Pintura de Pompeya |
“¿Se cubre la cabeza con el manto de Tiro? Alabarás la púrpura
de Tiro.
¿Qué se viste con las
finas sedas de Cos? Asegúrale que le sientan de maravilla.
¿Se adorna con cenefas de
oro? Afirma que su cuerpo vale más que el preciado metal.
Si se abriga con recio manto, aplaude su decisión.
Si se viste con una túnica ligera, confiésale
que resalta sus encantos y ruégale con tímida voz que se proteja del frío.” (Ovidio, Ars Amandi)
Durante el periodo monárquico en Roma,
del siglo VIII al VI a.C. e, incluso, en todas las épocas, el material más
utilizado para la confección de la ropa fue la lana. Esta era económica y se
producía en diversas partes del imperio. En un principio la lana no se teñía y
el color de la ropa variaba solo por el color natural de la oveja.
“Hay varios colores de lana; tantos que necesitamos distintos
términos para expresarlos todos: varios tipos, que se llaman nativos, se
encuentran en Hispania. Polentia en los Alpes, produce vellón negro de la mejor
calidad; Asia, además de la Bética, el vellón rojo, que se llama de Eritrea; las de
canusio son de un color rojizo, y las de Tarento tienen su peculiar tinte
oscuro.”
El poeta Marcial, español de
nacimiento, frecuentemente alude a las ovejas de la Bética y especialmente a
los variados colores de su lana, que era tan admirada que se manufacturaba sin
teñir y
con ocasión del regalo de una toga hace una descripción poética de las distintas lanas
utilizadas para la confección de prendas en su tiempo y alaba su blancura.
Pintura El Espejo, Alma Tadema |
“Dime, toga, grato obsequio para mí de un elocuente amigo, ¿de
qué rebaño quisieras ser fama y honor? ¿Floreció para ti la hierba pullesa de
Palento, el de Leda (Tarento), por donde el Galeso riega los cultivos hasta la
saciedad con sus aguas calabresas? ¿O acaso el tartésico Betis, que apacienta
los rebaños ibéricos, te ha bañado también a ti a lomos de un oveja hesperia?
¿O acaso tu lana ha contado las múltiples bocas del Timavo, en el que abreva
piadosamente Cílaro con su boca conductora de astros? Ni fue decoroso para ti
amoratarte con los tintes amicleos ni los de Mileto eran tampoco dignos de tus
vellones. Tú superas a los lirios y a las flores del aligustre aún no marchitas
y al marfil que se blanquea en los montes tiburtinos; ceden ante ti el cisne
espartano y las palomas de Pafos, cede la perla sacada de las aguas eritreas.
Pero, aunque este regalo pueda emular las nieves recién caídas, no es más
cándida (blanca) que su Partenio… “(Marcial,
VIII, 28)
La planta del lino se cultivaba en
Italia durante el periodo prehistórico, y, desde luego, en tiempo de los
Etruscos. Como el lino era muy difícil de teñir con los tintes disponibles en
la época, probablemente se emplearía en su color natural, un marrón grisáceo.
El contacto de los romanos con otras provincias, además de su creciente
riqueza, les permitió comprar lino de Egipto que disfrutaba de muy buena
reputación y era un producto de lujo. Este se exportaba no solo hacia el oeste
sino también a Arabia e India en
intercambio de productos: “El lino de Egipto,
aunque es el menos fuerte de todos los tejidos es del que se deriva más
beneficio. Hay cuatro variedades.” (Plinio, XIX, 2)
Pintura Casa de Isis e Io, Pompeya |
Aunque el lino italiano era de inferior calidad, varias regiones de Italia continuaron
cultivándolo para vender, incluso en la época imperial.
El
carbasus (algodón) se menciona ya en
el siglo II a.C., pero, sin duda, los romanos ya habían empezado a utilizarlo
antes. El algodón resultó ser un material resistente y que se secaba más
rápidamente que la lana. Plinio cita el gossypium
como una variedad de algodón que crecía en Egipto:
“En la parte alta de Egipto, cerca de Arabia, se cultiva un
arbusto, conocido como gossypium, al que algunos llaman xylon, por lo que los
tejidos con ello confeccionados se llaman xylina. El arbusto es pequeño y tiene
un fruto como una nuez con barba, que contiene una sustancia sedosa, que se
hace hilos. No hay tejidos conocidos superiores a los hechos con estos hilos, por
su blancura y suavidad. Los más apreciados vestidos de los sacerdotes egipcios
se fabrican con ellos.” (H.N., XIX, 1)
Incluso
del fondo del mar se obtenían productos para confeccionar tejidos. La pinna nobilis es la concha del nácar
que, a su vez, contiene unos filamentos dorados (byssus) de los que se forman unos hilos (seda del mar) utilizados para tejer lujosos
vestidos. Tertuliano da testimonio de este uso en su obra De Pallio, III:
“No era suficiente peinar y sembrar los materiales para
una túnica. Era también necesario pescar para el vestido de uno- Porque se
obtienen del mar vellones, donde conchas de tamaño extraordinario contiene
copos de musgoso pelo.”
“Estos insectos tejen hilos similares a los de las arañas, y se utilizan para elaborar los más lujosos y costosos vestidos de las mujeres y se llaman bombycina. Panfilia, una mujer de Cos hija de Platea, fue la primera en descubrir el arte de desenredar los capullos y tejer los hilos. A ella debería otorgársele la gloria de haber descubierto como realizar un vestido que al mismo tiempo que cubre el cuerpo de la mujer deja verlo a través de él.” (H.N. XI, 75)
“Estos insectos tejen hilos similares a los de las arañas, y se utilizan para elaborar los más lujosos y costosos vestidos de las mujeres y se llaman bombycina. Panfilia, una mujer de Cos hija de Platea, fue la primera en descubrir el arte de desenredar los capullos y tejer los hilos. A ella debería otorgársele la gloria de haber descubierto como realizar un vestido que al mismo tiempo que cubre el cuerpo de la mujer deja verlo a través de él.” (H.N. XI, 75)
La
seda, serica o bombycina (del gusano Bombyx mori), se
traía desde China en las caravanas que pasaban por Palmira y la costa siria, atravesando
el territorio de los Partos. Los romanos conocían esas tierras como la de “los
lejanos Seres”, de ahí el nombre de serica. Al parecer el tejido había que
elaborarlo y en la isla de Cos se especializaron en tejer una tela muy fina y
transparente con la que se hacían vestiduras
(Coa vestis) que dejaba entrever el cuerpo de la mujer, y que
primeramente fue utilizado por las cortesanas de Grecia y Roma, aunque su uso
se extendió al resto de mujeres posteriormente.
Pintura con matrona y jóvenes romanas, Baños del Foro, Herculano, Museo Arqueológico de Nápoles |
El
uso de la seda continuó en gran demanda durante todo el imperio, aunque su alto
coste hacía que mucho dinero se gastase en su importación. Es por ello que los
mercaderes de seda de Roma y otras ciudades vendían principalmente hilo de
seda, para poder entretejerlos con hilos de fibras más baratas, cuyo tejido se
llamó subserica, en contraposición de la tela hecha entera de seda
natural, holoserica.
Según
Dión Casio, durante el reinado de Tiberio, quien tildaba el uso de la seda como
afeminado, el senado romano aprobó una ley para que la seda fuera usada solo
por las mujeres, aunque algunos emperadores se reservaron el honor de llevarla,
como Calígula que al celebrar un triunfo en Puteoli se puso una clámide de
seda, tintada de púrpura y adornada con oro y piedras preciosas.
El interés por los tintes y tejidos reflejaba la
jerarquización de la sociedad romana y la lucha de las clases sociales más
altas y bajas por distinguirse entre los demás o cambiar su rango social.
Aunque es difícil determinar qué tintes se usaban durante la monarquía romana,
es posible, que los reyes y ciudadanos más ricos pudieran permitirse paños,
ropas y tintes vendidos por los etruscos y otros mercaderes extranjeros.
¿Qué decir de los vestidos? ¿Por
qué vestir lana dos veces teñida en púrpura de Tiro, cuando hay otros colores
de precio más bajo, por qué gastar tu fortuna sin necesidad?
Mirad este azul cielo sin nubes,
en el que el cálido viento del sur no amenaza con lluvia. Ved este amarillo del
color del carnero en el que escaparon Frixeo y Hele de la enfurecida Ino; este
color imita las olas del mar y de ellas recibe su nombre, y creo que las ninfas
marinas visten con él. Aquel se asemeja al azafrán, vestida con ese color, la
Aurora cubierta de rocío, apareja sus brillantes corceles. Allí encontraréis el
color del mirto de Pafos, aquí la púrpura amatista, el rosa del amanecer y el
gris de la grulla de Tracia.. Y, ¡Amarilis! No faltará el color de las castañas
y de las almendras, y el cerúleo color que amarillea la lana. Tantos colores
como flores en primavera al desaparecer el invierno hay para teñir las lanas.
Elige sabiamente pues no todos favorecen a todo el mundo.” (Ovidio, Ars
Amandi)
La púrpura es una materia colorante de vivo color rojizo. Se
extrae de una serie de moluscos gasterópodos que segregan un jugo que es la
base para la elaboración del tinte obtenido posteriormente por síntesis. El
grupo de moluscos utilizados comprende a especies de los géneros púrpura y murex.
El tinte púrpura constituyó para los antiguos una de las
formas de dar color a sus telas y vestimentas más estimadas. Desde época
creto-micénica los griegos utilizaron el jugo de gasterópodos marinos con esos
fines. Pero el gran auge de la industria de la púrpura llegó de la mano de los
fenicios en el oriente mediterráneo, aunque su producción, comercialización y
consumo adquiere mayor vitalidad e importancia en el mundo grecorromano.
Podrían haberlo traído comerciantes griegos desde el Mediterráneo oriental o de
los mercados establecidos en las costas del Mediterráneo occidental, como
Marsella.
El tinte púrpura, según la tradición romana, ya fue
utilizado por reyes romanos como Rómulo, Tulo Hostilio y otros. Los tejidos de
color púrpura eran muy caros por la enorme cantidad de moluscos necesitados
para obtener el tinte, a lo que había que sumar el coste del transporte.
La valoración social
y económica de los tejidos teñidos de rojo (púrpura, sobretodo) llegó a ser tan elevada que su uso
adquirió amplias cotas de expansión tanto en la vida privada como en la
militar. Las togas y túnicas de los patricios, decoradas con bandas púrpura,
eran consideradas un signo externo de elegancia. La belleza, pero principalmente
el elevado precio del producto final y la consiguiente exclusividad de los
vestidos así tratados explica su alta valoración. Muchos literatos criticaron
su uso por parte sobre todo por parte de las mujeres, por su afán de lujo y
provocación.
“No es razonable, pues, que una
mujer lleve un gran velo de púrpura deseando ser centro de atracción de las
miradas. ¡Ojalá se pudiera arrancar de los vestidos la púrpura, evitando con
ello que los mirones se giraran para observar a las que la usan! Sin embargo,
éstas que tejen poco su vestido y lo hacen todo de púrpura, inflaman los deseos
fáciles; y de ellas, ciertamente, que se inquietan por esta púrpura estúpida y
delicada…” (Clemente de Alejandría, Pedagogo, II)
Los tonos del color púrpura aumentaron durante el primer
siglo d.C. ya que para mantener su status la gente buscaba nuevos tonos para
sustituir los antiguos que habían pasado de moda.
Durante los reinados de Calígula y Nerón se restringió el
uso del color púrpura para el uso del emperador y su familia. Los ricos más
vulgares favorecieron tonos de colores chillones tales como los recién
introducidos: cerasinus, rojo
brillante de color cereza.
“Por fin se presentó Fortunata, su vestido adornado con una franja amarilla, para mostrar una túnica de color cereza debajo…" (Petronio, Satiricón, cap. 67)
Ismenia, J.W. Godward |
El coccinus, el
brillante escarlata del quermes tuvo tanta demanda como tinte de lujo que,
además de la producción asiática, se desarrolló una gran industria del tinte
con quermes en España. El tinte del quermes que vivía en las encinas de Emérita
en Lusitania se apreciaba por su color y su recolección sirvió como salario
extra para los campesinos pobres.
“Pero lo que más me atrajo fue
un manto muy oscuro que resplandecía con un tono negro brillante.” (Apuleyo, Metamosfosis, Cap. XI)
El color negro se podía obtener con las agallas del roble
mezclando el líquido obtenido de las mismas con sales de hierro. Plinio
menciona su uso mezclado con alumbre:
“El alumbre líquido negro se
emplea para dar a la lana un tono oscuro. El más apreciado es el de Egipto y
Melos. El sólido es pálido y áspero de apariencia y se vuelve negro al aplicar
agallas.” (Plinio, H,.N., XXXV, 52)
El negro parece haber sido el color habitual para el luto,
tanto para la túnica como para el manto. Las mujeres llevaban una palla de color
oscuro (pulla palla).
“Invocando a mis Manes y pidiendo por mi alma y mojando
antes sus piadosas manos con un brebaje, que, vestidas con una túnica negra, recojan
mis blancos huesos, única parte de mi cuerpo que sobrevivirá."(Tibulo,
III)
Stola color azafrán, Pintura Dido y África, Pompeya |
El color
amarillo rojizo lo proporcionaba la gualda (Reseda
luteola) que se convirtió en el color ritual (luteus) del velo de las novias en los últimos tiempos de la
república.
"No te son propias las tristes preocupaciones ni los
llantos, Osiris, sino la danza, el canto y el ligero y apropiado amor, las coloreadas flores y la frente ceñida de hiedra, el rojizo manto (lutea palla) suelto hasta los delicados
pies, los vestidos tirios, la tibia de dulce son y la ligera urna conocedora de
sacrificios ocultos." (Tibulo, I, 7)
La demanda de estos colores de lujo era tan grande que llevó
a la creación de tintes de imitación. Las fábricas tintoreras de la Galia, por
ejemplo, pudieron imitar la púrpura Tiria con tintes vegetales, según menciona
Plinio.
Clemente de Alejandría escribió también sobre el color
púrpura y los distintos colores que estaban de moda en su época. Critica su uso,
junto con el del oro, por el lujo y la
ostentación que significaba para un mujer cristiana, además que desaconseja los
tintes porque dañaban los tejidos.
"El color de Sardes, el de frutos
verdes, el verde pálido, el rosa y el rojo escarlata, así como mil y una
variedades más del tinte han sido inventados para la depravada vida del placer.
Es ése un tipo de vestido para, recreo de la vista, no para la protección: los
tejidos bordados en oro, los tintes de púrpura, los adornos con motivos
animales — expuestos al viento son de gran lujo—, y el tejido de color de
azafrán e impregnado de perfume, y los mantos ricos y abigarrados, a base de
pieles preciosas, con relieves de animales vivos tejidos en la púrpura; todo
esto tenemos que mandarlo a paseo, junto con su afiligranado arte."
Detalle Mosaico de Noheda, Cuenca |
Si debemos aflojar un tanto nuestro riguroso tono en
torno a las mujeres, que se les teja un vestido liso, agradable al tacto, pero
sin adornos cual si fuera un cuadro para regocijo de la vista. Pues, con el
tiempo, el dibujo desaparece, y, además, los lavados y los líquidos corrosivos que se impregnan, componentes de
los tintes, estropean las lanas de los vestidos y las desgastan; lo cual no
conviene a una buena economía." (Clemente de Alejandría, Pedagogo, Cap. XI)
El estilo de los vestidos femeninos tenía su principal
diferencia en los tejidos y colores que se utilizaban en su confección.
“Lleve ella ropa de fina tela que tejió la mujer de Cos
y salpicó de cenefas de oro” (Tib.
II,3)
El indusium era
una especie de camisa interior larga de lana, lino o algodón que se colocaba directamente sobre la piel. Podía ser de manga larga o corta y con ella se
acostaban. Por debajo de ella las romanas llevaban una banda de tela llamada fascia pectoralis o strophium, a modo de sostén del busto.
“Tu mismo vestido, aunque oscuro
y barato, es un indicio de tu ánimo. No tiene arrugas ni arrastra por el suelo
para hacerte parecer más alta… Llevas una banda para sujetar tu pecho y un
estrecho cinturón lo comprime.” (San Jerónimo, carta 117)
Detalle Mosaico de Villa del Casale, Piazza Armerina, Sicilia |
Consistía en una banda de lino de diseño rectangular que se
cruzaba sobre los pechos para sujetarlos. El mamillare era de cuero y además de sujetar aplanaba.
“… y se visten con velos que
pasan por ropas como para excusar su aparente desnudez. Pero se puede
distinguir el interior con más claridad que sus rostros excepto por sus
horrorosamente prominentes pechos que siempre llevan atados como prisioneros.” (Luciano,
Amores)
El strophium se convirtió en un verdadero
bolso. Como las túnicas no tenían bolsillos las mujeres tomaron la costumbre de
guardar entre los pechos monedas, cartas, joyas o cualquier otro pequeño
secreto que consideraran valioso.
Encima del indusium llevaban una túnica que podía
ser de tela gruesa (spissa) o de tela
fina (ralla o rara).
“He aquí que llega Corina,
vestida con una túnica sin ceñir su cabellera peinada en dos mitades cubriendo
su blanco cuello. Le arranqué la túnica, aunque por lo fina que era apenas
suponía un estorbo; ella, sin embargo, luchaba por taparse con la túnica.”
(Ovidio, Amores, II, 7)
Io y Argos, Museo Arqueológico, foto de Karl |
Con una túnica ligera se acostaban las mujeres y esta prenda
se convierte, cuando es llevada, casi transparente y sin cinturón, por la
amada en un símbolo de seducción amorosa.
Encontramos cierta variedad en los vestidos en la obra de
Plauto, Epidicus, donde el autor enumera diferentes nombres de ropa femenina y
colores utilizados:
“Que nuevos nombres encuentran
estas mujeres cada año para sus ropas – la túnica fina (tunica ralla), túnica
gruesa (tunica spissa), el paño de lino (linteolum caesicium), la camisa (indusiata),
vestido con borde (patagiatum) de color azafrán (caltulam aut crocotulam), el
supparum o subnimium, la capucha (rica), el traje real (basilicum) o el exótico
(exoticum), con diseños ondulados (cumatile), o de plumaje (plumatile), con
tinte cerúleo (cerinum)”
Pintura de Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles |
Tras su matrimonio la mujer romana completaba su atuendo con
la stola, especie de camisa
rectangular, abierta en los dos lados superiores; los extremos abiertos se cosían,
se abotonaban o sujetaban a los hombros por medio de broches y fíbulas. Debajo
del pecho se sujetaba al cuerpo por medio de un cinturón (zona) a través del cual se tiraba hasta que el borde inferior
apenas tocaba el suelo.
“Por el momento soy bastante largo; pero si con un dulce peso tu
vientre se hincha, me volveré entonces para ti un cinturón corto.” (Zona,
Marcial, XIV, 151)
Lesbia (con túnica, stola y palla), Alma Tadema |
En caso de que la túnica tuviera mangas, la stola que se ponía encima no las
llevaba, y viceversa. Las mangas de la túnica o stola estaban abiertas y los extremos se unían por medio de botones
o broches. A veces se decoraba con una cenefa bordada unida al pie del traje,
llamada instita. Este adorno servía para que no se vieran los pies, con lo que también era un elemento de distinción para la matrona romana que así mostraba su pudor, en contraste con las mujeres que dejaban ver partes de su cuerpo para atraer las miradas de los hombres."Los hay que sólo querrían tocar a mujeres cuyos talones cubre vestido con volante; en cambio, otro sólo a inquilina de maloliente burdel." (Horacio, Sátiras, I, 2)
La stola era un
símbolo de matrimonio, a finales de la República todas las mujeres casadas
según la ley romana tenían derecho a llevarla, como símbolo de honestidad y
pudor. Llevarla en público proclamaba su respetabilidad y adhesión a las
tradiciones.
"Enséñale que sea al menos casta,
aunque una cinta no ciña sus trenzas
ni una larga stola sus pies." (Tib. I, 6)
En Horacio tenemos un ejemplo del atuendo de la matrona
respetable que no dejaba ver parte alguna de su cuerpo en contraposición a la
mujer ligera de costumbres que vestía trajes casi transparentes.
Pintura moral, Villa San Marco, Stabia |
“A una matrona no le podrías ver más que la cara, ya que,
a no ser Catia, se cubre lo demás con vestido talar. Si andas detrás de lo
prohibido, rodeado de vallas (pues te hace enloquecer), te toparás con muchos
obstáculos, la guardia de criados litera, peluqueros, parásitas, estola que le
llega a los talones rodeada por el mantón, infinidad de velos a que se te muestre tal cual. La otra, ningún
obstáculo: con sus tules de Cos puedes verla casi desnuda, sin miedo a que
tenga pierna mala, un pie feo; podrías medir a ojo su pecho.” (Sat. I,2)
La ley Julia
de tiempos de Tiberio (s. I d.C.) prohibió que la stola y las vittae
(cintas del pelo) fueran lucidas por las prostitutas.
"¿Quién pone vestidos a los juegos Florales o
permite a las meretrices el
pudor de la estola?" (Marcial, I, 35)
Las mujeres
que aparecían en público sin la estola eran consideradas como adúlteras y las
mujeres respetables acusadas de adulterio tenían que abandonar la stola en favor de la toga (toga muliebris), que debían
llevar las prostitutas, como parte de la
pena. No parece que esto se cumpliera a rajatabla y a finales del Imperio, la
ley ya no estaba en vigor.
“Regalas vestidos púrpura y
violeta a una adúltera manifiesta.
¿Quieres darle los regalos que merece?
Envíale una toga.”
(Marcial, II, 39)
Como amictus (prenda exterior) las
mujeres respetables se cubrían con un largo manto, la palla, encima de su
túnica y stola cuando salían a la
calle. Esta se confeccionaba principalmente de lana, aunque para el verano el
lino, el algodón y la seda se utilizaron también. Podía ser de variados
colores, excepto en la época en que estuvo vigente la ley Oppia, que prohibía
el uso de la púrpura a las mujeres. Al principio del imperio era lisa, con, en
algún caso, una cenefa, pero en el siglo III y IV d.C. podía decorarse con
redondeles decorados, y más tarde con diseños más complejos. Podía tener un borde con flecos.
Mujer con palla, Museo Capitolino, Roma |
Era rectangular y se llevaba doblada por encima del hombro
izquierdo, bajo el brazo derecho y cruzado hacia atrás, llevada en el brazo
izquierdo o hacia atrás por encima del hombro izquierdo. Envolvía el cuerpo
desde los hombros a las rodillas, aunque podía caer hasta los tobillos.
Agripina, Alma Tadema |
Se representa como una prenda voluminosa que se colocaba en
diferentes modos. Se llevaba por encima de la cabeza, como un velo; alrededor del cuerpo como la
toga, echado por los hombros como un chal, o incluso alrededor de las caderas.
No se abrochaba y se podía sujetar con la mano. En muchas esculturas se puede
ver que solía esconderse una mano por dentro. Esta forma de llevar la palla era
adecuada para mujeres ociosas de la clase alta, pero no para actividades prácticas.
“La parte baja de su palla parecía jugar con los talones, pues este vestido cubría su
resplandeciente cuerpo.” (Tibulo, III, 4)
La stola y la palla se ven aún en las representaciones de los trajes femeninos después del siglo III d.C. aunque la stola va gradualmente desapareciendo, tomando su lugar el colobium, una túnica amplia y sin mangas que se hizo popular tanto para hombres y mujeres y que se llevaba sobre una túnica interior de manga larga. La dalmática era una prenda que empezó a usarse en el siglo II d.C. con mangas anchas, decorada con cenefas verticales en el cuerpo y mangas, y que a finales del Imperio podían adornarse con joyas. Se llevaba normalmente suelta y sin cinturón, que se usaría encima de una túnica interior.
La stola y la palla se ven aún en las representaciones de los trajes femeninos después del siglo III d.C. aunque la stola va gradualmente desapareciendo, tomando su lugar el colobium, una túnica amplia y sin mangas que se hizo popular tanto para hombres y mujeres y que se llevaba sobre una túnica interior de manga larga. La dalmática era una prenda que empezó a usarse en el siglo II d.C. con mangas anchas, decorada con cenefas verticales en el cuerpo y mangas, y que a finales del Imperio podían adornarse con joyas. Se llevaba normalmente suelta y sin cinturón, que se usaría encima de una túnica interior.
Detalle de mosaico de la villa de Arellano, Navarra |
Representación de Cilicia, Antioquía, Museo de Oklahoma |
La cyclas era un
manto circular femenino, de tela muy ligera con una cenefa decorada.
“… que las mujeres de la casa
real deberían contentarse con una redecilla para el pelo, un par de pendientes,
un collar de perlas, una diadema para los sacrificios, un solo palio decorado
con oro, y una cyclas con cenefa bordada, de no más de seis onzas de oro.” (H. A. Alej. Sev. 41)
El ricinium era un
manto más pequeño y corto de color negro u oscuro con una franja púrpura que se
llevaba normalmente desde la defunción hasta la celebración de las exequias.
La mitra era un tocado compuesto de bandas de tela a modo de
gorro cónico que se ataba por debajo de la barbilla y podía utilizarse para
recoger el pelo por la noche.
La novia romana
vestía una túnica recta tejida por ella misma en un telar vertical con un velo
color azafrán, que debía proteger el pudor de la desposada y dar buena suerte a
la par que alejar los malos espíritus.
Cuando el Cristianismo ya estaba llegando a todos los confines
del Imperio, los vestidos de seda casi transparentes todavía se llevaban como
muestran los escritos de algunos escritores cristianos del Bajo Imperio, en los
que suelen arremeter contra esas vestimentas que, según sus creencias,
descubren falta de pudor y atentan contra las nuevas doctrinas.
“Ahora bien, si es necesario que
se compongan, debe permitírseles que utilicen tejidos más suaves, siempre que
prescindan de los pequeños adornos estúpidos, las superfluas trenzas en los
tejidos, y manden a paseo el hilo de oro, las sedas de la India y los
sofisticados trajes de seda. Este raro tejido transparente delata un
temperamento sin vigor, prostituyendo bajo una tenue capa la vergüenza del
cuerpo. Además, no es un delicado vestido protector, pues no es capaz de cubrir
la silueta de la desnudez. En efecto, un vestido de este calibre, al caer sobre
el cuerpo con ondulante suavidad, se modela adaptándose a la constitución de la
carne, y se amolda a sus formas hasta tal punto que toda la disposición del cuerpo
de la mujer se hace evidente aunque con los ojos no se vea.” (Clemente,
El Pedagogo, II)
El vestido como adorno ficticio sirve a menudo como motivo
para reprochar el exceso ornamental de amada, cargado de connotaciones
negativas para el poeta. Las denominaciones del tipo de Coa o Tyria vestis cobran especial importancia como términos que expresan el lujo.
"Vida, ¿de qué te sirve aparecer con melena adornada
y mover de ropas de Cos los pliegues ligeros?
¿De qué rociar el cabello con mirra Orontea?
¿Para qué a cultivos peregrinos venderte
perdiendo el esplendor de Natura con adornos comprados sin dejar que luzcan su belleza
tus miembros?" (Propercio, I, 2)
La stola era un
vestido especialmente destinado a simbolizar la fidelidad de las matronas y por
ello en la poesía latina se utiliza como reflejo del casto comportamiento que la
amada debe tener.
En una de las elegías cuyo motivo central es el cumpleaños
de la amada, Propercio pide a Cintia que se ponga el vestido con que la vio por
vez primera:
“Vístete con aquel vestido que hechizó a Propercio por primera vez” (Prop. 3, 10, 15-18)
Este vestido no tiene aquí una mera función ornamental,
sino, más bien, evocadora. El vestido, forma ahora parte integrante de la
primera imagen de la amada, precisamente la que le llevó a enamorarse, y no
tiene nada que ver con un adorno innecesario.
La matrona respetable ocultaba su femineidad con corsés,
túnicas gruesas y pesados mantos que envolvían su cuerpo, pero algunos autores
han dejado patente su preferencia por ver a la mujer apenas sin ropa o
completamente desnuda.
“A ti te esconden la faja y las
túnicas y los oscuros mantos; para mí, en cambio, ninguna muchacha yace lo
suficientemente desnuda.” (Marcial, XI, 104)
Pintura de la casa de Meleagro, Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles |
Bibliografía:
http://www.etudes-augustiniennes.paris-sorbonne.fr/IMG/pdf/AUGUST_1996_42_1_97.pdf,
La revolución indumentaria de la antigüedad tardía. Su reflejo en la lengua
latina, Francisco García Jurado.
http://revistas.ucm.es/index.php/CFCL/article/view/CFCL0101130083A/17286,
El vestido femenino como motivo elegíaco en Propercio y el Corpus Tibullianum, Francisco García Jurado.
revistas.ucm.es/index.php/GERI/article/viewFile/41812/39842,
El color del luto en Roma, Miguel Requena Jiménez.
The World of Roman costume, Judith Lynn Sebesta, Larissa
Bonafante, Google Libros
Roman dress and the fabrics of Roman culture, J.C. Edmonson,
Alison Keith, Google Libros.
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, J. Carcopino, Temas de Hoy
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