miércoles, 28 de diciembre de 2022

Tria nomina, el nombre en la antigua Roma

Estela funeraria de Sextus Adgennius Macrinus y Licinia Flavilla,
Museo de la Romanidad, Nimes, Francia

"A los Dioses Manes. Para Sextus Adgennius Macrinus, tribuno de la legión VI Victrix, cuatorviro, pontífice, prefecto de los ingenieros militares y para Licinia Flavilla, hija de Lucius, flamínica Augustal. Sextus Adgennius Solutus y Adgennia Licinilla a sus padres." (CIL, XII, 3175)

Desde la época republicana, el nombre de un romano es un elemento que le distingue de los otros individuos y le define como romano, especificando su ascendente y su estatus dentro de la comunidad. El nombre romano evolucionó hasta conseguir el modelo oficial con el sistema tardorrepublicano de los tria nomina. A grandes rasgos, la evolución de la onomástica romana hasta el siglo III d. C. siguió un modelo de filiación gentilicia, a la que se iban añadiendo complementos, en un principio de carácter personal, pero sin perder su esencia como indicadores de pertenencia a un grupo familiar. Oficialmente, todo ciudadano romano tenía un praenomen, un nomen y una tribu, que originalmente tenía también un significado gentilicio y que con el tiempo terminó constando simplemente como identificación jurídica, ya que los romanos votaban en los comicios según la adscripción de su tribu; a estos elementos los aristócratas, generalmente, añadían cognomina y agnomina.

“Los romanos antiguamente, como otros pueblos, tenían un solo nombre cada uno, pero después tuvieron dos y no hace mucho tiempo que se empezó a añadir a algunos un tercero como reconocimiento de algún suceso personal o, a manera de distinción, por su valor, igual que también algunos griegos poseen un apelativo además de su nombre habitual.” (Apiano, Historia romana, Prólogo, 13)

Lápida funeraria de Titus Flavius Acraba, Museo Británico, Londres

"Titus Flavius Acraba, liberto imperial y supervisor de los porteros, lo hizo para sí y para Hadria Acrabilla, que vivió siete años, nueve meses, diecisiete días, diez horas y para Provincia que vivió diecinueve años, padre de las hijas que bien lo merecían, y para sus libertos, libertas y sus descendientes." (CIL VI, 8962)

Originalmente todos los ciudadanos romanos pertenecían a una gens de la cual cogían su nombre de familia, el nomen gentilicium, que se convertía en el distintivo de todos los individuos descendientes de esa gens, aunque también lo utilizaban los que pasaban a formar parte de este grupo, aunque no fuera por nacimiento, hijos adoptivos, clientes, libertos. Solo los ciudadanos libres tenían derecho a utilizarlo. Este nomen se transmitía por línea masculina y según la terminación se puede conocer su origen: -ius, -eus tienen su origen en el Lazio, por ejemplo, el nomen Iulius; -as, -enna, -inna tienen procedencia etrusca, por ejemplo, el nomen Maecenas y -acus procede de la Galia, por ejemplo, Avidiacus.

“En cuanto a que los nombres de un dios y de un esclavo no tienen variación de la misma manera que los nuestros de personas libres, la causa es la misma, el que esto corresponde al uso y ha convenido establecerlo respecto a los libres, y respecto a los restantes no ha correspondido hacer nada, porque en el caso de los esclavos no está en uso como fundamento la realidad gentilicia, necesaria en los nombres de quienes estamos en el Lacio y somos libres. Así pues, aquí es evidente la analogía y recibe la denominación de Terentius un hombre, de Terentia una mujer y de Terentium un linaje.” (Varrón, De la lengua latina, XIII, 36)

C. Terentius Varro, ilustración de Jenny N. Dolfen

Durante la república solo unas cuantas gentes poderosas dominaron los cargos políticos y sacerdotales.

Las gentes podían ser de origen patricio o plebeyo. De acuerdo a la tradición, los patricios descendían de los patres, cabezas de familia cuando se fundó la ciudad de Roma por Rómulo. Otras familias nobles llegadas a Roma durante la monarquía también fueron admitidas entre los patricios. Muchas fuentes describen dos clases entre las gentes patricias, las maiores y las minores, y, aunque se desconoce su número y su clasificación, es posible que entre las gentes maiores se encontrasen los Emilios, Claudios, Cornelios, Fabios, Manlios y Valerios.


“No podemos decir cuál fue el tercer nombre de Gayo Mario, al modo que no se sabe tampoco el de Quinto Sertorio, que mandó en España, ni el de Lucio Mumio, que tomó a Corinto, porque el de Acaico fue sobrenombre que le vino de sus hechos, como el de Africano a Escipión y el de Macedonio a Metelo. Por esta razón principalmente parece que reprende Posidonio a los que creen que el tercer nombre era el propio de cada, uno de los Romanos, como Camilo, Marcelo y Catón, porque quedarían sin nombre- decía- los que sólo llevasen dos. Mas no advierte que con este modo de discurrir deja sin nombre a las mujeres, pues a ninguna se le pone el primero de los nombres, que es el que Posidonio tiene por nombre propio para los Romanos. De los otros, uno era común por el linaje, como los Pompeyos, los Manlios, los Cornelios, al modo que, si uno de nosotros dijera los Heraclidas y los Pelópidas, y otro era sobrenombre de un adjetivo que indicaba la índole, los hechos, la figura del cuerpo o sus defectos, como Macrino, Torcuato y Sila, a la manera que entre nosotros Mnemón, Gripo y Calinico. En esta materia, pues, la anomalía de la costumbre da ocasión a muchas disputas.” (Plutarco, Vida de Cayo Mario, 1)

Marcus Claudius Marcellus, cónsul en 222 a.C.

Leyes promulgadas en el siglo V a.C. intentaron fijar unas rígidas normas con las que evitar el acceso de miembros de las gentes plebeyas a las altas magistraturas, aun cuando los patricios constituían una minoría de población. Algunas gentes tenían ramas tanto patricias como plebeyas, debido, quizás, a la adopción, a la manumisión o, incluso, a la expulsión de algunos patricios y sus descendientes de sus gentes. En el primer siglo a.C. la distinción entre patricios y plebeyos se había reducido y con el aumento de la autoridad imperial, algunas gentes plebeyas fueron convertidas en patricias, para reemplazar a antiguas familias patricias que ya no tenían representación en el Senado romano.

“Y, sin embargo, amigo Peto, ¿cómo te viene a la cabeza la idea de decir que algún Papirio no ha sido nunca otra cosa que un plebeyo? En efecto, hubo patricios entre los clanes menores: de ellos el principal fue Lucio Papirio Mugilano, que llegó a censor con Lucio Sempronio Atratino, con el mismo que había sido cónsul anteriormente, 312 años después de la fundación de Roma. Pero entonces os llamabais Papisios. Después de éste hubo trece que ocuparon la silla curul antes que Lucio Papirio Craso, que fue el primero en dejar de ser llamado Papisio. Éste fue nombrado dictador en compañía de Lucio Papirio Cursor como su lugarteniente, 415 años después de la fundación de Roma, y cuatro años después llegó a cónsul con Cesón Duilio. Le siguió en el cargo Cursor, un hombre con muchos cargos oficiales, y a continuación Lucio Maso, que había sido edil, y después muchos Masones. Me gustaría que tuvieras los bustos de todos estos patricios.” (Cicerón, Cartas a familiares, IX, 21)

La clemencia de Lucius Papirius Cursor. Mary Evans Picture Library

Por ejemplo, la gens Cornelia tuvo entre sus miembros a Publio Cornelio Escipión, que fue cónsul en los años 205 y 194 a.C. y vencedor de Aníbal; a Lucio Cornelio Sila, cónsul en el año 88 a.C. y dictador entre los años 82 y 81 a.C. Cornelia fue una de las primeras esposas de Julio César y madre de Julia, su única hija, y era hija de Lucio Cornelio Cinna, cónsul desde el 87 al 84 a.C. Ya en el Imperio, Marco Cornelio Fronto fue un famoso orador y tutor del futuro emperador Marco Aurelio, además de cónsul sufecto en el año 142 d.C. Publio Cornelio Tácito fue un célebre historiador que vivió entre los siglos I y II d.C.

En la lápida funeraria de Escipión Hispano se hace referencia a la importancia de la estirpe.

"Cneo Cornelio Escipión Hispano, hijo de Cneo, pretor, edil curul, cuestor, tribuno militar dos veces, decenviro en los juzgados, decenviro para los rituales.
De noble conducta, aumenté la gloria de mi familia; continué mi linaje con hijos y me propuse igualar los éxitos de mi padre. Mantuve la fama de mis antepasados: se alegrarían de que naciese Escipión. Mi carrera ha ennoblecido mi estirpe.” (CIL VI, 1293)

Sepulcro de L. Cornelius Scipio Barbatus, Museos Vaticanos

Cuando existía cierta familiaridad entre individuos era suficiente utilizar el nomen sin añadir ni el praenomen ni el cognomen, al menos a finales de la república.

“Marco Cicerón saluda a Volumnio (Publio Volumnio Eutrápelo, amigo de Ático y de Marco Antonio)
Al haberme enviado la carta sólo con tu apellido
(nomen) con la familiaridad que, por otra parte, te corresponde, me hizo dudar en un primer momento si era del senador Volumnio con quien mantengo trato habitual. Luego el «tono humorístico» de su contenido me ha hecho comprender que era tuya.” (Cicerón, Cartas a familiares, VII, 32)

Además del nomen todos los romanos tenían un praenomen que lo precedía, un nombre propio de cada individuo. Originalmente este nombre se les daba, al parecer, a los niños varones cuando llegaban a la pubertad, a los catorce años, según unos o a los diecisiete, cuando recibían la toga viril, según otros. Posteriormente se les daba el prenombre a los recién nacidos el día de la purificación, solo si eran de condición libre y reconocidos por el pater familias.

“En cuanto al día lustral, es aquel en el que los recién nacidos son purificados y reciben su nombre, pero es el noveno para los varones, el octavo para las hembras.” (Macrobio, Saturnales, I, 16, 36)

Estela funeraria de Publius Albius Memoris,
Museos Capitolinos, Roma

“A los dioses Manes. Para Publius Albius Memoris, hijo de Publius, de la tribu Fabia, que vivió cinco años, seis meses y seis días. Sus padres Publius Albius Threptus y Albia Apollonia para su dulce hijo.”

Solía elegirse un nombre habitual en la familia: el nombre del padre, en el caso del hijo primogénito, o el nombre de algún antepasado, en el caso de los restantes hijos varones. Para los romanos, era una forma muy íntima de llamar a alguien, y, por eso, su uso quedaba restringido a la familia o a un círculo de amistades muy cercanas. 

Con el tiempo el praenomen fue cayendo en desuso y en los textos aparecía abreviado o ni siquiera aparecía. Solo se utilizaron una veintena de nombres utilizados como praenomina y algunos estaban reservados a ciertas familias, mientras que otros no eran usados nunca por determinadas familias.

“No utilizaron tampoco más nombres que el de Cneo y Lucio, alternándolos, además, de una manera curiosa, pues unas veces daban cada uno de estos nombres a tres miembros de la familia sucesivamente, y otras los iban cambiando de uno a otro. En efecto, según sabemos, los tres primeros Enobarbos llevaron el nombre de Lucio, los tres siguientes el de Gneo, y los restantes, uno u otro alternativamente.” (Suetonio, Nerón, 1)

Cneo Domicio Enobarbo, Museo Chiaramonti, Vaticano.
Foto Egisto Sani

El tria nomina de Nerón en su nacimiento era Lucio Domicio Enobarbo y el de su padre Cneo Domicio Enobarbo.

Algunos praenomina se originaron por la necesidad de distinguir a los individuos de una misma familia que compartían el mismo nomen y cognomen (sobrenombre). Por ejemplo, se elegían nombres que correspondían al orden de nacimiento o al momento en que este se producía.

“En los prenombres no sucede de la misma forma, por el hecho de que éstos han sido establecidos en el uso con carácter particular, de manera que con ellos se distingan los nombres gentilicios, como, partiendo de un número, es el caso de Secunda, Tertia y Quarta entre las mujeres, y como, entre los hombres, es el de Quintus, Sextus y Decimus, y de la misma forma ocurre partiendo de otras cosas. Al existir dos o más hombres llamados Terentius, para distinguirlos, les ponían un elemento distintivo para que tuvieran algo de carácter singular, quizás tomando un punto de partida tal que, de quien se dijera que había nacido por la mañana (mane), tuviese el nombre de Manius, de quien que a plena luz del día (luci), el de Lucius, y de quien que después (post) de la muerte de su padre, el de Postumus.” (Varrón, De la lengua latina, XIII, 36)

Agripa Póstumo, Museo del Louvre,
Foto Egisto Sani

Una tribu era una unidad territorial constituida para votar en la asamblea legislativa de la República romana. Según la tradición, las primeras tribus fueron establecidas por Rómulo, y Servio Tulio estableció treinta nuevas, que se redujeron a veinte al iniciarse la república romana; pero al aumentar la población romana, se añadieron quince tribus más, la última en el año 241 a.C.

“No hay que extrañarse de que el sistema actual, que consta de treinta y cinco tribus y un número doble de centurias de más jóvenes y de mayores, no se corresponda con el número fijado por Servio Tulio. Es que dividió la ciudad en cuatro circunscripciones, según las zonas y colinas que estaban habitadas; llamó tribus a estas circunscripciones, nombre derivado, a mi entender, de tributo, pues el sistema de distribuirlo en proporción a la renta fue también establecido por él; tribus estas, por otra parte, que nada tuvieron que ver con la distribución y el número de centurias.” (Tito Livio, Ab urbe condita, I, 43, 12)

Museo Calvet, Avignon. Foto Rossignol Benoît

"A Caius Otacilius Oppianus, hijo de Caius, adscrito a la tribu Voltinia, cuatorviro"

Los nombres de las cuatro primeras tribus urbanas correspondían a las cuatro regiones de la ciudad a las que representaban (Collina, Esquilina, Palatina, and Suburana). Las tribus rurales debían sus nombres a las de las familias que poseían grandes terrenos en esas zonas: Aemilia, Camilia, Cornelia, Fabia, Galeria, Horatia, Lemonia, Menenia, Papiria, Pollia, Popillia, Pupinia, Romilia, Sergia, Veturia, and Voltinia.

“A Lucio Minicio Natal Quadronio Vero, hijo de Lucio, de la tribu Galeria, el joven, cónsul, augur, procónsul de la provincia de África, legado de Augusto en funciones de pretor en el provincia de la Mesia Inferior, inspector de obras públicas y edificios sagrados, inspector de la red viaria Flaminia, prefecto de provisiones, legado de Augusto en la región VI victoriosa de la provincia de Britania, candidato al tribunal de la plebe, candidato a cuestor del divino Adriano Augusto, y al mismo tiempo legado de la provincia de África a la diócesis de Cartago, procónsul de su padre, tribuno militar de la Legión I Auxiliadora, Pía, Fidel y asimismo de la Legión XIV Gemina, Marcia, Victoriosa, triunviro de la moneda para fundir y acuñar oro, plata y cobre, los seviros augustales, por los méritos contraídos con ellos, según las palabras de su testamento que dicen “a los colonos barceloneses de la Hispania citerior, entre los que nací, cien mil sestercios, eso, si se comprometen a donar el cinco por ciento de esta suma cada año el día ¿? de los idus de febrero, día de mi nacimiento, un donativo de cuatro denarios a cada uno de los Decuriones que estén presentes y de tres denarios a cada uno de los Augustales que estén presentes, incrementándolos pro rata entre los presentes si acudiesen menos, de forma que los cinco mil sestercios correspondiente a los intereses anuales se destinen a esta finalidad cada año en el día de mi aniversario” (CIL II 4510)

Placa dedicada a Lucio Minicio Natal, Museo de Arqueología
de Cataluña, Barcelona. Foto Sebastiá Giralt
En el 495 a.C. se creó la tribu Claudia y posteriormente la Crustumina. En el año 387 a.C. se añadieron las tribus Arniensis, Sabatina, Stellatina, and Tromentina. Con la incorporación del territorio Volsco en el año 358 a.C., se formaron dos tribus más, la Pomptina y la Publilia. En el 332 a.C. se sumaron la Maecia y la Scaptia. La Ufentina y Falerina siguieron en el 318, y en el 299 la Aniensis y Terentina. El número total de treinta y cinco se obtuvo al establecerse las tribus Quirina y Velina en el año 241 a.C. Ocho tribus más se añadieron con la incorporación de los socios romanos, pero se acabaron asimilando a las anteriores treinta y cinco.

“Cayo Cestio Epulo, hijo de Lucio, de la gens Publilia, miembro del Colegio de Epulones, pretor, tribuno de la plebe, septemviro de los epulones.”

Tumba de Cestio, Roma. Foto Effems

Un individuo podía elegir en su filiación su pertenencia a dos tribus distintas, una la que correspondía a su lugar de origen y la otra en la que podía entrar a formar parte por elección de sus miembros.

“Marcus Valerius Capellianus, hijo de Marcus, de la tribu Galeria, de la tribu Aniensis. Damania. Sacerdote del culto imperial de la Hispania citerior.” (CIL II, 14, 1169)

Capellianus sería originario de Damania, perteneciente al conventus Caesaraugustanus, y él estaría como ciudadano de este municipio adscrito a la tribu Galeria, pero cuando fue admitido en el censo de Caesaraugusta, sería inscrito en la tribu Aniensis, que era la empleada en esta colonia para censar a los nuevos ciudadanos.

Cada vez que un ciudadano romano nacía era adscrito a una de las tribus, lo que se hacía por familia, aunque el domicilio del nacido no coincidiera con el origen de la familia. La tribu era un elemento de la filiación romana, pero no siempre aparecía. Desde el año 211 d.C. el nombre de la tribu apenas se pone y desde Diocleciano desaparece casi del todo.

En los primeros tiempos de la república y anteriormente la mayoría de ciudadanos patricios tenía solo dos nombres, por lo que era normal en ocasiones ver a romanos de importancia anteriores a la República con nombres formados sólo por un praenomen y un nomen. El cognomen o tercer nombre comienza a ser formalmente utilizado por un gran número de personas durante la República Romana, y por lo general en documentos oficiales y legales. Según avanzó la república el sistema del tria nomina se impuso entre los romanos de origen patricio.

“Los cognomina más antiguos derivaron de la agricultura. Por ejemplo, el cognomen Pilumnus se le dio al que inventó el pilón (pilum) para los molinos; el de Pisón venía de pisar el trigo; los de Fabio, Léntulo y Cicerón, de sus respectivas legumbres, ya que cada uno sobresalía en su cultivo. Un miembro de la familia de los Junius recibió el cognomen de Bubulcus por su habilidad en manejar a los bueyes (bubus).” (Plinio el viejo, Historia Natural, XVIII, 3, 9-12)

Cneo Cornelio Léntulo, Ilustración de Jenny N. Dolfen

El cognomen, se utilizaba para distinguir a las familias dentro de una gens y su más llamativa particularidad era que generalmente correspondía a una característica de tipo personal del individuo con el que se iniciaba la rama de la familia en concreto y se transmitía a los descendientes directamente.

“En la familia (gens) Domicia hubo dos ramas que se hicieron ilustres: la de los Calvinos y la de los Enobarbos. Estos últimos tienen por fundador de su linaje y de su sobrenombre a Lucio Domicio, a quien, según la tradición, le salieron al encuentro dos jóvenes gemelos de majestuosa belleza cuando regresaba un día del campo y le ordenaron anunciar al Senado y al pueblo una victoria de la que aún no se sabía nada seguro; y para convencerle de su divinidad, le acariciaron las mejillas, hasta volver el negro pelo de su barba de un color rubio semejante al del bronce. Esta marca distintiva se conservó también en sus descendientes, y una gran parte de ellos tuvo la barba rubia.” (Suetonio, Nerón, 1)

Nerón, Parque Arqueológico del Coliseo,
Roma

El cognomen era en un principio opcional, pero en el siglo I d.C. se hizo casi universal, pasando a ser el nombre principal por el que se conocía a los individuos. Podía corresponder a un rasgo físico, a un hecho circunstancial del nacimiento, a un logro personal y podía tener un carácter peyorativo o de alabanza.

“El padre de esta mujer tan honrada y tan virtuosa era el excelente ciudadano M. Acio Balbo, que fue pretor; en cambio tu mujer, tan buena, y sobre todo tan rica, es hija de (Marco Fulvio) Bambalión, persona insignificante, despreciable, que debía su injurioso apodo a la tartamudez de su lengua y a la estupidez de su espíritu.” (Cicerón, Filípicas, III, 16)

La venganza de Fulvia, Francisco Maura Montaner, Museo del Prado

El cognomen, como ya se ha visto era hereditario, pero se podía escoger uno derivado del nomen de la madre, en vez de utilizar el cognomen del padre, especialmente si así se diferenciaba a hermanos de los mismos padre y madre. Sucedía principalmente en familias que no tenían origen patricio.

Tito Flavio Polión del municipio de Reate, centurión o veterano reenganchado del partido de Pompeyo durante la guerra civil, escapó de la batalla de Farsalia y se refugió en su lugar de origen, donde más tarde, después de haber obtenido el perdón y el licenciamiento, ejerció el oficio de cobrador de subastas. Su hijo, que llevó el sobrenombre de Sabino y que no sirvió en el ejército -aunque algunos dicen que había sido primípilo y otros que había sido eximido del servicio por razones de salud cuando aún estaba al mando de una cohorte-, fue colector del impuesto de la cuadragésima en Asia; y quedaban estatuas que le erigieron las ciudades de esta provincia con la siguiente inscripción: Al recaudador integro. Luego, fue prestamista a interés entre los helvecios, y murió en el país de estos dejando una esposa, Vespasia Pola, y dos hijos que había tenido con ella; el mayor, Sabino, llegó a ser prefecto de Roma, y el menor, Vespasiano, incluso emperador.” (Suetonio, Vespasiano, 1, 3)

Vespasiano, Museos Capitolinos, Roma

Si bien el cognomen era algo particular de los patricios, había ocasiones en las cuales un ciudadano romano de origen no patricio lograba concretar una gran hazaña o ganar mucho poder y riqueza. Para honrar a esta persona, que generalmente tenía sólo dos nombres, se le permitía ser premiada con su propio cognomen, denominando a esta acción como cognomen ex-virtue (cognomen a la virtud). Por ejemplo, Pompeyo, un ciudadano romano no patricio, cuyo nombre era Cneo Pompeyo, fue premiado con el cognomen ex-virtue de Magno por haber llevado a la República romana a su máxima extensión en Oriente. Razón por la cual Pompeyo pasó a llamarse Cneo Pompeyo Magno.

“El primer aviso que tuvo Sila fue de haberse sublevado Pompeyo, y dijo a sus amigos: “Está visto que es hado mío, siendo viejo, tener que lidiar lides de mozos”, aludiendo a Mario, que, siendo muy joven, le dio mucho en que entender y puso en gravísimos riesgos. Mas cuando supo la verdad, y observó que todos recibían y acompañaban a Pompeyo con demostraciones de amor y benevolencia, corriendo a obsequiarle se propuso excederlos. Salió, pues, a recibirle, y, abrazándole con la mayor fineza, le llamó Magno en voz alta, y dio orden a los que allí se hallaban de que le saludaran de la misma manera; y magno quiere decir grande. Otros son de sentir que esta salutación le fue dada la primera vez por el ejército en el África, y que adquirió mayor fuerza y consistencia confirmada por Sila. Como quiera, él fue el último que al cabo de mucho tiempo, cuando fue enviado de procónsul a España contra Sertorio, empezó a darse en las cartas y en los edictos la denominación de Pompeyo Magno, porque ya no era odiosa, a causa de estar muy admitida en el uso, y más bien son de apreciar y admirar los antiguos Romanos, que condecoraban con estos títulos y sobrenombres no sólo los ilustres hechos de armas, sino también las acciones y virtudes políticas.” (Plutarco, Pompeyo, 13)

Pompeyo Magno, Ny Carlsberg Glyptotek, Copenhague

El amigo de Cicerón, Ático, recibió este cognomen por el que es conocido por haber vivido muchos años en Grecia y haber adquirido la cultura helena. Su nombre de nacimiento es Titus Pomponius y por la posterior adopción por parte de su tio materno Quintus Caecilius pasó a llamarse Quintus Caecilius Pomponianus Atticus.

“Aquí yo: "En verdad -dije- nuestro Pomponio parece bromear, y tal vez con pleno derecho. De tal modo, en efecto, se ha establecido en Atenas, que es casi uno de los áticos, de manera que parece que también va a tener ese sobrenombre (cognomen).” (Cicerón, De los fines, V, II, 4)

El agnomen era un segundo cognomen que se añadía al tria nomina como consecuencia de un logro particular del individuo debido principalmente a una hazaña militar o al desempeño de un alto cargo público. Aunque en principio no era hereditario, si podía darse el caso de que se trasmitiese a familiares. Un ejemplo lo constituye el de Publio Cornelio Escipión Africano, vencedor de Aníbal.

“Aquel año, junto con Marco Cornelio Cetego fue edil curul Publio Cornelio Escipión, el que después recibió el sobrenombre de Africano.” (Tito Livio, Ab urbe condita, XXV, 2, 6)

La clemencia de Escipión, Sebastiano Ricci

Cuando un ciudadano era adoptado, tomaba el nombre completo de su padre adoptivo, pero retenía su nomen original añadiendo la terminación -anus y lo convertía en un segundo cognomen.

Publio Cornelio Escipión Emiliano era hijo biológico de Lucio Emilio Paulo Macedónico, pero fue adoptado por el hijo de Escipión Africano y se convirtió en Publio Cornelio Escipión Emiliano.

A partir del siglo III d.C. se multiplica el número de cognomina que aparecen en la epigrafía y documentos oficiales.

Las mujeres en los primeros tiempos de Roma no solían tener un praenomen y eran llamadas con el nomen del padre en forma femenina. Desde finales de la república en adelante podían añadir un cognomen, lo que se convirtió en habitual en el Alto Imperio.

Para diferenciar a las hermanas de un mismo hogar se utilizaban ciertos praenomina, que en tiempos de la república solían indicar orden de nacimiento, como Secunda, Tertia, Major o Minor.

“Cuando volvía de Macedonia, antes de que pudiera declararse candidato al consulado, murió repentinamente, dejando tres hijos: Octavia la mayor la, de su primera mujer Ancaria, y Octavia la menor y Augusto, de Acia.” (Suetonio, Augusto, 3, 4)

Octavia minor

La falta de nombres individuales entre las mujeres no se debía a regulaciones o leyes estatales, sino que era como consecuencia del inferior status social y jurídico de la mujer en la sociedad romana. Cuando algunas mujeres prominentes empezaron a disfrutar de una mayor libertad social, jurídica y económica, el cognomen femenino surgió como un medio de individualizar a la mujer.

Como la mujer no heredaba un cognomen automáticamente, las hijas de familias senatoriales, en caso de llevar un cognomen, lo harían con uno igual o heredado del cognomen familiar, que sería socialmente más distintivo que los cognomina genéricos de la plebe.

“Después de su servicio, consagró su actividad al Foro de forma más honrosa que asidua, y por el mismo tiempo contrajo matrimonio con Arrecina Tertula*, hija de un caballero romano que, empero, había sido en otro tiempo prefecto de las cohortes pretorianas, y, cuando esta murió, con Marcia Furnila*, de muy ilustre cuna, de la que se divorció tras el nacimiento de su hija, (Flavia Julia).” (Suetonio, Tito, 4, 2)

*Hija de Marco Arrecino Clemente, prefecto del pretorio, bajo el reinado de Calígula, en cuyo asesinato participó.
*Hija de Quinto Marcio Barea Sura y de Antonia Furnila. Se casó con Tito hacia el año 63.

Flavia Julia, hija de Tito.
Palazzo Altemps, Roma

La elección del cognomen femenino durante la época imperial podía deberse a cualquier razón, porque sonase bien o porque le gustase al que lo elegía. Es innegable que a los romanos les gustaba escoger un nombre que ya se utilizara en la familia, el cognomen del padre o de la madre, o de cualquier otro familiar más o menos cercano.

Estela funeraria de Minicia Marcella, hija de Cayo Minicius Fundanus y Statoria Marcella (nomen del padre y cognomen de la madre)

"A los Dioses Manes. Para Minicia Marcella, hija de Fundanus. Vivió 12 años, 11 meses, 7 días."


Termas de Diocleciano,
Museo Nacional, Roma

Podía ser el nomen, normalmente el de la madre o de alguno de los abuelos, puesto que el del padre figuraba en su propio nombre ya, o bien el cognomen del padre, al que se añadiría algún sufijo como -illa, ina, -iola, etc. Algunos podían derivar del praenomen de un familiar, o bien del momento o circunstancia del nacimiento, o del lugar de origen, e incluso elegir un cognomen por razón del prestigio que proporcionaba estar vinculado a un personaje famoso en el pasado.

“Vivía en Roma Sabina Popea, hija de Tito Olio; la cual había tomado el nombre (nomen y cognomen) de su abuelo materno Popeo Sabino, varón de ilustre memoria, cuya casa resplandecía con honras consulares y con triunfos. Porque Olio, sin llegar a tener oficios de honra en la República, naufragó con la amistad de Sejano.” (Tácito, Anales, XIII, 45)

Popea Sabina, Palazzo Massimo,
Museo Nacional, Roma

Al citar la filiación, en el caso de las mujeres era muy poco habitual citar la tribu, puesto que las mujeres no se adscribían a ninguna por no tener derecho a voto. En el África romana aparece en ocasiones figurando la tribu a la que pertenecería el padre, quizás como demostración del orgullo por ser ciudadanos romanos.

Baebia Casta, hija de Publio, de la tribu Quirina, sacerdotisa de Juno, vivió cincuenta y cuatro años. Aquí yace. Que la tierra te sea leve.” [CIL VIII, 7093 (Cirta, Numidia)]

Los esclavos llevaban un solo nombre, que muchas veces representaba un concepto relativo a una cualidad que se esperaba de él, como por ejemplo Vitalis (saludable) o Celer (rápido). 

“A los dioses Manes. Valens y Melania, esclavos de Avitus Caesernius, (lo hicieron) para ellos y para Valentina, de 20 años, y para Donicus, de 2 años, sus queridísimos hijos.” (AE 2002, 1125)

Estela funeraria de Valens, Melania, Valentina y Donicus.
Museo Arqueológico de Zagreb. Foto Ortolf Harl

En numerosos casos el nombre era griego, como Eutyches (afortunado) o Panfila (querida por todos). A alguno se les daba un nombre mitológico, como Ayax o Escila.

El siguiente epigrama es en honor de un esclavo de Marcial, Demetrio, cuyo nombre de origen griego guarda relación con la diosa Deméter.

“Aquella mano otrora confidente de mis trabajos, fecunda para su dueño y conocida de los Césares, el joven Demetrio, falleció en la primavera de su vida: había cumplido tres lustros y cuatro veranos. No obstante, para que no bajara a las lagunas Estigias siendo esclavo, cuando el pernicioso mal abrasaba a su presa, tuve la precaución de resignar en el enfermo todos mis derechos de señor. Merecía haberse puesto bueno con mi regalo. Expirando, se dio cuenta de su premio y me llamó “patrón”, a punto de emprender, como libre, el viaje hacia las aguas infernales.” (Marcial, Epigramas, I, 101)

En los tiempos antiguos existió la costumbre de poner el nombre del esclavo utilizando el praenomen del señor con el sufijo -por, proveniente de puer, por ejemplo, Marcipor con el significado de: el chico de Marco. Sin embargo, parece que en los últimos años de la república esta denominación ya había caído en desuso, por la dificultad de diferenciar a los esclavos cuando aumentó el número de los que servían en una sola casa.

“Muy diferente fue la época de nuestros antepasados, cuando cada persona poseía un solo esclavo, uno del linaje propio de su dueño, llamado Marcipor o Lucipor, por el nombre de su señor, como podía ser el caso, cuando comían juntos, y cuando no había necesidad de vigilar a los esclavos.”
(Plinio, Historia Natural, XXXIII, 6)

Lápida funeraria de Caius Julius Baccus,
Museo Romano-germánico, Colonia

Al obtener la libertad y el estatuto de ciudadano los esclavos varones necesitaban un tria nomina, por lo que tomaban el praenomen y nomen de su anterior dueño, conservando su nombre de esclavo como cognomen. Así es el caso del esclavo manumitido por Cicerón, Tiro, que se convirtió en Marcus Tullius Tiro. 

"A Marcus Caelius, hijo de Titus, de la tribu Lemonia, de Bolonia, primer centurión de la legión decimoctava. Cincuenta y tres años y medio. Murió en la guerra de Vario. Los huesos de su liberto pueden enterrarse aquí. Publius Caelius, hijo de Titus, de la tribu Lemonia, su hermano lo erigió." (Sus libertos son Privatus y Thiaminus) (CIL XIII 8648)

En la estela de Marcus Caelius aparecen las imágenes y los nombres de sus libertos Marcus Caelius (liberto de Marcus) Privatus y Marcus Caelius (liberto de Marcus) Thiaminus.

Estela funeraria de Marcus Caelius, Rheinisches Landesmuseum,
Bonn. Foto Agnete

Las mujeres esclavas al convertirse en libertas adquirían el nomen de su patrón en femenino seguido de su propio nombre. Como muchas se convertían en esposas de sus patronos compartían el mismo nombre.

"A los Dioses Manes. Marcus Quinctius Thiopompus, patrón, lo erigió para Quinctia Chaerusa, liberta de Marcus, su liberta y al mismo tiempo esposa que bien lo merecía."

Durante los últimos años de la república y los primeros del imperio, cuando una persona se convertía en ciudadano romano, adoptaba el praenomen y el nomen de la persona que lo había hecho posible, que en el caso de la época imperial era el propio emperador.

En el epitafio siguiente el difunto comparte el praenomen y el nomen del emperador bajo el cual consiguió la ciudadanía romana, Titus Flavius Vespasianus.

“A Titus Flavius Alexander, hijo de Cástor, de la tribu Quirina, al que le fue concedida la ciudadanía por el emperador César Vespasiano. Hermes, su liberto, lo erigió.”

Lápida funeraria de Titus Aurelius Saturninus,
Museo Británico, Londres

Ya en la época de Adriano ciertos miembros de la élite de las ciudades de la costa del Egeo eligieron el praenomen y nomen de Publius Aelius para incluir en su propia nomenclatura, como si consideraran al emperador su patrón, aunque no le debieran a él su ciudadanía.

“(el consejo y el pueblo) honraron a Publia Elia Ulpiana Noe, hija de Seleukos, hijo de Antiochos, hijo de Bianor, por su modestia.” (SEG 47.1764; I. Sagalassos I 88)

Noe lleva praenomen Publia, nomen Elia, cognomina Ulpiana Noe. Por los nombres griegos de sus ancestros, y por su praenomen y nomen, Noe pudo haber conseguido la ciudadanía romana, o no, bajo el gobierno del emperador Adriano. El cognomen Ulpiana procede del nomen del emperador Trajano y Noe sería su nombre original griego que conserva como segundo cognomen.

Los habitantes libres de los territorios conquistados que no tenían la ciudadanía romana podían conservar su nombre original de nacimiento.

“Para Ruphus, griego de Mylasa, flautista, que vivió dieciséis años.
Dionysius Asclepiades, su padre, nacido en Alejandría y ciudadano de Atenas, hizo este monumento a su costa para su hijo que lo merecía.”
(Colonia, siglo III, CIL XIII. 8343/ILS 9344)

Estela funeraria de Narcissos, Museo Arqueológico
de Estambul. Foto Samuel López

“Esto no es una tumba, sino solo una lápida, el signo de Narcissos, quien tuvo muchos buenos deseos…” (Sínope, Museo Arqueológico de Estambul)

Sin embargo, esto no era siempre así, y muchos decidían cambiar sus nombres griegos por nombres con etimología romana, lo que para algunos significaba romper con las tradiciones y costumbres de sus lugares de origen y de sus antepasados.

“A los Jónicos
Pensáis que deberíais llamaros griegos por vuestros antepasados y su colonización de Jonia hace tiempo. Además de costumbres distintas, leyes, una lengua, y un modo de vida, los griegos también tienen una apariencia y un comportamiento distintos. Pero vosotros, puesto que en la mayoría de casos ni siquiera habéis conservado vuestros propios nombres, en cambio habéis abandonado estos rasgos ancestrales de vuestra identidad a causa de esta reciente prosperidad. Vuestros distinguidos antepasados tendrían justificación si rechazaran aceptaros en sus tumbas dado que os habéis convertido en unos desconocidos para ellos. Porque anteriormente vosotros llevabais los nombres de héroes, marinos y legisladores, pero ahora tenéis los nombres de los Lúculos, los Fabricios, y los prósperos Lucanos. ¡Yo preferiría llamarme Mimnermus!”
(Apolonio de Tiana, Cartas, 71)

Con la Constitución Antoniana de Caracalla en 212 d.C. todos los habitantes libres del imperio obtuvieron la ciudadanía romana y en los siglos posteriores las relaciones gentilicias fueron cayendo gradualmente en el olvido y una persona podía adoptar el nombre que quisiera, fuera antiguo o reciente, o incluso cambiar de nombre, si no le gustaba.

El emperador Caracalla, cuyo nombre era Lucius Septimius Bassianus, fue posteriormente rebautizado como Marcus Aurelius Antoninus en un intento de su padre Septimio Severo por relacionar su propia estirpe a la de Antonino Pio y Marco Aurelio.

“Es bien sabido que, a causa de un sueño por el que se enteró de que el destino le reservaba a un Antonino como sucesor, Severo dio este nombre a Caracalla Basiano cuando tenía ya trece años, y en la misma época le otorgó también, según dicen, la potestad imperial. En cuanto a Geta, aunque muchos autores niegan que recibió el nombre de Antonino, se sabe con certeza que lo recibió por la misma razón que Basiano, es decir, para que sucediera a su padre Severo, algo que en realidad no ocurrió. Después de esto, como hay constancia de ello, el propio Diadumeno fue llamado Antonino, para que le aceptara el ejército, el senado y el pueblo romano, puesto que existía una gran nostalgia por Basiano Caracalla.” (Historia Augusta, Antonino Diadumeno, 6)

Caracalla, Museos Capitolinos.
Foto Marie Lan Nguyen

Muchos de los pueblos conquistados por los romanos conservaron sus tradiciones y cultura, de la cual formaba parte la filiación y los nombres originarios de sus territorios, aunque también dieron muestra de su intención de ser parte de la romanización impuesta por el conquistador.

“Flavia Usaiu, hija de Tattu, de la nación eravisca, de ochenta años, yace aquí. Quintus Flavius Titucus lo erigió para su madre por su piedad.”

Los eraviscos eran una tribu celta de la zona de Aquincum (Hungría), que mantuvo elementos de su rica cultura bajo el gobierno romano. Su nombre tiene un elemento romano (Flavia) y uno celta (Usaiu), el nombre de su padre es puramente celta y su hijo exhibe los tres nombres de un ciudadano romano (aunque el cognomen Titucus es probable que sea un nombre celta latinizado). Se puede interpretar por estos datos que esta familia eravisca recibió la ciudadanía bajo el mandato de los Flavios y de forma gradual fue adoptando costumbres romanas. La estela funeraria de Flavia y la inscripción en latín testimonian su identidad romana, confirmada por el huso y la rueca en sus manos, haciendo referencia a las virtudes matronales romanas. Sin embargo, su atuendo resalta su origen étnico y su status, por lo que la estela deja ver tanto su identidad local como romana.

Flavia Usaiu, Gorsium, Hungría. Kornbluth Photography

En la parte oriental del imperio y en África el nomen Aurelius se impuso mayoritariamente entre los nuevos ciudadanos, debido al nomen oficial del emperador que les concedió la ciudadanía, Marcus Aurelius Antoninus (Caracalla). Antepusieron el nomen Aurelius o Aurelia a su propio nombre, sobre todo, a la hora de aparecer en documentos oficiales.

“A Aurelius Diogenes, strategos del nomo de Panópolis, de Aurelius Kolleetis, hijo de Akes y Senkales, pescador de Phenek. Yo afirno que, voluntaria e independientemente, doy garantía por Psaïs, hijo de Psaïs y de Sekos, que es pescador y ha dado su nombre como responsable de la preparación del garum, pescado seco y pescado fresco para la visita de nuestro señor, el emperador César Marcus Aurelius Severus Antoninus … y juro, por la fortuna de nuestro señor, presentar al mencionado hombre, Pero no le presentaré, yo mismo seré responsable de todo lo que se requiera de él.” (P.Got. 3 Panopolis, 215-216)


El nomen Aurelius o cualquier otro no tenía el mismo significado para estos nuevos ciudadanos que para las antiguas familias romanas. Para ellos no significaba pertenencia a ningún linaje, solo les ofrecía un status que los diferenciaba de los esclavos. Ellos seguían resaltando su estirpe con la filiación hijo de (nombres de padre y madre, generalmente). En cuanto a los cargos oficiales muchos fueron copados por individuos cuyos orígenes estaban en los nuevos ciudadanos que tomaron el nomen Aurelius, como ocurre en los casos de varios de los emperadores entre Galieno y Diocleciano: Marco Aurelio Probo, Marco Aurelio Caro, Marco Aurelio Carino, entre otros.

“Entre otras cosas, el cónsul Elio Escorpiano dijo: «Ya habéis escuchado la carta de Aurelio Valerio Probo: ¿qué pensáis sobre ella?» Entonces exclamaron: «¡Probo Augusto, que los dioses te guarden! Desde hace mucho tiempo eres un jefe experimentado, valiente, justo y bueno y un buen general; un modelo para el ejército, un modelo de autoridad ¡que los dioses te guarden! Defensor de la república, ¡que reines feliz! Conductor del ejército, ¡que tengas un gobierno feliz! ¡Que los dioses te protejan a ti y a los tuyos!” (Historia Augusta, Probo, 11, 5)

Probo. Museo Cívico Santa Giulia, Brescia.
Foto Giovanni Dall´Orto

Valerius fue el nomen gentilicio que se convirtió en dinástico a partir de Diocleciano, cuyo nombre de nacimiento era Gaius Valerius Diocles. El cognomen griego Diocles no se consideraba suficientemente digno y fue latinizado en Diocletianus por el emperador al asumir el poder en 284 d.C. Tomó como co-emperador y Augusto a su compañero de armas Maximiano que tomó el nombre de Marcus Aurelius Valerius Maximianus. También los dos césares elegidos como lugartenientes y herederos añadieron el nomen Valerius tras el suyo propio, mientras que como praenomen eligieron el de su propio Augusto, así, por ejemplo, Galerius Maximianus, César de Diocleciano se convirtió en Gaius Galerius Valerius Maximianus, a su vez Flavius Constantius, César de Maximianus se llamó Marcus Flavius Valerius Constantius.

Diocleciano. Museo Arqueológico, Estambul.
Foto Samuel López

Constantino el Grande, nacido Flavius Constantinus, tomó el nombre de Marcus Flavius Valerius Constantinus, tras el nombramiento de su padre como César, pero tras vencer a Licinio en el año 324 d.C., y como refuerzo a su pretensión al trono por herencia de sangre se decantó por el nomen gentilicio de su familia, Flavius, como el de mayor status, pasando a ser el nomen imperial de sus sucesores también.

Otro dato para la identificación era la adición de un apodo, antecedido por la palabra signo, u otras fórmulas, como qui et (abreviado en Q E) el cual, aparentemente servía para llamar familiarmente al individuo, pero que se incluía en documentos e inscripciones oficiales. Algunos tenían connotaciones mitológicas al derivarse de nombres de dioses, como los sobrenombres dados a Diocleciano, Júpiter, y el de Maximiano, Hercúleo.

A la eterna casa consagrada
A Agileia Prima, conocida también como Auguria.
Esposa más allá de la eternidad; la más casta, modesta y frugal
Que amó a su esposo, su casa y sus posesiones inicentemente.
Quintus Oppius Secundus, su esposo, lo hizo para la que lo merecía y para sí mismo.”

Lápida funeraria de Agileia Prima, Museo Arqueológico, Johns Hopkins, Baltimore, Estados Unidos

Quintus Flavius Maesius Egnatius Lollianus signo Mavortius fue un gobernador pagano de Campania desde el año 328 al 335, comes de Oriente desde el 330 al 336, procónsul de África desde 334 al 337, prefecto de la ciudad de Roma en el 342, cónsul en el 355 y prefecto del pretorio de Ilírico con Constancio II entre el 355 y 356. Mavortius proviene de un poético antiguo nombre latino del dios Marte, Mavors al que se le añade el sufijo frecuentemente utilizado para formar nombres -ius.

Estatua de Mavortius, Museo Arqueológico
dei Campi Flegrei, Baiae

En el siglo III d.C. surgió una nueva aristocracia, ennoblecida por los servicios prestados como altos cargos de la administración imperial, que acabó desarrollando sus propias prácticas de filiación, utilizando una pluralidad de nombres. Como los ciudadanos eran por su origen nuevos romanos, todos los nombres utilizados eran cognomina más que nomina, los cuales eran adquiridos por su status. Los cognomina escogidos eran principalmente empleados para conmemorar a los antepasados.

Gregorio de Tours nació en el seno de una familia galorromana de rango senatorial bajo el nombre de Georgius Florentius, siéndosele agregado más tarde el nombre Gregorius en honor a su bisabuelo materno.

Sacramentaire de Marmoutier,  Biblioteca municipal
de Autun, Francia

Con el cristianismo plenamente implantado los largos nombres con referencias religiosas fueron muy frecuentes, un ejemplo destacable es de Flavius Marianus Michaelius Gabrielius Petrus lohannes Narses Aurelianus Limenius Stephanus Aurelianus, prefecto del pretorio de Italia en 554/568. La longitud de su nombre es el resultado de anteponer nombres devocionales o cristianos a sus nombres seculares. En el caso de Aurelianus, los cuatro primeros cognomina representan a la virgen María, los arcángeles y San Pedro, los cinco últimos son familiares, mientras que Johannes puede ser de ambos grupos. En el grupo de los nombres religiosos se cumple una jerarquía, aspectos divinos antes que la virgen, esta antes que los arcángeles, estos antes que los apóstoles, y estos antes que los santos y mártires.

Cuando la nomenclatura se utilizaba de forma oficial se incluía entera, pero en otros casos solía utilizarse solo el último cognomen.

Lápida funeraria de Máxima, Termas de Diocleciano,
Museo Nacional, Roma

 “Aquí yace en paz, Máxima, una sierva de Cristo que vivió unos 25 años y descansó 9 días antes de las calendas de Julio del año cuando Flavio Probo el joven fue cónsul. Vivió con su esposo siete años y seis meses. Fue muy amable, leal en todo, buena y prudente.” (AE 1909, 206)

Flavius Marianus Iaccobus Marcellus Aninus Addaeus, prefecto del pretorio de Oriente y prefecto de la ciudad de Constantinopla es llamado Addaeus simplemente por Procopio.

“Esto es lo que hacía pues en ambos estrechos. Mientras tanto concebía el siguiente plan en Bizancio. Puso allí al mando a uno de sus servidores, un personaje de origen sirio llamado Adeo (Addaeus), al que encargó que obtuviera para él algún beneficio de las naves que atracaban allí.” (Procopio de Cesarea, Historia Secreta, 25, 7)

Con el tiempo el nomen surgido por necesidad de demostrar status (nueva ciudadanía) fue ganando terreno a la utilización del nomen gentilicio, al que aún se aferraba la vieja aristocracia senatorial. Mientras esta siguió jugando un papel primordial en el estado, todo el que se contaba como romano creía necesitar un nomen que pudiera aparecer en un contexto oficial. Tras la caida del imperio de Occidente y las crisis del siglo VI, vino la total decadencia de la aristocracia antigua y la casi total desaparición de los nomina gentilicia, haciendo ya prácticamente inservibles los nomina surgidos por nuevas circunstancias, por lo que el cognomen final pasó a ser el único nombre identificativo, al que en caso de ser necesario se sumaba un patronímico, o la ocupación del individuo o un adjetivo descriptivo, o una combinación de varios.

Lauda sepulcral de Ursicinus, Museo Arqueológico Nacional,
Madrid. Foto Samuel López

En esta lauda sepulcral con mosaico se puede leer: “Ursicinus. Duerme en paz. Por el nombre de Dios. Murió a los 47 años. Dejó una hija de 8 años. La hizo (la lauda) su esposa Melete.”

Tanto en el caso del difunto como de su esposa aparece un solo nombre.

En el siglo V Sidonio Apolinar, político, religioso y escritor, fue un aristócrata galorromano cuyo nombre completo era 
Gaius Sollius Modestus Apollinaris Sidonius, pero como puede verse en su epitafio, solo los dos últimos nombres son citados y con ellos ha pasado a la posteridad.

“Junto a los santos y el santo padre
Ha vivido Apolinar por sus méritos;
Noble por sus títulos, poderoso por su oficio,
Cabeza del ejército, magistrado de la corte,
Tranquilo entre las ondulantes olas del mundo,
Gestionando la confusión de pleitos,
Impuso leyes para la furia de los bárbaros;
Para los reinos que se implicaron en conflictos armados restauró la paz con su gran prudencia.
Entre todo, además, también escribió obras eruditas
Que se trasmitirán por los siglos;
Y tras estos dones de las Gracias,
Sentado en la silla del supremo pontífice,
Abandonó los asuntos mundanos para la posteridad.
Quienquiera que seas, cuando vengas aquí
a implorar a Dios con lágrimas,
Pronuncia una oración sobre su propicia tumba:
Que Sidonio, conocido y leído por todos
Pueda ser invocado por ti allí.”
(21 de agosto, en el reinado de Zenón)

Vidriera con la imagen de Sidonio Apolinar.
Catedral de Clermont Ferrand, Francia


Bibliografía

¿Podía el ciudadano romano cambiar de nombre o signos externos que daban publicidad a su identidad?; Juan Ramón Robles Reyes
The Numeral Praenomina of the Romans; Hans Petersen
What's in a Name? A Survey of Roman Onomastic Practice from c. 700 B.C. to A.D. 700; Benet Salway
Names in -por and Slave Naming in Republican Rome; Clive Cheesman
Adoption in the Roman World; Hugh Lindsay
La onomástica como indicador de identidad en el Bajo Imperio romano. Una aproximación a las problemáticas analíticas; Oriol Dinarès Cabrerizo
Roman Female Cognomina. Studies in the Nomenclature of Roman Women; Tuomo Nuorluoto
Female Tria Nomina and Social Standing in Late Republican and Early Imperial Periods; Urpo Kantola & Tuomo Nuorluoto
The Names Flavius and Aurelius as Status Designations in Later Roman Egypt; James G. Keenan
Freedmen and Freeborn in the Epitaphs of Imperial Rome; Lily Ross Taylor
New Identities in the Greco-Roman East: Cultural and Legal Implications of the Use of Roman Names; Athanasios Rizakis
The Patron-Freedwoman Relationship in Funerary Inscriptions; Matthew J. Perry
Cómo se nombraba a las mujeres en la antigua Roma; Jorge Álvarez; 24 Ago, 2020 < https://www.labrujulaverde.com/2020/08/como-se-nombraba-a-las-mujeres-en-la-antigua-roma>
Quinto Pompeyo Seneción Sosio Prisco, el romano con el nombre más largo conocido; Guillermo Carvajal; 11 May, 2022 <https://www.labrujulaverde.com/2022/05/quinto-pompeyosenecion-
sosio-prisco-el-romano-con-el-nombre-mas-largo-conocido>