martes, 13 de septiembre de 2022

Cubiculum, dormitorio en la antigua Roma

Agripina con las cenizas de Germánico, pintura de Alma-Tadema

Cubiculum es la palabra más frecuentemente utilizada para denominar la habitación de una domus romana en la que sus moradores dormían. En un principio, por las características de su uso privado, no se consideraba una estancia importante de la casa, por lo que se ubicaba en un lugar apartado, sin apenas espacio, sin decoración, ni iluminación natural. Cuando las casas incorporaron el peristilo central, el cubiculum nocturno pasó a tener mayor importancia en la distribución espacial de la domus.

"Nació el tercer día antes de las calendas de enero del año que se hizo famoso por el asesinato de Gayo (Calígula), en una humilde morada cerca del Septizonio, en una habitación sumamente pequeña y oscura, pues todavía se conserva y se muestra al público." (Suetonio, Tito, 1)

Lecho del lupanar de Pompeya

Según la división que hace Vitruvio de las estancias de una casa, estas pertenecían a las zonas públicas, donde no se necesitaba permiso para entrar, como el vestibulum, el atrium y el peristylum, o a las privadas, donde no se permitía el acceso libre a cualquiera, como el balneum, el triclinium o el dicho cubiculum.

Las estancias para los esclavos, más humildes, parecen haberse denominado cellae.

"Rodeando los pórticos encontramos unos triclinios más corrientes, los dormitorios (cubicula) y las habitaciones de los esclavos (cellae familiaricae)." (Vitruvio, De Arquitectura, VI,7, 2)

Recreación de cubiculum, Expo 30 años de la villa de Carranque, Foto Samuel López

Para un término más amplio que cubiculum, se utilizaba la palabra conclave, como aposento en el que descansar tras un viaje, reposar de una enfermedad, o sala para alumbramientos.

"Pues ¿para qué voy yo a recordar al rey Deyótaro, nuestro huésped, un hombre sumamente ilustre y excelente, que nunca emprende cosa alguna sin contar con los auspicios? Una vez, advertido éste por el vuelo de un águila, suspendió un viaje que ya estaba previsto y dispuesto, y la habitación en la que precisamente se habría alojado, caso de proseguir su marcha, se derrumbó durante la noche siguiente." (Cicerón, De Adivinación, I, 15, 26)

Cubiculum, Arbeia Fort, South Shields, Inglaterra. Foto Paul Docherty

En ocasiones el ocupante del dormitorio recibía a personas ajenas a su casa en él, en vez de en el atrio u otra zona pública de la vivienda con el fin de tratar sobre algún negocio. No se veía bien si los negocios tenían carácter público, pero sí era bien visto si se trataba de asuntos privados.

"Su crueldad era no solo grande, sino también sutil e imprevista. La víspera del día en que crucificó a su tesorero, le hizo venir a su habitación, le obligó a sentarse en el lecho a su lado, y le despidió sin que el susodicho sintiera el menor recelo ni inquietud; incluso se dignó enviarle una parte de su cena." (Suetonio, Calígula, 11, 1)

Pintura de Alma-Tadema

El dormitorio romano estaba diseñado de forma que se pudiera disfrutar de tranquilidad y privacidad. El cubiculum en ocasiones se veía como un lugar en el que mantener el secretismo de una acción, para lo que se hacía imprescindible cerrar la puerta con llave.

"Ella recobró así su buen humor y dijo: «Por favor, ante todo, déjame cerrar bien la puerta de la habitación: si alguna de mis palabras filtrara al exterior, me sentiría culpable de una profanación y un gran escándalo». Al mismo tiempo echó el pestillo, enganchó sólidamente la barra y volvió a mi lado." (Apuleyo, Las Metamorfosis, III, 15, 1)

Pareja besándose, cubiculum, Palazzo Massimo, Roma

Las grandes villas donde la gran cantidad de esclavos hace suponer que habría gran alboroto a ciertas horas del día tendrían cubicula en áreas de las casas lo suficientemente apartadas para que las horas de descanso o trabajo de los dueños no se vieran perturbadas.

"Unido a este gabinete hay un dormitorio para el descanso nocturno, que ni las voces de mis esclavos, ni el murmullo del mar, ni el estruendo de las tormentas ni el fulgor de los relámpagos, ni siquiera la luz del día, pueden penetrar, a no ser que las ventanas estén abiertas. La razón de este profundo y tranquilo retiro se debe a la existencia de un corredor que, situado entre la pared del gabinete y el muro del jardín, hace que todos los ruidos se pierdan en el espacio vacío." (Plinio, Epístolas, II, 17, 22)

Los cubicula serían habitaciones, que, en caso de las casas grandes, se ubicarían en lugares retirados de los espacios donde podía haber más ruido. Las actividades diarias podrían continuar sin temor a despertar a los que aún dormían.

"Cuando te arreglas tú también, pensemos los demás que estás durmiendo: más hermosa te veremos después del último retoque. ¿Por qué tengo yo que saber la causa de la blancura de tu cara? Cierra la puerta de la alcoba: ¿por qué exhibes una obra sin acabar? Bueno es que los hombres ignoren todo esto, pues una gran parte de ello desagradaría, si no se ocultara convenientemente." (Ovidio, Arte de Amar, III, 223)

Pintura de Alfonso Salvini

El cubiculum sería también el lugar donde vestirse y quitarse la ropa a la hora de dormir.

"No dejó nunca de tener preparados dentro de su habitación un traje de calle y unos zapatos para los casos imprevistos." (Suetonio, Augusto, 73)

En la privacidad del cubiculum, sería costumbre comportarse de manera relajada y alejada de los convencionalismos sociales, por lo que los ciudadanos que podían permitirse ocupar su propio cubículo en la casa vestirían ahí de manera informal.

"Por este motivo, apenas pasado un mes sin tener en cuenta el día ni la hora y ya al atardecer, los soldados le sacaron de improviso de su habitación tal como estaba, en ropa de andar por casa, le saludaron como emperador y lo pasearon por las calles más concurridas." (Suetonio, Vitelio, 8, 2)

El cubiculum aparece ligado al triclinium cuando alguien se quedaba dormido en el lecho triclinar por haber bebido en exceso habitualmente y debía ser llevado a su dormitorio.

"Ofrecía además con mucha frecuencia luchas de gladiadores durante los banquetes, prolongando las comidas hasta el anochecer y quedándose dormido en el diván donde había comido, hasta que se lo llevaban envuelto en los cobertores a su dormitorio." (Historia Augusta, Lucio Vero, 4, 8)

Escena pompeyana, pintura de Alma-Tadema

Sin embargo, esta no es la única actividad que se desarrollaba en tal habitáculo, porque allí tendrían lugar también las relaciones sexuales entre esposo y esposa o las relaciones sexuales extramatrimoniales. En la literatura se evidencia que la consumación del matrimonio no se completaba hasta que la esposa entraba en el dormitorio del esposo.


“Luego que, bajo los techos del tálamo, hechos de piedra pómez, entran, disfrutan por fin de lícita plática. Juntos unen sus diestras y se ponen en la cama. Mas Citerea a nuevas acciones y Juno, que preside los himeneos, incitan y aconsejan emprender desconocidos combates.
Él, entonces, con abrazo tierno la acaricia,
y de pronto recibe la llama natural y el lecho conyugal:
«Oh doncella, rostro nuevo para mí, gratísima esposa,
por fin llegaste, mi único y ya retardado placer.”
(Ausonio, Centón nupcial, 7)

Escena del cubiculum, Villa Farnesina, Museo Arqueológico Nacional, Roma

Los esposos que compartían un vínculo emocional compartirían el dormitorio, aunque entre las élites que disponían de grandes viviendas con muchas habitaciones se podía dar el caso de que cada uno de los esposos dispusiese de su propia estancia para descansar y dormir, a pesar de existir entre ellos un amor sincero.

"No podrías creer cuanto te echo de menos. El motivo es en primer lugar el amor que te tengo, y en segundo, que no tenemos costumbre de estar separados. Esta es la razón por la que paso en vela la mayor parte de las noches con tu imagen en mi mente; y por la que, en pleno día, en las horas que solía pasar a tu lado, mis pies me llevan ellos solitos (como se dice con gran verdad) a tus aposentos; y por la que, finalmente, me alejo triste y afligido, como el amante al que le han dado con la puerta en las narices." (Plinio, Epístolas, VII, 5, 1)

El pudor sexual en la alcoba matrimonial recaía siempre en la mujer a la que se le impedía tener la iniciativa en el acercamiento sexual, algo que se consideraba socialmente inadmisible y que es ampliamente criticado.

"Sin guardar, Lesbia, y abiertas siempre tus puertas, pecas y no ocultas tus devaneos y te causa más placer un mirón que un adúltero y no te son gratos los goces, si se quedan ocultos algunos". (Marcial, Epigramas, I, 34)

Escena del cubiculum, Villa Farnesina, Museo Arqueológico Nacional, Roma

Los poetas a veces usaban la palabra griega thalamus para designar la alcoba matrimonial.

"A nuestras uniones les convienen las alcobas y una puerta, y nuestras partes vergonzosas se ocultan debajo del vestido que las cubre." (Ovidio, Arte de Amar, II, 617)

Los enfermos y personas convalecientes descansaban en los lechos de sus aposentos y era costumbre recibir a familiares, amigos, allegados que se acercaban a interesarse por su salud.

"Recuerdo que en cierta ocasión Celsino Julio el númida y yo fuimos a visitar a Cornelio Frontón, que padecía un doloroso ataque de gota. Y, nada más ser introducidos, lo encontramos recostado en una tumbona griega y a su alrededor, sentados, muchos hombres célebres por su sabiduría, por su linaje o por su fortuna." (Aulo Gelio, Noches Áticas, XIX, 10)

Severo y Caracalla,  pintura de Jean Baptiste Greuze

El cubiculum se convierte también en cámara fúnebre ya que el difunto moriría en su propio lecho o sería dispuesto en él tras su fallecimiento en otro lugar. Allí sería lavado y preparado el cuerpo para su entierro antes de ser posiblemente trasladado a otra estancia para ser velado por familiares y amigos.

Muerte de Lucano,  pintura de José Garnelo, Museo del Prado

Quintiliano recomienda el cubiculum como lugar en el que escribir durante la noche a la luz de una lámpara con vistas a lograr una mayor concentración en el trabajo. Dicha actividad, propia de individuos pertenecientes se denominaba lucubratio.

"Y por lo tanto los que trabajan por la noche han de estar como encubiertos con el silencio de ella, encerrados en una habitación y con una sola luz." (Quintiliano, Instituciones Oratorias, X, 3, 5)

La luz artificial de antorchas, velas y lámparas de aceite permitían prolongar actividades cotidianas hasta bien entrada la noche, por lo que se aprovechaba para leer y escribir.

"No en vano, si hubieran podido hablar las lámparas que permanecían encendidas durante la noche mientras trabajaba, hubieran demostrado que había una gran diferencia entre este príncipe y los demás, pues ellas sabían que Juliano no cedía ni siquiera ante las exigencias de las necesidades corporales." (Amiano Marcelino, Historia, 25.4.6)


El dormitorio era también el lugar donde se producirían los partos ya que era donde yacía la madre en su lecho esperando el momento.

"El día en que nació, su padre, que era entonces procurador del gran tesoro, inspeccionó unas ropas de púrpura y ordenó que llevaran las que consideró más brillantes a la habitación donde nació Diadumeno dos horas después." (Historia Augusta, Diadumeno)

La calidad del sueño podía verse afectada por el entorno el que se ubicaba el dormitorio, el clima, la luz y los ruidos. Como en las ciudades el ruido nocturno dificultaba el sueño, los ricos propietarios salían de la ciudad siempre que podían, mientras que los más humildes que habitaban pequeños apartamentos en edificios de varios pisos (insula) debían soportar los ruidos provenientes de sus vecinos o del bullicio callejero.

"En Roma mueren muchos, enfermos de pasar las noches en vela (aunque la indisposición misma la ha generado el alimento sin digerir, que se asienta en el estómago y da ardores). Pues, ¿qué apartamento alquilado permite el sueño? En la ciudad se duerme a costa de mucho dinero.
De ahí el origen del mal. El tráfico de carros por el trazado angosto de las calles y las maldiciones a la recua atascada quitarían el sueño a Claudio y a los novillos marinos."
(Juvenal, Sátiras, III, 232)



Aunque los dormitorios en la domus romana tendían a ser oscuros se orientaban de tal manera que se pudiera aprovechar la luz diurna, aunque muchos no tenían ni siquiera ventanas.

"Te obedezco, mi querido colega, y me ocupo de la debilidad de mis ojos, como me ordenas… He dejado en penumbra los aposentos, colocando cortinas en las ventanas, pero no a oscuras." (Plinio, Epístolas, VII, 21)

Cubiculum, Arbeia Fort, South Shields, Inglaterra. Foto de Paul Docherty

Los cambios de estación se tenían en cuenta a la hora del diseño de las villas por lo que sus residentes podían disponer de habitaciones para invierno, incluidos sistemas de calefacción, o de verano, donde la orientación permitiría que el dormitorio no recibiese tanto calor, aunque siempre quedaba el recurso de mantener abiertas las ventanas, dormir en otro lugar y ser abanicado por los esclavos.

“En verano dormía con las puertas de la alcoba abiertas y a menudo en el peristilo junto a un surtidor, e incluso haciéndose abanicar por alguien.” (Suetonio, Augusto, 82)

Catulo leyendo sus poemas, pintura de Alma-Tadema

El frío podía ser un elemento no deseado que evitaba la comodidad a la hora del descanso nocturno.

"¿Duermes, me preguntas, durante toda la noche, con lo larga que es? Realmente puedo hacerlo, porque soy de mucho dormir. Pero hace tanto frío en mi habitación que apenas puedo sacar la mano fuera." (Frontón, Epístolas, 14)

También podía darse el caso de que el ocupante del cubiculum para dormir estuviese tan acostumbrado que no se trasladase a otro con mejores condiciones al cambiar la estación, algo que no todos podían hacer, ya que los más humildes habitaban en viviendas con una sola estancia.

"Durante más de cuarenta años ocupó el mismo dormitorio tanto en invierno como en verano, aunque sabía por experiencia que Roma en invierno era poco recomendable para su salud y a pesar de que siempre pasaba en ella esta estación." (Suetonio, Augusto)

Cubiculum, Arbeia Fort, South Shields, Inglaterra, Foto Paul Docherty

En las casas donde había un gran número de esclavos el señor podía permitirse el lujo de tener a su servicio un cubicularius, siervo de confianza, al que se le permitía el acceso a la alcoba para realizar sus labores y que se convertía en depositario de todas las intimidades de su dueño. Entre sus tareas destaca ayudar a vestir y desvestir a su señor, preparar su lecho, disponer sus elementos de aseo, despertarle a la hora requerida y velar su sueño sin hacer ruido.

-"Chico, ven recoge todas estas cosas y ponlas en su sitio.
-Haz la cama con cuidado.
-Ya la hemos hecho.
-Y, ¿por eso está tan dura?
-La sacudimos bien y arreglamos la almohada.
-Pero, dado que lo hicisteis de forma indolente, que nadie pase la noche fuera o haga el tonto. Si oigo la voz de alguien no le perdonaré. Id a acostaros, dormid, y despertadme con el canto del gallo para que pueda salir corriendo."
(Colloquia Monacensia-Einsidlensia, 12)


Ilustración de cubiculum

Lo más probable es que tal esclavo durmiese junto a la puerta de acceso al dormitorio del amo, y, quizás en algún caso, dentro del propio cubiculum.

"Hay alguna evidencia de que el cubicularius dormía en el mismo cubiculum que el señor, por lo que era responsable de lo que ocurriera a su amo durante la noche. El oficial, Trebius Germanus, ordenó que se infligiera un castigo a un esclavo que no había llegado a la pubertad, porque el chico casi había alcanzado tal edad; y no le faltaba razón, porque además estaba durmiendo a los pies de su dueño cuando mataron a este, y no dijo que había sido asesinado después." (Digesto, XXIX, 5, 6, 14)

La posibilidad de los esclavos a la hora de tener un lugar propio para dormir en la casa se veía condicionada por el número de ellos o por la afabilidad del dueño hacia la servidumbre. Algunos debían buscar un sitio sobre el suelo en la cocina o compartir un dormitorio, o incluso cama, con otros.

“Tengo un liberto que es hombre de cierta cultura. Cuando reposaba con su hermano menor en el mismo lecho, le pareció ver a alguien sentado en su lecho y que acercaba unas tijeras a su cabeza, y que incluso le cortaba algunos cabellos de la parte alta del cráneo. Cuando llegó el día, se encontró con la coronilla rapada y sus cabellos esparcidos por el suelo. Poco tiempo después otro hecho semejante confirmo el primero. Un joven esclavo estaba durmiendo junto con otros en el dormitorio a ellos reservado. Entraron por la ventana (así lo cuenta) vestidos con unas túnicas blancas dos hombres y cortaron los cabellos al muchacho mientras dormía, y se marcharon por donde habían venido.” (Plinio, Epístolas, VII, 27, 13)

Cubiculum, Arbeia Fort, South Shields, Inglaterra. Foto de Paul Docherty

Los niños, mientras eran pequeños, dormirían en cunas junto a sus padres o nodrizas, en casos de familias ricas o acomodadas, pero, es posible que solo los niños más crecidos o los jóvenes pertenecientes a las élites disfrutasen de un dormitorio propio.

"Había encargado después que se hicieran dos estatuas de la Fortuna real que suele acompañar a los emperadores y que suele colocarse en las estancias de éstos, con el fin de dejar a cada uno de sus hijos la imagen de una divinidad tan venerable; pero, viendo que le apremiaba la hora de la muerte, ordenó, según dicen, que colocaran dicha Fortuna en la habitación de los dos emperadores en días alternos." (Historia Augusta, Severo, 23, 5)

Pintura de Guglielmo Zocchi

En las casas grandes se podían alojar a invitados que tenían un espacio reservado (hospitium). Familiares y amigos disponían de sus propios dormitorios cuando llegaban a la domus buscando protección o cuando se trasladaban en viajes.

"Por la protección de Mercurio, he hecho edificar este palacio. Antes, como sabéis, no era más que una choza y ahora es un templo: tiene cuatro comedores, veinte dormitorios, dos pórticos de mármol; y en el piso superior otro departamento, la cámara en que yo duermo, la de esta serpiente, y además una bonita habitación para el conserje y cien dormitorios para los amigos." (Petronio, Satiricón, LXXVII)

Por el carácter supersticioso del pueblo romano el momento del sueño nocturno provocaba temor lo que llevaba a recurrir a la protección de dioses guardianes (lares cubiculares) que eran venerados en los lararios particulares, algunos ubicados en el dormitorio mismo.

"El niño que se hallaba, como de costumbre, al cuidado de los Lares de su habitación fue testigo del asesinato; y contaba que Domiciano, nada más recibir la primera herida, le ordenó alcanzarle el puñal que tenía escondido bajo la almohada y llamar a sus sirvientes." (Suetonio, Domiciano, 17, 2)



Al igual que en el resto de la casa el mobiliario de un cubiculum nocturno era escaso, un lecho, un arcón para la ropa, una mesita, una lámpara, un brasero, una silla y posiblemente un orinal.

"De tu gozoso lecho lámpara confidente, aunque hagas todo lo que te apetezca, callaré." (Marcial, Epigramas, XIV, 39)

Los adornos y las obras de arte no solían decorar los dormitorios y cuando lo hacían parece ser que era una costumbre criticada y poco apreciada.

"Colocó las coronas sagradas en sus habitaciones, en torno a los lechos, al igual que unas estatuas que lo representaban vestido de citaredo, e hizo incluso batir una moneda con este cuño." (Suetonio, Nerón, 25)

Con el tiempo el lujo se extendió y las estancias tanto públicas como privadas se fueron llenando con pinturas con diversas escenas en las paredes y con mosaicos en blanco y negro o de colores como pavimento. 

Imagen computerizada del cubiculum, Villa de Publius Fannius Synistor,
Museo Metropolitan de Nueva York

Entre las élites y los nuevos ricos se fue imponiendo la moda de decorar los dormitorios con frescos y mosaicos con temas relativos a la mitología y a veces con iconografía abiertamente erótica.

"Por este motivo, cuando le legaron un cuadro de Parrasio en el que se veía a Atalanta complaciendo con la boca a Meleagro, dándole opción a recibir en su lugar un millón de sestercios si el tema le disgustaba, no solo prefirió el cuadro, sino que lo hizo incluso colgar en su alcoba." (Suetonio, Tiberio, 44, 2)

Mosaico de las Metamorfosis del cubiculum de la villa de Materno, Carranque, Toledo

Sin embargo, es posible que en la decoración se incluyese retratos de seres queridos o vinculados al ocupante del cubiculum nocturno.

“Germánico tuvo por esposa a Agripina, hija de Marco Agripa y de Julia, que le dio nueve hijos; dos de ellos murieron en su más tierna infancia, y un tercero cuando se estaba ya convirtiendo en un niño de notable encanto. Livia consagró una imagen suya, en la que aparecía caracterizado de Cupido, en el templo de Venus Capitolina, y Augusto colocó otra en su dormitorio, que besaba cada vez que entraba en él”. (Suetonio, Calígula, 7)



A pesar de que los ciudadanos romanos procuraban mantener la seguridad de sus viviendas y en particular la de sus habitaciones privadas, las intrusiones e, incluso, los asesinatos tenían lugar en las estancias particulares bien durante la noche o a plena luz del día. También los suicidios tenían lugar en la privacidad de los aposentos privados.

“Dejando la puerta de su habitación abierta hasta una hora avanzada, permitió que pasaran a verle todos aquellos que quisieran. Luego, tras haber calmado su sed con unos tragos de agua helada, cogió dos puñales y, después de haber comprobado su punta, escondió uno de ellos bajo su almohada, cerró las puertas y durmió con un sueño muy profundo. Cuando al fin se despertó hacia el amanecer, se atravesó el pecho de una sola puñalada por debajo de la tetilla izquierda, y, ora ocultando, ora descubriendo su herida a las personas que irrumpieron en el dormitorio a su primer gemido, expiró a los treinta y ocho años de edad y en el nonagésimo quinto día de su imperio, siendo enterrado rápidamente, pues así lo había dispuesto.” (Suetonio, Otón, 11, 2)

Ilustración Livia y Augusto

En los dormitorios más comunes se han encontrado lechos empotrados en hornacinas de las paredes, que podían cerrarse con cortinas o tabiques plegables. El aislamiento de la habitación se conseguía con cortinas o puertas de madera.

Cubiculum, ilustración Peter Conelly



Bibliografía

A Bedroom of One’s Own; Laura Nissinen
Cubicula diurna, nocturna – revisiting Roman cubicula and sleeping arrangements; Laura Nissinen
Nocturnal Writers in Imperial Rome: The Culture of Lucubratio, James Ker
“Public” and “private” in Roman culture: the case of the cubiculum, Andrew M. Riggsby
Sleeping Culture in Roman Literary Sources, Laura Nissin
Roman Sleep: Sleeping areas and sleeping arrangements in the Roman house, Laura Nissin
La casa romana, Pedro Ángel Fernández Vega