lunes, 11 de diciembre de 2017

Compitalia, la fiesta de las encrucijadas en la antigua Roma

Pintura con paisaje pompeyano

La fiesta de Compitalia era una celebración en la antigua Roma que conjugaba la magia y superstición con la veneración a los dioses buscando su protección.

Dionisio de Halicarnaso describió las Compitalia, como una fiesta perteneciente al culto doméstico y familiar que gozaba de un gran favor popular, y durante la cual los miembros de cada aldea o pagus y de cada vicus o vecindario olvidaban, quizás por unos días, sus problemas y rencillas personales y se entregaban en perfecta armonía al carácter lúdico y sagrado de la fiesta. Incluso los esclavos participaban del festival y gozaban de cierta libertad en sus quehaceres, al igual que ocurría en las fiestas de la Saturnalia, y, según Catón, los trabajadores del campo recibían ración extra de vino.


“Posteriormente, ordenó que por todas las encrucijadas los vecinos erigieran templetes a los lares compitales y estableció por ley que todos los años se les ofrecieran sacrificios y que cada casa contribuyera con una torta. Dispuso también que los que celebraran los sacrificios de la vecindad ante las casas contasen con la asistencia y colaboración no de hombres libres, sino de esclavos, pues consideraba que a los lares les agradaba el servicio de los esclavos. Los romanos, que todavía en nuestros días celebran estas fiestas, las solían festejar, solemnes y fastuosas entre las que más, unos pocos días después de las Saturnales; las denominan Compitales, porque llaman compiti a las encrucijadas. Y a propósito de los sacrificios, observan la antigua costumbre de propiciarse a los lares por medio de los servidores y liberar a éstos de todo signo de servilismo durante esos días, para que, apaciguados con ese acto de bondad, que tiene una cierta grandeza y solemnidad, se vuelvan más amables con sus dueños y les pesen menos las penalidades de su suerte.” (Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas, IV, 14)

Pintura de Stefan Bakalowicz

Las Compitalia formaban parte del grupo de las llamadas feriae conceptivae o fiestas móviles, a las que no se les asignaba una fecha fija en el calendario y que, cada año, con una antelación de al parecer nueve días, eran anunciadas mediante la proclama oficial del pretor.

Su celebración aproximada tenía lugar, como se puede comprobar por el testimonio de Dionisio, pocos días después del 17 de diciembre, fecha en que se celebraban las Saturnalia.

La institución de la fiesta se remonta, según el testimonio de Dionisio, al período monárquico, al sexto rey de Roma, Servio Tulio, quien ordenó que, en cada cruce de caminos, los propietarios de los terrenos adyacentes erigieran pequeñas capillas de madera y ofrecieran en ellas sacrificios a los Lares Compitales. Los Lares, que eran los dioses tutelares por excelencia, extendían su tutela a tres ámbitos distintos: en este que nos ocupa, en el familiar (Lares Familiaris) y como dioses tutelares de la ciudad (Lares Praestites), cuyo templo estaba situado en el comienzo de la Via Sacra.

“El día de las Compitalia está dedicado a los Lares Viales (de los caminos); por eso, allí donde los caminos se cruzan, en las encrucijadas, se realizan sacrificios. Su fecha se anuncia cada año. Efectivamente, era la fiesta de los compita, de las encrucijadas, de los cruces de senderos que se formaban por los límites de las propiedades rurales, y de las calles en la ciudad.” (Varrón, De la Lengua Latina, VI, 25)

Pintura de Alma Tadema

Las capillas, parece que estaban rodeadas por cuatro pequeños altares, abriéndose así en cuatro direcciones; de forma que se permitía el acceso a los Lares protectores de cada una de las propiedades, cuya unión formaba la encrucijada.

Pintura Casa de los Vetii, Pompeya

Por el testimonio de Aulo Gelio, se sabe que durante este día cesaba toda actividad laboral y los romanos se veían libres para ocuparse de los deberes religiosos de carácter familiar y vecinal.

“Para demostrar este uso constante de los autores antiguos, bastará citar las solemnes palabras con que el pretor, siguiendo la costumbre de los antepasados, suele anunciar las fiestas llamadas Compitalia. Tales palabras son éstas: “Al noveno día tendrán lugar los Compitalia para el Pueblo Romano y los Quirites; cuando hayan sido anunciadas, el día no será apto para asuntos profanos [nefas]” (Aulo Gelio, XXIV, 3)


El propio Cicerón, en otra ocasión, se dirige a Atico para comunicarle que como el 2 de enero era un día festivo, no irá a la villa albana de Pompeyo hasta el 3, para no molestar a la familia. Por lo que se podría deducir que las Compitalia tenían lugar en un plazo que iba desde el 17 de diciembre hasta principios de enero.


“Yo, como el 2 de enero es el día de los Compitalia no quiero llegar ese día a Alba por no perturbar a la servidumbre. Llegaré, pues, el 3.” (Cartas a Ático, VII, 7)

Pintura de John William Waterhouse

Parece ser que la intención de la fiesta era una lustratio o purificación mística de la encrucijada, tal y como afirma Propercio. El compitum era un hito que marcaba el cruce de caminos y se creía que allí residían deidades a las que había que venerar porque protegían las propiedades particulares y las vías de comunicación.

“Puercos cebados purificaban las pequeñas encrucijadas y el pastor ofrendaba las entrañas de una oveja al son de la flauta.” (Elegías, IV, 1)

Pintura de Pompeya

La noche anterior a la fiesta se colgaban en las capillas de las encrucijadas (o delante de las puertas de cada casa) pilae y effigia, imágenes deformes y desproporcionadas que se confeccionaban, bien de harina o lana, con objeto de emular figuras humanas. Las effigia (figuras) representaban los hombres libres de la familia, y las pilae (bolas) a los siervos. Se ponían tantas bolas cuantos esclavos había y tantos muñecos cuantos libres, para desterrar el peligro que pudiera amenazar a cada familia y que los espíritus de las encrucijadas respetasen a los vivos y se contentasen con estas toscas imitaciones.

Macrobio dice que Tarquinio el Soberbio restituyó las fiestas de las Compitalia, en honor a los Lares y a la diosa Mania, por las prescripciones de un oráculo de Apolo que ordenaba «salvar cabezas con cabezas», es decir, para el rescate de las familias se debían sacrificar niños a la diosa Mania, madre de los Lares. Prosigue diciendo Macrobio que este tipo de sacrificio fue llevado a cabo hasta la expulsión de Tarquinio, momento en que el cónsul Junio Bruto determinó cambiar el rito del sacrificio y decretó que se ofrecieran cabezas de ajo y flores de adormidera en su lugar; de este modo se obedecía al oráculo en tanto que éste ordenó el sacrificio de «cabezas» y al mismo tiempo se eliminaba un sacrificio impío.


“Un cambio de sacrificio similar al que acabas de recordar, Pretextato, encuentro que se efectuó más tarde en las Compitales, cuando en todos los cruces de Roma se celebraban los juegos restablecidos, sin duda, por Tarquinio el Soberbio en honor de los Lares y de Mania conforme a un oráculo de Apolo que había dispuesto que se suplicara por las cabezas con cabezas. Durante algún tiempo se observó tal disposición, de forma que por la salvación de los miembros de la familia se inmolaban niños a la diosa Manía, madre de los Lares. Junio Bruto, cónsul tras la expulsión de Tarquinio, decidió que esta clase de sacrificio debía de celebrarse de otra manera. En efecto, ordenó que se suplicara a los dioses con cabezas de ajo y adormidera para satisfacer así al oráculo de Apolo en lo que se refiere al término «cabezas», suprimiendo evidentemente el crimen de un sacrificio funesto. Sucedió asimismo que para conjurar cualquier peligro que pudiera amenazar a los miembros de la familia, se suspendían figuritas, en honor de Mania, ante las puertas de cada casa, y a dichos juegos los llamaron Compitalia por los cruces (compita) en los que se celebraban.” (Macrobio, Saturnales, I, 7, 34)

Fragmento de mosaico con calendario agrícola, Compitalia,
Museo de Saint Germain en Laye, París

Presidían los festivales los magistrados del vicus (magistri vici). El vicus era una aglomeración rural o urbana que ofrecía servicios administrativos, con sus propios magistrados, prefectos y cargos municipales, así como servicios económicos o religiosos y otros relacionados con las vías de comunicación. Su origen podía ser prerromano con una mayor concentración en zonas menos romanizadas. Los magistri vici tenían derecho a poseer propiedad privada, vestir la toga praetexta y acompañarse de lictores.

A finales de la República Roma tenía cuatro regiones que se dividían en vici, cuyos líderes jugaron un papel fundamental en la caótica vida de la ciudad. En el siglo I a. C., Augusto reorganizó la ciudad con fines administrativos en 14 regiones, que comprendían 265 vici.

Los magistri vici eran los encargados de organizar el festival de Compitalia. El culto a los Lares Compitales había sido durante décadas una de las maneras de asociación de los miembros de las capas más bajas de la sociedad en los llamados collegia. Durante la república se añadieron juegos públicos, que luego fueron suprimidos por el senado en el año 68 a.C., lo que se convirtió para Cicerón en una acusación contra L. Pisón, porque permitió su celebración durante su consulado, en el año 58 a.C., estando vigente la prohibición.

“Comenzaste por tolerar, contra la determinación de este orden senatorial, la celebración de los juegos compitales, interrumpidos desde el consulado de L. Metelo y Q. Marcio… Q. Metelo no era más que cónsul electo; se opuso a que un tribuno de la plebe, abusando de los derechos de su cargo, ordenase celebrar estos juegos contra lo dispuesto en un senatus consulto: consiguió, pues, como particular y por la consideración personal que alcanzaba, lo que no podía aún obtener por la autoridad consular. Tú, cuando el 29 de diciembre llegó el día de los juegos compitales, consentiste que los presidiera Sexto Clodio, hombre impuro que jamás había vestido la toga praetexta, y no solo que los presidiera, sino también que, en tu presencia, de la que era muy digno, recorriese la ciudad con el traje propio de los magistrados.” (Cicerón, Contra Pisón, IV)

Detalle del Altar de los Vicomagistri, Museos Vaticanos

El festival durante las guerras civiles cayó en desuso, pero Augusto lo restauró y mandó que se erigiesen santuarios para los lares en las encrucijadas de los caminos e instituyó una orden de sacerdotes para que atendiesen su culto, tratando de cambiar el concepto de Lares Compitales para que se constituyesen en bases de estabilidad social y añadiendo al nombre de Lares Compitales el de Lares Augusti y haciendo rendir culto al Genio del emperador, por lo que envió a los vici estatuillas de los nuevos lares para ser colocadas en las capillas, santuarios o altares.

“Restableció, asimismo, gran número de ceremonias antiguas caídas en desuso, entre ellas el augurio de Salud, los honores debidos al flamen dialis, las Lupercales, los juegos seculares y compitales… Estableció dos juegos anuales en honor de los dioses compitales, que debían ser adornados con flores de primavera y verano.” (Suetonio, Augusto, XXXI)
Altar con Lares Augusto y Genio, Museos Vaticanos

Los líderes de los collegia, que durante las revueltas ciudadanas del siglo I a.C se habían dedicado a movilizar las mesas, fueron invitados a participar del nuevo orden. Cuatro magistri, normalmente libertos, jefes de cada vicus, ayudados por ministri de la población esclava, serían los encargados de organizar las ceremonias de las fiestas.

Al igual que en las casas privadas se daba culto a los lares domésticos acompañados del genius del pater familias, en las encrucijadas junto a los lares compitales se daría culto al genius de Augusto.

“Las calendas de mayo vieron la fundación de un altar a los Lares tutelares y de pequeñas estatuas a los dioses: Curio, precisamente, las había ofrecido; pero la mucha antigüedad las destruyó, y el largo envejecimiento ha dañado a la piedra. Sin embargo, la razón del apelativo que le dieron había sido el que con sus ojos lo conservan todo seguro. Se alzan también en nuestra defensa y presiden las murallas de la ciudad, y están presentes y nos traen auxilio. Ahora bien, ante sus pies estaba un perro tallado en la misma piedra. ¿Cuál fue la razón de estar junto al Lar? Ambos guardan la casa, ambos son fieles a su dueño también. Las encrucijadas son gratas para el dios, las encrucijadas son gratas a los perros.

El Lar y el pelotón de Diana ahuyentan a los ladrones. Pasan la noche en vela los Lares, en vela pasan la noche los perros. Buscaba las dos estrellas de los dioses gemelos, pero la fuerza del tiempo y los años las habían hecho caer. La ciudad tiene mil Lares y el Genio del general que los introdujo, y los barrios adoran tres divinidades.” (Ovidio, Fastos, V)

Moneda con lares y perro

Todavía a finales del imperio romano pervivía la costumbre de hacer ofrendas en las encrucijadas, considerada pagana por los autores cristianos.

¿Y cómo vuelven en seguida a los cultos del diablo algunos de entre vosotros que renunciaron al diablo, a sus ángeles, a sus cultos y a sus malas obras? Pues, encender velas junto a las piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? (Martín de Braga, Contra las supersticiones rurales, 16)


Pintura con paisaje pompeyano, foto de Marie Lan Nguyen



Bibliografía:

summa.upsa.es/high.raw?id=0000003235&name=00000001.original.pdf...pdf; Pilae», «effigies» y «maniae» en las Compitalia romanas; Juan María Ramos Crespo
https://pure.uva.nl/ws/files/4169274/61030_295326.pdf; A Roman cult in the Italian countryside? The Compitalia and the shrines of the Lares Compitales; T.D. Stek
http://revistas.ucm.es/index.php/ILUR/article/view/46879; El culto a los Lares Viales en Asturias; Narciso Santos Yanguas
http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:ETFSerie2-FB27ADE2-F843-539C-62A2-80B272A9BC96&dsID=Documento.pdf; Ocupación territorial hispano-romana. Los Vici: poblaciones rurales; Francisco Moreno Martín
https://idocslide.com/las-reformas-de-augusto-y-su-recepcion-social; Las reformas de Augusto y su recepción social; Helena López Gómez
The Dancing Lares and the Serpent in the Garden; Harriet I. Flower; Google Books
The Cambridge Companion to Ancient Rome; Paul Erdkamp; Google Books