Acueducto de las Ferreras, Tarragona. Foto Samuel López |
Desde la fundación de la ciudad de Roma y durante siglos sus
habitantes se conformaron con consumir el agua que extraían del Tíber y la que
proporcionaban los pozos y los manantiales urbanos.
“Desde la fundación de la ciudad
durante 441 años los romanos se contentaron con el uso de las aguas que
extraían, bien del Tíber, o de los pozos, o de los arroyos. Los arroyos han
tenido, hasta el momento actual, el nombre de cosas sagradas y son objeto de
veneración, teniendo reputación de sanar a los enfermos; como, por ejemplo, los
arroyos de las ninfas proféticas (Camenae), de Apolo, y de Yuturna.” (Frontino,
Los acueductos de Roma, 1, 4)
Acueducto de Gorze, Metz, Francia. Ilustración Jean-Claude Golvin |
Roma está rodeada de aguas subterráneas, lo que facilitó enormemente el suministro de la ciudad. El agua de manantiales era considerada la de mejor calidad entre los romanos, aunque se sabía que este tipo de aguas no siempre tenía garantizada su pureza.
“A estas ventajas, a este
encanto tan solo le falta el murmullo del agua corriente, aunque tiene pozos,
mejor aún manantiales, pues están muy cerca de la superficie. En verdad que, es
una sorprendente característica de este litoral que en cualquier parte que
remuevas el suelo, al momento brota un agua pura y sin la menor huella de
contaminación a pesar de la proximidad del mar.” (Plinio, Epístolas, II,
17, 25)
Fuente de Fordingianus, Cerdeña |
Las aguas de los pozos se consideraban buenas y se empleaban habitualmente, pero eran normalmente destinadas a uso individual y particular, y no como fuente de captación de agua para las conducciones de abastecimiento a poblaciones, ya que la elevación del agua costaba mucho dinero, y la maquinaria de elevación manejada necesitaba mantenimiento y explotación continuamente. Ocasionalmente el pozo se pinchaba con una tubería que dirigía el agua drenada del pozo a un depósito, o directamente a una conducción.
“¿Qué agua, entonces, de todas
las que hay será más probable que sea buena y sana? El agua de pozo, sin duda,
si juzgamos del uso general que se hace de ella en las ciudades: pero solo en
el caso de pozos en que se mantiene en continua agitación por las repetidas
extracciones, y que se depura con la tierra como filtro. Estas condiciones son
suficientes para asegurar la salubridad del agua: con respecto a la frescura,
el pozo debe estar a la sombra, y el agua no expuesta al aire.” (Plinio,
Historia Natural, XXXI, 23)
Pintura de Ettore Forti |
“En el aljibe central se
colocarán unas cañerías, que llevarán el agua hacia todos los estanques
públicos y hacia todas las fuentes; desde el segundo aljibe se llevará el agua
hacia los baños, que proporcionarán a la ciudad unos ingresos anuales; desde el
tercero, se dirigirá el agua hacia las casas particulares, procurando que no
falte agua para uso público.” (Vitruvio, De Arquitectura, VIII, 6, 2)
Cisterna llamada Piscina Mirabilis, Nápoles. |
Cuando los nuevos hábitos de aseo personal y ocio de la población se hicieron más sofisticados y demandaban cada vez mayor cantidad de agua, los sistemas tradicionales de captación de agua quedaron obsoletos, lo que obligó a nuevas inversiones en conducción de agua a las ciudades.
La gran mayoría de las ciudades romanas se asentaban sobre
la ribera de un río, normalmente caudaloso, pero todas ellas tenían en común
con Roma que no usaban esas aguas del río para consumo humano; preferían
construir grandes acueductos o conducciones, a pesar del coste, para traer el
agua de otro lugar, ya que buscaban aguas limpias, puras y lo más sanas y
agradables al gusto y tacto. Para buscarlas iban a manantiales de montaña o a
ríos de montaña donde había pocos lodos y material en suspensión y las aguas eran
transparentes.
“... Los médicos investigan qué
tipos de aguas son los más adecuados para el consumo. Condenan con razón las
estancadas e inmóviles, considerando mejores las que fluyen, que se purifican y
mejoran con el recorrido y la agitación... También tienen que reconocer que las
aguas de los ríos no son las mejores, como tampoco la de algunos torrentes, y
que la mayor parte de los lagos son saludables. Entonces, ¿cuáles y de qué
tipos son las mejores? Unas en unos sitios y otras en otros ...” (Plinio,
Historia Natural, XXXI, 21, 31)
Pintura de Henryk Siemiradzki |
Una vez hallado ese manantial, río o cualquier fuente de aguas puras y saludables, la ingeniería hidráulica romana se ponía en marcha para que en vez de que corrieran montaña abajo, poder encauzarlas para llevar el río de montaña a la ciudad, canalizarlo y distribuirlo; pero siempre intentando mantener las condiciones en que se encontraba el agua en la montaña, esto es corriendo y fluyendo continuamente. Para ello, había que evitar que el agua entrara en contacto con el exterior, e impedir que estuviera estancada; pero controlando las velocidades altas para que no erosionasen y arrastrasen material en suspensión. Todo ello condicionó la red entera de abastecimiento a las ciudades, que fue evolucionando a lo largo de la extensa historia de la antigua Roma, a la vez que el propio uso que los romanos hacían de ella.
“Consideremos cuánto añade la
riqueza de las aguas a la belleza de la ciudad de Roma. ¿Dónde estaría la
belleza de nuestras termas, si esas dulces aguas no llegasen hasta ellas?
La más pura y deliciosa de todas
las corrientes corre por el acueducto Aqua Virgo, nombrado así porque ninguna
suciedad la corrompe. Porque mientras todas las demás, tras copiosas lluvias
muestran alguna contaminación con tierra, solo esto por su siempre pura
corriente nos haría creer que el cielo estaba siempre azul sobre nosotros. Y,
¿cómo expresar estas cosas con las mejores palabras? El acueducto Aqua Claudia
fluye por encima de una mole tan alta que, cuando alcanza el monte Aventino,
cae desde arriba sobre esa alta cumbre como si estuviera regando un valle
inferior. Es verdad que el rio Nilo, creciendo en ciertas estaciones, inunda la
tierra con sus aguas bajo un cielo sin nubes; pero es mucho más hermosa una
vista del acueducto Aqua Claudia con una corriente continua sobre todas esas
cumbres sedientas, trayendo el agua más pura por una multitud de tuberías a
tantos baños y casas. Cuando el Nilo se retira, deja barro detrás; cuando llega
inesperadamente trae un aluvión. ¿No nos atreveremos a decir que nuestros
acueductos superan al famoso Nilo, el cual supone a menudo una amenaza para los
habitantes de sus riberas, bien por lo que trae o por lo que deja detrás?” (Casiodoro, Variae, VII, 6)
Acueducto Aqua Claudia, Roma. Foto Chris 73 |
La ingeniería romana hidráulica se adaptó en todo momento a las riquezas naturales de agua en el lugar, desarrollando toda una serie de técnicas de captación, pero en el momento de elegir la mejor opción se tenía en cuenta la calidad del agua a transportar, y la cantidad de agua demandada.
A la hora de construir un acueducto el primer factor que se
analizaba era la calidad de las fuentes, para lo que se llevaban a cabo
exámenes prácticos recogidos por Vitruvio, quien afirma que las fuentes debían
ser visiblemente puras y limpias, estar libres de musgo y cañas, y que, además,
se debían examinar las condiciones físicas generales de los habitantes de los
alrededores, por haber sido eventuales consumidores de dicha agua.
“Deben realizarse las siguientes
experiencias y pruebas para detectar la calidad del agua. Si se trata de aguas
corrientes y al descubierto, antes de emprender su conducción, obsérvese y
examínese atentamente la constitución de los miembros de las personas que viven
en sus alrededores; si poseen cuerpos robustos, un color fresco de la piel,
unas piernas sin defectos y ojos limpios, el agua será de inmejorable calidad.”
(Vitruvio, De Arquitectura, VIII, 4)
Pintura de Henryk Siemiradzki |
Una vez seleccionada la fuente los constructores del futuro acueducto examinaban el terreno por el que discurriría el trazado. Debían evitarse tanto los desniveles hacia arriba como los valles demasiado extensos y, como debía haber una pendiente, la correcta elección de la zona podía significar mucha diferencia en el precio final de la obra.
Como resultado de estos cálculos, y teniendo especialmente en cuenta los problemas provocados por los diferentes obstáculos que presentaba el terreno sería el librator el responsable de decidir la profundidad que debían tener las zanjas en los tramos de canal enterrado o semienterrado, o la altura de los muros y las arcadas en el caso de que el canal tuviese que ser elevado por encima de la cota de suelo. Para hacerlo marcaba la ruta con estacas de madera para calcular la distancia y la diferencia de altitud que había entre el punto de partida y el de llegada.
Medición con groma. Foto De Agostini |
Ruinas de Lambesis (Tazoult), Argelia. Foto Tripadvisor |
“El primer paso es un estudio
del nivel del terreno. El nivel se fija con la ayuda de la dioptra, con niveles
de agua, o bien con un corobate. El mejor método es usar un corobate, pues la
dioptra y los niveles de agua fallan en ocasiones. El corobate es una regla con
una longitud aproximada de veinte pies. En sus extremos posee unos brazos
transversales que se corresponden con exactitud, poseen la misma medida y están
fijados en los extremos de la regla, formando un ángulo recto; entre la regla y
estos brazos van unos travesaños sujetos por medio de espigas, que tienen unas
líneas trazadas en perpendicular, con toda exactitud; además, lleva unos hilos
de plomo suspendidos en cada uno de los extremos de la regla; cuando la regla
está en su correcta posición, si los hilos de plomo rozan de manera idéntica a
las líneas trazadas, es señal de que el corobate está perfectamente nivelado.” (Vitruvio,
De arquitectura, VIII, 5, 1)
Chorobates, Ilustración de Jean-Pierre Adam |
El canal por donde iba el agua se adaptaba al terreno por distintos procedimientos y por tanto las conducciones tanto de transporte de agua hacia la ciudad como cuando se entraba dentro de la población y se distribuía, podían hacerse de cuatro formas básicas: subterráneas, abiertas, sobre puentes y muros a media ladera. De todas ellas, las conducciones abiertas eran las menos frecuentes, pues podía echarse a perder la calidad del agua y a la vez hacer proliferar vegetación en ella. Por lo tanto, eran solamente aptas cuando se usaban para agricultura, minería e industria.
“… Si la conducción se hiciese
por zanjas o canales, las obras de albañilería deben ser lo más sólidas posible
y con una pendiente de no menos de un cuarto de pulgada por cada cien pies de
longitud, siendo además necesario que la construcción esté cubierta con bóveda,
a fin de que el sol no toque de ningún modo el agua…” (Vitruvio, De
Arquitectura, VII, 2)
Ilustración romanaqueducts.info |
Las conducciones subterráneas eran las más frecuentes y
parece, que, en un principio, los romanos soterraron los canales por varias
razones, entre ellas, para evitar la contaminación, la sustracción ilegal de
agua y su interceptación por los enemigos.
“Los antiguos trazaron los
acueductos a una elevación inferior, bien porque no habían resuelto el arte de
la nivelación de forma correcta, bien porque hundieron sus acueductos a
propósito en el suelo, para que a los enemigos no les fuera fácil bloquearlos,
ya que todavía se daban guerras frecuentes entre los italianos.” (Frontino,
Los acueductos de Roma, XVIII)
Además, las conducciones cuando entraban en la ciudad, y
especialmente distribuyéndose en ella eran más prácticas que se hicieran subterráneas,
para no entorpecer el resto de los servicios e infraestructuras.
Acueducto de Gadara, Jordania. Foto Pafnutius |
Ilustración Dea/Album |
Cuando el caudal a conducir era menor, y por tanto la
sección necesaria era menor, solía enterrarse una tubería de piedra o de
cerámica, que podía conducir el agua rodada en mejores condiciones de
estanqueidad. Las tuberías de arcilla cocida fueron frecuentemente empleadas,
pero las de plomo, aunque nocivas, eran de mayor calidad y soportaban mejor las
presiones y los movimientos provocados por la presión en los sifones.
“La dimensión de éste debe
adecuarse al volumen del agua. Si atraviesa una llanura, la planta tendrá una
inclinación insensible de pie y medio entre cada tramo de sesenta o cien pies,
a fin de que el agua pueda adquirir potencia de deslizamiento. Si hubiera algún
monte interceptándolo, se traerá el agua flanqueando sus laderas, o bien se
harán túneles a nivel del agua por los que pasará el acueducto. Pero si hubiera
entremedias una depresión, se construirán pilares y arcos debidamente elevados
hasta el curso del agua, o bien se dejará que descienda metida dentro de caños
de plomo, remontándola al terminar el valle.” (Paladio, Tratado de
agricultura, IX, 11)
Canal romano, LLamas de Cabrera, León |
“Pero ahora, siempre que un
conducto de agua se ha deteriorado por el tiempo, para conservar longitud, en
ciertas partes se pone bien sobre un muro de albañilería o sobre arcos,
evitando al mismo tiempo las curvas subterráneas que se encuentran en las
cabeceras de los valles. El acueducto Anio Vetus, que ocupa el sexto lugar en altura,
podría suministrar agua a las partes más altas de la ciudad si se levantase
sobre muros de obra o arcos, donde la situación de los valles y lugares bajos
lo hicieran necesario.” (Frontino, De los acueductos de Roma, I, 18)
Acueducto de Segovia. Foto Samuel López |
“Si no resultara excesivamente
largo hacer un camino alrededor, se hará un circuito; pero, si encontramos
valles muy profundos, se dirigirá el curso del agua siguiendo la parte en
declive. Cuando las tuberías lleguen al fondo del valle, se elevará un puente
no muy alto, lo suficiente para mantener el nivel del agua en la mayor longitud
posible; esta construcción formará una especie de «vientre», que los griegos
llaman «coelia». Cuando el agua alcance la pendiente de enfrente, aumenta su
volumen ligeramente después de atravesar la longitud de este «vientre» y se ve
forzada a elevarse y a remontar hasta la cima de la pendiente.” (Vitruvio,
De Arquitectura, VIII, 6, 5)
Sifón, Patara, Turquía. Foto Facebook Traianus |
“Se capta el agua del Anio Nuevo
en la via Sublacense, en el cuadragésimo segundo miliario, en los Montes
Simbruinos, y del rio, que fluye embarrado y descolorido incluso sin el efecto
de las tormentas, porque hay tierras ricas y cultivadas en la vecindad, y, como
resultado, orillas no fijas. Por ello, desde las bocas de captación del
conducto se intercaló un depósito de decantación en donde el agua en el espacio
que hay entre el río y la galería de conducción, pudiese sedimentarse y
aclararse.” (Frontino, Los acueductos de Roma, 15)
Otras veces estos se establecían en los lugares de llegada
del agua a la ciudad, y muchas otras eran los propios depósitos de distribución
los que actuaban de decantadores.
Foto e ilustración de la piscina limaria del acueducto de Segovia. Fuente: leticiateguiaporsegovia.com |
Los pozos de registro, de inspección o arquetas, tenían como
finalidad la aireación del canal, de acceso para su inspección y de aliviadero
de seguridad para que el canal no entrase nunca en carga.
“Resulta práctico levantar unos
depósitos a intervalos de veinticuatro mil pies, con el fin de que, si se
produjera alguna ruptura en alguna de las partes de la conducción, no sea
preciso abrir toda la obra, ni toda la estructura y con facilidad se descubra
el lugar donde ha sucedido la avería.” (Vitruvio, De Arquitectura, VIII,
6, 7)
Pozo de registro del acueducto de Albarracín-Cella. Foto Traianus |
“Los cónsules Q. Aelius Tubero y
Paulus Fabius Maximus habiendo hecho un informe sobre que los derechos de paso
de los acueductos que llegan a la ciudad han sido ocupados con tumbas y
construcciones y han sido plantados árboles, han solicitado al Senado qué
ordenan al respecto: que, con el propósito de reparar los canales y conductos
de obra, y generalmente todas las estructuras públicas que pudiesen destruirse,
se decreta que se guardará un espacio libre y sin ocupar de quince pies a cada
lado de los arroyos, arcos, y muros; y que sobre los conductos subterráneos y
canales, ambos dentro de la ciudad y junto a la ciudad, si hay edificaciones
cerca, habrá un espacio vacante de cinco pies; y no se permitirá construir una
tumba en estos lugares a partir de ahora, ni ninguna estructura, ni plantar
árboles. Si hubiera árboles dentro de este espacio actualmente serán arrancados
de raíz excepto cuando estén en una finca rural o dentro de edificios.
Quienquiera que contravenga estas provisiones pagará una multa por cada
infracción de 10.000 sestercios, de los cuales la mitad se dará como
compensación al demandante por cuyas acciones el violador de este voto del
Senado habrá sido condenado; la otra mitad se pagará al tesoro público. Sobre
estos asuntos los curatores aquarum juzgarán y tendrán competencias.” (Frontino,
De los acueductos de Roma, II, 127)
Acueducto de Gier, Lyon, Francia. Ilustración Jean-Claude Golvin |
Cippus del acueducto Aqua Marcia |
En la ciudad el acueducto desembocaba en el castellum aquae,
construcción que garantizaba la distribución del agua hacia diversas
derivaciones, y del que había dos tipos diferentes, unos que únicamente
distribuían el agua, y otros que al mismo tiempo permitían almacenar una
determinada cantidad de la misma. Entre estos últimos se pueden distinguir tres
estructuras diferentes: el lacus, probablemente un embalse natural; la piscina
que estaba a cielo abierto y el depósito, una cisterna que podía presentar
distintas formas.
Fuera cual fuera la tipología de estos depósitos, debían
estar localizados sin duda en una zona sobreelevada con respecto a su área de
distribución para garantizar que el agua alcanzara satisfactoriamente todos
aquellos lugares a los que estaba destinada a abastecer.
“Cuando el agua llegue a los
muros de la ciudad, se construirá un depósito y tres aljibes, unidos a él para
recibir el agua; se adaptarán al depósito tres tuberías de igual tamaño que
repartirán la misma cantidad de agua en los aljibes contiguos, de manera que
cuando el agua rebase los dos aljibes laterales empiece a llenar el aljibe de
en medio.” (Vitruvio, De arquitectura, VIII, 6, 1)
Castellum aquae, Nimes, Francia. Foto Przemyslaw Sakrajda |
En la ciudad de Roma fue habitual que dentro de ella o en sus
proximidades, se hiciesen acueductos que soportasen dos y hasta tres canales,
uno encima de otro.
Entre los años 144 y 140 a.C. el pretor Q. Marcius se
encargó de la construcción del acueducto Aqua Marcia, que canalizaba agua
destinada principalmente al consumo personal por su buena calidad. Por encima
de él se construyeron los acueductos Aqua Tepula y Aqua Julia, que compartían
trayecto y estructura en algún tramo en su camino a la ciudad. En 125 a.C. los
censores G. Servilius Caepio y Lucius Cassius Longinus terminaron el Aqua
Tepula, por el que fluía agua templada y que por su limitada capacidad y peor
calidad de agua se destinó especialmente a consumo industrial. En el año 33
a.C. Marco Agripa se hizo cargo de la construcción del Aqua Julia, cuya
canalización iba por encima del Aqua Tepula y del Aqua Marcia y destinado a
usos públicos, siendo por su mayor altura capaz de abastecer a muchas más
regiones de la ciudad.
Estructura con las tres canalizaciones, Aqua Marcia (abajo), Aqua Tepula (medio), Aqua Julia (arriba) |
El carácter práctico de los romanos les hizo tener en cuenta
que usar el mismo trayecto de un acueducto ya hecho ahorraría tiempo, trabajo y
materiales, y, además, usar las mismas estructuras aseguraba que los cálculos
para su correcto funcionamiento serían correctos.
“Cuando M. Agripa era edil,
después de su primer consulado, el duodécimo miliario desde la ciudad cerca de
la via Latina, en un cruce de caminos dos millas a la derecha según se va desde
Roma, captño las fuentes de otro manantial, y aprovechó la conducción del
acueducto Tepula. El nuevo acueducto se llamó Julia por el hombre que lo
planeó, sin embargo, siendo el suministro tan repartido, el nombre de Tepula no
se perdió. La conducción del Julia tiene 15426 pasos y medio de largo, de los
cuales hay 7000 en arcos sobre el suelo; muy cerca de la ciudad, empezando en
el séptimo miliario, 528 van en una estructura de obra; en otros arcos hay 6472
pasos.” (Frontino, Los acueductos de Roma, 9)
Acueducto Aqua Marcia con restos de los otros acueductos, Roma. Foto Chris 73 |
Los técnicos romanos intentaban evitar que el suministro de
agua se viera afectado por las averías durante largo tiempo.
“Nadie
pondrá en duda, pienso yo, que los conductos más vigilados deben ser los que
están más próximos a la ciudad, es decir, los que se asientan sobre piedra
tallada a partir de la séptima milla, porque no sólo son una obra de enorme
dimensión, sino porque cada uno soporta muchas conducciones. Y si fuese
menester interrumpirlos, dejarían a la ciudad privada de la mayor parte del
aprovisionamiento de agua.
Hay,
sin embargo, soluciones para afrontar incluso dificultades de este tipo: se
construye un andamio y se le eleva hasta la altura del conducto dañado, luego
un lecho con canalizaciones de plomo se empalma a través del espacio del
acueducto interrumpido.” (Frontino, Los acueductos de Roma, 124)
Se prestaba especial atención al mantenimiento de las arquerías, que era el que presentaba mayores inconvenientes.
“La acción del paso del tiempo o la inclemencia de los temporales la padecen ordinariamente las partes de los acueductos que están sostenidas sobre arcos o las que están adosadas a las laderas de las montañas y, entre las arcadas, aquéllas que pasan a través de un río. Y precisamente por este motivo, las reparaciones pertinentes deben ejecutarse con diligente rapidez. Las partes subterráneas, que no se encuentran a merced de los rigores de las heladas ni de los calores, son las que menos daños soportan.”
Acueducto Pont du Gard, Francia. Ilustración Jean-Claude Golvin |
Las autoridades romanas pronto se dieron cuenta de que debían vigilar que no hubiera captaciones clandestinas de agua por particulares que sobornaban a los aquarii.
“Una segunda discrepancia se
debe a que una cantidad de agua se capta junto al depósito de toma, otra,
considerablemente inferior, se encuentra en las arquillas y finalmente la más
pequeña, en el lugar de la distribución. La causa de este hecho es el fraude de
los fontaneros, a los que he sorprendido desviando el agua de los conductos
públicos para provecho de los propietarios, al borde de cuyas tierras pasa el
acueducto, agujerean las estructuras de los canales, de donde resulta que los
conductos públicos interrumpen su recorrido normal en beneficio de particulares
o para uso de sus jardines.” (Frontinus, Los acueductos de Roma, II, 75)
Recreación de la utilización de una cisterna. Villa romana de Arellano. Universidad de Navarra |
Un objetivo principal de los acueductos fue satisfacer la
demanda de agua de las ciudades y sus habitantes para así garantizar que estos
pudieran desarrollar el modo de vida al que se aspiraba en el periodo romano.
Una parte importante del agua que traían tenía como finalidad garantizar el
ocio y el esparcimiento, principalmente a través de los baños públicos, donde
era utilizada para el llenado de las diferentes piscinas y el desarrollo de las
actividades que tenían lugar en estos espacios. Los acueductos también
garantizaban la supervivencia de los jardines y abastecían los juegos de agua
de las numerosas fuentes ornamentales, e incluso permitían el funcionamiento de
construcciones tan extravagantes, como la Naumaquia construida por Augusto en
Roma, abastecida por el Aqua Alsietina.
“No se exactamente los motivos
que llevaron a Augusto, el más prudente gobernante, a traer el agua alsietina,
llamada Augusta, dado que no tiene nada que elogiar, ya que, por el contrario,
es tan insalubre, que por esta causa no se distribuye para consumo humano; a
menos que, cuando emprendió la construcción de su naumaquia, trajese esta agua
para evitar extraerla de mejores fuentes de suministro, y dejase el excedente
de la naumaquia para los jardines adyacentes, y para el riego por parte de
particulares. Es costumbre, sin embargo, extraer agua de ahí en emergencias, y
así compensar el suministro de las fuentes públicas en los barrios más allá del
Tíber, siempre que los puentes estén en reparación y no se pueda distribuir el
agua desde ese lado del rio.” (Frontino, Los acueductos de Roma, 11)
Fuentes romanas de Pompeya. Fotos Samuel López |
“Tenemos que indicar además cuál
es la ley con respecto a canalizar y conservar las aguas; la primera trata de
la limitación de las concesiones a los particulares, y la segunda al
mantenimiento de los conductos. Al examinar lo que se decía en los documentos
antiguos sobre estos asuntos en las leyes que se habían promulgado, encontré
algunas cosas diferentes con nuestros antepasados. Para ellos todo tipo de agua
era de uso público, y según la ley los particulares solo podían canalizar el
agua que rebosaba de las fuentes, la llamada agua caduca, y solo para uso de
baños y batanes; y estaba sujeto a un impuesto que se pagaba y revertía al
tesoro público. Alguna cantidad de agua se concedía a las causas de ciudadanos
notables, en caso de no hubiera objeciones.” (Frontino, Los Acueductos
de Roma, 94)
Fullonica romana, Vaticano. Foto Ministerio de Cultura de Italia |
Factoría de salazones, Baelo Claudia (playa de Bolonia), Cádiz. Foto Samuel López |
“Cuando el Emperador César
Augusto era cónsul por décimo tercera vez Caius Avillius Caimus, hijo de Caius,
de Padua (construyó este puente-acueducto) con fondos privados.”
El monumento tenía una doble función de puente y acueducto y
se presenta, de hecho, dividido en dos niveles: un conducto superior
pavimentado por el paso del agua, y un pasaje en la parte inferior, de
alrededor un metro de ancho, que permitía el tránsito de personas y animales.
Acueducto-puente de Pont d´Aël, Aosta, Francia. Foto Turismo, valle d´Aosta |
“El
Anio Novus contaminaba a los demás porque, al llegar con un nivel muy elevado y
sobre todo con mucho caudal, remedia la insuficiencia de los otros. Los
fontaneros incompetentes lo desviaban a los conductos de los otros acueductos
con más frecuencia de lo necesario, ensuciando incluso los acueductos dotados
de suministro suficiente, y en especial el Aqua Claudia que venía por su canal
independiente a lo largo de muchas millas y en la misma Roma se mezclaba con el
Anio, perdiendo así su gran calidad.
Hemos
descubierto que incluso la misma Marcia, muy agradable por su frescor y
claridad, suministraba su agua a baños, batanes e incluso menesteres indignos
de ser mencionados.
Así pues, se resolvió la
separación de todos los acueductos y la distribución de cada uno de forma que,
sobre todo la Marcia, pudiese utilizarse enteramente para la bebida y que cada
uno de los restantes se destinasen a usos adecuados con su cualidad
característica. Así, por ejemplo, el Anio Viejo, que por muchas razones y
precisamente por captarse a un nivel inferior es menos salubre, debería ser
utilizado para el riego de los jardines y para los servicios más perjudiciales
de la misma ciudad.” (Frontino, Los acueductos de Roma, 91-92)
Porta Maggiore con los conductos del Aqua Claudia y Anio Novus, Roma. Foto Roger Ulrich |
La provisión, uso y disfrute del agua fue siempre para Roma
un elemento de civilización que formaba parte del proceso de romanización
implantado en los territorios conquistados y los propios. La visión de la
tecnología utilizada en la construcción de los sistemas de conducción del agua
y su llegada a numerosas ciudades impresionaba a los habitantes locales que
contemplaban el enorme poder que Roma desplegaba.
Acueducto Pont du Gard, Francia. Foto Samuel López |
Durante la República la necesidad de obtener más agua y
mejor llevaba al Senado a ordenar la construcción de un acueducto, la cual se
encargaba a un alto magistrado que veía en el proyecto una forma de alcanzar
prestigio político y social y ser recordado tras su muerte por ello.
El acueducto Aqua Appia, que transcurría principalmente
subterráneo, fue el primer acueducto como tal, y su construcción en el año 312
a.C. se debió al cónsul Apio Claudio, cuya inscripción funeraria lo incluye
junto a sus logros políticos y militares.
“Apio Claudio, el Ciego, hijo de
Cayo, censor, cónsul dos veces, dictador, magistrado entre reyes tres veces,
pretor dos veces, edil curul dos veces, cuestor, tribuno militar tres veces.
Capturó varias ciudades a los samnitas, dirigió un ejército de sabinos y
etruscos. Evitó la paz con el rey Pirro. En su censura pavimentó la via Apia y
construyó un acueducto en Roma. Construyó el templo de Bellona.” (CIL
11.1827)
Los acueductos construidos durante la República mostraron el poder civilizador de Roma a otros pueblos de Italia y supusieron un elemento importante en la agenda política de la aristocracia de la época, la cual incrementó su prestigio al encabezar la construcción de edificios civiles, entre ellos los acueductos, que traían agua de lugares alejados de la ciudad y satisfacían las necesidades básicas de beber, bañarse, y cocinar entre otras, de la población, pero, que principalmente suministraban el agua necesaria para hacer funcionar la fuentes y ninfeos que embellecían sus fastuosas mansiones, gracias a que se les concedía acceso privado al agua de las conducciones públicas.
“Hay en Bitinia una ciudad, que
lleva el nombre Helena, la madre del emperador Constantino, porque dicen que
Helena procedía de esta ciudad, que antiguamente había sido una aldea
insignificante. Constantino, como pago de su crianza en ella, obsequió a este
lugar con un nombre y una dignidad de ciudad, sin que se le hiciera edificación
alguna que denotara su grandiosidad imperial; antes bien, permaneció
externamente como en su anterior estado, y la ciudad se enorgullece únicamente
con recibir el apelativo de tal y se gloría por la denominación de la nutricia
Helena. Pero nuestro emperador, como si tratara de justificar la equivocación
de su antepasado imperial, cuando vio, en primer lugar, que la ciudad estaba
agobiada por la escasez de agua y dominada totalmente por una sed terrible,
improvisó un acueducto un tanto admirable, con una dotación de agua que no se
esperaba ver, suficiente no sólo para que bebiera la población, sino incluso
para que se lavara, y para todo aquello con que los hombres se deleitan cuando
tienen en exceso abundancia de agua. También hizo, además, para ellos un baño
público, que antes no existía, y reconstruyó otro que se hallaba ruinoso y
yacía abandonado, y que estaba ya deteriorado por la escasez de agua, como he
dicho, y por el descuido.” (Procopio, Los Edificios, V, 2)
Acueducto de Aspendos, Turquía. Foto Samuel López |
En ocasiones, los acueductos eran sufragados por grandes personajes que durante el ejercicio de sus funciones políticas emprendían obras civiles en las ciudades donde desarrollaban su actividad.
Por ejemplo, Agripa, yerno y general de Augusto, como edil y
como cónsul hizo construir en Roma dos acueductos, el Aqua Julia y el Aqua
Virgo, empleando los recursos mineros que él controlaba para fabricar las
tuberías de plomo. Desde la época de Augusto, los emperadores figuraron entre
los donantes habituales de estas costosísimas infraestructuras. Pero la tarea
la emprendían los gobiernos municipales, que delegaban en los magistrados para
llevar a cabo la construcción, normalmente con dinero público.
Agripa fue edil, en el año 35 a.C., en que levantó un
acueducto de nombre Iulia, que vertía el agua en el llamado Aqua Tepula, aunque
este segundo nombre se mantuvo, y este mismo año acometió la reparación de los
acueductos Aqua Appia, Anio Vetus y Aqua Marcia. El año 19 a.C. después de la
terminación de las Guerras Cántabras, en las que había participado activamente
y 12 años después de haberse construido el Aqua Julia, de 18 km de recorrido, Agripa
financió la construcción del acueducto llamado Aqua Virgo, con 26 km de
longitud, que alimentaba de agua las nuevas termas del Campo Marzio.
“Con sus propios fondos prolongó
el acueducto que recibe el nombre de Virgen hasta la ciudad y le dio el nombre
de Augusto. Y este estaba tan satisfecho por aquella previsión que, en cierta
ocasión en la que escaseaba el vino y los hombres hacían circular rumores
terribles, afirmó que Agripa había tomado las previsiones necesarias para tal
contingencia que no habrían de morir de sed.” (Dión Casio, Historia
romana, 4, 11)
Restos del acueducto Aqua Virgo, Roma |
Con la llegada del Imperio el uso de los acueductos permitió a los emperadores controlar el suministro de agua con el que evitaban la sed al pueblo, facilitaba el baño en las termas públicas, proporcionaba entretenimiento con espectáculos en los que el agua era esencial y embellecía las ciudades con fuentes monumentales. Sin embargo, el emperador no podía mantener una atención constante en todo lo que ocurría en las provincias, y, por tanto, dependía de los gobernadores provinciales para hacerse cargo del control de las obras civiles. Como gobernador de Bitinia con Trajano, Plinio el joven consultó al emperador acerca de la construcción de un acueducto para Nicomedia, solicitando un ingeniero. El permiso del emperador era necesario para las obras que implicaban una contribución de fondos municipales, con el fin de evitar que se dilapidara dinero público en proyectos no válidos.
“[1] Los nicomedios, señor, han
gastado tres millones trescientos dieciocho mil sestercios en la construcción
de un acueducto que luego ha sido abandonado sin haber sido terminado, e
incluso ha sido demolido; luego se han gastado en otro acueducto doscientos mil
sestercios. Puesto que éste también ha sido abandonado, es necesaria una nueva
inversión para que éstos, que han malgastado tanto dinero, puedan tener agua.
[2] Yo mismo he inspeccionado una fuente purísima de la que me parece que puede
traerse el agua, como en un principio se había intentado, por medio de una
construcción sostenida por arcos, para que no llegase solamente a las partes
llanas y bajas de la ciudad. Quedan todavía unos pocos arcos; otros pueden ser
levantados con sillares que han sido extraídos de la obra anterior; una parte
de ella, según me parece, puede construirse de ladrillo, pues esto sería más
fácil y más barato. [3] Pero sobre todo es necesario que me envíes un experto
en canales o un arquitecto, para que no suceda de nuevo lo que ocurrió. Yo sólo
me limito a asegurar que no sólo la utilidad de la obra, sino también su
belleza, son dignísimas de tu reinado”. (Plinio, Epístolas, X, 37)
Acueducto de Alinda, Turquía. Foto Carole Raddato |
“Tengo —y hago votos para que,
con tu protección, César, sea por mucho tiempo— una mínima casa de campo y
tengo un pequeño hogar en la ciudad. Pero un encorvado cigoñal eleva desde un
pequeño valle unas trabajosas aguas para dárselas a mis huertos sedientos; mi
casa, seca, se lamenta de no beneficiarse de agua alguna, aunque el agua Marcia
resuena con su caudal en mi vecindad. El agua que dieres, Augusto, a mis
penates, ésa sería para mí la fuente de Castalia o la lluvia de Júpiter.” (Marcial,
Epigramas, VI, 18)
Acueducto Aqua Marcia, Roma. Foto Chris 73 |
La construcción de obras públicas como los acueductos contribuyó
a que la propaganda imperial llegase a todas partes y el recuerdo del emperador
perdurase en la memoria del pueblo, sobre todo si el propio emperador la
financiaba y la obra ofrecía la oportunidad de traer el agua desde un lugar
alejado del de consumo, lo que constituía un hito de la civilización
expansionista de Roma.
“Y no
tuvo bastante el Emperador con haber restablecido el volumen y calidad de los
otros acueductos que también entrevió la posibilidad de eliminar las
deficiencias del Anión Nuevo. Así dio la orden de abandonar la captación del
agua del río y buscarla a partir del lago situado encima de la villa de Nerón,
en Subiaco, en donde el agua es más clara.
De
este modo, al tener ahora el Anión su fuente en la parte de arriba de Treba
Augusta, ya sea porque desciende a través de rocosas montañas con muy pocas
tierras cultivadas en torno a esa plaza fuerte, o bien porque decanta sus
sedimentos en los estanques en los que es recibido, y por estar cubierto,
además, por la sombra de los bosques circundantes, llega hasta allí muy frío y
limpio.
Esta
peculiaridad tan excelente de su agua, que le lleva a igualar a la Marcia en
todas sus propiedades e incluso a superarle en caudal, reemplazará el agua
sucia y turbia de antes, mientras una inscripción hará mención del emperador
César Nerva Trajano Augusto como su reciente constructor.” (Frontino,
Los acueductos de Roma, XCIII)
Acueducto de los Milagros, Mérida, España. Foto Samuel López |
El efecto benefactor que sobre el pueblo tenían los acueductos era la mejor publicidad que gobernantes y potentados podían hacerse en aquella época, y, por supuesto, no desaprovechaban la ocasión de perpetuar el hecho en inscripciones colocadas al efecto.
“Tiberio Claudio César Augusto
Germánico, hijo de Druso, pontífice máximo, en su décimo segundo año de poder
tribunicio, cónsul por quinta vez, emperador veintisiete veces, padre de la
patria, se encargó de que a sus expensas se trajera el acueducto Aqua Claudia
desde el miliario 45, desde los manantiales que se llaman Caeruleus y Curtius,
y que el Anio Novus se trajera desde el miliario 62 a la ciudad de Roma.” (CIL
VI 1256)
Las obras de conducción de las aguas, desde su lugar de origen hasta el lugar de distribución o depósito, suponían una gran complejidad técnica y un gran coste económico. Pero la población, no apreciaba convenientemente estas realizaciones si finalmente quedaban ocultas, como ocurría la mayoría de las veces, por lo que quizás con frecuencia se prefería una obra más monumental y cara, pero con un efecto propagandístico mayor. En muchos casos las grandes arquerías podrían haberse sustituido por sifones mediante tuberías, igualmente eficaces y más baratos de construir, y en el caso de proximidad a núcleos habitados se optaba por las arquerías, cuya visión asombraba a la población y hacía que perdurara la memoria del promotor durante generaciones de forma más efectiva que cualquier otra. Esto dio lugar a que primara la necesidad de prestigio personal de un evergeta, ya fuera el propio emperador o un ciudadano particular, sobre la necesidad de paliar la real escasez de agua.
Ese parece ser el caso del acueducto de Pollio en Éfeso,
donde se optó por la construcción de una estructura espectacular, en vez de una
alternativa más barata con tuberías y un sifón, pero que no habría sido tan
vistoso ni habría contribuido tan brillantemente a la gloria de sus
patrocinadores.
“C. Sextillius Pollio hizo
construir esta estructura junto a su esposa Ofillia Bassa y el hijo de esta C.
Ofillius Proculus con sus propios fondos en honor de Augusto, Tiberio y Artemis
efesia.”
Acueducto de Pollio, Éfeso, Turquía |
Por tanto, los acueductos se convirtieron en una más de las obras que los evergetas locales procedieron a financiar no solo para obtener prestigio personal, sino también para embellecer sus comunidades y aumentar al mismo tiempo el prestigio de estas al incorporar elementos que emularan y repitieran los ya existentes en comunidades de mayor estatus o en la propia Roma.
“A la memoria de su marido Marco
Fulvio Moderato y de su hijo Marco Fulvio Victorino y para cumplir el
testamento de ellos, Annia Victorina, hija de Lucio, hizo este acueducto, a
toda su costa, con sus arcos, cañería, depósitos y demás arreos, y lo dedicó
religiosamente poniendo mesa y dando de comer a todo el pueblo.” (CIL
II, 3240)
Los acueductos romanos funcionaron durante siglos con un
alto grado de eficacia, permitiendo el bienestar de la población y la
supervivencia de una civilización muy avanzada en todos los campos de la
ciencia. Sin embargo, es verdad que necesitaban continuas reparaciones y
mantenimiento, a lo que hacía frente en ocasiones el propio emperador. Como, por ejemplo, en el caso del acueducto
de Roma, Aqua Marcia, construido por Quintus Marcius Rex entre los años 144-140
BCE, a quien el Senado había comisionado para reparar algunos de los acueductos
ya hechos y traer a la ciudad otras aguas tan lejos como pudiese, lo cual costó
una enorme suma de dinero, y que luego fue renovado en tiempos de Vespasiano
doscientos años después.
“El emperador Tito César
Vespasiano, hijo del divino Vespasiano, pontífice máximo, en su noveno año de
poder tribunicio, emperador quince veces, censor, cónsul por séptima vez,
cónsul designado por octava vez, reparó el canal del acueducto Aqua Marcia, que
estaba fuera de servicio por el paso del tiempo y devolvió el agua que se
estaba canalizando al exterior ilegalmente.” (CIL VI 1246)
El Aqua Marcia cruza por dos veces el Aqua Claudia |
Bibliografía
Libratio Aquarum: El arte romano de suministrar las aguas, Isaac Moreno Gallo
Sistemas romanos de abastecimiento de agua, José Manuel de la Peña Olivas
Los acueductos de Hispania: construcción y abandono, Elena Sánchez López y Javier Martínez Jiménez
La obra maestra de la ingeniería romana: Acueductos, Isabel Rodá
Aqua publica y política municipal romana, Juan Francisco Rodríguez Neila
Algunas implicaciones jurídicas de la conducción del agua a la Roma Antigua, María de las Mercedes García Quintas
Fuentes literarias aplicadas al estudio de la ingeniería hidráulica romana, Alejandro Egea Vivancos
La administración del agua en la Hispania romana, José María Blázquez Martínez
Modelos de abastecimiento urbano de aguas en la Bética romana: las cisternas, María del Mar Castro García
Roman Water Supply Systems: New Approach, Isaac Moreno Gallo
Roman Law and Archaeological Evidence on Water Management, Sufyan Al Karaimeh
A Short Introduction to Roman Water Law, Cynthia Bannon
The Inscriptions of the Aqueducts of Rome: The Ancient Period, Rebecca R. Benefiel
Gardens and Neighbors: Private Water Rights in Roman Italy: Cynthia J. Bannon
Ownership and Exploitation of Land and Natural Resources in the Roman World, ed. Paul Erdkamp, Koenraad Verboven, Arjan Zuiderhoek
Fresh Water in Roman Law: Rights and Policy, Cynthia Bannon
A Roman Engineer's Tales, Serafina Cuomo
Aqueducts and Euergetism in the Roman Republic, Solomon Klein
Water, power and culture in the Roman and Byzantine worlds: an introduction, Andrew Wilson