sábado, 22 de octubre de 2011

Vasa potoria, funcionalidad y lujo para beber en la antigua Roma

Mensa vasaria, tumba de Vestorius Priscus, Pompeya

La práctica de exponer la vajilla de plata, especialmente la de beber, en un soporte especial, el abacus (especie de armario con estantes o la mensa vasaria (mesa aparador) fue una forma de ostentación entre los romanos ricos, como muestra del lujo de los propietarios de la casa y símbolo de ostentación de su importancia social. La avaricia por poseer una valiosa vajilla que demostrase su riqueza y status llevó a los antiguos romanos a pagar grandes cantidades de dinero por costosas piezas de plata o cristal.

Al conjunto de vasos utilizados para beber, mezclar y servir las bebidas se le llamaba vasa potoria y debido al importante papel que desempeñaron en la vajilla de mesa romana ofrecen una gran variedad de materiales y formas, decorados con delicados relieves y motivos resaltados que van desde flores a pájaros, animales, escenas mitológicas y dionisíacas. Los ejemplares elaborados en plata, solo estaban al alcance de los ricos; más frecuentes y populares eran los de cerámica, a los que se sumaron los de vidrio a partir del siglo I d. C.

El vaso más utilizado y parecido al actual era el poculum, normalmente de arcilla. Esta era un material barato, pero algunos ejemplares bellamente decorados costaban igual que otros realizados con piedras preciosas. La vajilla de cerámica de terra sigillata procedente de Arretium en Italia era muy popular.

“Mi cena la sirven tres esclavos y un mármol blanco sostiene un vaso (poculum) dos copas (cyathi), junto a un plato barato, patera y jarra (guttus), de cerámica campananiense.” (Horacio, Sátiras, I. 6)

Poculus de terra sigillata, Museo de Zaragoza, foto de Samuel López

El cantharus tenía dos asas verticales que, a menudo, se elevaban por encima del borde y se decoraba con elegantes relieves mitológicos. Su uso se asociaba al dios del vino Baco. 


Cantharus, Museo Arqueológico Nápoles, foto de Samuel López

El scyphus era una taza honda en forma de cuenco con dos asas horizontales por debajo del borde. Más común en las mesas de los romanos, algunos de estos pagaron grandes sumas por ejemplares de plata elegantemente decorados en relieve. Hércules es a menudo representado con él en las manos.


Skyphos de plata, Tesoro de Berthouville, Biblioteca Nacional de Francia

El cáliz se hacía normalmente de arcilla con ornamentación vegetal en relieve. Los más apreciados procedían de Sorrento, Italia y Sagunto en España. 

"Para que tu camarero las coja y las guarde sin preocuparse, recibe estos cálices hechos de barro saguntino." (Calices saguntini, Marcial, XIV, 108)

 Era la copa utilizada generalmente en los baños públicos y podía llevar asas o no. Los ejemplares caros se hacían en vidrio o murrina. Algunos cálices de plata con asas horizontales decoradas pudieron tener valor religioso para hacer ofrendas.


Cáliz de vidrio con cameo, Museo Getty



Patera,  Museo Arqueológico de  Nápoles
La patera era también un cuenco o platillo hondo que se utilizaba para las ofrendas con vino. En tiempos de Augusto, según Varrón, la utilizaban los magistrados en las ofrendas a los dioses y en los banquetes públicos. Los dioses lares aparecen en algunas representaciones con un rhyton, en una mano y en la otra una patera. El rhyton fue originalmente un cuerno de animal con un orificio en el extremo puntiagudo que permitía la salida de la bebida y que fue utilizado por los pueblos germanos, griegos y etruscos en los banquetes y ceremonias antes que los romanos. 


Rhyton, Corning Museum of Glass, Nueva york

El calathus se fabricaba en arcilla o plata con hermosos relieves sin asa o con una pequeña asa vertical. El de cristal era alto y sin asas. 


Calathus, Tesoro de Berthouville, Biblioteca Nacional de Francia

El cyathus designaba tanto una medida de vino y entonces llevaba un largo mango, como una taza pequeña de base redonda que podía sostenerse en la palma de la mano.


Cyathus de plata, Tesoro de Hildesheim, Altes Museum, Berlín.
Foto de Carole Raddato

Relacionados con el servicio del vino, utilizado en los banquetes romanos, están la crátera, gran recipiente de boca ancha para mezclar el vino con el agua; la sítula, recipiente destinado principalmente a contener y transportar agua y otros líquidos; y el simpulum, un cucharón utilizado para extraer la bebida de una vasija más grande, como las anteriores, para llenar los vasos y copas.


Tesoro de Hildesheim, Altes Museum, Berlín. Foto Carole Raddato

Las jarras y botellas destinadas destinadas a contener líquidos se utilizaban en asociación con pateras y cuencos en las ceremonias para la ablución celebradas en el triclinio. También destinadas al servicio de la vajilla de mesa para servir bebidas, solían tener formas esbeltas y elegantes con sinuosas asas y se fabricaban en metal, cerámica y vidrio.



Jarrón Portland, Museo Británico, foto de Jastrow

 El urceus y urceolus tenían boca ancha; la lagoena, boca estrecha y el oinochoe, trilobulada:

"Se te regala este cántaro rojo de asa arqueada. Con él iba el estoico Frontón a buscar el agua helada." (Urceus fictilis, Marcial, XIV, 106)



Jarra de Daphne, Corning Museum of Glass, Nueva York

La plata se utilizó a partir del siglo II a.C. Tras la conquista de Grecia y Asia los vasos de plata (argentum potorium) aparecían habitualmente en las casa de los ricos. El oro, bien solo o con piedras preciosas fue ampliamente utilizado. 


Vaso de oro, Museo Getty

Los vasos adornados con gemas (gemmata potoria) los enviaban los reyes extranjeros al pueblo romano y con ellos los emperadores recompensaban los servicios de sus generales o de sus jefes de tribus germánicas.

Las piedras semipreciosas como el ónice, amatista, cristal de roca y murrina (fluorita) también se tallaban en forma de copas: 

"Veo vasos de murrina, porque el lujo sería demasiado barato si los hombres no brindasen en gemas talladas con el vino que después vomitarán" (Séneca, De Beneficiis, VII, 9)


Taza Farnese, Museo Arqueológico de Nápoles,  foto de Ana aláin

 La famosa copa Farnesio, realmente un plato para libaciones, de origen egipcio, de la época tolemaica, está hecha de ágata sardónice.

Vasa murrina es el nombre de las copas y tazas hechas del mineral conocido como espato de flúor, y frotado después con resina de mirra. Eran altamente deseados por su rareza, colorido y el sabor especial que daba al beber el vino, como resultado de esa misma resina utilizada en su producción.

"Si bebes vino caliente, una copa murrina casa con el ardiente Falerno y se consigue con ella mejor sabor para el vino." (Murrina, Marcial, XIV, 113)

Vaso de vidrio, Museo Arqueológico de Jaén


A partir del siglo I a. C. la vajilla de cristal estuvo muy presente en las cenas romanas. En el siglo I d. C. se conoció un auge de la industria del vidrio con la difusión del procedimiento del soplado. Esta nueva técnica hizo de los vasos de vidrio (crystallina) verdaderas obras de arte:

"Veo vasos de cristal (crystallina), cuyo precio se eleva debido a su fragilidad, porque entre los ignorantes el riesgo de perder cosas incrementa su valor en vez de reducirlo, como debiera ser." (Séneca, De Beneficiis, VII, 9)


Pintura con vasa potoria en banquete, Herculano

Los romanos supieron apreciar las cualidades del vidrio para beber el vino ya que mantiene inalterados su sabor y su olor. A ello hay que añadir su ligereza, sus cualidades estéticas y, principalmente, esa transparencia que permite apreciar la calidad de los vinos: 

"Nosotros bebemos en vidrio, tú Póntico en murrina. ¿Por qué? Para que la copa no permita ver la distinta calidad del vino." (Marcial, VIII, 33)



Vaso de cristal con esmalte, Museo Guimet

Aunque se utilizaron diferentes agentes colorantes el vidrio más apreciado era el más parecido al cristal de roca. Por su fragilidad parece ser que no se servían líquidos calientes en cristal, aunque se mencionan ejemplos de vidrios que podían resistir el calor: 

"Nosotras somos copas plebeyas de vidrio atrevido y nuestro cristal no salta con el agua hirviendo." (Calices audaces, Marcial, XIV, 94).

Plinio cita que en su época el vidrio había reemplazado al oro y la plata, y que para evitar su rotura, había que echar primero el vino frío y luego el agua caliente.

“Sin embargo, el valor más alto es para el cristal que es enteramente incoloro y transparente, lo más parecido al cristal. Para los vasos, el vidrio ha sustituido al oro y la plata; pero es incapaz de soportar el calor a menos que un líquido frío se vierta antes.” (Plinio, XXXVI, 67)


Vaso de cristal con gladiadores, Museo Metropolitan, Nueva York

Los vasos de vidrio, tallados en las formas más diversas y que producían la descomposición de la luz cuando ésta incidía en ellos, habían adquirido un precio tan desorbitado que incluso se les sacrificaban vidas humanas.

“Cenaba el divino Augusto en casa de Vedio Polión. Rompió un esclavo un vaso de cristal; Vedio mandó que lo cogiesen y le diesen una muerte poco común en verdad; quería que lo arrojasen a las enormes lampreas que llenaban su vivero. ¿Quién no hubiese creído que las alimentaba por lujo? Era por crueldad. El esclavo se escapó y refugió a los piés del César y pidió por otra gracia morir de otra muerte y no convertirse en pasto de peces. Se Conmovió el César ante aquella cruel novedad, y mandó dar libertad al esclavo, romper ante sus ojos toda la cristalería y rellenar el vivero.” (Séneca, De la Ira, III, 40)


Skyphos de cristal, Museo del Louvre

Aunque los vasos fabricados en Italia eran espléndidos, el lugar que monopolizó la técnica más refinada de elaboración fue Alejandría, desde donde se importaban vasos cristalinos a Roma, con anterioridad al siglo I del Imperio.
Copa de Licurgo, Museo Británico, Londres

Los artesanos crearon una forma más intricada y delicada en el corte en los conocidos vasos diatreta, de forma acampanada en el que una pieza de vidrio se rodea de una envoltura calada con una delgada filigrana de un vidrio de distinto color,  tallada en forma de red, unida en una sola pieza, como el vaso de Licurgo. En la famosa copa de Trivulzio hay una inscripción: BIBE VIVA MULTUS ANNIS, que sugiere su uso para beber y el supuesto de que fuera un regalo.


Copa Trivulzio, Museo Arqueológico de Milán

Los bronces de Corinto eran ávidamente coleccionados por los romanos ricos, incluso en el siglo I d. C. Séneca escribió que sus contemporáneos pagaban no solo por el material, sino también por su elaboración en los talleres de la ciudad griega del istmo, que eran los más afamados. Aunque importantes fábricas de bronce estaban establecidas en Italia, especialmente en Capua, los caprichosos exigían que sus bronces vinieran de Grecia al objeto de no tener competidores como coleccionistas. Como la decoración de los objetos de bronce era más austera que la de los de plata, solo se consideraban de prestigio los que procedían de lugares míticos, y los destinados a la mesa que estaban exquisitamente decorados
Jarra de bronce, Museo 
Arqueológico de Nápoles

 "La técnica de fabricar preciosos objetos de bronce ha degenerado hasta el punto de que durante mucho tiempo ni siquiera la Fortuna ha tenido el privilegio de producir tal clase de arte. Pero, entre las viejas glorias de ese arte. el bronce corintio es el más apreciado." (Historia Natural, Plinio)




Con la llegada del cristianismo la posesión de vajillas de lujo en oro, plata y cristal fue severamente criticada por algunos autores cristianos, defensores de la austeridad.

 "Las tazas de plata y de oro, u otros utensilios con incrustraciones de piedras carecen de toda utilidad; no son más que un engaño para la vista. En efecto, si uno vierte en ellos líquido caliente, resulta doloroso cogerlos cuando están ardiendo; por el contrario, si se vierte líquido frío, la materia de la copa se altera y estropea el líquido. 
La «opulenta» bebida resulta, sin lugar a dudas, dañina.
¡Váyanse enhoramala las copas de Tericles o de Antigono, los cántaros, las copas grandes y anchas, las copas en forma de concha, y demás innumerables objetos de este tipo, vasos para refrigerar y verter vino! «En una palabra, el oro y la plata, tanto privados como públicos, constituyen una riqueza objeto de envidia». Y por ser superfluos, son de adquisición cara, de difícil conservación y de nula utilidad práctica.

En verdad, el refinamiento de los cinceladores sobre los vasos, fáciles de romperse por la afiligranada fragilidad, es una vanidad que por invitar a temblar a la vez que a beber debemos proscribirlas de nuestra conducta." (Clemente de Alejandría, Ped. III)


Vaso de Rubens. Hecho de una sola pieza de ágata, de origen bizantino.
Comprado por el pintor Rubens y actualmente en el Walters Art Museum de Baltimore

Bibliografía;

http://www.penn.museum/sites/expedition/scutella-patella-paterna-patina/; Scutella, Patella, Paterna, Patina. A Study of Roman Dinnerware; Kenneth D. Matthews
http://www.man.es/man/dms/man/actividades/pieza-del-mes/historico/2005-ajuar-de-cocina-y-ajuar-de-mesa-la-alimentacion/7-Octubre/MAN-Pieza-mes-2005-10-Taza-romana.pdf; Taza romana, Mª Ángeles Sánchez
Pompeii, The History, Life and Art of the Buried City, MarisaRanieri Panetta (ed.)
Los Romanos, Su Vida y Costumbres, E. Ghul, W. Koner, Edimat libros.





domingo, 4 de septiembre de 2011

Balneum, el baño de la domus en la antigua Roma

Maximiano en el baño, Piazza Armerina


Desde principios del siglo III a.C., y por influencia griega y con la aparición de las termas públicas los romanos más adinerados empezaron a introducir baños privados en sus casas.

"Cuando se le anuncia la hora del baño (a media tarde en invierno, una hora antes en verano), da desnudo un paseo al sol, si no hace viento Después juega a la peIota con ardor y durante mucho tiempo, pues también combate la vejez con este tipo de ejercicio. Después del baño se acuesta un rato y aplaza el momento de la comida; entretanto escucha mientras alguien lee alguna cosa más trivial y agradable." (Plinio, Epístolas, III, 1)



Con la construcción de los acueductos y a la mejora de las obras públicas se hizo accesible el uso de agua para todos y su calentamiento para el baño. 

"Vi yo mismo cómo gentes cansadas de los muchos sudores del baño, desdeñaban las bañeras y los fríos de las piscinas para disfrutar de las aguas vivas; luego, reanimados por la corriente, golpeaban el helado río con su ruidoso nadar." (Ausonio, Mosela, 340)


Atrio de los baños, Villa San Marcos, Stabia. Foto Samuel López


El balneum fue uno de los escenarios domésticos en los que se desarrolló tanto el ocio como el negocio del dominus; en sus salas recibía a clientes y amigos a quienes invitaba a disfrutar de un recorrido termal que en un entorno privado era un privilegio que solo algunos podían alcanzar.

El prestigio social que otorgaba la posesión en la propia vivienda de espacios termales alimentados con abundante agua procedente del sistema público de abastecimiento urbano, convirtió los balnea en ambientes de lujo de los que no sólo disfrutó la aristocracia sino también enriquecidos libertos que, alardeaban de su privilegiada situación celebrando copiosas cenas en las que se degustaban extravagantes y caprichosos manjares tras pasar por los baños. 

"Qué diré de los baños de los libertos? ¡Qué cantidad de estatuas, de columnas que no sujetan nada, solo construidas para decorar y gastar dinero! ¡Y qué masas de agua cayendo de nivel a nivel! ¡Nos hemos hecho tan ostentosos que no tendremos más que piedras preciosas sobre las que caminar! (Séneca, Epístolas, 86)

Baño romano, pintura de Emmanuel Oberhausen

La mera presencia de ambientes termales en una residencia era evidencia de la importancia de su propietario, aunque en el entorno urbano la ubicación y extensión de las instalaciones termales privadas estaban limitadas por el espacio. Sin embargo, en el ámbito rural y periurbano la ostentación de la posición social del dominus a través de su balneum pudo desarrollarse con mayor facilidad, ya que los propietarios de las grandes villas ubicaban los baños cerca de los cauces de los ríos.

"No es improcedente, si hay abundancia de agua, que el cabeza de familia piense en la construcción de un baño, cosa interesantísima para la propia satisfacción y la higiene. Haremos, pues, el cuarto de baño en la parte donde vaya a haber calor, en un lugar protegido de la humedad para evitar que el vapor inherente a las calderas lo enfríe. Le pondremos ventanas del lado sur y del poniente invernal para que durante todo el día este alegre y claro al darle el sol." (Paladio, Tratado de agricultura, I, 39, 1)

Pintura de Edward John Poynter

El balneum doméstico fue un espacio público dentro de la domus que se convirtió en símbolo del poder y la riqueza del propietario que manifestaba su status ante sus invitados con la ostentosa decoración de sus baños, que solían decorarse con pinturas murales, ricos mosaicos y variedad de materiales, como el mármol.

"A la gente las termas les parecen pobres y destartaladas si no brillan sus paredes con grandes y espléndidos espejos; pretenden que las paredes estén decoradas con mármoles de Alejandría y que tengan incrustaciones de piedras de Numidia; por todas partes ha de aparecer un trabajado y variado entretejido de barnices a modo de pintura; toda la cámara ha de estar recubierta de vidrio; nuestras piscinas tienen que tener una rica decoración en toda su extensión con piedras preciosas de Thasio. Ya sabes que son unas piedras muy costosas y muy raras de ver. Tal vez en algún templo. Y eso en unos lugares, como las piscinas, en las que dejamos todos los malos humores de nuestro cuerpo después de haber sudado mucho. Otro de los caprichos en la decoración es el que el agua se derrame encima de la gente desde jarrones de plata." (Séneca, Epístolas, 86)

Mosaico de los baños de la casa de Menandro, Pompeya

Las primeras instalaciones para el aseo personal fueron las lavatrinae, pilas de las que manaba agua, donde se llevaban a cabo las abluciones matutinas. En algunas casas se incorporaron unas salas con carácter terapéutico, el calidarium y sudatorium, en las que se pretendía provocar la sudoración mediante el uso de braseros portátiles. De la unión de ambas instalaciones surgieron, hacia mediados del siglo II a.C., tanto en ámbito urbano como en el rural, los primeros balnea que incorporaban en un único espacio las actividades higiénicas de la lavatrina y terapéuticas del calidarium.

Los primeros baños privados que se instalaron durante el tiempo de la república eran cuartos sencillos y oscuros sin sistema de calefacción, calentados con grandes braseros.

"Me llamó la atención el contraste con el local destinado a los baños. Era pequeño, estrecho, oscuro, según la costumbre antigua: tenía que ser un local oscuro; si no, a nuestros antepasados no les parecía que era suficientemente caliente…

En este baño de Escipión apenas hay huecos en las paredes. Sólo unas pequeñas ventanas que están recortadas en el muro de piedra de manera que admiten la luz sin ningún problema ni protección." (Séneca, Epístolas, 86)

Pintura de Pedro Weingärtner

A estos primeros balnea accedía el bañista a través de angostos corredores y pasillos que conducían hacia los espacios más privados de la casa alejados, por tanto, de las salas públicas de la vivienda señorial romana y en las que se desarrollaba buena parte de la vida social de la familia.

"Aunque acabábamos ya de bañarnos, mal de nuestro grado, rogamos al portero que nos indicase el camino del baño; entregamos nuestras ropas a Gitón para que las secase y desnudos entramos en un estrecho pasadizo, semejante a una cisterna frigorífica, en la cual hallábase ya Trimalción de pie y también desnudo, charlando con su acostumbrada fanfarria, frases insípidas que fuimos forzados a escuchar. Decía que no había nada tan delicioso como bañarse lejos de la turba importuna." (Petronio, Satiricón, LXXIII)

Mosaico de entrada a los baños de la villa del Casale, Piazza Armerina, Italia

La incorporación de hornos propios de alimentación de las estancias calientes de las termas (praefurnia) favoreció la independencia espacial del balneum respecto al resto de salas de servicio de la residencia entre las que se había englobado hasta el momento, permitiendo habilitar nuevas superficies dentro de la zona pública de la casa para los usos termales, favoreciendo la adopción de un marcado carácter representativo de las dependencias balnearias.

¿He de recordar los atrios sembrados de verdes prados y los tejados resplandecientes sobre innumerables columnas? ¿Los baños cuyos suelos humean por sus regueros, cuando Múlciber, sacado de su ardiente profundidad, hace rodar sus llamas deseadas a través de las tuberías de estuco, acumulando el vapor encerrado por el calor que se despide? (Ausonio, Mosela, 335)

Hypocaustum de los baños de la villa del Casale, Piazza Armerina, Italia

Pero todo esto sólo fue posible después de la invención de Gaius Sergius Orata de un sistema de calefacción radiante llamado hypocaustum. Este ingenioso diseño permitía, a través de una cámara de aire subterránea calentada por un horno externo (praefurnium), regular la temperatura de las estancias según su proximidad a la fuente de calor. El aire caliente ascendía además por paredes huecas especiales (concamerationes) hechas con ladrillos tubulares (tubuli), calentando las estancias de manera muy eficaz.

“Que no se equivoca debes creerlo por el caso de los habitantes de Bayas, cuyos balnearios se calientan sin fuego. Se introduce un soplo de aire ardiente, procedente de un lugar muy caliente; éste, al deslizarse por los tubos, calienta las paredes y los recipientes del balneario, al igual que sucedería si se pusiera debajo fuego; en fin, que en su recorrido toda el agua fría pasa a caliente y no toma sabor del sistema calefactor porque discurre encerrada.” (Séneca, Cuestiones Naturales, III, 24)


Baños romanos de Welwyn, Inglaterra

En la mayor parte de los balnea, tanto urbanos como rurales, estuvieron presentes tan sólo tres o cuatro estancias: frigidarium o apodyterium/frigidarium, tepidarium, caldarium y sudatio, que se sucedían habitualmente de forma lineal, en la que el bañista debía volver sobre sus pasos tras terminar en el caldarium para refrescarse en el frigidarium y vestirse.

“En dirección sudeste se encuentran los baños, que están adosados al pie de un acantilado cubierto de bosque. Y ocurre que, si se hace en lo alto de éste una tala de madera, los leños cortados, rodando por la pendiente se precipitan en una caída que podríamos llamar espontánea, en la boca misma del horno. En este paraje se alza el cuarto de baño caliente, al que está anexa la cámara de vapor, de idénticas dimensiones, descontada la amplia bañera semicircular, donde el agua hirviendo cae a borbotones tras haber circulado por el dédalo de alambicadas cañerías de plomo empotradas en los muros...A continuación se encuentra el cuarto de baño frío, que podría sin presunción rivalizar con las piscinas construidas en los edificios públicos... A este vasto edificio está unida por el lado oriental, como una dependencia, una piscina a cielo abierto, o, si te gusta más la palabra griega, un baptisterion con capacidad para unos 20.000 modios...En esta piscina se precipita un torrente que baja de la cima de la montaña y desagua por seis caños, terminados en cabezas artificiales de león...” (Sidonio Apolinar, Epístolas, 22)


Pintura de Alma-Tadema

Tras desvestirse en el apodyterium se pasaba al frigidarium, sala donde se tomaba baños de agua fría tras haber realizado ejercicios físicos o después de haber pasado por las salas de baños calientes. En las casas donde el espacio era más reducido se pudieron unificar el apodyterium y el frigidarium.


"Viene, a continuación, el vestidor de los baños, una habitación grande y alegre, y sigue a ésta la estancia destinada a los baños de agua fría, en la que hay una piscina amplia y umbría. Si deseas tener mayor espacio para nadar o hacerlo en un agua más templada, dispones para ello de otra piscina en un patio adyacente, y junto a ella tienes un pozo en el que puedes refrescarte luego, si no te agrada la tibieza del agua." (Plinio, Epístolas, V, 6)


Frigidarium de la villa de Massaciuccoli; Italia

El tepidarium era una sala intermedia entre el frigidarium y el caldarium que servía para adaptarse a la diferencia de temperatura de estas salas. En algunos casos sería posible tomar un baño de agua templada, aunque solía carecer de lugar para el baño. El tepidarium pudo haber aprovechado su cercanía a salas calefactadas para recoger calor.

"A la estancia de los baños de agua fría está adosada la de los baños de temperatura intermedia, sobre la que la luz del sol cae con mucha generosidad, si bien ésta cae con mayor generosidad aún sobre la habitación de los baños de agua caliente, dado que ésta sobresale respecto al resto de la villa. En ella hay tres piscinas: dos expuestas al sol, y la tercera un poco más retirada, lejos de la influencia directa del sol, pero no lejos de la luz." (Plinio, Epístolas, V, 6)


En el tepidarium, pintura de John William Godward

La última sala en la que se tomaba un baño caliente era el caldarium. Esta estancia se calentaba con un horno (praefurnium) o dos, sobre los que se disponía el alveum (gran bañera) para mantener la temperatura del agua elevada. El bañista accedía a su interior por unos peldaños que, a su vez, podían servir de asiento.

"Viene luego una estancia amplia y espaciosa destinada a los baños de agua fría, y que contiene dos piscinas de forma circular, enfrente la una de la otra, que parecen haber surgido de forma natural y que son bastante grandes si se tiene en cuenta la proximidad del mar. Allí encontramos también la sala para las friegas de aceite, el horno que calienta el agua y los baños templados, seguidos de dos habitaciones muy agradables, pero sin llegar a ser suntuosas. Contigua a ellas se halla una maravillosa piscina de agua caliente desde la que los bañistas ven el mar. No lejos de allí hay una sala para jugar a la pelota, la cual durante las últimas horas del día recibe un sol muy cálido." (Plinio, Epístolas, II, 17)

Caldarium, villa de los Quintilios, Roma. Foto de Samuel López

Los propietarios de las grandes villas romanas solían construir piscinas donde relajarse tras la práctica de algún ejercicio físico o deporte, y compartir horas de ocio con sus invitados. 

"Después de leer se dedicaba al ejercicio, juego de pelota, correr o algo de lucha suave. Entonces, tras untarse el mismo con aceite, se bañaba, pero raramente en un baño caliente, porque siempre usaba una piscina, permaneciendo en ella alrededor de una hora". (Historia Augusta, Alejandro Severo, 30)

Piscina, Villa de Minori, Italia. Foto Samuel López

La presencia de una piscina (natatio) en las que podía tomarse un baño hace suponer que no siempre se incluiría una sala específica para tomar baños de agua fría.


Piscina trilobulada, Casa de Hippolitus, Alcalá de Henares. Foto Samuel López


Un labrum, especie de lavabo grande, que podía estar en el centro de la estancia, permitiría a los bañistas refrescarse para aliviar el calor de la sala. Desde aquí volvería el bañista al frigidarium antes de vestirse y abandonar el balneum.



Los romanos solían practicar algún ejercicio gimnástico antes de entrar en los baños. Asimismo se untaban con aceite que retiraban con un strigilus y también gustaban de recibir masajes. Estas actividades podrían realizarse en el apodyterium o en el tepidarium, aunque en caso de baños amplios había una sala específica para tal uso, el destrictarium, donde había esclavos dedicados a realizar esta labor.

"Muchas fueron las singularidades que nos sorprendieron; así que entramos en el baño, pasando del caliente, que nos hizo sudar bastante, al frío. Nos tomaron por su cuenta los frotadores. Ya Trimalcio acababa de ser perfumado y frotado, y los paños con que frotaron su cuerpo no eran de lino, sino de lana suavísima." (Petronio, Satiricón, 28)


Esclavos encargados de frotar a los bañistas. Villa del Casale, Piazza Armerina, Italia

El uso terapéutico del baño fue impulsado por médicos que aconsejaban su uso en diferentes maneras según la dolencia. Mientras que para algunas enfermedades no estaba recomendado en absoluto, para otras se dictaban los pasos a seguir según los baños fueran de vapor, calientes, o fríos.
Sin embargo el abuso del baño se veía como perjudicial para la salud, y si era tan frecuentemente repetido, como se decía de algunos emperadores, se criticaba como vicioso.

"Se bañaba siete y ocho veces al día y comía en el mismo baño." (Historia Augusta, Cómodo, 11,5)



En el Alto Imperio poseer unos baños privados se convirtió en un signo de distinción y de mayor status social que permitía a su dueños no tener que hacer uso de las termas públicas. Se buscaba además una privacidad, no tanto pudorosa, sino de exhibición de una dignidad que permitía a los propietarios invitar a sus baños solo a las personas que ellos querían. Bañarse de forma privada dejaba entrever una idea elitista de evitar el contacto con la gente de otras clases.

"Elogias con trescientos versos los baños de Póntico, que da bien de cenar, Sabelo. Quieres cenar, Sabelo, no bañarte." (Marcial, Epigramas, IX, 19)

La ostentación y extravagancia acompañaron a algunos personajes, como emperadores excéntricos, que consideraban el baño como un placer del que disfrutar recurriendo a la exageración y que nada tenía que ver con la salud e higiene.

"Cubrió de rosas los triclinios, los lechos y los pórticos y, una vez que estaban adornados así, caminaba sobre ellos; y los cubrió también con todo tipo de flores, con lirios, violetas, jacintos y narcisos. Solamente nadaba en piscinas rociadas con nobles perfumes o con azafrán." (Historia Augusta, Heliogábalo, 19)

Las rosas de Heliogábalo, pintura de Alma-Tadema

Los baños privados llegaron a ser el algún caso escenario de suicidios de personajes que decidieron quitarse la vida metidos en el agua caliente para recibir a la muerte más plácidamente. 

"Séneca, entretanto, durándole todavía el espacio y dilación de la muerte, rogó a Estacio Anneo, en quien tenía experimentada gran amistad y no menor
ciencia en la medicina, que le trajese el veneno ya de antes prevenido, que era el que solían dar por público juicio los atenienses a sus condenados; y habiéndoselo traído, le tomó, aunque sin algún efecto,
por habérsele ya resfriado los miembros y cerrado las vías por donde pudiese penetrar la violencia de él. A lo último, haciéndose meter en el aposento donde había un baño de agua caliente, y rociando con ella a sus criados que le estaban más cerca, añadió estas palabras: Este licor consagro a Júpiter librador. Metido de allí en el baño, y rindiendo el espíritu con aquel vapor, fue quemado su cuerpo sin pompa o solemnidad alguna, como antes lo había ordenado en su codicilo, mientras hallándose todavía rico y poderoso iba pensando en lo que se había de hacer después de sus días." (Tácito, Anales, XV, 64)

Muerte de Séneca, Manuel Domínguez Sánchez. Museo del Prado, Madrid

En el Bajo Imperio las dependencias de algunos balnea privados se pusieron a disposición del público, facilitando una entrada destinada para ello. La intención era posiblemente doble, obtener algún beneficio económico y que la familia propietaria mantuviese su influencia y popularidad entre sus vecinos o conciudadanos.

"Se ha establecido que donde una casa es legada, los baños constituyen una parte de la misma. Sin embargo, si el testador permitiese acceso público a ellos, los baños formarán parte de ella solo cuando se pueda entrar por el propio edificio, y hayan sido usados alguna vez por el cabeza de familia, o su esposa; y la renta de los baños se haya llevado en los libros del testador junto con los de otras estancias de la casa." (Digesto, 32, 91, 4)

Frigidarium, pintura de Alessandro Pigna


Bibliografía

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https://twu.edu/media/documents/history-government/History-&-Importance-Roman-Bath-Ibid-Volume-9-Spring-2016.pdf; The History and Importance of the Roman Bath; Haley Mowdy
canvas.brown.edu; Development of Baths and Public Bathing during the Roman Republic; Fikret K. Yegül
https://www.researchgate.net/publication/333750370_Public_and_Private_Bathing_in_Late_Antique_North_Africa_Changing_Habits_in_a_Changing_Society; Public and Private Bathing in Late Antique North Africa. Changing Habits in a Changing Society?; Sadi Maréchal
La casa romana, Pedro Ángel Fernández Vega, Akal Ediciones