y enjuaga tu boca con vino.” (Plinio, XX, 72)
Se empleaba como saborizante para panes y dulces. Sus hojas
verdes se cocinaban como verduras y en sopas, y se consideraba que su jugo
aliviaba el insomnio y las náuseas, además de actuar como digestivo.
Los romanos comían muchas verduras y hortalizas. Las
recolectaban silvestres o las cultivaban. Plinio el Viejo comentó sobre el
elevado precio de las verduras y citó que los espárragos cultivados no podían
servirse en hogares humildes, pero, si podían recolectarse libremente los que
crecían por el campo:
“Las tiernas espinas que crecen en la marítima Rávena no serán más agradables que los espárragos silvestres.” (Marcial, XIII, 21).
Los ajos y los puerros se comían como hortalizas y condimentos y tenían propiedades terapéuticas.
“Las tiernas espinas que crecen en la marítima Rávena no serán más agradables que los espárragos silvestres.” (Marcial, XIII, 21).
Los ajos y los puerros se comían como hortalizas y condimentos y tenían propiedades terapéuticas.
Entre los vegetales que podían consumir los romanos estaban los
nabos, zanahorias, acelgas coles, lechugas, berros, cardos y calabazas. Se
cocinaban de muchas maneras, hervidas, aliñadas con vinagretas, en puré, con
cereales y acompañando carnes y pescados.
“Cecilio, el Atreo de las
calabazas, tal como a los hijos de Tiestes, las descuartiza y las corta en mil
pedazos. Las comerás en seguida, en el mismo aperitivo, las servirá en el
primero y en el segundo plato. Te las volverá a poner en el tercero; de ellas
preparará los postres finales. De ellas hace el repostero unos pasteles
insípidos; de ellas guarnece no solo piezas variadas sino también los dátiles
conocidos en los teatros.” (Marcial, XI, 31)
Las flores se utilizaban como elemento decorativo para la realización
de coronas y guirnaldas. Se tomaban
vinos a los que se añadían pétalos de flores. También se utilizaban en ritos
domésticos, como matrimonios y funerales. Por ejemplo la violeta se depositaba
sobre las tumbas de los difuntos en la fiesta de las Parentalia.
Los romanos también creían que la violeta prevenía la
borrachera y por ello lucían coronas con esta flor en los banquetes.
La rosa y el mirto se consagraban a Venus y la hiedra y las
uvas era atributos de Baco en las representaciones artísticas.
Detalle mosaico con figura adornada de corona con frutas y hojas. |
La rosa se cultivaba en tiempos remotos en el valle del Nilo
y en Mesopotamia, de donde fue importada a Grecia en época anterior a Homero y
luego se introdujo en Roma.
Niño llevando centas con rosas. Mosaico Piazza Armerina, Sicilia |
Con hierbas y flores se producían aceites y cremas utilizados en cosmética. El famoso ceratum de Galeno era una crema fría
elaborada a partir de cera de abejas, aceite de oliva y agua de rosas.
Durante las fiestas de Floralia,
las casas se adornaban con flores y las figuras de los lares se coronaban con guirnaldas
entrelazadas de flores.
Pintura con frutas, Museo Arqueológico de Nápoles |
La fruta empezó siendo un símbolo de frugalidad derivado de
la actividad originaria de las antiguas civilizaciones, la recolección de
frutos y raíces para la alimentación. Luego se convirtió en signo de
refinamiento y lujo entre los ricos cuando se consumía fresca. Se empleaba en
las comidas como entrante, como ingrediente de platos principales y en la
elaboración de salsas.
Para hacer conservas, sobre todo en el entorno rural, se introducía en miel, vino, vinagre, salmuera o una mezcla de todo. Dejadas secar al sol, se consumían como postre, junto a la fresca.Cesto con frutas, pintura Museo Nacional de Roma |
Las frutas se denominaban por el lugar de procedencia, higos de Siria, granada de Cartago, ciruela de Damasco, membrillo de Creta, albaricoque de Persia.
Detalle de Pintura con higos frescos, villa de Popea, Oplontis, Italia |
El higo era un fruto consumido por todos los pueblos del
Mediterráneo, se tomaba fresco, seco, en conserva y añadido al vino. La higuera
se consideraba un árbol sagrado porque la loba Luperca amamantó a Rómulo y Remo
debajo de una.
Los higos tuvieron una importancia vital en la historia de
Roma, según el historiador latino Floro que cuenta como el senador Catón,
interesado en la guerra contra Cartago, mostró a los senadores un higo fresco y
les preguntó.” ¿Cuándo creéis que ha sido
arrancado del árbol?” Ellos respondieron que recientemente y Catón añadió: “Hace tres días nada más y de un árbol en la
propia Cartago. ¡Tan cerca se halla nuestro mortal enemigo!”. Y entonces
declararon la que se convirtió en la tercera guerra púnica.
Pintura con membrillos, casa de Livia en Prima Porta, Museo Nacional de Roma |
El membrillo, llamado manzana cidonia, era una fruta
consagrada a Venus, que se representaba, a menudo, con uno en la mano. Columela
aconseja conservarlo en miel.
“Los membrillos deben cogerse
maduros y conservarse así: o bien metiéndolos entre dos tejas cerradas con
barro por todas partes, o cocidos en arrope o vino de pasas… otros los
introducen en tinajas de mosto y luego las cierran, lo que da aroma al vino.”
(Paladio, L. III, XXV)
El granado, procedente de Asia, se cultivaba en los países
del norte de Africa; se tenía por fruto sagrado de la diosa Juno y simbolizaba
la fertilidad.
Los vinos se mezclaban y aromatizaban con frutas en los
banquetes, y algunos se consideraban remedios medicinales. Dependiendo de la
época del año, se añadían al vino violetas, pétalos de rosa, o semillas de
hinojo y comino. Con el postre se servía un dulce moscatel hecho con las uvas
de la última vendimia.
“Se hacen también vinos de
frutas, de dátiles,…de higos, de peras, de todas las variedades de manzanas, de
serbas, de moras secas, de piñones de pino [estos últimos se ablandan en el
mosto y se prensan]…” (Plinio, Historia Natural, XIX, 102)
Los árboles frutales se plantaban en hileras y, a veces,
entre árboles sin fruta, para adornar los jardines.
Cesta de frutas, detalle de mosaico de la villa de Materno, Carranque, Toledo |
Para proteger las plantas y acelerar su crecimiento se
utilizaban invernaderos (specularia)
hechos con láminas de lapis specularis,
material transparente que dejaba pasar la luz y el calor. El emperador Tiberio
comía pepinos todo el año, porque los cultivaban de forma que con el frío y por
la noche los metían bajo estos vidrios.
“Para que tus vergeles de
pálidas rosas de Cilicia (azafrán) no teman al invierno y el viento helado no
perjudique a los tiernos planteles, unas cristaleras puestas cara a los vientos
invernales del Sur dejan pasar uno rayos de sol limpios y una luz sin sombras.”
(Marcial, Epig. VIII, 14)
Donde no se podía tener un huerto, se plantaban hierbas y
flores en macetas que adornaban jardines y balcones, especialmente recipientes
con agujeros para el drenaje (ollae
perforatae) y que por encontrarse en grandes cantidades en algunos
jardines, sugiere el cultivo de plantas para la venta.
En el poema Moretum,
Virgilio cuenta como un campesino
recoge al amanecer alimentos de su huerto para su propio sustento, pero intenta
dejar algo para vender.
"Allí col, la berza allí extendiéndose ancha
reverdecía y la acelga fecunda y achicorias y malvas,
allí chirivías y el que por su cabeza puerro lo llaman,
allí adormidera también, que el sentido daña,
y la lechuga, de nobles manjares alivio tan grato,
y abundante brota profundo el rábano y también, vencida por su peso, la calabaza.
Pero no era él amo de su fruto (no hay mesa más escasa que la suya), de la gente era; en días de mercado manojos de verdura para vender se echaba al hombro, volvía de allí cargado con la bolsa, sin nada a la espalda, sin traerse de allí mercancía casi nunca".
Museo Palazzo Massimo, Roma |
Príapo era una deidad protectora de huertos y jardines, que
guardaba las puertas de las villas rústicas, vigilaba las lindes de los campos
y participaba en la fertilidad de la tierra y en la fecundidad de hombres y
animales. Se le ofrecían las primicias de las cosechas, entre ellas las espigas
de trigo y los pámpanos, leche y miel y
sacrificios de animales. Se le representaba como una estatua de un hombre feo
con un enorme falo y se colocaba en jardines y huertos para espantar pájaros y
ladrones.
“Antaño era tronco de higuera, inútil leño, cuando
“Antaño era tronco de higuera, inútil leño, cuando
un artesano, dudoso si hacer un escabel o
un Príapo,
eligió que fuese un dios. De ahí que fuera
dios yo,
grandísimo espanto de ladrones y pájaros,
pues a ladrones refrena mi diestra
y el rojo palo
obscenamente tieso de mi ingle;
y a las molestas aves asusta la
caña fija en mi cabeza
e impide que se posen sobre los nuevos huertos.”
(Horacio, Sat. I, 8)