lunes, 8 de julio de 2013

Ars fictoris, el arte de la escultura en la domus


Laooconte y sus hijos, Museo Vaticano

Las estatuas que decoraban las estancias de una villa mostraban el buen gusto y la riqueza del propietario. Las esculturas tenían relación con el culto doméstico, con los dioses olímpicos, con el linaje familiar y con el nivel cultural del propietario.

Las esculturas más numerosas eran las dedicadas a las divinidades despojadas de su carácter sagrado original, pero que en el fondo no habían perdido el fervor de las gentes: dioses olímpicos, rara vez de tamaño original y las personificaciones o alegorías, todas ellas inspirándose en modelos griegos clásicos o helenísticos.

Antes de las conquistas romanas el arte romano se vio influido por el etrusco, sobre todo, por la representación funeraria en sarcófagos, en los que los difuntos aparecían yacentes sobre la tapa.


Sarcófago etrusco, Museo Vaticano

Pero en los inicios del Imperio se hizo traer a artistas griegos que esculpieron copias romanas de originales helenos y crearon la escuela neoática, cuyo creador pudo ser Pasiteles en el siglo I a.C. Las obras algunas veces eran interpretaciones libres, debido a que se debía tener en cuenta el lugar de emplazamiento, la finalidad de la estatua y el hecho de que la mayoría de las copias se hacían en mármol, en lugar del bronce de las originales.

"Con el dinero que he obtenido de una herencia he comprado recientemente una estatua de Corinto, pequeña, sin duda, pero llena de encanto y expresividad, al menos en lo que mis conocimientos en esta materia me permiten juzgarla...Se trata de un cuerpo desnudo, que no puede ocultar sus imperfecciones, en el caso de que tenga alguna, ni dejar de mostrar abiertamente sus cualidades. Representa a un anciano de pie. Sus huesos, músculos, tendones, venas, e incluso arrugas, se perciben con toda nitidez, como si fuesen los de una persona viva...Incluso el bronce de que está hecha, según permiten apreciarlo las partes en las que conserva su verdadero color, es antiguo y de los que ya no se ven hoy día." (Plinio, Epístolas, III,6)

La imitación de esculturas griegas se extendió por todas las provincias del Imperio, sobre todo las más romanizadas, en las que las élites locales exigían esta ornamentación. Aunque es posible que existieran talleres locales, el mármol se traía de diferentes partes del Imperio.
Amor y Psiqué, Ostia, Italia

Muchos coleccionistas romanos preferían la juventud, la belleza física y el sentimiento a la realidad de los originales griegos y gustaban de figuras de escala más pequeña y, a menudo, de aspecto más juvenil que aquel que era el adecuado para el tema. También se buscaba que las dimensiones de las figuras se adaptasen a las de las estancias en que se iban a ubicar.


Fortuna, Museo Tarragona
Las estatuas de lares y dioses domésticos son una primera muestra del arte escultórico romano que empleaba materiales sencillos como la arcilla y que en algunos casos reflejaban un estilo muy refinado al utilizar el bronce. Estas figuritas eran la más cercana aproximación a la religión como forma de protección de la salud y la prosperidad. 




Diosa fortuna, Museo Arqueológico Nápoles

Dioses principales se representaban como benefactores de la riqueza en los hogares y terrenos cultivables. Diana, como diosa de los bosques, Mercurio, como dios del comercio, Minerva, como diosa de ciertas artes manuales, Juno, diosa del matrimonio.




Hércules, Mercado de Trajano, Roma

"Este que, sentado, ablanda la dureza de las rocas tendiendo una piel de león - un dios grande en un diminuto bronce - y que, echando su cabeza hacia atrás, mira las estrellas que sostuvo, cuya izquierda se entretiene con una clava de encina y la derecha con una copa de vino puro, no es una fama ni una gloria reciente de nuestros cinceles; estás viendo un noble obsequio y una obra de Lisipo." (Marcial, Epigramas, IX, 23)



Venus púdica, Museo Louvre, París
Venus es siempre una divinidad de la Naturaleza y por lo tanto ofrece, muestra y señala sus atributos femeninos de fertilidad y fecundidad. Incluso cuando aparece vestida, su túnica deja traslucir su cuerpo o se desliza para que podamos contemplarlo. Su desnudez parece señalar sus atribuciones femeninas, como símbolos de la fertilidad, de la belleza y del placer.

Figuras del ciclo de Dionisos contribuían a la cuidada ornamentación de jardines y peristilos, formando parte de fuentes, o como estatuas entre parterres e intercolumnios. Dionisos y su thiassos se asociaban al mundo de las aguas terrestres, así como las personificaciones de ríos y manantiales, ninfas, faunos y otras divinidades relacionadas con las aguas y la vegetación.
Los sátiros y los silenos eran criaturas de los bosques que acompañaban a las ménades en los cortejos dionisiacos. Los primeros se representaban con orejas puntiagudas, patas de caballo, pezuñas y pequeños cuernos en la cabeza. Los segundos, calvos y panzudos, se caracterizaban por un cuerpo peludo, nariz chata, patas de cabra y orejas y cola de caballo; a menudo se les mostraba a lomos de un asno. Con el paso el tiempo los rasgos animales fueron desapareciendo, para enseñar un aspecto más humano.


Detalle sarcófago, sátiro y ménade, Museo Vaticano

Los emperadores eran retratados en sus diversas atribuciones. Si vestían coraza, representaban el poder militar del cónsul; el rollo en la mano, el puesto de pretor y si llevaba la cabeza cubierta con la toga, su función era la de sacerdote. En caso de ser presentados  como héroes, se les mostraba desnudos con corona de laurel. Las estatuas de dioses y héroes asumían la fisonomía de los emperadores para que estos fueran asociados a los personajes legendarios y mitológicos.


Adriano cubierto con toga, Villa Adriana, Tivoli
"Alcida, que has de ser reconocido ahora por el Tonante latino, desde que ostentas los agraciados rasgos de nuestro dios César: si hubieras tenido esos rasgos y ese aspecto cuando los fieros monstruos cayeron bajo tus manos, ..." (Marcial, Epigramas.)


La preferencia por el busto y la cabeza es un rasgo cultural típico romano, ya que ésta era el centro de interés en el retrato. La elección de estas piezas como elementos ornamentales creó un enorme mercado en toda la cuenca mediterránea, y se explica principalmente, por razones económicas, al ser más baratas que una estatua completa.

Busto femenino, Museo de la Ciudad, Barcelona
El retrato romano, igual que el griego, tenía un código visual para representar cualidades morales y virtudes tradicionalmente valoradas, como el respeto por los mayores, por la autoridad y por la austeridad de costumbres y apariencia.
Bustos acompañados de inscripciones, elenco de familiares y amigos del fallecido decoraban altares, tumbas y urnas cinerarias, lo cual se vinculaba a la tradición de mostrar máscaras mortuorias de cera o terracota de antepasados ilustres en las procesiones funerarias de élite, para honrar su linaje patricio. Estas máscaras se guardaban junto con bustos en bronce, arcilla o mármol. La confección de estas máscaras mortuorias, que copiaban exactamente las características faciales de los difuntos, pudo provocar el gusto por el realismo de los retratos romanos.

Los romanos poderosos se hicieron retratar con su cuerpo idealizado a la manera griega y sus cabezas en la tradición romana. En la época de Augusto, el retrato adaptó la figura griega del doríforo de Policleto, para encarnar las cualidades del cuerpo y el espíritu humanos, pero sin mostrar la vejez, símbolo de decadencia o la excesiva juventud, símbolo de la inexperiencia. Tampoco se resaltaban los defectos físicos.
La austera imagen republicana, antiguamente limitada por ley a los miembros de la nobleza y a las familias de los magistrados en activo, se convirtió en una seña de identidad romana, que los antiguos esclavos manumitidos, de origen incierto, adoptaron como suya, para aparecer en sus retratos como “buenos romanos”. Se esculpían bustos en relieve en el interior de un marco de mármol, que se colocaba en el muro de la tumba de la familia como si sus ocupantes estuvieran mirando a los que paseaban por allí a través de una ventana.


Relieve funerario, San Juan de Letrán, Roma

Con la dinastía Flavia el arte escultórico recuperó un estilo muy realista que se refleja en los peinados femeninos realizados con la técnica de la perforación, los bustos abandonan el frontalismo para adoptar una imagen más dinámica y enseñan hombros y pectorales.
Cabeza con peinado a trépano y barba, Museo Tarragona
A partir de Adriano, el emperador y los personajes importantes se retrataban con barba, al igual que hicieron los primeros griegos, quizás por el interés de Adriano por la cultura griega.

En la época de los Severos y  Constantino se produjo una tendencia menos realista, más dada a lo grandioso,  y más abstracta por la influencia de Oriente. Se crean retratos más esquemáticos.
Retratos sobre sarcófagos, estelas y nichos cobran popularidad y algunos se retratan desempeñando su oficio en las vías de salida de la ciudad, donde se hallan las necrópolis.

El empleo del pilar (herma) como mero soporte de un retrato auténtico o convencional es un invento típicamente romano. Se compone de una cabeza de tamaño natural, elaborada en mármol o bronce, y de un pilar marmóreo en cuya cara frontal figura una inscripción que delata la identidad del personaje representado: hermae dedicadas al genius del dominus o las ofrecidas por libertos a sus señores;  retratos de poetas, historiadores, filósofos, oradores y gobernantes que decoraban los jardines y peristilos de las villae itálicas. Las hermulae se empleaban para realizar cercas y balaustradas y combinaban imágenes de divinidades y retratos del momento.
En época de Cicerón, el Ática fue un importante centro de producción del que emanaron  algunas innovaciones técnicas, como la fabricación por separado de cabeza y pilar, que triunfó con posterioridad en el mundo romano.
En el siglo IV d.C. las piezas cristianas reconvierten el carácter pagano de las cabezas de las hermae y se les añaden símbolos como la cruz.

Apolo, Museo de Nápoles
Algunos propietarios se rodeaban de esculturas que evocaban el mundo de la filosofía, de la literatura y de las artes, como símbolo de ostentación social y cultural cuando se presentaban ante sus visitantes. Se representaban divinidades protectoras de las artes, como Apolo y las Musas.

Cicerón escribió que las musas eran más apropiadas para decorar el jardín de un escritor que la de las bacantes, devotas de Baco.

"Y tú, como no sabías mi condición, diste por esas cuatro o cinco estatuas un precio que yo no lo diera por todas cuantas hay en el mundo. Y si comparas esas Bacantes con las musas de Metelo, con las que no tienen nada que ver. Ni siquiera por las estatuas de las Musas pagaría ese precio, y si fueran éstas aptas para mi biblioteca o gabinete, pero, ¿dónde pondría yo unas Bacantes en mi casa?
(Cicerón, Cartas a los familiares, VII, 23)

La mayoría de esculturas de jardín se hacían en piedra, pero también se empleaba el mármol, bronce, terracota y madera para las figuras más pequeñas. La presencia de estatuas religiosas en los jardines romanos proviene de la costumbre de erigir esculturas en los huertos domésticos para proteger los frutos.
La representación de figuras marinas en la decoración de fuentes en peristilos y jardines era generalizada, y el agua se hacía brotar de un hueco en la figura que ocultaba el caño por donde salía.
En los huertos solía haber una estatua de Príapo, protector de la fecundidad, que servía para proteger las cosechas y alejar a los ladrones; figura fea y deforme y que se representaba con un gran falo. Podía ser de piedra, mármol o piedra.

"Ladrón de rapacidad muy conocida, un cilicio quería saquear un huerto; pero en el huerto inmenso no había, Fabulo, nada más que un Príapo de mármol. Al no querer volverse con las manos vacías, el cilicio se llevó al mismísimo Príapo." (Marcial, Epigramas, VI, 73)

Como elementos decorativos se incluían el oscillum y el pinax. El primero era un panel de mármol con relieve en ambos lados, que se suspendía de una cadena y se colgaba entre las columnas para que la brisa los hiciese oscilar. El pinax era también un panel, pero se montaba sobre un poste de piedra en el jardín.

Oscillum con ménade, Museo de Historia del Arte, Viena

Los relieves en sarcófagos, columnas, arcos de triunfos y altares tienen en Roma una finalidad de enseñanza histórica representando batallas y gestas  en la que proliferan temas mitológicos y las tallas se suceden sin dejar espacio libre entre sí.

Sarcófago de Portonaccio, Museo Nacional, Roma

Los ciudadanos adinerados de la Roma antigua se construían estatuas en sus atrios donde se  retrataban en poses y situaciones ostentosas. 

"Sí, pero en sus atrios se alza un carro de bronce con cuatro caballos imponentes, y él en persona, sentado en fiera y batalladora montura, amenaza a la lejanía con su lanza torneada y, estatua tuerta, proyecta batallas." (Juvenal, Sátiras, VII)

Muchas figuras llevaban ropas reales y los ojos se hacían de cristal o pasta de vidrio. También se pintaban de llamativos colores. Como materiales se empleaban piedra, mármol,  alabastros y jaspes que ofrecían la posibilidad de imitar vestidos y complementos.