domingo, 2 de febrero de 2025

Moneta (I), origen e historia de la moneda en la antigua Roma

Tesorillo monetario de Didcot, Inglaterra. Ashmolean ;useum, Oxford

En el mundo antiguo los intercambios comerciales se hacían originalmente mediante el trueque con unidades de ganado, pero los inconvenientes que presentaba hicieron que se buscase un patrón normalizado que permitiese facilitar las transacciones comerciales y la adquisición de bienes y servicios.

“Estos hombres se distinguen además por su bondad y generosidad, son francos y no tienen espíritu de comerciantes, pues normalmente ni siquiera utilizan la moneda, ni conocen ningún número mayor de cien, sino que practican el trueque de productos y, por lo demás, se toman la vida despreocupadamente.” (Estrabón, Geografía, XI, 4)

Las primeras piezas metálicas con un peso fijo, que entendemos como monedas, aparecieron hacia el año 600 a.C. en las ciudades griegas de Asia menor, sirviendo como medida para calcular el coste de los productos. Presentaba ventajas como su facilidad de transporte, dificultad a la hora de estropearse y que su valor podía reconocerse por sus símbolos y diseño.

“El rey Servius fue el primero en grabar un diseño en bronce, antes, según, Timaeus, en Roma se usaba bronce en bruto. La figura grabada era un buey o una oveja, pecus, que es el origen de la palabra pecunia.” (Plinio, Historia Natural, XXXIII, 43)

Aes signatum. Ceca de Roma. Siglo III a.C. Museo Británico

Para poder servir como medio de pago la moneda necesitaba ser reconocida como tal por lo que eran emitidas por una autoridad pública que las grababa con imágenes e inscripciones que representaban a las autoridades que garantizaban su valor.

“El origen de la compra y venta se deriva de los intercambios, porque anteriormente no se conocía el dinero y no había nombre para las mercancías o el precio de algo, pero todo el mundo, según las necesidades de la época y las circunstancias intercambiaban artículos que les eran innecesarios por otras cosas que sí necesitaban; porque a menudo sucede que de lo que uno tiene en abundancia a otro le falta. Pero, debido a que no siempre sucedía que cuando uno tenía lo que otro quería, o, al contrario que el otro tenía lo que el primero quería obtener, se eligió un material cuyo valor público y permanente, por su uniformidad como medio de intercambio, superó las dificultades que surgían del trueque, y este material, habiendo sido acuñado por una autoridad pública, representaba uso y propiedad, no tanto por el material en si mismo, sino por su valor, y ambos artículos ya no se llamaron mercancías, sino que uno de ellos se llamó el precio del otro.” (Digesto, XVIII, 1, 1)

En Roma y los pueblos itálicos desde el siglo VIII hasta el IV a.C., antes de la introducción de la moneda como tal se utilizaron como dinero unos pequeños lingotes, sin forma, de cobre o de bronce con diferentes tamaños y pesos que se fabricaban con el método de fundición. No llevaban marca o inscripción, aunque si podían presentar figuras de animales u objetos, y se llamaban aes rude. Su valor dependía de su peso que no solía superar la libra o litra, unidad de peso de alrededor de 320gr.

“Los senadores estaban decididos a mantener una medida tan felizmente inaugurada; ellos mismos eran los primeros en contribuir y, como aún no se usaba la moneda acuñada, llevaron el cobre al peso, en vagones, al Tesoro, llamando así la atención del pueblo sobre el hecho de su contribución.” (Tito Livio, Ab Urbe condita, IV, 60)

Aes rude. Italia

Aes formatum es la denominación de las primeras piezas monetarias con forma reconocible que fueron moldeadas de bronce fundido y cuyo valor se determinaba en función del peso de cada pieza y su periodo de circulación se da entre el siglo VI y IV a.C. aproximadamente.

“A causa de estas palabras tan perversas y crueles de la mujer, C. Fundanio y Tiberio Sempronio, ediles de la plebe, le impusieron una multa de veinticinco mil libras en lingotes de bronce. Ateyo Capitón en su Comentario a los juicios públicos apunta que esto sucedió durante la Primera Guerra Púnica, siendo cónsules Fabio Licinio y Otacilio Craso.” (Aulo Gelio, Noches Áticas, X, VI, 1-4)

Aes formatum. Italia

Aes signatum es un producto oficial del estado romano que se considera el antecedente directo del sistema monetario posterior y estaba formado por lingotes rectangulares fundidos con un peso de 1,50 kg aproximado y con imágenes variadas en ambas caras y que se fechan entre finales del siglo IV a.C. y la primera mitad del siglo III a.C.

“En cuanto al bronce acuñado, dejémosle cinco mil ases a cada cabeza de familia. Pero todo el oro restante, la plata y el bronce acuñado llevémoslo inmediatamente a los triúnviros de finanzas antes de aprobar ningún senadoconsulto, a fin de que esta contribución voluntaria y esta porfía por prestar un servicio al Estado suscite la emulación del orden ecuestre en primer lugar y del resto de la población después.” (Tito Livio, Ab Urbe condita, XXVI, 36)

Aes signatum. Museo Británico.

El aes grave fue el primer sistema monetario romano, vigente entre principios del siglo III y 211 a.C. Se componía de piezas lenticulares de diferentes valores, exclusivamente de bronce, fabricadas mediante fundición.

“Llevó (Carvilio, cónsul en 293 a.C.) al tesoro trescientos ochenta mil ases librales (aes grave), el resto lo repartió entre la construcción de un templo a la Fortis Fortuna, cerca del templo de esa diosa dedicado por el rey Servio Tulio, y como donativo a los soldados: cada legionario recibió ciento dos ases y otro tanto los centuriones y caballeros.” (Tito Livio, Ab Urbe condita, X, 46)

Aes grave. As

Los metales usados para fabricar monedas fueron oro, plata, bronce, cobre y oricalco (cobre y zinc). El aprovisionamiento del metal era el punto de partida de la fabricación, pero no siempre las fuentes estaban cerca de los centros de emisión, por lo que era necesario recurrir a los intercambios comerciales o aprovechar los recursos de los territorios conquistados. Así, por ejemplo, las minas del territorio hispánico tuvieron un papel crucial para la economía de la República y el Imperio durante la dominación romana. Hispania fue la principal provincia productora de metales en época republicana, destacando las minas de Carthago Nova, que tenía los yacimientos de plomo argentífero más productivos de la época, así como las minas de oro de Las Médulas (León).

"Las minas de plata en las cercanías de Carthago Nova son muy grandes y distan de la ciudad unos 20 estadios. Tienen un perímetro circular de unos 400 estadios, donde permanece estable una población de cuarenta mil trabajadores, que aportan cada día al pueblo romano en esa época veinticinco mil dracmas". (Estrabón, Geografía, III, 2,10)

Lingotes de plata de Cartagena. Museo ARQUA, Cartagena. España. Foto (retocada) Nanosanchez

Durante la República el senado se encargaba de decidir la cantidad de lingotes de metal que se iban a convertir en monedas. La participación del senado en las monedas queda reflejada en muchas de ellas con la leyenda S(enato) C(onsulto) y EX S(enato) C(onsulto). El metal se custodiaba en el templo de Saturno, a los pies del Capitolio, en el Foro romano y allí es también donde se guardaba el dinero acuñado. Los cuestores, quaestores, se encargaban de proporcionar el metal y de la custodia de las monedas acuñadas.

El taller en el que se fabricaba monedas recibía el nombre de officinae monetae (cecas). La ceca de Roma se hallaba junto al templo de Juno Moneta, en el Capitolio y por el nombre de la diosa se derivó la palabra moneta para la pieza metálica utilizada como dinero.

“A su muerte se añadieron dos notas infamantes: una de carácter público, porque, como su casa había estado donde está ahora el templo y el taller de Moneta, se le propuso al pueblo la prohibición de que ningún patricio habitase en la ciudadela o el Capitolio.” (Tito Livio, Ab Urbe Condita, VI, 20, 13)

Anverso de denario con la diosa Moneta

Aunque la emisión de moneda estaba encomendada al Senado, todo lo relativo al funcionamiento y a la producción de los talleres monetarios (cecas) se delegaba en los magistrados especialmente nombrados al efecto por el período de un año. Inicialmente fueron tres (tresviri monetales) y desde finales del siglo III a.C., se organizaron en un colegio oficial, el de los monetarii, cuyo nombre oficial era triumviri aere argento auro flando feriando y eran responsables de la fundición y acuñación de bronce, plata y oro y les correspondía además elegir los diseños y precisar las leyendas de las monedas.

“Al mismo tiempo se nombraron quatorviri para supervisar las carreteras, y triumviri, que controlaban la acuñación de moneda, que fundían bronce, plata y oro, y triumviri capitales, que estaban a cargo de las prisiones, de forma que cuando era necesario infligir castigo se podía hacer mediante su actuación.” (Digesto, I, 2, 30)

Ilustración de una ceca del Bajo Imperio

Originalmente estos magistrados incluyeron en las monedas figuras variadas (un ancla, un toro, un caduceo, una cornucopia, un delfín, etc); añadieron después la letra inicial del nombre de su familia o números. A partir del siglo II incluyeron su nombre abreviado y a finales de ese siglo introdujeron nuevos tipos en las monedas que hacían alusión a hechos relacionados con su familia, lo que se utilizó como medio de publicidad y propaganda en beneficio de sus familias con inequívocas finalidades políticas.

“Bruto, además de tomar estas medidas, imprimía en las monedas que acuñaba su propia imagen y también un gorro frigio y dos puñales, poniendo así de manifiesto, además de por la leyenda, que, junto con Casio, había liberado a la patria.” (Dión Casio, Historia Romana, XLVII, 25, 3)

En esta moneda Bruto, aparte de hacer grabar su propia imagen, hace referencia en el reverso al asesinato de Julio César, hecho realizado por él mismo y otros conjurados, con el propósito, según ellos, de acabar con la tiranía de César y salvar la República.

Denario de Bruto con referencia a la muerte de César. Museum of Fine Arts of Boston

Objetos y letras podían aparecer tanto en el anverso como en el reverso o en ambos. Todo ello eran marcas que servían para distinguir unas emisiones de otras en monedas del mismo tipo.

Aunque la mayor y más importante de las cecas era la capitolina de Roma, a medida que se consolidaba la expansión territorial de la República, coexistió con otros talleres situados fuera de la ciudad e incluso fuera de Italia.

Al lado de las acuñaciones imperiales de Roma, circularon al mismo tiempo por el vasto territorio del Imperio grandes cantidades de moneda provincial. Las emisiones provinciales, casi siempre en bronce y bajo control del gobernador romano del lugar, se utilizaron en áreas geográficas delimitadas y respondían a patrones y diseños locales de muy diversa índole.

As de Gades (Cádiz). Anverso cabeza de Hércules. Reverso con peces y leyenda en alfabeto púnico

Roma permitió el funcionamiento de cecas provinciales en Oriente y Occidente porque servían para satisfacer las necesidades comerciales de la zona.

“El primer paso con vistas a la guerra fue hacer levas y llamar a los reservistas. A las ciudades mejor preparadas se les asignó la fabricación de armamento. En Antioquía se erigió una ceca para acuñar oro y plata que debían conseguir con diligencia agentes preparados, distribuidos por todo el territorio.” (Tácito, Historias, 82)

Desde que Roma llegó a la península Ibérica el suministro de monedas de bronce había sido insuficiente para cubrir las necesidades de sus habitantes, pero durante el siglo II a.C. favoreció la apertura de cecas locales en las provincias de la Citerior y Ulterior. Hasta mediados del I a. C., en el nordeste de la Citerior llegaron a emitir moneda con caracteres ibéricos unos 20 talleres, muchos de los cuales estaban situados en poblaciones indígenas apoyadas por los romanos y otras en poblaciones de nueva creación. Sin embargo, con posterioridad Roma solo permitió la acuñación de emisiones provinciales de bronce y oricalco a las ciudades de Tarraco, que tenía estatuto jurídico de colonia, y a algunos municipios.

En la moneda mostrada abajo en el reverso aparece un cocodrilo atado a una palmera. Su relación con Nemausus (Nimes) es que los volcos, habitantes de la región, participaron en la guerra de Augusto contra MArco Antonio y Cleopatra, y una vez que Egipto fue conquistado, Octavio mandó emitir esta moneda con el cocodrilo atado como símbolo de la conquista de Egipto. Los volcos orgullosos de su participación en la guerra convirtieron el cocodrilo en uno de los símbolos de su ciudad. 

Moneda de bronce de Nemausus (Nimes). Anverso Augusto y Agripa. 

En la primera mitad del siglo I a. C. estos talleres fueron finalizando su actividad lo que provocó una alta escasez de monedas de bronce, que obligó a Roma a suministrar moneda de plata tanto a la Citerior como a la Ulterior, lo que se prolongó en época imperial. A partir de mediados del siglo I a. C., las autoridades romanas dieron un nuevo impulso a la administración de Hispania, que trajo una nueva etapa monetaria, durante la cual se acuñaron monedas muy similares a las hechas en Roma solo en algunas ciudades a las que se otorgó ese privilegio.

Durante los reinados de los primeros emperadores de la dinastía Julio-Claudia Roma apenas envió monedas imperiales de bronce y oricalco y cuando se cerraron las cecas de Hispania dejó que las imitaciones locales reemplazaran a las oficiales de Roma.  

A mediados del siglo I a.C., las guerras civiles y el fuerte incremento de los gastos militares hicieron aparecer cecas itinerantes que se desplazaban con las legiones y con los imperatores que las tenían a su mando.

“El pueblo de Tarso estaba dividido en facciones, de las cuales una había coronado a Casio, que había llegado en primer lugar, y otra de ellas a Dolabella, que vino después. Y ambas hicieron esto en nombre de la ciudad. Como honraban a cada uno de forma alterna, tanto Casio como Dolabella, trataban a la ciudad con acritud por su volubilidad. Casio, después de su victoria sobre Dolabella, les impuso un tributo de mil quinientos talentos. Ante la falta de recursos y la exigencia violenta del dinero por los soldados, vendieron el tesoro público en su totalidad y, después, acuñaron en moneda todos los objetos sagrados destinados a las procesiones y las ofrendas.” (Apiano, Guerras civiles, IV, 64)

Ilustración de acuñación de moneda

Cuando la guerra entre César y Pompeyo finalizó, el control del Senado sobre la acuñación de moneda se limitó a las emisiones en bronce, pasando al dictador el control sobre las emisiones en plata y oro. Hacia el año 36 a.C. la ceca senatorial de Roma dejó de emitir monedas en oro y plata, y entre el 36 y el 31 a.C., Marco Antonio emitió monedas en oro, plata y bronce en las provincias orientales y Octavio emitió en oro y plata en las occidentales. Desde el 31 hasta el 14 a.C. Octavio suplió la demanda de oro y plata con emisiones provinciales autorizadas por él en calidad de imperator. En el año 23, Augusto permitió a la ceca senatorial de Roma reabrir para acuñar monedas de menor valor, las primeras de las cuales llevaban el retrato de Augusto y el nombre de los monetarios encargados de la emisión, pero posteriormente llevarían en el reverso las letras S.C. de senatus consulto.

Hacia el año 14 a.C. Augusto acabó con el periodo de las cecas provinciales y estableció Lugdunum, la capital de la Galia (Lyon), como la gran ceca para emitir monedas en oro y plata para todo el imperio. Esta ciudad tenía gran importancia estratégica, y era gobernada por Augusto sin injerencia del Senado. En virtud de su imperium, Augusto podía acuñar en esas provincias de forma completamente independiente de los magistrados romanos.

Reverso de una moneda de bronce con escena de acuñación de moneda.
Gabinete de monedas de Vienne, Francia

Las cecas de Hispania y Asia menor se cerraron y durante el resto de reinado de Augusto y todo el de Tiberio, las monedas de oro y de plata imperiales se emitieron desde Lugdunum.

Calígula comenzó a emitir monedas imperiales de oro y plata hacia el año 38 d.C. desde Roma, quedando la ceca de Lugdunum como una sucursal de la de Roma, lo que continuó durante el reinado de Claudio. Con la llegada de Nerón al poder la ceca de Roma emite sus monedas de oro y plata con las letras SC al principio, pero cuando se deshizo de la tutela de sus tutores acometió una reforma monetaria que le llevó a dominar la emisión de moneda por completo.

Los tres emperadores que le sucedieron, cada uno con una limitada duración en el poder, emitieron algunas de sus monedas en cecas de Hispania y Galia, así como en Roma.

“Pese a vivir tal clase de vida, (Vitelio) no estuvo completamente exento de actos meritorios. Por ejemplo, conservó la moneda acuñada bajo Nerón, Galba y Otón, no mostrando ningún disgusto por sus imágenes; y mantuvo todas las donaciones que habían hecho, considerándolas válidas y no privando a nadie de su posesión.” (Dión Casio, Historia romana, Epítome del libro LXIV, 6)

En sus campañas por Oriente antes de ser Emperador emitió monedas de oro y plata de nuevas cecas en Antioquía, Éfeso y Alejandría, pero una vez en el gobierno cerró todas excepto la de Antioquía que estuvo emitiendo esporádicamente. Por lo tanto, durante esa época la ceca imperial permaneció en Roma, con Lugdunum como sucursal y con la ceca senatorial dedicada a emitir la moneda cuyo valor material está por debajo de su valor facial.

“Augusto cobró en seguida tal confianza en su destino, que publicó un horóscopo e hizo acuñar una moneda de plata (nummum argenteum) con la efigie de Capricornio, constelación bajo la cual había nacido.” (Suetonio, Augusto, 94)

Denario de Augusto con el reverso mostrando el símbolo de capricornio

Durante dos siglos la situación de las cecas permanece más o menos estable, con algunas emisiones esporádicas en cecas fuera de la capital y no es hasta el siglo III que se puede hablar de cecas estables en otras ciudades como Siscia en Panonia y Milán.

En el Alto Imperio las cecas eran administradas por un procurator monetae y tras el reinado de Diocleciano la administración de todas las cecas estuvo a cargo del comes sacrarum largitionum, el cual junto a su departamento marca las características de las nuevas piezas: la talla, el peso, la ley. También posiblemente la leyenda y la imagen imperial. Sus órdenes son enviadas a aquellas cecas encargadas de emitir moneda, determinando los momentos y el volumen de las emisiones.

Estela romana mostrando escena de acuñación de moneda.
Museo Archeologico Nazionale di Abruzzo, Chieti, Italia

Diocleciano organiza el trabajo de 14 cecas distribuidas por el Imperio aunque su número varía a lo largo del siglo IV. Entre otras estuvieron la de Aquileia en Italia, la de Tesalónica en Macedonia, la de Alejandría en Egipto o Cícico en Asia. La ceca de Constantinopla fue abierta por Constantino en el año 330.

La siguiente inscripción parece probar la existencia de una ceca en Tesalonica, ya que había un procurator monetae en la ciudad.

“Entre otras cosas Domitius Catafronius, varón perfectísimo, procurator sacrae monetae Thesalonicensis adornó el euripus con estatuas.” (ICG 3095) (Inscripción encontrada en el hipódromo de Tesalónica)

Ceca romana. Ilustración DALL-E

La organización de los talleres monetarios romanos en época de Constantino se conoce gracias a la inscripción CIL VI 1145. Estaban a cargo del procurator sacrae monetae urbis. Al parecer, cada una de ellas estaba dirigida por un praepositus, a cuyas órdenes trabajaban los officinatores.

“Al más piadoso y poderoso fundador de la paz y restaurador de la libertad pública, el más victorioso, nuestro señor Flavius Valerius Constantinus, el más grande, piadoso, afortunado, invicto Augusto. Valeriano Rusticus, varón perfectísimo, administrador del fisco imperial (rationalis summae rei), dedicado a su divino espíritu y majestad, al cuidado de Valerius Pelagius, supervisor de la ceca imperial de Roma (procurator sacrae monetae urbis), junto a los supervisores (praepositii) y jefes de taller (officinatores)”. (CIL VI, 1145)

Inscripción dedicada al emperador Constantino por Valerius Rusticus,
Museo Capitolinos, Roma. Foto Massimo Cimoli

Cuando a mediados del siglo III d.C se restableció la descentralización, la proliferación de nuevos talleres puso de manifiesto la conveniencia de incorporar marcas a las monedas como forma de control de las emisiones. Además de identificar la ceca, a menudo se indicaba también la officina, es decir, el taller de procedencia de las monedas de entre todos los integrados en una misma ceca. De ese modo se podía conocer el origen de una emisión y las deficiencias detectadas (falta de peso) ser atribuidas a una determinada officina, con lo que los funcionarios a cuyo cargo estuviesen podrían ser declarados responsables.

Moneda con marca de ceca de Antioquía

En la Antigüedad había dos técnicas para fabricar moneda: la acuñación por fundición y la acuñación a martillo.

En la primera en un molde de barro cocido, en el que previamente se ha grabado el anverso y el reverso de una moneda, se vierte por una abertura el metal fundido. Es un proceso simple y rápido, pero de menos calidad, ya que se pueden producir imprecisiones a causa de las burbujas de aire que se meten en el interior del molde e impiden a veces que se adhiera bien el metal a las paredes; además, si no se ajustan bien las dos partes del molde la moneda será imperfecta. Como la cantidad de monedas obtenidas con este sistema era escasa y las monedas resultantes se podían falsificar fácilmente, este proceso se usó poco, generalmente en momentos de necesidad y para fabricar monedas de bronce, como las primeras de la República romana.

En el proceso de acuñación a martillo se necesitaban dos cuños que llevaban grabados en negativo y en hueco los tipos monetales y las leyendas. Sobre el cuño de anverso se colocaba el flan monetal o cospel, disco circular y liso de metal, sujetándolo con unas tenazas si antes se había pasado por la fragua y se golpeaba con un martillo sobre el cuño del reverso, que apretaba e incrustaba el cospel contra el anverso, imprimiéndose en el disco de metal los diseños y las letras grabadas en los cuños, obteniendo así una moneda legalizada.

“A un solo funcionario están encomendados y sujetos los productos que nos aporta el Bóreas y el Euro desatado y el Austro nubiloso: antes se contarían las lluvias invernales y las frondas del bosque. Con igual diligencia, con igual agudeza, calcula qué precisan los soldados romanos bajo todos los cielos, cuánto piden las tribus '**, cuánto los santuarios, cuánto los cursos altos de las aguas, cuánto los diques frente a las crecidas y la red de calzadas tendidas a lo lejos; el oro que debe brillar en los altos artesonados del príncipe, qué cantidad de mineral debe fundirse para esculpir
a fuego los rostros de los dioses y qué acuñación ha de resonar merced al fuego de la Moneda de Ausonia.”
(Estacio, Silvas, III, 3, 95)

Cuño para hacer moneda con efigie de Tiberio

Para hacer un cospel se usaban moldes bivalvos o univalvos de piedra o arcilla. En los distintos alveolos del molde se vertía el metal fundido y se dejaba enfriar. Una vez frío, el cospel se extraía del molde estando ya listo para ser acuñado. Los cospeles se podían acuñar en frío o en caliente.

La utilización de monedas ya acuñadas por otras cecas como cospeles fue una práctica bastante común en algunas ciudades, especialmente las que no poseían fuentes de aprovisionamiento de metal.

“Como tanto odiaban la memoria de Cayo (Calígula), decidieron que toda la moneda de bronce que tuviese grabada su imagen fuera de nuevo fundida.” (Dión Casio, Historia romana, LIV, 22, 3)

As de bronce de Calígula. Ceca Caesaraugusta. Museo Arqueológico Nacional, Madrid

El cuño fijo es el que convencionalmente se denomina de anverso y el móvil se conoce como cuño de reverso. Este suele ser lo suficientemente largo como para permitir ser mantenido con una mano o con unas tenazas y suficientemente macizo como para soportar los golpes  continuados de un martillo.

“Ciertamente, Victoria, cuando vio que su hijo y su nieto habían sido ejecutados por los soldados y que Postumo, después Loliano e incluso Mario (a quien los soldados habían nombrado emperador) habían sido asesinados, aconsejó a Tétrico, de quien hemos hablado más arriba, para el imperio, pues siempre acometía acciones propias de un hombre. Además, se distinguió también por el título de Madre de los Campamentos, con que era conocida. Se emitieron monedas suyas de bronce, de oro y de plata, cuyo cuño se conserva aún hoy entre los treviros.” (Historia Augusta, Treinta tiranicidas, 31, 2-3)

Ilustración con escena de acuñación de moneda

El reverso del denario de T. Carisius representa con claridad los instrumentos que intervienen en la acuñación: yunque, con uno de los cuños encajado en su superficie, las tenazas para manipular los cospeles calientes y para mantener, en su caso, el cuño móvil, el martillo y el cuño móvil.

Reverso de denario con herramientas de acuñación de moneda

Por lo que respecta al personal que formaba parte de los talleres monetarios (familia monetalis), las inscripciones de época alto-imperial son la documentación que más datos aporta sobre el personal de la ceca de Roma. Al frente de los talleres monetarios se encontraban miembros del orden ecuestre, los procuratores monetae.

El nombre genérico para los trabajadores de la ceca parece ser monetarii, los cuales eran mayoritariamente libertos y esclavos.

“Aquí descansa en paz Matrona, fémina clarísima, esposa de Cornelius, supervisor de los cenarios, e hija de Porforius, supervisor de los monetarios, que vivió más o menos 23 años y murió el día de Mercurio (miércoles), a la hora octava, y fue enterrada el día de Júpiter (jueves), en los idus de mayo, delante de la séptima columna, en el consulado de Flavius Herculanus, varón clarissimus.” (Epitafio de Matrona, 15 de mayo del año 452 d.C., CIL VI 8460)

Como jefe técnico que recibía el metal para fundir y que supervisaba las pruebas estaría el optio et exactor auri, argenti et aeris, que contaría con un asistente (optio) que dirigía a los trabajadores cualificados o sin cualificar (mediastini). Los officinatores estarían al mando de cada sección de la officina o taller. Entre los trabajadores más cualificados estaban, sin duda, los grabadores de cuños y leyendas (scalptores), los signatores, encargados de reflejar la marca que identificaría cada acuñación; los flatuarii se encargarían de fundir el metal; los suppostores serían los que colocaban y sujetaban el cospel para que fuese martilleado por los malleatores. Los aequatores supervisarían la igualdad de los pesos.

Erotes acuñando moneda o trabajando como orfebres. Casa Vettii, Pompeya. Foto Samuel López

En una inscripción de época de Trajano los trabajadores de una ceca dedican al emperador un lugar sagrado al que se añade la lista con sus nombres y condición, liberto o esclavo.


Ilustración con acuñación de moneda

En una estela expuesta en el Museo Británico aparecen los retratos de dos libertos quienes dedican la dedican a su patrono.

“Publius Licinius Philonicus, liberto de Publius. Publius Licinius Demetrius, liberto de Publius, hicieron esto para su patrón.” (CIL XIV, 2721)

Estela romana. Museo Británico. Foto Samuel López

Tanto en el tímpano ( martillo, cuños, tenazas) como en la parte derecha de la estela (taladro de arco, cuchillo, etc.) están grabadas unas herramientas que bien podán corresponder a las utilizadas por los trabajadores de un taller de monedas.

A pesar de la diversidad de monedas, siempre se encuentran tres elementos característicos: material o metal, peso o valor de la pieza y figura o diseño de la acuñación en las dos caras. Así lo decía ya en el s. VII d.C., Isidoro de Sevilla

“Tres cosas se requieren en una moneda: metal, figura y peso. Si falta alguna de ellas no será moneda.” (Etimologías, XVI, 7)

Las partes que se pueden encontrar en una moneda son:

Anverso o cara: representa un retrato o emblema del poder que emite la moneda.
Reverso o cruz: contiene escenas diversas.
Campo: espacio vacío.
Marca: letras o símbolo de la ceca de acuñación. En las monedas romanas aparece a partir de época imperial. Con ella se indica dónde estaba el taller donde se acuñó la moneda. La manera de designar una ceca puede cambiar según la época y la moneda.
Tipo: busto, imagen o figura representada.
Gráfila: línea de puntos que recorre el perímetro de la moneda de forma paralela.
Exergo: en la parte inferior del reverso, delimitado por una línea horizontal que contiene la ceca o la fecha.
Leyenda o epígrafe: el poder que emite la moneda (ciudad, rey), lema o frase recurrente. Normalmente en sentido circular. Puede estar abreviado para ahorrar espacio.
Valor facial – valor de la moneda. Según de cuál se trate se indica de diferente manera. El valor facial no aparece en todas las monedas romanas. Se puede representar con números, romanos, claro está; con puntos; con detalles en el diseño del busto que aparece en la moneda. Depende de la época y de la moneda.

La moneda siguiente corresponde a un semis republicano. En el anverso aparece el tipo con rostro de Saturno (o Júpiter). Valor con letra S de Semis (½ as). Gráfila de puntos. Campo con espacio vacío. En el reverso: se distingue el tipo con proa de barco. Exergo ceca de Roma. Leyenda SC (emitida por Senatus Consultum)

Semis republicano

Cada ceca o casa de moneda estaba compuesta, ya desde el alto imperio, y posiblemente antes, de una o, más comúnmente, varias officinae (oficinas), al mando de un funcionario subalterno. Desde el reinado de Filipo el Árabe, (244-249) fue popularizándose la costumbre de señalar con una letra latina o griega la oficina a cargo de la producción de cada ejemplar.

Cuando los co-emperadores Valeriano y Galieno (padre e hijo, respectivamente) llegan al poder, se produce, sobre todo durante la última etapa de reinado de Galieno, (ya muerto Valeriano) una severa descentralización de la acuñación, que se hará más patente en los reinados sucesivos. En total, son seis las cecas que acuñaron en este periodo, por lo que se entiende que se introdujeran marcas para especificar la ubicación de la ceca en donde se acuñaron las monedas. En Roma esto ocurre durante los últimos dos años de su reinado (267-268 d.C.), por ejemplo, en la famosa “serie del zoo de Galieno” o “serie del bestiario”, en donde Galieno pide por su protección a los dioses a los cuales representa mediante animales.

En el siguiente antoniniano de Galieno aparece en el reverso bajo el tipo en forma de cierva (dedicada a la diosa Diana cuya protección pedía el emperador) en el espacio del exergo la letra   griega 
que corresponde a la oficina número 5 de la ceca de Roma.

Antoniniano de Galieno

En la maiorina de Juliano que puede verse a  continuación, la leyenda se lee como D(ominus) N(oster) FL(avius) CL(audius) IVLIANUS P(ius) F(elix) AUG(ustus), en la del reverso SECURITAS REIPUB(licae). Dentro del recuadro azul hay una P que indica oficina primera y en el recuadro amarillo se ve CONST, una de las denominaciones de la ceca de Arlés (Francia). El toro puede representar el signo zodiacal del emperador, Tauro, aunque la fecha exacta de su nacimiento se desconoce. Así las dos estrellas podrían representar los cúmulos estelares de la constelación de Tauro, las Pléyades y las Híades. Parece ser que Juliano sí se interesaba por la astrología. 

Maiorina de Juliano

La razón de que aparezca CONST para referirse a Arlés es que en el año 328 la ciudad cambió su nombre de Arelate a Constantina en honor a Constantino II. Esto se reflejó en las monedas de la ciudad, marcas de ceca incluyen las contracciones CON, CONS, CONST en lugar de la marca anterior ARL. Arelate recuperó su nombre original tras la Muerte de Constantino II en el año 340, manteniéndolo hasta el 355, cuando Juliano el Apóstata decide honrar a su predecesor Constantino el Grande, volviendo al nombre de Constantina para llamar a una de sus ciudades favoritas. Desde ese momento, las marcas de ceca se referirán siempre a Constantina hasta que se produjo su cierre definitivo durante el reinado del emperador Juan en el año 425.

“Los antioquianos no soportando el insulto, porque son un pueblo de natural impacientes ante el insulto, empezaron a lanzar invectivas contra Juliano, caricaturizando su barba también, que era muy larga, y diciendo que debería ser cortada y hecha cuerda. Añadieron que el toro que aparecía grabado en su moneda, era un símbolo de haber desolado el mundo. Porque el emperador, siendo excesivamente supersticioso, estaba continuamente sacrificando toros en los altares de sus ídolos; y había ordenado que se grabaran un toro y un altar en su moneda.” (Sócrates, Historia Eclesiástica, III, 17)

Desde que se empezaron a acuñar las primeras monedas, existió la posibilidad de su falsificación. Con la intención de engañar y sacar beneficio, los falsificadores utilizaron uno de los métodos más comunes de la época que dio lugar a lo que actualmente se llama moneda forrada (subaeratus), especialmente el denario forrado, en el que a una pieza con un cospel de cobre se le pone por encima una fina lámina de plata y ambos metales se calientan juntos y se acuñan, de forma que la plata se adhiere al cobre y el diseño del cuño se traspasa a ambos metales, de tal manera que es difícil distinguir los denarios forrados de los denarios cuyo cospel era realmente de plata.

“—¿Qué oficio podremos reputar el más difícil, continuó diciendo, después del de las letras? Yo creo que la medicina y la banca. El médico, que sabe lo que el hombre tiene en su cuerpo y cuándo debe declararse la fiebre; lo que no impide que yo odie a esos doctores que me prescriben a menudo caldo de pato; el banquero, que descubre la mezcla del cobre en la plata.” (Petronio, Satiricón, 56)

Denario forrado de Tiberio

Según algún testimonio literario este procedimiento pudo en algún momento hacerse de forma oficial para paliar la escasez de metal o por insolvencia económica del gobierno.

“El triunviro Antonio mezcló el denario de plata con hierro y falsificadores ponen una amalgama de cobre en monedas de plata, mientras otros reducen el peso, siendo la proporción de 84 denarios de una libra de plata. Por ello se diseñó un método de probar el denario, con una ley que fue tan popular que la gente común votó por unanimidad distrito a distrito erigir estatuas a Marius Gratidianus. Y es notable que solo en esta de entre las artes espurias los métodos son objeto de estudio, y una muestra de un denario falso se estudia cuidadosamente y la moneda adulterada se compra por más que las verdaderas.” (Plinio, Historia Natural, XXXIII, 132)

Denario forrado republicano

Unas monedas, llamadas de imitación, corresponden a piezas no oficiales que se acuñaron por diversos motivos, entre los cuales se encuentran el desinterés que el gobierno romano mostraba a menudo a la hora de proveer a todas las provincias con monedas que facilitaran pequeñas transacciones monetarias. De esta forma, los gobiernos locales se encargaron de producir moneda de forma no oficial. Al tener escasos recursos la poca habilidad de los grabadores provocó que las efigies sean apenas reconocibles y las leyendas legibles, causando además que los atributos de los dioses representados no sean a veces los correctos. También durante las campañas militares se acuñaron monedas en cecas temporales destinadas a pagar suministros y a las tropas.

Antoniniano de Tétrico oficial con la diosa Pax en el reverso

Antoniniano de Tétrico provincial de imitación con Pax en el reverso

Desde los inicios del Imperio el contenido de plata de las monedas se había ido reduciendo de manera continuada debido a que el estado romano aumentaba constantemente la producción de moneda sin aumentar la cantidad de plata destinada a dicha producción. Con la crisis del siglo III estando el imperio dividido y asediado por las incursiones de sus enemigos, los sucesivos emperadores para mantener a flote el estado se dedicaron a acuñar moneda sin tener en cuenta la reserva de plata de la que disponían. Para mantenerse en el poder, los diferentes emperadores debían asegurarse la lealtad de las legiones, lo que conllevaba un aumento del salario de los soldados, y un gasto excesivo para obtener recursos de cualquier manera.

“También muchos de los pueblos que vivían cerca del propio Océano, próximos a las bocas del Elba, le mandaron embajadores pidiéndose su amistad, aunque su auténtico propósito era obtener dinero. Esto resultó evidente por el hecho de que, una vez hizo lo que deseaban, muchos lo atacaron, amenazándolo con hacer la guerra, y él (Antonino Caracalla) sin embargo llegó a un acuerdo con todos ellos. Pues, aunque los términos propuestos eran contrarios a sus deseos, cuando vieron las monedas de oro quedaron cautivados. El oro que él les entregó era, por supuesto, auténtico; pero las monedas de plata y oro que proporcionaba a los romanos estaban devaluadas; pues él hacía acuñar las unas con una especie de plomo plateado, y las otras con una especie de cobre dorado.” (Dión Casio, Historia romana, Epítome del Libro LXXVIII, 14)

Sestercio de Caracalla, Harvard Art Museum

El bajo contenido en plata de las monedas no era siempre solo responsabilidad del emperador, sino que los acuñadores participaban activamente en una serie de estrategias de fraude, especialmente en la ceca de Roma, entre las cuales la más común parece ser la adulteración de la aleación con la que se acuñaban las monedas y, a pesar de que el contenido en plata ya era bajísimo, en el proceso en el que se mezclaba ésta con el resto del metal, parte de la plata era sustituida por otros metales, siendo los más comunes para este propósito el zinc o el plomo o incluso hierro. Las monedas de la ceca romana contendrían aproximadamente la mitad de plata que las acuñadas en otros puntos del Imperio.

Con la llegada de Aureliano al poder y su anuncio de reformas económicas y monetarias, los trabajadores de la ceca de Roma, temiendo que se descubriera su fraude y que fueran castigados por ello, provocaron un levantamiento en el año 271, conocido como bellum monetariorum, dirigido probablemente por un alto cargo del fisco, Felicísimo, y apoyado posiblemente por senadores y parte de la población, que fue reprimido por el ejército y se saldó con un gran número de muertos. Aureliano tomó medidas drásticas y cerró la ceca de Roma por algún tiempo.

“De la misma manera, dentro de la ciudad, fueron asesinados los artesanos encargados de la acuñación de la moneda, los cuales, como habían rebajado la ley de éstas a instigación del tesorero Felicísimo, por miedo al castigo habían declarado una guerra tan grave que, tras reunirse en el monte Celio, mataron a casi siete mil soldados.” (Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 35, 6)

Antoniniano de Aureliano con leyenda en el reverso Restitutor Orbis

Para intentar evitar la falsificación se decretaron varias leyes a lo largo de los siglos en los que se especificaban los delitos y las sanciones aplicables a los falsificadores de monedas. En el Derecho antiguo había una serie de conductas que se consideraban delito, como raspar la moneda, bañarla en tintura, acuñar moneda falsa, inutilizarla.

En la época de Sila, la Lex Cornelia testamentaria nummaria se dirigía contra una serie de actos relacionados con las falsificaciones de testamentos y monedas. Datada en el 81 a.C., habría castigado la fabricación y el uso de la moneda falsa, su expendición dolosa y también la alteración de la moneda auténtica mediante manipulaciones dirigidas a su deterioro o disminución de su valor.

“Cualquiera que falsifique dinero en oro y plata, o lave, funda, raspe, estropee, o adultere cualquier moneda con la imagen del emperador, o o rehuse aceptarlo, a menos que sea falsa, será deportado a una isla, si es de rango superior, y si es de rango inferior será sentenciado a las minas, o castigado con la pena capital. Los esclavos que haya sido manumitidos después de haber perpetrado el crimen serán crucificados.” (Sentencias de Paulo, V, 25, sobre la ley Cornelia)

Denario de Sila. República romana

Dicha ley concibe la falsificación de moneda como delito público o crimen y la sanciona penalmente en términos enérgicos y severos, persiguiendo de oficio a los culpables y castigándolos incluso con la pena capital. No obstante, se considera autor del delito no sólo al que ejecuta la acción, sino también al que, pudiendo impedir la comisión con su intervención, no la evita; de este modo queda tipificado y penado el deber de no impedir el delito de falsificación de moneda.

“La ley Cornelia dice que cualquiera que añada una aleación al oro, o que adultere las monedas de plata, será castigado por falsificación. Tendrá la misma pena el que pudiendo evitar que se hagan estas cosas no lo haga. La misma ley añade que nadie comprará o venderá monedas hechas de plomo, o de cualquier otro metal básico.” (Digesto, 48, 10, 9)

Denario falso de plomo de Geta. Museo Británico

La Lex Julia relativa al peculado, promovida por Julio César o Augusto, establece entre otras cosas, que nadie ponga ni mezcle en el oro o en la plata o en el dinero público alguna cosa, ni haga a sabiendas con dolo malo que se ponga o se mezcle, por la que se deteriore.

“La ley Julia relativa al peculado establece que: Nadie interceptará o se apropiará para su propio uso, o hará nada, por medio de lo cual otro pueda quitar, interceptará o empleará para su propio beneficio cualquier dinero destinado a los recursos sagrados, religiosos, o públicos, a menos que esté autorizado para hacerlo así por ley; y nadie añadirá o mezclará algo con el oro, plata o bronce que pertenezca al gobierno; o a sabiendas y fraudulentamente cometa ningún acto por medio del cual algo se añada o mezcle con los mismos, de forma que su valor disminuya.” (Digesto, 48, 13, 1)

El emperador Constantino dictó una constitución en el año 326 en que consideraba la falsificación de moneda consistente en la falsa fusione como crimen de lesa majestad castigando al culpable con la adjudicación de todos sus bienes al fisco y al fuego de las llamas, pena de muerte que había establecido con anterioridad en una constitución del 317 para quien alterara o acuñara moneda falsa.

“El emperador Constantino Augusto a Leoncio, Prefecto del Pretorio

Todos los sólidos en los que aparece Nuestra imagen y los que tienen el mismo grado de veneración deben valorarse y venderse al mismo precio, aunque el tamaño de la imagen varie. Porque un sólido que tiene una imagen más extendida del rostro del emperador no tiene mayor precio, ni uno que tiene una imagen más pequeña debe ser de menor valor, cuando el peso es el mismo. Pero si alguien hiciera lo contrario, será condenado a la pena capital o entregado a las llamas o castigado de otra fatal manera. También sufrirá este castigo quien corte una porción del borde exterior para disminuir el peso quien al vender dinero sustituya un sólido real por uno falsificado.” (26 de julio, año 317 d.C.)

Solidus de Constantino. Ceca de Tréveris

La importancia de impedir la falsificación de moneda para el ámbito socio-económico romano fue puesta de relieve por los emperadores Valentiniano, Teodosio y Arcadio que, mantuvieron la falsificación como delito de alta traición.

Los emperadores Valentiniano, Teodosio y Arcadio Augustos, a nuestro querido Tatianus. Saludos.  

“Aquellos culpables de fabricar dinero falso, que se denominan comúnmente falsificadores, son culpables de alta traición.” (21 de junio de 389 d.C.)

Molde de terracota para acuñar moneda falsa de Maximino II. Ceca de Alejandría

Antoniniano auténtico de Maximino II. Ceca de Alejandría

Para asegurar la pureza de las monedas de oro, hacia el año 367 d.C., los emperadores ordenaron que todas las monedas de oro pagadas como impuesto se fundieran en lingotes antes de ser utilizados para acuñar nuevas monedas. Era más fácil examinar un pequeño número de lingotes grandes que millones de monedas individuales para asegurarse de que eran de puro oro refinado. Se marcaban con los sellos de los comprobadores oficiales.

“Los emperadores Valentiniano y Valente Augustos al Conde de la sagrada dádiva (comes sacrarum largitionum) (ministro de finanzas)

Siempre que se deba pagar al fisco con sólidos, no se hará con monedas, porque a veces estas se sustituyen por monedas adulteradas, sino que los sólidos se fundirán, o si el pagador puede tener el oro de otra forma, el oro fundido refinado será entregada como parte del impuesto que cada uno paga. Este procedimiento se seguirá para evitar que los empleados del fisco puedan aprovechar los impuestos pagados en su propio beneficio sustituyendo los sólidos por unos adulterados.”  (Roma, 8 de enero de 367)

En la foto de debajo se muestra los lingotes de oro obtenidos tras fundir las monedas y listos para la nueva acuñación. Procedente de Sirmium, Serbia.

 
Museo Británico

En el siglo VI cuando la Roma de occidente se encontraba bajo el gobierno de los ostrogodos, todavía existía la preocupación por la falsificación y manipulación de la moneda. El rey ostrogodo Teodorico, que gobernaba bajo el emperador Zenón de Oriente, tenía en su administración a un aristócrata romano, Casiodoro, que escribe una carta al administrador de la ceca imperial, conminándole a evitar los delitos que se pudieran cometer en referencia a la emisión de moneda.

“Grande es el crimen de manipular la moneda, un delito contra los que ven obstaculizadas sus compras y ventas; y un crimen y un sacrilegio contra Nos, cuya imagen esta grabada en las monedas. Que todo lo que lleve la imagen de nuestra Serenidad sea puro y sin mezcla. Que la llama de oro sea pálida y sin mezcla, que el color de la plata brille con graciosa blancura, que el rojizo cobre retenga su nativo resplandor. Las monedas deben mantener su peso íntegro. …Debes vigilar que nuestro dinero no vuelva a esta baja condición… Ten mucho cuidado en como administras la ceca.” (Casiodoro, Cartas, VII, 32)

Medallón de oro con valor de tres sólidos de Teodorico. Museo Nacional Romano, Roma

Bibliografía


La revuelta de los acuñadores (bellum monetariorum) en tiempos de Aureliano, Efrén Simón Alonso
Crimen de falsificación de moneda de Roma a la actualidad, Carmen López-Rendo Rodríguez
La moneda en los inicios de la romanización: talleres y artesanos, Pere Pau Ripollés
La regulación de la falsificación de monedas en el derecho romano y en la ley de los visigodos, Olga Marlasca Martínez
La fabricación de moneda en la antigüedad, Manuel Gozalbes y Pere Pau Ripollès
Monedas Romanas: Numismática en la antigua Roma, Museo Arqueológico de Murcia, Cristina Sánchez Martínez
El emperador Juliano II y el programa iconográfico de sus monedas, María Del Mar Royo Martínez
Política monetaria en el Imperio Romano Tardío (284-711), Alberto González García
Roma y el aprovisionamiento de moneda de bronce al nordeste de Hispania, c. 44 a. C - c. 54 d. C., Marta Campo Díaz
Administración y moneda en el siglo IV, Miguel García Figuerola
The Mints of the Early Empire, H. Mattingly
Claudius and the Senatorial Mint, C. H. V. Sutherland
Mint Magistrates in the Early Roman Empire, J. R. Jones
The Organisation of Roman Mints during the Third Century CE: The View from the Eastern Provinces, Constantina Katsari
The Procurator Monetae, Michael Peachin
System and Product in Roman Mints from the Late Republic to the High Principate: Some Current Problems, Bernhard E. Woytek
Notes on the Coinage of Julian the Apostate, Frank D. Gilliard
Wikipedia
https://bnumis.com/
https://coinweek.com/
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