Laooconte y sus hijos, Museo Vaticano |
Las estatuas que decoraban las estancias de una villa mostraban el buen gusto y la riqueza del propietario. Las esculturas tenían relación con el culto doméstico, con los dioses olímpicos, con el linaje familiar y con el nivel cultural del propietario.
Las esculturas más numerosas eran las dedicadas a las
divinidades despojadas de su carácter sagrado original, pero que en el fondo no
habían perdido el fervor de las gentes: dioses olímpicos, rara vez de tamaño
original y las personificaciones o alegorías, todas ellas inspirándose en
modelos griegos clásicos o helenísticos.
Antes de las conquistas romanas el arte romano se vio
influido por el etrusco, sobre todo, por la representación funeraria en
sarcófagos, en los que los difuntos aparecían yacentes sobre la tapa.
Pero en los inicios del Imperio se hizo traer a artistas griegos que esculpieron copias romanas de originales helenos y crearon la escuela neoática, cuyo creador pudo ser Pasiteles en el siglo I a.C. Las obras algunas veces eran interpretaciones libres, debido a que se debía tener en cuenta el lugar de emplazamiento, la finalidad de la estatua y el hecho de que la mayoría de las copias se hacían en mármol, en lugar del bronce de las originales.
"Con el dinero que he obtenido de una herencia he comprado recientemente una estatua de Corinto, pequeña, sin duda, pero llena de encanto y expresividad, al menos en lo que mis conocimientos en esta materia me permiten juzgarla...Se trata de un cuerpo desnudo, que no puede ocultar sus imperfecciones, en el caso de que tenga alguna, ni dejar de mostrar abiertamente sus cualidades. Representa a un anciano de pie. Sus huesos, músculos, tendones, venas, e incluso arrugas, se perciben con toda nitidez, como si fuesen los de una persona viva...Incluso el bronce de que está hecha, según permiten apreciarlo las partes en las que conserva su verdadero color, es antiguo y de los que ya no se ven hoy día." (Plinio, Epístolas, III,6)
Sarcófago etrusco, Museo Vaticano |
Pero en los inicios del Imperio se hizo traer a artistas griegos que esculpieron copias romanas de originales helenos y crearon la escuela neoática, cuyo creador pudo ser Pasiteles en el siglo I a.C. Las obras algunas veces eran interpretaciones libres, debido a que se debía tener en cuenta el lugar de emplazamiento, la finalidad de la estatua y el hecho de que la mayoría de las copias se hacían en mármol, en lugar del bronce de las originales.
"Con el dinero que he obtenido de una herencia he comprado recientemente una estatua de Corinto, pequeña, sin duda, pero llena de encanto y expresividad, al menos en lo que mis conocimientos en esta materia me permiten juzgarla...Se trata de un cuerpo desnudo, que no puede ocultar sus imperfecciones, en el caso de que tenga alguna, ni dejar de mostrar abiertamente sus cualidades. Representa a un anciano de pie. Sus huesos, músculos, tendones, venas, e incluso arrugas, se perciben con toda nitidez, como si fuesen los de una persona viva...Incluso el bronce de que está hecha, según permiten apreciarlo las partes en las que conserva su verdadero color, es antiguo y de los que ya no se ven hoy día." (Plinio, Epístolas, III,6)
La imitación de esculturas griegas se extendió por todas las
provincias del Imperio, sobre todo las más romanizadas, en las que las élites
locales exigían esta ornamentación. Aunque es posible que existieran talleres
locales, el mármol se traía de diferentes partes del Imperio.
Amor y Psiqué, Ostia, Italia |
Muchos coleccionistas romanos preferían la juventud, la
belleza física y el sentimiento a la realidad de los originales griegos y
gustaban de figuras de escala más pequeña y, a menudo, de aspecto más juvenil
que aquel que era el adecuado para el tema. También se buscaba que las dimensiones
de las figuras se adaptasen a las de las estancias en que se iban a ubicar.
Las estatuas de lares y dioses
domésticos son una primera muestra del arte escultórico romano que empleaba
materiales sencillos como la arcilla y que en algunos casos reflejaban un
estilo muy refinado al utilizar el bronce. Estas figuritas eran la más cercana
aproximación a la religión como forma de protección de la salud y la
prosperidad.
Dioses principales se representaban como benefactores de la riqueza en los hogares y terrenos cultivables. Diana, como diosa de los bosques, Mercurio, como dios del comercio, Minerva, como diosa de ciertas artes manuales, Juno, diosa del matrimonio.Fortuna, Museo Tarragona |
Diosa fortuna, Museo Arqueológico Nápoles |
"Este que, sentado, ablanda la dureza de las rocas tendiendo una piel de león - un dios grande en un diminuto bronce - y que, echando su cabeza hacia atrás, mira las estrellas que sostuvo, cuya izquierda se entretiene con una clava de encina y la derecha con una copa de vino puro, no es una fama ni una gloria reciente de nuestros cinceles; estás viendo un noble obsequio y una obra de Lisipo." (Marcial, Epigramas, IX, 23)
Venus púdica, Museo Louvre, París |
Figuras del ciclo de Dionisos contribuían a la cuidada
ornamentación de jardines y peristilos, formando parte de fuentes, o como
estatuas entre parterres e intercolumnios. Dionisos y su thiassos se asociaban al mundo de las aguas terrestres, así como
las personificaciones de ríos y manantiales, ninfas, faunos y otras divinidades
relacionadas con las aguas y la vegetación.
Los sátiros y los silenos eran criaturas de los bosques que
acompañaban a las ménades en los cortejos dionisiacos. Los primeros se
representaban con orejas puntiagudas, patas de caballo, pezuñas y pequeños
cuernos en la cabeza. Los segundos, calvos y panzudos, se caracterizaban por un
cuerpo peludo, nariz chata, patas de cabra y orejas y cola de caballo; a menudo
se les mostraba a lomos de un asno. Con el paso el tiempo los rasgos animales
fueron desapareciendo, para enseñar un aspecto más humano.
Detalle sarcófago, sátiro y ménade, Museo Vaticano |
Los emperadores eran retratados en sus diversas
atribuciones. Si vestían coraza, representaban el poder militar del cónsul; el
rollo en la mano, el puesto de pretor y si llevaba la cabeza cubierta con la
toga, su función era la de sacerdote. En caso de ser presentados como héroes, se les mostraba desnudos con
corona de laurel. Las estatuas de dioses y héroes asumían la fisonomía de los emperadores para que estos fueran asociados a los personajes legendarios y mitológicos.
"Alcida, que has de ser reconocido ahora por el Tonante latino, desde que ostentas los agraciados rasgos de nuestro dios César: si hubieras tenido esos rasgos y ese aspecto cuando los fieros monstruos cayeron bajo tus manos, ..." (Marcial, Epigramas.)
Adriano cubierto con toga, Villa Adriana, Tivoli |
La preferencia por el busto y la cabeza es un rasgo cultural típico romano, ya que ésta era el centro de interés en el retrato. La elección de estas piezas como elementos ornamentales creó un enorme mercado en toda la cuenca mediterránea, y se explica principalmente, por razones económicas, al ser más baratas que una estatua completa.
Busto femenino, Museo de la Ciudad, Barcelona |
Bustos acompañados de inscripciones, elenco de familiares y
amigos del fallecido decoraban altares, tumbas y urnas cinerarias, lo cual se
vinculaba a la tradición de mostrar máscaras mortuorias de cera o terracota de
antepasados ilustres en las procesiones funerarias de élite, para honrar su
linaje patricio. Estas máscaras se guardaban junto con bustos en bronce,
arcilla o mármol. La confección de estas máscaras mortuorias, que copiaban
exactamente las características faciales de los difuntos, pudo provocar el
gusto por el realismo de los retratos romanos.
Los romanos poderosos se hicieron retratar con su cuerpo
idealizado a la manera griega y sus cabezas en la tradición romana. En la época
de Augusto, el retrato adaptó la figura griega del doríforo de Policleto, para
encarnar las cualidades del cuerpo y el espíritu humanos, pero sin mostrar la
vejez, símbolo de decadencia o la excesiva juventud, símbolo de la
inexperiencia. Tampoco se resaltaban los defectos físicos.
La austera imagen republicana, antiguamente limitada por ley
a los miembros de la nobleza y a las familias de los magistrados en activo, se
convirtió en una seña de identidad romana, que los antiguos esclavos
manumitidos, de origen incierto, adoptaron como suya, para aparecer en sus
retratos como “buenos romanos”. Se esculpían bustos en relieve en el interior
de un marco de mármol, que se colocaba en el muro de la tumba de la familia
como si sus ocupantes estuvieran mirando a los que paseaban por allí a través
de una ventana.
Relieve funerario, San Juan de Letrán, Roma |
Con la dinastía Flavia el arte escultórico recuperó un
estilo muy realista que se refleja en los peinados femeninos realizados con la
técnica de la perforación, los bustos abandonan el frontalismo para adoptar una
imagen más dinámica y enseñan hombros y pectorales.
Cabeza con peinado a trépano y barba, Museo Tarragona |
En la época de los Severos y Constantino se produjo una tendencia menos realista, más dada a lo grandioso, y más abstracta por la influencia de Oriente. Se crean retratos más esquemáticos.
Retratos sobre sarcófagos, estelas y nichos cobran
popularidad y algunos se retratan desempeñando su oficio en las vías de salida
de la ciudad, donde se hallan las necrópolis.
El empleo del pilar (herma)
como mero soporte de un retrato auténtico o convencional es un invento
típicamente romano. Se compone de una cabeza de tamaño natural, elaborada en
mármol o bronce, y de un pilar marmóreo en cuya cara frontal figura una
inscripción que delata la identidad del personaje representado: hermae dedicadas al genius del dominus o las
ofrecidas por libertos a sus señores; retratos de poetas, historiadores, filósofos,
oradores y gobernantes que decoraban los jardines y peristilos de las villae itálicas. Las hermulae se
empleaban para realizar cercas y balaustradas y combinaban imágenes de
divinidades y retratos del momento.
En época de Cicerón, el Ática fue un importante centro de
producción del que emanaron algunas
innovaciones técnicas, como la fabricación por separado de cabeza y pilar, que
triunfó con posterioridad en el mundo romano.
En el siglo IV d.C. las piezas cristianas reconvierten el
carácter pagano de las cabezas de las hermae
y se les añaden símbolos como la cruz.
Apolo, Museo de Nápoles |
Cicerón escribió que las musas eran más apropiadas para decorar el jardín de un escritor que la de las bacantes, devotas de Baco.
"Y tú, como no sabías mi condición, diste por esas cuatro o cinco estatuas un precio que yo no lo diera por todas cuantas hay en el mundo. Y si comparas esas Bacantes con las musas de Metelo, con las que no tienen nada que ver. Ni siquiera por las estatuas de las Musas pagaría ese precio, y si fueran éstas aptas para mi biblioteca o gabinete, pero, ¿dónde pondría yo unas Bacantes en mi casa?
(Cicerón, Cartas a los familiares, VII, 23)
La mayoría de esculturas de jardín se hacían en piedra, pero
también se empleaba el mármol, bronce, terracota y madera para las figuras más
pequeñas. La presencia de estatuas religiosas en los jardines romanos proviene
de la costumbre de erigir esculturas en los huertos domésticos para proteger
los frutos.
La representación de figuras marinas en la decoración de
fuentes en peristilos y jardines era generalizada, y el agua se hacía brotar de
un hueco en la figura que ocultaba el caño por donde salía.
En los huertos solía haber una estatua de Príapo, protector de la fecundidad, que servía para proteger las cosechas y alejar a los ladrones; figura fea y deforme y que se representaba con un gran falo. Podía ser de piedra, mármol o piedra.
"Ladrón de rapacidad muy conocida, un cilicio quería saquear un huerto; pero en el huerto inmenso no había, Fabulo, nada más que un Príapo de mármol. Al no querer volverse con las manos vacías, el cilicio se llevó al mismísimo Príapo." (Marcial, Epigramas, VI, 73)
En los huertos solía haber una estatua de Príapo, protector de la fecundidad, que servía para proteger las cosechas y alejar a los ladrones; figura fea y deforme y que se representaba con un gran falo. Podía ser de piedra, mármol o piedra.
"Ladrón de rapacidad muy conocida, un cilicio quería saquear un huerto; pero en el huerto inmenso no había, Fabulo, nada más que un Príapo de mármol. Al no querer volverse con las manos vacías, el cilicio se llevó al mismísimo Príapo." (Marcial, Epigramas, VI, 73)
Como elementos decorativos se incluían el oscillum y el
pinax. El primero era un panel de mármol con relieve en ambos lados, que se
suspendía de una cadena y se colgaba entre las columnas para que la brisa los
hiciese oscilar. El pinax era también un panel, pero se montaba sobre un poste
de piedra en el jardín.
Oscillum con ménade, Museo de Historia del Arte, Viena |
Los relieves en sarcófagos, columnas, arcos de triunfos y
altares tienen en Roma una finalidad de enseñanza histórica representando
batallas y gestas en la que proliferan
temas mitológicos y las tallas se suceden sin dejar espacio libre entre sí.
Los ciudadanos adinerados de la Roma antigua se construían estatuas en sus atrios donde se retrataban en poses y situaciones ostentosas. Sarcófago de Portonaccio, Museo Nacional, Roma |
"Sí, pero en sus atrios se alza un carro de bronce con cuatro caballos imponentes, y él en persona, sentado en fiera y batalladora montura, amenaza a la lejanía con su lanza torneada y, estatua tuerta, proyecta batallas." (Juvenal, Sátiras, VII)
Muchas figuras llevaban ropas reales y los ojos se hacían de cristal o pasta de vidrio. También se pintaban de llamativos colores. Como materiales se empleaban piedra, mármol, alabastros y jaspes que ofrecían la posibilidad de imitar vestidos y complementos.