Isis, Museo Villa Getty |
Los ritos procedentes de Oriente tenían como protagonistas,
a diferencia de la religión grecorromana tradicional, a dioses que sufrían
padecimientos, como Osiris, Atis o Dionisos, por lo que ofrecían a sus
seguidores una emotividad de la que carecían los cultos latinos, que eran oficiados
por un magistrado en una ceremonia más fría. La pertenencia a estas religiones no implicaba solo un modo de participación e
integración en la vida ciudadana a través de los ritos y costumbres, sino que provocaba
una estrecha relación entre el individuo y la divinidad.
Ceremonia del culto, Templo de Isis, Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles |
Frente a la sencillez de la religión oficial romana, los
cultos orientales eran más complejos y hacían, además, participar a los asistentes
en sus ritos, más atractivos por lo que tenían de exotismo. Además, los cultos
orientales ofrecían a sus devotos una esperanza de salvación en otra vida mejor
tras la muerte, lo que añadía más sentido a su vida presente.
“… vivirás feliz y lleno de
gloria bajo mi protección, y cuando cumplido el tiempo de tu destino desciendas
a la sombría morada, igualmente allí, en aquel subterráneo hemisferio, me verás
brillar en mitad de las tinieblas de Aqueronte, soberana de la estigia morada;
y llegado a los Campos Elíseos debes seguir ofreciendo tus asiduos homenajes a
tu protectora. Que si por tu piadoso culto, por tu devoción ejemplar y por tu
castidad inviolable te muestras digno, antes de llegar a esta ocasión, de mi
gracia omnipotente, sabrás también que sólo yo tengo derecho a prolongar tus
días más allá del término señalado por el Destino.” (Apuleyo, El asno de oro, XI, 6)
Las religiones orientales son parecidas entre sí con
tendencia al monoteísmo e interesadas en la astrología, con dioses que mueren,
sufren y resucitan que piden a sus seguidores una iniciación en sus ritos y voluntad
de renuncia. A sus practicantes se les iban desvelando por medio de
determinados rituales y ceremoniales los grandes secretos de la divinidad, sus grandes
misterios.
La práctica de esos ritos iniciáticos suponía formar parte
de pequeñas familias de privilegiados, en las que era común denominarse "hermanos"
entre los iniciados, que llamaban "padre" al sacerdote que actuaba
como guía espiritual de todos ellos. La iniciación suponía, también, una
relación, casi personal, con el propio dios que garantizaba, a su vez, la
protección tanto en esta vida, como tras la muerte.
Sacerdote de Isis, Templo de Isis, Pomepya, Museo Arqueológico de Nápoles |
Los romanos criticaron estas religiones ya que muchos observaron
que sus seguidores eran en ocasiones meros charlatanes y estafadores que
explotaban la credulidad de sus iniciados y cultivaban con gusto excesivo ceremonias
de mal gusto.
La crisis que sufrió Roma a partir del siglo II a.C. en la que se vio acosada por Aníbal y las
guerras civiles acrecentaron la gravedad de una situación decepcionante y
propiciaron el hecho de que el pueblo buscase otras religiones que ofrecían un
mayor apoyo espiritual y de que de la mano de los propios líderes romanos
penetraran en Roma nuevas divinidades.
La expansión de los cultos mistéricos en las provincias
romanas se debe, en general, al movimiento de los ejércitos, que llegaban a
todos los rincones del imperio y que se hallaban integrados por soldados de
origen oriental, que practicaban estas religiones y ayudaban a implantarlas
allá donde iban. Sin embargo, el culto a Isis se expandió principalmente gracias a los comerciantes que se establecían por todo el Mediterráneo y que provenían de los lugares donde ya existían seguidores y a las mujeres que se convertían con facilidad a esta nueva religión e influían en los hogares.
El ciclo de Isis y Osiris reflejaba la vivencia personal de
los dioses mistéricos, caracterizados por la experiencia de una pasión que
conduce a la muerte y a la posterior resurrección.
La historia es la de dos parejas divinas, una formada por
Osiris y su esposa y hermana Isis, que representan el bien, la otra formada por
Seth y Neftis, hermanos y esposos, y también hermanos de los anteriores. Seth,
movido por los celos hacia su hermano le tiende una trampa y se deshace de su
cadáver arrojándolo al Nilo.
Isis recoge el ataud de Osiris. Templo de Isis; Pompeya, Foto de Carole Raddato |
“Isis halló todos los pedazos de
Osiris, mas no así el miembro viril, pues fue arrojado al río por Tifón, donde
se lo comieron el lepidoto, el pagro y el oxirrinco; aquí se observa por qué no
son apreciados estos peces. Hizo Isis una copia de dicho falo, y lo consagró, y
es ésta una fiesta que aún hoy celebran los egipcios.” (Plutarco, De
Isis y Osiris, XVIII)
El origen del culto a Isis se fecha en la Dinastía V de
Egipto (en torno a los años 2500 - 2350 a. C.), aunque pudo haberse producido
mucho antes. El papel secundario, casi insignificante, que se le otorgó en este
período, redujo su culto a un ámbito muy reducido, en clara consonancia con lo
que representaba la mujer como concepto abstracto en el Antiguo Egipto. Más
adelante Isis se asoció a la figura del Faraón, al ser a la vez la madre
protectora del máximo gobernante de la nación (Horus en la tierra) y el trono
sobre el que se asienta el monarca.
El culto isíaco estaba ya asentado desde el siglo V a. C. en
todo el Ática, y en otros lugares fue acogido con especial entusiasmo, aunque
fue la isla de Delos, por su importancia comercial, una de las principales vías
posibles para la penetración del culto a Isis en la Península Itálica.
Sacerdote de Isis, Templo de Isis de Pompeya, Museo Arqueológico de Napóles |
La zona de Campania fue una de las primeras en aceptar los
cultos orientales y, a pesar de las represiones posteriores que tuvieron lugar,
sobre todo, en la propia Roma más que en otras regiones, el desarrollo del
culto evolucionó rápidamente, por lo que, en el año 79, cuando Pompeya y
Herculano fueron destruidas a causa de la erupción del Vesubio, el culto isiaco
era ya uno de los más importantes.
“Me animó a dedicarme al foro
con ardor, lo más pronto posible, a la gloriosa profesión de abogado y a no
temer las calumnias que los envidiosos derramarían sobre mí, excitados por mi
sabiduría, fruto de tan laboriosas velas. Luego, para que yo no practicase su
culto como un adorador cualquiera, me admitió en el colegio de los Pastóforos
y, más tarde, entre los decuriones quinquenales. Así, pues, a partir de este momento,
me hice afeitar la cabeza para llenar mi ministerio en esta antigua
corporación, fundada en los remotos tiempos de Sylla, y lejos de intentar
cubrir ni disimular mi pelada cabeza, me presentaba, por el contrario, a todas
partes con un cierto orgullo”. (Apuleyo, El asno de oro, XI, 30)
Los primeros testimonios contra el culto isíaco son decretos
senatoriales y actuaciones de cónsules, con la prohibición de erigir altares en
honor a la diosa. En dos pasajes de Tertuliano
se describe la actuación de los cónsules Gabinio y Pisón, a inicios del
año 58 a.C. El primero de ellos relata cómo el cónsul Gabinio ejecuta un
decreto senatorial impidiendo la erección de altares isíacos, en contra de las
peticiones que un grupo de devotos isíacos le hace durante la celebración de un
sacrificio oficial. El segundo pone de manifiesto la motivación que lleva,
tanto a Gabinio como a su colega Pisón, a no sólo derribar los altares, sino
también expulsar de la ciudad a los dioses nilóticos. Frenar la difusión de una
superstitio era atribución propia de
una magistratura como el consulado.
"A Sérapis y a Isis y a Harpocrates con su Cinoscéfalo, excluidos
del Capitolio, es decir, expulsados de la asamblea de los dioses, los cónsules
Pisón y Gabinio —no precisamente cristianos— después de derribar sus altares,
los expulsaron en un intento de coartar los desórdenes de estas vergonzosas y
vanas supersticiones." (Tertuliano, Apologética, VI, 8)
Isis, Serapis y Harpócrates, Coliseo de Roma, Foto de Szilas |
“Además, Varrón dice que a Sérapis, Isis, Harpocrates y Anubis
se les excluyó del Capitolio, y que sus (altares), derribados por el senado,
fueron restablecidos sólo por la violenta intervención del pueblo. Y, por
contra, el cónsul Gabinio, el día 1 de enero, cuando apenas intentaba examinar unas
víctimas ante el pueblo amotinado porque no había establecido ningún honor a Sérapis
y a Isis, tuvo más en cuenta la decisión del senado que la violencia del pueblo
e impidió que se levantaran altares.” (Tertuliano, A los gentiles, I,
10, 18)
Los integrantes del
Segundo Triunvirato (Octavio Augusto, Marco Antonio y Emilio Lépido) mandaron
erigir en el 43 a. C. un santuario en honor de Isis y Serapis. Sin embargo,
después de que Octavio aplastase en la batalla de Accio tanto a su antiguo
colega Marco Antonio como a la amante de este, la reina egipcia Cleopatra VII,
que se había definido a sí misma como la nueva Isis, optó por declarar ilegales
a los cultos no oficiales de la ciudad, siendo el de Isis condenado a permanecer
durante algunos años en el ámbito privado y familiar.
Augusto promocionó las instituciones religiosas puramente
latinas, colegios y cofradías, y, a partir del año 28, inició la reconstrucción
de los templos e, incluso, revitalizó el significado religioso de los juegos de
anfiteatro o de circo, buscando fortalecer las costumbres tradicionales, y su
política fue contraria a los cultos orientales, defendiendo la "religio" en contra de la "superstitio".
Sin embargo, los cultos orientales resultaron mucho más
atractivos que la religiosidad tradicional y la postura oficial del poder
imperial con respecto a los cultos orientales acabó mostrándose favorable o
adversa en función de quien ocupara trono en cada momento. Calígula levantó la proscripción sobre el culto isíaco y mandó construir un templo dedicado a ella en el Campo de Marte. Este emperador era devoto de estas religiones mistéricas y llegaba a vestirse como sus seguidores. Adriano erigió un Serapeum en Ostia pues su inclinación por los cultos egipcios se incrementó tras su viaje y estancia en Egipto. Aun así, la diosa, Isis,
nunca llegó a ser adoptada como representante de la religión estatal, a
diferencia de otras divinidades como el Sol invictus.
Las últimas fiestas públicas en honor de Isis tuvieron lugar
en Roma en el 394, cuando el Edicto de Tesalónica llevaba más de una década
vigente y Teodosio se había mostrado ya decidido a arrasar con todos los cultos
paganos para favorecer al cristianismo. A pesar de que Teodosio había llevado a
cabo una clausura masiva de santuarios en Alejandría entre los años 386 y 388,
y que en el 391 fue derribado por orden expresa suya el templo de Serapis de la
ciudad, los cultos egipcios, entre los que destaca el culto a Isis, continuaron
siendo venerados clandestinamente en muchas localidades de Egipto.
Sacerdotisa de Isis, Museo Nacional de Atenas |
El emperador bizantino Justiniano mandó clausurar el último templo
de la religión isíaca en el 535, en la localidad egipcia de Filé. Los
sacerdotes de la diosa fueron detenidos y enviados junto con las reliquias del
templo a la capital imperial, Constantinopla, mientras que el iseo era convertido en una iglesia
cristiana. Sin embargo, la devoción a la diosa del Nilo siguió en el ámbito
privado al menos hasta el siglo VII, aunque no es posible precisar cuándo se
extinguió para siempre una creencia que por entonces debía ser ya minoritaria.
Con el triunfo del cristianismo a partir del siglo IV los
intelectuales de la Iglesia se dedicaron a atacar tanto a la deidad nilótica
como a todos aquellos ídolos o falsos dioses que, bajo la denominación de
paganos, serían criticados y ridiculizados con una ferocidad que ya habían
mostrado antes con los propios cristianos los más célebres pensadores del
paganismo.
Isis no es solo una divinidad maternal y protectora que
procura el bienestar de sus fieles, sino que saca a relucir su ira cuando se
siente ultrajada, algo que caracteriza a algunas deidades femeninas del mundo
antiguo. Juvenal cita su capacidad para provocar ceguera a los que desatan su
ira, solo que aquí aparece bajo su particular sentido del humor, ácido e
hiriente,
“Que Isis resuelva lo que le
venga en gana respecto de mi cuerpo, y hiera mis ojos con su sistro airado, con
tal de poseer, incluso ciego, los dineros que digo no tener.” (Juvenal, Sátiras, XIII)
Estela funeraria de Sosibia, Museo de Bellas Artes de Boston |
El poeta lírico Tíbulo en sus Elegías, se dirige a su
amante, Delia, probable devota del culto, y le reprocha la inutilidad de sus
creencias y las prácticas religiosas que lleva a cabo, preguntándose a sí mismo
de qué le sirve a él tanto la propia Isis como el acto fútil de agitar los
sistros en honor de la diosa.
¿De qué me sirve ahora, Delia,
tu Isis? ¿De qué aquellos sistros tañidos tantas veces por tu mano? ¿O de qué,
mientras cumpliste los ritos sagrados con piedad, lavarte en agua pura y —aún
lo recuerdo— acostarte en casto lecho? Ahora, diosa, ahora acude en mi ayuda
—pues que puedes curar está claro por los muchos frescos pintados en tus
templos—, de forma que mi Delia, cumpliendo sus votivas plegarias, se siente
ante las puertas sagradas cubierta de lino y dos veces al día con los cabellos
sueltos deba entonarte alabanzas, resplandeciente entre la multitud de Faros.
Pero que a mí me sea dado rendir honor a los Penates patrios y entregar el
incienso de cada mes al antiguo Lar. (Tibulo, Elegías, I, 3)
La difusión del culto isiaco por todo el territorio del imperio
Romano supuso su asimilación e identificación con múltiples divinidades que
Apuleyo, por boca de la propia Isis, resume del siguiente modo haciendo
referencia, en última instancia, al origen ancestral de la diosa, la monarquía
divinizada:
“Soy la divinidad única a quien venera el
mundo entero bajo múltiples formas, variados ritos y los más diversos nombres.
Los frigios, primeros habitantes del orbe, me llaman diosa de Pessimonte y
madre de los dioses; soy Minerva Cecropia para los atenienses autóctonos; Venus
Pafia para los isleños de Chipre; Diana Dictymna para los saeteros de Creta;
Proserpina Estigia para los sicilianos trilingües; Ceres Actea para la antigua
Eleusis; para unos soy Juno, para otros Bellona, para los de más allá
Rhamnusia; los pueblos del Sol naciente y los que reciben sus últimos rayos de
poniente, las dos Etiopías y los egipcios poderosos por su antigua sabiduría me
honran con un culto propio y me conocen por mi verdadero nombre: soy la reina
Isis." (Apuleyo, El asno de oro, XI, 5).
Estatua de Isis encontrada en su templo de Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles |
Apuleyo, en el libro
XI de Las Metamorfosis o El Asno de Oro, da a conocer por boca de su
protagonista Lucio la iniciación en el culto de la diosa. Esta iniciación se
lleva a cabo mediante ritos de purificación por inmersiones y aspersiones de
agua, seguidas de un riguroso ayuno. El agua es un agente protector contra
encantamientos, símbolo de la renovación de la vida, germen creador y forma
parte de la iniciación de los ritos mistéricos. El bautismo o inmersión en agua
representa que el neófito ha podido vencer a la muerte y renace con vida nueva,
abriendo una puerta hacia la inmortalidad.
Los sacerdotes de Osiris, no
sólo consideran como emanación de dicho dios al Nilo, sino también todo aquello
cuanto posee una naturaleza húmeda, por cuanto sus procesiones siempre van
encabezadas por un cubo de agua. La imagen de un junco les representa tanto la
figura del rey como la región meridional, y dicen que simboliza la irrigación y
la gestación universal, y en su naturaleza semeja al miembro generador.
(Plutarco, De Isis y Osiris, XXXVI)
Purgatorio, Templo de Isis, Pompeya |
En el Iseo de Pompeya hay un pequeño edificio con una
cisterna subterránea que contenía agua sagrada del Nilo. Se le conoce como
Purgatorio, lugar donde se celebraban ritos de purificación. En la fachada hay
un friso con dos procesiones de sacerdotes que convergen en el centro. En las
paredes exteriores aparecen dos parejas Marte con Venus y Perseo con Andrómeda.
Algunos devotos romanos llevaban su fanatismo por la
religión egipcia hasta el extremo de ir a buscar hasta el propio Nilo el agua
que utilizaban en los ritos. Se han encontrado ánforas llenas del agua del Nilo
entre los restos de algunas casas con las que se harían los ritos necesarios
delante de los lararios domésticos.
Símbolos de Isis, Casa de los Amorcillos dorados, Pompeya |
En el culto latino a la diosa su imagen se presentaba de
pie, ataviada con un amplio manto anudado en el pecho. El nudo era un atributo
arcaico de la divinidad egipcia vinculado a sus poderes mágicos y simbolizaba
el poder de Isis como Gran Maga, a la que se consideraba capaz de múltiples
hechizos. En ocasiones, el atuendo se complementaba con un paño con flecos
sobre los hombros. El tocado isiaco es representado a veces con el disco solar
y elementos vegetales o flores que aluden a su identificación como diosa madre.
Sus atributos hacen referencia al culto latino: el sistro, originario del
sincretismo con Hathor, y el canopo contenedor del agua del Nilo. En ocasiones,
el sistro podía ser sustituido por elementos vegetales que hacían referencia a
su relación con Demeter.
"Procuraré reproduciros tan
admirable visión si me es posible encontrar en la pobreza del lenguaje humano
palabras adecuadas o si la misma divinidad me inspira fácil y abundante
elocuencia. Estaba dotada, en primer término, de una tupida y larga cabellera
cuyos graciosos bucles, dispersados al azar, flotaban sobre su divina nuca con
muelle abandono. En lo alto de la cabeza, una corona de varias flores
delicadamente enlazadas. Sobre la frente llevaba una placa circular en forma de
espejo que reflejaba una luz blanca, indicando ser la luna. A cada lado de la
cabeza sostenían este adorno dos astutas serpientes de erguida cabeza, y
también con espigas de trigo que le caían oscilantes sobre la frente. Su
vestido, tejido del más delicado lino, era tornasolado, presentando en sus
cambiantes la blancura del lirio, el oro del azafrán y el encarnado de la rosa.
Pero lo que atrajo más vivamente mis miradas fue su manto de un negro tan
intenso que deslumbraba. Caíale este manto atravesado descendiendo en elegante
espiral desde el hombro derecho a la cadera izquierda. Una de las puntas
colgaba con mil pliegues artísticamente dispuestos y terminaba en unos nudos
listados que flotaban graciosamente.
Isis como Deméter, Museo del Louvre, Foto de Sailko |
El fondo estaba cuajado de innumerables
estrellas en medio de las cuales destacaba la luna llena su radiante y vivísima
luz. A lo largo de este manto sin igual una no interrumpida guirnalda
representaba toda suerte de flores y frutos. Llevaba además la diosa varios
atributos muy distintos unos de otros; en la mano derecha sostenía un sistro de
cobre cuya sutil y curvada lámina en forma de tahalí estaba atravesada por tres
pequeñas varillas que, al agitarlas, producían un agudo sonido. De su mano
izquierda pendía un vaso de oro en forma de góndola, que, en la parte más
saliente del asa remataba en un áspid de erguida cabeza y abultado cuello.
Cubrían sus divinos pies sandalias tejidas con, hojas de palma, el árbol de la
victoria."
Isis, Museo Histórico de Arte de Viena |
Otro ejemplo iconográfico es el de Isis Lactans, en el que la
diosa es representada amamantando a un niño, el dios Harpócrates, versión
griega del dios egipcio Horus. Suele ser representado como un niño con el dedo
en la boca, por lo que se interpretó que era dios del silencio.
Pintura de Isis con Harpócrates, Karanis, Egipto |
Sumamente importante es el sincretismo de Fortuna con Isis,
la cual, después de introducirse los cultos mistéricos en el Imperio, llega a
fundirse con Fortuna convirtiéndose en Isis-Fortuna. Los caracteres de ambas
divinidades son compatibles, ya que Fortuna desde su origen latino tiene un
fuerte carácter oracular como cualidad principal e Isis es la Señora de la
Magia. Además de esta propiedad Isis-Fortuna se constituirá como Señora
protectora de los navegantes y Dueña del Destino. La protección de la
navegación resulta del viaje realizado por Isis en busca del cuerpo de su
esposo-hermano Osiris esparcido por el mar por su hermano Seth y del poder
otorgado a Fortuna para controlar todos los movimientos y acontecimientos
naturales y humanos.
Dentro de los numerosos atributos que Isis lega a Fortuna
podemos destacar su vestimenta completada con el chal de flecos anudado ya
mencionado. En las representaciones de
Fortuna su mano derecha suele sujetar un timón de embarcación. El timón, la
proa de barco o la rueda, los tres atributos con la misma simbología, son de
origen romano, y mediante estos atributos la diosa rige los destinos humanos,
divinos y naturales, así como la dirección de los Estados o el destino de la
historia. Y este timón lo maneja según su voluntad. Además de protectora del
Destino, se convierte en diosa del mar y sus navegantes.
La popularidad del culto desembocó en una devoción doméstica
que condujo a la colocación en el lararium
de la domus, junto a las figuras de
otros dioses, de las denominadas pantheas,
efigies que aunaban en una sola los atributos iconográficos de varias entidades
divinas. Alguna de estas imágenes pantheas
aunaban no sólo las características iconográficas de Isis y de Fortuna, sino
que, además, y dada la desnudez de la figura, hacían también referencia a
Afrodita-Venus, divinidad asimilada igualmente con Isis.
La identificación con Afrodita vinculaba a Isis, de nuevo, con
Hathor quien, en el Egipto dinástico, estuvo relacionada con “el amor, la
alegría, la música, el sexo y la embriaguez; en sus fiestas se permitían los
placeres sensuales y corría el alcohol. Hombres y mujeres acudían a la diosa
para que ésta les otorgara fertilidad, remediara sus problemas de impotencia y
les concediera una deseada descendencia”. Se la representaba desnuda y con un tocado
alto y estilizado de plumas.
Isis-Afrodita, Museo Metropolitan, Nueva York |
Isis también se fusionó con Artemisa, la diosa griega de la Luna. Y como ella, Isis fue adorada como diosa de la magia y los sueños y como patrona de la fertilidad y maternidad. En su representación iconográfica aparece a menudo con cuernos de vaca, que recuerdan a las fases creciente y menguante y su influencia en las crecidas del Nilo y las cosechas.
La caracterización de la diosa como madre fue también propiciada por la pronta asimilación de Isis a la diosa egipcia Hathor, la diosa vaca nutricia, de cuyos símbolos Isis se apropió, incluidos los cuernos.
“Le iba a la zaga una vaca levantada en ancas; esa vaca, símbolo de la fecundidad, encarnaba a la diosa como madre universal; iba apoyada a la espalda de un santo sacerdote que la sostenía sin perder su hierática compostura”. (Apuleyo, El asno de oro, XI, 11)
Larario con figura de Isis como Luna y Harpócrates a caballo, Pompeya. |
"Avanzamos lentamente, hasta
llegar a la orilla del mar, en el mismo sitio donde mi cuerpo de asno había
pasado la noche anterior. Colocadas las imágenes de los dioses según establecen
los rituales, se acercó el pontífice a un navío, muy artísticamente construido
y decorados sus costados por maravillosas pinturas egipcias. Lo purificó lo más
devotamente posible con una antorcha encendida, con un huevo y azufre, y en
solemne oración le designó nombre y lo dedicó a la diosa. Sobre el feliz navío
flotaba una vela blanca con una inscripción del voto que se ofrecía a la diosa
para la prosperidad de la nueva campaña marítima. Poco después se elevó el
mástil, que era un pino entero perfectamente torneado, no menos brillante que
alto y con la cofa notablemente hermosa; en la popa brillaba un cisne de oro,
de ondulado cuello, y, toda la carena, hecha de limonero hermosamente tallado,
causaba suspensión y encanto. Pronto todos los concurrentes, los iniciados como
los profanos, presentaron a porfía esencias aromáticas y otras piadosas
ofrendas. Hicieron también libaciones, en el mar, de leche, hasta [que] el
momento en que el navío, abarrotado con toda la gente y con innumerables
objetos de devoción, levó anclas y con viento suave y propicio se lanzó en
plena mar. Cuando desapareció en el espacio como un punto apenas perceptible,
los portadores de las sagradas reliquias cargaron de nuevo con los emblemas que
antes llevaron y emprendieron, con el mismo ceremonial, el regreso al templo." (Apuleyo,
El asno de oro, XI, 16)
Una vez en el templo, se hacían imprecaciones en favor del
emperador, del senado, del orden ecuestre y de la totalidad del pueblo romano,
de los marineros y de sus naves y se daba lectura a la fórmula por la que se
declaraba abierta la temporada náutica. Los asistentes ofrecían entonces ramas,
coronas y otros exvotos, besaban la estatua de plata de la diosa y regresaban a
sus casas concluida la ceremonia.
El otro festival isíaco tenía lugar entre el 26 de octubre y
el 3 de noviembre y recibía el nombre de Isia.
Consistía en una representación dramática del mito de Osiris, en el cual Isis
buscaba de forma angustiosa a su esposo.
El culto a la diosa comenzaba al amanecer cuando se
realizaba las funciones de aseo de su estatua a la que se lavaba, perfumaba,
vestía y se le daba de comer con los alimentos dejados por sus seguidores,
aunque estos serían aprovechados por los propios sacerdotes. Apuleyo describe
el primer momento del día en el templo, que permanecía abierto hasta las
primeras horas de la tarde y alrededor del cual había siempre una multitud de
vendedores ofreciendo sus productos, comida, amuletos y objetos de artesanía.
"y [con] la dulce inquietud que
produce la esperanza de un dichoso amanecer esperé, según costumbre, que
abrieran el templo. Separados los blancos velos que cubrían la imagen augusta
de la diosa, nos prosternamos ante ella para hacer las oraciones. El pontífice
recorrió los diferentes altares, preparó el servicio divino con las oraciones
de rúbrica y derramó con un vaso sagrado el agua que escanció de una fuente
secreta. Terminadas estas ceremonias, empezaron las oraciones; los sacerdotes
anunciaron el alba y la saludaron con devociones matutinas." (Apuleyo, El
asno de oro, XI, 20)
En el interior del santuario había espacio para hospedar a
los devotos que pasaban un tiempo esperando una señal divina. Durante las
fiestas algunas devotas se encerraban allí para seguir los votos de guardar
castidad, lo que provocaba la queja de sus amantes, reflejada en la literatura
lírica, como en las Elegías de Propercio, donde Cintia, su amante, ha
consagrado a la deidad diez noches sin contacto carnal alguno, lo que enfurecía
al autor hasta el extremo de desear que perezcan los cultos nilóticos, un
anhelo que el lector puede captar en la obra sin dificultades.
"Ya vuelven de nuevo las fiestas de Isis, tristes para
nosotros: ya Cintia le ha consagrado diez noches.
¡Ojalá perezcan los ritos que desde el tibio Nilo
envió la hija de Ínaco a las mujeres de Roma!
La diosa que
tantas veces separó a enamorados tan apasionados, fuese cual fuese su advocación, fue siempre cruel." (Propercio,
II, 33a)
Isis, Museo Británico, Londres |
Ovidio habla de Isis,
en Amores, como excusa que dan las mujeres a sus amantes para mantenerles a
raya, negándoles el placer. Esta imposición debió resultar muy molesta a todos
aquellos que veían frustradas sus expectativas amatorias, sobre todo si el que
se veía afectado por el precepto de marras no era devoto de la diosa. Sin
embargo, este hecho contrasta con las acusaciones de adulterio, alcahuetería y
prostitución que también pesaban sobre las sacerdotisas y fieles de Isis.
"La imprudente Corina ha puesto
en peligro su vida, destruyendo con un abortivo el peso que abrumaba su
vientre. En verdad que merece mi cólera por exponerse a tanto riesgo sin mi
conocimiento; mas la cólera cede ante el temor. Sin duda, o habría concebido de
mí, o al menos así lo creo; acostumbro a dar por cierto aquello que es posible.
Isis, que habitas Paretonio y
las feraces tierras de Canopo, con Menfis y Faros ceñida de palmeras, y las
llanuras en que el rápido Nilo abandona su vasto lecho y por siete bocas
tributa sus aguas al mar, te ruego por tu sistro y por la veneranda cabeza de
Anubis, y así el pío Osiris acepte siempre gozoso tus sacrificios, la serpiente
aletargada se deslice con lentitud en torno de las ofrendas, y Apis, con sus
cuernos de oro, acompañe tu pompa, que vuelvas a esta parte tus miradas, y con
la salvación de Corina salves a dos, pues tú darás a ella la vida y ella a mí.
Con frecuencia la viste celebrar
sentada tus sacros festejos a la hora en que los sacerdotes Galos se ceñían de
laureles. Tú, que tanto compadeces en los difíciles meses de la gestación a las
madres que retardan el paso con el fruto de sus entrañas; compasiva Ilitia, ven
y oye favorable mis preces; es digna de contarse entre tus protegidas. Yo
mismo, vestido de blanco, quemaré el incienso en tus aras humeantes y
depositaré a tus pies las prometidas ofrendas, grabando estas palabras: «Ovidio
Nasón, por la salud de Corina.» Diosa inclínate a merecer tal inscripción y
tales ofrendas. Y tú, amada mía, si me es lícito aconsejarte, viéndote
sobresaltada de tanto temor, guárdate de repetir nuevamente lo que acabaste de
hacer." (Ovidio, Amores, I, 13)
Estela de Amarilis, Museo Arqueológico de Atenas, Foto de Giovanni Dall´Orto |
En el seno de las comunidades isíacas las mujeres podían
desenvolverse con un mayor grado de libertad que en la religión oficial, y
disponían además de la posibilidad de ocupar cargos de responsabilidad, algo
que les estaba prácticamente vetado en la vida pública, por lo que pudo haber
sido este un aliciente para la iniciación de las devotas, aunque, en ningún
momento, se puede hablar del culto a Isis como una religión matriarcal o
eminentemente femenina.
Hay una inscripción hecha por decreto municipal en Queronea dedicada
por Gnaeus Curtius Dexippos, archisacerdote de los Augustales y curator
civitatis, a la memoria y, según su testamento, de Flavia Lanica,
archisacerdotisa de Atenea Itonia y piadosa hierófora de Isis Taposeiris
(advocación asimilada a Deméter, la que siente pena por un ser querido). Los
hieróforos eran funcionarios de los templos encargados de servicios a los
dioses. Está fechada en la primera mitad del siglo III d. C.
Sacerdotisa de Isis, Museo del Louvre, París |
En una inscripción latina se puede leer la dedicatoria de un
hombre a su esposa y aunque no se menciona nada sobre el culto a Isis en su
estela funeraria se representan un sistro, un jarrón, y a los dioses Osiris y
Anubis-Hermes que identifican a la difunta como devota de la diosa Isis.
A los espíritus de los difuntos.
Lucius Plutius Hermes a Fabia Estratonice, hija de Quintus, la mejor y más
piadosa esposa. (AE 1988.368)
Estela funeraria de Flavia Estratonice |
Las placas de dedicantes nos permiten conocer de primera
mano cómo el fiel se dirigía a la divinidad, bien dándole las gracias por algún
favor concedido por la misma como suplicando a esta que le favorezca en una
causa determinada, algo que no deja de destacar el carácter eminentemente
pragmático que tenían las religiones en general (no solo la isíaca) en el mundo
romano. Se le regalaban joyas con las que adornar las estatuas.
(A la joven Isis, por mandato
del dios Netón. Fabia Fabiana, hija de Lucio, su abuela, en honor de su piadosa
nieta, Avita, entrega gustosamente un peso de plata de ciento doce libras y
media, dos onzas y media y cinco escrúpulos (para la estatua de la diosa).
Además, estos ornamentos: para la diadema, una perla excepcional y seis perlas
(de unio y margarita). Dos esmeraldas, siete cilindros, una gema de carbunclo,
otra de jacinto y dos gemas ceraunias. Para los pendientes de las orejas, dos
esmeraldas y dos margaritas; para el collar, una gargantilla de cuatro sartas
de treinta y seis perlas y dieciséis esmeraldas y dos más para el broche; para
las pulseras de los tobillos, dos esmeraldas y once cilindros; para el dedo
pequeño dos anillos de diamante; para el dedo siguiente (anular), un anillo
engarzado con mucha pedrería de esmeraldas y una margarita; para el dedo mayor
(corazón), un anillo con esmeralda; y para las sandalias, ocho cilindros)
Pedestal de la estatua de Isis, Guadix
Templo de Isis, Pompeya |
Muchos dedicaban parte de su fortuna a su culto o como en el
caso siguiente a reparar su templo tras ser destruido para tratar de ganarse su
favor.
Numerius Popidius Ampliatus era un liberto de Pompeya que
restauró a sus expensas el templo de Isis después de ser destruido por el
terremoto del año 62 d. C. Lo hizo en nombre de su hijo de seis años, Celsinus.
Por este acto su hijo fue elegido para el orden de los decuriones del
municipio, a pesar de no tener derecho por ser liberto. Pertenecer a este orden
era muy meritorio y se esperaba que sus miembros mostrasen su generosidad.
Numerius Popidius Celsinus, hijo
de Numerius, reconstruyó a sus expensas el Templo de Isis desde sus cimientos,
que se había derruido por un terremoto. Por su generosidad, a pesar de su edad,
seis años, los decuriones le nominaron para el orden sin ningún cargo. (CIL
X 846 = ILS 6367)
Sacerdotisa de Isis, Museo Arqueológico de Palermo |
En cuanto a la iniciación en los misterios del culto a la
diosa, estos no eran conocidos ni divulgados, pero mantenían en común con otras
religiones orientales la renuncia a ciertas cosas, como es el caso de practicar
la castidad para algunos seguidores, las mutilaciones y la promesa de guardar
el secreto de los ritos de iniciación. Apuleyo cuenta hasta donde puede como se
realiza este proceso.
“Oh, mi estimado Lucio, qué
felicidad, qué inefable dicha es la vuestra! La voluntad de nuestra augusta
diosa os es propicia, os ha juzgado digno de tan elevado ministerio. ¿Podéis
permanecer, ahora, inactivo y sin prisa alguna? Sí, he aquí el día tan
solicitado por vuestros votos, el día en que por orden soberana de la diosa,
mis manos van a daros entrada en las más sagradas profundidades del culto.» Y
poniendo su diestra sobre mí, el venerable anciano me condujo cuidadosamente a
la puerta del vasto templo. Con el ritual acostumbrado, abrió las puertas y
llevó a cabo el sacrificio matutino. Sacó luego del fondo del santuario unos
libros escritos en caracteres desconocidos, que contenían la fórmula de la
consagración. Aquí estaba lleno de imágenes, de animales de toda especie; allí
abreviaturas formadas con dibujos entrelazados, unos semejando una rueda, otros
un nudo y otros sarmientos de vid. La curiosidad de los profanos no podía
alcanzar su significado. Me leyó de estos libros los preparativos que yo debía
hacer para mi consagración.
Estad seguros que no tardamos,
entre yo y mis amigos, mucho rato, en proveernos de todo lo necesario, sin
regatear nada. Llegado el momento que el pontífice creyó favorable, me condujo
en compañía de todo el santo cortejo a los baños inmediatos al templo, y una
vez sumergido, como de costumbre, me purificó echando sobre mí agua clara y
pura, e implorando la protección divina. Estábamos ya a media tarde, cuando me
condujo al templo, a los mismos pies de la diosa. Me dio secretamente ciertas
instrucciones que no puedo revelar, y en seguida me recomendó en alta voz
frente a los congregados, que me abstuviera durante diez días consecutivos, a
partir de aquel instante, de todo alimento profano y de toda sensación sexual. Me
prohibió beber vino. Cumplí respetuosamente estas indicaciones con escrupulosa
exactitud. Llegó por fin el día de la divina promesa. Apuntaba ya el sol en
Oriente trayendo consigo el nuevo día, cuando, afluyendo de todas partes una
numerosa muchedumbre, vinieron todos, según antigua costumbre religiosa, a
rendirme homenaje. El pontífice mandó luego que se retirasen los profanos, y me
llevó de la mano al mismo santuario del templo. Yo vestía traje de lino... Tal
vez, lector curioso, vas a preguntarme ansioso lo que allí se dijo y lo que
allí pasó. Lo diría si posible fuese; lo sabríais si os fuera permitido
escucharlo.” (Apuleyo, El asno de oro, XI, 22-23)
Fresco del templo de Isis de Pompeya, Foto de Carole Raddato |
El culto a Serapis nace en Alejandría con la dinastía de los
Ptolomeos, que quieren otorgar a su reinado un nuevo dios que participe de las
creencias helenas, pero sin perjudicar los sentimientos egipcios. Se produce
entonces un proceso de sincretismo entre el dios egipcio Osiris con el dios
griego Hades, ambos dioses de ultratumba, pero que en su personificación
alejandrina gozará también de un carácter sanador como dios de la medicina. Se asimila también al todopoderoso Zeus. Como
dios tutelar de Alejandría adquiere la cualidad de un demon benéfico que será a menudo representado con forma de
serpiente. Acompaña con frecuencia a Isis en la devoción por el culto egipcio.
"¿Quién puede conocer, ¡oh Clea!, mejor que tú, que Osiris no es otro más que Dioniso, siendo tú la más eminente entre las Tíades de Delfos? ¡Tú, que fuiste por tu padre y tu madre consagrada a los Misterios de Osiris! Si se nos demandan pruebas, dejemos a un lado los misterios herméticos, y vayamos a las ceremonias que los sacerdotes practican abiertamente, el entierro del buey Apis, el traslado de su cuerpo sobre una almadía, no difieren en absoluto de las procesiones báquicas… De igual forma, se revisten con pieles de corzo, portan tirsos, profieren gritos, y se mueven y agitan como aquellos que están poseídos por Dioniso en sus orgías… De igual manera, todo aquello que se narra sobre los Titanes, las conmemoraciones nocturnas de las fiestas báquicas, es equivalente a lo que se narra de Osiris, su desmembramiento, su vuelta a la vida, y su renacer." (Plutarco, De Isis y Osiris, XXXV)
En la siguiente transcripción de una estela funeraria de una sacerdotisa se hace patente que estaba dedicada al servicio tanto de Serapis (Osiris) asimilado al dios Baco como de la diosa Isis.
“Aquí yace la reconocida sacerdotisa del dios Baco Ogygio y protectora del santuario de la diosa del Nilo, la modesta Alexandria, quien (conservaba todavía) la flor de la juventud; la envidiosa marca de las Parcas la llevó a Plutón.”
Bibliografía:
http://bloc.mabosch.info/wp-
content/uploads/2012/07/3.2.3.2%20CULTOS%20MISTERICOS%20Y%20CRISTIANISMO.pdf;
Cultos orientales y cultos mistéricos; Jaime Alvar y Clelia Martínez Maza
https://revistas.ucm.es/index.php/ILUR/article/viewFile/50411/46833;
Isis a través de los textos: el culto isíaco en la literatura grecolatina de
época altoimperial; Israel Santamaría Canales
http://pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont/descargas/documento4783.pdf;
EL CULTO ISIACO EN EL IMPERIO ROMANO. CULTOS DIARIOS Y RITUALES INICIÁTICOS:
ICONOGRAFÍA Y SIGNIFICADO; Mª AMPARO ARROYO DE LA FUENTE
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/653644.pdf;
LA RELIGION DE ISIS EN "LAS METAMORFOSIS" DE APULEYO; María Cruz
Marín Ceballos
www.academia.edu/3048586/Iconografía_de_las_divinidades_alejandrinas;
ICONOGRAFÍA DE LAS DIVINIDADES ALEJANDRINAS; Mª Amparo Arroyo de la Fuente
revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/viewFile/4453/4292;
Aspectos de la «Fortuna Privata»: Culto individual y doméstico. Popularización
del culto como protección mágica; MARTA BAILÓN GARCÍA
http://www.scielo.org.ar/pdf/argos/v34n1/v34n1a05.pdf;
LA DEVOCIÓN A ISIS ENTRE LAS MUJERES: UNA PERSPECTIVA EPIGRÁFICA; GABRIELA
MABEL PORTANTIER
http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/72990/1/Comentario_sobre_el_libro_XI_de_las_meta.pdf;
COMENTARIO SOBRE EL LIBRO XI DE LAS METAMORFOSIS DE APULEYO; M.J. Hidalgo de la
Vega
https://www.academia.edu/23843064/Expansión_y_difusión_del_culto_isiaco_en_el_Imperio_romano;
Expansión y difusión del culto isíaco en el imperio romano; Israel Santamaría
Canales
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/119148.pdf; Isis y Sarapis: Difusión de su culto en el mundo grecorromano; Mercedes López Salváhttps://www.academia.edu/9726634/Veneración_a_Isis_en_Hispania_-_La_Península_ Ibérica_como_receptora_de_los_cultos_egipcios; VENERACIÓN A ISIS EN HISPANIA. LA PENÍNSULA IBÉRICA COMO RECEPTORA DE LOS CULTOS EGIPCIOS; Cristina Marcos Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario