jueves, 23 de febrero de 2023

Venatio, animales en la arena en la antigua Roma (I)

Mosaico de Lod, Israel

“Vi todas las clases de animales, las níveas liebres, también jabalíes bien armados con alces, tan raros incluso en los bosques que los crían, y toros de erguida cabeza y con fea joroba en el lomo o con crines hirsutas por toda la cerviz o también con pescuezo poblado de barba erizada o papada cubierta de trémulas telas.Y no me fue dado tan sólo estos monstruos silvestres contemplar, mas terneros marinos luchando con osos y una especie deforme a que el nombre se da del caballo y que nace en el río famoso que envía en los meses invernales al campo vecino sus aguas crecidas.
iAh, cuántas veces temblando yo vi que del circo una parte giraba y se abría un abismo en el suelo y surgían las fieras o bien de las mismas cavernas áureos madroños brotaban con súbita lluvia!”
(Calpurnio Sículo, Égloga VII)


La aparición de animales en los espectáculos romanos se debió probablemente a varios factores, por un lado, la evolución y transformación de ciertas celebraciones oficiales, y por otro, a la adopción y adaptación de actividades de caza de otras culturas y civilizaciones con las que estuvo en contacto Roma y que terminaron incluyéndose en el modo de vida de la sociedad romana de la época, adquiriendo sus propios rasgos y que fueron modificándose con el objetivo de hacer disfrutar al pueblo romano.

Anfiteatro de Poitiers, Francia. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Los animales podían verse en los espectáculos de Roma de varias formas: estaban las venationes o caza de fieras, las exhibiciones de animales, por ejemplo, en las pompas triunfales o circenses, o la utilización de animales salvajes en las ejecuciones de condenados a muerte llamadas damnatio ad bestias.

Las primeras venationes publicas podrían estar relacionadas con los resultados de la Segunda Guerra Púnica, donde generales como Escipión el Africano se familiarizaron con la caza de animales nativos y los mismos pudieron ser utilizados en las arenas de Roma.

Museo de Djemila, Argelia


Ptolomeo Filadelfo, en el siglo III a. C. en Alejandría, utilizó animales en la Gran Procesión como demostración de su poder como rey y como dios.

“Desfilaban todo tipo de animales, asnos, elefantes tirando de carros, machos cabríos, antílopes, avestruces, ciervos, mulos, camellos, perros de numerosas razas, periquitos, pavos reales, gallinas de Guinea, faisanes y otras aves, ovejas, vacas, un oso blanco, leopardos, panteras, linces, cachorros de leopardo, una jirafa, un rinoceronte etíope.” (Ateneo, Banquete de los eruditos, V, 197-203)

Sarcófago con el triunfo de Dioniso, Walters Art Museum, Baltimore, Estados Unidos

Los animales, para Roma, eran un trofeo de guerra, como también lo eran las personas capturadas y el botín. Como tal, por lo tanto, debían ser mostrados al pueblo romano y las exhibiciones tenían como objetivo demostrar el dominio y poder de Roma sobre los nuevos lugares que pasarían a formar parte del Imperio.



Los primeros animales que aparecieron en escena fueron los elefantes, no para ser cazados, sino para su exhibición y fue M. Curio Dentato en el 275 a. C. quién mostró cuatro elefantes que le habían sido arrebatados a Pirro en Beneventum.

“Ese mismo individuo contaba que Metelo, cuando marchaba en triunfo tras derrotar a los cartagineses en Sicilia, fue el único entre todos los romanos que llevó delante de su carro ciento veinte elefantes cautivos.” (Séneca, Sobre la brevedad de la vida, XIII, 8)

Triunfo romano. Pieter Paul Rubens. National Gallery, Londres

Otro ejemplo de la utilización de animales exóticos con este fin fue con ocasión del deseo de Pompeyo de entrar en Roma, en su desfile triunfal, tras la victoria del 80 a. C., con un carro tirado por 4 elefantes, pero las puertas eran demasiado estrechas y tuvo que abandonar la idea.

“Pompeyo, según dicen, con la intención de irritarlos aún más, intentó hacer la entrada montado sobre un carro tirado por cuatro elefantes, ya que traía muchos de Libia, capturados en la guerra contra los reyes”. (Plutarco, Pompeyo, XIV, 6)

El triunfo de Pompeyo, Gabriel de Saint Aubin, Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Durante la República (antes del 44 a. C.) los animales aparecían con motivo de los triunfos y con el tiempo terminaron vinculados con las luchas de gladiadores.

“En el 176 a. C., Escipión el Africano, tras su victoria en Zama, en la celebración por las calles de Roma, varios elefantes lo siguieron.” (Apiano, Guerras Púnicas, 66)

La missio en la antigua Roma no era un enfrentamiento de un hombre contra un animal, sino en realidad, una lucha entre las propias fieras. El método consistía en atarlas juntas y dejar que ellas mismas actuasen siguiendo sus instintos. Por lo tanto, el hombre no desempeñaría todavía ningún tipo de papel como luchador.

“Con frecuencia nos divertimos en los espectáculos matinales de la arena, al ver la lucha de osos y toros encadenados juntos: se desgarran mutuamente, y allí está esperando el que ha de rematarles.” (Séneca, De la ira, III, 43)

Museo Arqueológico de Manisa, Turquía

La referencia más antigua de una missio como espectáculo la dio Tito Livio, y tuvo lugar en el 186 a. C., ochenta años antes que la primera lucha de gladiadores. Marco Fulvio ofreció una celebración durante diez días por su victoria sobre los griegos en la guerra etólica en la que se llevó a cabo una cacería de leones y panteras entre otros muchos entretenimientos enmarcados dentro de los Ludi Taurei.

“Por la fecha en que llegaron de Hispania estas noticias se celebraron durante dos días los Juegos Taurios por motivos religiosos. A continuación, Marco Fulvio ofreció durante diez días, preparados con gran pomposidad, los juegos que había prometido con voto en la guerra etólica. Con motivo de esta solemnidad acudieron de Grecia muchos artistas. También asistieron los romanos, por primera vez entonces, a una competición atlética, se ofreció una cacería de leones y panteras, y se celebró la fiesta con una abundancia y una variedad casi propia de la época actual.” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXIX, 22, 1-2)




Durante los dos últimos siglos de la república, las venationes, violentos espectáculos con animales, incrementaron su popularidad al mismo tiempo que la complejidad en su elaboración y desarrollo. Ello motivó que, debido a su utilidad como propaganda política, se decretara una efímera prohibición senatorial sobre la importación de animales de África, que estuvo en vigor entre el año 186 a.C., el año del espectáculo de Nobilior, y el año 170 a.C., porque algunos miembros del Senado sentían que los magistrados más ambiciosos podían usar la popularidad obtenida de una venatio exitosa para ascender en su carrera. Buscaban, por tanto, dificultar la llegada de animales exóticos a Roma. Sin embargo, fue un tribuno, Cneo Aufidio, representante de la plebe, el que logró revocar la ley.

“Hubo un antiguo senadoconsulto que impedía trasladar panteras africanas a Italia. Cneo Aufidio, tribuno de la plebe, presentó al pueblo una propuesta de ley contra este y así permitió importarlas para el circo.” (Plinio, Historia Natural, VIII, 24)

Gallería Borghese, Roma

En el año 169 a. C. se vuelve a hacer una exhibición de animales en la que un gran número procede del continente africano.

“Se dejó constancia escrita de que en los juegos circenses organizados por los ediles curules Publio Cornelio Escipión Nasica y Publio Léntulo intervinieron sesenta y tres panteras y cuarenta osos y  elefantes” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, XLIV, 18,8)

Los magistrados de los últimos tiempos de la república encargados de ofrecer espectáculos de fieras intentaron mantener el interés de los espectadores aumentando el número y la variedad de animales que participaban, incluyendo, además, elementos más violentos al entretenimiento. Entre estas innovaciones se introdujo las peleas de animales que anteriormente solo habían aparecido en exhibiciones no violentas, o peleas que presentaban combinaciones de animales nunca vistas antes.

“Fenestela cuenta que (los elefantes) lucharon en Roma por primera vez en el circo en la edilidad curul de Claudio Pulcro, en el consulado de Marco Antonio y Aulo Postumio, el año seiscientos cincuenta y cinco de la fundación de Roma (99 a.C.) e igualmente contra unos toros veinte años después, en la edilidad curul de los Lúculos (79 a.C.)." (Plinio, Historia Natural, VIII, 19)



En el año 104 a.C. los ediles Craso y Escévola ofrecieron el primer combate con muchos leones en Roma.

“Escévola, hijo de Publio, fue el primero que, en su edilidad curul, ofreció en Roma una lucha de muchos leones." (Plinio, Historia Natural, VIII, 20)

Los primeros animales que se dejaron sueltos en la arena para ser cazados fueron 100 leones y fue Lucio Sila, ya que hasta entonces solo aparecían atados, esto ocurrió en el año 93 a. C., durante su pretura, y fue el propio rey Boco de Mauritania quién envió tanto a las bestias como a sus lanceros para abatirlos.

"¿No dejarás tal vez que cualquier otro se preocupe de que L. Sula fuera el primero que en el Hipódromo ofreció un espectáculo de leones sueltos, pues antes se presentaban atados, al tiempo que el rey Boco envió unos lanceros para matarlos?” (Séneca, La brevedad de la vida, XIII, 6)



A los espectáculos no les faltaban peligros también para el público, pues, en el año 55 a. C., para celebrar la inauguración del primer teatro de piedra de Roma, Pompeyo soltó una veintena de elefantes africanos en el circo para ser cazados por varias personas, era la primera vez que se realizaba este tipo de espectáculo, aunque los elefantes ya eran bastante familiares, como hemos podido ver. Debido a lo dificultoso del espectáculo se tomaron medidas para evitar desgracias entre el público. Se instalaron unas rejas de hierro. Los cazadores, que eran gétulos, pueblo nómada del desierto, cazaban lanzando un venablo hacia el párpado inferior de la fiera que, alcanzada en el cerebro, caía, o bien los paralizaban atravesando las patas con la misma arma. Uno de los elefantes, herido de esta forma, se arrastró con las rodillas hasta uno de los cazadores, con la trompa le arrancó el escudo y lo lanzó al aire. El pueblo de Roma se enardeció. Los elefantes, en cambio, asustados, en un momento dado intentaron salir de estampida, pero viendo que no era  posible huir comenzaron a emitir un sonido lastimero, como de súplica, que conmovió a los espectadores y al propio emperador que les perdonó la vida.

“En cinco días fueron liquidados cincuenta leones, y dieciocho elefantes lucharon contra combatientes equipados con armamento pesado. De los elefantes, unos murieron enseguida, otros no mucho después. Efectivamente, a algunos los protegió, contra la opinión de Pompeyo, la compasión popular, pues cuando recibían una herida abandonaban el combate, se ponían a dar vueltas con las trompas levantadas al cielo y lanzaban tales gemidos que dieron lugar al comentario de que no actuaban al azar, sino invocaban los juramentos bajo cuya fe hicieron la travesía desde África e impetraban venganza de la divinidad.” (Dión Casio, Historia Romana, XXXIX, 38, 2-4)

Ilustración de Jean-Claude Golvin

Tras su victoria en la Guerra Civil, César en el 46 a. C., celebró un espectáculo en el que durante 5 días se realizaron luchas contra bestias, incluida una batalla militar con elefantes en el Campo de Marte, lugar probablemente mal acondicionado para esta actividad puesto que murieron muchas personas esos días, incluidos dos senadores, debido a lo multitudinario del espectáculo. En esos festejos se celebraban los 4 triunfos de Julio César: sobre la Galia, Egipto, Ponto y Libia.

"Durante cinco días se dieron espectáculos de caza y por último se libró un combate entre dos formaciones, enfrentándose de uno y otro bando quinientos soldados de infantería, veinte elefantes y treinta jinetes… Para asistir a todos estos espectáculos fue tan grande la afluencia de público procedente de todas partes, que muchos forasteros paraban en tiendas colocadas en medio de las calles o de las calzadas, y con frecuencia, debido a la multitud, se produjeron muchas víctimas por aplastamiento y asfixia, entre ellas dos senadores." (Suetonio, Julio César, 39, 2-4)

Grabado, 1865

Los extravagantes espectáculos de Pompeyo y César sirvieron como modelo para los sucesivos emperadores, mostrando todas las posibilidades que había cuando un editor de los juegos movilizaba contactos y recursos por todo el territorio romano. Ellos fueron además los primeros organizadores de espectáculos que anunciaron con toda intención sus conquistas al pueblo romano mediante la elección de los animales que aparecían en ellos. En los juegos del año 55 a.C. Pompeyo exhibió los primeros monos etíopes y el primer rinoceronte que se vieron por primera vez en Roma para resaltar la amplia influencia que él había ganado en África y Oriente por medio de sus exitosas campañas militares. De igual modo, César presentó un jirafa y toros de Tesalia para simbolizar su victoria en Egipto y sobre Pompeyo en la batalla de Farsalia en el 48 a.C.

"La primera vez que se vio una jirafa en Roma fue en los juegos circenses del dictador César." (Plinio, Historia Natural, VIII, 27)

Art Institute of Chicago


En los últimos años de la república, dejando aparte las excepciones de los comandantes romanos victoriosos, como Pompeyo y César, las venationes y otros eventos con animales eran espectáculos promovidos por los ediles y pretores de forma rutinaria, pero con la llegada de los emperadores, estos los tomaron a su cargo, y dichos espectáculos fueron más frecuentes y tuvieron un mayor componente de propaganda imperial gracias a un mayor control por parte del emperador a la hora de su celebración, que se unió a la de los enfrentamientos de los gladiadores. Los emperadores romanos, naturalmente, usaban los espectáculos, entre ellos, las venationes, para anunciar sus conquistas militares y la expansión de la influencia política romana por todos los territorios conocidos.

A medida que fue avanzando el tiempo la magnificencia de la caza era mayor. Sabemos que Augusto superó a todos sus antecesores; en total dio 26 espectáculos con animales y con él murieron en la arena un total de 3.500 animales.

"Ofrecí al pueblo veintiséis cacerías de animales de África, bajo mi nombre o bajo el de mis hijos o nietos, en el circo, en el foro o en los anfiteatros. En ellos murieron cerca de tres mil quinientas fieras." (Augusto, Res Gestae, 22, 3)

Anfiteatro de Lyon, Ilustración Jean-Claude Golvin

Se reservaron diez días a finales de diciembre cada año para la realización de juegos, aunque también tenían lugar varias veces al año para conmemorar acontecimientos especiales y a partir del 20 a.C. se llevaron a cabo cada año para celebrar el cumpleaños del emperador.

A partir de Domiciano, todos los juegos, incluidas las cacerías de animales debían ser puestos en escena solo por el emperador o por sus oficiales. Cualquier magistrado o ciudadano particular debía obtener el permiso del emperador para celebrar unos juegos.

Ilustración Jean-Claude Golvin

En una regulación sobre los deberes de un cónsul elegido podemos ver el programa que debía presentar ante el pueblo en el que todavía se incluye la cacería y matanza de los animales.

“Así, pues, hemos mandado que todo lo que compete que se de por el que por nosotros es elegido cónsul por un año con respecto a todas las espórtulas, distribuciones y gastos se agregue a esta nuestra sacra ley, comprendiéndolo en una relación. Pues esto lo establecemos en forma de ley, para que también al transgresor se le imponga cierta pena competente. Pero queremos que sean siete sus salidas. Porque si esto se creó para que se le den al pueblo espectáculos para recreo de su ánimo, y aquellos han sido limitados por nosotros a los juegos del circo, a los espectáculos de las fieras, y al disfrute de coros de música, nuestro pueblo no será privado de ninguna de estas cosas. Hará él su primera salida cuando se encargue del consulado y esté en posesión de sus credenciales, en las calendas de enero. Después de esto dará el segundo espectáculo de lucha de caballos, al que llaman mappa (pañuelo). El tercero que se denomina cacería teatral, que solo se representará una vez, y después el que se dice de todo un día, llamado monhemerium (un poco de todo), en el cual el pueblo disfrutará mucho del pancarpum (imitación de un bosque) con los hombres luchando con las fieras, venciendo por su audacia y matando a las fieras.” (Justiniano, Novela, 105)

Relieve con venatio, Museo de Estambul, Turquía

A Augusto le gustaba ver los animales exóticos y controlaba lo que se exhibía en los juegos que promocionaba ante el pueblo de Roma. Dión Casio menciona la diversidad de animales que murieron en la arena, cuando Augusto celebró en Roma su triunfo sobre Egipto en el 29 a. C.

“Se mataron bestias y animales domésticos de todas clases; entre aquellas hubo incluso un rinoceronte y un hipopótamo, animales que por primera vez se veían en Roma.” (Dión Casio, Historia Romana, LI, 22, 5)

Aquinum, Italia

Utilizó tigres en la dedicación del teatro Marcelo, una enorme serpiente frente al Comicio y cocodrilos en una piscina en el circo Flaminio, algunos de estos animales llegaron hasta Roma traídos por embajadores procedentes de la India como símbolo del interés romano por el subcontinente indio.

“Pero Augusto, por su parte, regresó a Samos y una vez más pasó el invierno allí. En reconocimiento por su hospitalidad, garantizó la libertad a los habitantes y también atendió muchas cuestiones de gobierno. Un gran número de embajadas se presentó ante él, y los indios, que ya habían hecho propuestas, ahora concertaron un tratado de amistad, enviando unos tigres entre otros regalos, los cuales fueron vistos entonces por vez primera por los romanos y creo que también por los griegos." (Dión Casio, Historia Natural, LIV, 9, 7)

Domus de la Fortuna Annonari, Ostia, Italia. Foto Ostia Antica Atlas


La enorme cantidad y variedad de animales que se trajeron a Roma para diversos eventos, y particularmente las fieras grandes y peligrosas demostraban el poder del emperador para doblegar la naturaleza a su antojo. Los emperadores exhibían su dominio sobre los animales forzándolos a luchar y morir en la arena.

Claudio utilizó a la caballería pretoriana, con él como prefecto, en una venatio contra fieras africanas en el Circo Máximo.

“Además de carreras de cuadrigas, presentó juegos troyanos y fieras africanas, que se encargaba de abatir un escuadrón de jinetes pretorianos comandado por sus tribunos y con el mismo como prefecto; exhibió asimismo jinetes tesalios, que persiguen por la arena del circo a toros salvajes, saltan sobre ellos cuando los han agotado, y los tiran a tierra agarrándolos por los cuernos”. (Suetonio, Claudio, XXI, 3)

Museos Vaticanos

También Nerón, por ejemplo, exhibió una venatio en la que pudieron haber muerto 300 leones y 400 osos.

"En los juegos que ofreció, hombres a caballo dieron muerte a toros mientras cabalgaban a su lado, y los caballeros que servían en la escolta de Nerón derribaron con sus javalinas a cuatrocientos osos y trescientos leones." (Dión Casio, Historia Romana, LXI, 9, 1)



Otra forma de manifestar su dominio sobre las fieras era obligarlas a realizar ciertos trucos o actuaciones como podía ser que los animales terrestres luchasen el agua, como ocurrió durante los juegos de inauguración del anfiteatro Flavio en el año 80 d.C.

"Tito llenó repentinamente este mismo anfiteatro con agua y llevó dentro caballos, toros y otros animales domesticados a los que se había enseñado a moverse en el líquido elemento como si estuviesen en tierra." (Dión Casio, Historia Romana, LXVI, 25, 1)

Ilustración Diccionario de Teatro Pougins

Durante la celebración de la apertura del anfiteatro Flavio se cazaron hasta unas 9000 fieras en una sola venatio, en la que pudieron intervenir mujeres, según Dion Casio.

"La mayor parte de cuanto hizo no se caracterizó por nada digno de mención, excepto en la dedicatoria del anfiteatro y de los baños que llevan su nombre, cuando ofreció maravillosos juegos. Hubo un combate entre grullas y otro entre cuatro elefantes; se dio muerte a nueve mil animales, tanto salvajes como domesticados, y las mujeres (aunque ninguna de alcurnia, sin embargo) tomaron parte en herirlas."

Mosaico expuesto en el Coliseo romano. Foto Jastrow

En esta época se pudieron ver enfrentamientos entre animales grandes en los que se ponía a prueba su fuerza y su capacidad para imponerse al otro. El epigramista Marcial fue testigo de esos feroces combates durante los reinados de los emperadores Flavios.

"Un toro estimulado con fuego iba por toda la arena lanzando los peleles hasta las estrellas. Sucumbió al fin, no pudiendo resistir a otro cuerno más potente, por creer así de fácil quitar de en medio a un elefante." (Marcial, Espectáculos, XIX)

Museo Pio-Clementino, Vaticano

Domiciano, tras la guerra Sármata, en el 93 d. C. organizó una caza donde participaron tigres.

“El cazador del Ganges, que huye pálido en un caballo de Hircania, no vio en los campos orientales tantos tigres, como ha visto por primera vez tu Roma, oh Germánico, sin poder contar sus delicias. Tu arena, César, supera los triunfos que ha visto la India, los recursos y las riquezas del dios vencedor, pues cuando Baco traía detrás de sus carros a los indios cautivos, se contentó con un par de tigres.” (Marcial, Espectáculos, XXVI)

Museo de los Mosaicos del Gran Palacio, Estambul, Turquía. Foto Samuel López

Las venationes más grandes pudieron verse en la primera mitad del siglo II d.C., cuando Roma alcanzó su máxima extensión territorial y su mayor prosperidad. Trajano lanzó a la arena 11.000 animales tras su triunfo en la Segunda guerra Dacia, las celebraciones duraron 123 días.

"Al regreso de Trajano a Roma, llegaron a él diversas embajadas de naciones bárbaras, entre ellas de los indios. Ofreció espectáculos durante ciento veintitrés días, durante el transcurso de los cuales se dio muerte a unos once mil animales, tanto salvajes como domésticos." (Dión Casio, Historia Romana, LXVIII, 15, 1)

Ilustración Antonio Niccolini

Cuenta Dion Casio que Adriano, durante el aniversario imperial, utilizó en la arena un enorme número de leones y el mismo número de leonas.

“El día de su cumpleaños dio el habitual espectáculo gratis y se mataron muchas bestias salvajes, de forma que, por ejemplo, cien leones y un número similar de leonas murieron en esa ocasión.” (Dión Casio, Historia Romana, LXIX, 8, 2)

Museo Nacional Romano, Palazzo Massimo, Roma

También en la época de los emperadores Antoninos se dieron venationes con muchísimos animales de muy diversas especies y procedentes de diferentes partes del imperio.

“Organizó unos juegos en los que exhibió elefantes, hienas, tigres y rinocerontes, cocodrilos e hipopótamos, y toda clase de fieras de todas las partes del mundo. Hizo correr también a cien leones acompañados de tigres en una sola carrera.” (Historia Augusta, Antonino Pio, X, 8)

Galería Borghese, Roma

Pero, sin duda, el emperador más aficionado a las venationes fue Cómodo, que no solo las organizó para sus súbditos, sino que llegó a participar en ellas, para emular las proezas cazadoras de su modelo Hércules. Aunque muchos autores veían tal participación como una conducta impropia de su cargo, los ciudadanos de a pie encontraban su exposición ante las fieras edificante, aunque algo muy distinto era su actuación como gladiador lo que les disgustaba, ya que lo veían como un comportamiento degradante.

“Cómodo entonces, ya sin ningún freno, ordenó la celebración de espectáculos públicos, anunciando que daría muerte con su propia mano a todo tipo de animales salvajes y que como un gladiador se enfrentaría a los jóvenes más fuertes. Cuando la noticia se divulgó, acudieron gentes de toda Italia y de las provincias vecinas para ver lo que antes ni habían visto ni oído. Y era tema de conversación su excelente puntería y su preocupación por no errar al arrojar un dardo o disparar una flecha. Eran sus maestros los más certeros arqueros partos y los mejores lanceros mauritanos, a todos los cuales aventajaba en destreza. Llegó el día del espectáculo y el anfiteatro se llenó. Se había dispuesto una barrera circular para protección de Cómodo, de suerte que no corriera peligro al combatir de cerca a las fieras, sino que, disparando desde un lugar elevado y seguro, hiciera una demostración de su puntería más que de su valor. A ciervos y gacelas y a otros animales con cuernos, a excepción de los toros, acosándolos en su carrera, los hostigaba cortándoles el paso y les daba muerte con certera puntería. A leones y panteras y a otros nobles animales corriendo alrededor de la cerca los mataba con sus dardos lanzados desde arriba. Y nadie vio que hiciera un segundo disparo ni otra herida que la mortal. En el momento de la arremetida del animal le asestaba en la cabeza o en el corazón, y nunca apuntó a otro blanco ni a ninguna otra parte del cuerpo alcanzó su dardo de manera que la herida no fuera mortal.

De todos los países se traían animales para él. Entonces ciertamente pudimos ver bestias que antes sólo habíamos tenido ocasión de admirar en los grabados. Animales de la India y de Etiopía, del Sur y del Norte, si antes eran desconocidos, los mostraba a los romanos a la vez que les daba muerte. Todo el mundo quedaba asombrado por su puntería. En una ocasión, por ejemplo, usó flechas cuyas puntas tenían forma de media luna contra avestruces de Mauritania, que se mueven rapidísimamente no solo por la velocidad de sus patas sino también por el aleteo de sus alas. Les disparaba contra la parte superior de su cuello y las decapitaba de tal forma que, con las cabezas cortadas por el impacto, todavía seguían corriendo como si no les hubiera pasado nada. Otra vez, cuando un leopardo en veloz carrera se abalanzaba sobre una víctima que atraía su atención, Cómodo con su dardo se anticipó a la fiera en el instante en que iba a hincar sus colmillos; la mató y salvó al hombre. La punta de la lanza ganó al filo de los colmillos. En otra ocasión cien leones soltados al mismo tiempo salieron de los subterráneos y con idéntico número de dardos acabó con todos, de suerte que, allí mismo, tendidos los cuerpos en el suelo en larga hilera, todo el mundo pudo contarlos tranquilamente y comprobar que ni un solo dardo de más había disparado.” (Herodiano, Historia del Imperio Romano, I, 15, 1-6)



Tanto las exhibiciones de animales como las cacerías en el anfiteatro continuaron mientras existió el Imperio Romano.

“Tuvo también hipopótamos, un cocodrilo, un rinoceronte y todos los animales de Egipto que eran aptos, dada su naturaleza, para ser exhibidos.” (Historia Augusta, Heliogábalo, XXVIII, 3)

A finales del siglo III d.C. en alguna venatio se permitió entrar a la gente a la arena para tomar su parte de los despojos de los animales muertos en la cacería.

“Ofreció al pueblo de Roma espectáculos realmente célebres pues se distribuyeron también congiarios. Celebró un triunfo sobre los germanos y los blemios, haciendo preceder a la pompa triunfal cuerpos de tropas de todos estos pueblos de hasta cincuenta hombres. Ofreció una soberbia cacería en el circo permitiendo que el pueblo se disputara la posesión de todos los despojos. El espectáculo se presentó de esta forma: los soldados arrancaron a cuajo robustos árboles y los clavaron a bigas entrecruzadas a lo largo y a lo ancho y después cubrieron este entramado con tierra, de tal forma que todo el circo, plantado como un bosque, se cubrió de follaje adquiriendo un extraño verdor. Después, se soltaron por todos los accesos mil avestruces, mil ciervos y mil jabalíes; a continuación, gamos, cabras montesas, ovejas salvajes y otros animales herbívoros, cuantos pudieron ser cazados o alimentados. Y, a renglón seguido, se dejó entrar a la gente del pueblo y cada cual cogió lo que quiso.” (Historia Augusta, Probo, XIX, 2-3)



Las venationes en la ciudad de Roma continuaron hasta el 523 d. C. cuando el magistrado romano Anicio Máximo patrocinó la que parece ser la última cacería celebrada allí.

“A ti, cuyo deber es mostrar tales escenas a la gente, te mando que abras tu bolsa y saques el dinero para que puedas ofrecer a los desgraciados una respuesta a sus oraciones. Si no, es un acto de extrema extorsión no conceder los regalos rituales mientras ordenas las odiosas muertes. Y, así, lo que desde antiguo se ha convertido en una costumbre tradicional, se lo vas a conceder al peticionario sin demora. Porque hay delito de homicidio en ser tacaño con los que han sido atraídos por tus juegos a la muerte.” (Casiodoro, Variae, V, 42)

Díptico de marfil, Museo del Louvre, París. Foto The Byzantine Legacy

Las cacerías que se representaban ante el pueblo no solo incluían animales exóticos procedentes de lugares lejanos, sino que también se podían ver imitaciones de las persecuciones que sufrían animales más cercanos, como los cérvidos o jabalíes, por parte de los perros de caza a los que los ociosos y ricos señores azuzaban contra ellos. Para la plebe que no tenía opción de asistir a dichas cacerías, también suponía un espectáculo nuevo e igualmente violento.

“Huyendo rápido un gamo de unos veloces molosos y usando de mil estrategias para retardar su captura, se detuvo a los pies de César, suplicante y en actitud del que ruega, y los perros no tocaron su presa... Este favor lo obtuvo por reconocer al emperador. César es dios, sagrado es su poder, creedlo, sagrado: las fieras no saben mentir.” (Marcial, Espectáculos, XXX)

Mosaico de Montevenere, Museo Nazionale Etrusco, Chiusi, Italia

En otros casos animales pequeños o mansos eran perseguidos por fieras salvajes a la manera en que en los territorios de caza eran atrapados por perros amaestrados.

"Sin embargo, pasa de ellos, como cosa sin importancia, quienquiera que ve las cazas humildes de los leones, fatigados por la rapidez temerosa de las liebres. Las sueltan, las vuelven a coger, les gusta tenerlas cogidas, y en su boca está más segura una presa a la que se complacen en ofrecerle sus fauces abiertas y transitables y en contener tímidamente la dentellada, porque les da vergüenza triturar una presa tan tierna, cuando hace nada acaban de derribar toros. Esta clemencia no se adquiere con la doma, sino que los leones saben a quién sirven." (Marcial, Epigramas, I, 104)

Detalle del mosaico de Lod, Israel

La crisis que sobrevino al imperio en el siglo III d.C. provocó que los gobernantes no tuvieran los fondos e infraestructuras necesarios para abastecerse de animales procedentes de lugares exóticos y lejanos como lo habían hecho sus predecesores, por lo que tuvieron que recurrir a los animales que se encontraban en un entorno más cercano.

Cuando a finales del imperio se prohibieron las luchas de gladiadores, las venationes sí incrementaron su popularidad, por lo que los organizadores de los espectáculos tuvieron grandes dificultades en proveer a los juegos con una amplia variedad de animales. La parte occidental del imperio fue perdiendo gran parte de su territorio durante los siglos IV y V d.C., incluyendo el norte de África con su rica vida salvaje, a manos de los bárbaros. Por tanto, en esa época los cazadores humanos ya no intentaban tanto matar a los animales con los que se enfrentaban, sino que se dedicaban más a entretener al público evadiendo los ataques, mediante distintos medios como utilizar una pértiga para voltear sobre el animal o eludir a los animales con elaboradas piruetas o utilizando distintos artefactos, como cestos, que los protegían de los zarpazos y dentelladas.

“Un hombre fijó una pértiga en el suelo, y lanzándose por el aire dio una voltereta, y con sus ágiles pies pasó por encima de la bestia que corría hacía él. No lo atrapó; la gente aplaudió fuerte y el hombre escapó.” (Antología Palatina, IX, 533)

Thyna, Túnez

Las últimas venationes que se dieron en el siglo VI d.C. apenas se parecían a las que se pudieron ver en los siglos precedentes. Sin embargo, el gusto de los espectadores por la violencia de la lucha contra y entre animales no desapareció como demuestra el espectáculo de hostigamiento de osos que continuó durante muchos siglos.

Aun así, existió también una tendencia a tener en cuenta el peligro que corrían los venatores en su enfrentamiento con las fieras y a desear que salieran indemnes de la lucha.

“Arquero, señor de las Musas, Febo, experto tirador, dile a tu hermana que enfurezca a las poderosas bestias lo justo para tocar los cuerpos de los hombres ligeramente y hacer que la gente grite contenta con cantos sagrados. No permitas, que yo, que me siento en el trono de Júpiter el Piadoso, contemple la muerte de un hombre.” (Antología Palatina, 581)

Díptico consular de Aerobindus, Museo Suizo de Zurich

El cristianismo, por boca de sus autores más representativos, criticó en general todos los espectáculos, y en especial aquellos en los que había derramamiento de sangre como los gladiatorios y las venationes. Asimismo, denunciaron el peligro de tratar con animales salvajes y el riesgo que suponía para los ciudadanos que estos escaparan y sembraran el terror entre ellos.

"Hay también entre los hombres otra manía y enfermedad del alma que los lleva a soportar tantos juegos llenos de sevicia y crueldad. ¿A cuántos ociosos la vanidad no los hizo gladiadores, pereciendo luego a causa de las heridas? ¡Cuántos otros, llevados del entusiasmo, luchan con las mismas fieras y se juzgan más distinguidos cuantas más mordeduras y cicatrices ostentan!
“¡A cuántos otros devoraron las fieras, y no sólo en la selva sino en el mismo centro de las ciudades, por haberse escapado de sus encierros!”
(Tertuliano, Exhortación a los mártires, 50)

Perspectiva de un anfiteatro, Viviano Codazzi y Domenico Gargiulo, Museo del Prado, Madrid

La sociedad de la antigua Roma no veía el sacrificio de los animales en las venationes como violencia hacia ellos, sino como una demostración de la eliminación de la violencia que dichos animales suponían para el hombre. El triunfo de los venatores en la arena representaba el triunfo de los hombres sobre las amenazas del entorno que les rodeaba. Se puede ver en las representaciones artísticas que la violencia y también la sangre aparecen en las víctimas sin ningún reparo.

Bad Kreuznach, Alemania. Foto Carole Raddato

Dar caza a los animales salvajes implicaba liberar del peligro que suponían a los habitantes de los territorios por donde dichas fieras se movían además de permitir que se obtuviesen más tierras para cultivar. Por tanto, las venationes en el anfiteatro remedaban las cacerías hechas con tal propósito y mostraban a los espectadores que eran los animales salvajes los que debían temer al hombre y su poder sobre ellos.

“Distantes límites Nasamones de Libia, nunca más serán azotadas vuestras llanuras por las manadas de bestias salvajes, o resonarán, incluso más allá de las arenas de los Nómadas, los rugidos de los leones del desierto. Porque el joven César ha atrapado a toda esa hueste y la ha puesto delante de sus lanceros. Ahora las montañas que una vez fueron las guaridas de las fieras proporcionan pastos a los hombres.” (Antología Palatina, VII, 626)

Bad Kreuznach, Alemania, Foto Carole Raddato



Bibliografía


Animalia in spectaculis: Animales, fieras y bestias en espectáculos romanos; María Engracia Muñoz Santos
La crisis de las venationes clásicas. ¿Desaparición o evolución de un espectáculo tradicional romano?; Juan Antonio Jiménez Sánchez
Los deportes y espectáculos del imperio romano vistos por la literatura cristiana, Pablo Arredondo López
Animal Spectacula of the Roman Empire; William Christopher Epplett
The Masters of the Universe? Animals in the Roman Arena; Andrew Fear
Venationes Africanae: Hunting spectacles in Roman North Africa: cultural significance and social function; A. Sparreboom
Venationes Caesarum: Hunts of the Caesars; Luke Hagemann
Spectacles in the Roman World: A Sourcebook; Siobhán McElduff