martes, 7 de marzo de 2023

Negotium feminae, mujeres trabajadoras en la antigua Roma

Posible diosa Meditrina, Museo de Arte Antiguo y Contemporáneo, 
 Epinal, Francia

En la sociedad romana la tradición había impuesto el modelo de mujer virtuosa, sumisa, dedicada a las labores del hogar y a hilar la lana.

"Aquí reposa Amymone, esposa de Marco, ejemplar y bellísima mujer, que hilaba la lana, pía, púdica, honesta, casta, dedicada al cuidado de su hogar." (CIL VI, 11602)

Pintura de Frederick Leighton

Pero no todas las mujeres se dedicaron únicamente a hilar y atender su casa, sino que ejercieron diversas profesiones, llevadas por su situación personal, sus necesidades económicas o, incluso, por su talento o aptitud para realizar ciertas actividades.

"Viajero, contempla las cenizas de la lectora (lectrix) Sulpicia, quien se llamó Petale como esclava. Vivió treinta y cuatro años, y en vida tuvo un hijo, Aglaon. Tenía todas las buenas cualidades de la naturaleza: floreció en su arte, brilló por su belleza y sobresalió en talento. El celoso Hado no quiso que viviera largo tiempo." (AE 1928, 73, Roma)

A partir de las guerras púnicas muchas mujeres tuvieron que hacerse cargo de sus hogares y de los asuntos familiares debido a la marcha de los hombres al combate. También se recurrió a ellas como mano de obra productiva para cubrir las necesidades de la sociedad durante el conflicto.

Escena de mercado, Ilustración de Jean-Claude Golvin

Como consecuencia del alto número de varones muertos durante las guerras, las mujeres empiezan a dirigir negocios y a heredar propiedades y terrenos, algo que no ocurría con anterioridad.

Julia Felix, una liberta de nacimiento ilegítimo, era la propietaria de una gran propiedad cerca del anfiteatro, que alquilaba para sacar un beneficio. El lujoso complejo ocupaba una manzana entera y consistía en unos elegantes baños, adecuados para las élites, jardines, tiendas y apartamentos. El periodo de alquiler era por cinco años desde el 13 de agosto de ese año en adelante. Después de ese tiempo el contrato finalizaba, pero podía continuar si ambas partes lo acordaban.

“Para alquilar, en la propiedad de Julia Félix, hija de Spurius, por un periodo ininterrumpido de cinco años, desde el 13 de agosto hasta los idus de Agosto (cinco años después): los baños de Venus, adecuados para los más refinados, tiendas y apartamentos en el primer piso. Cuando pasen los cinco años, el alquiler será según se acuerde.” (CIL 4, 1136 = ILS 5723)

Casa de Julia Félix, Pompeya. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Por lo tanto, ya en época republicana se inicia un reconocimiento de ciertos derechos a las mujeres como, por ejemplo, gestionar su propio patrimonio, aunque siempre sometida a un marido o a un tutor. Augusto liberó de dicha tutela a las mujeres ingenuas (nacidas libres) que hubieran tenido tres hijos, y a las libertas con cuatro hijos. El sistema de tutela sobre la mujer se fue modificando con el tiempo y perdiendo su carácter restrictivo inicial, permitiendo a la mujer heredar, testar y administrar su patrimonio como ella quisiese, aunque limitando las ventas y compras de propiedades si el tutor consideraba que podía haber riesgo o perjuicio para su fortuna.

“Y, para no omitir nada, quiero, antes de poner fin a mi discurso, refutar una acusación infundada. Habéis dicho que yo he comprado a nombre mío, mediante una fuerte suma de dinero perteneciente a mi mujer, una hermosísima finca. Declaro que solo se trata de una pequeña heredad, valorada en sesenta mil sestercios; que no he sido yo quien la ha comprado, sino Pudentila y a nombre suyo; que es el nombre de Pudentila el que figura en el contrato de compraventa y que a nombre de Pudentila se paga la contribución que gravita sobre ese pequeño campo. Aquí está presente el cuestor público, a quien se ha pagado este impuesto, el honorable Corvino Céler; aquí está también el tutor de Pudentila, que ha autorizado tal compra, hombre de seriedad y rectitud intachables, cuyo nombre pronuncio con la mayor estima, Casio Longino.” (Apuleyo, Apología, 101, 4)

Detalle de mosaico, Tabarca, Túnez

Desde un principio, las mujeres tanto libres como esclavas habían trabajado la tierra junto a sus familias, realizando distintas tareas agrícolas que requerían mayor o menor esfuerzo.

“En esta llanura –dijo (y señalaba la llanura)– una campesina ahorrativa tenía un pequeño terreno junto a su duro marido. Él sacaba adelante su tierra, tanto si había que echar mano del arado, como de la hoz corva, como del escardillo. Ella ora barría la granja, sostenida con puntales, ora ponía los huevos a las gallinas para que los empollasen sus alas. O bien recogía malvas verdes o setas blancas, o calentaba el humilde hogar con grato fuego. Y, sin embargo, ejercitaba sus brazos frecuentemente en el telar y se armaba contra las amenazas del frío.” (Ovidio, Fastos, 490)

Detalle de mosaico, Museo Cívico Arqueológico Eno Bellis, Oderzo, Italia

Las mujeres en el campo sabrían aprovechar y rentabilizar los recursos que tenían para alimentar a sus familias y sacar un beneficio extra.

“Pero lejos de la ciudad, adonde me había llevado aquel escudero, no me esperaba el menor deleite, ni siquiera una sombra de libertad. Para empezar, su mujer, avara y pérfida criatura, me enganchó al yugo del molino y, arreándome sin parar con una recia vara, molía a expensas de mi cuero su pan y el de toda la familia. Y sin darse todavía por satisfecha con que mis fatigas la hicieran subsistir, aún alquilaba mis servicios de circunvalación para moler el trigo de los vecinos. Para colmo de desgracia, a cambio de tantos trabajos, ni siquiera me suministraba la ración estipulada. Pues la cebada que me correspondía, tostada y molida por la propia muela que yo arrastraba, la vendía a los colonos de la vecindad; y a mí, en cambio, después de penar todo el día uncido a la pesada máquina, sólo a última hora de la tarde me echaba unos puñados de salvado, sin cribar, sucio y lleno de ásperas arenillas.” (Apuleyo, Las Metamorfosis, VII, 15)

Museo Arqueológico Nacional, Saint Germain-en-Laye, Francia.
Foto Michel Urtado

La villica era la mujer del villicus, capataz encargado de las labores a realizar en una finca y de organizar el trabajo de los esclavos. Según las fuentes había villicae, que sin depender de un villicus realizaban el trabajo por sí mismas. Algunos autores recogen las cualidades que debía tener una villica y las tareas que debían llevar a cabo.

“Sea limpia: tenga la alquería barrida y limpia; tenga el fuego del hogar limpio barriéndolo en derredor a diario antes de irse a acostar. En las calendas, los idus y las nonas, cuando sea día festivo, eche al fuego una corona y durante esos mismos días haga una ofrenda al lar familiar de acuerdo con sus recursos. Cuide de tener guisado el alimento para ti y para los esclavos. Tenga muchas gallinas y huevos. Tenga peras secas, serbas, higos, uvas pasas, serbas en arrope, y peras y uvas en toneles, membrillos, uvas en orujo y en orza metidas en tierra, y nueces de Preneste frescas en orza metidas en tierra; manzanas de Escantio en toneles, y otras que suelen guardarse en conserva, y las silvestres: tenga cuidadosamente reserva de todo ello cada año. Sepa hacer una buena harina y un farro fino.” (Catón, De Agricultura, 143)

Detalle de mosaico, Basílica de Aquileia, Italia

Muchas mujeres que estaban abocadas a la pobreza por su falta de preparación, educación, o de ayuda familiar o social terminarían ejerciendo la prostitución y con el tiempo algunas se convertirían en dueñas de burdeles (lenae) dando trabajo a otras mujeres que pasaban por la misma situación que ellas ya habían vivido. Algunas acababan prostituyendo a sus propias hijas.

“LA LENA: Por Pólux, las personas de nuestra clase, Selenia mía, debemos querernos bien las unas a las otras y ser buenas amigas. ¿No ves a esas damas de la nobleza, a esas nobles matronas, cómo cultivan la amistad y qué estrechamente unidas están entre sí? Pero nosotras, aun haciendo lo mismo, aun imitando su ejemplo, aun así, trabajo nos cuesta ir tirando y para eso odiadas por todo el mundo...En público son muy amables con las de nuestra clase, pero, si nadie las ve, a la primera ocasión, nos arrojan a traición un jarro de agua fría. Pregonan a los cuatro vientos que tenemos trato con sus maridos, que somos concubinas, tratan de hundirnos. Y es que tanto yo como tu madre, como somos unas libertas, las dos acabamos siendo cortesanas. Ella te educó a ti como yo la he educado a ella, dado que erais hijas de padres desconocidos. Y si yo la he empujado al oficio de cortesana, no ha sido por soberbia, sino por morirme de hambre”. (Plauto, Cistellaria, 24, 42)

Fresco en la taberna de Salvius, Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles

Uno de los trabajos femeninos peor considerados, aparte del de prostituta, era el de tabernera o empleada en una casa de comidas y de hospedaje. Habitualmente las mujeres que se encontraban allí ejercían también la prostitución, de ahí la mala fama que tenían. Mayormente eran esclavas y muchas de origen extranjero.

“La tabernera siria, ceñida su cabeza de una pequeña mitra griega, experta en mover sus flexibles caderas al ritmo de las castañuelas, ebria en la humosa taberna baila lasciva, en el codo sacudiendo los roncos palillos.” (Apéndice Virgiliano, Copa, 1)

Fresco de la taberna de Salvius, Pompeya, Museo Arqueológico Nacional, Nápoles

Sin embargo, en algunos casos las taberneras podían ser ciudadanas libres o libertas que eran propietarias de sus negocios y los regentaban, o bien podían ser co-propietarias con sus maridos o trabajadoras trabajadoras de sus antiguos amos.

“A los dioses Manes. Sentius Víctor lo hizo para su querida esposa Sentia Amarantis de cuarenta y cinco años con la cual vivió diecisiete años.”

Placa funeraria de Sentia, Museo Nacional de Arte Romano, Mérida

Los oficios que generalmente se relacionaban mayormente con el entorno doméstico eran los de hilandera, tejedora y costurera. El oficio de hilandera, se reservaba para esclavas o para mujeres de muy poca capacidad económica, que intentaba aumentar sus ingresos familiares con su trabajo.

“A mí me toca dislocarme los dedos hilando lana noche y día para que al menos no falte en la habitación la luz de una simple candela.” (Apuleyo, Las Metamorfosis, IX, 5, 5)


Cuando las mujeres por su nuevo status social dejaron de dedicarse a labores textiles en su casa, fueron sustituidas por esclavas domésticas.

“Toma parte de las deliberaciones una vieja esclava promovida al cargo de la lana y ya jubilada de la aguja.” (Juvenal, Sátiras, VI, 495)

Cuando era necesario, se recurría a trabajadores especializados, que o bien realizaban sus labores en su propio hogar o ejercían su oficio en negocios que se dedicaban a la confección de prendas textiles. Las mujeres participaban en estas tareas por las que se solía pagar muy poco dinero, aunque ello servía para mejorar la economía familiar.

Mujeres tejiendo. Ilustración de Peter Connolly

Algunas mujeres dirigían estos negocios o al menos contrataban a otras mujeres para cumplir con los encargos que les habían encomendado.

“Con dificultad he recibido el material del tintorero el 10 de julio. Estoy trabajando con tus esclavas lo mejor que puedo. No puedo encontrar mujeres que trabajen con nosotras, porque están todas trabajando con sus amas. Nuestra gente ha estado recorriendo toda la metrópolis ofreciendo salarios más altos.” (Carta de Eudaimonis a Aline. Papyrus Bremen 63, Hermópolis, 16 julio 116 d.C.)

Pintura de Alexandre Evariste Fragonard

La fabricación de calzado también era una ocupación de tipo artesanal que podía emplear a mujeres que trabajaban por su cuenta o conjuntamente con sus maridos.

“Marcus Acilius Is […] obsequió este monumento funerario a Septimia Stratonice, zapatera (sutrix), su querida amiga, por sus buenas acciones hacia él. La otra (mitad) es para su hijo Acilius Fortunatianus.” (CIL 14, 4698, Ostia, s. II d.C.)

Relieve de Septimia Stratonice, Ostia, Italia

Algunas actrices, bailarinas y cantantes obtuvieron importantes éxitos junto con el reconocimiento del público, a pesar de que eran consideradas infames. La actuación ante un público era considerada una humillación tanto moral como social. Muchos espectáculos mezclaban bailes eróticos con el uso de instrumentos musicales, lo cual hacía que esta profesión no tuviera una buena reputación a los ojos de la moral romana.

Entre las artistas que se contoneaban al son de ritmos extranjeros con sedas y transparencias se encontraban las famosas puellae gaditanae, que alcanzaron un enorme éxito en los banquetes del s. I d. C. Estas jóvenes, originalmente procedentes de Gades (Cádiz) proporcionaban al público un espectáculo sensual y sugerente que parecía resaltar la importancia de interactuar con los espectadores.

“Experta en adoptar posturas lascivas al son de las castañuelas béticas y en danzar según los ritmos de Gades, capaz de devolver el vigor a los miembros del viejo Pelias, y de abrasar al marido de Hécuba junto a la mismísima pira funeraria de Héctor. Teletusa consume y tortura a su antiguo dueño. La vendió como sirvienta y ahora la ha comprado para concubina.” (Marcial, Epigramas, VI, 71)

Mosaico del Aventino, Museos Vaticanos

Muchas actuaban en las tabernas, pero otras eran contratadas para actuar en festivales o en fiestas privadas para amenizar las veladas de la aristocracia.

“A Isidora, bailarina con castañuelas, de Artemisia, de la villa de Philadelphia. Deseo contratarte con otras dos bailarinas con castañuelas para actuar en mi casa durante seis días desde el día 24 del mes Pauni, recibiendo como salario 26 dracmas por día y por los seis 4 artabas de cebada y veinte pares de hogazas, y cualquier prenda o adorno de oro que traigáis las guardaremos, y proporcionaremos dos asnos para que vengáis y también para que volváis.” (Papiro Cornell, 9)

Pieza textil copta. Kallos Gallery

Las mujeres que se dedicaban a la escena tampoco gozaban de buena consideración social, y solo consiguieron cierta fama algunas, ya que la mayoría desempeñaba su oficio con bastante precariedad y con salarios muy bajos.

“Para ella quien una vez ganó una fama extraordinaria en el escenario entre muchas gentes y ciudades por sus múltiples talentos en los mimos y también en los coros de bailarinas y cantantes, la actriz mima Bassilla, la décima musa, quien a menudo murió en el escenario, pero nunca de este modo, el actor y experto recitador, Heracleides, erigió esta estela. Es verdad que en la muerte ella recibió igual honor que en vida, ya que su cuerpo descansa en suelo consagrado a las Musas. Esto es lo que tenía que decir. Tus compañeros dicen: Ten valor, Bassilla, nadie es inmortal.” (IG 14, 2342, Aquilea, Italia)

Figura de Tanagra

Las mujeres dedicadas a la escena solían tener orígenes muy humildes, siendo esclavas, libertas o extranjeras en su mayor parte. Con frecuencia, los amos invertían su dinero en la formación artística de sus siervas con el fin de obtener beneficios económicos gracias a su trabajo a largo plazo, pues estas empezaban su formación y su oficio a muy temprana edad.

“Éucaris, liberta de Licinia, docta doncella, instruida en todas las artes, vivió 14 años. Detén tu paso, tú que con mirada errante observas las mansiones de la muerte, y lee entero mi epitafio, que el afecto de un padre dedicó a su hija, para que se depositaran allí los restos de su cuerpo. Cuando aquí mi juventud florecía abundantemente con las artes y, con el paso del tiempo, ascendía hacia la gloria, la triste hora de mi destino llegó hasta mí e impidió que el aliento de la vida avanzase más allá. Culta, educada casi por la mano de las musas, yo que hasta hace poco adorné con mi baile los espectáculos de los nobles y aparecí como la más distinguida ante el público en la escena griega, he aquí que las hostiles Parcas han depositado mis cenizas en este túmulo con un poema. La dedicación, cuidado y amor de mi patrona, mis glorias y mi éxito se desvanecen, incinerado mi cuerpo, y guardan silencio en la muerte. He dejado lágrimas para mi padre, a quien he precedido en la muerte, a pesar de haber nacido después. Ahora mis catorce años están retenidos conmigo en la oscuridad eterna de la morada de Dis.” (CIL VI.1214)

Figura de Tanagra. Museo Metropolitan,
 Nueva York

Algunas artistas y actrices parecen haberse mantenido en la profesión durante largo tiempo llegando incluso a estar activas en su ancianidad.

"Durante el consulado de Cayo Popeo y Quinto Sulpicio, en los juegos votivos por la salud del divino Augusto, la actriz de intermedios (emboliaria) Galería Copiola fue llevada de nuevo a la escena cuando tenía ciento cuatro años; había sido presentada como principiante por el edil de la plebe Marco Pomponio noventa y un años antes, durante el consulado de Cayo Mario y Cneo Carbón; fue llevada de nuevo por Pompeyo Magno en la dedicación del gran teatro, siendo ya anciana, como algo extraordinario." (Plinio, Historia Natural, VII, 158)

Figura de Tanagra. Walters Art Museum,
Baltimore, Estados, Unidos

Algunas mujeres se especializaron en tocar instrumentos musicales y actuaban tanto en celebraciones privadas, como en eventos sociales, por ejemplo, pompas triunfales, juegos y espectáculos.

“Enterrada en piedra yace mi fiel y querida esposa, Sabina. Erudita en todas las artes, ella sola sobrepasó a su esposo. Su voz era agradable, punteaba las cuerdas con su pulgar, pero arrebatada repentinamente, ahora permanece en silencio. Vivió veinticinco años, tres meses y catorce días. Mientras vivió, actuó como organista favorita, respetada por la gente. Quienquiera que seas y leas esto, se feliz. Que los dioses te protejan y canten con voz suave: Adiós, Aelia Sabina. Titus Aelius Justus, organista asalariado de la legión II Adiutrix, lo encargó para su esposa.” (CIL 3, 10501, Aquincum, Panonia Inferior)

Mosaico de Maryamin, Museo de Hama, Siria

La mujer podía dedicarse al comercio de productos alimentarios y ser propietaria de negocios comerciales a gran o mediana escala destinados bien a la venta, producción, fabricación o transporte de los productos. El término negotiatrix parece indicar tanto a la propietaria como a la encargada del negocio.

En los mercados muchos puestos de artículos de alimentación estuvieron regentados por mujeres.

“A los dioses Manes de Abudia Megiste, la muy leal liberta de Marcus. Marcus Abudius Luminaris, su patrón y también marido lo erigió para su esposa que bien lo merecía, comerciante de grano y verduras en la Escala Mediana, y para él, sus libertos y libertas y sus descendientes. También para Marcus Abudius Saturninus, su hijo, de la tribu Esquilina, que vivió ocho años.” (CIL 6, 9683 = ILS 7488, Rome)

Relieve de Ostia

La venta ambulante de comida, especialmente frutas y verduras, era una forma atractiva para las mujeres de generar unos ingresos con los que poder mantener a su familia, sin requerir una gran inversión de capital, puesto que los productos perecederos podían comprarse para su venta según las necesidades diarias y además el desempeño del oficio no exigía ningún entrenamiento práctico, ni conocimiento técnico. Las horas flexibles de tal trabajo permitirían a muchas mujeres poder cuidar de sus hijos sin depender de nadie más.

“Pero no recordaba exactamente el camino ni sabía dónde estaba nuestra hospedería. En consecuencia, no hacía más que ir y venir sobre mis propios pasos hasta que, harto de correr y bañado de sudor, me dirijo a cierta anciana que vendía legumbres silvestres y le pregunto: «Por favor, abuela, ¿sabrías acaso decirme dónde está mi casa?” (Petronio, Satiricón, 6-7)

Pintura de John William Godward

El transporte de mercancías podía incluir a las mujeres, incluso como propietarias de animales de carga para trasladar cualquier producto de un lugar a otro.

“A los encargados de los pagos de la división de Themistos, de Taouetis, hija de Totes, camellera, de la villa de Soknopaiou Nesos en la división de Herakleides, con Tesenouphis, hijo de Tesenouphis, como mi tutor. Afirmo que he recibido del granero de la villa de Dionysias, y que han sido medidas, las artabas de trigo que Dion, estratego de mi propia división informó que su predecesor como estratego había dejado escrito que se me debían como salario por el transporte del grano público que yo llevé desde los graneros de la división de Themistos…” (Papiro Aberdeen, Soknopaiou Nesos, c. 139 d.C.)

Museo de Israel, Jerusalem

No solo en el campo de la alimentación pueden encontrarse ejemplos de mujeres propietarias de negocios que alcanzaron una cierta prosperidad económica. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se cita a una purpuraria (vendedora de púrpura) que ofrece su casa a Pablo y sus seguidores como hospedaje.

“Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa». Y nos obligó a aceptar.” (Hechos de los Apóstoles, 16, 14)

Pintura de John William Waterhouse

Las ciudades romanas tenían numerosas tiendas y talleres donde artesanos y artesanas fabricaban y vendían sus productos. La mayoría de negocios los atendían familias en las que todos sus miembros trabajaban en ellos, a veces con sus esclavos.

Algunas inscripciones funerarias mencionan a mujeres que trabajaban solas o junto a sus maridos para realizar diversos objetos cotidianos o de lujo que eran demandados por la sociedad. La mención de su oficio destaca el orgullo por su desempeño y el estatus social que les otorgaba.

“Cornelia Venusta, liberta de Lucius, una fabricante de clavos (clavaria), lo hizo mientras vivía para ella y su esposo Publius Aebutius, hijo de Marcus, de la tribu Stellantina, fabricante de clavos y Augustal, y para la liberta Crescens y para Muro, su delicia.” (CIL 5, 7023 = ILS 7636)

Relieve romano. Virginia Fine Arts Museum, Estados Unidos

Existen documentos y textos legales que muestran a mujeres como propietarias de negocios con potestad de legar sus propiedades, los bienes muebles y las herramientas con las se trabaja en ellos.

Una mujer de Oxirrinco dona su negocio de lavandería (fullonica) a sus hijos a partes iguales en vida a condición de seguir al frente de ello hasta su muerte cuando pasará a manos de ambos.

“Aurelia Ammonia también conocida como Zois, hija de Hermon, de la muy gloriosa ciudad de Oxirrinco, actuando en virtud del derecho de los hijos, saludo a mis hijos Aurelius Paulus y Dionysios, hijos ambos de mi fallecido marido Aurelius Her[ ].
Dado que tú, Dionysios, desde la muerte de tu padre has permanecido a mi lado, tu madre, y has trabajado en la fullonica y no me has abandonado, sino que has tratado a tu madre con amabilidad, reconozco que he cedido a mis dos hijos a partes iguales, todo el negocio de la lavandería y sus instalaciones, que yo he levantado y cuidado con mi trabajo, y todo lo demás concerniente a dicho negocio a condición de que yo lo dirija hasta el momento de mi muerte, cuando vosotros dos, Paulos y Dionysios, tomareis posesión de ello con vuestros hijos y descendientes, y que yo tendré el poder de usarlo, controlarlo y administrarlo sin ningún impedimento.”
(Papiro Coll. Youtie II 83. Oxirrinco)

Fullonica de Veranius Hypsaeus, Pompeya. Museo Arqueológico de Nápoles.
Foto Wolfgang Rieger

Los propietarios de tierras con depósitos de arcilla o de alfarerías atendían a la fabricación de piezas cerámicas y eran dueños de los productos elaborados, como ladrillos, tejas y vasijas cerámicas. A raíz del incremento de la construcción, las áreas cercanas a Roma que eran ricas en arcilla para producir ladrillos se convirtieron en posesiones muy rentables para sus propietarios. El trabajo se realizaba en talleres dirigidos por gerentes, tanto hombres como mujeres (officinatores y officinatrices) que se encargaban de controlar y organizar la producción. Podían ser esclavos, libertos o libres, pero se incluía su nombre, junto con el de los propietarios en los sellos con los que se marcaban los ladrillos.

Reconstrucción de los alfares y talleres de Walbrook, Londres.
Foto London Museum of Archaeology

Se han encontrado varios ladrillos que se identifican como provenientes de los terrenos de arcilla propiedad de Emilia Severa y que apuntan a dos mujeres Junia Antonia y Junia Sabina como encargadas de la gestión del negocio cerámico.

“Ladrillo de los depósitos de arcilla Publilianos de la hacienda de Emilia Severa. Bajo la dirección de Junia Sabina." (CIL 15, 431. Roma, siglo II d.C.)

Sello de Emilia Severa.
Museo Británico, Londres

En los sellos que cerraban las ánforas que contenían aceite, vino o garum hay pruebas de que los propietarios y comerciantes de tales productos eran tanto hombres como mujeres.

“Coelia Mascellina hizo esta tumba para sus padres, para su madre […], una mujer de incomparable castidad, una comerciante de aceite y vino de la provincia de la Bética y para su muy devoto padre, Cneo Coelio Masculus.” (AE 1973, 71)

Bodega vinaria, Ilustración de Jean-Claude Golvin

Un entorno laboral en el que las mujeres tuvieron alguna opción de entrar fue el de la salud y cuidados de los demás. En Roma las medicae y las obstetrices fueron mujeres dedicadas principalmente a atender las enfermedades típicas de las mujeres y los embarazos y partos. Las primeras ocupaban un espacio social más elevado que el de las segundas, y no demasiado diferente del que ocupaban los médicos varones. Las médicas no solo se dedicaron a las dolencias femeninas, sino que también trataron afecciones oculares y de otro tipo.

“Consagrado a los dioses Manes. Para Julia Saturnina, de cuarenta y cinco años, una esposa incomparable, médica excelente y mujer muy venerable. Cassius Philippus, su esposo, lo erigió por sus méritos. Aquí yace. Que la tierra te sea leve.” (CIL II, 497 = ILS 7802, Mérida, España)

Estela funeraria de Julia Saturnina, Mérida

Las medicae en general, podían ejercer su oficio solas o en compañía de su marido, o junto a su patrón en caso de las libertas. La posibilidad de aprender el oficio se daba yendo a una academia de medicina o como acompañante y aprendiz de un médico en ejercicio. En el primer caso, solo una mujer con dinero y de una familia pudiente podría haber asistido, pero dichas mujeres no formaban parte del mundo laboral habitual por las costumbres y moralidad de la época. En el segundo caso, lo más probable es que una medica acabase aprendiendo su oficio al ejercer junto a su patrón o su marido.

El médico Glicón recuerda a su esposa Panthia en una estela que honra sus virtudes y reconoce su fama junto a la de él en el arte de curar. La mención de que su capacidad como médicos son iguales a pesar de que Panthia sea mujer indica que no era habitual que una mujer destacara en el arte de la medicina.

“Adiós, Panthia, de tu esposo. Tras tu muerte, me queda la pena por tu cruel muerte. Hera, la diosa del matrimonio, nunca conoció una esposa igual: tu belleza, tu sabiduría, tu castidad. Tú me diste hijos completamente iguales a mí; tú cuidaste de tu esposo y de tus hijos; tú guiaste recto el timón de nuestro hogar y elevaste nuestra fama común en la curación – aunque eras mujer no ibas detrás de mí en habilidad. En reconocimiento tu esposo Glicón erigió esta tumba para ti. También enterré aquí el cuerpo de [mi padre] el inmortal Filadelfo, y yo mismo yaceré aquí cuando muera, dado que solo contigo compartí mi lecho cuando estaba vivo, así pueda yo cubrirme en la tierra que compartimos.” (Pérgamo, s. II d.C. IGRRIV.507)

Estela funeraria de una médica galorromana.
Museo de Cour d´Or, Metz, Francia

Del siglo I d. C. existe una lápida dedicada por Restituta a su patrón y maestro, Tiberio Claudio Alcimo, médico de la casa imperial de Claudio.

“Para Tiberio Claudio Alcimo. Doctor del César. Hecha por Restituta, para su patrón y profesor, bueno y digno, que vivió 82 años.” (IG XIV.1751 Roma)


Ello prueba que había mujeres a las que se educaba en los estudios médicos por parte de renombrados médicos que traspasaban a sus pupilos, ya fueran hombres o mujeres, su saber.

Las comadronas (obstetrices) asistían a las mujeres en los partos, cuidaban de los recién nacidos y trataban a las pacientes femeninas de sus enfermedades ginecológicas. La mayoría de ellas eran esclavas o libertas que habían aprendido en las casas de las familias de las élites, pero había algunas que eran nacidas libres.

“Poblicia Aphe, liberta de una mujer, comadrona (obstetrix). Que tus huesos descansen en paz. Vivió veintiun años. (CIL 6, 9723 Rome)

Relieve con parto y obstetrix, Ostia, Italia

La iatromea (de la palabra griega iatros, médico, y de maia, comadrona) podía definir a la mujer que ejercía tanto como médica como comadrona y por tanto ayudaba en partos y trataba afecciones ginecológicas y otras más generales.

“A los dioses Manes. Yo, Julia Primigenia, comadrona (maia) que salvé a muchas mujeres, no escapé al destino. Después de una buena vida, partí a la casa de los difuntos, donde había un lugar reservado para mí entre los piadosos. Su amante esposo Tiberius Julius Hierax lo mandó inscribir para su esposa como grato recuerdo.” (IGUR 1240, Roma)

“A los dioses Manes de Valia Callista, médica y comadrona (iatromea). Caecilius Lysimachus lo hizo para su esposa.” (CIL VI, 9478, Roma)

Relieve de Scribonia Attice, Museo Ostiense, Ostia, Italia

Aunque la tradición romana favorecía la lactancia materna, la utilización de una nodriza para alimentar a los recién nacidos empieza a ser común en Roma a finales de la República y en tiempos del Imperio, cuando se comienza a contratar a un ama de leche (nutrix) que amamante a los hijos de las familias nobles, e incluso, a los hijos de esclavos a los que sus propias madres no pueden alimentar.

“A Protarchus, de Isidora, hija de …, teniendo como guardián a su hermano Eutychides, hijo de … y de Ddyma, hija de Apollonius, persa, teniendo como guardián a su hermano Ischyrion, hijo de Apollonius, persa, Didyma accede a amamantar, en su casa, con su propia leche pura, por un periodo de 16 meses desde Phamouthi del año actual, al bebé eslavo llamado … que Isidora le ha entregado, recibiendo de esta, como salario por la leche y cuidados diez dracmas y dos cotylas de aceite cada mes, siempre que se le pague, ella cuidará tanto de ella como del niño, sin estropear su leche, ni acostarse con ningún hombre, ni quedando embarazada, ni amamantando otro niño, y cualquier cosa de la criatura la guardará y la devolverá cuando se le requiera o compensará su valor excepto en caso de manifiesta pérdida. Diduyma ha recibido el aceite de Isidora por los tres primeros meses. Ella no dejará de amamantar antes de ese tiempo, y si rompe el acuerdo tendrá que devolver lo cobrado, incrementado en una mitad, con daños y perjuicios, y pagará además 500 dracmas y la multa establecida, … Didyma visitará Isidora cada mes en cuatro días separados con el niño para que Isidora pueda examinarlo.” (BGU 1107)


Las razones para confiar un niño a una nodriza podían deberse al fallecimiento de la madre o a que esta se encontrase enferma o muy débil para cuidarlo. Otras razones habría que buscarlas en que el ideal de belleza de la época era incompatible con amamantar un bebé; en que se consideraba poco aristocrático realizar cualquier ejercicio físico y que encomendar el cuidado del hijo a una nodriza evitaba el sentimiento de proximidad y cariño ante la alta probabilidad de muerte del recién nacido en la época.

“Las nodrizas son las primeras personas a las que oirá el niño, a ellas tratará de imitar en sus palabras y no hay que olvidar que somos muy tenaces por naturaleza en retener lo que recibimos en los primeros años, como las vasijas conservan el sabor del primer líquido que reciben.” (Quintiliano, Institución Oratoria, I, 1, 4-5)

Dea Matrona. Museo Arqueológico Nacional,
Saint Germain-en-Laye, Francia. Foto PHGCOM
 
En algunos casos a la nodriza se le atribuía la misma autoridad moral que al pater familias por lo que se le encargaba la misión de criar a los hijos de la familia durante su infancia. Ser la nodriza de los hijos de una familia importante suponía, en cierta medida, un reconocimiento social.

“Consagrado a los dioses Manes. Para Crispina, esposa divina, nodriza (nutrix) de dos senadores. Albus, su esposo con el que vivió diecisiete años, lo mandó hacer para su esposa que lo merecía. Vivió treinta años y dos meses. (CIL 6, 16592 = ILS 8531 Roma)

Wellcome Collection, Science Museum,
Londres

Algunas nutrices llevadas por el cariño a sus lactantes dedicaron epitafios a los niños que habían amamantado y criado durante años.

“A los dioses Manes. Flavia Euphrosyne, nodriza y niñera lo hizo para Publius Flavius Crescens, hijo de Publius Flavius Amarantus, que vivió siete años, un día y diez horas.” (CIL 6, 18032 Roma)

Figura de Tanagra, Museo de Antigüedades, Munich

Muchas nodrizas se hacían acreedoras del cariño de sus antiguos lactantes que las recordaban durante su vida y las recompensaban con la libertad, o con bienes materiales, como en el caso de Plinio el joven que regaló un terreno a su nodriza.

“Te doy las gracias por haberte encargado de cultivar el pequeño campo que había regalado a mi nodriza. Valía, cuando se lo regalé, 100.000 sestercios; después, al disminuir su rentabilidad, bajó también su precio, que ahora con tu cuidado se recuperará. Recuerda solo que te encomendé no ya los árboles y la tierra, aunque estos también, sino un pequeño presente mío, que, a mi nodriza, que lo ha recibido, no le interesa que dé el mayor fruto posible más que a mí, que lo hice. Adiós.” (Plinio, Epístolas, VI, 3)

Figura de Tanagra, Museo Británico, Londres

También las conmemoraban en su muerte erigiendo una tumba y una lápida funeraria en la que se inscribía el nombre de ambos.

“A los dioses Manes de Servia Cornelia Sabina, liberta de Servio. Servio Cornelio Dolabella Metiliano (cónsul en el año 113 d.C.) lo hizo para su nodriza y niñera que bien lo merecía.” (CIL 6, 16450 = ILS 8532, Roma)

Estela de la nutrix Severina. Museo Romano-Germánico,
Colonia, Alemania. Foto Pilar Torres

Entre los oficios desempeñados por mujeres se encuentran los relativos al cuidado del cuerpo y la belleza, como peluqueras (ornatrices), depiladoras (resinarias), maquilladoras (cosmetae), masajistas o las perfumistas y vendedoras de ungüentos.

“A los dioses Manes de Licinia Primigenia, ungüentaria. Licinius Amomus lo hizo para su madre que lo merecía. Vivió setenta y un años.” (CIL 10, 1965)

Fresco de la Villa Farnesina, Museo Nacional Palazzo Massimo,
Roma


Bibliografía



La mujer y el trabajo en la Hispania prerromana y romana: Actividades domésticas y profesionales; Carmen Alfaro Giner
Feminae frente al negotium: mujer y comercio en la Roma altoimperial; Sonia Pardo Torrentes
Obreras y empresarias en el Periodo Romano Alto Imperial; Pilar Fernández Uriel 
Mujeres y economía en la Hispania romana. Oficios, riqueza y promoción social. Silvia Medina Quintana
Mujer, comercio y empresa en algunas fuentes jurídicas, literarias y epigráficas; Carmen Lázaro Guillamón
Mujeres infames en la sociedad romana del alto imperio; Francisco Cidoncha Redondo
Extranjeras en Roma y en cualquier lugar: mujeres mimas y pantomimas, el teatro en la calle y la fiesta de Flora, Sabino Perea Yébenes
Mujeres en la escena romana a través de la epigrafía, Helena Lorenzo Ferragut
Wet-nursing in the Roman Empire: Indifference, efficiency and affection; Anna Sparreboom
Lower Class Women in the Roman Economy; Susan Treggiari
Women and Society in Greek and Roman World: a Sourcebook, (ed.) Jane Rowlandson
Women-and-society-in-the-roman-world-a-sourcebook-of-inscriptions-from-the-roman-west; Emily A. Hemelrijk
Women´s Letters from Ancient Egypt, 300 BC- 800 AD; Roger S. Bagnall and Raffaella Cribiore

 


jueves, 23 de febrero de 2023

Venatio, animales en la arena en la antigua Roma (I)

Mosaico de Lod, Israel

“Vi todas las clases de animales, las níveas liebres, también jabalíes bien armados con alces, tan raros incluso en los bosques que los crían, y toros de erguida cabeza y con fea joroba en el lomo o con crines hirsutas por toda la cerviz o también con pescuezo poblado de barba erizada o papada cubierta de trémulas telas.Y no me fue dado tan sólo estos monstruos silvestres contemplar, mas terneros marinos luchando con osos y una especie deforme a que el nombre se da del caballo y que nace en el río famoso que envía en los meses vernales al campo vecino sus aguas crecidas.
iAh, cuántas veces temblando yo vi que del circo una parte giraba y se abría un abismo en el suelo y surgían las fieras o bien de las mismas cavernas áureos madroños brotaban con súbita lluvia!”
(Calpurnio Sículo, Égloga VII)


La aparición de animales en los espectáculos romanos se debió probablemente a varios factores, por un lado, la evolución y transformación de ciertas celebraciones oficiales, y por otro, a la adopción y adaptación de actividades de caza de otras culturas y civilizaciones con las que estuvo en contacto Roma y que terminaron incluyéndose en el modo de vida de la sociedad romana de la época, adquiriendo sus propios rasgos y que fueron modificándose con el objetivo de hacer disfrutar al pueblo romano.

Anfiteatro de Poitiers, Francia. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Los animales podían verse en los espectáculos de Roma de varias formas: estaban las venationes o caza de fieras, las exhibiciones de animales, por ejemplo, en las pompas triunfales o circenses, o la utilización de animales salvajes en las ejecuciones de condenados a muerte llamadas damnatio ad bestias.

Las primeras venationes publicas podrían estar relacionadas con los resultados de la Segunda Guerra Púnica, donde generales como Escipión el Africano se familiarizaron con la caza de animales nativos y los mismos pudieron ser utilizados en las arenas de Roma.

Museo de Djemila, Argelia


Ptolomeo Filadelfo, en el siglo III a. C. en Alejandría, utilizó animales en la Gran Procesión como demostración de su poder como rey y como dios.

“Desfilaban todo tipo de animales, asnos, elefantes tirando de carros, machos cabríos, antílopes, avestruces, ciervos, mulos, camellos, perros de numerosas razas, periquitos, pavos reales, gallinas de Guinea, faisanes y otras aves, ovejas, vacas, un oso blanco, leopardos, panteras, linces, cachorros de leopardo, una jirafa, un rinoceronte etíope.” (Ateneo, Banquete de los eruditos, V, 197-203)

Sarcófago con el triunfo de Dioniso, Walters Art Museum, Baltimore, Estados Unidos

Los animales, para Roma, eran un trofeo de guerra, como también lo eran las personas capturadas y el botín. Como tal, por lo tanto, debía ser mostrado al pueblo romano y las exhibiciones tenían como objetivo demostrar el dominio y poder de Roma sobre los nuevos lugares que pasarían a formar parte del Imperio.



Los primeros animales que aparecieron en escena fueron los elefantes, no para ser cazados, sino para su exhibición y fue M. Curio Dentato en el 275 a. C. quién mostro cuatro elefantes que le habían sido arrebatados a Pirro en Beneventum.

“Ese mismo individuo contaba que Metelo, cuando marchaba en triunfo tras derrotar a los cartagineses en Sicilia, fue el único entre todos los romanos que llevó delante de su carro ciento veinte elefantes cautivos.” (Séneca, Sobre la brevedad de la vida, XIII, 8)

Triunfo romano. Pieter Paul Rubens. National Gallery, Londres

Otro ejemplo de la utilización de animales exóticos con este fin fue con ocasión del deseo de Pompeyo de entrar en Roma, en su desfile triunfal, tras la victoria del 80 a. C., con un carro tirado por 4 elefantes, pero las puertas eran demasiado estrechas y tuvo que abandonar la idea.

“Pompeyo, según dicen, con la intención de irritarlos aún más, intento hacer la entrada montado sobre un carro tirado por cuatro elefantes, ya que traía muchos de Libia, capturados en la guerra contra los reyes”. (Plutarco, Pompeyo, XIV, 6)

El triunfo de Pompeyo, Gabriel de Saint Aubin, Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Durante la República (antes del 44 a. C.) los animales aparecían con motivo de los triunfos y con el tiempo terminarán vinculados con las luchas de gladiadores.

“En el 176 a. C., Escipión el Africano, tras su victoria en Zama, en la celebración por las calles de Roma, varios elefantes lo siguieron.” (Apiano, Guerras Púnicas, 66)

La missio en la antigua Roma no era un enfrentamiento de un hombre contra un animal, sino en realidad, una lucha entre las propias fieras. El método consistía en atarlas juntas y dejar que ellas mismas actuasen siguiendo sus instintos. Por lo tanto, el hombre no desempeñaría todavía ningún tipo de papel como luchador.

“Con frecuencia nos divertimos en los espectáculos matinales de la arena, al ver la lucha de osos y toros encadenados juntos: se desgarran mutuamente, y allí está esperando el que ha de rematarles.” (Séneca, De la ira, III, 43)

Museo Arqueológico de Manisa, Turquía

La referencia más antigua de una missio como espectáculo la dio Tito Livio, y tuvo lugar en el 186 a. C., ochenta años antes que la primera lucha de gladiadores. Marco Fulvio ofreció una celebración durante diez días por su victoria sobre los griegos en la guerra etólica en la se llevó a cabo una cacería de leones y panteras entre otros muchos entretenimientos enmarcados dentro de los Ludi Taurei.

“Por la fecha en que llegaron de Hispania estas noticias se celebraron durante dos días los Juegos Taurios por motivos religiosos. A continuación, Marco Fulvio ofreció durante diez días, preparados con gran pomposidad, los juegos que había prometido con voto en la guerra etólica. Con motivo de esta solemnidad acudieron de Grecia muchos artistas. También asistieron los romanos, por primera vez entonces, a una competición atlética, se ofreció una cacería de leones y panteras, y se celebró la fiesta con una abundancia y una variedad casi propia de la época actual.” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXIX, 22, 1-2)




Durante los dos últimos siglos de la república, las venationes, violentos espectáculos con animales, incrementaron su popularidad al mismo tiempo que la complejidad en su elaboración y desarrollo. Ello motivó que, debido a su utilidad como propaganda política, se decretara una efímera prohibición senatorial sobre la importación de animales de África, que estuvo en vigor entre el año 186 a.C., el año del espectáculo de Nobilior, y el año 170 a.C., porque algunos miembros del Senado sentían que los magistrados más ambiciosos podían usar la popularidad obtenida de una venatio exitosa para ascender en su carrera. Buscaban, por tanto, dificultar la llegada de animales exóticos a Roma. Sin embargo, fue un tribuno, Cneo Aufidio, representante de la plebe, el que lograr revocar la ley.

“Hubo un antiguo senadoconsulto que impedía trasladar panteras africanas a Italia. Cneo Aufidio, tribuno de la plebe, presentó al pueblo una propuesta de ley contra este y así permitió importarlas para el circo.” (Plinio, Historia Natural, VIII, 24)

Gallería Borghese, Roma

En el año 169 a. C. se vuelve a hacer una exhibición de animales en la que un gran número procede del continente africano.

“Se dejó constancia escrita de que en los juegos circenses organizados por los ediles curules Publio Cornelio Escipión Nasica y Publio Léntulo intervinieron sesenta y tres panteras y cuarenta osos y  elefantes” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, XLIV, 18,8)

Los magistrados de los últimos tiempos de la república encargados de ofrecer espectáculos de fieras intentaron mantener el interés de los espectadores aumentando el número y la variedad de animales que participaban, incluyendo, además, elementos más violentos al entretenimiento. Entre estas innovaciones se introdujo las peleas de animales que anteriormente solo habían aparecido en exhibiciones no violentas, o peleas que presentaban combinaciones de animales nunca vistas antes.

“Fenestela cuenta que (los elefantes) lucharon en Roma por primera vez en el circo en la edilidad curul de Claudio Pulcro, en el consulado de Marco Antonio y Aulo Postumio, el año seiscientos cincuenta y cinco de la fundación de Roma (99 a.C.) e igualmente contra unos toros veinte años después, en la edilidad curul de los Lúculos (79 a.C.)." (Plinio, Historia Natural, VIII, 19)



En el año 104 a.C. los ediles Craso y Escévola ofrecieron el primer combate con muchos leones en Roma.

“Escévola, hijo de Publio, fue el primero que, en su edilidad curul, ofreció en Roma una lucha de muchos leones." (Plinio, Historia Natural, VIII, 20)

Los primeros animales que se dejaron sueltos en la arena para ser cazados fueron 100 leones y fue Lucio Sila, ya que hasta entonces solo aparecían atados, esto ocurrió en el año 93 a. C., durante su pretura, y fue el propio rey Boco de Mauritania quién envió tanto a las bestias como a sus lanceros para abatirlos.

"¿No dejarás tal vez que cualquier otro se preocupe de que L. Sula fuera el primero que en el Hipódromo ofreció un espectáculo de leones sueltos, pues antes se presentaban atados, al tiempo que el rey Boco envió unos lanceros para matarlos?” (Séneca, La brevedad de la vida, XIII, 6)



A los espectáculos no les faltaban peligros también para el público, pues, en el año 55 a. C., para celebrar la inauguración del primer teatro de piedra de Roma, Pompeyo soltó una veintena de elefantes africanos en el circo para ser cazados por varias personas, era la primera vez que se realizaba este tipo de espectáculo, aunque los elefantes ya eran bastante familiares, como hemos podido ver. Debido a lo dificultoso del espectáculo se tomaron medidas para evitar desgracias entre el público. Se instalaron unas rejas de hierro. Los cazadores, que eran gétulos, pueblo nómada del desierto, cazaban lanzando un venablo hacia el párpado inferior de la fiera que, alcanzada en el cerebro, caía, o bien los paralizaban atravesando las patas con la misma arma. Uno de los elefantes, herido de esta forma, se arrastró con las rodillas hasta uno de los cazadores, con la trompa le arrancó el escudo y lo lanzó al aire. El pueblo de Roma se enardeció. Los elefantes, en cambio, asustados, en un momento dado intentaron salir de estampida, pero viendo que no era  posible huir comenzaron a emitir un sonido lastimero, como de súplica, que conmovió a los espectadores y al propio emperador que les perdonó la vida.

“En cinco días fueron liquidados cincuenta leones, y dieciocho elefantes lucharon contra combatientes equipados con armamento pesado. De los elefantes, unos murieron enseguida, otros no mucho después. Efectivamente, a algunos los protegió, contra la opinión de Pompeyo, la compasión popular, pues cuando recibían una herida abandonaban el combate, se ponían a dar vueltas con las trompas levantadas al cielo y lanzaban tales gemidos que dieron lugar al comentario de que no actuaban al azar, sino invocaban los juramentos bajo cuya fe hicieron la travesía desde África e impetraban venganza de la divinidad.” (Dión Casio, Historia Romana, XXXIX, 38, 2-4)

Ilustración de Jean-Claude Golvin

Tras su victoria en la Guerra Civil, César en el 46 a. C., celebró un espectáculo en el que durante 5 días se realizaron luchas contra bestias, incluida una batalla militar con elefantes en el Campo de Marte, lugar probablemente mal acondicionado para esta actividad puesto que murieron muchas personas esos días, incluidos dos senadores, debido a lo multitudinario del espectáculo. En esos festejos se celebraban los 4 triunfos de Julio César: sobre la Galia, Egipto, Ponto y Libia.

"Durante cinco días se dieron espectáculos de caza y por último se libró un combate entre dos formaciones, enfrentándose de uno y otro bando quinientos soldados de infantería, veinte elefantes y treinta jinetes… Para asistir a todos estos espectáculos fue tan grande la afluencia de público procedente de todas partes, que muchos forasteros paraban en tiendas colocadas en medio de las calles o de las calzadas, y con frecuencia, debido a la multitud, se produjeron muchas víctimas por aplastamiento y asfixia, entre ellas dos senadores." (Suetonio, Julio César, 39, 2-4)

Grabado, 1865

Los extravagantes espectáculos de Pompeyo y César sirvieron como modelo para los sucesivos emperadores, mostrando todas las posibilidades que había cuando un editor de los juegos movilizaba contactos y recursos por todo el territorio romano. Ellos fueron además los primeros organizadores de espectáculos que anunciaron con toda intención sus conquistas al pueblo romano mediante la elección de los animales que aparecían en ellos. En los juegos del año 55 a.C. Pompeyo exhibió los primeros monos etíopes y el primer rinoceronte que se vieron por primera vez en Roma para resaltar la amplia influencia que él había ganado en África y Oriente por medio de sus exitosas campañas militares. De igual modo, César presentó un jirafa y toros de Tesalia para simbolizar su victoria en Egipto y sobre Pompeyo en la batalla de Farsalia en el 48 a.C.

"La primera vez que se vio una jirafa en Roma fue en los juegos circenses del dictador César." (Plinio, Historia Natural, VIII, 27)

Art Institute of Chicago


En los últimos años de la república, dejando aparte las excepciones de los comandantes romanos victoriosos, como Pompeyo y César, las venationes y otros eventos con animales eran espectáculos promovidos por los ediles y pretores de forma rutinaria, pero con la llegada de los emperadores, estos los tomaron a su cargo, y dichos espectáculos fueron más frecuentes y tuvieron un mayor componente de propaganda imperial gracias a un mayor control por parte del emperador a la hora de su celebración, que se unió a la de los enfrentamientos de los gladiadores. Los emperadores romanos, naturalmente, usaban los espectáculos, entre ellos, las venationes, para anunciar sus conquistas militares y la expansión de la influencia política romana por todos los territorios conocidos.

A medida que fue avanzando el tiempo la magnificencia de la caza era mayor. Sabemos que Augusto superó a todos sus antecesores; en total dio 26 espectáculos con animales y con él murieron en la arena un total de 3.500 animales.

"Ofrecí al pueblo veintiséis cacerías de animales de África, bajo mi nombre o bajo el de mis hijos o nietos, en el circo, en el foro o en los anfiteatros. En ellos murieron cerca de tres mil quinientas fieras." (Augusto, Res Gestae, 22, 3)

Anfiteatro de Lyon, Ilustración Jean-Claude Golvin

Se reservaron diez días a finales de diciembre cada año para la realización de juegos, aunque también tenían lugar varias veces al año para conmemorar acontecimientos especiales y a partir del 20 a.C. se llevaron a cabo cada año para celebrar el cumpleaños del emperador.

A partir de Domiciano, todos los juegos, incluidas las cacerías de animales debían ser puestos en escena solo por el emperador o por sus oficiales. Cualquier magistrado o ciudadano particular debía obtener el permiso del emperador para celebrar unos juegos.

Ilustración Jean-Claude Golvin

En una regulación sobre los deberes de un cónsul elegido podemos ver el programa que debía presentar ante el pueblo en el que todavía se incluye la cacería y matanza de los animales.

“Así, pues, hemos mandado que todo lo que compete que se de por el que por nosotros es elegido cónsul por un año con respecto a todas las espórtulas, distribuciones y gastos se agregue a esta nuestra sacra ley, comprendiéndolo en una relación. Pues esto lo establecemos en forma de ley, para que también al transgresor se le imponga cierta pena competente. Pero queremos que sean siete sus salidas. Porque si esto se creó para que se le den al pueblo espectáculos para recreo de su ánimo, y aquellos han sido limitados por nosotros a los juegos del circo, a los espectáculos de las fieras, y al disfrute de coros de música, nuestro pueblo no será privado de ninguna de estas cosas. Hará él su primera salida cuando se encargue del consulado y esté en posesión de sus credenciales, en las calendas de enero. Después de esto dará el segundo espectáculo de lucha de caballos, al que llaman mappa (pañuelo). El tercero que se denomina cacería teatral, que solo se representará una vez, y después el que se dice de todo un día, llamado monhemerium (un poco de todo), en el cual el pueblo disfrutará mucho del pancarpum (imitación de un bosque) con los hombres luchando con las fieras, venciendo por su audacia y matando a las fieras.” (Justiniano, Novela, 105)

Relieve con venatio, Museo de Estambul, Turquía

A Augusto le gustaba ver los animales exóticos y controlaba lo que se exhibía en los juegos que promocionaba ante el pueblo de Roma. Dión Casio menciona la diversidad de animales que murieron en la arena, cuando Augusto celebró en Roma su triunfo sobre Egipto en el 29 a. C.

“Se mataron bestias y animales domésticos de todas clases; entre aquellas hubo incluso un rinoceronte y un hipopótamo, animales que por primera vez se veían en Roma.” (Dión Casio, Historia Romana, LI, 22, 5)

Aquinum, Italia

Utilizó tigres en la dedicación del teatro Marcelo, una enorme serpiente frente al Comicio y cocodrilos en una piscina en el circo Flaminio, algunos de estos animales llegaron hasta Roma traídos por embajadores procedentes de la India como símbolo del interés romano por el subcontinente indio.

“Pero Augusto, por su parte, regresó a Samos y una vez más pasó el invierno allí. En reconocimiento por su hospitalidad, garantizó la libertad a los habitantes y también atendió muchas cuestiones de gobierno. Un gran número de embajadas se presentó ante él, y los indios, que ya habían hecho propuestas, ahora concertaron un tratado de amistad, enviando unos tigres entre otros regalos, los cuales fueron vistos entonces por vez primera por los romanos y creo que también por los griegos." (Dión Casio, Historia Natural, LIV, 9, 7)

Domus de la Fortuna Annonari, Ostia, Italia. Foto Ostia Antica Atlas


La enorme cantidad y variedad de animales que se trajeron a Roma para diversos eventos, y particularmente las fieras grandes y peligrosas demostraban el poder del emperador para doblegar la naturaleza a su antojo. Los emperadores exhibían su dominio sobre los animales forzándolos a luchar y morir en la arena.

Claudio utilizó a la caballería pretoriana, con él como prefecto, en una venatio contra fieras africanas en el Circo Máximo.

“Además de carreras de cuadrigas, presentó juegos troyanos y fieras africanas, que se encargaba de abatir un escuadrón de jinetes pretorianos comandado por sus tribunos y con el mismo como prefecto; exhibió asimismo jinetes tesalios, que persiguen por la arena del circo a toros salvajes, saltan sobre ellos cuando los han agotado, y los tiran a tierra agarrándolos por los cuernos”. (Suetonio, Claudio, XXI, 3)

Museos Vaticanos

También Nerón, por ejemplo, exhibió una venatio en la que pudieron haber muerto 300 leones y 400 osos.

"En los juegos que ofreció, hombres a caballo dieron muerte a toros mientras cabalgaban a su lado, y los caballeros que servían en la escolta de Nerón derribaron con sus javalinas a cuatrocientos osos y trescientos leones." (Dión Casio, Historia Romana, LXI, 9, 1)



Otra forma de manifestar su dominio sobre las fieras era obligarlas a realizar ciertos trucos o actuaciones como podía ser que los animales terrestres luchasen el agua, como ocurrió durante los juegos de inauguración del anfiteatro Flavio en el año 80 d.C.

"Tito llenó repentinamente este mismo anfiteatro con agua y llevó dentro caballos, toros y otros animales domesticados a los que se había enseñado a moverse en el líquido elemento como si estuviesen en tierra." (Dión Casio, Historia Romana, LXVI, 25, 1)

Ilustración Diccionario de Teatro Pougins

Durante la celebración de la apertura del anfiteatro Flavio se cazaron hasta unas 9000 fieras en una sola venatio, en la que pudieron intervenir mujeres, según Dion Casio.

"La mayor parte de cuanto hizo no se caracterizó por nada digno de mención, excepto en la dedicatoria del anfiteatro y de los baños que llevan su nombre, cuando ofreció maravillosos juegos. Hubo un combate entre grullas y otro entre cuatro elefantes; se dio muerte a nueve mil animales, tanto salvajes como domesticados, y las mujeres (aunque ninguna de alcurnia, sin embargo) tomaron parte en herirlas."

Mosaico expuesto en el Coliseo romano. Foto Jastrow

En esta época se pudieron ver enfrentamientos entre animales grandes en los que se ponía a prueba su fuerza y su capacidad para imponerse al otro. El epigramista Marcial fue testigo de esos feroces combates durante los reinados de los emperadores Flavios.

"Un toro estimulado con fuego iba por toda la arena lanzando los peleles hasta las estrellas. Sucumbió al fin, no pudiendo resistir a otro cuerno más potente, por creer así de fácil quitar de en medio a un elefante." (Marcial, Espectáculos, XIX)

Museo Pio-Clementino, Vaticano

Domiciano, tras la guerra Sármata, en el 93 d. C. organizó una caza donde participaron tigres.

“El cazador del Ganges, que huye pálido en un caballo de Hircania, no vio en los campos orientales tantos tigres, como ha visto por primera vez tu Roma, oh Germánico, sin poder contar sus delicias. Tu arena, César, supera los triunfos que ha visto la India, los recursos y las riquezas del dios vencedor, pues cuando Baco traía detrás de sus carros a los indios cautivos, se contentó con un par de tigres.” (Marcial, Espectáculos, XXVI)

Museo de los Mosaicos del Gran Palacio, Estambul, Turquía. Foto Samuel López

Las venationes más grandes pudieron verse en la primera mitad del siglo II d.C., cuando Roma alcanzó su máxima extensión territorial y su mayor prosperidad. Trajano lanzó a la arena 11.000 animales tras su triunfo en la Segunda guerra Dacia, las celebraciones duraron 123 días.

"Al regreso de Trajano a Roma, llegaron a él diversas embajadas de naciones bárbaras, entre ellas de los indios. Ofreció espectáculos durante ciento veintitrés días, durante el transcurso de los cuales se dio muerte a unos once mil animales, tanto salvajes como domésticos." (Dión Casio, Historia Romana, LXVIII, 15, 1)

Ilustración Antonio Niccolini

Cuenta Dion Casio que Adriano, durante el aniversario imperial, utilizó en la arena un enorme número de leones y el mismo número de leonas.

“El día de su cumpleaños dio el habitual espectáculo gratis y se mataron muchas bestias salvajes, de forma que, por ejemplo, cien leones y un número similar de leonas murieron en esa ocasión.” (Dión Casio, Historia Romana, LXIX, 8, 2)

Museo Nacional Romano, Palazzo Massimo, Roma

También en la época de los emperadores Antoninos se dieron venationes con muchísimos animales de muy diversas especies y procedentes de diferentes partes del imperio.

“Organizó unos juegos en los que exhibió elefantes, hienas, tigres y rinocerontes, cocodrilos e hipopótamos, y toda clase de fieras de todas las partes del mundo. Hizo correr también a cien leones acompañados de tigres en una sola carrera.” (Historia Augusta, Antonino Pio, X, 8)

Galería Borghese, Roma

Pero, sin duda, el emperador más aficionado a las venationes fue Cómodo, que no solo las organizó para sus súbditos, sino que llegó a participar en ellas, para emular las proezas cazadoras de su modelo Hércules. Aunque muchos autores veían tal participación como una conducta impropia de su cargo, los ciudadanos de a pie encontraban su exposición ante las fieras edificante, aunque algo muy distinto era su actuación como gladiador lo que les disgustaba, ya que lo veían como un comportamiento degradante.

“Cómodo entonces, ya sin ningún freno, ordenó la celebración de espectáculos públicos, anunciando que daría muerte con su propia mano a todo tipo de animales salvajes y que como un gladiador se enfrentaría a los jóvenes más fuertes. Cuando la noticia se divulgó, acudieron gentes de toda Italia y de las provincias vecinas para ver lo que antes ni habían visto ni oído. Y era tema de conversación su excelente puntería y su preocupación por no errar al arrojar un dardo o disparar una flecha. Eran sus maestros los más certeros arqueros partos y los mejores lanceros mauritanos, a todos los cuales aventajaba en destreza. Llegó el día del espectáculo y el anfiteatro se llenó. Se había dispuesto una barrera circular para protección de Cómodo, de suerte que no corriera peligro al combatir de cerca a las fieras, sino que, disparando desde un lugar elevado y seguro, hiciera una demostración de su puntería más que de su valor. A ciervos y gacelas y a otros animales con cuernos, a excepción de los toros, acosándolos en su carrera, los hostigaba cortándoles el paso y les daba muerte con certera puntería. A leones y panteras y a otros nobles animales corriendo alrededor de la cerca los mataba con sus dardos lanzados desde arriba. Y nadie vio que hiciera un segundo disparo ni otra herida que la mortal. En el momento de la arremetida del animal le asestaba en la cabeza o en el corazón, y nunca apuntó a otro blanco ni a ninguna otra parte del cuerpo alcanzó su dardo de manera que la herida no fuera mortal.

De todos los países se traían animales para él. Entonces ciertamente pudimos ver bestias que antes sólo habíamos tenido ocasión de admirar en los grabados. Animales de la India y de Etiopía, del Sur y del Norte, si antes eran desconocidos, los mostraba a los romanos a la vez que les daba muerte. Todo el mundo quedaba asombrado por su puntería. En una ocasión, por ejemplo, usó flechas cuyas puntas tenían forma de media luna contra avestruces de Mauritania, que se mueven rapidísimamente no solo por la velocidad de sus patas sino también por el aleteo de sus alas. Les disparaba contra la parte superior de su cuello y las decapitaba de tal forma que, con las cabezas cortadas por el impacto, todavía seguían corriendo como si no les hubiera pasado nada. Otra vez, cuando un leopardo en veloz carrera se abalanzaba sobre una víctima que atraía su atención, Cómodo con su dardo se anticipó a la fiera en el instante en que iba a hincar sus colmillos; la mató y salvó al hombre. La punta de la lanza ganó al filo de los colmillos. En otra ocasión cien leones soltados al mismo tiempo salieron de los subterráneos y con idéntico número de dardos acabó con todos, de suerte que, allí mismo, tendidos los cuerpos en el suelo en larga hilera, todo el mundo pudo contarlos tranquilamente y comprobar que ni un solo dardo de más había disparado.” (Herodiano, Historia del Imperio Romano, I, 15, 1-6)



Tanto las exhibiciones de animales como las cacerías en el anfiteatro continuaron mientras existió el Imperio Romano.

“Tuvo también hipopótamos, un cocodrilo, un rinoceronte y todos los animales de Egipto que eran aptos, dada su naturaleza, para ser exhibidos.” (Historia Augusta, Heliogábalo, XXVIII, 3)

A finales del siglo III d.C. en alguna venatio se permitió entrar a la gente a la arena para tomar su parte de los despojos de los animales muertos en la cacería.

“Ofreció al pueblo de Roma espectáculos realmente célebres pues se distribuyeron también congiarios. Celebró un triunfo sobre los germanos y los blemios, haciendo preceder a la pompa triunfal cuerpos de tropas de todos estos pueblos de hasta cincuenta hombres. Ofreció una soberbia cacería en el circo permitiendo que el pueblo se disputara la posesión de todos los despojos. El espectáculo se presentó de esta forma: los soldados arrancaron a cuajo robustos árboles y los clavaron a bigas entrecruzadas a lo largo y a lo ancho y después cubrieron este entramado con tierra, de tal forma que todo el circo, plantado como un bosque, se cubrió de follaje adquiriendo un extraño verdor. Después, se soltaron por todos los accesos mil avestruces, mil ciervos y mil jabalíes; a continuación, gamos, cabras montesas, ovejas salvajes y otros animales herbívoros, cuantos pudieron ser cazados o alimentados. Y, a renglón seguido, se dejó entrar a la gente del pueblo y cada cual cogió lo que quiso.” (Historia Augusta, Probo, XIX, 2-3)



Las venationes en la ciudad de Roma continuaron hasta el 523 d. C. cuando el magistrado romano Anicio Máximo patrocinó la que parece ser la última cacería celebrada allí.

“A ti, cuyo deber es mostrar tales escenas a la gente, te mando que abras tu bolsa y saques el dinero para que puedas ofrecer a los desgraciados una respuesta a sus oraciones. Si no, es un acto de extrema extorsión no conceder los regalos rituales mientras ordenas las odiosas muertes. Y, así, lo que desde antiguo se ha convertido en una costumbre tradicional, se lo vas a conceder al peticionario sin demora. Porque hay delito de homicidio en ser tacaño con los que han sido atraídos por tus juegos a la muerte.” (Casiodoro, Variae, V, 42)

Díptico de marfil, Museo del Louvre, París. Foto The Byzantine Legacy

Las cacerías que se representaban ante el pueblo no solo incluían animales exóticos procedentes de lugares lejanos, sino que también se podían ver imitaciones de las persecuciones que sufrían animales más cercanos, como los cérvidos o jabalíes, por parte de los perros de caza a los que los ociosos y ricos señores azuzaban contra ellos. Para la plebe que no tenía opción de asistir a dichas cacerías, también suponía un espectáculo nuevo e igualmente violento.

“Huyendo rápido un gamo de unos veloces molosos y usando de mil estrategias para retardar su captura, se detuvo a los pies de César, suplicante y en actitud del que ruega, y los perros no tocaron su presa... Este favor lo obtuvo por reconocer al emperador. César es dios, sagrado es su poder, creedlo, sagrado: las fieras no saben mentir.” (Marcial, Espectáculos, XXX)

Mosaico de Montevenere, Museo Nazionale Etrusco, Chiusi, Italia

En otros casos animales pequeños o mansos eran perseguidos por fieras salvajes a la manera en que en los territorios de caza eran atrapados por perros amaestrados.

"Sin embargo, pasa de ellos, como cosa sin importancia, quienquiera que ve las cazas humildes de los leones, fatigados por la rapidez temerosa de las liebres. Las sueltan, las vuelven a coger, les gusta tenerlas cogidas, y en su boca está más segura una presa a la que se complacen en ofrecerle sus fauces abiertas y transitables y en contener tímidamente la dentellada, porque les da vergüenza triturar una presa tan tierna, cuando hace nada acaban de derribar toros. Esta clemencia no se adquiere con la doma, sino que los leones saben a quién sirven." (Marcial, Epigramas, I, 104)

Detalle del mosaico de Lod, Israel

La crisis que sobrevino al imperio en el siglo III d.C. provocó que los gobernantes no tuvieran los fondos e infraestructuras necesarios para abastecerse de animales procedentes de lugares exóticos y lejanos como lo habían hecho sus predecesores, por lo que tuvieron que recurrir a los animales que se encontraban en un entorno más cercano.

Cuando a finales del imperio se prohibieron las luchas de gladiadores, las venationes sí incrementaron su popularidad, por lo que los organizadores de los espectáculos tuvieron grandes dificultades en proveer a los juegos con una amplia variedad de animales. La parte occidental del imperio fue perdiendo gran parte de su territorio durante los siglos IV y V d.C., incluyendo el norte de África con su rica vida salvaje, a manos de los bárbaros. Por tanto, en esa época los cazadores humanos ya no intentaban tanto matar a los animales con los que se enfrentaban, sino que se dedicaban más a entretener al público evadiendo los ataques, mediante distintos medios como utilizar una pértiga para voltear sobre el animal o eludir a los animales con elaboradas piruetas o utilizando distintos artefactos, como cestos, que los protegían de los zarpazos y dentelladas.

“Un hombre fijó una pértiga en el suelo, y lanzándose por el aire dio una voltereta, y con sus ágiles pies pasó por encima de la bestia que corría hacía él. No lo atrapó; la gente aplaudió fuerte y el hombre escapó.” (Antología Palatina, IX, 533)

Thyna, Túnez

Las últimas venationes que se dieron en el siglo VI d.C. apenas se parecían a las que se pudieron ver en los siglos precedentes. Sin embargo, el gusto de los espectadores por la violencia de la lucha contra y entre animales no desapareció como demuestra el espectáculo de hostigamiento de osos que continuó durante muchos siglos.

Aun así, existió también una tendencia a tener en cuenta el peligro que corrían los venatores en su enfrentamiento con las fieras y a desear que salieran indemnes de la lucha.

“Arquero, señor de las Musas, Febo, experto tirador, dile a tu hermana que enfurezca a las poderosas bestias lo justo para tocar los cuerpos de los hombres ligeramente y hacer que la gente grite contenta con cantos sagrados. No permitas, que yo, que me siento en el trono de Júpiter el Piadoso, contemple la muerte de un hombre.” (Antología Palatina, 581)

Díptico consular de Aerobindus, Museo Suizo de Zurich

El cristianismo, por boca de sus autores más representativos, criticó en general todos los espectáculos, y en especial aquellos en los que había derramamiento de sangre como los gladiatorios y las venationes. Asimismo, denunciaron el peligro de tratar con animales salvajes y el riesgo que suponía para los ciudadanos que estos escaparan y sembraran el terror entre ellos.

"Hay también entre los hombres otra manía y enfermedad del alma que los lleva a soportar tantos juegos llenos de sevicia y crueldad. ¿A cuántos ociosos la vanidad no los hizo gladiadores, pereciendo luego a causa de las heridas? ¡Cuántos otros, llevados del entusiasmo, luchan con las mismas fieras y se juzgan más distinguidos cuantas más mordeduras y cicatrices ostentan!
“¡A cuántos otros devoraron las fieras, y no sólo en la selva sino en el mismo centro de las ciudades, por haberse escapado de sus encierros!”
(Tertuliano, Exhortación a los mártires, 50)

Perspectiva de un anfiteatro, Viviano Codazzi y Domenico Gargiulo, Museo del Prado, Madrid

La sociedad de la antigua Roma no veía el sacrificio de los animales en las venationes como violencia hacia ellos, sino como una demostración de la eliminación de la violencia que dichos animales suponían para el hombre. El triunfo de los venatores en la arena representaba el triunfo de los hombres sobre las amenazas del entorno que les rodeaba. Se puede ver en las representaciones artísticas que la violencia y también la sangre aparecen en las víctimas sin ningún reparo.

Bad Kreuznach, Alemania. Foto Carole Raddato

Dar caza a los animales salvajes implicaba liberar del peligro que suponían a los habitantes de los territorios por donde dichas fieras se movían además de permitir que se obtuviesen más tierras para cultivar. Por tanto, las venationes en el anfiteatro remedaban las cacerías hechas con tal propósito y mostraban a los espectadores que eran los animales salvajes los que debían temer al hombre y su poder sobre ellos.

“Distantes límites Nasamones de Libia, nunca más serán azotadas vuestras llanuras por las manadas de bestias salvajes, o resonarán, incluso más allá de las arenas de los Nómadas, los rugidos de los leones del desierto. Porque el joven César ha atrapado a toda esa hueste y la ha puesto delante de sus lanceros. Ahora las montañas que una vez fueron las guaridas de las fieras proporcionan pastos a los hombres.” (Antología Palatina, VII, 626)

Bad Kreuznach, Alemania, Foto Carole Raddato



Bibliografía


Animalia in spectaculis: Animales, fieras y bestias en espectáculos romanos; María Engracia Muñoz Santos
La crisis de las venationes clásicas. ¿Desaparición o evolución de un espectáculo tradicional romano?; Juan Antonio Jiménez Sánchez
Los deportes y espectáculos del imperio romano vistos por la literatura cristiana, Pablo Arredondo López
Animal Spectacula of the Roman Empire; William Christopher Epplett
The Masters of the Universe? Animals in the Roman Arena; Andrew Fear
Venationes Africanae: Hunting spectacles in Roman North Africa: cultural significance and social function; A. Sparreboom
Venationes Caesarum: Hunts of the Caesars; Luke Hagemann
Spectacles in the Roman World: A Sourcebook; Siobhán McElduff