lunes, 20 de febrero de 2017

Toga virilis, ritos de paso juveniles en la antigua Roma


Retrato de El Fayum

En la antigua Roma durante la fiesta de Liberalia, que se celebraba el 17 de marzo en honor del dios Líber, solía tener lugar en muchos hogares romanos una celebración trascendente para la familia que simbolizaba el paso de un hijo varón de niño a adolescente, lo que significaba para él la adquisición de ciertos derechos y una libertad de la que anteriormente no gozaba.

“Me resta descubrir por qué se da a los niños la toga de la libertad en tu día, Baco refulgente. Será, bien porque tu pareces siempre un niño o un joven, y tu edad es intermedia entre el uno y el otro, o bien porque tú eres padre y los padres encomiendan a sus hijos, sus prendas queridas, a tu cuidado y protección. O bien porque eres Liber se echa mano también en tu nombre de un vestido de libertad y se emprende el camino de una vida más libre.” (Ovidio, Fastos, III, 771)
Cuando en una familia romana el pater familias consideraba que su hijo había llegado al final de su infancia, entre los 14 y los 16 años, se procedía a celebrar una ceremonia que constaba de una vertiente privada y otra pública. El muchacho, la noche antes de la celebración dormía con una túnica recta, y a la mañana siguiente en vez de vestir con la toga praetexta que había llevado en su niñez se ponía la toga virilis, blanca y sin adornos, que le permitía integrarse en la vida social romana, además ante los lares del hogar abandonaba los insignia pueritae, objetos propios de la infancia, como la bulla, el amuleto contra el mal que llevaba colgado al cuello desde su nacimiento y la toga praetexta.

“Más tarde, cuando se te quitó la medalla de oro de tu cuello viril y tomaste la toga de ciudadano ante los dioses de tu madre, desde entonces Apolo te inspira algunos de sus versos y te prohíbe tronar con discursos en el loco Foro.” (Propercio, IV, 1)


Comenzaba entonces la parte pública de la ceremonia en la que un cortejo formado por amigos y parientes acompañaba al joven al foro, lugar de la ciudad donde se administraba justicia y se debatía sobre política, simbolizando su iniciación en los asuntos civiles y profesionales.

Joven togado, Fondazione Sorgente Group, foto de Luca Fazzolari

En el Capitolio se inscribía en el tabularium como ciudadano romano y se le asignaba por primera vez el tria nomina (praenomen, nomen y cognomen). Ofrecía una moneda a la diosa Iuventas y un sacrificio ante la estatua del dios Líber en el templo de Júpiter Capitolino.
A partir de ese momento y a pesar de ser considerado ya un ciudadano de pleno derecho, su formación debía completarse en un proceso, llamado tirocinium fori, que solía durar aproximadamente un año, por el que una persona elegida normalmente por el padre, un amigo veterano y experimentado habitualmente, se encargaba de enseñar al joven como desenvolverse en la sociedad romana.
De vuelta a casa el padre o el pater familias invitaba a todos sus allegados a un banquete y en caso de poseer suficiente riqueza repartía dinero a la plebe.

“Pudentila había gastado de su hacienda cincuenta mil sestercios en distribuciones al pueblo, el día que se casó Ponciano y este muchachito vistió por vez primera la toga viril.” (Apuleyo, Apología, 87, 10)

Al mismo tiempo de tomar la toga viril se podía producir el acto de la depositio barbae, el primer afeitado del joven, que conllevaba en muchos casos la conservación del primer vello afeitado y su consagración a los lares del hogar o a cualquier otra divinidad de la cual fuera devota la familia.

“…y a un lado del pórtico contemplé un gran armario que encerraba, en un magnífico relicario, varios dioses Lares de plata, una estatua de Venus de mármol y una caja de oro bastante grande que contenía, según dijeron, la primera barba de Trimalción.” (Petronio, Satiricón, XXIX)

Retrato de un joven, El Fayum

Este acto privado no solo lo hacían los que tenían la ciudadanía romana como es el caso de vestir la toga viril, sino que incluso los esclavos llegaban a realizarlo. En cualquier caso, coincidiese o no con vestir la toga viril por primera vez, parece que recibir el primer afeitado requería una celebración.

“Ya te amanece el día tercero después de los idus
de mayo, Marcelino, en que debes celebrar una
doble fiesta familiar: el aniversario del
nacimiento de tu padre, y el día en que te
afeitaste por primera vez. Aunque le ha dado el
gran don de una vida feliz, nunca este día estuvo
más generoso con tu padre.” (Marcial, III, 6)

Este rito de abandono de la niñez se debía vivir con alegría y orgullo, aunque a veces se hacía casi a escondidas, si se pensaba que hacerlo públicamente podía ser causa de oprobio, como ocurrió en el caso del emperador Claudio, al que posiblemente quisieron apartar de los ojos del pueblo por su aparente discapacidad.

“En esta misma debilidad de su salud y de su razón estuvo también la causa de que, contra la costumbre establecida, presidiese con la cabeza cubierta el espectáculo de gladiadores que dio en unión de su hermano en memoria de su padre: y cuando vistió la toga viril, le condujeron en litera al Capitolio, a medianoche y sin ceremonia alguna.” (Suetonio, Claudio, 2)

Nerón, Instituto de Detroit, Estados Unidos

La incorporación del joven a la vida pública implicaba tener los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano, como derecho a votar, a hacer testamento, a desempeñar magistraturas y el deber de prestar servicios militares. Sin embargo, aun debían permanecer bajo la autoridad del pater familias y acceder a las normas impuestas en el hogar familiar. Así ocurrió en el caso de Octavio Augusto que vistió la toga viril con solo catorce años.

“Bajó al Foro cuando cumplió catorce años de modo que dejó de vestir la toga praetexta y empezó a llevar la toga virilis, el símbolo de su ingreso en la edad adulta. Gracias al respeto que le guardaba el pueblo a causa de su decoro y de su muy manifiesta nobleza, fue admitido en el sacerdocio para sustituir al fallecido Lucio Domicio. El pueblo lo ratificó en votación con especial entusiasmo. Así, engalanado con el cambio de toga y con el más hermoso honor, hizo sacrificios a los dioses. Su madre impedía que él, aun con el reconocimiento legal de adulto, se alejase de las puertas de su casa, a no ser acudiese adonde anteriormente, cuando era un niño, ya acostumbraba a ir, y le obligo a llevar la misma vida y a dormir allí, en la misma habitación de siempre. Únicamente era hombre por ley; por lo demás, lo consideraba un niño.” (Nicolas de Damasco, Vida de César, IV)

Con la recién estrenada libertad ya no era necesario que el joven fuera acompañado del pedagogo que solía guiarlo en sus salidas de casa, y tenía derecho a reclinarse en los lechos durante los banquetes y comenzaba a salir por las noches a emborracharse y visitar los lupanares para satisfacer su deseo sexual, una conducta aceptada por la sociedad romana y fomentada por los padres como medio por el que los jóvenes se convertirían en adultos y, en algunos casos, como solución al enamoramiento de mujeres casadas.

“Cuando se me quitó la inocencia de la toga pretexta
y se me dio libertad para conocer el camino del amor,
 fue ella, ¡ay Licina conquistada sin ningún regalo!, quien, cómplice, inició a mi alma inexperta en las primeras noches.” (Propercio, III,15)

Pintura de John William Godward

 El propio Cicerón calificaba la vida de placer de algunos jóvenes contemporáneos como natural en su edad, que simbolizaba gozar de su nueva vida, sin ataduras, durante la edad de mayor vigor y antes de contraer obligaciones personales, como el matrimonio, o profesionales, como la carrera política y militar. Había que disfrutar de la vida mientras se era joven, y antes de marcharse de este mundo, como indica la siguiente inscripción funeraria.

“¿Mi edad? Dieciocho años. He vivido a gusto para alegría de mi padre y de todos mis amigos. Diviértete; aquí el rigor es extremo". (C.I.L., VI, 16169)



Este afán de diversión llevaba a algunos excesos violentos por parte de algunos individuos que se reunían en grupos por la noche para salir a emborracharse y cometer algunas fechorías, como agresiones, hurtos y destrozos en propiedades. Además, su falta de experiencia llevaba a algunos jóvenes a ser víctimas de aprovechados y cazadores de fortunas que intentaban sacar rédito de su relación con ricos aristócratas. Todo ello no impedía que se tuviese cierta condescendencia con los adolescentes y jóvenes de la sociedad, aunque aconsejándoles mantener ciertas normas morales en su vida cotidiana.

“Condescendamos un a poco con la edad; tengan los jóvenes una mayor libertad; no cerremos todas las puertas al placer. No lleve siempre las de ganar la severa y rígida razón. Triunfen alguna vez la pasión y el placer sobre la razón; con tal de que en esto se guarde aquella justa medida: velen los jóvenes por su propia honestidad, no priven de ella a los demás, no derrochen su patrimonio, no se dejen arruinar por la usura, no atenten contra la casa y la familia de otro, no deshonren a los virtuosos, no mancillen a los honrados, no difamen a las gentes honorables, a nadie aterren con su violencia, no participen en las intrigas, absténganse del crimen; más cuando, al fin, hayan cedido a los placeres, dado algún tiempo a las diversiones propias de la edad y a esas frívolas pasiones de la adolescencia, vuélvanse algún día al cuidado de los negocios domésticos, de los forenses y de los políticos de modo que parezca que esas diversiones que antes no habían llegado a comprender bien, las han dejado ya por pura saciedad y las han despreciado a fuerza de vivirlas.” (Cicerón, Pro Roscio)

Figura de joven, Museo Metropolitan, Nueva York

La falta de disciplina y la excesiva libertad concedida a algunos jóvenes por parte de los encargados de dirigirles en su nueva vida podía hacer que se descarriaran lo que no siempre estaba bien visto. Los tutores elegidos por los padres o por los propios jóvenes para guiarles recibían las críticas de los padres descontentos.

“Lo recibiste de nosotros, cuando aún no había vestido la toga viril, pero lo has convertido en hombre en un momento. Cuando nosotros regíamos sus pasos, el muchacho frecuentaba la escuela; ahora, en cambio, huye sistemáticamente de ella, para refugiarse en un burdel; rehúye a los amigos decentes y, a su edad, se pasa la vida en compañía de los jovenzuelos más indeseables, entre prostitutas, entregado al vino y a los festines. Es él quien gobierna tu casa, es él quien da órdenes a tu servidumbre, es él quien preside tus banquetes. Incluso se le ve con frecuencia en la escuela de gladiadores; conoce perfectamente los nombres de éstos, sus combates y sus heridas, ya que es el propio lanista quien lo alecciona como si se tratase de un joven de buena familia.” (Apuleyo, Apología, 98)

Algún joven manifestaba su interés por seguir las directrices éticas que sus preceptores o tutores dictaban a pesar de la atracción que la vida nocturna de la ciudad ofrecía a su encontrada libertad.

“Así que, no sin cierta congoja, me vi libre de la salvaguarda de la púrpura, y mi bula quedó colgada como ofrenda a los lares de túnica recogida, cuando mis obsequiosos compañeros y el haz de dobleces de mi toga, ya entonces blanco, me permitieron esparcir impunemente mis miradas por toda la Subura, cuando el camino se bifurca y la inexperiencia que descarría nuestra vida se lleva los espíritus trepidantes hacia las encrucijadas de muchos ramales, entonces yo me reservé para ti; tú acoges mis tiernos años, Cornuto, sobre tu pecho socrático.” (Persio, Sátira V)

Museo Arqueológico de Nápoles, Foto Jebulon

Otro de los derechos concedidos a los que alcanzaban la mayoría de edad era el de contraer matrimonio, aunque en el caso de los varones solían esperar a ser más mayores. Pero el amor no jugaba ningún papel en el primer matrimonio de los romanos, y a veces tampoco en los posteriores, porque los matrimonios eran concertados por quienes tenían la patria potestas sobre los jóvenes, según los intereses políticos o económicos de la familia. No existió libertad de elegir cónyuge ni para los varones ni para las mujeres, hasta la época posclásica en la que, por influencia de la religión católica, junto al consentimiento de los patres era prestado también el de los contrayentes.

“Tomó la toga viril a los quince años de edad y en seguida se desposó con la hija de Lucio Ceyonio Cómodo , de acuerdo con los deseos de Adriano.” (Historia Augusta, Marco Antonino)

Joven Marco Aurelio, Museos Capitolinos, Roma, foto de Marie Lan Nguyen

El acto de vestir la toga viril se convirtió en una institución reconocida y celebrada con pompa, sobre todo en las helenizadas provincias orientales, donde tuvo un relevante papel en la difusión del culto imperial. En la antigua ciudad de Sardis (Turquía) se halla una inscripción del año 5 a.C. por la que se decreta festivo el día que el hijo adoptivo de Augusto, su nieto Gayo se puso la toga por primera vez por lo que a partir de entonces se celebraría cada año, ofreciendo sacrificios y rogando por su salud.

“Dado que Cayo Julio César, el hijo mayor de Augusto, se ha despojado de la toga pretexta y se ha vestido con la brillante toga blanca en todo su esplendor y que toda la humanidad se regocija a la vista de que las plegarias por sus hijos dan fruto; y dado que nuestra ciudad, en época de tan gran fortuna, ha señalado como sagrado el día que abandonó la niñez y se convirtió en adulto, un día en el que cada año todos deberían vestir de blanco y lucir coronas en sus cabezas y las autoridades deberían hacer sacrificios a los dioses y deberían orar mediante los sagrados heraldos por su seguridad y deberían dedicar una estatua suya en el templo de su padre; y en cuanto al día en el que la ciudad recibió las buenas nuevas y en el que se hizo el decreto, deberían llevarse coronas también y hacer sacrificios a los dioses; y dado que nuestra ciudad ha decidido enviar una embajada a Roma para felicitarle a él y a Augusto, el consejo y el pueblo han decidido mandar enviados elegidos entre los mejores hombres para darles saludos y entregarle una copia del decreto, sellado  y para hablar con Augusto sobre la ciudad y Asia.”

Estatua de Cayo César, nieto de Augusto,
Museo Arqueológico de Corinto, Grecia

El emperador Augusto tenía como proyecto personal formar ciudadanos y soldados idóneos en el que la educación se consideraba vital por lo que fomentó la construcción de escuelas y bibliotecas en el que los jóvenes aristócratas pudieran ser educados conformes a la ley y la ética romanas. Por eso promovió los collegia iuvenum, existentes ya con anterioridad, como instituciones que facilitaban una formación física, militar e intelectual basada en los principios de la romanidad y que, además, fortalecía la unidad familiar. Tanto en Roma como en el resto de las ciudades del imperio, las asociaciones de la juventud gozaron de especial prestigio y notoriedad. La pertenencia de un joven a una de estas asociaciones significaba el reconocimiento de la familia y la integración del individuo en la sociedad, ya que en su seno iniciaba las relaciones y las prácticas destinadas a adquirir la madurez necesaria para afrontar las funciones propias de la clase dirigente.

 Augusto institucionalizó el título de princeps iuventutis para sus hijos adoptivos Gayo y Lucio, hijos de su hija Julia, que se convirtió en época de los Severos en la denominación oficial del heredero.

“Volviendo ahora a la orden de los tiempos, digo que, siendo cónsules Tiberio Claudio la quinta vez, y Servio Camelia Orfito, se anticipó el dar a Nerón la toga viril para que pareciese con esto capaz de ocuparse en el manejo de los negocios públicos. Y César en esta parte se dejó vencer con facilidad por la adulación del Senado: que Nerón pudiese administrar el consulado a los veinte años de su edad, y que, entretanto, nombrado así para cónsul, tuviese fuera de Roma la autoridad proconsular y que fuese llamado príncipe de la juventud.
Diose tras esto en su nombre el donativo a los soldados, y a la plebe el congiario. A los juegos del circo, que se celebraban en orden a granjear el favor del vulgo, fueron llevados Británico, vestido con la vestidura pueril llamada pretexta, y Nerón en hábito triunfal.” (Tácito, Anales, XII, 41)

Joven Nerón, Museo del Louvre, París

Las asociaciones juveniles desarrollaron en el municipio una forma de culto imperial a través de la emulación y devoción por los jóvenes príncipes, cuya edad similar ejercía una fuerte atracción e identificación entre los jóvenes locales. A estas asociaciones, bajo la tutela del Estado, asistían jóvenes de familias del orden senatorial y del orden ecuestre en la ciudad de Roma y de la élite local de los decuriones en los municipios.
Los iuvenes practicaban deportes o espectáculos que formaban parte de la educación imperial tales como la natación, el lanzamiento de la jabalina y del disco y la esgrima y, en forma preferencial, la cacería, además de espectáculos circences, teatrales, combates de gladiadores y juegos centrados en las carreras con carros y la equitación.

“Dio espectáculos variados, y en gran número, entre éstos los juegos llamados Juveniles, fiestas en el Circo, representaciones teatrales y combates de gladiadores.” (Suetonio, Nerón, XI)

Detalle pintura de Alexander von Wagner

Nerón favoreció muchos espectáculos juveniles e instituyó juegos en honor de la juventud, como el ludicrum quinquennale, que comprendía certámenes musicales, literarios, gimnásticos y ecuestres, denominados Iuvenalia y Neronia y se hizo llamar "Príncipe de la Juventud”.

La diosa Iuventas, cuyo culto procedía de los tiempos arcaicos, tenían entre sus fieles a los jóvenes de estas asociaciones, pues simbolizaba la vitalidad y fuerza de la juventud. Divinidades guerreras como Hércules y Marte, además de diosas como Minerva o Diana recibían la veneración de los iuvenes, los cuales parecen haber estado estrechamente vinculados al culto imperial.

Es posible que los participantes en estas asociaciones recibieran preparación para ingresar en política y entrenamiento militar para participar en campañas militares.

“En los eduos fue tanta mayor la conmoción cuanto la ciudad es más opulenta y cuanto se hallaban más lejos las fuerzas para reprimirla. Augustoduno (actual Autun, Francia) es la ciudad capital de aquella gente, de la cual con sus cohortes armadas se apoderó Sacroviro, y de los hijos de la gente más noble de las Galias, recogida allí a estudiar las artes liberales, para con esta piedad ayudarse del favor de sus padres y parientes, y al punto distribuyó entre aquella juventud las armas que secretamente había mandado labrar.”  (Tácito, Anales, III, 43)


Joven con pergamino, pintura de Pompeya, foto de olivierw

La enseñanza superior, ludus rhetoricus comenzaba con la toma de la toga viril hasta que los jóvenes cumplían 20 años y en esta etapa sólo se encontraban alumnos procedentes de familias ricas o acomodadas. Estas clases eran impartidas por los rhetores, quienes enseñaban disciplinas como la oratoria, filosofía y derecho, que preparaban a los estudiantes para ingresar en la carrera política. El conocimiento de la oratoria era una cualidad muy apreciada en Roma, en cuya civilización la retórica constituía el programa cultural básico para la educación integral del ciudadano. El reconocido maestro de época Flavia, Quintiliano recomendaba tener buenos maestros que enseñasen a los jóvenes el arte de la elocuencia la cual pondrían en su momento al servicio del bien común. También decía que una buena formación retórica con una sólida base moral conseguiría hacer de los jóvenes unos ciudadanos cultos y responsables.

Una vez terminada la etapa superior los alumnos que querían y podían permitírselo se trasladaban a Grecia para ampliar sus estudios y para ello debían aprender griego.

“Tenía un condiscípulo de Capadocia, Jasión de nombre, que, aunque retrasado en sus estudios, gozaba como nadie en aplicarse a ellos. Este Jasión me contaba, podría decir que casi todos los días, historias que él había oído de sus mayores sobre Atenas y lo que en ella ocurría. Me hablaba de hombres como Calinico y Tlepólemo y me refería la capacidad de otros muchos sofistas así como los discursos con los que ganaban o perdían en sus competiciones. Y, como consecuencia de ello, un deseo de conocer el país comenzó a apoderarse de mí alma.” (Libanio, Autobiografía, 11)




Bibliografía:

http://revistaseug.ugr.es/index.php/florentia/article/viewFile/4324/4239; La problemática de la juventud en la sociedad romana: propuesta de enfoques para su estudio, Alejandro Bancalari Molina
http://opensample.info/coming-of-age-and-putting-on-christ-the-toga-virilis-ceremony-its-paraenesis-and-paul-s-interpretation-of-baptism-in-galatians; COMING OF AGE AND PUTTING ON CHRIST: THE TOGA VIRILIS CEREMONY, ITS PARAENESIS, AND PAUL’S INTERPRETATION OF BAPTISM IN GALATIANS; J. Albert Harril
interclassica.um.es/var/plain/storage/.../305ebf471aea1999c3441e8dea985865.pdf; La Juventud romana en el Pro Caelio de Cicerón; Carmen Guerrero Contreras
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4183956.pdf; La educación en Roma; Guillermo de León Lázaro
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3028555.pdf; Marco Fabio Quintiliano: La educación del ciudadano romano; Guillermo Soriano Sancha
La casa romana; Pedro Ángel Fernández Vega; Ed. Akal