La Hilandera, pintura de Waterhouse |
La
matrona ideal romana se presentaba como lanifica,
tejedora de lana, dirigiendo el trabajo de sus esclavas hilanderas (quasillariae), tejedoras y pesadoras de lana (lanipendiae), que
verificaban la cantidad de trabajo diario realizado. Todas implicadas en un
proceso doméstico de producción de tejidos para la familia. Cada hogar
especialmente en el campo contenía un lugar (textrinum) con todos los aparatos necesario para trabajar la lana (lanificium).
Periplectomeno: “Pero no estoy
dispuesto a casarme con una mujer que jamás me diría: `Marido mío compra lana
para que yo te haga una capa suave y caliente y unas gruesas túnicas para que
no pases frío en invierno.´”
Muchas
prendas se harían en casa con materiales compradas a vendedores de lana o lino,
pues las familias ricas tenían sastres (vestifici)
y vestificae (costureras) entre su
personal, aunque la señora de la casa y sus hijas tomarían parte en la labor.
“Contiguo a este edificio puede
verse un taller de tejido; el fundador, audazmente, lo ha proyectado en el
estilo del templo de Palas. En este santuario, dirá un día la fama, era donde
la irreprochable esposa del noble Leontius, que entre todas las mujeres
entradas en la familia Pontia fue la que más deseó compartir la suerte de su ilustre
marido, hilaba la lana en los husos sirios, trenzaba los hilos de seda sobre
ligeros juncos, o hilaba con el bien templado metal, engrosando el huso con
hilos de oro.” (Sidonio Apolinar, Poemas, 22)
Mujer hilando, jarrón griego, Museo Británico |
Augusto llevaba ropas hechas por mujeres de su familia a las
que parece ser obligaba a trabajar la lana, por ser símbolo de la virtud de la
matrona.
“Y allí para el trabajo de las niñas llevó la oveja sus vellones blancos;
Ellos labor a las mujeres dieron, con el huso y la rueca el copo hilaron,
Y en los telares de Minerva, algunas
Al son, tejieron, de armonioso canto.”
(Tibulo,
Elegías, II, 1)
El
hilado es el proceso por el que las fibras se convierten en hilo. Para empezar era necesario retorcer las fibras
sobre ellas mismas hasta dejar un solo hilo cuanto más delgado mejor. Se
utilizaba la rueca y el huso. La rueca era generalmente de unos tres pies de
largo, comúnmente un palo o caña con una expansión cerca de la parte superior
para sujetar la bola de lana. A veces se hacía de ricos materiales. La rueca se
mantenía bajo el brazo izquierdo y las
fibras se estiraban desde la bola saliente, siendo al mismo tiempo, enrollado
en espiral con el dedo índice y pulgar de la mano derecha. El hilo así producido
se envolvía en el huso hasta que la cantidad fuese suficiente.
“Déjale aprender a hilar la lana,
a sostener la rueca, a poner el cesto en su regazo, a girar el huso, a tirar de
los hilos con su pulgar.” (San Jerónimo, Carta a Laeta en la educación a
su hija)
Detalle del mosaico de Aquiles, mujer con rueca y huso, villa de La Olmeda, Palencia |
El huso se hacía con alguna madera ligera o junco, y medía
entre ocho y doce pulgadas de largo. En su parte superior había una hendidura a
la que se fijaba el hilo, de forma que el peso del huso podía llevar el hilo hacia
el suelo tan pronto como estaba terminado. Su extremo inferior se insertaba en
una espiral, o rueda (fusayola) hecha de piedra, metal o algún material pesado
que servía tanto para mantenerlo fijo como para causar su rotación.
Fusayola romana, colección particular |
La
hilandera, de vez en cuando, daba al huso un nuevo giro con un suave toque para
aumentar el enrollado del hilo. Siempre que el huso alcanzaba el suelo se
hilaba un largo; se sacaba el hilo entonces de la hendidura o pasador y se
enrollaba; se cerraba otra vez el pasador y comenzaba el hilado de nuevo.
Cuando la bobina de cada huso se cargaba con hilo, se sacaba de la rueda y se
ponía en una cesta (quasillus o calathus) hasta que había suficiente
para que las tejedoras comenzaran su trabajo.
"La izquierda sostenía la rueca cubierta de blanca lana, la derecha, ya tirando ligeramente de las fibras, les daba forma con los dedos vueltos, o ya torciéndolas con el pulgar inclinado, hacía girar el huso equilibrado con la redondeada tortera; el diente, que así trabajaba, siempre igualaba su obra,y los trozos de lana quedaban adheridos a sus labios resecos, los que antes habían despuntado de la lisura del hilo: canastillas de mimbre guardaban ante sus pies los blandos vellones de blanca lana." (Catulo, poema 64)
Detalle del mosaico de Aquiles, cestos con lana y útiles para tejer, villa de la Olmeda, Palencia |
Minerva Egarne era la diosa protectora de la industria del
tejido.
En el mito de Aracne, ésta es una muchacha muy admirada por
su habilidad en el arte de tejer. Su orgullo le lleva a desafiar a Minerva y,
aunque la diosa triunfa, transforma a Aracne en una araña por su osadía.
“Sin demora disponen sus telares
en la sala, tensan los hilos de un lado a otro y la caña divide la trama, el
peine separa los hilos de la urdimbre arrastrando las lanzaderas con dedos
fogosos mientras que el peine dentado nivela la napa. Ceñidas las estolas a sus
pechos, tejen con sus diestros brazos, y gozan de su trabajo con su rapidez y
maestría." (Ovidio, Metamorfosis, VI)
Reproducción de telar romano, Museo de Segovia |
Tejer
era el proceso de entrelazar hilos de urdimbre verticales (stamen) con hilos de trama horizontales (subtegmen o trama),
siendo los primeros más fuertes y firmes a consecuencia de haberlos retorcido
más en el hilado, mientras que los segundos son más flexibles. Para
entrelazarlos se fijan los hilos verticales a un marco conocido como telar (tela); tras ello los hilos horizontales
se pasan de atrás adelante entre los verticales usando una lanzadera.
Finalmente los hilos de la trama se agrupan usando un instrumento dentado
llamado peine.
En la antigüedad se conocieron tres tipos de telares: el
horizontal que permitía a la tejedora sentarse al realizar la labor; el
vertical que obligaba a estar de pie y realiza movimientos hacia arriba; y el
vertical de doble travesaño que permitía estar sentado y realizar el movimiento
hacia abajo.
“Toma, por ejemplo, a Posidonius, - que, en mi opinión, es
de los que más han contribuido a la filosofía – cuando desea describir el arte
de tejer. El explica, cómo, primeramente, algunos hilos son retorcidos y
algunos arrancados de la suave lana suelta; después, como la urdimbre vertical
mantiene los hilos estirados colgando pesos; entonces, como el hilo insertado
en la trama, que suaviza la dura textura de la red que lo sujeta firmemente a
cada lado, es forzado el varal para hacer una unión compacta con la urdimbre.
El mantiene que incluso el arte del tejedor fue descubierto por hombres sabios,
olvidando que el arte más complicado que describe fue inventado posteriormente
– el arte en el que la red está atada al marco; en partes ahora divide el peine
la urdimbre. Entre los hilos se dispara la trama por puntiagudas lanzaderas:
los bien cortados dientes del ancho peine lo llevan a su lugar.”
(Séneca, Carta XL a Lucilio)
Pesas de telar, Museo de Palencia |
Tras el tejido de las
telas, éstas debían confeccionarse en distintas prendas cosiéndolas con aguja.
Como no se conocía el acero, las agujas eran de bronce y hueso. Para coser prendas
de vestir de buena calidad se debían emplear agujas de bronce, mientras que
para los tejidos más bastos se usarían agujas de hueso de mayor fragilidad y
grosor, pudiéndose utilizar en ciertos casos punzones de metal (subulae) para perforar previamente los
tejidos y poder pasar posteriormente la aguja de hueso enhebrada.
Agujas de hueso, Museo Nacional Romano, Mérida |
Como la actividad de coser, debido a los materiales, no
estaba perfeccionada, se procedía a unir las partes de las prendas con fíbulas
o broches. Muchas ropas utilizadas por los romanos tomaban su nombre del lugar
de procedencia, normalmente confeccionadas en otros lugares del imperio o por
artesanos procedentes de ellos.
Con la llegada de nuevos tejidos procedentes de fuera del
Imperio, lino, algodón y seda, la costumbre de tejer la ropa en casa quedó
relegada al ámbito rústico, donde las campesinas siguieron con la tarea de
hilar y tejer, pero las damas ricas prefirieron las exquisitas telas ofrecidas
por los comerciantes orientales.
“Pero ahora que la mayor parte
de las mujeres están entregadas al lujo y a la ociosidad, de tal manera, que ni
aún se dignan de tomar el cuidado de preparar la lana y hacerla hilar y tejer y
se quejan de las ropas de telas hechas en la casa.” (Columella, De Agricultura, XII, pref.)