domingo, 16 de junio de 2024

Festa, festivales religiosos en la antigua Roma


Festival de Primavera, Pintura de Alma-Tadema

El día 15 de febrero, justo cuando debían sembrarse las semillas y estaba próximo el comienzo de la primavera, se celebraba en Roma el festival de la Lupercalia (Lupercales), con el objeto de purificar y expiar cualquier ofensa hecha sin intención hacia los dioses. Este festival de origen pastoril pudo haberse iniciado para honrar al dios de la fertilidad Luperco.

“Al pie del monte (Evandro) levantó un templo a Liceo, al que los griegos llaman Pan y los romanos Luperco; la estatua de este mismo dios está desnuda y cubierta con una piel de cabra, indumentaria con la que ahora en Roma bajan corriendo de allí durante las Lupercales.” (Justino, Epítome, 43, 1, 7)

Lupercales, Pintura de Andrea Camassei, Museo Nacional del Prado, Madrid

Sin embargo, otra teoría explica que el festival se hacía en honor de Lupa, la loba que amamantó a Rómulo y Remo, los fundadores de Roma. Su celebración tenía lugar cerca de la cueva Lupercal en el monte Palatino, donde se cree que fue fundada Roma.

Los ritos eran dirigidos por los Lupercos, los «hermanos del lobo”, una congregación de sacerdotes que adoraban a Fauno, vestidos sólo con una piel de cabra, quienes sacrificaban dos machos cabríos y un perro, bajo la supervisión del flamen dialis, el sacerdote supremo del culto a Júpiter. Se hacía además una ofrenda de mola salsa, tortas de harina saladas, hechas por las Vestales. Tras el sacrificio, dos Lupercos se acercaban al altar, donde se les untaba en la frente con sangre del cuchillo utilizado en el sacrificio y se les limpiaba con lana empapada en leche tras lo cual se esperaba que soltaran una carcajada. Después, los Lupercos cortaban las pieles de los animales sacrificados y se vestían con ellas y hacían unas tiras (februa) con las que corrían alrededor de los muros de la ciudad antigua golpeando a las personas que estaban próximas constituyendo así un acto de purificación denominado februatio.

“Las Lupercales, por el tiempo en que caen, podrían reputarse purificatorias, porque se celebran en los días nefastos del mes de febrero, que puede muy bien interpretarse purificativo; y aun al día mismo los antiguos le decían februato. El nombre de la fiesta para los griegos alude a cosa de lobos, y podría parecer que era antigua de los Árcades que vinieron con Evandro; pero por el nombre puede ser de unos y otros, pudiendo éste haber dimanado de la loba: puesto que vemos que los Lupercos toman el principio de sus carreras desde el mismo sitio en que se dice que Rómulo fue expuesto. Las ceremonias son las que hacen muy difícil de adivinar el motivo de la institución. Se empieza por matar algunas cabras; después a dos jovencitos ingenuos, que se les ponen delante, unos les manchan la frente con el cuchillo ensangrentado, y otros los limpian al instante, para lo que llevan lana empapada en leche; y los jovencitos, luego que los limpian, deben echarse a reír. Hecho esto, cortan correas de las pieles de las cabras, y, ciñéndose con ellas, se ponen a correr desnudos, golpeando a cuantos encuentran; y las mujeres casadas no evitan que las hieran, creyendo que esto les ayuda a concebir y parir felizmente.” (Plutarco, Rómulo, 21)

Lupercales, pintura de Domenico di Pace Beccafumi

Las mujeres recién casadas salían a su paso para ser golpeadas buscando la fertilidad y las embarazadas buscando aliviar los dolores de parto.

“¿A qué esperas, desposada? No serás tú, madre, por el poder de las hierbas ni por las plegarias ni por encantamientos mágicos. Recibe pacientemente los latigazos de la diestra fecundadora y el suegro tendrá entonces el ansiado nombre del abuelo. Pues hubo un día en que las esposas echaban con parsimonia las prendas de su vientre por mor de una dura suerte.” (Ovidio, Fastos, II.425–427)

Grabado de Louis de Châtillon, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid

La fiesta de las Matronalia, el 1 de marzo, se convirtió en una celebración femenina popular que integraba elementos profanos y religiosos. Los primeros se desarrollaban en la domus, mientras los segundos lo hacían en el templo de la diosa, es decir en un lugar público.

La fiesta comenzaba con un acto social y familiar en la propia vivienda, en la que la dueña era honrada por su esposo, con lo que se pretendía una exaltación del matrimonio; la matrona también dirigía a su marido palabras de agradecimiento. Como mater familias recibía regalos de sus parientes y amigos, convirtiéndose en la protagonista de la jornada en el seno de su hogar.  La actividad continuaba con un banquete, en el que se modificaba el orden social, ya que la matrona servía la comida a sus esclavos y esclavas, al igual que el pater lo hacía durante las Saturnalia.

Este acto privado se acompañaba de una celebración pública, consistente en visitas al templo de la diosa Juno Lucina a quien se realizaban ofrendas, que consistían en guirnaldas de flores, leche y miel. A la diosa se le pedía protección en el parto y se invocaban virtudes tales como el pudor y la castidad.

“Traed flores a la diosa; con plantas floridas se regocija esta diosa; ceñid vuestra cabeza con flores tiernas. Decid: “Tú, Lucina, nos diste la luz.” Decid: “Atiende tú las plegarias de la parturienta.” Y toda la que se halle embarazada, suéltese el pelo y rece para que ella resuelva su parto sin dolor.” (Ovidio, Fastos, III)

Rogando a Juno Lucina, pintura de Louis Hector Leroux

El día 5 de marzo, en medio de una fiesta primaveral, se echaba al mar un navío —el Navigium Isidis— simbolizando la apertura de la temporada de navegación. Por una parte, se rememoraba el viaje emprendido por Isis para recuperar los restos de su difunto esposo. Por otra, como Isis, en su acepción de Fortuna, garantizaba el éxito de las navegaciones, se hacía acreedora de las plegarias destinadas a obtener el favor de la divinidad que domina el mar. Así pues, Isis se convierte en la divina protectora de los navegantes y destinataria del festival que celebra la inauguración de la temporada náutica.

Procesión del Navigium Isidis, Ostia, Museos Vaticanos

En la fiesta en honor de la Diosa, los Sacerdotes y fieles se dirigían en procesión al puerto, en medio de músicas y cánticos, llevando las exóticas imágenes de los dioses egipcios y una urna con agua del Nilo. Se bota al mar un navío lleno de objetos preciosos, tras rociarlo con leche lo abandonan a merced de las olas.

"Avanzamos lentamente, hasta llegar a la orilla del mar, en el mismo sitio donde mi cuerpo de asno había pasado la noche anterior. Colocadas las imágenes de los dioses según establecen los rituales, se acercó el pontífice a un navío, muy artísticamente construido y decorados sus costados por maravillosas pinturas egipcias. Lo purificó lo más devotamente posible con una antorcha encendida, con un huevo y azufre, y en solemne oración le designó nombre y lo dedicó a la diosa. Sobre el feliz navío flotaba una vela blanca con una inscripción del voto que se ofrecía a la diosa para la prosperidad de la nueva campaña marítima. Poco después se elevó el mástil, que era un pino entero perfectamente torneado, no menos brillante que alto y con la cofa notablemente hermosa; en la popa brillaba un cisne de oro, de ondulado cuello, y, toda la carena, hecha de limonero hermosamente tallado, causaba suspensión y encanto. Pronto todos los concurrentes, los iniciados como los profanos, presentaron a porfía esencias aromáticas y otras piadosas ofrendas. Hicieron también libaciones, en el mar, de leche, hasta [que] el momento en que el navío, abarrotado con toda la gente y con innumerables objetos de devoción, levó anclas y con viento suave y propicio se lanzó en plena mar. Cuando desapareció en el espacio como un punto apenas perceptible, los portadores de las sagradas reliquias cargaron de nuevo con los emblemas que antes llevaron y emprendieron, con el mismo ceremonial, el regreso al templo." (Apuleyo, El asno de oro, XI, 16)

Pintura de Arthur Frederick Bridgman

Una vez en el templo, se hacían imprecaciones en favor del emperador, del senado, del orden ecuestre y de la totalidad del pueblo romano, de los marineros y de sus naves y se daba lectura a la fórmula por la que se declaraba abierta la temporada náutica. Los asistentes ofrecían entonces ramas, coronas y otros exvotos, besaban la estatua de plata de la diosa y regresaban a sus casas concluida la ceremonia.

Procesión de la diosa Isis, Escuela Inglesa

Hasta mediados del siglo II a.C. el mes de marzo había sido el primero del año romano, y durante los idus de dicho mes, (el día 15), coincidiendo con la primera luna llena del año se celebraba la fiesta popular de Anna Perenna, junto al primer miliario de la via Flaminia, a las orillas del Tíber. Por tanto, es probable que su celebración coincidiese con la de la bienvenida al nuevo año y la petición de que proporcionase prosperidad.

“Es igualmente el mes en que los romanos ofrecen sacrificios públicos, y privados a Anna Perenna, para poder pasar el año (annare) y vivir mucho tiempo (perennare) sin dificultades.” (Macrobio, Saturnales, I, 12, 6)

Moneda con la efigie de Anna Perenna

En tal lugar se veneraba a la diosa Anna Perenna, diosa arcaica probablemente relacionada con las aguas y la fertilidad, por lo que los romanos allí reunidos se desperdigaban sobre la hierba, plantaban tiendas de campaña o construían cabañas improvisadas, cantaban, bailaban y bebían vino mientras rogaban a los dioses que les concediesen tantos años como copas apuraban. Había también representaciones de mimos y se podía ver a las mujeres bailar con el cabello suelto. Era una festividad de carácter licencioso y desinhibido.

“El día de las Idus (15 de marzo) es el festival del genio de Ana Perenna, no lejos de tus riberas, Tíber, advenedizo. Se reúne la plebe, y echándose por doquier en la hierba verde, se pone a beber, y cada cual se recuesta con su pareja. Algunos aguantan a cielo raso; unos pocos ponen tiendas; otros levantan una chabola de hojas y ramas; otra parte, así que han levantado canas a manera de rígidas columnas, colocan encima las togas extendidas. Sin embargo, entran en calor con el sol y el vino, y se desean tantos años como copas toman, y beben contándolas. Allí podrías encontrar al que se bebe los años de Néstor y la que se convierte en la Sibila que se toma. Allí también cantan lo que aprenden en el teatro y baten hábilmente las palmas siguiendo la letra.” (Ovidio, Fastos, III, 525)

Horae Serenae, pintura de John Edward Poynter

La fiesta de carácter agrario y popular de Anna Perenna viene seguida por otra fiesta muy próxima en el calendario, el 17 de marzo, las Liberalia. Estas fiestas se celebraban inicialmente en honor del dios Líber y posiblemente de la diosa Libera que parecen haber sido divinidades itálicas campestres vinculadas a la vegetación. El dios Liber, de origen plebeyo, presidía unas fiestas con un carácter arcaizante y claramente ligado a la fertilidad y productividad de la tierra, por lo que los campesinos llevaban en procesión representaciones fálicas, pues el falo se consideraba símbolo del poder fecundante de la Naturaleza, ocupando un destacado lugar en las creencias primitivas de muchos pueblos, y se entregaban, para asegurar la fertilidad de los campos, a ceremonias violentas y orgiásticas. Era frecuente que se le ofreciera exvotos de reproducciones de órganos sexuales.

“Vergüenza siento tener que tratar del culto de Líbero y la desmesurada torpeza que ese culto alcanzó, ya que le hicieron presidir las simientes líquidas; no sólo las de los frutos, cuya primacía, en cierto modo, se lleva el vino, sino también las de los animales. Y siento vergüenza precisamente por la prolijidad del discurso, no por la arrogante estupidez de ese culto. Sólo citaré algún detalle de los muchos que tengo que pasar en silencio.

En las encrucijadas de Italia -dice Varrón- se celebraban las ceremonias de Líbero con tan licenciosa torpeza, que en su honor se rendía culto a las partes vergonzosas del hombre, no con cierto recato secreto, sino con la exaltación de la maldad en la publicidad. Durante las fiestas de Líbero era colocado con gran honor en carrozas este vergonzoso miembro, y llevado primero por las plazas de la campiña y luego hasta la misma ciudad. En la villa de Lavinio se dedicaba todo un mes a solo Líbero; y en esos días habían de usar todas las palabras más desvergonzadas, hasta ser llevado por la plaza pública y colocado en su propio lugar. Aún más, era de rúbrica que una de las más honestas matronas coronara en público a este vergonzoso miembro. Para aplacar al dios Líbero en pro de la fertilidad de las semillas, y para alejar de los campos el hechizo, se hacía preciso que una matrona hiciera en público lo que no debió permitirse realizar a una meretriz en las tablas en presencia de las matronas.” (Agustín, La ciudad de Dios, VII, 21)

Pintura de Giovanni Muzzuoli

Líber presentaba unos atributos que hicieron muy fácil asimilarlo al dios griego Dioniso y con el paso del tiempo esta divinidad agraria fue viendo reducirse poco a poco sus amplias funciones agrícolas hasta el punto de terminar siendo en esta faceta sólo dios de la viticultura y sería venerado por los vendimiadores y taberneros y comerciantes que le rogaban protección para sus negocios.  

“Antes de tu nacimiento, Líber, los altares estaban sin honores y se encontraba hierba en los fuegos fríos. Cuentan que tú apartaste las primicias para el gran Júpiter, una vez sometido el Ganges y todo el Oriente. Tú fuiste el primero en ofrecerle cínamo e incienso que habías confiscado las entrañas braseadas de un buey paseado en triunfo.” (Ovidio, Fastos, III)

Pintura de Edwin H. Blashfield

En el último siglo de la República Liber comenzó a cobrar una enorme importancia política al ser considerado dios de la Libertad.

“Ahora que estoy bien repleta y me he llenado hasta la saciedad de la flor de Liber, me apetece dar libertad a mi lengua.” (Plauto, Cistellaria, 126-128)

En la antigua Roma durante la fiesta de Liberalia solía tener lugar en muchos hogares romanos una celebración trascendente para la familia, los jóvenes que habían llegado a la adolescencia vestían por primera vez la toga libera (también denominada toga virilis y toga pura), lo que simbolizaba el paso de un hijo varón de niño a adolescente, y la adquisición de ciertos derechos y una libertad de la que anteriormente no gozaba.

“Me resta descubrir por qué se da a los niños la toga de la libertad en tu día, Baco refulgente. Será, bien porque tu pareces siempre un niño o un joven, y tu edad es intermedia entre el uno y el otro, o bien porque tú eres padre y los padres encomiendan a sus hijos, sus prendas queridas, a tu cuidado y protección. O bien porque eres Liber se echa mano también en tu nombre de un vestido de libertad y se emprende el camino de una vida más libre. iO será porque, cuando los primitivos cultivaban los campos con mucho empeño, y el senador realizaba su trabajo en el campo paterno, y el cónsul tomaba las insignias nada más abandonar el corvo arado, y no era baldón tener las manos endurecidas, el pueblo campesino venía a la ciudad al festival (pero aquel honor se concedía a los dioses, no al favor popular): en su día celebraba el descubridor juegos de la uva, que ahora comparte con la diosa que lleva la antorcha con el objeto de que la multitud pudiese festejar al bisoño, pareció que ese día no era inapropiado para dar la toga? ¡Padre, dirige aquí tu amable cabeza y tus cuernos aplacados, y despliega favorablemente las velas de mi inspiración!” (Ovidio, Fastos, 770)

Ese día los jóvenes que tomaban la toga viril (llamada también toga pura y toga libera) iban en procesión hacia el Capitolio con sus ofrendas (liba).

“Las Liberalia recibieron su denominación porque, este día, a lo largo de toda la ciudad permanecen sentadas como sacerdotisas de Líber ancianas coronadas de hiedra, acompañadas de tortas sagradas (liba) y un brasero, que hacen sacrificios a favor del que los compre.” (Varrón, De Lengua Latina, VI, 14)

Del 4 al 10 de abril se celebraba la fiesta y los juegos Megalenses, festival muy bullicioso y colorista, dedicado a la diosa Cibeles, Gran Madre de los dioses de origen frigio. El primer día los sacerdotes de la diosa, los galos, llevaban su imagen en procesión por las calles de Roma, sentada en un carro tirado por leones, al son de címbalos, flautas y tambores, acompañada por las danzas de los coribantes y en medio de estridentes alaridos de los sacerdotes. Típicas de estas fiestas eran las representaciones teatrales. Se celebraban banquetes en los que patricios y plebeyos se cursaban invitaciones recíprocas.

“Deja que el cielo de tres vueltas sobre su eje incesante, deja que Titan unza tres veces y tres veces desunza los caballos: al instante sonará la flauta berecintia de tubos retorcidos y será el Festival de la Madre del Ida. Se echarán a caminar unos afeminados y golpearán los huecos tambores, y los bronces, golpeados por bronces, emitirán su timbre. La diosa será llevada a horcajadas sobre el blando cuello de la comitiva por las calles del centro de la ciudad, recibiendo hurras. Resuena la escena y los juegos nos llaman.” (Ovidio, Fastos, IV, 180)

Procesión de la diosa Cibeles, Escuela Francesa

Durante el festival se celebraba un lectisternio, banquete sagrado, y ludi, juegos, que fueron haciéndose más complicados hasta adquirir la forma de representaciones escénicas, conocidas como ludi Megalenses, incluidos, a partir de la consagración del templo en 191, en el calendario oficial del estado romano. Durante la etapa republicana había una representación teatral de los acontecimientos del año 204, y la inauguración consistía en una ofrenda publica -recuerdo agradecido por los favores obtenidos de la diosa- realizada por el praetor urbanus en representación del Estado.

"Le ofrecen sacrificios y juegos anualmente los pretores según las tradiciones romanas, pero un hombre y una mujer frigios son sus sacerdotes y recorren la ciudad en procesión pidiendo limosna, según su costumbre, con figuras rodeando sus pechos, tocando con la flauta, junto a sus seguidores, los cantos en honor de la Diosa Madre y golpeando sus tambores." (Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, 2, 19, 4)

Relieve de la diosa Cibeles con coribantes bailando

Los juegos propiamente dichos se celebraban el tercer día y el 10 de abril terminaban las fiestas de Cibeles y Atis con carreras de caballos, cuya vistosidad acrecentaba el máximo apoyo popular, y con una procesión alrededor del Circo Máximo en la que iban las imágenes de la diosa y del dios, precedidas por la Victoria con las alas abiertas.

"Cuando la próxima aurora vislumbre a Roma victoriosa, y huyan las estrellas cediendo su lugar al sol, se verá concurrido el Circo con una procesión y buen número de dioses, y los caballos, rápidos como el viento, competirán por la primera palma." (Ovidio, Fastos, 389)

Parte de las festividades se asemejaban a las celebraciones hechas en honor de Baco o Dioniso, quien estaba vinculado a la diosa, porque según la mitología ésta le había introducido en los misterios durante su estancia en Frigia, tras curarle de la locura que la diosa Hera le había provocado.

“Resuenan tirantes panderos a las palmadas y rotundos platillos en derredor, amenaza el corno con su ronca melodía y la hueca flauta excita los ánimos con sus compases frigios, blanden como insignias de su violento arrebato armas capaces acaso de aterrorizar a las almas desconsideradas y a los corazones irreligiosos con el miedo ante el poder sagrado de la diosa." (Lucrecio, De la Naturaleza de las cosas)

Procesión de la diosa Cibeles, Casa de los cuatro dioses, Antiquarium de Pompeya.
Foto de Samuel López

La Vinalia priora o urbana se celebraba el 23 de abril, cuando se abrían los odres de vino del año anterior para bendecirlo y se ofrecía a Júpiter mediante una libación, aunque la fiesta en origen estaba dedicada a Venus.

“Así pues, ¿me preguntáis por que llaman al festival de Venus los Vinalia y por qué motivo pertenece este día a Júpiter?” (Ovidio, Fastos, IV)

A partir de los Vinalia Priora el vino se convertía, a efectos religiosos, en apto para consumo. También se rogaba al dios supremo para que velara porque las lluvias fueran propicias, para que no hubiera tormentas cuando ya estaban granados los racimos.

“Las Vinales (Vinalia) recibieron la suya por el vino (vinum); este día es de Júpiter, no de Venus. La atención prestada a este asunto no es poca en el Lacio, pues en algunos lugares la vendimia la llevaban a cabo inicialmente sacerdotes en nombre del Estado, como aún ahora en Roma, pues el flamen Dial consulta los auspicios para la vendimia y, cuando ha ordenado recoger la uva, sacrifica una cordera a Júpiter, y el flamen es el primero que, entre la sección y el ofrecimiento de las entrañas de aquélla, recoge la uva. En las puertas de Túsculo está escrito:

Que no se transporte el vino nuevo dentro de la ciudad antes de ser proclamadas las Vinales.” (Varrón, La lengua latina, VI)

Festival en honor de Baco, pintura de Alma-Tadema

Los Floralia, fiestas en honor de diosa Flora, diosa antigua y primaveral de las flores y del trigo, se celebraban entre el 28 de abril y el 3 de mayo con danzas ligeras, juegos rústicos y gran licenciosidad.

“Cuando la Titonia, una vez abandonado el hermano del frigio Asaraco, ha alzado su resplandor por tres veces en el Universo inmenso, llega la diosa enlazada con mil variadas coronas de flores: la escena disfruta del hábito de un licencioso retozo. La consagración de Flora se extiende hasta las calendas de mayo.” (Ovidio, Fastos, IV, 945)

Floralia, pintura de Hobbe Smith

La gente vestía ropas multicolores, con las que imitaban la policromía de las flores del campo. Por la noche se iluminaban las calles para prolongar la diversión.

“Pero, ¿cómo es que, si en el festival de Ceres se regalan vestidos blancos, Flora se arregla con atavíos multicolores? ¿Es por qué la mies se pone blanca cuando maduran las espigas, y en cambio las flores acaparan todos los colores y vistosidades? Dijo que sí, y agitando el pelo cayeron flores, como caen las rosas que se han colocado en las mesas.” (Ovidio, Fastos, V, 355)

Festival en Roma, pintura de Pablo Salinas

Los ludi Florales se instituyeron en el año 238 a.C. y según una leyenda Flora fue una prostituta que se enriqueció con su trabajo y dio su dinero al pueblo con el encargo de que cada año se celebrasen los Floralia, con juegos escénicos, cuyas piezas principales era un desfile de prostitutas y la representación de una pantomima.

“Flora, tras haber conseguido gran cantidad de riquezas en su profesión de meretriz, nombró como heredero suyo al pueblo y le dejó una cantidad de dinero: los intereses anuales de este dinero son destinados a la celebración de su cumpleaños en unos juegos que reciben el nombre de «FloraIia». El senado, al que esto le parecía vergonzoso, decidió tomar como excusa el propio nombre de la diosa para dar cierta dignidad a una tradición tan indecente: inventaron que se trataba de la diosa que protegía las flores y que convenía tenerla contenta para que los frutos, árboles y vides florecieran abundante y prósperamente. El poeta, al hilo de esta figura, cuenta en los Fastos que al principio era una ninfa llamada Cloris, la cual, cazada por Zéfiro, recibió de su marido a modo de dote la potestad sobre las plantas. En verdad que estas cosas que se dicen son decentes, pero son creídas indecente y torpemente; apariencias de este tipo no deben engañarnos cuando buscamos la verdad. Lo que se celebra son juegos con toda lascivia, convenientemente adaptados al recuerdo de una meretriz: efectivamente, además del libertinaje en las palabras, con las que se desparrama todo tipo de obscenidades, las meretrices, a petición del pueblo, se desnudan; entonces, éstas se dedican a hacer mímica y se detienen con movimientos vergonzosos ante los ojos del pueblo hasta saciar la vista de los impúdicos.” (Lactancio, Instituciones Divinas, I, 20, 6)

Floralia, pintura de Prosper Piatti

Según algunos testimonios también se repartían obsequios y alimentos entre los asistentes a la fiesta.

“Espabílate y arroja pródigamente garbanzos al pueblo que se pelea, para que los ancianos, amigos del sol, puedan acordarse de nuestras fiestas de Flora.” (Persio, Sátiras, V, 175)

Bona Dea era una antigua divinidad romana asociada con la castidad, la fertilidad, la sanación y la protección del estado y el pueblo de Roma. Su culto parece proceder de la Magna Grecia y en Roma se celebraban sus ritos en la colina del Aventino.

“Mientras tanto, hay que cantar a la Bona Dea. Existe un peñasco en su sitio originario, que dio nombre al lugar. Lo llaman la Roca; abarca buena parte del monte. En esta roca se había instalado en vano Remo el día que los pájaros del Palatino dieron las primeras señales a su hermano, Los padres levantaron allí en una calva de suave ladera un templo que aborrece la mirada de los varones.” (Ovidio, Fastos, V, 148)

Estatua de Bona Dea y epígrafe con dedicatoria

La diosa, a la que se representaba sentada con una cornucopia y una serpiente, tenía dos fiestas anuales, una el día 1 de mayo, celebrada en el templo del Aventino en beneficio del pueblo romano y otra en diciembre que tenía lugar en casa de un magistrado, cuya esposa presidía los ritos y estaba restringida a un grupo de matronas de la élite romana.

Durante la fiesta de la Bona Dea se permitía a las mujeres beber vino puro, lo que estaba estrictamente prohibido en otros momentos, aunque se hacía pasar por leche y se guardaba en un recipiente para miel, además podían hacer sacrificios con derramamiento de sangre y se les prohibía a los hombres participar en casi todos los ritos. Solo algunos iniciados escogidos conocían el verdadero nombre de la diosa, sobre la que había numerosas especulaciones en cuanto a su verdadera identidad. Con frecuencia se la identificaba con la esposa de Fauno, la diosa de la fertilidad en la naturaleza Fauna.

El culto a la diosa Bona Dea recuerda al de varias diosas de la fertilidad y la tierra del mundo grecorromano, como el festival griego de las Tesmoforias, dedicado a Deméter, que incluía ritos nocturnos dirigidos por mujeres iniciadas y sacerdotisas, en el que había música, baile, vino y el sacrificio de una cerda. Los participantes eran miembros de todas las clases sociales, incluidos los esclavos.

“Cornelio Labeón atestigua que en las calendas de mayo fue dedicado un templo a esta Maya, es decir, a la tierra bajo la advocación de Bona Dea, y asegura que el rito tan secreto de su culto puede ser una prueba de la identidad de la Bona Dea y la tierra; esta misma divinidad, añade, es invocada en los libros de los pontífices como Bona, Fauna, Ops y Fatua: Bona, porque genera todo aquello que es bueno para nuestra alimentación; Fauna, porque favorece (favet) todo lo que es útil para los seres vivos; Ops («Ayuda»), porque la vida existe gracias a su auxilio; Fatua, derivado de fari («hablar»), porque, como ya hemos dicho, los recién nacidos no emiten su voz hasta que no han tocado la tierra. Hay quienes afirman que esta diosa tiene el poder de Juno y que por ello se le añadió un cetro real en la mano izquierda. Otros creen que ella es Prosérpina, y que se le inmola una puerca, porque es el animal que devoró la cosecha que Ceres ofrendó a los mortales. Otros creen que es Chthonía Hekâtë («Hécate de los Infiernos»); los beocios, Sámele. Asimismo, hay quienes dicen que es hija de Fauno, y que se resistió a los deseos de su padre, enamorado de ella, hasta el punto de que el padre la azotó con una vara de mirto, por no haber cedido a su capricho ni siquiera atiborrada de vino. Se cree, no obstante, que el padre se metamorfoseó en serpiente y copuló con su hija. De todos estos hechos, se aportan los indicios siguientes: es sacrilegio llevar una vara de mirto en su templo; sobre su cabeza se extiende una parra, el instrumento principal con el que su padre intentó seducirla; al vino que se lleva a su templo normalmente no se le llama vino, sino que al vaso en el que sirve el vino se le llama vaso de miel, y al vino, leche; las serpientes que hay en su templo se muestran indiferentes, ni infunden miedo ni sienten temor. Algunos opinan que es Medea, porque en su templo hay toda clase de hierbas, con las cuales los sacerdotes suelen elaborar medicamentos, y porque en su templo no les está permitido entrar a los hombres, a causa del ultraje que ella sufrió por culpa de su ingrato esposo Jasón. Los griegos la llaman theos gynaikeía, «diosa de las mujeres», y Varrón cuenta que la hija de Fauno era tan pudorosa que jamás salió fuera del gineceo y su nombre nunca fue oído en público, y jamás vio ella a un hombre y ningún hombre la vio jamás a ella; por estas razones, los hombres no entran en su templo.” (Macrobio, Saturnales, I, 12, 20)


Procesión de las Tesmoforias griegas, pintura de Francis David Millet

Para la fiesta de invierno de diciembre celebrada en casa de un magistrado la casa se purificaba y la esposa del magistrado o su madre con sus asistentes entretejían hojas de parra y decoraban los salones con plantas y flores, excepto el mirto, que estaba prohibido. Se preparaba una mesa con un lecho para la diosa y la imagen de una serpiente. Las Vestales traían la imagen de la diosa desde el templo y la dejaban encima del lecho, como si fuera una invitada de honor. La comida consistía en las entrañas de una cerda sacrificada a la diosa en favor del pueblo romano y una libación de vino sacrificial. El festival continuaba durante la noche, con un banquete acompañado de mujeres tocando instrumentos, juegos y vino.

Fragmento de un fresco del Teatro de Herculano, foto Carole Raddato

Los ritos de la Bona Dea destacaban la eliminación temporal de las restricciones habituales impuestas a las mujeres romanas de todas las clases sociales por la tradición, y resaltaba la potencia sexual pura y legítima de las vírgenes y matronas en un contexto que priorizaba la lujuria femenina, en vez de la masculina.

“¿Por qué las mujeres, cuando adornan en sus casas el lugar sagrado de la diosa de las mujeres, que llaman “Buena” no le llevan mirto, a pesar de su preocupación por hacer uso de todo tipo de plantas que broten y florezcan?

¿Acaso esta diosa, según cuentan los mitógrafos, era la mujer del adivino Fauno, que se servía vino ocultamente y varas de mirto, razón por la que no le llevan mirto y cuando le hacen libaciones de vino, las llaman de leche?

¿O celebran aquel sagrado rito, puras de muchas cosas y especialmente de los placeres de Venus? Pues cuando llevan a cabo los ritos acostumbrados en honor de la diosa, no sólo sacan de casa a sus maridos, sino que también expulsan de la casa a todo ser masculino y evitan por razones religiosas el mirto ya que está consagrado a Venus. Y a la que ahora llaman Venus Murcia, la llamaban antiguamente, al parecer, Mirtia.” (Plutarco, Cuestiones romanas, 20)


Safo, pintura de Louis Hector Leroux

Entre los días 7 y 15 de junio tenía lugar un festival religioso, la Vestalia, en honor de la diosa Vesta, diosa del fuego del hogar y de la conservación del fuego sagrado de Roma. En el primer día de las festividades se abría el penus Vestae, espacio sagrado del templo de Vesta que se mantenía habitualmente cerrado con una cortina, para que las mujeres ofrecieran sacrificios. Mientras la cortina permanecía abierta, las matronas podían entrar, descalzas, para dejar sus ofrendas a la diosa y pedir la bendición para ellas y sus familias.

Vestal, pintura de Carl Friedrich Deckler

El animal consagrado a Vesta, el asno, se coronaba con guirnaldas de flores y panecillos el 9 de junio para recordar, según Ovidio, que un asno había impedido que Príapo violase a Vesta mientras dormía, aunque también dice que los asnos eran honrados el 9 de junio por los servicios prestados a las panaderías.

“Mas el rojizo guardián de los jardines requebraba a diosas y a ninfas, y de un lado a otro llevaba sus pies vagabundos. Vio también a Vesta; es dudoso si se creyó que era una ninfa o sabía que era Vesta, pero él desde luego afirmó que no lo sabía. Concibió una sucia esperanza y probó a acercársele furtivamente, e iba con cautelosos pasos y el corazón brincándole. Por casualidad el viejo Sileno había dejado el borriquillo en que había hecho el viaje a orillas de un rio de suave murmullo. Iba a lanzarse el dios del largo Helesponto, cuando el asno rebuznó con intempestivo ruido. La diosa se levantó, asustada por la ronca voz; todo el grupo acudió volando; él escapó de las manos hostiles. Lampsaco acostumbraba a sacrificar este animal a Príapo, diciendo: «Entrego a las llamas las entrañas del asno delator». Dicho animal lo adornas tú, diosa, con hogazas de pan a manera de collares en el cuello, en recuerdo del suceso. El trabajo termina; las muelas están vacías y sin ruido.” (Ovidio, Fastos, VI, 335)

Vestal, pintura de Wenzel Tornoe

El día 15 cuando acababa la festividad se cerraba el penus Vestae de forma solemne, la flaminica dialis, esposa del sacerdote principal de Júpiter, se ponía de luto y el templo se purificaba y la suciedad barrida se llevaba por el clivus Capitolinus y se arrojaba al rio.

“Este es el día en que tú, Tíber, envías al mar a través de las aguas etruscas la purificación de Vesta.” (Ovidio, Fastos, VI, 710)

El festival de la Vinalia Rustica se llevaban a cabo el 19 de agosto, aunque el arranque aproximado de la vendimia, dependiendo del clima de las diferentes regiones podía comenzar más tarde, nunca antes. Estaba dedicado a Júpiter, el dios supremo del panteón romano, en este caso como dios del vino y de sus virtudes mágicas. Oficiaba la ceremonia el flamen dialis que consultaba los auspicia, y solicitaba permiso a la divinidad para iniciar la vendimia, mediante determinadas plegarias, sacrificando una cordera y exprimiendo ante el altar las uvas de un racimo.  Se pedía protección contra las tormentas de verano que podían dañar las uvas antes de la vendimia. Habiendo obtenido, con satisfacción, la señal del dios, los vendimiadores empezaban su tarea. Hasta que la ceremonia no se llevaba a cabo no se podía traer mosto nuevo a la ciudad.

Festival de la vendimia, pintura de Alma-Tadema

Mesalina, la esposa del emperador Claudio, tras su ilegal boda con Silio, estando aún casada con Claudio, celebra en su mansión una fiesta de la vendimia, junto a su nuevo esposo, y otros amigos, lo que indica la relevancia que estas festividades tenían en la sociedad y entre los aristócratas.

“Mas Mesalina, nunca tan desenfrenada como entonces en sus deleites y desórdenes, estando ya el otoño muy adelante, celebraba en su casa la fiesta de las vendimias. Unos pisaban las uvas, otros daban vueltas al husillo y hacían correr el mosto a las cubas por sus canales; y las mujeres, vestidas de pellejos, andaban por todo dando grandes saltos, como las que suelen celebrar los sacrificios a Baco, hasta que en ellos dan muestras de enloquecer del todo. Ella, con los cabellos sueltos por la espalda, blandiendo el tirso tenía a su lado a Silio, vestido de hiedra, calzado con una cierta forma de borceguíes, llamados coturnos, y dejando caer la cabeza a una parte y a otra, mientras en torno de ellos discurría bailando y dando voces un desvergonzado y disoluto coro de mujeres.” (Tácito, Anales, XI, 31)

Las orgías de Mesalina, pintura de Fererico Faruffini

Las Meditrinalia en origen fueron dedicadas a Júpiter, al que se rogaba por la salud, aunque en tiempos posteriores se instituyó a una diosa desconocida, Meditrina, como patrona de las fiestas. Tenían lugar el 11 de octubre y el oficiante era el flamen Martialis, quien, entre otros actos, hacía una libación con el primer mosto de la reciente vendimia.

Las Meditrinalia tenían lugar después de la vendimia, cuando los campesinos romanos trataban el líquido no fermentado obtenido por el prensado de la uva, llamado mustum, "mosto", añadiendo vino del año anterior. Esta mezcla impedía que el vino se agriase. Se procedían a realizar las libaciones, vertiendo el vino a la tierra como ofrenda y bebiendo la mezcla para conservar la salud.

“En el mes de octubre, el día de las Meditrinales (Meditrinalia) recibió su denominación a partir de mederi (curar,) porque Flaco, flamen de Marte, decía que este día se solían hacer libaciones de vino nuevo y de viejo y probar éstos como medicina; y esto suelen hacer aún ahora muchos, cuando dicen: Bebo vino antiguo y nuevo; me curo de las enfermedades antiguas y nuevas". (Varrón, De la Lengua latina, VI, 21)

La veneración de las fuentes fue uno de los cultos más importantes de toda la mitología romana. Fons, Fontus o Fontanus representaban el genium o numen aquae, o sea el espíritu divino que residía en los manantiales de agua potable. Las fuentes eran celebradas anualmente en Roma en las ceremonias religiosas llamadas Fontanalia, el día 13 de octubre, durante las cuales los pozos públicos se adornaban con guirnaldas y se les echaban flores, y lo mismo se hacía con las fuentes a las que se arrojaban coronas, monedas pequeñas, imágenes y objetos que representaban las partes del cuerpo curadas por la acción de las aguas.

“Las Fontanales (Fontanalia) recibieron la suya por Fons (Fons), porque este día es su fiesta. Por esto entonces lanzan coronas al interior de las fuentes y también ponen coronas a los pozos.” (Varrón, De la Lengua Latina, VI, 22)

Pintura de Emilio Vasari

En el mes de diciembre se celebraba con velas y antorchas el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo periodo de luz, coincidiendo con el solsticio de invierno.

Entre el 17 y 23 de diciembre se celebraban las Saturnales que estaban consagradas al dios Saturno, que había enseñado a los hombres a trabajar la tierra. En sus más remotos orígenes, estas fiestas hacían referencia a la finalización de los trabajos del campo, una vez concluida la siembra efectuada durante el invierno, cuando toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tenían ya tiempo para el descanso y el ocio.

Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, que se hallaba situado a los pies de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma; después del sacrificio, seguía un banquete público, al que todo el mundo estaba invitado. Durante los días siguientes, la gente se entregaba a bulliciosas diversiones, celebraba banquetes y se intercambiaban regalos.

“Por último, y ya en el mes de diciembre, se ofreció en Roma un sacrificio en el templo de Saturno y se celebró un lectisternio -cuyos lechos además habilitaron los senadores- y un banquete público, y a través de la ciudad se dieron día y noche los gritos saturnales, y se invitó al pueblo a tener como festivo para siempre aquel día.” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXII, 1, 2)

Pintura de Alma-Tadema

Era deseo divino extender la alegría a todo el mundo durante los días festivos en los que las actividades públicas quedaban abolidas, los esclavos eran agasajados por sus amos con un banquete, se vestían con sus ropas, se ponían máscaras y podían decir a sus amos todas aquellas cosas que quisieran, sin necesidad de reprimirse. Además, se pedía disfrutar de los placeres. 

“Que nadie tenga actividades públicas ni privadas durante las fiestas, salvo lo que se refiere a los juegos, las diversiones y el placer. Sólo los cocineros y los pasteleros pueden trabajar. Que todos tengan igualdad de derechos, los esclavos y los libres, los pobres y los ricos. No se permite a nadie enfadarse, estar de mal humor o hacer amenazas. No se permiten las auditorías de cuentas. A nadie se le permite inspeccionar o registrar la ropa durante los días de fiestas, ni practicar deportes, ni preparar discursos, ni hacer lecturas públicas, excepto si son chistosos y graciosos, que producen bromas y entretenimientos.” (Luciano, Saturnales, 13)

Saturnales, J.R. Weguelin

Las licencias festivas y trasgresoras tenían un límite temporal, al cabo del cual la situación volvía a la normalidad. Todos sabían que los excesos que se podían cometer, y las transgresiones que podían tener lugar ese día, se iban a llevar a cabo en un tiempo muy limitado.

[Cronos] Yo he heredado el poder con condiciones: todo mi reinado dura siete días y cuando haya terminado ese plazo al punto me convertiré en un particular y de alguna manera en uno del montón. Además, en esos siete días no se me ha permitido gestionar nada importante ni de tipo público, pero puedo beber y estar bebido, gritar, jugar, echar los dados, nombrar encargados de la juerga, dar banquetes a los criados, cantar desnudo, aplaudir con emoción, de vez en cuando incluso tirarme al agua fría de cabeza con la cara tiznada de hollín, todo eso es lo que yo puedo hacer, pero la riqueza y el oro, se las reparte Zeus a quienes quiere. (Luciano, Saturnales, 2)

Horacio en la villa, pintura de Camilo Miola

Séneca relaciona las fechas de la fiesta con los excesos sexuales, y critica de forma velada a la sociedad romana, que en su opinión pecaba de ser excesivamente liberal durante esta celebración:

“Diciembre es el mes; más que nunca el sudor invade la ciudad. El derecho al libertinaje ha sido otorgado oficialmente. Con los inmensos preparativos todo se anima, como si mediara alguna diferencia entre las Saturnales y los días de trabajo; pero hasta tal punto no existe diferencia, que me parece no haberse equivocado quien dijo que diciembre antes fue un mes, ahora es el año entero.” (Séneca, Epístolas, XVIII, 1)

El culto a Baco, dios de la fertilidad y del desenfreno en la bebida, en las Bacanales se caracterizaba por ser un rito religioso en el que se consumía gran cantidad de vino. Aunque al principio la adoración a este dios se reservó a las mujeres, con el tiempo se hizo habitual la participación de los hombres y un mayor número de ceremonias, lo que sumado a una mayor ingesta de vino y un exceso de actividades lujuriosas llegó a provocar una gran ofensa a las tradicionales costumbres romanas.

“Cuando el vino había inflamado los espíritus, y la noche y la mezcla de hombres con mujeres, jóvenes con viejos, había destrozado todo sentimiento de decoro, todas las variedades de la corrupción empezaban a practicarse, pues cada uno tenía a mano el placer que respondía a las inclinaciones de su naturaleza”. (Tito Livio, Historia de Roma, XXXVI-XL)

En el templo de Baco, pintura de Giovanni Muzzuoli

Por tanto, se inició la persecución de las Bacanales con la intención de proteger la moralidad romana y la defensa del estado, pues se sospechaba que durante la celebración se podían organizar conspiraciones políticas.

“Inicialmente, se trataba de un santuario reservado a las mujeres, donde era costumbre no admitir a ningún hombre; había tres días al año en los que, durante el día, se iniciaba en los misterios de Baco, se solía elegir por turno a matronas como sacerdotisas. Paculla Annia, una sacerdotisa de la Campania, había efectuado cambios radicales, como por inspiración divina, pues fue la primera en admitir hombres e inició a sus propios hijos, Minio y Herenio Cerrinio. Al mismo tiempo, hizo que el rito fuera nocturno y que en vez de tres días al año se celebrara cinco veces al mes. Una vez los misterios hubieron asumido aquel carácter promiscuo, con los hombres mezclados con las mujeres en licenciosas orgías nocturnas, no quedó ningún crimen y ninguna acción vergonzosa por perpetrarse allí. Se producían más prácticas vergonzantes entre hombres que entre hombres y mujeres. Quien no se sometiera al ultraje o se mostrara remiso a los malos actos, era sacrificado como víctima. No considerar nada como impío o criminal era la misma cúspide de su religión. Los hombres, como posesos, gritaban profecías entre las frenéticas contorsiones de sus cuerpos; las matronas, vestidas como bacantes, con los cabellos en desorden, se precipitaban hacia el Tíber con antorchas encendidas, las metían en las aguas y las sacaban aún encendidas, pues contenían azufre vivo y cal. Los hombres ataban a algunas personas a máquinas y las echaban en cuevas ocultas, y se decía por ello que habían sido arrebatadas; se trataba de quienes se habían negado a unirse a su conspiración, tomar parte en sus crímenes o someterse a los ultrajes sexuales. Era una inmensa multitud, casi una segunda población, y entre ellos se encontraban algunos hombres y mujeres de familias nobles. Se ha convertido en costumbre, durante los dos últimos años, que nadie de más de veinte años fuera iniciado; solo captaban a los de edad más susceptible de engaño y corrupción.” (Tito Livio, Ab Urbe condita, XXXIX, 13)

Bacanal, pintura de Henryk Siemiradzki

Todo ello llevó a su prohibición por el Senado en el año 186 a. C. y sólo se permitió el culto a Baco cuando fuese declarado necesario para la prosperidad de Roma, lo que había que demostrar ante el Pretor urbano. Posteriormente, la celebración debía ser autorizada por el Senado, estando presentes no menos de cien senadores, siempre que no tomasen parte en ellos más de cinco personas, que no tuviesen fondo común, ni maestro de ceremonias ni sacerdote.

“Sobre las Bacanales de aquellos que fuesen federados, así se votó determinar:

Nadie de ellos puede celebrar Bacanales. Si hubiese algunos que dijesen que les era necesario celebrar estas fiestas Bacanales, que vengan ellos a Roma ante el pretor urbano, y que nuestro senado decida sobre ello una vez que haya escuchado sus palabras, y siempre que no menos de cien senadores estén presentes cuando este asunto sea discutido. Ningún hombre sea bacante, ni un ciudadano romano, ni ninguno de los de nombre latino, ni ninguno de los otros aliados, sin que haya venido antes ante el pretor urbano y éste de acuerdo a la sentencia del senado lo haya concedido, una vez haya sido discutido ese asunto y siempre que no haya menos de cien senadores presentes en este acto. Se vota.

Que nadie ejerza la función de sacerdote; que nadie ya sea hombre o ya sea mujer, sea maestro de ceremonias. Que nadie recaude dinero común; que nadie, ya sea hombre, ya sea mujer, sea magistrado o haga de magistrado; que nadie conspire, que nadie se reúna, ni se comprometa, ni haga pactos; que nadie celebre ritos en oculto. Ni en lugar público ni en privado, ni siquiera fuera de la ciudad, podrá llevarse a cabo rito alguno, a no ser que previamente se hayan personado ante el pretor urbano que junto al Senado podrá dictaminar sobre ello, y siempre que estuvieran presentes no menos de cien senadores cuando este asunto sea tratado. Se vota.

Nadie en grupos de más de cinco personas juntas, hombres y mujeres, puede celebrar ritos, ni puede haber entre ellos más de dos hombres y más de tres mujeres, excepto con la sanción del pretor urbano y del senado, como se ha escrito antes.

Esto se proclama en asamblea y es sancionado por el Senado, que en no menos de tres nundinas, para los que fueran conocedores, la condena sea así: “Si hay alguien que actúa de manera contraria a lo que está escrito arriba, será condenados a la pena capital”; y además el Senado decreta que esto sea inciso en una tabla de bronce y ordena que sea fijada esta tabla donde se pueda conocer más fácilmente. Se falla que hagáis que las cofradías de la Bacanales, si las hay, excepto en lo que haya de sagrado, tal como está escrito anteriormente, se disuelvan en diez días desde que esta tabla sea entregada. En el campo Teurano.”

Bacanal de Primavera, pintura de Konstantin Makovsky


Bibliografía



Anna Perenna: Religión y ejemplaridad mítica, Sabino Perea
Plauto y el dios de la libertad y del vino: Líber-Dioniso-Baco, Manuel Antonio Marcos Casquero
Imágenes y prácticas religiosas de la sumisión femenina en la antigua Roma. el culto de «Juno Lucina» y la fiesta de Matronalia, Rosa María Cid López
Las Saturnales romanas y su carácter de festividad agrícola, Amalia Lejavitzer
Fera sodalitas. Los Lupercalia, de Evandro a Augusto, Alessio Quaglia
La participación de los esclavos en las fiestas del calendario romano, Juan Ignacio Garay Toboso
El culto a Bona Dea. Identidad, ritualidad y polivalencia de una diosa romana, Federica Gatto
Isis, diosa del Nilo, y el mar, Elena Muñiz Grijalvo
The Politics of Ecstasy: The Case of the Bacchanalia Affair in Ancient Rome, Chiara Baldini
Poetic Artistry and Dynastic Politics: Ovid at the Ludi Megalenses (Fasti 4. 179-372), R.J. Littlewood
Mars and Anna Perenna: March Gods and the Etruscan New Year in Archaic Rome, John Franklin Marshall
Characteristics of Roman Female Deities, Idaliana Kaczor
Liberalia in Ovid: Liber in the Roman Religion, Dóra Kovács
Roman Festivals and their Significance, Robert Schilling
Wikipedia