Ulises devuelve Briseida a Aquiles, villa romana de Carranque, Toledo. Foto de Samuel López |
Las dependencias de la domus
romana que estaban pensadas para ensalzar el prestigio del dominus solían tener grandes proporciones, a veces terminadas en
exedras semicirculares, rectangulares o pentagonales, y estaban lujosamente
decoradas. En ellas se desarrollaban las ceremonias y actos sociales de los
nobles y nuevos ricos romanos durante la época del Imperio, a los que los
grandes potentados rurales de los siglos III-V imitaron en su forma de vida y en
sus actos públicos trasladando el lujo y suntuosidad de las mansiones urbanas a
las villas rústicas.
Villa romana de la Olmeda, Palencia. Foto de Samuel López |
La decoración de las salas dedicadas a actos o ceremonias de
representación reflejaba el deseo de los propietarios de que todos los que
posasen la vista en dichas estancias quedasen impresionados por el lujo y la
vistosidad de las paredes, suelos y elementos arquitectónicos, además de por su
conocimiento del mundo clásico o por las referencias a sus aficiones. De ahí
que hayan quedado representaciones de escenas mitológicas y literarias
relativas al mundo griego, de escenas cinegéticas o motivos paisajísticos.
“A ellos los deleitan los
guijarros lisos de variado color, hallados en la playa, a nosotros, en cambio,
ingentes columnas jaspeadas, traídas de las arenas de Egipto o de los desiertos
de África, que sostienen un pórtico o un comedor capaz de contener una multitud
de invitados.” (Séneca, Epístolas a Lucilio, 115)
Pintura mural de villa Poppea, Oplontis, Italia. Foto de Samuel López |
La palabra oecus de
origen griego designa un salón de grandes proporciones utilizado para recibir a invitados o
visitantes importantes, pero es un vocablo que apenas aparece en la literatura
latina, aunque sí lo cita Vitrubio.
“Los griegos llaman andronas a
las salas (oeci) donde se celebran
banquetes exclusivamente para hombres, pues las mujeres tienen prohibido su
acceso.” (Vitruvio, De Arquitectura, VI, 7)
Vitrubio describe cuatro tipos de oecus, el cual se diferenciaba de otras salas por contener
columnas. Solían construirse con vistas a los jardines, para poder deleitarse
la vista desde los lechos.
“La longitud de los triclinios
deberá ser el doble de su propia anchura. La altura de las habitaciones que
sean alargadas guardará la siguiente proporción: sumaremos su longitud y su
anchura; tomando la mitad de la suma total, se la daremos a su altura. Pero si
se trata de exedras o bien de salas cuadradas de reuniones, su altura medirá lo
mismo que su anchura más la mitad.” (Vitruvio, VI, 3, 8)
El oecus
tetrástilo era una sala rectangular con una zona central que podía dedicarse a
comedor, que se delimitaba por cuatro columnas, sobre un zócalo, y que sostenía
una bóveda que se apoyaba sobre arquitrabes y cornisas, que podían ser de
madera o yeso. Las columnas creaban un espacio entre las paredes laterales y la
parte central, que podrían ser utilizados por los esclavos para atender tanto a
sus amos mientras comían, como para presentar los platos que se iban a
degustar.
Oecus tetrástilo, casa de las Bodas de Plata, Pompeya. Fotos pinterest |
El oecus corintio
era similar al tetrástilo, pero con la diferencia de que tres de los lados se
delimitaban por una fila de columnas apoyadas en el suelo, aunque también se
cubría con una bóveda rebajada.
“He aquí la diferencia entre las
salas corintias y las salas egipcias: las corintias tienen una sola hilera de
columnas, que se apoya en un podio, o bien directamente sobre el suelo; sobre
las columnas, los arquitrabes y las cornisas de madera tallada o de estuco, y,
encima de las cornisas, un artesonado abovedado semicircular (rebajado). En las
salas egipcias, los arquitrabes están colocados sobre las columnas y desde los
arquitrabes hasta las paredes, que rodean toda la sala, se tiende un entramado;
sobre el entramado se coloca el pavimento al aire libre, ocupando todo su
contorno. En perpendicular a las columnas inferiores y sobre el arquitrabe se
levanta otra hilera de columnas, una cuarta parte más pequeñas. Encima de su
arquitrabe y de los elementos ornamentales se tiende el artesonado y se dejan
unas ventanas entre las columnas superiores; de esta forma, las salas egipcias
se parecen más a las basílicas que a los triclinios corintios.” (Vitruvio,
De arquitectura, VI, 3, 9)
Oeci corintios, Casa de Meleagro (izda), casa del Laberinto (drcha) |
El oecus egipcio
tenía la apariencia de una basílica. Las columnas sustentaban una galería con
suelo pavimentado, que formaba un paseo alrededor de la sala; por encima había
otra fila de columnas, de altura una cuarta parte menor que la inferior, que
rodeaba el techo. En los espacios entre columnas se ubicaban las ventanas que
dejaban pasar la luz.
Casa del mosaico en el atrio, Herculano |
El oecus cyziceno,
aunque poco utilizado en Italia, solían ser para el verano, por lo que miraba
hacia el norte y se abría a los jardines con puertas plegables. El escritor
Plinio tenía este tipo de sala en sus villas.
“También hay otro tipo de salas
que no siguen el uso y la costumbre de Italia, que los griegos llaman
cyzicenos. Estas salas están orientadas hacia el norte y, sobre todo, hacia
zonas ajardinadas; en su parte central poseen unas puertas de dos hojas. Su
longitud y su anchura deben permitir que se puedan ubicar dos triclinios, uno
en frente de otro y un espacio suficientemente amplio a su alrededor; a derecha
y a izquierda se abren unas ventanas de doble hoja, para poder contemplar los
jardines desde los mismos lechos del triclinio. Su altura será equivalente a su
propia anchura más la mitad.” (Vitruvio, De arquitectura, VI, 3, 10)
Casa del fauno, Pompeya, foto de Carole Raddato |
En la casa griega y
romana la exedra se define como una sala con asientos alrededor, que se destina
a la conversación. Tenía una cuidada decoración y sus dimensiones variaban. La
cultura, el arte y el ocio se unían en estas estancias aptas para la recepción
de visitas. Se celebraban veladas de música o recitales de poesía. Cicerón
hablaba de exedras (exedrae) destinadas al plácido reposo de la siesta, y sobre todo a la
conversación. El mismo decoró una con cuadros.
“En los pórticos de mi casa de
Túsculo me he construido unos rincones de lectura y quisiera adornarlos con pinturas:
es más, si hay algo de este tipo de decoraciones que me guste es la pintura.” (Cicerón,
Cartas a familiares, VII, 23)
Pintura de Edward John Poynter |
Las exedrae, en
plural, se identifican no con un gran salón pleno de exuberancia, sino con
varios ámbitos más pequeños, salitas de estar que con frecuencia dan a
dormitorios, creando a veces dentro de la casa pequeños departamentos en que
sus moradores gozan de cierta independencia.
“Y así todo esto lo ordenan de
este modo: el primer pensamiento o pasaje del discurso lo destinan en cierto
modo a la entrada de la casa, el segundo al portal de ella, después dan vuelta
a los patios, y no sólo ponen señales a todos los aposentos por su orden o
salas llenas de sillas, sino también a los estrados y cosas semejantes.” (Quintiliano,
XI, 2)
La diaeta parece que
podía referirse a un pabellón pequeño, formado comúnmente por sala y
dormitorio, accesible desde los pasillos o los deambulatorios de un patio.
"Al final de la terraza, después
de la galería y del jardín, hay un pabellón que es mi favorito, verdaderamente
mi favorito: yo mismo lo he construido; en él hay una habitación soleada que
mira por un lado a la terraza, por otro al mar, y por ambos al sol; hay también
un dormitorio que se asoma a la galería por una doble puerta, y al mar por una
ventana. Hacia la mitad de la pared posterior hay un gabinete elegantemente
diseñado, que se puede incluir en la habitación, si se abren sus puertas de
cristales y sus cortinas, o independizarlo, si se cierran.
Caben en su interior un lecho y
dos sillones; tiene el mar a sus pies, las villas próximas a su espalda, los
bosques en frente; se pueden contemplar gran número de vistas panorámicas
separada o simultáneamente por otras tantas ventanas. Unido a este gabinete hay
un dormitorio para el descanso nocturno, que ni las voces de mis esclavos, ni
el murmullo del mar, ni el estruendo de las tormentas ni el fulgor de los
relámpagos, ni siquiera la luz del día, pueden penetrar, a no ser que las
ventanas estén abiertas." (Plinio, Epístolas, II, 17)
Pintura de Ettore Forti |
Las diaetae amoenae
estaban dotadas de baños y eran unos pabellones atractivos que incitaban al
deleite, por su elegancia y armonía constructiva, en muchos casos con
ornamentación ostentosa, y, sobre todo, por el entorno ajardinado en el que
solían ubicarse.
“Pero hay, sin embargo, una
estancia, una que sobrepasa con mucho a todas las demás y que, en línea recta
sobre el mar, te trae la vista de Parténope; en ella, los mármoles escogidos de
lo hondo de las canteras griegas, la piedra que alumbran los filones de la
oriental Siene, la que los picos frigios han arrancado de la afligida Sínada en
los campos de Cíbele doliente, mármol coloreado en que brillan los círculos
púrpureos sobre su fondo cándido; aquí
también el que ha sido cortado de la montaña del amicleo Licurgo, que verdea
imitando las hierbas que se doblan sobre las rocas, y aquí brillan los
amarillos mármoles de Numidia con los de Tasos, Quíos y Caristo, que al
contemplar las olas se recrean; todos ellos, vueltos hacia las torres de
Calcis, envían su saludo.” (Estacio, Silvas, II, 2)
Tenía la función de uso personal de un miembro de la familia
para apartarse del bullicio generado por la actividad cotidiana en la casa;
para recibir una visita de forma más privada o íntima, o para alojar invitados.
En el Digesto se encuentra el caso de una novia que reside en casa de su
prometido en un apartamento separado (diaeta).
“Una muchacha fue llevada a la
hacienda de su prometido tres días antes de que tuviese lugar la ceremonia del
matrimonio, residiendo en un apartamento separado de las habitaciones de su
futuro esposo hasta el día en que ella pasase a depender de él, y antes de que
fuese recibida con el rito del agua y el fuego, es decir, antes de que se
celebrasen las nupcias…” (Digesto, XXIV, 1, 66)
Pintura de AlmaTadema |
Al final del imperio la sala llamada diaeta podía destinarse
a sala de estar o pequeño comedor, posiblemente un lugar más íntimo y privado
para acoger visitantes y amigos más cercanos.
“Desde este comedor (triclinium)
se pasa a un cuarto de estar o pequeño comedor (diaeta), que tiene una amplia
vista al lago. En esta sala hay un lecho semi-circular (stibadium) y un
reluciente aparador a los que se asciende desde el pórtico por unos escalones
que ni son bajos ni estrechos. Reclinado en este lugar, te ves envuelto por el
placer de la vista cuando no estás ocupado con la comida.” (Sidonio Apolinar, Epístolas, II, 2)
La adopción de estos nuevos espacios de recepción, oeci, exedrae y diaetae acabarán
relegando al tradicional atrium y tablinum a un segundo plano a finales del
siglo II a. C. El atrio quedará convertido en un simple vestíbulo, donde recibir
a los clientes, y terminará por casi desaparecer cuando el peristilo se imponga
como centro de la casa romana y el tablinum
perderá su función de recepción para los amigos y relaciones de negocio para
acabar dando paso al oecus como sala
principal donde el señor recibiría la salutatio
matutina de los clientes más señalados y acogería a sus visitas más notables. Algunos autores criticaron la ostentación y el
lujo de las mansiones que algunos se construían para manifestar su poder
económico y social en detrimento de la comodidad y habitabilidad de la vivienda
para la familia y las visitas.
“Plantaciones de laureles,
platanares, pinares que llegan al cielo y baños para más de uno los tienes tú
solo, y para ti se alza un elevado pórtico de cien columnas, y pisado por tus
pies reluce el ónice, y tu hipódromo polvoriento cascos veloces lo hacen
resonar, y el flujo del agua al pasar canta por doquier; tus atrios se
extienden a lo lejos. Pero ni para cenar ni para dormir hay sitio por ningún
lado. ¡Qué bien malvives!” (Marcial, Epigramas, XII, 50)
Arriba: Pintura de atrio romano de Gustave Boulanger Abajo: pintura con sala abierta al peristilo de Ettore Forti |
La casa romana, Pedro Ángel Fernández Vega, Ed. Akal
Arte romano, Susan Walker, E. Akal
Te felicito por el blog tan bien documentado y con esas bellas imágenes.
ResponderEliminar