Portada de entrada a los almacenes, Ostia, Italia |
La puerta de una casa particular era el paso por el que,
desde el mundo exterior, se ingresaba en el ámbito privado de la familia que en
ella habita y que ha encomendado el interior de la morada a la protección de
sus propios dioses familiares.
La puerta romana
constaba del umbral (limen inferum),
las jambas (postes) y el dintel (limen
superum). La puerta desde el exterior se denominaba foris y la hoja, valva.
Las puertas solían constar de dos hojas y el espacio dejado al abrir una sola
era suficiente para pasar una persona. El soporte de la puerta era en realidad
un cilindro de madera maciza, algo más largo que la puerta y con un diámetro
algo mayor que el grosor de la puerta, que terminaba con unos pivotes en la
parte superior e inferior. Estos pivotes encajaban en dos agujeros arriba en el
dintel y abajo en el umbral. La puerta se ajustaba a este cilindro, para que el
peso combinado de la puerta con el cilindro recayera sobre el pivote de abajo.
Puerta de entrada con vestíbulo, Casa de Octavio Cuarto, Pompeya |
La puerta de entrada se denominaba janua. El vano de acceso en la fachada se enmarcaba con frecuencia
por medio de pilastras decoradas con capiteles corintios o cúbicos y rematadas
con arquitrabes y hasta con frontones. En general se trata de puertas altas en
madera, ocasionalmente bronce, tachonadas con clavos de hierro o bronce.
La puerta de entrada a una habitación solía llamarse ostium
y en algunos casos una cortina (velum)
la sustituía.
Las puertas se abrían hacia dentro, y las que daban acceso
al exterior se aseguraban por la noche
con barras (serae) y cerrojos (pessuli).
Fedromo: ¡Cerrojos, ay cerrojos! Con qué alegría os saludo, os
amo, os quiero, os pido y os ruego, dad gusto, gratísimos amigos, a este
enamorado, convertíos por mi bien en saltimbanquis extranjeros. Saltad, os lo
ruego, y dejad que ella salga, la que ha apurado al triste enamorado que soy
cada gota de su sangre. ¡Mira cómo duermen estos cerrojos cerriles! ¡No tienen
prisa por hacerme el favor!
Puerta original, Casa del Tabique de madera, Herculano |
El dios Jano (Ianus)
es el protector de las entradas y por ello es también el dios tutelar de los
comienzos, del principio y del fin, de los cambios que se producen en el
tiempo, como el paso de joven a adulto. Su fiesta es el primero de enero. Se le
representa con dos cabezas o dos caras mirando en sentido opuesto:
"Toda puerta posee dos frentes
gemelas, a un lado y a otro, de las cuales, la una mira a la gente y la otra,
en cambio, al lar. Y de igual modo que vuestro portero, sentado junto al umbral
de la entrada principal, ve las salidas
y las entradas, así yo, portero de la corte celestial, alcanzo a ver a un
tiempo la parte le Levante y la parte de poniente." (Ovidio, Fastos, I)
Los dioses de la puerta eran Forculus, Limentinus y Cardea. San Agustín proporciona información
sobre ellos en el Libro IV de la Ciudad de Dios, criticando el hecho de que
existieran tantísimas deidades protectoras incluso para las cosas más nimias:
“Todo el mundo pone un único portero en su casa, y porque es un hombre, es bastante. Pero los romanos tenían tres dioses para la tarea: Forculus para la puerta, Cardea para los goznes y Limentinus para el umbral. Forculus, sin duda, era incapaz de vigilar los goznes y el umbral al mismo tiempo que la puerta."
“Todo el mundo pone un único portero en su casa, y porque es un hombre, es bastante. Pero los romanos tenían tres dioses para la tarea: Forculus para la puerta, Cardea para los goznes y Limentinus para el umbral. Forculus, sin duda, era incapaz de vigilar los goznes y el umbral al mismo tiempo que la puerta."
La puerta era el vehículo de comunicación entre dos mundos,
exterior e interior, público y privado. Pero también se convierte en un símbolo
de la imagen pública del individuo cuando se le quiere honrar con un
reconocimiento. En el caso a continuación el honor es la concesión de abrir las
puertas hacia fuera, cuando lo normal era que se abriesen hacia dentro.
“En verdad le asalta a uno la reflexión de cuán pequeñas en
proporción a estas mansiones (los palacios de Calígula y Nerón) eran las casas construidas por el estado para los
generales invictos. El máximo signo de honor era éste: que, por una cláusula de
un decreto público, las puertas de sus casas se abrieran hacia fuera y las
hojas de la puerta giraran en dirección al público. Ese era el símbolo más
insigne para distinguir las casas triunfales.” (Plinio, H.N. 36,249)
Para celebraciones y conmemoraciones se ponían adornos en las puertas.
“Allí aplacaré al Júpiter doméstico y echaré
incienso a los Lares paternos y tiraré a puñados coloridas violetas. Todo
reluce, la puerta sostiene largos ramos y la fiesta se oficia con lámparas
mañaneras.” (Juvenal, Sat. 12)
Pintura con puerta, Villa Poppea, Oplontis, Italia |
El cumpleaños del emperador debía ser celebrado por los
ciudadanos colgando laurel de las puertas.
El senado concedió a Octavio el honor de adornar con laurel
las jambas de su puerta y colgar una corona cívica, hecha de roble, por
convertirse en libertador perpetuo y vencedor de los enemigos de la República:
“En virtud de ese acto meritorio
fui llamado, por decisión del Senado, Augusto, y fueron revestidas públicamente
con laureles las jambas de mi casa y se colocó la corona cívica sobre mi
puerta.” (Gestas de Augusto,
3.4.1)
Los eventos sociales domésticos también exigían el ritual de
colocar símbolos en forma de coronas o ramas en las puertas para anunciarlos
socialmente. Se colocaban coronas en las jambas en los nacimientos:
“…adórnense las jambas y la puerta con laurel crecido, para que desde su cuna con dosel y taraceas una noble criatura te recuerde, Léntulo, las facciones de Euríalo el mirmillón.” (Juvenal, 6)
“…adórnense las jambas y la puerta con laurel crecido, para que desde su cuna con dosel y taraceas una noble criatura te recuerde, Léntulo, las facciones de Euríalo el mirmillón.” (Juvenal, 6)
Dar a conocer una defunción se hacía con ramas de ciprés o
abeto delante de la puerta, mientras ésta permanecía cerrada en señal de duelo.
En las ceremonias de boda se colgaban ramas de mirto en honor de la diosa Venus
y la novia ataba las jambas de la puerta de su nuevo hogar con cintas de
lana, además de untar los goznes con
grasa de lobo originariamente, con manteca de cerdo después y posteriormente
con aceite.
“Masurio cuenta que los
antepasados daban la palma a la grasa de lobo. Este era el motivo según él de
que las recién casadas ungieran con ella las entradas de las puertas para que
no pudiera entrar nada nocivo.” (Plinio, H.N. 28,142)
Siendo el pueblo romano tan supersticioso, la puerta de la
casa se convirtió en el soporte de los remedios contra los maleficios y
elementos sobrenaturales que provenían del exterior. De esta forma se colgaban
los más extraños objetos que se creían con poderes benéficos. Plinio ha dejado
algunos ejemplos en su obra:
“Niegan que los
remedios maléficos puedan entrar, o al menos que puedan provocar daño, si hay
una estrella marina untada con sangre de zorro y clavada al dintel de la puerta
con un clavo de bronce.” (Plinio, H.N. 32,44)
Puerta con relieves, Museos Vaticanos |
El lamento del amante ante la puerta cerrada de la amada se
convirtió en un tópico de la poesía amorosa, conocido como paraclausithyron. Muchos autores trataron este tema en sus obras:
“¡Puerta de un amo inaccesible
que la lluvia te azote, que te alcancen los rayos enviados por mandato de
Júpiter! Puerta, ojalá te abras ya para mí solo, vencida por mis lamentos, y no
resuenes al abrirte girando furtivamente el
quicio. Y si mi locura lanzó contra ti insultos, perdónalos: pido que
caigan sobre mi cabeza. Debes acordarte de todo lo que he perseguido con voz
suplicante, cuando dejaba floridas guirnaldas a tu puerta.” (Tibulo,
Elegías, I, 6)
El umbral estaba consagrado a Vesta, de ahí que se
mantuviera la costumbre de que la novia no lo pisara porque podría ser signo de
mal augurio. Algunos autores hacen derivar la palabra vestibulum, de Vesta, por ser ahí donde se consideraba que empezaba
el hogar.
Detalle mosaico entrada Casa del oso herido, Pompeya. (Foto Pompeiipictures) |
El vestíbulo parece haber sido el espacio entre la calle y
la puerta de entrada a la casa. Es el lugar donde los clientes y visitas
esperaban a ser anunciados al señor. Allí se exponían, a veces. objetos que
proclamaban la importancia del dueño e incluso su árbol genealógico. Se
disponía a veces un banco para sentarse que podía ser de obra. Podía estar
techado o no. Para dar la bienvenida se pavimentaba con un mosaico con un
saludo como Have o Salus.
En la obra de Petronio, El Satiricón, encontramos una escena
que muestra lo que un visitante podía ver nada más llegar al vestíbulo de la casa de un señor rico:
“En la jamba había un cartel con
esta inscripción: Todo esclavo que salga fuera de esta puerta sin permiso del
amo recibirá cien azotes. En la misma entrada había un portero vestido con una
túnica verde, sujeta por un cinturón color cereza. Que mondaba guisantes en una
fuente de plata. Del dintel colgaba una jaula de oro, desde la que una urraca
pinta saludaba a los que entraban… Todos los que entraban podían ver a su
izquierda y no lejos del cuarto del portero, un enorme perrazo pintado en la
pared. Encima, en letras capitales, había un letrero con este aviso “Cave
canem”.
Junto a este lugar,
en las casas acomodadas, se encontraba la
cella ostiaria o cuarto del janitor
o portero, que en los primeros tiempos solía estar encadenado, para que no abandonase
la vigilancia de la puerta. Posteriormente, ya sin cadenas, cumplía la función de anunciar a los
visitantes. Se le representa a veces como insolente y antipático en su función
de custodio de la intimidad del hogar y consciente de su poder a la hora de
admitir la entrada a determinados personajes no deseados. Si estos se
presentaban con algún obsequio, serían mejor recibidos.
“¿No ha de llegar el sabio a las
puertas guardadas por un áspero y desabrido portero? Si se ve obligado por una necesidad, probará
llegar a ellas, amansando primero con algún regalo al que las guarda como perro
mordedor, sin reparar en hacer algún gasto, para que le dejen llegar a los
umbrales; y considerando que hay muchos puentes donde se paga el tránsito, no
se indignará por pagar algo, y perdonará al que se lo cobra, sea quien sea,
pues vende lo que está expuesto a venderse. De corto ánimo es el que se ufana
porque habló con libertad al portero y porque rompió la vara y entrando le
pidió al dueño que lo castigara.” (Séneca, De la Constancia del Sabio,
14)
El portero vigilante aparece en la literatura como protector
de la honra de la casa o como el que impide al amante acceder hasta su amada.
Este suplica para ser admitido y espera que le ayude en su propósito de entrar
en la casa para ver a la que ama.
“Portero amarrado, ¡oh
indignidad! A la dura cadena, haz girar sobre sus goznes esa puerta tan difícil
de abrir. Te pido poca cosa, entreabrirla solamente. Y por su media abertura
penetraré de lado… Como lo deseas, las horas de la noche vuelan; corre el
cerrojo del postigo, córrelo presto; así quedes por siempre libre de tu dura
cadena, y en adelante no bebas jamás el agua de los esclavos… ¿Me engaño, o sus
hojas resuenan al girar los goznes, y su ronco son me da la señal apetecida?
(Ovidio, Amores, VI)
Mosaico de entrada, Casa del Poeta trágico, Pompeya |
Para ayudarle en su
tarea estaba el perro guardián, que aparece reflejado en numerosos mosaicos
atado con una cadena y con la inscripción Cave
Canem (Cuidado con el perro). La imagen del portero se complementa con el
bastón o virga para ahuyentar a los
visitantes no deseados y la llave que abre y cierra la puerta.
Los ciudadanos nobles no solían salir de su casa con la
llave encima. Si tenían un portero él la guardaba y si no era un esclavo el que
la llevaba. Es por ello que Marcial cuenta la anécdota de cómo un individuo que
pasa por rico se delata al caérsele una llave que él lleva consigo, cuando al
menos podría haberla llevado un esclavo, si lo hubiera tenido.
“Mientras Euclides, vestido de
púrpura, clama que sus fincas de Patras le rentan doscientos mil sestercios y
más todavía las de los alrededores de Corinto; mientras hace remontar su árbol
genealógico hasta la hermosa Leda y protesta ante Lato que quiere levantarlo, a
nuestro caballero presumido, noble y rico, de pronto, se le cayó del seno una
gran llave. Nunca una llave, Fabulo, fue más nefasta.” (Marcial, V, 35)
LLaves época romana |
El posticum o
puerta de servicio puede haber sido la que se utilizaba por los esclavos para
entrar y salir de la casa. Situada en la parte posterior o en un lateral con
salida a un callejón, serviría al señor en el momento que quisiera escabullirse
de los visitantes a los que no deseaba encontrar, sin atravesar el atrio o el
vestíbulo donde estos esperaban.
“Di tú con cuántos quieres
cenar; déjalo todo y da esquinazo por la puerta de atrás al cliente que espera
en el atrio. (Horacio, Epis. I, 5)
Posticum, Casa de los Jarrones de cristal, Pompeya, (Foto Pompeiipictures) |
Bibliografía:
dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2010894.pdf, Ritos y
creencias de la antigua Roma relacionados con las puertas, Manuel Antonio
Marcos Casquero
https://ia801702.us.archive.org/27/items/jstor-289473/289473.pdf, The Paraclausithyron as a Literary
Theme, H. V. Canter.
http://www.jstor.org/stable/310454, The Fauces of the Roman House, J. B. Greenough
La casa romana, Pedro A. Fernández Vega, Akal ediciones
http://www.jstor.org/stable/310454, The Fauces of the Roman House, J. B. Greenough