Pintura de Alma-Tadema |
Las
Saturnales estaban consagradas al dios Saturno, que había enseñado a los
hombres a trabajar la tierra y se celebraban del 17 al 23 de diciembre. En este
mes se celebraba con velas y antorchas el fin del período más oscuro del año y
el nacimiento del nuevo periodo de luz, o nacimiento del Sol Invictus,
coincidiendo con el solsticio de invierno.
En
sus más remotos orígenes, las Saturnales celebraban la finalización de los
trabajos del campo, una vez concluida la siembra efectuada durante el invierno,
cuando toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tenían ya tiempo
para el descanso y el ocio.
El día
oficial de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano era el 17 de
diciembre, pero la festividad era tan apreciada por el pueblo que de forma no
oficial se festejaba también a lo largo de los seis días posteriores, hasta el
23 de diciembre. César la aumentó dos jornadas, Calígula le añadió un
día más -llamándolo día de la juventud- y Domiciano la estableció en un ciclo
de siete días, constituyendo desde entonces hasta su prohibición una de las
feriae más importantes de Roma.
Las
fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, que en la Roma
primitiva tuvo tanta importancia como Júpiter. Dicho templo se hallaba situado
a los pies de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma; después del
sacrificio, seguía un banquete público, al que todo el mundo estaba invitado. Durante
los días siguientes, la gente se entregaba a bulliciosas diversiones, celebraba
banquetes y se intercambiaban regalos.
“Por último, y ya en el mes de
Diciembre, se ofreció en Roma un sacrificio en el templo de Saturno y se
celebró un lectisternio -cuyos lechos además habilitaron los senadores- y un
banquete público, y a través de la ciudad se dieron día y noche los gritos
saturnales, y se invitó al pueblo a tener como festivo para siempre aquel día”
Por voluntad del dios, tal y como consideraban los romanos,
no se podía estar triste mientras durase su fiesta. En el relato de Luciano de
Samosata aparece continuamente el deseo divino de extender la alegría a todo el
mundo y se reflejan los aspectos que caracterizaron la ley instituida por
Saturno en el desarrollo de su fiesta: la abolición de las actividades públicas,
y el carácter alegre y festivo que debía presidir las actividades privadas.
“Que nadie tenga actividades
públicas ni privadas durante las fiestas, salvo lo que se refiere a los juegos,
las diversiones y el placer. Sólo los cocineros y los pasteleros pueden trabajar.
Que todos tengan igualdad de derechos, los esclavos y los libres, los pobres y
los ricos. No se permite a nadie enfadarse, estar de mal humor o hacer
amenazas. No se permiten las auditorías de cuentas. A nadie se le permite
inspeccionar o registrar la ropa durante los días de fiestas, ni practicar deportes,
ni preparar discursos, ni hacer lecturas públicas, excepto si son chistosos y
graciosos, que producen bromas y entretenimientos”
“¿Acaso quieres que hable antes del culto a Ops o
de las Saturnalia, fiestas también de esclavos, cuando los señores hacen de
siervos?”.
Mosaico de Dougga, Museo Nacional del Bardo, Túnez |
Al tratar las leyendas que giran en tomo al origen de las
Saturnales, la helenización fue el principal
aspecto que propició la participación de los esclavos en esta fiesta. En su Deipnosophistae
-El banquete de los sofistas-, Ateneo nos muestra los precedentes griegos
de los ritos de inversión.
“Después de que Masurio hubiese
concluido este largo recital se recogieron las segundas mesas (postres), tal y
como ellos las llamaban, y se sentaron delante de nosotros; ellos nos servían
frecuentemente y no solamente durante la celebración de las Saturnalia, durante
las cuales es costumbre que los niños entretengan a los esclavos durante la
cena al tiempo que se encargan de sus obligaciones domésticas. Esta costumbre
es también griega; algo semejante ocurría en Creta durante los festivales de Hernaea,
tal y como declara Caristius en sus Notas Históricas. Mientras los
esclavos celebraban el banquete, sus señores les ayudaban en sus tareas
domésticas. Lo mismo sucedía en Tracia durante el mes de Gerastius; entonces
la celebración duraba muchos días, en uno de los cuales los esclavos jugaban a
las tabas junto a los ciudadanos y los señores, según recuerda de nuevo Caristius,
entretenían a los esclavos con un banquete.”
Las Saturnales propiciaron el alejamiento de barreras entre
libres y no libres (o si se prefiere entre señores y esclavos). Dicho
alejamiento podría ser entendido, más bien, como una superación de las
diferencias, dado que durante su celebración se pretendía que no quedase claro
quién era el libre y quien el esclavo. Esta ambigüedad jurídica constituye un
matiz que puede ser apreciado en la carta que Plinio dirige a su amigo Tácito:
“No es en calidad de señor
dirigiéndose a un señor, ni en calidad de esclavo dirigiéndose a un esclavo
(aquello que me escribes) es en calidad de señor dirigiéndose a un esclavo
(puesto que tu eres un señor y yo lo contrario; y precisamente me llamas a la
escuela en el momento en que yo aún prolongo las Saturnales”.
Durante el desarrollo de la fiesta se abolían de forma ficticia las barreras jurídicas. Los esclavos eran agasajados por sus amos con un
banquete, se vestían con sus ropas, se ponían máscaras y podían decir a sus
amos todas aquellas cosas que quisieran, sin necesidad de reprimirse.
Las fuentes nos han
transmitido la imagen de unos esclavos tratando con gran familiaridad a sus
señores, hablándoles sin reservas, y diciéndoles en muchos casos todo aquello
que se les antojase y que en otras fechas no se hubieran atrevido a decirles.
Sirvan estos versos de Horacio para ilustrar nuestras palabras:
“[DAVO]
-Hace ya tiempo que estoy escuchando, y aunque tengo ganas de decirte algunas
palabras, no me atrevo porque soy siervo -servus-.
-
[HORACIO] ¿Eres tú Davo?
-
[DAVO] Sí, soy Davo, criado de su señor y lo suficientemente honrado para que
creas que voy a vivir bastante.
-
[HORACIO] Está bien; pues así lo quisieron nuestros antepasados, aprovéchate de
la libertad de diciembre; habla”.
En los siguientes
versos de Marcial aparece atestiguado el hecho de que, entre “las normas del
juego de las Saturnalia”, se desarrollaría la potestad de los esclavos
de poder decir a sus amos cualquier improperio de mal gusto:
“Quiero
reírme de ti; como tengo el derecho, no haya castigo por tu parte [...] Quiero
decir todo lo que se me pase por la cabeza sin penosa meditación”.
Los ritos suponían una ruptura del orden social, como el banquete ofrecido por los señores a los
esclavos, el intercambio de regalos, o la institución del rey de las
Saturnales, o del orden jurídico, como los juegos de dados, el beber hasta
emborracharse, el que los esclavos dijesen a los amos lo que quisieran o el
desenfreno sexual.
Marcial resume el carácter lúdico de la fiesta en la introducción al libro catorce de los Epigramas,
cuyo subtítulo -Apophoreta- (literalmente, las ofrendas entregadas a los
comensales durante la fiesta de las Saturnalia), indica explícitamente
su contenido:
“Mientras en ropa de fiesta se divierten el caballero y el senador
soberano, y mientras le quedan bien a nuestro Júpiter los píleos que
se ha puesto y el esclavo vernáculo no teme que el edil esté mirando cuando agita
el cubilete, aunque vea tan cerca los estanques helados, recibe las suertes cambiantes del rico y del pobre: que cada cual dé sus premios a su invitado. “Son
fruslerías y bagatelas y, si lo hay, algo de menos valor que eso”. ¿Quién lo ignora?
¿O quién niega cosa tan manifiesta? Pero, ¿qué voy a hacer mejor, Saturno, en
estos días de borracheras, que tu propio hijo te ha concedido a cambio del cielo?
¿Quieres que haga versos a Tebas o a Troya o a la criminal Micenas?
—“Juega —me dices—
a las nueces”.
—Yo no quiero perder las mías.
Pintura de Roberto Bompiani |
Luciano de Samosata nos descubre, en un pasaje de su obra, cómo
en esta combinación de ritos residía el carácter alegre que presidía las Saturnalia.
En él, aparece el propio Saturno describiendo el carácter de su fiesta, e
informándonos de todas las prescripciones de carácter público que tenían lugar ese
día, pero detallando, como contrapunto, todas las cosas que estaban permitidas
hacer:
“[Dice Crono] Yo he heredado el
poder con condiciones: todo reinado dura
siete días y cuando haya terminado ese plazo al punto me convertiré en un
particular y de alguna manera en uno del montón. Además en esos siete días no
se me ha permitido gestionar nada importante ni de tipo público, pero puedo
beber y estar bebido, gritar, jugar, echar los dados, nombrar encargados de la
juerga, dar banquetes a los criados, cantar desnudo, aplaudir con emoción, de
vez en cuando incluso tirarme al agua fría de cabeza con la cabeza tiznada en
hollín”.
Las licencias festivas y trasgresoras tenían un límite
temporal, al cabo del cual la situación volvía a la normalidad. Todos sabían
que los excesos que se podían cometer, y las transgresiones que podían tener
lugar ese día, se iban a llevar a cabo en un tiempo muy limitado. Tal y como
recoge Séneca, en la mentalidad de todo el mundo estaría presente el día
después: “Yo os digo que las Saturnalia no
durarán siempre”.
Las Saturnales no eran una fiesta para alimentar el ansia de libertad de los esclavos; por el contrario, su
implicación en esta fiesta les obligaba a asumir su situación. Los esclavos que se provechaban de estas licencias, debían tener en cuenta
que solo eran partícipes de un juego cuyos protagonistas eran los señores. Además,
no debían olvidar que la duración del mismo era limitada, y que finalizado el
periodo durante el cual el Estado les permitía
tomarse ciertas libertades, volvían a ser tan esclavos como lo eran antes, quedando
frustrada la libertad adquirida ese día.
Pero los ritos de inversión y de transgresión no sólo
implicaban a los esclavos. Séneca intentó explicar que gracias a dichas
festividades, los ricos llegaban a conocer en su piel la condición servil, por
lo que sabrían a qué atenerse en el caso de verse sometidos a dicha situación:
“...harás lo que hacen muchos
miles de siervos, muchos miles de pobres; enorgullécete porque no lo harás
coaccionado y porque te será más fácil padecer siempre aquello que has
experimentado alguna vez. Ejercitémonos en el palo. Y para que la fortuna no
nos coja desprevenidos, hagámonos familiar a la pobreza. Seremos ricos con más
tranquilidad si sabemos que no es tan pesado ser pobres”
La elección del rey
de las Saturnales era uno de los aspectos culminantes de la celebración. Como juez destinado a imponer castigos en el
entorno del juego, su figura contribuía tras el banquete, y en medio de una borrachera
general a propagar el alborozo entre
todos los miembros de la domus, tanto libres como esclavos. El papel
recaía a veces en un esclavo. Luciano describe su figura trazando un paralelo
con la del vencedor en el popular juego de las tabas.
“[Dice Crono] Y además, al
actuar con el mayor regodeo y ser aclamado en el banquete como mejor cantor que
el vecino y ver que los otros servidores de la mesa caen al agua porque éste es
el castigo por un servicio defectuoso, mientras a ti te proclaman vencedor y
consigues la salchicha como premio ¿tú has visto cosa más buena? Más aún, el
convertirse en el único rey de todos por haber vencido en el juego de las
tabas, de forma que no se te impongan órdenes ridículas y en cambio tu puedas
dar órdenes, a uno que diga a gritos cosas vergonzosas de sí mismo, a otro que
baile desnudo, se ligue a la flautista y de tres vueltas a la casa, ¿Cómo no van
a ser estas demostraciones de mi influencia? Y si censuras esta soberanía
diciendo que no es verdadera ni segura, obrarás irreflexivamente, cuando te
des cuenta de que yo, que puedo conceder
tales favores, tengo el poder por poco tiempo”.
Tal y como adelantábamos en el estudio de las otras fiestas,
el banquete aparece en el centro de la celebración de las Saturnalia. En
el párrafo anterior, Luciano de Samosata describe una comida copiosa culminada con la entonación
de canciones -cabe suponer que de tono burlesco-, y la participación en juegos.
“LEYES PARA LOS BANQUETES:
Deben bañarse cuando la sombra del reloj de sol tenga seis pies; antes de bañarse deben tener nueces y juegos. Que cada uno se acueste donde se encuentre. La categoría, el linaje o la riqueza deben tener poco peso para la prioridad en la comida. Todos deben beber del mismo vino, y que el rico no ponga como pretexto el dolor de estómago o de cabeza para beber el sólo del mejor. Todos deben tener la misma ración de carne. Los camareros no deben hacer ningún favor a nadie; no deben ser demasiado lentos, ni tampoco pasar de largo con los manjares hasta que los invitados hayan decidido lo que deben servirse. Tampoco deben ponerse a uno delante grandes raciones y al otro demasiado pequeñas, ni a uno el muslo y a otro la quijada del cerdo, sino que todos deben ser tratados con igualdad.
Deben bañarse cuando la sombra del reloj de sol tenga seis pies; antes de bañarse deben tener nueces y juegos. Que cada uno se acueste donde se encuentre. La categoría, el linaje o la riqueza deben tener poco peso para la prioridad en la comida. Todos deben beber del mismo vino, y que el rico no ponga como pretexto el dolor de estómago o de cabeza para beber el sólo del mejor. Todos deben tener la misma ración de carne. Los camareros no deben hacer ningún favor a nadie; no deben ser demasiado lentos, ni tampoco pasar de largo con los manjares hasta que los invitados hayan decidido lo que deben servirse. Tampoco deben ponerse a uno delante grandes raciones y al otro demasiado pequeñas, ni a uno el muslo y a otro la quijada del cerdo, sino que todos deben ser tratados con igualdad.
El
copero, desde un puesto de observación, debe estar pendiente de todos los
invitados con aguda mirada, y menos del amo; debe tener los oídos muy abiertos
y disponer de toda clase de copas. Se debe permitir ofrecer la copa de la
amistad a quien lo desee. Todos pueden brindar por todos, si lo desean, una vez
que haya empezado los brindis el rico. No debe ser obligatorio beber, si alguien
no puede.
Si alguien quiere meter en el convite, un danzarín o a un tocador de
cítara novato, no se le debe permitir.
El límite de las bromas debe ponerse en lo que no moleste a nadie. Deben
jugar con nueces; si alguien apuesta
dinero, no debe ser invitado a comer al día siguiente. Cada uno debe quedarse o
marcharse cuando lo desee. Cuando el rico invite a los criados, sus amigos
deben ayudarle a servir la comida.
Todos los ricos deben tener
estas normas escritas en una estela de bronce, deben ponerlas en medio del
salón y deben leerlas. Deben saber que mientras la estela permanezca en el
salón, ni el hambre, ni la peste, ni el fuego ni ninguna otra desgracia entrarán
en sus casas. Pero si alguna vez ¡lo que ojalá no ocurra nunca¡ se destruye la
estela, será atroz lo que ocurra en el futuro”
“Entre
tanto, el mayordomo encargado de quemar incienso a los Penates, de las
provisiones y de dirigir la organización del servicio doméstico, informa al
señor que el servicio ha concluido la preparación del banquete ofrecido para la
solemne festividad. En efecto, en esta fiesta las familias que seguían los
preceptos religiosos honraban en primer lugar a los servidores, sirviéndoles
una comida como para los señores; luego se preparaba de nuevo la mesa para los
señores. Entonces, el jefe del servicio anuncia que la comida está preparada e
invita a los señores a acudir a la mesa”.
El orden que
describe el texto de Macrobio, en el que aparecen señores y esclavos comiendo
por separado -primero los esclavos y luego los amos-, no respondería al tipo de
banquete más extendido entre las familias romanas. Sobre todo si nos atenemos a
la popularidad que adquirió la fiesta a partir del desarrollo del propio
banquete. Dependiendo del paterfamilias y de la relación que éste
mantuviese con sus esclavos, se desarrollaría un banquete menos conservador, si
bien es cierto que a partir de determinada fecha no muy tardía, cabe suponer
que habría muchos de ellos que sentarían a sus esclavos en la mesa para
contribuir al desorden de la celebración.
El protagonismo de los señores en la fiesta es evidente y no debió palidecer
a lo largo de la historia de Roma. A lo largo de su sátira, Luciano habla de
los regalos y del banquete relacionándolos, no sin razón, con los grandes señores.
Dicho autor explicaba cínicamente que su origen estribaba en la necesidad que
tenían los ricos de tener admiradores.
¿Qué harían los ricos –se pregunta- si no existiesen los pobres para admirar sus riquezas?
Para un rico -continúa- el regalo y el banquete no supone un gran dispendio, mientras que los pobres no olvidarán nunca este -pobres entre los que no cabe excluir a los esclavos-. Y concluye con este consejo a los ricos:
¿Qué harían los ricos –se pregunta- si no existiesen los pobres para admirar sus riquezas?
Para un rico -continúa- el regalo y el banquete no supone un gran dispendio, mientras que los pobres no olvidarán nunca este -pobres entre los que no cabe excluir a los esclavos-. Y concluye con este consejo a los ricos:
“.. .haced planes que sean convenientes para el
festival y los más seguros para vosotros; aliviadles su mucha pobreza con un
pequeño costo y tendréis amigos irreprochables.
El intercambio de
regalos contribuiría con fuerza a conferir un tono relajado a la fiesta. Entre
las leyes que Luciano nos transmitió sobre la celebración de las Saturnales,
destaca un amplio apartado dedicado al intercambio de obsequios -Xenia-. En
él queda reflejada la voluntad de no marginar a nadie de la fiesta por
su condición social o jurídica.
“Mucho
antes de las fiestas, los ricos deben escribir en una tablilla el nombre de
cada uno de sus amigos, y deben tener dispuestos el equivalente a la décima
parte de la renta anual, el excedente de su indumentaria, todo el mobiliario
que resulte demasiado basto para su fortuna y una buena cantidad de plata. Todo
esto deben tenerlo a mano. La víspera de la fiesta deben hacer por toda la casa
un sacrificio purificatorio y echar de ella la cicatería, la avaricia, el afán
de lucro y cuantos otros vicios parecidos suelen convivir con la mayoría de
ellos. Al caer la tarde se les debe leer aquel breviario con los nombres de los
amigos. Deben dividir sus regalos, en proporción a los merecimientos de cada
uno, y enviárselos a los amigos antes de la puesta de sol. Los portadores no
deben ser más de tres o cuatro, entre los criados más fieles, ya de edad
avanzada. [...] Los propios criados deben tomar una sola copa antes de salir y
no deben pedir más. A las personas de letras se les debe enviar doble cantidad
de todo pues es justo que las personas de letras tengan doble porción. Los
mensajes que acompañen a los regalos deben ser muy modestos y breves. No debe
decirse nada molesto ni se debe alabar el envío. El rico no debe enviarle nada
al rico, ni debe invitar durante las Saturnales el rico a nadie de su misma
clase".
En este párrafo se
pone en evidencia la generosidad con la que los ricos debían obsequiar a las
amistades. Cuenta Suetonio que con motivo de la fiesta, Tiberio regaló a
Claudio cuarenta piezas de oro. Elio Espartiano, biógrafo de Adriano en la
Historia Augusta, relata que éste también hacía regalos suntuosos, de la misma
forma que le gustaba recibirlos. Contrasta este hecho con la siguiente
afirmación de Luciano: que nadie realizase regalos que estuviesen por encima de
sus posibilidades económicas. Tal y como comenta el propio Luciano, el
intelectual ofrece un buen obsequio cuando regala un libro apto para ser leído
durante convite, y mucho mejor si ha sido escrito por él.
“En
correspondencia, el intelectual pobre debe enviarle al rico un libro antiguo,
que sea agradable y apto para el convite, o escrito por él mismo si es posible.
El rico, al recibirlo debe poner cara muy satisfecha y leerlo enseguida. Si lo
rechaza o lo tira, sepa que queda sometido a la amenaza de la guadaña, aunque
haya enviado como regalo lo que debía."
Durante las Saturnalia
no había regalos insignificantes, sino regalos adecuados. Estacio coincide
con Luciano al afirmar que el regalo siempre aparecía en relación con el nivel
de la persona que lo entregaba y con el de la persona que lo recibía. Marcial
satirizó en varias ocasiones la mezquina actitud de algunos ricos que no
enviaban regalos generosos (“los ricos llaman
munificencia a regalar con motivo de las Saturnalia una cucharilla de
plata de baja calidad”).
La práctica de enviar obsequios durante las Saturnalia estaba muy extendida en Roma. Tenemos testimonios como el de Marcial que no sólo nos confirman que los esclavos recibían regalos de sus señores, sino que incluso ellos mismos podrían obsequiar a los amos. En el epigrama número cincuenta y tres de su séptimo libro, se adviene la queja de un personaje por la pobreza de los regalos recibidos, aduciendo que un esclavo los habría mandado mejores:
“Me enviaste en los Saturnales, Umbro, todos
los regalos que te habían acumulado esos cinco días. Dos juegos de seis
trípticos y siete mondadientes. A esto se añadió la compañía de una esponja,
una servilleta, una copa, medio modio de habas, con un cestito de olivas del
Piceno y una frasca de negro arrope de Laletania. Y junto con unas ciruelas
pasas vinieron unos pequeños higos de Siria y una orza pesada debido a la
cantidad de higos de Libia. Creo que escasamente costarían treinta sestercios
todos los regalos que trajeron ocho hombretones sirios. ¡Cuánto más cómodamente
pudo traerme sin ningún trabajo cinco libras de plata un esclavo! (Marcial, VII,53)
La relevancia de esta costumbre queda constatada por el hecho de que este
autor refleje, en uno de sus epigramas, el serio reproche del autor a una mujer
llamada Galla que, finalizadas las Saturnalia, aun no le había entregado
ningún presente.
Las quejas vertidas
por Marcial motivadas por el hecho de no haber recibido los regalos preceptivos
que se solían entregar durante las Saturnalia contrastan con lo expuesto por Luciano sobre el comportamiento
que debe mantener cualquier persona al recibir el regalo:
“Los que reciben el regalo no deben
censurarlo, sino más bien considerarlo generoso, cualquiera que sea. Un ánfora
de vino, una liebre o una gallina gorda no deben considerarse como regalo de
las Saturnales, ni los regalos de las Saturnales deben tomarse a risa”.
No todos lo regalos
que se entregaban a las amistades y al servicio eran suntuosos, o cuanto menos
útiles. Existía la costumbre de realizar otro tipo de obsequios de carácter
fundamentalmente simbólico. Tal era el caso de las velas de cera -cerei- e
imágenes de terracota -sigilla- que habían comenzado a regalarse desde
el periodo más antiguo en el último día de la fiesta, la Sigillaria, y que se
compraban en los puestos instalados en el mercado.
El carácter de los cerei era completamente simbólico y como
nos indica Varrón, serían ofrendados
a los dioses.
“Y
como el fuego también lo es [el origen de todo], en las Saturnales se ofrecen
velas de cera a quienes están por encima de nosotros.
El regalo de
imágenes de terracota también constituía una costumbre de carácter muy antiguo,
quizás como recordatorio de los sacrificios humanos originariamente ofrecidos a
Saturno y posteriormente sustituidos por esas figuritas, o simplemente como un
regalo barato para niños o mayores.
“Es tradicional intercambiarse cerei (candelas
de cera) durante las Saturnales, y fabricar estatuillas de arcilla (sigilla)
con las que los hombres realizan expiaciones (piaculum) por sí y por
los suyos a Saturno”.
Los elementos en torno a los
cuales giraba la inversión de papeles que caracterizaba a este periodo, eran la
institución del rey de las Saturnalia, el lucimiento de los pillea (gorros puntiagudos) por los
amos y el ofrecimiento de un banquete a los esclavos que luego era compartido
con ellos, y finalmente el intercambio de regalos como señal de la aceptación
de la igualdad.
En un párrafo sin
tapujos, Séneca relaciona las fechas de la fiesta con los excesos sexuales, y
critica de forma velada a la sociedad romana, que en su opinión pecaba de ser
excesivamente liberal durante esta celebración:
“Estamos
en diciembre, cuando mayor es la calentura de la ciudad. A la lujuria pública
se ha dado licencia. Todo resuena con gran aparato, como si hubiera alguna
diferencia entre las Saturnalia y los días de trabajo”.
El intercambio de ropas sería otro elemento que también mostraría la
aceptación de estas rupturas jurídico-sociales. La ropa constituye un
factor que a lo largo de todas las épocas, ha contribuido a diferenciar a los
miembros de una sociedad.
Como elemento de distinción, cada cargo romano, y cada estrato social
de la población vestía de una forma que los diferenciaba. Con la idea utópica
del retorno a la Edad de Oro, época en la que había reinado Saturno y en la que
no había distinciones sociales o jurídicas, resultaba lógico que también se
tratase de eliminar las diferencias que marcaba el vestido. Por ello, durante
las Saturnales los ciudadanos cambiaban la toga por la túnica, ropa de carácter
más humilde y que les daba un aspecto social ambiguo, colocándose en la cabeza
el pilleum, gorro propio de los esclavos con el que simbolizaban su
“rechazo” a la jerarquía jurídica. Con estos elementos contribuían al sentimiento
de igualdad que se pretendía alcanzar en la fiesta a partir de ritos como el
banquete, el juego, etc.
No todos los sectores de la población estaban de acuerdo con los
excesos en la bebida, el sexo y la transgresión de costumbres que comportaba el desarrollo de la fiesta, así como con el protagonismo que acapararon
los esclavos. Por ello, surgieron voces en las que se criticó con fuerza su celebración.
Entre ellas, destaca la de Séneca quien, en una de sus cartas muestra su desacuerdo
con los abusos que comportaba el festejo.
“Si te tuviese aquí conmigo, con mucho gusto departiría
contigo lo que crees que deba hacerse: si no ha de mudarse nada de la costumbre
ordinaria o si, porque no parezca que disentimos de las costumbres públicas,
hemos de cenar más alegremente y despojarnos de la toga. Pues lo que no
acostumbraba a hacerse sino en los tumultos y en las calamidades públicas,
cambiar de vestido, ahora lo hacemos por placer y por fiesta. Si te conozco
bien, tú haciendo de árbitro no querrías que ni en todo fuésemos semejantes ni
desemejantes a la turba con pileo; a no ser que principalmente en estos días
haya de mandarse al ánimo que se abstenga él sólo de placer cuando toda la
turba cae en él; porque obtiene la prueba más cierta de su firmeza si no va ni
se deja conducir a las blanduras y a los estímulos de la lujuria. Es mucho más
fuerte estar seco y sobrio cuando todo el pueblo está ebrio y vomitando; pero
es más moderado no exceptuarse, ni señalarse, ni mezclarse con todos, y hacer
lo mismo que todos, pero de otro modo. Porque se puede celebrar una fiesta sin
disipación”
La celebración de los ritos de las Saturnales entraba en conflicto con el carácter conservador de la religión. Pero el carácter pragmático de los romanos supo encontrar una solución a este problema, convirtiendo la fiesta en un momento de suspensión del tiempo. En consecuencia, tal y como vimos al analizar uno de los textos de Luciano, se suspendían todas las actividades públicas y privadas, cerrándose para ello los tribunales, máximo organismo que los regulaba. Ello implicaba simbólicamente la suspensión de todas las leyes para que, una vez libres de ellas, no se pudiera pensar que se estaba transgrediendo ley alguna.
Las escuelas, que en otras ocasiones no
prestaban atención alguna a las numerosísimas fiestas del calendario romano,
cerraban sus puertas en estas fechas. Las leyes contra el lujo permitían en las
Saturnales gastar en comidas una cantidad mayor que en los días corrientes.
Los juegos de azar
estaban prohibidos en Roma por la denominada lex talaria. Sin embargo, y
pese a dicha prohibición, su práctica se extendió durante la celebración de las
Saturnales, como expresa Luciano sobre el dios:
“Mi reino se desenvuelve entre dados, aplausos, cantos y borracheras, y no dura más de siete días”.
“Mi reino se desenvuelve entre dados, aplausos, cantos y borracheras, y no dura más de siete días”.
La costumbre de
apostar nueces en vez de dinero permitiría a los esclavos participar en el
juego en pie de igualdad con sus amos, dado que no conllevaba ni pérdidas ni
ganancias. Leyendo a Marcial podemos recoger varias alusiones a este fruto:
“De
nuestro pequeño campo, elocuente Juvenal, te mando, mira, estas nueces
saturnalicias. El resto (de frutas] el lascivo deseo de su dios guardián las ha
regalado a lujuriosas jovencitas”.
En
algunos aspectos, ciertas costumbres de las Saturnales perviven en las
costumbres navideñas; así ocurre con la costumbre de encender velas y lámparas
para representar la llegada de la estación de la luz, y hacerse regalos.
Las Saturnales tuvieron tal arraigo en la sociedad romana que el cristianismo
tuvo muchos problemas para acabar con las celebraciones, y en parte lo
consiguió cuando cobró mayor importancia la celebración de la Navidad.
Saturnales, calendario de Filocalo |
Una
vez que el cristianismo se impuso en el Imperio Romano, en época de Constantino,
el nacimiento del Sol y su nuevo periodo
de luz fueron sustituidos por la celebración del nacimiento de Jesucristo que
se hizo coincidir con la celebración de la festividad del Sol Invictus el 25 de Diciembre.
Bibliografía:
http://www.academia.edu/5749288/Las_Fiestas_Saturnales_Saturnalia, Jesús Castro
Fiestas de pueblo, Francisco José Flores Arroyuelo, Google Libros
http://eprints.ucm.es/2449/1/AH0029701.pdf, Juan Ignacio Garay Toboso, La participación de los esclavos en las fiestas del calendario romano.
Bibliografía:
http://www.academia.edu/5749288/Las_Fiestas_Saturnales_Saturnalia, Jesús Castro
Fiestas de pueblo, Francisco José Flores Arroyuelo, Google Libros
http://eprints.ucm.es/2449/1/AH0029701.pdf, Juan Ignacio Garay Toboso, La participación de los esclavos en las fiestas del calendario romano.