martes, 7 de marzo de 2023

Negotium feminae, mujeres trabajadoras en la antigua Roma

Posible diosa Meditrina, Museo de Arte Antiguo y Contemporáneo, 
 Epinal, Francia

En la sociedad romana la tradición había impuesto el modelo de mujer virtuosa, sumisa, dedicada a las labores del hogar y a hilar la lana.

"Aquí reposa Amymone, esposa de Marco, ejemplar y bellísima mujer, que hilaba la lana, pía, púdica, honesta, casta, dedicada al cuidado de su hogar." (CIL VI, 11602)

Pintura de Frederick Leighton

Pero no todas las mujeres se dedicaron únicamente a hilar y atender su casa, sino que ejercieron diversas profesiones, llevadas por su situación personal, sus necesidades económicas o, incluso, por su talento o aptitud para realizar ciertas actividades.

"Viajero, contempla las cenizas de la lectora (lectrix) Sulpicia, quien se llamó Petale como esclava. Vivió treinta y cuatro años, y en vida tuvo un hijo, Aglaon. Tenía todas las buenas cualidades de la naturaleza: floreció en su arte, brilló por su belleza y sobresalió en talento. El celoso Hado no quiso que viviera largo tiempo." (AE 1928, 73, Roma)

A partir de las guerras púnicas muchas mujeres tuvieron que hacerse cargo de sus hogares y de los asuntos familiares debido a la marcha de los hombres al combate. También se recurrió a ellas como mano de obra productiva para cubrir las necesidades de la sociedad durante el conflicto.

Escena de mercado, Ilustración de Jean-Claude Golvin

Como consecuencia del alto número de varones muertos durante las guerras, las mujeres empiezan a dirigir negocios y a heredar propiedades y terrenos, algo que no ocurría con anterioridad.

Julia Felix, una liberta de nacimiento ilegítimo, era la propietaria de una gran propiedad cerca del anfiteatro, que alquilaba para sacar un beneficio. El lujoso complejo ocupaba una manzana entera y consistía en unos elegantes baños, adecuados para las élites, jardines, tiendas y apartamentos. El periodo de alquiler era por cinco años desde el 13 de agosto de ese año en adelante. Después de ese tiempo el contrato finalizaba, pero podía continuar si ambas partes lo acordaban.

“Para alquilar, en la propiedad de Julia Félix, hija de Spurius, por un periodo ininterrumpido de cinco años, desde el 13 de agosto hasta los idus de Agosto (cinco años después): los baños de Venus, adecuados para los más refinados, tiendas y apartamentos en el primer piso. Cuando pasen los cinco años, el alquiler será según se acuerde.” (CIL 4, 1136 = ILS 5723)

Casa de Julia Félix, Pompeya. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Por lo tanto, ya en época republicana se inicia un reconocimiento de ciertos derechos a las mujeres como, por ejemplo, gestionar su propio patrimonio, aunque siempre sometida a un marido o a un tutor. Augusto liberó de dicha tutela a las mujeres ingenuas (nacidas libres) que hubieran tenido tres hijos, y a las libertas con cuatro hijos. El sistema de tutela sobre la mujer se fue modificando con el tiempo y perdiendo su carácter restrictivo inicial, permitiendo a la mujer heredar, testar y administrar su patrimonio como ella quisiese, aunque limitando las ventas y compras de propiedades si el tutor consideraba que podía haber riesgo o perjuicio para su fortuna.

“Y, para no omitir nada, quiero, antes de poner fin a mi discurso, refutar una acusación infundada. Habéis dicho que yo he comprado a nombre mío, mediante una fuerte suma de dinero perteneciente a mi mujer, una hermosísima finca. Declaro que solo se trata de una pequeña heredad, valorada en sesenta mil sestercios; que no he sido yo quien la ha comprado, sino Pudentila y a nombre suyo; que es el nombre de Pudentila el que figura en el contrato de compraventa y que a nombre de Pudentila se paga la contribución que gravita sobre ese pequeño campo. Aquí está presente el cuestor público, a quien se ha pagado este impuesto, el honorable Corvino Céler; aquí está también el tutor de Pudentila, que ha autorizado tal compra, hombre de seriedad y rectitud intachables, cuyo nombre pronuncio con la mayor estima, Casio Longino.” (Apuleyo, Apología, 101, 4)

Detalle de mosaico, Tabarca, Túnez

Desde un principio, las mujeres tanto libres como esclavas habían trabajado la tierra junto a sus familias, realizando distintas tareas agrícolas que requerían mayor o menor esfuerzo.

“En esta llanura –dijo (y señalaba la llanura)– una campesina ahorrativa tenía un pequeño terreno junto a su duro marido. Él sacaba adelante su tierra, tanto si había que echar mano del arado, como de la hoz corva, como del escardillo. Ella ora barría la granja, sostenida con puntales, ora ponía los huevos a las gallinas para que los empollasen sus alas. O bien recogía malvas verdes o setas blancas, o calentaba el humilde hogar con grato fuego. Y, sin embargo, ejercitaba sus brazos frecuentemente en el telar y se armaba contra las amenazas del frío.” (Ovidio, Fastos, 490)

Detalle de mosaico, Museo Cívico Arqueológico Eno Bellis, Oderzo, Italia

Las mujeres en el campo sabrían aprovechar y rentabilizar los recursos que tenían para alimentar a sus familias y sacar un beneficio extra.

“Pero lejos de la ciudad, adonde me había llevado aquel escudero, no me esperaba el menor deleite, ni siquiera una sombra de libertad. Para empezar, su mujer, avara y pérfida criatura, me enganchó al yugo del molino y, arreándome sin parar con una recia vara, molía a expensas de mi cuero su pan y el de toda la familia. Y sin darse todavía por satisfecha con que mis fatigas la hicieran subsistir, aún alquilaba mis servicios de circunvalación para moler el trigo de los vecinos. Para colmo de desgracia, a cambio de tantos trabajos, ni siquiera me suministraba la ración estipulada. Pues la cebada que me correspondía, tostada y molida por la propia muela que yo arrastraba, la vendía a los colonos de la vecindad; y a mí, en cambio, después de penar todo el día uncido a la pesada máquina, sólo a última hora de la tarde me echaba unos puñados de salvado, sin cribar, sucio y lleno de ásperas arenillas.” (Apuleyo, Las Metamorfosis, VII, 15)

Museo Arqueológico Nacional, Saint Germain-en-Laye, Francia.
Foto Michel Urtado

La villica era la mujer del villicus, capataz encargado de las labores a realizar en una finca y de organizar el trabajo de los esclavos. Según las fuentes había villicae, que sin depender de un villicus realizaban el trabajo por sí mismas. Algunos autores recogen las cualidades que debía tener una villica y las tareas que debían llevar a cabo.

“Sea limpia: tenga la alquería barrida y limpia; tenga el fuego del hogar limpio barriéndolo en derredor a diario antes de irse a acostar. En las calendas, los idus y las nonas, cuando sea día festivo, eche al fuego una corona y durante esos mismos días haga una ofrenda al lar familiar de acuerdo con sus recursos. Cuide de tener guisado el alimento para ti y para los esclavos. Tenga muchas gallinas y huevos. Tenga peras secas, serbas, higos, uvas pasas, serbas en arrope, y peras y uvas en toneles, membrillos, uvas en orujo y en orza metidas en tierra, y nueces de Preneste frescas en orza metidas en tierra; manzanas de Escantio en toneles, y otras que suelen guardarse en conserva, y las silvestres: tenga cuidadosamente reserva de todo ello cada año. Sepa hacer una buena harina y un farro fino.” (Catón, De Agricultura, 143)

Detalle de mosaico, Basílica de Aquileia, Italia

Muchas mujeres que estaban abocadas a la pobreza por su falta de preparación, educación, o de ayuda familiar o social terminarían ejerciendo la prostitución y con el tiempo algunas se convertirían en dueñas de burdeles (lenae) dando trabajo a otras mujeres que pasaban por la misma situación que ellas ya habían vivido. Algunas acababan prostituyendo a sus propias hijas.

“LA LENA: Por Pólux, las personas de nuestra clase, Selenia mía, debemos querernos bien las unas a las otras y ser buenas amigas. ¿No ves a esas damas de la nobleza, a esas nobles matronas, cómo cultivan la amistad y qué estrechamente unidas están entre sí? Pero nosotras, aun haciendo lo mismo, aun imitando su ejemplo, aun así, trabajo nos cuesta ir tirando y para eso odiadas por todo el mundo...En público son muy amables con las de nuestra clase, pero, si nadie las ve, a la primera ocasión, nos arrojan a traición un jarro de agua fría. Pregonan a los cuatro vientos que tenemos trato con sus maridos, que somos concubinas, tratan de hundirnos. Y es que tanto yo como tu madre, como somos unas libertas, las dos acabamos siendo cortesanas. Ella te educó a ti como yo la he educado a ella, dado que erais hijas de padres desconocidos. Y si yo la he empujado al oficio de cortesana, no ha sido por soberbia, sino por morirme de hambre”. (Plauto, Cistellaria, 24, 42)

Fresco en la taberna de Salvius, Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles

Uno de los trabajos femeninos peor considerados, aparte del de prostituta, era el de tabernera o empleada en una casa de comidas y de hospedaje. Habitualmente las mujeres que se encontraban allí ejercían también la prostitución, de ahí la mala fama que tenían. Mayormente eran esclavas y muchas de origen extranjero.

“La tabernera siria, ceñida su cabeza de una pequeña mitra griega, experta en mover sus flexibles caderas al ritmo de las castañuelas, ebria en la humosa taberna baila lasciva, en el codo sacudiendo los roncos palillos.” (Apéndice Virgiliano, Copa, 1)

Fresco de la taberna de Salvius, Pompeya, Museo Arqueológico Nacional, Nápoles

Sin embargo, en algunos casos las taberneras podían ser ciudadanas libres o libertas que eran propietarias de sus negocios y los regentaban, o bien podían ser co-propietarias con sus maridos o trabajadoras trabajadoras de sus antiguos amos.

“A los dioses Manes. Sentius Víctor lo hizo para su querida esposa Sentia Amarantis de cuarenta y cinco años con la cual vivió diecisiete años.”

Placa funeraria de Sentia, Museo Nacional de Arte Romano, Mérida

Los oficios que generalmente se relacionaban mayormente con el entorno doméstico eran los de hilandera, tejedora y costurera. El oficio de hilandera, se reservaba para esclavas o para mujeres de muy poca capacidad económica, que intentaba aumentar sus ingresos familiares con su trabajo.

“A mí me toca dislocarme los dedos hilando lana noche y día para que al menos no falte en la habitación la luz de una simple candela.” (Apuleyo, Las Metamorfosis, IX, 5, 5)


Cuando las mujeres por su nuevo status social dejaron de dedicarse a labores textiles en su casa, fueron sustituidas por esclavas domésticas.

“Toma parte de las deliberaciones una vieja esclava promovida al cargo de la lana y ya jubilada de la aguja.” (Juvenal, Sátiras, VI, 495)

Cuando era necesario, se recurría a trabajadores especializados, que o bien realizaban sus labores en su propio hogar o ejercían su oficio en negocios que se dedicaban a la confección de prendas textiles. Las mujeres participaban en estas tareas por las que se solía pagar muy poco dinero, aunque ello servía para mejorar la economía familiar.

Mujeres tejiendo. Ilustración de Peter Connolly

Algunas mujeres dirigían estos negocios o al menos contrataban a otras mujeres para cumplir con los encargos que les habían encomendado.

“Con dificultad he recibido el material del tintorero el 10 de julio. Estoy trabajando con tus esclavas lo mejor que puedo. No puedo encontrar mujeres que trabajen con nosotras, porque están todas trabajando con sus amas. Nuestra gente ha estado recorriendo toda la metrópolis ofreciendo salarios más altos.” (Carta de Eudaimonis a Aline. Papyrus Bremen 63, Hermópolis, 16 julio 116 d.C.)

Pintura de Alexandre Evariste Fragonard

La fabricación de calzado también era una ocupación de tipo artesanal que podía emplear a mujeres que trabajaban por su cuenta o conjuntamente con sus maridos.

“Marcus Acilius Is […] obsequió este monumento funerario a Septimia Stratonice, zapatera (sutrix), su querida amiga, por sus buenas acciones hacia él. La otra (mitad) es para su hijo Acilius Fortunatianus.” (CIL 14, 4698, Ostia, s. II d.C.)

Relieve de Septimia Stratonice, Ostia, Italia

Algunas actrices, bailarinas y cantantes obtuvieron importantes éxitos junto con el reconocimiento del público, a pesar de que eran consideradas infames. La actuación ante un público era considerada una humillación tanto moral como social. Muchos espectáculos mezclaban bailes eróticos con el uso de instrumentos musicales, lo cual hacía que esta profesión no tuviera una buena reputación a los ojos de la moral romana.

Entre las artistas que se contoneaban al son de ritmos extranjeros con sedas y transparencias se encontraban las famosas puellae gaditanae, que alcanzaron un enorme éxito en los banquetes del s. I d. C. Estas jóvenes, originalmente procedentes de Gades (Cádiz) proporcionaban al público un espectáculo sensual y sugerente que parecía resaltar la importancia de interactuar con los espectadores.

“Experta en adoptar posturas lascivas al son de las castañuelas béticas y en danzar según los ritmos de Gades, capaz de devolver el vigor a los miembros del viejo Pelias, y de abrasar al marido de Hécuba junto a la mismísima pira funeraria de Héctor. Teletusa consume y tortura a su antiguo dueño. La vendió como sirvienta y ahora la ha comprado para concubina.” (Marcial, Epigramas, VI, 71)

Mosaico del Aventino, Museos Vaticanos

Muchas actuaban en las tabernas, pero otras eran contratadas para actuar en festivales o en fiestas privadas para amenizar las veladas de la aristocracia.

“A Isidora, bailarina con castañuelas, de Artemisia, de la villa de Philadelphia. Deseo contratarte con otras dos bailarinas con castañuelas para actuar en mi casa durante seis días desde el día 24 del mes Pauni, recibiendo como salario 26 dracmas por día y por los seis 4 artabas de cebada y veinte pares de hogazas, y cualquier prenda o adorno de oro que traigáis las guardaremos, y proporcionaremos dos asnos para que vengáis y también para que volváis.” (Papiro Cornell, 9)

Pieza textil copta. Kallos Gallery

Las mujeres que se dedicaban a la escena tampoco gozaban de buena consideración social, y solo consiguieron cierta fama algunas, ya que la mayoría desempeñaba su oficio con bastante precariedad y con salarios muy bajos.

“Para ella quien una vez ganó una fama extraordinaria en el escenario entre muchas gentes y ciudades por sus múltiples talentos en los mimos y también en los coros de bailarinas y cantantes, la actriz mima Bassilla, la décima musa, quien a menudo murió en el escenario, pero nunca de este modo, el actor y experto recitador, Heracleides, erigió esta estela. Es verdad que en la muerte ella recibió igual honor que en vida, ya que su cuerpo descansa en suelo consagrado a las Musas. Esto es lo que tenía que decir. Tus compañeros dicen: Ten valor, Bassilla, nadie es inmortal.” (IG 14, 2342, Aquilea, Italia)

Figura de Tanagra

Las mujeres dedicadas a la escena solían tener orígenes muy humildes, siendo esclavas, libertas o extranjeras en su mayor parte. Con frecuencia, los amos invertían su dinero en la formación artística de sus siervas con el fin de obtener beneficios económicos gracias a su trabajo a largo plazo, pues estas empezaban su formación y su oficio a muy temprana edad.

“Éucaris, liberta de Licinia, docta doncella, instruida en todas las artes, vivió 14 años. Detén tu paso, tú que con mirada errante observas las mansiones de la muerte, y lee entero mi epitafio, que el afecto de un padre dedicó a su hija, para que se depositaran allí los restos de su cuerpo. Cuando aquí mi juventud florecía abundantemente con las artes y, con el paso del tiempo, ascendía hacia la gloria, la triste hora de mi destino llegó hasta mí e impidió que el aliento de la vida avanzase más allá. Culta, educada casi por la mano de las musas, yo que hasta hace poco adorné con mi baile los espectáculos de los nobles y aparecí como la más distinguida ante el público en la escena griega, he aquí que las hostiles Parcas han depositado mis cenizas en este túmulo con un poema. La dedicación, cuidado y amor de mi patrona, mis glorias y mi éxito se desvanecen, incinerado mi cuerpo, y guardan silencio en la muerte. He dejado lágrimas para mi padre, a quien he precedido en la muerte, a pesar de haber nacido después. Ahora mis catorce años están retenidos conmigo en la oscuridad eterna de la morada de Dis.” (CIL VI.1214)

Figura de Tanagra. Museo Metropolitan,
 Nueva York

Algunas artistas y actrices parecen haberse mantenido en la profesión durante largo tiempo llegando incluso a estar activas en su ancianidad.

"Durante el consulado de Cayo Popeo y Quinto Sulpicio, en los juegos votivos por la salud del divino Augusto, la actriz de intermedios (emboliaria) Galería Copiola fue llevada de nuevo a la escena cuando tenía ciento cuatro años; había sido presentada como principiante por el edil de la plebe Marco Pomponio noventa y un años antes, durante el consulado de Cayo Mario y Cneo Carbón; fue llevada de nuevo por Pompeyo Magno en la dedicación del gran teatro, siendo ya anciana, como algo extraordinario." (Plinio, Historia Natural, VII, 158)

Figura de Tanagra. Walters Art Museum,
Baltimore, Estados, Unidos

Algunas mujeres se especializaron en tocar instrumentos musicales y actuaban tanto en celebraciones privadas, como en eventos sociales, por ejemplo, pompas triunfales, juegos y espectáculos.

“Enterrada en piedra yace mi fiel y querida esposa, Sabina. Erudita en todas las artes, ella sola sobrepasó a su esposo. Su voz era agradable, punteaba las cuerdas con su pulgar, pero arrebatada repentinamente, ahora permanece en silencio. Vivió veinticinco años, tres meses y catorce días. Mientras vivió, actuó como organista favorita, respetada por la gente. Quienquiera que seas y leas esto, se feliz. Que los dioses te protejan y canten con voz suave: Adiós, Aelia Sabina. Titus Aelius Justus, organista asalariado de la legión II Adiutrix, lo encargó para su esposa.” (CIL 3, 10501, Aquincum, Panonia Inferior)

Mosaico de Maryamin, Museo de Hama, Siria

La mujer podía dedicarse al comercio de productos alimentarios y ser propietaria de negocios comerciales a gran o mediana escala destinados bien a la venta, producción, fabricación o transporte de los productos. El término negotiatrix parece indicar tanto a la propietaria como a la encargada del negocio.

En los mercados muchos puestos de artículos de alimentación estuvieron regentados por mujeres.

“A los dioses Manes de Abudia Megiste, la muy leal liberta de Marcus. Marcus Abudius Luminaris, su patrón y también marido lo erigió para su esposa que bien lo merecía, comerciante de grano y verduras en la Escala Mediana, y para él, sus libertos y libertas y sus descendientes. También para Marcus Abudius Saturninus, su hijo, de la tribu Esquilina, que vivió ocho años.” (CIL 6, 9683 = ILS 7488, Rome)

Relieve de Ostia

La venta ambulante de comida, especialmente frutas y verduras, era una forma atractiva para las mujeres de generar unos ingresos con los que poder mantener a su familia, sin requerir una gran inversión de capital, puesto que los productos perecederos podían comprarse para su venta según las necesidades diarias y además el desempeño del oficio no exigía ningún entrenamiento práctico, ni conocimiento técnico. Las horas flexibles de tal trabajo permitirían a muchas mujeres poder cuidar de sus hijos sin depender de nadie más.

“Pero no recordaba exactamente el camino ni sabía dónde estaba nuestra hospedería. En consecuencia, no hacía más que ir y venir sobre mis propios pasos hasta que, harto de correr y bañado de sudor, me dirijo a cierta anciana que vendía legumbres silvestres y le pregunto: «Por favor, abuela, ¿sabrías acaso decirme dónde está mi casa?” (Petronio, Satiricón, 6-7)

Pintura de John William Godward

El transporte de mercancías podía incluir a las mujeres, incluso como propietarias de animales de carga para trasladar cualquier producto de un lugar a otro.

“A los encargados de los pagos de la división de Themistos, de Taouetis, hija de Totes, camellera, de la villa de Soknopaiou Nesos en la división de Herakleides, con Tesenouphis, hijo de Tesenouphis, como mi tutor. Afirmo que he recibido del granero de la villa de Dionysias, y que han sido medidas, las artabas de trigo que Dion, estratego de mi propia división informó que su predecesor como estratego había dejado escrito que se me debían como salario por el transporte del grano público que yo llevé desde los graneros de la división de Themistos…” (Papiro Aberdeen, Soknopaiou Nesos, c. 139 d.C.)

Museo de Israel, Jerusalem

No solo en el campo de la alimentación pueden encontrarse ejemplos de mujeres propietarias de negocios que alcanzaron una cierta prosperidad económica. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se cita a una purpuraria (vendedora de púrpura) que ofrece su casa a Pablo y sus seguidores como hospedaje.

“Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa». Y nos obligó a aceptar.” (Hechos de los Apóstoles, 16, 14)

Pintura de John William Waterhouse

Las ciudades romanas tenían numerosas tiendas y talleres donde artesanos y artesanas fabricaban y vendían sus productos. La mayoría de negocios los atendían familias en las que todos sus miembros trabajaban en ellos, a veces con sus esclavos.

Algunas inscripciones funerarias mencionan a mujeres que trabajaban solas o junto a sus maridos para realizar diversos objetos cotidianos o de lujo que eran demandados por la sociedad. La mención de su oficio destaca el orgullo por su desempeño y el estatus social que les otorgaba.

“Cornelia Venusta, liberta de Lucius, una fabricante de clavos (clavaria), lo hizo mientras vivía para ella y su esposo Publius Aebutius, hijo de Marcus, de la tribu Stellantina, fabricante de clavos y Augustal, y para la liberta Crescens y para Muro, su delicia.” (CIL 5, 7023 = ILS 7636)

Relieve romano. Virginia Fine Arts Museum, Estados Unidos

Existen documentos y textos legales que muestran a mujeres como propietarias de negocios con potestad de legar sus propiedades, los bienes muebles y las herramientas con las se trabaja en ellos.

Una mujer de Oxirrinco dona su negocio de lavandería (fullonica) a sus hijos a partes iguales en vida a condición de seguir al frente de ello hasta su muerte cuando pasará a manos de ambos.

“Aurelia Ammonia también conocida como Zois, hija de Hermon, de la muy gloriosa ciudad de Oxirrinco, actuando en virtud del derecho de los hijos, saludo a mis hijos Aurelius Paulus y Dionysios, hijos ambos de mi fallecido marido Aurelius Her[ ].
Dado que tú, Dionysios, desde la muerte de tu padre has permanecido a mi lado, tu madre, y has trabajado en la fullonica y no me has abandonado, sino que has tratado a tu madre con amabilidad, reconozco que he cedido a mis dos hijos a partes iguales, todo el negocio de la lavandería y sus instalaciones, que yo he levantado y cuidado con mi trabajo, y todo lo demás concerniente a dicho negocio a condición de que yo lo dirija hasta el momento de mi muerte, cuando vosotros dos, Paulos y Dionysios, tomareis posesión de ello con vuestros hijos y descendientes, y que yo tendré el poder de usarlo, controlarlo y administrarlo sin ningún impedimento.”
(Papiro Coll. Youtie II 83. Oxirrinco)

Fullonica de Veranius Hypsaeus, Pompeya. Museo Arqueológico de Nápoles.
Foto Wolfgang Rieger

Los propietarios de tierras con depósitos de arcilla o de alfarerías atendían a la fabricación de piezas cerámicas y eran dueños de los productos elaborados, como ladrillos, tejas y vasijas cerámicas. A raíz del incremento de la construcción, las áreas cercanas a Roma que eran ricas en arcilla para producir ladrillos se convirtieron en posesiones muy rentables para sus propietarios. El trabajo se realizaba en talleres dirigidos por gerentes, tanto hombres como mujeres (officinatores y officinatrices) que se encargaban de controlar y organizar la producción. Podían ser esclavos, libertos o libres, pero se incluía su nombre, junto con el de los propietarios en los sellos con los que se marcaban los ladrillos.

Reconstrucción de los alfares y talleres de Walbrook, Londres.
Foto London Museum of Archaeology

Se han encontrado varios ladrillos que se identifican como provenientes de los terrenos de arcilla propiedad de Emilia Severa y que apuntan a dos mujeres Junia Antonia y Junia Sabina como encargadas de la gestión del negocio cerámico.

“Ladrillo de los depósitos de arcilla Publilianos de la hacienda de Emilia Severa. Bajo la dirección de Junia Sabina." (CIL 15, 431. Roma, siglo II d.C.)

Sello de Emilia Severa.
Museo Británico, Londres

En los sellos que cerraban las ánforas que contenían aceite, vino o garum hay pruebas de que los propietarios y comerciantes de tales productos eran tanto hombres como mujeres.

“Coelia Mascellina hizo esta tumba para sus padres, para su madre […], una mujer de incomparable castidad, una comerciante de aceite y vino de la provincia de la Bética y para su muy devoto padre, Cneo Coelio Masculus.” (AE 1973, 71)

Bodega vinaria, Ilustración de Jean-Claude Golvin

Un entorno laboral en el que las mujeres tuvieron alguna opción de entrar fue el de la salud y cuidados de los demás. En Roma las medicae y las obstetrices fueron mujeres dedicadas principalmente a atender las enfermedades típicas de las mujeres y los embarazos y partos. Las primeras ocupaban un espacio social más elevado que el de las segundas, y no demasiado diferente del que ocupaban los médicos varones. Las médicas no solo se dedicaron a las dolencias femeninas, sino que también trataron afecciones oculares y de otro tipo.

“Consagrado a los dioses Manes. Para Julia Saturnina, de cuarenta y cinco años, una esposa incomparable, médica excelente y mujer muy venerable. Cassius Philippus, su esposo, lo erigió por sus méritos. Aquí yace. Que la tierra te sea leve.” (CIL II, 497 = ILS 7802, Mérida, España)

Estela funeraria de Julia Saturnina, Mérida

Las medicae en general, podían ejercer su oficio solas o en compañía de su marido, o junto a su patrón en caso de las libertas. La posibilidad de aprender el oficio se daba yendo a una academia de medicina o como acompañante y aprendiz de un médico en ejercicio. En el primer caso, solo una mujer con dinero y de una familia pudiente podría haber asistido, pero dichas mujeres no formaban parte del mundo laboral habitual por las costumbres y moralidad de la época. En el segundo caso, lo más probable es que una medica acabase aprendiendo su oficio al ejercer junto a su patrón o su marido.

El médico Glicón recuerda a su esposa Panthia en una estela que honra sus virtudes y reconoce su fama junto a la de él en el arte de curar. La mención de que su capacidad como médicos son iguales a pesar de que Panthia sea mujer indica que no era habitual que una mujer destacara en el arte de la medicina.

“Adiós, Panthia, de tu esposo. Tras tu muerte, me queda la pena por tu cruel muerte. Hera, la diosa del matrimonio, nunca conoció una esposa igual: tu belleza, tu sabiduría, tu castidad. Tú me diste hijos completamente iguales a mí; tú cuidaste de tu esposo y de tus hijos; tú guiaste recto el timón de nuestro hogar y elevaste nuestra fama común en la curación – aunque eras mujer no ibas detrás de mí en habilidad. En reconocimiento tu esposo Glicón erigió esta tumba para ti. También enterré aquí el cuerpo de [mi padre] el inmortal Filadelfo, y yo mismo yaceré aquí cuando muera, dado que solo contigo compartí mi lecho cuando estaba vivo, así pueda yo cubrirme en la tierra que compartimos.” (Pérgamo, s. II d.C. IGRRIV.507)

Estela funeraria de una médica galorromana.
Museo de Cour d´Or, Metz, Francia

Del siglo I d. C. existe una lápida dedicada por Restituta a su patrón y maestro, Tiberio Claudio Alcimo, médico de la casa imperial de Claudio.

“Para Tiberio Claudio Alcimo. Doctor del César. Hecha por Restituta, para su patrón y profesor, bueno y digno, que vivió 82 años.” (IG XIV.1751 Roma)


Ello prueba que había mujeres a las que se educaba en los estudios médicos por parte de renombrados médicos que traspasaban a sus pupilos, ya fueran hombres o mujeres, su saber.

Las comadronas (obstetrices) asistían a las mujeres en los partos, cuidaban de los recién nacidos y trataban a las pacientes femeninas de sus enfermedades ginecológicas. La mayoría de ellas eran esclavas o libertas que habían aprendido en las casas de las familias de las élites, pero había algunas que eran nacidas libres.

“Poblicia Aphe, liberta de una mujer, comadrona (obstetrix). Que tus huesos descansen en paz. Vivió veintiun años. (CIL 6, 9723 Rome)

Relieve con parto y obstetrix, Ostia, Italia

La iatromea (de la palabra griega iatros, médico, y de maia, comadrona) podía definir a la mujer que ejercía tanto como médica como comadrona y por tanto ayudaba en partos y trataba afecciones ginecológicas y otras más generales.

“A los dioses Manes. Yo, Julia Primigenia, comadrona (maia) que salvé a muchas mujeres, no escapé al destino. Después de una buena vida, partí a la casa de los difuntos, donde había un lugar reservado para mí entre los piadosos. Su amante esposo Tiberius Julius Hierax lo mandó inscribir para su esposa como grato recuerdo.” (IGUR 1240, Roma)

“A los dioses Manes de Valia Callista, médica y comadrona (iatromea). Caecilius Lysimachus lo hizo para su esposa.” (CIL VI, 9478, Roma)

Relieve de Scribonia Attice, Museo Ostiense, Ostia, Italia

Aunque la tradición romana favorecía la lactancia materna, la utilización de una nodriza para alimentar a los recién nacidos empieza a ser común en Roma a finales de la República y en tiempos del Imperio, cuando se comienza a contratar a un ama de leche (nutrix) que amamante a los hijos de las familias nobles, e incluso, a los hijos de esclavos a los que sus propias madres no pueden alimentar.

“A Protarchus, de Isidora, hija de …, teniendo como guardián a su hermano Eutychides, hijo de … y de Ddyma, hija de Apollonius, persa, teniendo como guardián a su hermano Ischyrion, hijo de Apollonius, persa, Didyma accede a amamantar, en su casa, con su propia leche pura, por un periodo de 16 meses desde Phamouthi del año actual, al bebé eslavo llamado … que Isidora le ha entregado, recibiendo de esta, como salario por la leche y cuidados diez dracmas y dos cotylas de aceite cada mes, siempre que se le pague, ella cuidará tanto de ella como del niño, sin estropear su leche, ni acostarse con ningún hombre, ni quedando embarazada, ni amamantando otro niño, y cualquier cosa de la criatura la guardará y la devolverá cuando se le requiera o compensará su valor excepto en caso de manifiesta pérdida. Diduyma ha recibido el aceite de Isidora por los tres primeros meses. Ella no dejará de amamantar antes de ese tiempo, y si rompe el acuerdo tendrá que devolver lo cobrado, incrementado en una mitad, con daños y perjuicios, y pagará además 500 dracmas y la multa establecida, … Didyma visitará Isidora cada mes en cuatro días separados con el niño para que Isidora pueda examinarlo.” (BGU 1107)


Las razones para confiar un niño a una nodriza podían deberse al fallecimiento de la madre o a que esta se encontrase enferma o muy débil para cuidarlo. Otras razones habría que buscarlas en que el ideal de belleza de la época era incompatible con amamantar un bebé; en que se consideraba poco aristocrático realizar cualquier ejercicio físico y que encomendar el cuidado del hijo a una nodriza evitaba el sentimiento de proximidad y cariño ante la alta probabilidad de muerte del recién nacido en la época.

“Las nodrizas son las primeras personas a las que oirá el niño, a ellas tratará de imitar en sus palabras y no hay que olvidar que somos muy tenaces por naturaleza en retener lo que recibimos en los primeros años, como las vasijas conservan el sabor del primer líquido que reciben.” (Quintiliano, Institución Oratoria, I, 1, 4-5)

Dea Matrona. Museo Arqueológico Nacional,
Saint Germain-en-Laye, Francia. Foto PHGCOM
 
En algunos casos a la nodriza se le atribuía la misma autoridad moral que al pater familias por lo que se le encargaba la misión de criar a los hijos de la familia durante su infancia. Ser la nodriza de los hijos de una familia importante suponía, en cierta medida, un reconocimiento social.

“Consagrado a los dioses Manes. Para Crispina, esposa divina, nodriza (nutrix) de dos senadores. Albus, su esposo con el que vivió diecisiete años, lo mandó hacer para su esposa que lo merecía. Vivió treinta años y dos meses. (CIL 6, 16592 = ILS 8531 Roma)

Wellcome Collection, Science Museum,
Londres

Algunas nutrices llevadas por el cariño a sus lactantes dedicaron epitafios a los niños que habían amamantado y criado durante años.

“A los dioses Manes. Flavia Euphrosyne, nodriza y niñera lo hizo para Publius Flavius Crescens, hijo de Publius Flavius Amarantus, que vivió siete años, un día y diez horas.” (CIL 6, 18032 Roma)

Figura de Tanagra, Museo de Antigüedades, Munich

Muchas nodrizas se hacían acreedoras del cariño de sus antiguos lactantes que las recordaban durante su vida y las recompensaban con la libertad, o con bienes materiales, como en el caso de Plinio el joven que regaló un terreno a su nodriza.

“Te doy las gracias por haberte encargado de cultivar el pequeño campo que había regalado a mi nodriza. Valía, cuando se lo regalé, 100.000 sestercios; después, al disminuir su rentabilidad, bajó también su precio, que ahora con tu cuidado se recuperará. Recuerda solo que te encomendé no ya los árboles y la tierra, aunque estos también, sino un pequeño presente mío, que, a mi nodriza, que lo ha recibido, no le interesa que dé el mayor fruto posible más que a mí, que lo hice. Adiós.” (Plinio, Epístolas, VI, 3)

Figura de Tanagra, Museo Británico, Londres

También las conmemoraban en su muerte erigiendo una tumba y una lápida funeraria en la que se inscribía el nombre de ambos.

“A los dioses Manes de Servia Cornelia Sabina, liberta de Servio. Servio Cornelio Dolabella Metiliano (cónsul en el año 113 d.C.) lo hizo para su nodriza y niñera que bien lo merecía.” (CIL 6, 16450 = ILS 8532, Roma)

Estela de la nutrix Severina. Museo Romano-Germánico,
Colonia, Alemania. Foto Pilar Torres

Entre los oficios desempeñados por mujeres se encuentran los relativos al cuidado del cuerpo y la belleza, como peluqueras (ornatrices), depiladoras (resinarias), maquilladoras (cosmetae), masajistas o las perfumistas y vendedoras de ungüentos.

“A los dioses Manes de Licinia Primigenia, ungüentaria. Licinius Amomus lo hizo para su madre que lo merecía. Vivió setenta y un años.” (CIL 10, 1965)

Fresco de la Villa Farnesina, Museo Nacional Palazzo Massimo,
Roma


Bibliografía



La mujer y el trabajo en la Hispania prerromana y romana: Actividades domésticas y profesionales; Carmen Alfaro Giner
Feminae frente al negotium: mujer y comercio en la Roma altoimperial; Sonia Pardo Torrentes
Obreras y empresarias en el Periodo Romano Alto Imperial; Pilar Fernández Uriel 
Mujeres y economía en la Hispania romana. Oficios, riqueza y promoción social. Silvia Medina Quintana
Mujer, comercio y empresa en algunas fuentes jurídicas, literarias y epigráficas; Carmen Lázaro Guillamón
Mujeres infames en la sociedad romana del alto imperio; Francisco Cidoncha Redondo
Extranjeras en Roma y en cualquier lugar: mujeres mimas y pantomimas, el teatro en la calle y la fiesta de Flora, Sabino Perea Yébenes
Mujeres en la escena romana a través de la epigrafía, Helena Lorenzo Ferragut
Wet-nursing in the Roman Empire: Indifference, efficiency and affection; Anna Sparreboom
Lower Class Women in the Roman Economy; Susan Treggiari
Women and Society in Greek and Roman World: a Sourcebook, (ed.) Jane Rowlandson
Women-and-society-in-the-roman-world-a-sourcebook-of-inscriptions-from-the-roman-west; Emily A. Hemelrijk
Women´s Letters from Ancient Egypt, 300 BC- 800 AD; Roger S. Bagnall and Raffaella Cribiore