lunes, 18 de febrero de 2019

Sit tibi terra levis, el descanso de los difuntos en la antigua Roma (II)


Estatua funeraria de un poeta

Las autoridades municipales podían decretar la adjudicación de un locus sepulturae escogido para algún miembro de la comunidad que hubiese merecido tal honor por haber prestado un gran servicio a sus ciudadanos, como, por ejemplo, costeando alguna infraestructura básica u ornamental para la ciudad. A veces se incluía los gastos del funeral y colocación de estatuas también, aunque, en la mayoría de los casos, la familia del difunto, por el honor recibido, acababa asumiendo el gasto.

En determinados casos eran varios municipios a la vez los que honraban al mismo ciudadano incluyendo los mismos obsequios o parte de ellos, aunque, obviamente este solo pudiera ser enterrado en un único lugar.

“El municipio Flavio Besuccitano en memoria y para celebridad de tan ilustre patricio, le decretó y ordenó que se le tributasen honras con panegírico, lugar de sepultura, coste del funeral, exequias y retrato al natural en estatua. El municipio Flavio Laminitano (¿Alhambra?), por decreto "de sus decuriones, panegírico y estatua; el municipio Flavio Tugiense (Toya, cerca de Cazorla), por igual decreto, panegírico, coste del funeral, estatua;' el municipio Flavio Vivaciense (Baeza) por semejante decreto, panegírico; coste del funeral, lugar de sepultura; los ciudadanos y los advenedizos Besuccitanos, estatuas. Cayo Sempronio Céler su padre, y Sempronia Auge su madre, satisfechos con el honor, tomaron sobre sí las expensas. Lugar es este, que se les dio por decreto de los decuriones Besuccitanos." (CIL 3251)

Como proveerse en vida de una sepultura para tener un acceso apropiado al mundo de los muertos era algo que no estaba al alcance de toda la población, los que no tenían suficientes recursos económicos, se apuntaban a collegia tenuiorum, asociaciones privadas, a veces de carácter profesional, que reunían a hombres libres y esclavos de escaso poder adquisitivo. 

Un entierro apropiado era de enorme importancia en la sociedad romana y la pertenencia a un collegium (asociación corporativa) ayudaba a asegurar que se llevaban a cabo los ritos correctos. Estas asociaciones se documentan desde mediados del siglo I d.C., pero fueron más frecuentes a partir de que el emperador Claudio autorizara y regulara su funcionamiento. Algunos colegios disponían de espacios propios en las necrópolis para enterrar a sus miembros.

"Propiedad del collegium de actores y cantantes griegos, y construida de su fondo común. Aprobado pr Maecenas Mal(…), hijo de Decimus, maestro de ceremonias fúnebres y patrón del collegium. Marcus Vaccius Theophilus, liberto de Marcus, y Quintus Vibius Simus, liberto de Quintus, presidente de la congragación de Decumini, supervisó la compra de una sepultura y la construcción de la misma. 

Añadido posteriormente
Lucius aurelius Philo, liberto de Lucius, presidente por séptima vez del collegium de actores y cantantes griegos supervisó la restauración de esta obra con su propio dinero."
(CIL I. 2519, Vía Labicana)

Mosaico con banquete, Château de Boudry en Suiza

Los miembros de estos collegia pagaban una cuota por su pertenencia la cual les permitía cubrir los gastos del entierro, funeral y ritos posteriores en su recuerdo. Si no mantenían el pago al día o cometían suicidio perdían esos derechos. En Tebtunis, Egipto, se encontró un papiro del siglo I d.C. concerniente a una corporación de comerciantes de sal con normas relativas a la implicación de los miembros en los banquetes funerarios realizados en conmemoración de sus compañeros difuntos. 

“Que prevalezca la salud, pero si uno de los miembros muere, que se afeiten todos y celebren un banquete durante un día, y traiga cada uno un dracma y dos panes, y en caso de otros duelos, que celebren un banquete durante un día. Al que no se afeite en caso de una muerte se le multe con 4 dracmas. Al que no haya tomado parte en el funeral y no haya depositado una corona en la tumba se le multará con 4 dracmas.”

Una inscripción de Lanuvium, en Italia, del año 136 d.C. lista las normas que se votaron con respecto a los pagos de los miembros de un collegium y los derechos adquiridos con respecto a su entierro y funerales.

“Se votó unánimemente que cualquiera que desee entrar en la asociación deberá pagar una cuota de entrada de 100 sestercios y un ánfora de buen vino y una cuota mensual de 5 ases. Se votó también que, si alguien no ha pagado sus cuotas durante 6 meses seguidos y se muere, no se cubrirá su entierro, aunque así lo haya dispuesto en su testamento. Se votó además que en el caso de muerte de un miembro de la asociación que haya pagado sus cuotas con regularidad, se le concederá 300 sestercios de la tesorería. De esta cantidad 50 sestercios se deducirán como pago del funeral que se distribuirá junto a la pira (entre las plañideras); el funeral se hará a pie. Se voto también que, si un miembro muere a más de 20 millas de esta ciudad y se sabe, tres hombres elegidos de la asociación irán a ese lugar y harán los preparativos para su funeral. Se les pedirá que presenten una cuenta (de gastos) honesta a los miembros y si se les encontrara culpables de fraude pagarán una multa cuádruple. Se les dará dinero para los gastos del funeral del difunto, y se dará a cada uno 20 sestercios para gastos del viaje … Se votó además que, si un miembro esclavo de esta asociación muere, y su dueño o dueña rehúsan injustamente entregar su cuerpo para el entierro, y no ha dejado instrucciones escritas, se celebrará un funeral con su retrato. También se votó que, si un miembro se suicida por cualquier razón, no se considerará su derecho a entierro. Se votó además que, si un miembro de la asociación es liberado, deberá donar un ánfora de buen vino.” (CIL XIV 2112)



La falta de fondos por el incumplimiento de los deberes de los miembros podía llevar a la disolución del collegium y la suspensión de entierros, funerales y otros actos rituales.

“Artemidoro, hijo de Apolonio, presidente del collegium de Júpiter Cernenus, y Valerio, hijo de Nico y Offas, hijo de Menófilo, tesoreros de la misma asociación, con la publicación de esta nota certifican públicamente: que de los 54 miembros que solían constituir dicha asociación, solo quedan en Alburnus unos 17, que incluso julio, hijo de Julio, el co-presidente, no ha venido a Alburnus o a la asociación desde el día de su elección como co-presidente; que Artemidoro ha presentado un registro a aquellos que estaban presentes de lo que había suyo y de lo que se iba a devolver por lo que se había gastado en funerales; que no había más fondos para más funerales, ni tenía un solo ataúd; que nadie había querido asistir a las reuniones en los días requeridos por los estatutos del collegium, o contribuir para los servicios funerarios o cuotas; y que todos (los cargos restantes) publican unánimemente que ningún miembro suponga que, en caso de fallecimiento, pertenece a una asociación o que pueda exigir un funeral.” (AGRW 69 = ILS 7215ª, 167 d.C. Dacia)


Tumbas de Isola Sacra, Ostia, Italia

Algunos evergetas podían incluir entre sus actos para beneficiar a su comunidad la cesión de un terreno con sepulturas en el que se delimitaba el espacio para cada una y se podía establecer restricciones sobre ciertos individuos que no podrían ser enterrados ahí.

“Horatius Balbus, hijo de …. Dona a los miembros de esta ciudad y otros residentes, sepulturas, excepto para aquellos que se hubieran contratado como gladiadores por su propia voluntad, para los que se hubieran ahorcado ellos mismos o se hubieran dedicado a una profesión desacreditada para beneficio propio a cada persona un espacio de 10 pies en el frente y 10 pies de profundidad, entre el puente sobre el (rio) Sapis y el monumento que está en el límite de la finca Fangoniana. En los sitios donde no se haya enterrado a nadie, se podrá hacer el que lo desee una tumba antes de morir. En sitios donde se haya enterrado a alguien se permitirá construir un memorial para el que está allí sepultado y para sus descendientes.” (CIL 12123)

Con toda probabilidad Horatius se vería como un protector de los valores tradicionales romanos, ya que además de proporcionar un cementerio, confirmó su intención de mantener un cierto equilibrio social al negarse a que determinados individuos, a los que por sus circunstancias no consideraba merecedores de su generosidad, fueran enterrados en él.
En las inscripciones funerarias se podían detallar además de los actos evergéticos realizados durante la vida del difunto el coste de su monumento funerario en un gesto más que indicaba su poder económico.

“Lucius Papius Polio de la tribu Teretina, hijo de Lucius, duunviro, repartió mulsum y pasteles en honor de su padre Lucius Papius de la tribu Falernia, hijo de Lucius, a todos los miembros de las colonias de Sinuesa y Caedex, además de un espectáculo con gladiadores y una cena a los residentes de Sinuesa y a los Papios. El levantó un memorial que costó 12.000 sestercios. Por testamento y última voluntad, y con la aprobación de Lucius Novercinius Polio, hijo de Lucius, de la tribu Pupinia.” (CIL XII.1578)

La gente más humilde proclamaba en sus epitafios que, a pesar de su pobreza, habían reunido el dinero necesario para poder enterrar a sus seres queridos y dedicarles un monumento funerario.

“Quintus Egnatius Blandus, liberto de Quintus, estando aún con vida, construyó esto para sí y para su esposa Minucia Urbana. En tanto que mi pobreza me lo permitió, te di, esposa mía, cuando llegó la hora, este regalo demasiado pequeño, porque lo merecías.
Ella vivió sin mácula durante 28 años.”
(CIL V 4593 = CLE 1042, Brescia)


Estela funeraria de la necrópolis galo-romana de Autun, Francia

Según la ley Aelia Sentia del año 4 d.C. los esclavos no podían ser formalmente manumitidos antes de los treinta años, aunque un amo podía decidir su manumisión siempre que existiese un motivo de interés o de afecto y que se hiciese delante de un magistrado. Este acto de la liberación, tan relevante para la vida de un liberto, podía ser digno de mencionarse en un epitafio. 

“Lucius Vafrius Epaphroditus, liberado a la edad de treinta de acuerdo al testamento de Lucius Vafrius Tiro, centurión de la Legión XXII Primigenia, en el décimo día de las calendas de abril cuando Domiciano fue cónsul por decimosegunda vez. Vivió treinta y un años y diez días.” (ILS 1985)

Para un patrono comportaba un gran prestigio llevar un gran número de libertos en su procesión funeraria, y la ley Fuffia del tiempo de Augusto se proclamó para evitar la exagerada y competitiva demostración de riqueza y generosidad que se había impuesto no solo entre los aristócratas, sino entre los que los emulaban.
Los libertos que habían sido liberados solían honrar a sus patrones proporcionándoles un lugar de sepultura, pues era una de las obligaciones y responsabilidades que un liberto respetable tenía hacía la persona que le había concedido la libertad. Además, la ley funeraria romana permitía la inclusión de terceras partes, como amigos, socios o patrones en la tumba de un particular siempre que existiese un acuerdo de venta o donación por escrito.

“Lucius Antistius Sarculo, hijo de Cneo, de la tribu Horatia, sacerdote salió de Alba, y maestro de los sacerdotes. Antistia Plutia, liberta de Lucius. El liberto Rufus y el liberto Anthus mandaron construir estos retratos con su propio dinero para su patrón y su patrona por sus méritos.” (CIL VI. 2170)

La mención de que se hizo con su propio dinero implica que no había obligación legal, pero si una moral que mostraba gran magnanimidad.

Estela funeraria de Lucius Antistius Sarculo y Antistia Plutia, Museo Británico, Londres

Otra inscripción (CIL VI 2171) recoge la información de que los libertos Rufus y Anthus fueron enterrados juntos con sus patronos y otros libertos de la familia en la misma tumba.

Para cumplir las voluntades testamentarias era costumbre nombrar un curator, encargado de la realización de las obras, que debía ser preferentemente el propio heres (heredero) del testador, o en ocasiones alguno de sus libertos o un familiar muy próximo, como un hijo o el cónyuge. En algunos epitafios se señala que el liberto se encarga de la ejecución del monumento funerario según lo dispuesto en el testamento.

“Melpómene de 65 años. Iulia Talia, liberta, se encargó de hacerlo por voluntad de testamento.” (EE IX 182 = ERBC 127 = HEp 7, 1997, 105)

No siempre la familia y los herederos cumplían la voluntad expresada por el difunto en su testamento, sobre todo, si había expresado por escrito que en su tumba se depositasen objetos de valor o joyas de su propiedad, cláusula que sus parientes no aceptarían ni cumplirían en algunos casos como el recogido por el jurista del Digesto a continuación.

“Una mujer, a la hora de su muerte, hizo el siguiente legado de sus adornos `Deseo que todos mis adornos sean entregados a mi amiga Seia.´ También añadió en el mismo testamento: Deseo que mi funeral se celebre conforme a los deseos de mi esposo, y cualquiera que sean las ceremonias, deseo que me entierren con mis dos collares de perlas y mis pulseras de esmeraldas.”

Cuando fue enterrada, ni su marido ni sus herederos la enterraron con las joyas que ella había especificado. La cuestión que surgió es si los mencionados objetos pertenecerían a la mujer a quien había dejado sus adornos, o a sus herederos. La respuesta fue que no pertenecerían a los herederos, sino a la legataria.”
(Digesto, 34.2.40.2)

Fresco del palacio de Constantino en Tréveris. Siglo IV d.C.
Museo Episcopal, Tréveris (Trier), Alemania, foto: DEA / Album

Algunos amos de esclavos podrían haber considerado a los esclavos nacidos en su casa (vernae) como un medio conveniente de incrementar su cantidad de esclavos. Una vez que los niños esclavos alcanzaban los cinco años, adquirían valor monetario, lo que significaba que podían contarse entre los valores de su dueño y ser vendidos. Sin embargo, algunos amos compartían un vínculo muy especial con los pequeños esclavos que veían crecer en su hogar.

"A los manes. Para Lucius Annaius Firm(ius?), que vivió 5 años, 2 meses, 6 días, 6 horas, que nació el 7 de Julio y murió el 10 de Septiembre. Annaia Ferusa erigió este (monumento) para su querido esclavo (verna).” (Ashmolean Museum)

Q. Artulus, CIL II, 3258, Jaén,
Museo Arqueológico Nacional, Madrid

Los que parecen haber encargado y pagado por las tumbas de los esclavos son sus compañeros de esclavitud o sus parejas (contubernales) con más probabilidad que sus amos. Los esclavos compartían lazos de lealtad y afecto dentro de una misma familia doméstica, debido a un sentimiento de solidaridad y servidumbre compartida que les proporcionaba apoyo espiritual cuando su calidad de vida dependía del capricho de sus amos. Es por ello que, aunque de forma anónima, serían ellos los que atenderían las obligaciones funerarias de sus compañeros de esclavitud.

Un esclavo liberado de Roma, Aulus Memmius Urbanus, recuerda afectuosamente el fuerte vínculo emocional que existía entre los esclavos domésticos del hogar al que pertenecían en el epitafio que erigió para Aulus Memmius Clarus.

“No puedo recordar, mi muy respetado conliberto, que hubiera jamás ninguna riña entre tú y yo. Con este epitafio invoco a los dioses del cielo y del inframundo como testigos de que nos conocimos en la plataforma del tratante de esclavos, de que fuimos manumitidos juntos en la misma casa, y de que nada nunca nos separó excepto de día de tu muerte.” (CIL VI. 22355a/ ILS 8432)

Los libertos hicieron patente su intención de manifestar en sus lápidas funerarias su nuevo status y los logros y honores a los que se hicieron acreedores tras su emancipación.

“[en honor de] C. Cuspius Cyrus, liberto de Cayo, magister del pagus Augustus Felix Suburbanus (y) su esposa Vesuia Iucunda, (y) C. Cuspius Salvius, liberto de Cayo, magister del pagus Augustus Felix Suburbanus].” (Tanto Cyrus como Salvius ostentaron el cargo de magister en el pagus) (RBU 0524. 2012)


Tumba de C. Cuspius Cyrus, Porta Nocera, Pompeya, foto de Roger Ulrich


También tendían a destacar su posición como nuevos ciudadanos romanos una vez liberados y su derecho a contraer matrimonio legítimo. En la estela funeraria de Aurelius Hermia y Aurelia Philematio con una inscripción escrita en verso se declaran su amor y alaban sus cualidades mutuamente.

“Aurelius Hermia, liberto de Lucius, carnicero de la colina Viminal. La que me precedió en la muerte era casta y amable de espíritu. Fue mi única esposa, y vivió con fidelidad a un fiel esposo. Nunca falló en sus deberes por egoísmo o avaricia. Aurelia, liberta de Lucius.
Aurelia Philematio, liberta de Lucius. En vida me llamaron Aurelia Philematium (Besito) y llevé una vida casta, modesta y recogida, fiel a mi esposo. Aurelius, mi esposo, a quien echo de menos con tristeza, fue un conliberto. Fue, de hecho, mucho más para mí que un padre, incluso. Me acogió a la edad de siete años. Ahora a los cuarenta, caigo en las manos de la muerte. Él floreció a los ojos de otros debido a mi constante y cercano apoyo.”
(CIL 06, 09499 = CIL 01, 01221 = CLE 00959)


Estela funeraria de Lucius Aurelius Hermia y su esposa Aurelia Philematium,
Museo Británico, Londres

Los esclavos de familias importantes y sobre todo de la familia imperial se esforzaban en reflejar su relación con sus dueños para intentar resaltar un estatus relevante dentro de su entorno servil:

“A Paezusa, peluquera de Octavia, hija de César Augusto (Claudius), que vivió dieciocho años. Philetus, esclavo de la plata de Octavia, hija de César Augusto, lo hizo para su querida esposa y para él mismo.”

El estigma de haber pertenecido a un estamento servil era compensado a la hora de la muerte por la elección de un selecto lenguaje, incluso poético, que evidenciase el progreso social y el éxito profesional o artístico conseguido por el difunto, que quedaba reflejado en su epitafio.

"Hemos consagrado un altar a Fusco, del equipo azul, de nuestros recursos, aficionados como éramos y devotos suyos, con tal de que todos lo reconozcan como un recuerdo suyo y prenda de amor. La fama la mantienes completa, por tus carreras has merecido alabanza, has competido con muchos sin temor, aunque pobre, a pesar de sufrir envidias, siempre has callado, íntegro, has vivido honradamente, pero como un mortal has muerto cuando te ha encontrado el destino. Cualquiera que seas y leas esto, intenta ser como él. Detente caminante, lee con calma, si recuerdas quién era, si has conocido cómo era este hombre. Teman todos a Fortuna; tú, sin embargo, dirás sólo esto: "Fusco tiene ya las letras de la muerte, tiene una tumba. La piedra cubre los huesos, ¡ya está bien! Fortuna, ya puedes marchar" Hemos vertido lágrimas por este inocente, y ahora verteremos vino. Rogamos que reposes plácidamente. ¡Ninguno comparable a ti! Por siempre jamás se hablará de tus carreras" (CIL II 4315, Tarraco)

Retrato de auriga, Princeton University Art Museum, EE.UU.

En el propio epitafio se podía mencionar la exclusión de personas que el dueño no deseaba que fueran enterrados en su misma sepultura, por lo que se enumeraba a todos los miembros de la familia, incluidos los libertos, que tenían derecho a ser incluidos y se señalaba con su nombre a los individuos a los que no se concedía descansar en dicha tumba.

“Marcus Aemilius Artema construyó esta tumba para Marcus Licinius Successus, benemérito hermano, para su propia esposa, Caecilia Modesta, y para sí mismo y sus libertos y libertas y sus descendientes. Excepto para el liberto Hermes, a quien prohíbo, por sus crímenes, acercarse a la tumba, caminar a su alrededor, o tener acceso a ella en absoluto.” (CIL 6.11027)

Las profesiones de los propietarios de las sepulturas quedaban recogidas con la representación en relieve de herramientas relativas a la ocupación del difunto o con escenas de él mismo realizando su actividad laboral, lo que indica el alto concepto que tenían de su carrera laboral, tanto como para que todo el que pasase junto a la tumba tuviera información de ello. El orgullo que sentían al desempeñar un trabajo o cargo se refleja también en los objetos junto a los que eran enterrados. Es posible que dentro de sus creencias pensasen que sus útiles de trabajo o las insignias por los servicios prestados a la comunidad serían necesarios en el más allá.

En la inscripción de la tumba de Scribonia Attice no se escribe cuál es su profesión ni la de su marido, pero los relieves conservados en la fachada permiten averiguar que posiblemente sus trabajos sean el de partera o comadrona y médico respectivamente.

“Quede este monumento protegido de todo mal intencionado. 

Scribonia Attice ha erigido (este monumento) para ella y para Marcus Ulpius Amerimnus, su esposo, para Scribonia Callityche, su madre, para Diocles y para sus libertos y sus descendientes, con la excepción de de Panaratus y Prosdocia. El monumento no puede ser heredado por nadie fuera de la familia.” (Tumba 100, Isola Sacra)

Relieves de la tumba de Scribonia Attice y su esposo, Isola Sacra, Ostia, Italia

Por lo tanto, la iconografía de los monumentos funerarios revela mensajes acerca de la posición social, la riqueza o la profesión de sus dueños. Marcus Caelius es retratado como un centurión legionario luciendo phalerae (medallas) en su pecho y torques (condecoración que se conservaba tras su retiro).

"A Marcus Caelius, hijo de Titus, de la tribu Lemonia, de Bononia Triarius de la legión XVIII, de 53 años. Murió en la Guerra de los Varios. Los huesos de sus libertos pueden enterrarse aquí. Publius Caelius, hijo de Titus, de la tribu Lemonia, su hermano, erigió (este monumento)." (CIL XIII 8648 = AE 1952, 181)

Sus libertos Privatus y Thiaminus están retratados con él y serían enterrados en el mismo monumento cuando murieron. Su hermano se aseguró de que el nombre y la memoria de este centurión se conservaran, aun cuando sus restos mortales quedaran anónimos entre otros en el campo de batalla.

Cenotafio de Marcus Caelius y sus libertos, Reinisches Landesmuseum,
Bonn, Alemania, foto de Agnete

Las inscripciones funerarias que revelaban los lugares de nacimiento y muerte pueden ser muy melancólicas, como si hubiera gran pena por no ser enterrado en la región o tierra de origen.

“Observa mientras pasas, viajero, las ofrendas hechas por la devoción de un primo.
Con lagrimas erigí lo que aquí ves como una ofrenda.
Panonia lo engendró, Italia lo entierra a los 26 años. Para lograr con su propio esfuerzo el honor de servir en el ejército, soportó gran sufrimiento durante mucho tiempo. Después, cuando esperaba haber escapado de ese indescriptible dolor, Plutón lo lanzó al inframundo antes de que hubiera llegado su hora.
Si los Hados le hubieran permitido ver la luz, él mismo, lleno de tristeza, me habría precedido en tal deber- pero, uno sin recompensa- de erigir tal (memorial). Ahora en esta tierra se han esparcido sus huesos.
Viajero, deséale, con dedicación, que la tierra sobre él le sea leve, y a nosotros un destino venturoso, para que puedas dejar a tu descendencia con seguridad cuando tú mueras.

Valerius Antoninus y Aurelius Victorinus, los herederos lo levantaron para Ulpius Quintianus, guardia imperial, que bien lo merecía.” (CIL VI 32808 = CLE 474)

A pesar de la extensión del proceso de romanización por los territorios conquistados en muchos epitafios se ve el orgullo que muchos difuntos sentían por su lugar de origen y por ello se representaban en sus monumentos funerarios con las vestimentas típicas de su lugar de nacimiento. Mientras que generalmente los hombres elegían el vestido tradicional romano, en las estelas de parejas, a la mujer se la veía frecuentemente vestir los atavíos típicos de su lugar de procedencia, además de lucir joyas y adornos como signo de su influencia y riqueza. Así ocurría con mujeres originarias y residentes en las provincias de Panonia, Noricum y Germania.

Tumba de una mujer de Noricum, en Lendorf, Klagenfurt, Carinthia, Austria, foto de Johann Jaritz 

Cuando se producía la muerte en un lugar alejado del hogar del fallecido se planteaba la cuestión del traslado del cuerpo a su lugar de origen. En la época en que era más habitual la cremación, era más fácil porque las cenizas se guardaban en una urna y se trasladaban hasta el sitio elegido para ser depositadas. Pero cuando la inhumación del cuerpo era la fórmula elegida surgía la dificultad de cómo transportar el cadáver, sobre todo, si la defunción se había producido bien lejos del lugar de residencia del fallecido. Por tanto, era común dar sepultura al difunto en el entorno del lugar donde se había producido la muerte y que sus herederos se encargaran de levantar un monumento allí mismo.

“Sextus Valerius Genialis, soldado de caballería del ala Tracia, ciudadano de los Frisiavones (Galia Belga), de la turma de Genialis, de cuarenta años y veinte de servicio, yace aquí. Su heredero se encargó de su construcción.” (RIB, 109, Cirencester, Inglaterra)

Estela funeraria de Sextus Valerius Genialis,
Corinium Museum, Cirencester, Inglaterra

La inscripción y la estela muestran un soldado que murió lejos de su patria (Bélgica) mientras estaba de servicio en Inglaterra y su heredero mandó construir el monumento en su memoria en el lugar de su muerte.

Podía darse el caso de que el cuerpo fuera enterrado donde se había producido el fallecimiento y se hubiera construido un monumento funerario in situ, mientras que es su lugar de origen sus familiares cercanos edificaran un cenotaphium, que, sin poder albergar sus restos, conmemorara su recuerdo. Existe en Mainz (Maguncia), Alemania, el monumento funerario de Tiberius Claudius Zosimus, liberto imperial, jefe de los praegustatores (probadores de alimentos), de Domiciano con su inscripción:

Dis Manibus Ti(berio) Claudio / Aug(usti) L(iberto) Zosimo Proc(uratori) / Praegustatorum Imp(eratoris) / Domitiani C(a)esaris / Aug(usti) Germanici H(oc) M(onumentum) H(eredem) N(on) S(equetur).

Al mismo tiempo existe una inscripción epigráfica en Roma dedicada por la esposa e hija de Zósimus en su recuerdo sin mención a su monumento funerario porque estaría claramente en Mainz. Es posible que se realizara también, en Roma, un funeral con ausencia de cadáver, funus imaginarium, lo cual estaba permitido.

Epitafio de Tiberius Claudius Zosimus, Mogontiacum (Mainz),
Rheinisches Landesmuseum,Mainz, Alemania, foto Tom Ljevar en Twitter

Es evidente que en algunos casos la recuperación del cuerpo era imposible, como en los casos de naufragios o guerras donde los soldados perdían la vida en el campo de batalla y no eran encontrados. En tales casos los herederos designados en el testamento del difunto se encargaban de erigir un cenotafio en su recuerdo. Así ocurre en la siguiente inscripción:

D(is) [M(anibus)] / Liberalinio Vitali eq(uiti)
/ l(egionis) I M(inerviae) Maturinia Galet[a] /
coniugi inconpara[bili] / qui bel(l)o desiderat[us
est mo]/ n(i)mentum f(aciendum) [c(uravit)]
CIL XIII, 8070.


La esposa del jinete de la legión I Minervia, Liberalinius Vitalis, Maturinia Galeta encargó que se hiciese su monumento funerario al haber desaparecido éste en la batalla (in bello desideratus).

En el caso de los naufragios la preocupación por la muerte era mayor ya que no se llevaba a cabo el entierro y las honras fúnebres si el mar se quedaba con el cuerpo y la tumba se convertía en un objeto irrelevante con un nombre o sin él grabado en ella.

“Ahora está él en el mar como cadáver helado
la tumba vacía pregona aquí su grave viaje.”
(Antología Palatina, VII, Epigrama 496)

Rheinisches Landesmuseum, Mainz, Alemania, foto de Carole Raddato

El dolor por la muerte era más soportable cuando el cuerpo del ahogado se recuperaba y podía ser enterrado.

“Sin embargo, el destino no le fue enteramente malo 
pues en la tierra patria tuvo tumba y funerales
en manos de los suyos, cuando la mar encrespada
colocó su cadáver en las costas abiertas.”
(Antología Palatina, VII, Epigrama 665)

Debido a la alta mortalidad en la época por la incapacidad de curar enfermedades para las que no se conocían remedios, en gran cantidad de epitafios romanos se encuentran referencias a la muerte de personas de todas las edades, señalando que los médicos no supieron tratar al enfermo.

“A los dioses Manes
A Eutyches, auriga de 22 años
Flavio Rufino y Sempronio Diofano rindieron tributo
a esta memoria a sus servicios beneméritos.
En este sepulcro descansan los huesos de un fuerte auriga
nada ignorante en coger las riendas
aunque fueran de dos caballerías
sujetaba o dirigía los caballos
la cruel fatalidad tuvo envidia de mis años
fatalidad a la que hubiera querido oponerme.
No me fue concedido morir con gloria en el circo
y la turba o multitud no piadosa vertería lágrimas por mí.
Las enfermedades ardientes en el interior de mis entrañas me hicieron morir
a las que no pudieron poner remedios las manos de los médicos
viajero esparce tiernas flores sobre mi busto.
Que quizás estando yo vivo hubieras hecho.”
(CIL II 4314, CLE 1279; ILS 5299)

Estela del auriga Eutyches, Museo Diocesano de Tarragona

En otras inscripciones menos compasivas se acusa directamente a los médicos como culpables de haber causado la muerte del difunto al que se honra, quizá debido a su inexperiencia o negligencia.

“A los Manes
Para Euhelpistus, liberto. Él junto a su espíritu vivió 27 años, 4 meses, 11 días.
Una repentina muerte se lo llevó en la flor de la vida: ¡un alma de lo más inocente! Los médicos lo cortaron y mataron.”
Publius Aelius Peculiaris, liberto del emperador, para su hijo adoptivo.
(CIL VI 37337 = CLE 2140 = ILS 9441)

La muerte en el parto era una de las mayores causas de fallecimiento entre las mujeres. Se producía por las prolongadas labores de alumbramiento, por la falta de higiene o por las infecciones posteriores. Algunas lápidas reflejan las conmovedoras palabras que los afligidos esposos o compañeros dedican a las difuntas al mismo tiempo que proporcionan información sobre su preocupación por los recién nacidos que sobreviven a las madres o por los hijos anteriores que se quedan huérfanos.

En el epitafio de Rubria Festa de Mauritania Cesariana se destaca que pertenecía a una familia de decuriones y que recibió grandes honres siendo sacerdotisa del culto imperial y murió en su décimo alumbramiento.

“Iulius Secundus erigió este altar para su amada esposa, que permanecerá eternamente en este edificio.
Ella vivió treinta y seis años y cuarenta días. Era su décimo alumbramiento. Al tercer día murió.

Recibió por sus méritos el más alto bien de los dioses. Como madre dejó cinco hijos que le sobreviven con buena salud. Los amamantó con su propia leche y así vio sus deseos cumplidos.”
(AE 1995, 1793)

Estela funeraria griega, Museo Británico, Londres

A veces es la propia fallecida la que se lamenta sobre la situación de sus pequeños. En el epitafio de Daphnis ésta, además de mencionar que es liberada en el momento de su muerte (manumissio in morte) se pregunta qué será del hijo que la sobrevive (entendiendo que la verdadera preocupación es la del esposo que se queda solo para cuidarlo, sabiendo además que el amo no quería que el niño naciera).

“Yo, Daphnis, esposa de Hermes, he sido liberada. Aunque el amo tenía intención de liberar a Hermes primero, el destino me ha liberado primero y me ha llevado primero.
Yo, que he tenido una vida piadosa ahora dejo a mi esposo con muchos problemas.
Contra el deseo de mi amo, he alumbrado un niño. ¿Quién lo alimentará ahora? ¿Quién le proporcionará una vida larga? La Estigia, después de todo, me ha llevado demasiado pronto; me ha arrancando del mundo de los vivos.”
(CIL VIII 24734- CLE 2115, Cartago)

Las muertes violentas tienen su reflejo en los monumentos funerarias de la antigua Roma. Los asesinatos son a menudo descritos por el propio difunto que parece hallar cierto consuelo en describir el destino de su asesino, suicidio ante el castigo al que se enfrentaba o ajusticiamento por el delito cometido.

“Iucundus, liberto de Marcus Terentius, pastor. Tú que pasas, para y lee cómo lamento mi innoble final. No pude vivir mas de treinta años. Un esclavo me quitó la vida y después se arrojó al río. El Meno (rio alemán Main) tomó de él lo que él tomó de su amo. El patrón (de Iucundus) erigió esta lápida de su dinero.” (CIL XIII 7070)

Mujer griega y esclava, Museo Villa Getty, Malibú, EE.UU.
 foto de Mary Harrsch

Un accidente une a un ama y su esclavo que son recordados en una inscripción tras morir en una desafortunada circunstancia, fueron atrapados en una turba de gente en el monte Capitolino.

“Esta tumba protege el espíritu de Ummidia, y también el espíritu del esclavo nacido en la casa Primigenius, quienes fallecieron el mismo día, porque juntos encontraron su día final aplastados por la muchedumbre en el Capitolino. Publius Ummidius Anoptes, liberto, erigió esto para Ummidia Agathe y Publius Ummidius Primigenius, que vivió 13 años.” (CIL VI 294369)

Entre los romanos que eran tan supersticiosos no podían faltar las acusaciones a la magia o lo sobrenatural como causa de la muerte de seres queridos.

“Aquí yace Ennia Fructuosa, la más amada esposa, de modestia sin tacha, una matrona digna de ser albada por su lealtad. Se convirtió en esposa a los quince años, pero no pudo vivir con tal nombre por más de trece años. Ella no recibió la muerte que merecía- estaba encantada con hechizos, yació muda de forma que su vida fue arrancada con violencia más que devuelta a la naturaleza. O los dioses infernales o los celestiales castigarán este malvado crimen que se ha perpetrado.
Aelius Proculinus, su esposo, tribuno de la Legión III Augusta, erigió este monumento.”
(CIL 8. 2756, Lambaesis, Numidia)


En otros casos son los propios muertos o sus familiares los que pronuncian maldiciones contra los que ellos creen culpables de algún delito, la muerte del difunto que se honra con el monumento o como en el caso de Euphrosynus que utiliza la tumba de su hija para maldecir a la madre de la niña, supuestamente su esposa, por haberlo engañado y abandonado junto a otros esclavos y culpándola de adulterio. Su maldición se extiende a todos los que han arruinado su vida. En la inscripción dedicada a la hija borra su nombre para relegarla al olvido, pero en la inscripción añadida se menciona su nombre, elemento necesario para que se cumpla la maldición.

“A los dioses Manes; para Iunia Procula, hija de Marcus, que vivió 8 años, 11 meses, 5 días; dejó a su padre triste y a su madre en duelo; Marcus Iunius Euphrosynus lo hizo para él y (Acte); permite que los huesos de la hija y sus padres descansen; hayas hecho lo que hayas hecho por nosotros, espera lo mismo para ti; créeme que serás tu propio testigo. 

Se ha escrito aquí una maldición para la liberta Acte, envenenadora, traidora, mentirosa y de cruel corazón; daré un gancho y una cuerda para que se cuelgue de su propio cuello, y alquitrán hirviendo para consumir su pérfido corazón. Manumitida sin coste, siguió a un adúltero, engañó a su patrón mientras dormía, y se llevó a sus criados, una chica y un chico esclavos. Un hombre anciano, abandonado, destrozado y solo que perdió su deseo de vivir; para Hymnus la misma maldición, y para los que sigan a Zosimus.” (CIL VI 20905 = CLE 95)

Altar funerio de Iunia Procula, Galería de los Uffizi, Florencia,
fotos tomadas de http://losfuegosdevesta.blogspot.com/2016/11/la-maldicion-tras-el-epitafio.html


Ver también:


Dis Manibus, el descanso de los difuntos (I)
Funus romanorum, ritos funerarios de la antigua Roma
Parentalia, días de los difuntos en Roma



Bibliografía:

Death in Ancient Rome; Valerie M. Hope; Ed. Routledge
Spirits of the Dead; Maureen Carroll; Oxford University Press
https://thepetrifiedmuse.blog/
https://www.academia.edu/801562/_267_...in_bello_desideratis._Estética_y_percepción_de_la_muerte_del_soldado_romano_caído_en_combate_En_F._Marco_F._Pina_y_J._Remesal_eds._Formae_mortis_el_tránsito_de_la_vida_a_la_muerte_en_las_sociedades_antiguas_Barcelona_2009_pp._39-88; ...in bello desideratis. Estética y percepción de la muerte del soldado romano caído en combate; Sabino Perea Yébenes
http://philipharland.com/greco-roman-associations/310-regulations-of-the-worshippers-of-diana-and-antinous/
https://alj.uni-graz.at/index.php/alj/article/view/71; Women and Civic Identity in Roman Antiquity; Leo Peppe
http://www.ehu.eus/ojs/index.php/Veleia/article/view/11212; Peregre defvncti: Observaciones sobre la repatriación de restos mortales y la dedicación de cenotafios en la Hispania romana (siglos I-III); Alicia Ruiz Gutiérrez
https://www.academia.edu/2574930/Vox_tua_nempe_mea_est._Dialogues_with_the_dead_in_Roman_funerary_commemoration._Accordia_Research_Papers_11_2007_2008_37-80; Vox tua nempe mea est. Dialogues with the dead in Roman funerary commemoration, Accordia Research Papers 11, 2007/2008, 37-80; Maureen Carroll
http://revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/view/10298; Collegia through their funeral activities: new light on sociability in the early Roman Empire; Mitsuyoshi Sano
Children in the Roman Empire: Outsiders Within; Christian Laes; Google Books
Women's Religions in the Greco-Roman World: A Sourcebook; editado por Ross Shepard Kraemer; Google Books

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