Triclinum, Villa Ariadna, Stabia, Italia. Foto de Samuel López |
Para los
ricos aristócratas romanos el entretenimiento de amigos y clientes a la hora de
la cena se convirtió en el principal foco de vida social. El triclinium o comedor donde se celebraban
los banquetes se estableció como elemento indispensable para mostrar el status
social y el nivel de bienestar del propietario. La decoración de la habitación,
la provisión de los alimentos más exóticos, la calidad de las vajillas y
recipientes para servir la comida y la cantidad de esclavos que atendían a los
invitados, además de la oferta de entretenimiento durante la cena se alzaban
como expresión de la riqueza y elegancia del dominus que invitaba.
“Del
otro lado tiene que alzarse apoyado en largas columnas de Numidia y recoger el
sol de invierno un cenador.”
(Juvenal, sátira VII)
Los triclinia elaborados como espacio de
representación para recrear la vista e impresionar acogían decoraciones pictóricas en los muros,
techos abovedados o artesonados sostenidos por columnas, suelos de mosaico
diseñados, a veces, para delimitar la ubicación de los lechos, en las zonas más
visibles. Estas lujosas estancias podían disponer de ventanas protegidas con
piedra especular que permitían entrar la luz y también podían ser calentadas
por hipocausto o tubos por los que pasaba aire caliente que quedaban ocultos
tras las paredes.
Mosaico de Venus y Adonis, Triclinium de la Villa de Materno, Carranque, Toledo. Foto de Samuel López |
En las casas con peristilo, el triclinium se
organizaba como un amplio espacio abierto hacia él, para poder disfrutar de la
vista del jardín, del aroma de las flores y del murmullo del agua que surgía de
las fuentes o estanques. En las villas rústicas se apreciaba tener amplias
vistas a los campos o montañas y en las villas marítimas que los comedores
dispusiesen de ventanas por las que se pudiese ver el mar y permitiesen entrar
las brisas marinas.
“Al
otro lado del pórtico, a la altura de las columnas que forman el centro del
arco de la D, hay un patio cubierto lleno de encanto, y a continuación, un
comedor bastante elegante que se mete casi en la playa, de modo que, cuando el
mar es agitado por el viento de África, es suavemente salpicado por las puntas
de las olas una vez ya rotas. Esta estancia está provista por todos sus lados
de puertas y ventanas del tamaño de aquellas, y así, parece que mira hacia tres
mares por sus dos paredes laterales y por la que está frente a los comensales.
Por la parte que queda a la espalda de éstos, da hacia el patio cubierto ya
citado, hacia el pórtico, hacia el patio abierto, hacia la continuación del
pórtico, hacia el atrio, y más allá de él hacia bosques y lejanas montañas.”(Plinio, Epístolas, II, 17)
Estancia con ventanas, Villa San Marco, Stabia, Italia. Foto de Samuel López |
La
disposición del comedor tradicional romano consistía en tres lechos alrededor de una mesa donde
colocar la comida. Los lechos de obra solía tener el lado hacia la mesa más
elevado para facilitar la postura. La colocación de los invitados seguía un
orden jerárquico muy estricto. Los invitados se tendían en oblicuo en el lecho,
con el codo izquierdo apoyado sobre un cojín, y la mano derecha libre para
comer.
Se les lavaba los pies al entrar y se quitaban el calzado durante la cena. Más adelante se impuso un lecho en forma de media luna, stibadium, en el que cabían alrededor de siete personas. En Pompeya se han encontrado comedores de verano con dos lechos (biclinium), en los que cabrían dos o tres personas en cada uno.
Triclinium, Exposición DOMUS, 2013. Foto de Samuel López |
Se les lavaba los pies al entrar y se quitaban el calzado durante la cena. Más adelante se impuso un lecho en forma de media luna, stibadium, en el que cabían alrededor de siete personas. En Pompeya se han encontrado comedores de verano con dos lechos (biclinium), en los que cabrían dos o tres personas en cada uno.
En las casas
o villas más grandes se podían encontrar triclinios de verano o invierno,
emplazados en distintos lugar según la orientación de la casa. El arquitecto
Vitruvio da consejos sobre la ubicación de estas habitaciones:
“Los
triclinios de primavera y de otoño se orientarán hacia el este, pues, al estar
expuestos directamente hacia la luz del sol que inicia su periplo hacia
occidente, se consigue que mantengan una temperatura agradable, durante el
tiempo cuya utilización es imprescindible. Hacia el norte se orientarán los
triclinios de verano, pues tal orientación no resulta tan calurosa como las
otras durante el solsticio, al estar en el punto puesto al curso del sol; por
ello permanecen muy frescas, lo que proporciona un agradable bienestar”. (De Arquitectura, VI,
4)
Triclinio de verano, Casa de Neptuno y Anfítrite, Herculano. Foto de Samuel López |
Los triclinia de invierno que necesitaban
calentarse con braseros e iluminarse con lucernas serían espacios en los que se
concentraba una atmósfera densa por el calor y el humo, por lo que Vitruvio
recomienda pintar zócalos sencillos en color negro combinado con ocre o rojo,
con pavimentos en colores oscuros y capaces de absorber las manchas provocadas
por los alimentos y bebidas derramados.
“Así,
por ejemplo, en los comedores de invierno no están bien ni son necesarios
refinamientos en la ornamentación, ni
pinturas de gran importancia, ni adornos delicados en las cornisas de
las bóvedas porque todas estas cosas se echan a perder con el humo de los
fuegos y con el espeso hollín de las lámparas.” (Vitrubio, De Arquitectura, VII, 4)
Triclinium, Casa de los Ciervos, Herculano. Foto de Samuel López |
En muchas
casas, sobre todo, en Pompeya se han encontrado triclinios en los jardines,
protegidos por una pérgola, un toldo o un tejadillo, y normalmente, frente a
una fuente.
“En la cabecera del hipódromo está el stibadium de blanquísimo mármol, cubierto por una pérgola que está sostenida por cuatro columnas de mármol caristio. Debajo del stibadium el agua sale a chorros, casi como expulsada por los que están sentados encima; el agua se recoge en un canal y pasa a rellenar una pila de fino mármol, regulada de modo invisible para que esté siempre llena y nunca se desborde. Las viandas de mayor peso, si las hay, se apoyan en el borde de la pila, mientras que las más ligeras se llevan flotando en barquitos o aves simuladas. Enfrente hay una fuente que lanza y recoge el agua mediante un juego de cañerías que primero la echa hacia arriba y luego la traga abajo para volver a elevarla después.” (Plinio, Epístolas, V, 6)
Triclinium, Villa de Minori, Costa Amalfitana. Foto de Samuel López |
El emperador
Tiberio mandó habilitar una gruta en Sperlonga para disfrutar del entorno y del
agua marina junto a la que se sitúa la cueva. En su interior había numerosas
estatuas para amenizar el lugar. Aquí es donde pudo ocurrir el accidente citado
por Suetonio, en el que mientras el emperador cenaba con sus invitados se cayeron
varias piedras del techo que causaron la muerte a varios de los comensales y
sirvientes, aunque Tiberio salió ileso.
Villa de Tiberio, Sperlonga, Italia |
El
Emperador Adriano construyó en su amplia residencia de Tíbur (actual Tívoli) un
ostentoso comedor al aire libre con un lecho semicircular con plazas
suficientes para albergar a unos cuantos comensales, el cual tenía por detrás
rampas por las que supuestamente caerían cascadas de agua y por delante un
enorme estanque rodeado por estatuas.
Stibadium, Villa Adriana, Tívoli, Italia. Foto de Samuel López |
Los
comedores al aire libre forman una prueba más del naturalismo romano que
degustaba los placeres de las comidas campestres a la sombra de un árbol y en
contacto con la naturaleza, aprovechando los días festivos.
A la hora de disfrutar de lugares originales
en donde disfrutar del placer de la gastronomía en entornos agradables a la
vista, destaca la celebración de comidas con varios convidados en los que el
protagonista era un enorme y frondoso árbol, como el famoso “nido” de Calígula:
“El
emperador Calígula pudo admirar en la campiña de Velitres un tablado construido
sobre un solo plátano cuyas ramas, ampliamente expandida, servían de asientos:
celebró un festín, donde el árbol mismo proporcionaba una parte de la sombra,
en este comedor, que fue capaz de contener a 15 convidados y los sirvientes, y
que él llamó “el nido”.
(Plinio, Historia Natural, XII, 10)
Mosaico nilótico, Praeneste, Museo de Palestrina, Italia |
Es posible
que algunos encontraran más placentero cenar en un ambiente tan rustico y
sencillo que en un lugar cerrado y profusamente decorado a la moda del momento.
Otra vez un árbol gigantesco es el centro de atención:
“Actualmente
hay en Licia un plátano famoso, al que va asociado la amenidad de una fuente
fresca; colocado cerca del camino, esta horadado por una profunda cueva de 81
pies, formando una especie de casa, cuyo tejado es una selva frondosa, ya que
está rodeado por vastas ramas tan gruesas como árboles y cubre la campiña con
sus largas sombras. Y para que nada falte para asemejarse a una gruta, el
interior de su oquedad está tapizado de un revestimiento circular de piedras
pómez cubiertas de musgo. La cosa es tan maravillosa que Licinius Mucianus,
cónsul por tercera vez y últimamente legado de esta provincia, ha creído deber
transmitir a la posteridad que había cenado en su tronco con 17 convidados,
sobre lechos de follaje proporcionados generosamente por el propio árbol al
abrigo de todos los vientos, sin oír el ruido de la lluvia sobre las hojas; y
que él se había recostado más a gusto que entre el brillo de los mármoles, la
variedad de las pinturas y el oro de los artesonados.” (Plinio, Historia, Natural, XII, 9)
En las
partidas de caza que organizaban los ricos propietarios que residían en las
villae en el campo, no faltaba el importante acto de la comida, para lo que los
sirvientes cargaban con todos los enseres y alimentos necesarios para que sus señores
pudieran disfrutan de ese momento sin que echaran en falta nada de lo que
tenían en los lujosos triclinia de sus casas.
Comida con stibadium, Mosaico de la caza, Villa de Tellaro, Sicilia |
También el agua que corre de forma natural en un paisaje campestre es un punto de atracción para los que quieren gozar de una comida sencilla en un lugar agradable.
“Existe
allí un arroyo que nace en las montañas, corre a través de las rocas y llega
hasta una pequeña gruta acondicionada por la mano del hombre a modo de comedor;
a continuación, tras detenerse brevemente en ella, desemboca en el lago Lario.
Te tumbas a su lado, comes e incluso bebes del propio arroyo, pues es muy
refrescante, y durante todo ese tiempo, obedeciendo a unos intervalos fijos y
bien precisos, sus aguas se retiran y vuelven a aparecer.” (Plinio, Epístolas, IV, 30)
Con el
deseo de ofrecer a sus invitados el espacio más sofisticado y poco común donde
relajarse y comer en compañía, el anfitrión podía buscar el lugar más inédito
en sus posesiones, aunque el efecto conseguido podía ser contrario al
pretendido, impresionar al convidado y que la cena fuera un éxito. Este es el
caso del comedor-aviario de Lúculo, cuya pretensión de agradar a los comensales
cenando entre aves que entran y salen volando, se ve defraudada porque los
invitados no parecen contentos por tener que cenar entre el olor producido por
las aves.
"Lúculo
deseó tener un aviario diferente, pero que se pareciese a otros, que se hizo en
Túsculo; que pudiese tener el triclinium
bajo el mismo techo que el aviario, donde pudiese cenar con estilo, y
donde pudiese ver algunas aves servidas, y otras volando por las ventanas, pero
que no encontró útil, porque las aves volando por las ventanas no son
agradables de ver y que el desagradable olor es ofensivo a la nariz." (Varrón, De Re Rustica, III, 1)
Los
emperadores edificaban construcciones en sitios excepcionales para disfrutar de
sus cenas. Domiciano mandó construir una pérgola para utilizar como cenador
(cenatio) en el monte Celio, desde donde se divisan unas vistas extraordinarias
de la ciudad de Roma y desde donde se puede apreciar el mausoleo de Augusto.
“Me
llamo Mica aurea. Estás viendo lo que soy: un pequeño cenador. Fíjate que desde
aquí ves el mausoleo del César. Rompe los lechos, pide vino, corónate de rosas,
perfúmate con nardo: un dios en persona te invita a que te acuerdes de la muerte.” (Marcial, Epigramas, II, 59)
Biclinium, Casa de Octavio Cuarto, Pompeya, foto de Panoramio |
La palabra cenatio, sinónimo de triclinium, designa un comedor grande o
pequeño, que por tanto podía ser sencillo o tan complejo como albergar
mecanismos en el techo para dispensar regalos u otras sorpresas a los
convidados. Como en la Domus Aurea de
Nerón:
“El
techo de los comedores estaba formado de tablillas de marfil movibles, por
algunas aberturas de los cuales brotaban flores y perfumes.” (Suetonio, Nerón, 31)
Pintura con comensales, Museo Nacional Romano. Foto de Samuel López |
Séneca
describe algunos de los artilugios que se empleaban para sorprender a los
invitados, tuberías para dejar salir perfumes con los que enmascarar los
posibles desagradables olores procedentes del sudor y vómitos de los asistentes
a estas cenas, mecanismos que permitían la entrada y salida de agua para
abastecer los canales y cascadas que servían para refrescar el ambiente y la construcción
de diferentes techumbres que permitían su intercambio según el momento de la
cena.
“Hoy
en día, ¿cuál de los dos consideras más sabio: el que ha encontrado cómo
hacer salir el agua perfumada de azafrán a gran altura, pasando por tubos
escondidos; el que de pronto llena o vacía los canales con aguas
impetuosas y de tal manera dispone para
la sala de los festines los movibles artesonados que sucesivamente van
renovando su aspecto y tantas veces cambian los techos cuantas veces los
manjares…” (Séneca, Epístolas a Lucilio, XC, 15)
Bibliografía:
La casa romana, P. A. Fernández Vega, Akal Ediciones
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, J. Carcopino, Temas de Hoy.
Bibliografía:
La casa romana, P. A. Fernández Vega, Akal Ediciones
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, J. Carcopino, Temas de Hoy.
Perdona, pero la priemra imagen dudo mucho que corresponda al Tricilino de la Villa Adriana, pues no se ha descubierto este tipo de decoración.
ResponderEliminarLa primera imagen corresponde a la villa ARIADNA en Stabia, como se indica en el pie de foto, y no a la villa Adriana, en Tívoli, a la que sí corresponde la novena imagen. Ambas fotos fueron tomadas en nuestra visitas a las dos villas.
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