Calzado romano, Museos Capitolinos, foto Samuel López |
El calzado
es una de las prendas de vestir que más ha variado desde que existe el
hombre. A pesar de ser un elemento
funcional para proteger al pie, los artesanos zapateros han evidenciado, a lo
largo de la historia, su destreza en la confección de artículos, no exentos de
lujo y ornamento según los cambios en la moda.
“Porque
el uso de zapatos es en parte para cubrir los pies, en parte como protección en
caso de tropiezos, y para aislar la planta del pie de la dureza del camino.” (Clemente, El Pedagogo, II, 12)
Los romanos
a diferencia de los griegos no encontraban agradable ir descalzos, ni siquiera
en casa, a pesar de que en la época más antigua lo hicieron y posteriormente
era símbolo de sencillez.
“Es, realmente, un
excelente ejercicio marchar con los pies descalzos, tanto para la salud, como
para alcanzar un buen temple de alma y cuerpo, a excepción de cuando alguna
necesidad lo impida.” (Clemente, El Pedagogo, II, 12)
“El vehículo en el que me he acomodado es rústico; andando las mulas dan prueba de que viven; el mulero va descalzo, pero no a causa del calor”. (Séneca Epístolas, 87)
Sandalias, romanas, Museos Capitolinos, Roma |
Desde el
principio, el calzado romano de uso común se caracterizó por fijarse siempre al
tobillo, pero dentro de esos rasgos generales hubo una gran variedad de tipos,
desde botas y zapatos hasta sandalias de toda clase. La mayoría fueron
adaptaciones de los calzados utilizados por etruscos y griegos, aunque los
romanos terminaron por apropiárselos y convertirlos en una de sus señas de
identidad.
“Sin embargo utilizó como pretexto el cuidado de la
provincia; abriendo los silos alivió los precios del grano, y siguió una
conducta muy del agrado del pueblo: iba sin escolta militar, calzado solamente
con sandalias, y con un atuendo similar al de los griegos, imitando a Escipión,
de quien se cuenta que hacía lo mismo en Sicilia en plena guerra púnica.”
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Perfumeros de terracota en forma de sandalia y crépida griegas, Museo Británico |
Pero ya durante
el Imperio la moda de las sandalias griegas se difundió ampliamente; Tiberio,
Germánico y Calígula se presentaban en público con sandalias, e incluso
aparecían representados con ellas en las esculturas. Algunos de los patricios
más elegantes hasta adornaban con joyas las correas de sus sandalias.
“Llevaba gemas incluso en los zapatos, y
además decoradas con grabados de artistas famosos, lo que provocaba la hilaridad general.” (Historia Augusta, Heliogábalo, 23,
4)
Algunos
autores criticaron el uso del excesivo lujo en la decoración de los zapatos y
defendieron su uso únicamente como protección
para el pie:
“Pero si no se está de viaje, y no se puede
aguantar ir descalzo, se puede usar zapatillas o sandalias; pies polvorientos
las llamaron los áticos, por acercar los pies al polvo, creo yo.” (Clemente, El Pedagogo, II, 12)
Los
artistas solían representar las clases altas en la escultura, y muchas imágenes
muestran los pies descalzos para indicar divinidad, santidad religiosa, piedad o la categoría de héroe. Ir descalzo también indicaba prisa, pena,
distracción de mente, o cualquier emoción violenta. A los funerales se asistía
a veces con los pies descalzos, como describe Suetonio en el funeral de
Augusto:
“Los más distinguidos del orden ecuestre, descalzos y vistiendo sencillas túnicas, recogieron sus cenizas.” (Suetonio, Augusto, 100).
Los adeptos a Isis y Cibeles asistían a los cultos también descalzos. En caso de sequía se celebraba una procesión, llamada Nudipedalia, en la que los participantes iban descalzos para pedir a los dioses.
“Los más distinguidos del orden ecuestre, descalzos y vistiendo sencillas túnicas, recogieron sus cenizas.” (Suetonio, Augusto, 100).
Los adeptos a Isis y Cibeles asistían a los cultos también descalzos. En caso de sequía se celebraba una procesión, llamada Nudipedalia, en la que los participantes iban descalzos para pedir a los dioses.
Varias
leyes suntuarias normalizaron el uso de determinados zapatos para diferentes
ocasiones, según el rango, profesión e incluso edad de las personas. Se decía
que un extranjero versado en la tradición romana podía averiguar el status
social, económico y profesional de los ciudadanos por el calzado que llevaban. Los
senadores, caballeros, sacerdotes, actores en escena, soldados, ciudadanos y no
ciudadanos todos llevaban trajes y calzado distintivos, apropiados a sus
papeles en la vida.
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Calzado romano, Museo Vindolanda, Gran Bretaña |
La población civil dependía del cuero para el calzado, y el comercio de pieles era parte importante del comercio en la antigüedad. Las pieles de cabras, ovejas, vacas y bueyes se raspaban y curtían impregnándolas con un líquido hecho de corteza de árbol, agallas, sales minerales o alguna forma de tanino. La mayoría de la gente llevaba zapatos de color natural, pero los que podían permitírselo llevaban calzado hecho de caras pieles teñidas de negro, rojo u otros colores. El negro se producía usando atramentum sutorium, un tinte compuesto de sulfato de cobre.
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Calzado romano, Museo Hunterian, Escocia |
El
emperador Aureliano que se vanagloriaba de modales austeros “prohibió a todos los hombres el uso de los calcei rojos, amarillos y blancos o de
un verde color de hiedra, pero los toleró para las mujeres” (Historia
Augusta, Aureliano 49, 7)
Otros
colores – blanco, oro y púrpura – aparecen en el Edicto de Precios de
Diocleciano, a principios del siglo IV d. C.
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Pintura de Alma-Tadema |
Llevar un buen
calzado era al igual que lucir una toga impoluta un signo de distinción. Un
zapato roto o descosido indicaba pobreza o desaliño.
Juvenal,
por ejemplo, se refería en una sátira a cierto pobre hombre con sus atuendo
desgastado: “¿Qué decir cuando este mismo a todos da motivo y temas
para chistes si su túnica está sucia y rota, si su toga está asquerosilla y uno
de sus zapatos se entreabre con el cuero rajado o en recosida llaga más de una
cicatriz deja ver el lino entero y nuevo?” (Sátira, 3)
Y Marcial dedica
un epigrama a un caballero que de una posición de riqueza había caído en la
pobreza:
«Después de ello tu toga está mucho más sucia, tu manto es peor, tu calzado es de cuero remendado tres o cuatro veces».
«Después de ello tu toga está mucho más sucia, tu manto es peor, tu calzado es de cuero remendado tres o cuatro veces».
Los griegos y romanos que
llevaban zapatos, incluyendo generalmente a todas las personas, excepto
jóvenes, esclavos y ascéticos tenían inclinación por seguir la moda del
calzado. Hay multitud de zapatos, cuyo nombre proviene de las personas o los lugares
que los pusieron de moda: zapatos de
Alcibíades, de Persia, de Laconia, de Creta, Milesio y Ateniense.
“Hay
que mandar a paseo, pues, los vanos artificios cargados de oro y de piedras
preciosas de las sandalias, así como los zapatos de Atenas o de Sición y los
coturnos de Persia o de Tiro, y, proponiéndonos, como es costumbre nuestra, una
justa meta, debemos elegir lo que es conforme a la naturaleza.” (Clemente, El Pedagogo, II)
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Sandalia de Sulpicia Lepidina, Vindolanda, Gran Bretaña |
Babilonica hypodemata eran sandalias elegantes
procedentes de Babilonia de piel de excelente calidad. Se consideraban un lujo
y la llevaban tanto los hombres como las mujeres. Las baucides eran un caro
calzado de color azafrán, especialmente popular entre las cortesanas. Algunas
llevaban suelo de corcho para aumentar la altura.
Las phaecasia eran unos zapatos llevados por
los sacerdotes en Atenas y que se hacían de cuero blanco y cubrían todo el pie.
“y
lucía unas ajorcas en espiral en sus tobillos y escarpines (phaecasia) de
piel con bordes de oro.” (Petronio, Satiricón, 67)
Una
referencia del siglo IV d. C. menciona un gremio de curtidores, un gremio de
trescientos zapateros, y fabricantes de botas claveteadas (caligarii), además de fabricantes de crepidae (crepidarii).
En líneas
generales, en Roma existieron tres tipos de calzado: las sandalias, los zapatos
y las botas. Las primeras fueron adoptadas por los romanos del mundo griego.
Llamadas en latín soleae, consistían
en una simple suela de cuero unida al pie por suaves lazos o cordones, también
fabricados en cuero. La forma de estos cordones podía variar, pero como norma
general la mayor parte del pie permanecía descubierta. El espesor de la
sandalia variaba en función de las condiciones climáticas, siendo muy
frecuentes las sandalias reforzadas y acolchadas en los ambientes más fríos.
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Pintura de Alma-Tadema |
Las
sandalias eran, sin lugar a dudas, un calzado cómodo, ideal para estar en casa.
Pero estaba mal visto llevarlas en público. Los romanos celosos de las
tradiciones nacionales consideraban que era un ejemplo de la corruptora
influencia griega, un signo de informalidad (como hoy lo sería salir a la calle
con pantuflas) o de pérdida de estatus, pues llevar descubierto el empeine se
parecía mucho a ir descalzo, algo que era propio de los esclavos. Otros decían
que era un calzado propio de enfermos y viejos.
Cada
civilización de la cuenca mediterránea hacía sandalias con los materiales que
se encontraban localmente. Por ejemplo en Egipto se hacían con hoja de palma o
incluso papiro.
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Sandalia época romana, Museo Británico |
Pinturas,
mosaicos y esculturas representan las variedades de sandalias comunes en
Italia, en todos los periodos de la república e imperio romanos.
Desde el
siglo I al III d.C. hubo primero una suela de sandalia con forma natural para
hombres, mujeres y niños. En el siglo II aparecieron estilos masculinos y
femeninos divergentes, haciéndose la de mujer más estrecha y apuntada, y la de
hombre más ancha y chata.
“Nuestra
mirada no se detuvo tanto en los efebos – aunque merecían la pena – cuanto en
el paterfamilias, que calzaba sandalias (soleatus)
y practicaba el juego con pelotas verdes.”
(Petronio, Satiricón, 27)
Algunas
suelas llevaban el sello del fabricante o del curtidor, y se decoraba la parte
interior. Muchas se claveteaban, dado que los romanos pensaban que lo que era
bueno para los soldados a la hora de conservar el zapato del uso también era
bueno para los civiles.
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Sandalia, Cesarea, Jerusalem |
Parece que
las sandalias ya se habían hecho populares entre los adultos en el siglo III d.
C. Las sandalias debían ser un calzado informal
que se llevaba más de puertas adentro, como demuestra la crítica de
Cicerón a Verres:
“Ese
gobernador romano permaneció allí en la playa, en sandalias (soleae), con un palio púrpura y una
túnica hasta el tobillo, y apoyándose en su mujercita.”
A los
banquetes privados sí se podía ir con sandalias, al menos si se iba en litera (lectica); antes de entrar en el
comedor, el invitado hacía que sus esclavos le quitaran las soleae para reclinarse en el lecho y
las pedía al marcharse. Por esto, la expresión soleas poscere, «pedir las sandalias», con la que se anunciaba al
anfitrión la intención de marchar y que acabó significando «prepararse para partir».
Sandalias femeninas, Museos Capitolinos, Roma, foto de Samuel López |
La sandalia
(solea) era calzado típicamente femenino. A las mujeres respetables apenas se
las veía con los pies desnudos en público.
"Allí
mi radiante diosa entró con delicado
pie
y detuvo en el gastado umbral su brillante planta
apoyada
en la crujiente sandalia." (Catulo, 68)
En Roma las
sandalias con un complicado entramado de tiras superiores, cubriendo a veces los
dedos y otras dejándolos al aire, se conocieron como crepidae, también de origen griego. Se llevaban con el palio, pero
no con la toga y eran características de los griegos. Los romanos las
adoptaron, como describe Suetonio con respecto a Tiberio: "abandonó el traje romano y adoptó el palio y las crepidae griegas."
Las crepidae a menudo cubrían el pie hasta
el tobillo, y, a veces, cubrían los dedos, lo que no hacían las sandalias (soleae). Se representan ya en las
pinturas de las tumbas de Tarquinia del siglo V a. C. y en los frescos del
siglo I. d.C.
Se hacían
para ambos pies indiferentemente y las llevaban tantos los hombres como las
mujeres. Las soleae y las crepidae a menudo se confundían
entre sí.
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Calzado infantil, Museo Hunterian, Escocia |
Las sculponae eran sandalias cuya técnica de
fabricación era sencilla: una suela de madera que presentaba un tacón y una banda en relieve a nivel de
planta del pie, sobre la que se clavaba una cincha de cuero. Los tacones podían
ser rectangulares o triangulares. La alta suela de madera protegía el pie de la
humedad, por lo que solían llevarse en las termas, ya que no se desgastaba tan
rápidamente como la de cuero.
También los campesinos las empleaban en sus desplazamientos por terrenos embarrados.
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Sandalia para las termas, Heerle, Holanda, (foto Paul Garland, Flickr) |
También los campesinos las empleaban en sus desplazamientos por terrenos embarrados.
“Mientras,
lleno de actividad, trabajo el agro en la campiña, veo un Triptolemo con sculponeae
seguir una yunta con dos bestias cornudas.” (Varrón, Saturae Menipaeae.)
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Mosaico, Iglesia de Lot y Proculo, Madaba, Israel |
La gallica era un zapato copiado de los
galos, hecho de piel basta con una suela gruesa de madera, que, a partir del
siglo II a. C., se llevaba en el campo, especialmente en clima lluvioso. Siglos
después vemos que la gallica queda como el calzado de los pastores, los
campesinos, los viajeros y los correos; y, como el báculo, es uno de los
atributos ordinarios de los primeros monjes, un indicio de su vida sencilla y
rústica. Sin embargo, se había relajado mucho de la severidad de los primeros
tiempos, y poco a poco era habitual ver a los ciudadanos romanos llevar la gallica
en lugar del calceus, aunque
Cicerón critica que Marco Antonio las llevase en público.
“De cuantas maldades pueden cometerse, no oí ni vi
ninguna más deshonrosa que la de que, siendo tú, general de la caballería,
recorrieses con galochas (gallicae) y túnica gala las colonias y los municipios de esa
misma Galia…” (Cicerón, Filípicas, II, 30,76).
Entraba dentro
de la categoría de las sandalias, y consecuentemente, dejaba al descubierto,
como mínimo en gran parte, la parte superior del pie; se fijaba con cordones o
con correas de cuero delgadas y redondas. La semejanza entre estos dos calzados
era tal que las mismas dos palabras se consideraban como sinónimos y se usaban
indistintamente la una por la otra. Aulo Gelio explica así porqué se podía, con
el uso, confundirlas:
“Ahora bien; muchos oyentes preguntaban por qué
había llamado sandalia (solea) al calzado llamado gallicae. Pero
Castricio había hablado con pureza y conocimiento de causa; porque todo calzado
que no protege más que la planta del pie, deja el resto desnudo y se sujeta con
cordones, se ha llamado soleae, y algunas veces con el nombre griego de crepidulae.
Gallicae es palabra nueva, según creo, que no remonta más allá del
tiempo de Cicerón.”
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Sandalia de fibras , Michigan |
La baxa era
una sandalia hecha de fibras vegetales, hojas o
cortezas. Los egipcios las hacían de hoja de palma y papiro. Era un calzado
ligero, tosco, económico, propio de los pobres y campesinos. Los filósofos la
llevaban en tiempos de Tertuliano y Apuleyo, probablemente por simplicidad y
economía.
“Si
un filósofo se viste de púrpura, por qué no en sandalias de fibras (baxae)
también? Para un tirio calzarse en algo que no sea de oro, no está de ningún
modo en consonancia con el estilo griego." (Tert. De Palio, 4)
Los actores
de la época de Plauto también las llevaban, y el personaje de Sosicles las
menciona en Menaechmi (Los Gemelos).
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Calceus romano, Vindolanda, Gran Bretaña |
El calzado
por excelencia de los ciudadanos romanos fue el calceus (en plural, calcei).
Los griegos utilizaban más las sandalias y las botas. Parecido a un mocasín,
estaba hecho de cuero, cubría todo el pie y la planta y se ataba con tiras de
cuero que se enrollaban alrededor del
tobillo y la pierna y se ataba con dos nudos al frente.
Hay que tener en cuenta que los romanos no
usaban habitualmente calcetines ni
medias, aunque las gentes humildes seguramente se resguardaban del frío con
prendas de lino y de lana.
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Calcetín de lana, época romana, Museo Británico |
Los calcei eran un calzado pesado y no
demasiado cómodo, pero su uso era obligatorio, como el de la toga, para todo
ciudadano que salía al exterior, mientras que las sandalias se llevaban en casa
con la túnica; en cambio, estaba totalmente prohibido llevar calcei a los
esclavos.
“Siempre tenía preparados en el dormitorio el traje
de calle (vestis forensia) y los zapatos (calcei) para casos
imprevistos e inesperados.” (Suetonio, Augusto)
Se hacían
modelos según el nivel social, y se distinguían por el material empleado, el
trabajo artesano, el color y su coste.
Existían
varios tipos de calceus según la
categoría social de cada ciudadano, que se distinguían, entre otros aspectos,
por su color. El calceus senatorius,
propio de los senadores, estaba hecho con piel tintada de negro-. Se distinguía
por la suela gruesa con tacón y porque estaba sujeto con cuatro correas que
partían de la suela, llegaban hasta la mitad de la tibia y se ataban en el
empeine.
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Balsamario en forma de calceus romano, Museo Británico |
La
recuperación de esta insignia arcaica y casi legendaria del viejo patriciado no
fue, tal vez, en un primer momento un asunto de orgullo personal, sino más bien
una moda generalmente impuesta por la etiqueta oficial
"Las
lengüetas de sus zapatos recién puestas se apoyan sobre el calzado con hebilla
de media luna, y un cuero de escarlata pinta su pie sin lastimarlo, y numerosos
lunares revisten su frente de estrellas. ¿No sabes qué es? Quita esos lunares y
lo leerás." (Marcial,
II, 29)
El calceus se trataba con alumbre para
suavizar la piel. Marcial critica a un cónsul por preocuparse más de su calzado
que de su vestimenta:
“Llevando tú una toga más sucia que el estiércol y, en cambio, llevando tú un calzado más blanco, Cinna, que la nieve recién caída, ¿por qué, inepto, tapas completamente tus pies dejando caer el manto? Recógete, Cinna, la toga: mira, se te echa a perder el calzado.” (Marcial, Epigramas, VII, 33)
“Llevando tú una toga más sucia que el estiércol y, en cambio, llevando tú un calzado más blanco, Cinna, que la nieve recién caída, ¿por qué, inepto, tapas completamente tus pies dejando caer el manto? Recógete, Cinna, la toga: mira, se te echa a perder el calzado.” (Marcial, Epigramas, VII, 33)
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Calceus romano, Castro de Altamira, As Neves, foto de Álvaro Pérez Vilariño |
Las
personas que tenían derecho a llevar el calceus
patricio eran los nacidos patricios y los plebeyos que hubiesen ganado un cargo
curul, como premio por sus logros o para celebrar un triunfo.
Los nobles
romanos llevaban calcei con palas
cerradas y una larga lengüeta. Se distinguían por su color rojo, los llamados mullei, por su parecido a las escamas
del salmonete, y eran particularmente admirados. Pudo existir cierta confusión
sobre el rojo como color del calceus
patricio o senatorial por el hecho de que la mayoría de los senadores eran
originalmente patricios con derecho a llevar botas rojas. Cuando muchos
caballeros fueron hechos senadores, los patricios conservarían el color rojo
como símbolo de distinción ante los nuevos senadores, considerados de rango
inferior, que debían llevarlo de color negro.
“Presumía entre todos de llevar ropa más holgada y luego usaba a veces un calzado alto y de piel rojiza a la usanza de los que habían sido reyes de Alba, como era propio de su familia por descender de Julo. (Dión Casio, Historia de Roma, XLIII, 43, 2)
Calzado de color, Museos Vaticanos, Roma |
Es posible que en ciertas ocasiones se utilizara el color púrpura, como en ceremonias triunfales y el emperador podría haber recompensado los servicios de alguna persona concediéndole el privilegio de llevarlo.
También en
ciertos actos sociales se llevaban los calcei,
como en banquetes, aunque era típico llevar las sandalias.
¡Piensa
cuántos hay que, cuando es introducido en el comedor un lector, un tañedor de
lira o un cómico, piden que les traigan sus calceos o permanecen reclinados con
un fastidio…! (Plinio, Epístolas, IX, 17)
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Pintura etrusca con calcei |
Los calcei repandi son zapatos apuntados
curvados hacia arriba en la parte que cubría los dedos, y que llevaban los
etruscos en el siglo VI a. C. Estos pudieron ser el modelo para los calcei senatorii posteriores. Los calceoli eran zapatos como media bota,
para mujer.
El calceus
parece siempre designar un modelo de calidad que se opone a los calzados de
cueros bastos: Catón relataba en efecto, que antaño no
se conocían en Roma más que dos tipos de zapatos, el calceus mulleus,
reservado a los magistrados, y el pero crudus un zapato más
basto.
La carbatina era un zapato hecho de un solo
trozo de cuero del que se recortaban a la vez la suela y las tiras que la sujetaban envolviendo la parte
superior del pie. Un cordón se enlazaba por los agujeros juntando los bordes. La carbatina protegía el talón y los
dedos con tiras que se sujetaban en torno al tobillo. Se podía hacer de cuero fresco
de manera que el mayor o menor grado de
humedad afectaba al material del que estaban hechas. En Germania y Britania la carbatina parece haber sido un popular
tipo de zapato permitiendo gran variedad decorativa con la lazada. Normalmente
se cosía en el talón. Se hacían para los niños, pues se podía ajustar según el
crecimiento del pie.
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Zapato femenino,Museo Hunterian |
El soccus o socculus era un zapato bajo, que se ajustaba al pie, y no se
abrochaba con nudos. Los de las mujeres eran más finos y adornados (soccus muliebris), aunque los de los
hombres también se adornaban según el gusto del que lo llevaba:
“Chrysalus: “No se abrocha las suelas de sus zapatos con oro.” (Plauto, Báquides, II, 3)
“Chrysalus: “No se abrocha las suelas de sus zapatos con oro.” (Plauto, Báquides, II, 3)
Suetonio
menciona el hecho de que Calígula utilizaba distintos tipos de calzado, entre
ellos los socci de mujer:
“Por calzado usaba unas veces sandalias (crepidae) o coturno, y otras, caligas militares; algunas veces zueco de mujer.”
El soccus lo llevaban los actores cómicos
en contraposición al cothurnus que
llevaban los actores trágicos:
“Qué
gran Doseno es al retratar voraces parásitos, con qué estilo más desgarbado
pisan sus zuecos los escenarios.”
(Horacio, Epístolas, II, 1)
El coturno
o cothurnus era una especie de bota
cuya distinción especial era su altura; llegaba hasta por encima de la mitad de
la pierna, para rodear la pantorrilla, y a veces alcanzaba hasta las rodillas.
La llevaban principalmente los jinetes, cazadores y personas con cierto rango y
autoridad.
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Coturnos, Estatua de Diana |
Las esculturas antiguas muestran que se adornaba con gusto y
artísticamente. Su suela tenía un grosor normal, pero a veces se incrementaba
añadiendo capas de corcho, con lo que aumentaba la altura de mujeres que
querían parecer más altas y de actores de la tragedia ateniense que deseaban
magnificar su apariencia: "que no tenía ocasión para llevar la máscara, o los coturnos trágicos” (Horacio, Sátiras, I. 5)
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Mosaico de Adonis, Villa de Materno, Carranque, Toledo |
Los
campesinos tenían un zapato o bota de cuero de color natural, que parece
originalmente haberse llamado pero.
Virgilio se refiere a él como el
zapato rústico de los rudos hombres que vinieron a luchar con Eneas con un pie
descalzo y el otro calzado en piel sin curtir. Juvenal dice que los montañeses
contaban a sus hijos que un hombre auténtico no desdeñaba llevar “botas hasta la
rodilla” cuando hacía frío: “No querrá
ser responsable de nada prohibido quien no tiene reparos en calzarse altas
botas en medio de los hielos” (Sátira 14). Es difícil saber cómo eran
realmente, dado que parece haber muchas formas del pero, representado por escultores y pintores. Durante la República
el pero se reforzó con suela y se
extendió su uso entre todos los ciudadanos.
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Calzado decorado, Museo de Cuenca |
En cuanto a las botas o caligae, similares en cierto modo a las
sandalias, fueron utilizadas por los campesinos, por los jornaleros y, sobre
todo, por los soldados; de ahí que a los militares se los conociera también
como caligati. Excepto los
oficiales de más alto rango, que para destacar entre sus hombres utilizaron
los calcei, todos los soldados
calzaron botas de cuero dotadas de anchos y firmes cordones que llegaban hasta
los tobillos. A menudo eran empleadas con calcetines,
prenda que aseguraba una adecuada protección térmica, habiéndose señalado, no
obstante, que el uso con los pies descalzos, favorecía su ventilación durante
las largas marchas legionarias.
Cortada de
una sola pieza de cuero, se cosía por atrás y dejaba los dedos al descubierto.
Caliga, Museo Villa de los Quintilios, Roma, foto de Samuel López |
Para
proporcionar a este tipo de calzado una mayor tracción y resistencia, se
clavaban en la suela casi un centenar de tachuelas de hierro o de cobre, llamadas clavi caligarii.
Caligae con tachuelas, Museo Arqueológico Alicante |
Su número y distribución
tenían que ver en primer lugar con la técnica del zapatero y con el tipo de
piel empleado. La cantidad, en principio, dependía del tamaño de la cabeza de
las tachuelas, pero también dependía del dibujo de los clavos que se diseñaba
para distribuir apoyo donde se necesitaba, y una suela interior protegía al
portador del roce de los clavos. De gran agarre, les permitían marchar en
extenuantes jornadas. Experimentos modernos han demostrado que con este sistema
las botas podían aguantar hasta mil kilómetros de marcha. Con ellas a la vez que se
protegía la suela de cuero del desgaste, se mejoraba el agarre al terreno, siempre
que no fuese una
superficie muy lisa, en la que el calzado resbalaba. Esto fue lo que le pasó a
un centurión llamado Juliano, en el sitio de Jerusalén, que patinó sobre el
suelo pulido del templo y cayó con gran estrépito, siendo rematado allí mismo
por sus enemigos, según cuenta Flavio Josefo en La Guerra de los Judios.
Las caligae eran pieza fundamental del
equipamiento de los legionarios romanos que les permitía mantenerse firmes en
las tremendas batallas sobre terrenos resbaladizos de sangre y vísceras, e
incluso se usaban como armas: las suelas claveteadas posibilitaban pisotear
hasta la muerte a los enemigos caídos y pegar peligrosas patadas que
dejaban marcas de por vida.
Por esta misma razón, llevar este
tipo de botas por la ciudad podía dar lugar a incidentes desagradables:
“Mis pies se hunden en el lodo, de pronto enormes zapatos me pisan por todas partes y la tachuela de un soldado se me clava en un dedo.” (Juvenal, Satira, 3, 239-248)
“Mis pies se hunden en el lodo, de pronto enormes zapatos me pisan por todas partes y la tachuela de un soldado se me clava en un dedo.” (Juvenal, Satira, 3, 239-248)
Un ejército
de soldados marchando con tales zapatos claveteados hacía un ruido atronador
que podía amedrentar al enemigo. Suetonio, por su parte, explica que la guardia
pretoriana de los emperadores utilizó una modalidad de bota sin clavos en la
suela, las caligae speculatores,
mucho más cómodas y silenciosas.
Lucerna en forma de pie con caliga, Museo Nacional Romano, Roma |
Los
soldados recibían regularmente, como parte de su equipamiento, un cierto número
de tachuelas para sus caligae.
Tácito incluso nos habla de un donativo, el clavarium,
que se daba a las tropas en campaña, cuyo nombre debe de derivar en origen de
la necesidad de reponer las tachuelas perdidas durante las incesantes marchas:
"Hallándose éstos (los generales) en una región gastada por la guerra y
la carestía, les aterraban las voces sediciosas de los soldados, que exigían el
clavarium (éste es el nombre de un donativo), sin haber hecho provisión de trigo
ni de dinero, estorbándoles la impaciencia y la codicia de los que saqueaban lo
que podrían haber recibido." (Tácito,
Historias, III, 50)
Caliga
también designa el servicio en el ejército como soldado.
Así, de Mario se dijo que había llegado al consulado a
caliga, es decir, habiendo sido en sus inicios soldado raso. Otro
ejemplo es el de Publio Ventidio que, aunque llegó a ser cónsul y a celebrar un
triunfo, según Cicerón: "...fue mulero de los panaderos castrenses y según la
mayoría de los escritores pasó su juventud en la mayor pobreza y calzó las
cáligas militares."
Pie de marmol con caliga, Museos Vaticanos, foto de Samuel López |
El
emperador Calígula recibió ese apodo porque, cuando era un niño, su padre
Germánico le vestía de soldadito para complacer a la tropa:
"El niño, nacido en el ejército,
criado entre las legiones, a quien llamaban Calígula (botitas) con vocablo militar, a causa de que muchas veces, por ganarse las
simpatías del pueblo, le ponían ese calzado." (Tacito, Annales, 1, 41)
En
la colección de cien adivinanzas del siglo Iv o V d.C., Symphosii Scholastici Ænigmata,
de las que se empleaban para hacer regalos divertidos en las Saturnalia,
en donde el obsequio envuelto iba acompañado por un acertijo, hay una sobre el
clavo de la caliga.
Tachuela de cáliga
(Clavus caligaris)
"Marcho cabeza abajo, porque voy
colgado de un solo pie; con mi coronilla toco el suelo, dejo
la huella de mi testa; pero muchos camaradas pasan los
mismos sufrimiento."
Clemente
de Alejandría apunta que el calzado provisto de clavi
caligarii se utilizaba para hacer viajes a pie:
"A las mujeres se les puede permitir llevar un zapato blanco, excepto
cuando vayan de viaje, que debe usarse un zapato engrasado. Cuando vayan de
viaje, necesitan zapatos claveteados." (Clemente de Alejandría, Paedagogus,
2, 12)
Es
probable que también la población civil, agricultores, carreteros, muleros o mineros usaran, si no las propias cáligas militares, sí un calzado cuya suela estuviera
equipada con clavos, en función de las actividades que fuesen a desempeñar.
“Acudiré con mis alpargatas a esos fríos campos para oír tus
Sátiras, si ellos de mí no se avergüenzan.” (Juvenal, Sat.,
3)
Un esclavo capadocio de Trimalción, Massa,
divierte a la audiencia imitando la vida de un mulero, y es recompensado con
unas caligae. Los que desempeñaban los trabajos más humildes, sobre todo, en el
campo solían ir descalzos.
“Poniéndose un capote y con un látigo
en la mano, parodió la vida del mulero, hasta que Habinas lo llamó a su lado,
le dio un beso y lo invitó a beber diciéndole: «Has estado como nunca, Massa;
te regalo unas cáligas”. (Petronio, Satyricon,
69, 4)
Las caligae muliebres eran botas para mujer, similares a las del
ejército. Clemente de Alejandría (s. II d.C.) que, al recomendar a las
cristianas que huyan del calzado decorado, critica a las mujeres que usan
sandalias lujosas o adornadas:
“Son
verdaderamente vergonzosas «las sandalias en las que hay flores doradas», pero
también las mujeres insisten en adherirse a su suela unos clavos formando
espirales; son muchas las que aplican sellos con motivos eróticos, para que, al
andar, quede impreso sobre la tierra el signo de sus sentimientos de hetera”. (Clemente de
Alejandría, Paedagogus,
2, 12)
En el Edicto
de Precios de Diocleciano se menciona un zapato militar, el campagus (campagi militares) que costaba 75 denarios.
Calzado tipo campagus, Museos Capitolinos, Roma, foto de Samuel López |
El campagus
era un tipo de calzado utilizado por los patricios que iba sujeto en el talón y
entre los dedos, pero dejaba el pie al descubierto. Varías piezas se
ensamblaban de forma esmerada y podría envolver al pie más confortablemente. Las correas del campagus, atadas a la pierna, podían formar una red que se adornaba con pedrería.
“Usaba
un tahalí con brillantes y se ataba con correas, adornadas de gemas, unos
zapatos a los que llamaba reticulados (campagus
reticulatus)”
(Historia Augusta, Galieno, 16)
El emperador y los oficiales de alto rango
también llevaban el campagus, una
bota elegante con los dedos descubiertos, con la lazada en la parte anterior.
Con frecuencia, la parte superior se decoraba con la cabeza o garras de un
animal pequeño, bien de un animal real o modelada en oro o marfil. El campagus del emperador se teñía de
púrpura y se adornaba con oro y joyas.
Bibliografía:
https://es.scribd.com/doc/141930088/Trabajo-Calceus El calzado y la representación del status en la sociedad romana. Joan Ribes Gallén
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/que-calzaban-los-romanos-de-la-bota-a-la-sandalia_6230/4
Bibliografía:
https://es.scribd.com/doc/141930088/Trabajo-Calceus El calzado y la representación del status en la sociedad romana. Joan Ribes Gallén
http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/que-calzaban-los-romanos-de-la-bota-a-la-sandalia_6230/4
http://www.academia.edu/3727374/LOS_CLAVI_CALIGARII_O_TACHUELAS_DE_CÁLIGA. ELEMENTOS_IDENTIFICADORES_DE_LAS_CALZADAS_ROMANAS. Los clavi caligarii o tachuelas de cáliga. Elementos identificadores de las calzadas romanas. Jesús Rodríguez Morales, José Luis Fernández Montoro, Jesús Sánchez Sánchez, Luis Benítez de Lugo Enrich.
The Mode in Footwear: A Historical Survey with 53 Plates, R. Turner Wilcox, Google Books