martes, 2 de agosto de 2022

Nymphaeum, fuentes y ninfeos públicos en la antigua Roma


Ninfeo Antonino, Sagalassos, Turquía

Desde el principio de la historia el hombre ha conseguido transformar el paisaje para su propio beneficio, incluyendo los cursos de agua, líquido al que consideraban símbolo de fuerza y vida.

“Todo lo que pueda ofrecer la tierra lo dominamos: nos aprovechamos de los campos, de los montes. Nuestros son los arroyos, los lagos. Nosotros plantamos cereales, árboles; hacemos las tierras fecundas gracias a la conducción de las aguas. Nosotros contenemos, dirigimos, desviamos el curso de los ríos. En una palabra, con nuestras propias manos nos atrevemos a construir en la naturaleza una especie de segunda naturaleza”. (Cicerón, De la naturaleza de los dioses, II, 152)


En las ciudades de la antigüedad aquellos menos pudientes que no podían permitirse la construcción de una cisterna para almacenar el agua o aquellos que, aun teniéndola, no les era suficiente para sus necesidades diarias, se veían obligados a recurrir a las fuentes públicas dispuestas por los distintos rincones y barrios de las ciudades. Es de suponer que sería tareas de esclavos y de mujeres ir a la fuente a por agua para el consumo diario, la cual se convertiría en un punto de encuentro social.

“Este, con tal de ganarse las risas, no tendrá compasión de ningún amigo; y no parará hasta que todas esas cosas con las que embadurna sus folios las sepan cuantos vuelven del horno o la fuente, incluyendo niños y viejas”. (Horacio, Sátiras, I, 4, 36)

Pintura de Ettore Forti

En la antigua Grecia las fuentes de distribución urbana de agua, las krenai, eran esencialmente construcciones de carácter práctico, aunque mostraban algunos elementos decorativos como columnas que soportaban un pórtico o surtidores con formas de cabezas de animales.

“Tras la batalla de Isos y la huida de Darío, Alejandro, que ya dominaba parte de Asia y el resto lo ambicionaba, como le parecía poco lo obtenido y tenía las miras puestas en los confines de la tierra, llegó a esta zona y, tras establecer su tienda cerca del venero que ahora, por obra suya, se encuentra adornado en forma de templete—por aquel entonces su encanto radicaba sólo en su agua—, y después que hubo solazado allí su cuerpo vencido por la fatiga, bebió de la fuente un agua fresca, cristalina y dulcísima. El placer de su bebida evocó a Alejandro el recuerdo del seno materno y reveló a sus compañeros que en el agua se encontraban cuantas cualidades había en la leche de su madre, por lo que le dio a la fuente el nombre de ella.” (Libanio, Discurso de Antioquía, 72-74)



Cuando una población era conquistada o creada se procedía a su urbanización como parte del proceso de romanización, lo que incluía el suministro de agua para consumo de la población y para apagar los incendios. La provisión de agua se hacía principalmente mediante la captación y
acondicionamiento in situ de brotes naturales, siempre que fuera posible.


“Ortigia, situada frente al continente, está unida por un puente y en ella se encuentra la fuente Aretusa, que vierte sus aguas en un río que llega enseguida al mar. Cuenta la leyenda que éste era el río Alfeo que, aunque nacía en el Peloponeso, llevaba su caudal bajo tierra, a través del mar, hasta la fuente Aretusa; luego, brotando allí de nuevo, desembocaba en el mar.” (Estrabón, Geografía, VI, 2, 3)

Fuente de Aretusa, Ortigia, Sicilia

En la ciudad de Roma se aprovecharon los manantiales para abastecer de agua a la población y, si la tradición aseguraba su carácter curativo, se consideraban sagrados por lo que eran destinados a la purificación en los sacrificios y eran objeto de peregrinación. Dentro del foro se dedicó una fuente a la ninfa Yuturna, diosa menor de los pozos, manantiales y fuentes, cuyo manantial original nacía en los Montes Albanos, pero fue dirigido hasta la ciudad por sus propiedades salutíferas y sus aguas empleadas en los ritos religiosos.

“Desde la Fundación de la ciudad durante 441 años los romanos se contentaron con el uso de aguas que sacaban, o del Tíber, o de pozos, o de manantiales. Los manantiales han tenido, hasta ahora, el nombre de objetos sagrados, y son venerados, manteniendo la reputación de sanar a los enfermos; como, por ejemplo, los manantiales de las ninfas proféticas (Camenas), de Apolo, y de Yuturna.” (Frontino, De los acueductos de Roma, I, 4)

Fuente de Yuturna, Roma

Las primeras fuentes romanas eran sencillas obras hidráulicas, sobrias y austeras, que recogían el agua procedente de los manantiales de montaña. Los ingenieros romanos preferían, si era posible, el suministro de agua de manantiales en vez del de ríos o embalses, no sólo porque en general ofrecen un mayor caudal durante las épocas de escasez de agua por la época del año o por la sequía, sino también por la calidad del agua, ya que el agua de manantial era menos turbia y variaba menos de temperatura. Estas construcciones menores eran en general menos costosas que las largas conducciones con acueductos y sifones, pero no eran por ello menos útiles.

“Justo debajo de la elevación (del Acrocorinto) está la fuente de Peirene que, aunque no tiene salida de agua, está siempre llena de agua transparente y potable. Dicen que por la presión desde aquí y otras conducciones subterráneas se alimenta la fuente de la base de la montaña que mana en la ciudad y la provee adecuadamente de agua” (Estrabón, Geografía, VIII, 6, 21)

Fuente de Pirene, Corinto, Grecia

Las fuentes, aparte de contribuir al abastecimiento de agua a poblaciones estables, también se ubicaban a lo largo de las calzadas romanas para el uso de aquellos que las recorrían. Para ello, junto a las vías romanas, sin separarse mucho de ellas, y si era posible, se buscaban y habilitaban fuentes de agua junto a las paradas técnicas que se realizaban a lo largo de los viajes por mercaderes, viajeros y ejércitos romanos.

“En esta fuente clara descansa un poco, viajero, y,
una vez repuesto, emprende de nuevo tu camino.”
(Antología Latina, 772b)

Fuente rural, Portugal. Foto de Samuel López

Las fuentes de tipo urbano que se encontraban en las calles, según las que se han encontrado en Pompeya y Herculano, consistían principalmente en cuatro lajas de piedras que formaban un rectángulo, con un bloque más pequeño, generalmente con una figura esculpida, colocada sobre una de las otras, por la que salía el agua, que caía en el labrum o pileta. Lacus fue la palabra que dio lugar a la denominación genérica de fuente pública. 

Fuente urbana, Pompeya. Foto Samuel López

El acceso al agua de ríos, manantiales y cisternas se realizaba por tuberías, mediante la gravedad. Si el agua se encontraba a un nivel por debajo de la fuente, se utilizaba una noria para elevarla hasta un tanque por encima de ella.
Los surtidores por donde salía el agua se llamaban salientes y podían estar adornados por relieves en bronce o piedra de figuras mitológicas, divinidades o cabezas de animales.

Museo Metropolitan de Nueva York

En Ostia se ha hallado un tipo de fuente distinta denominada `a bauletto´, que estaba cubierta en su totalidad para mantener el agua fresca y protegida. Estas fuentes se encontraban en calles secundarias y en los patios de las ínsulas.

Fuente urban tipo a bauletto, Ostia. Izda. Foto Samuel López. Drcha. Pinterest

Con la construcción de los primeros acueductos la distribución del agua llegó con más facilidad a las ciudades, donde, desde un depósito (castellum aquae), se repartía entre las fuentes públicas, las termas y algunas casas particulares.

“Cuando el agua llegue a los muros de la ciudad, se construirá un depósito y tres aljibes, unidos a él para recibir el agua; se adaptarán al depósito tres tuberías de igual tamaño que repartirán la misma cantidad de agua en los aljibes contiguos, de manera que cuando el agua rebase los dos aljibes laterales empiece a llenar el aljibe de en medio.
En el aljibe central se colocarán unas cañerías, que llevarán el agua hacia todos los estanques públicos y hacia todas las fuentes; desde el segundo aljibe se llevará el agua hacia los baños, que proporcionarán a la ciudad unos ingresos anuales; desde el tercero, se dirigirá el agua hacia las casas particulares, procurando que no falte agua para uso público.”
(Vitruvio, De arquitectura, VIII, 6, 1-2)

Castellum aquae, Pompeya. Foto Pompeii Sites via twitter


Los conductos se hacían de madera, piedra, mortero, arcilla y plomo, y los grifos y válvulas de aleaciones de bronce de alta calidad.

“La conducción del agua se puede hacer de tres maneras: por conductos mediante canales de albañilería, por medio de tuberías de plomo o bien por cañerías de barro.” (Vitruvio, De Arquitectura, VIII, 6, 1)

Aunque el conocimiento de la tecnología hidráulica era elemental, por el gran número de fuentes públicas con las que la ciudad de Roma contaba al principio del imperio, la organización y la gestión de la red de suministro debía ser bastante eficiente.

“Agripa, además, cuando era edil añadió el Aqua Virgo (acueducto), reparó los canales de los otros (acueductos) y los rehabilitó, y construyó 700 fuentes públicas, además de 500 surtidores y 130 depósitos, muchos de los cuales estaban elegantemente decorados. Erigió en estas obras 300 estatuas de mármol o bronce y 400 pilares de mármol, y todo ello en un año.” (Plinio, Historia Natural, XXXVI, 121)

Ilustraciones de Luigi Bazzani

Desde la fundación de Roma todos sus gobernantes contribuyeron a aumentar el número de acueductos y de fuentes públicas. Con el progresivo desarrollo urbanístico y económico de las ciudades las fuentes pasaron a formar parte del programa propagandístico del poder ganando en grandiosidad y ornamentación a la par que cumplían su función de abastecimiento hídrico de la ciudad.

Con el emperador Nerva (96–98 d.C.) creció considerablemente la inversión pública en obras hidráulicas de abastecimiento y evacuación de aguas, así como de ornamentación en la ciudad de Roma.

“Esta Ciudad eterna, a la que nada puede acercarse ni comparársele, fue mucho más bella después de todo cuanto hizo Nerva para garantizar la salubridad, aumentando el número de castillos de agua, de fuentes, de aguas destinadas a uso público, a fuentes ornamentales y también a los ciudadanos que obtiene ventajas de tales obras, esparcidas por todas partes. Ya todos gozamos por la mayor limpieza, por el aire puro y han desaparecido los olores malsanos, que en el tiempo de nuestros padres, hacían irrespirable el aire de la Ciudad.” (Frontino, De los acueductos de Roma, 88)

En Sant' Egidio del Monte Albino, Salerno existe una fuente hecha de un bloque de mármol del siglo I d.C., en el que en cada uno de sus lados está representado el río Sarno.

Fuente de Helvius

El interés por el embellecimiento de las ciudades produjo un innumerable grupo de fuentes por todo el imperio, sin apenas características comunes más allá de las funcionales, con una gran libertad de diseño por parte de los arquitectos que inventaron un sinfín de formas arquitectónicas gracias a la libertad compositiva que permitía la tipología.

Las fuentes monumentales públicas, tanto en la vía urbana como en el interior de edificios públicos como las termas, que tenían grandes dimensiones y mostraban una cuidada ornamentación pasaron a denominarse ninfeos. Su origen se sitúa en Grecia, Asia Menor y Siria, lugares en los que alcanzó un extraordinario desarrollo.

Ilustración con reconstrucción del ninfeo de Mileto, Turquía


La primera vez que aparece la palabra nymphaeum (ninfeo) en una inscripción es en época de Trajano, entre el año 102 y el 117 d.C., en Soada Dionysiade, actual As Suwayda, Siria. La ciudad consagra el ninfeo y el acueducto a Trajano.

“Al emperador Nerva Trajano César, Augusto, hijo de Augusto, Germánico, Dácico, investido del poder tribunicio, por décima vez, bajo Aulus Cornelius Palma, legado imperial propretor, la ciudad ha consagrado la traída del agua y el ninfeo” (7 IGR III, 1273)

Ninfeo de Trajano, Éfeso, Turquía. Izda, foto de patano, via panoramio

Hasta finales del siglo I d. C. el significado ligado al término nymphaeum es el religioso, designando un santuario dedicado a las ninfas, pero a partir del siglo II d.C., el término se empieza a referir a fuentes monumentales, algunas con inscripciones de dedicación a las ninfas, pero sin aparente relación con su culto.

“Bryonianus Lollianus, ducenarius y primipilarius, pariente de procuradores y cónsules, fundador y amante de esta ciudad: el consejo de ancianos (gerousia) de Megalópolis [honra a Bryonianus]. Los líderes de las grandes puertas construyeron para ellos una estructura del templo de las ninfas, oh fundador, deleitando con las corrientes del rio y con el divino rugido del agua corriendo sin parar: para el eterno surco de estos manantiales tú lo construiste con generosidad. Suerte al fundador.” (Lanckoronski Vol. 1, Ins. No. 107, Side, Turquía, III d.C.)

Ninfeo de Side, Turquía

Los antiguos santuarios dedicados a las ninfas se situaban en grutas naturales donde manaba agua a las que acudían agricultores y pastores para saciar la sed de humanos y animales. Algunos se convirtieron en lugares de peregrinación donde se depositaban ofrendas junto a las figuras talladas de ninfas u otros dioses.

Palas: Me han contado la historia de una fuente que Pegaso con su dura pata hizo salir de esta montaña. Las maravillas que de ella me han contado me han hecho venir hasta aquí. Como yo estaba presente cuando Pegaso nació de la sangre de Medusa, ahora quiero ver si es cierto el prodigio de la admirable fuente.
Musas: Cualquiera que sea el motivo de tu llegada, ¡oh diosa!, nos sentimos venturosas de tu presencia. Es cierto que fue Pegaso quien ha hecho brotar estas aguas de que hablas.
Condujo una de las Musas a la diosa hacia la fuente, quedándose por largo tiempo admirada. Visitó los antros y las cuevas, viéndose por todas partes gran cantidad de flores mezcladas con la hierba del prado.”
(Ovidio, Metamorfosis, V, 2)

Mosaico de la villa romana de Almenara-Puras; Valladolid

Cuando el culto a las ninfas ya había perdido cierta vigencia, algunas fuentes públicas todavía se dedicaron a ellas reconociendo su influencia como proveedoras de agua.

“Al numen del Aqua Alexandrina. Yo, Laetus, he erigido este altar a las ninfas, cuando ostentaba el poder de las fasces de la patria por aclamación popular por segunda vez: este honor no fue nunca mayor porque en ese mismo año, por el sagrado numen, la abundante ninfa inundó Lambaesis con un gran río.” (Dedicatoria en una fuente, CIL 8.2662, Lambaesis, Numidia, África, 226 CE)

Ninfeo de Zaghouan, África. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Algunos de los primeros ninfeos, intentando quizás imitar las grutas en las que se veneraba a las ninfas, se decoraron con piedra pómez y conchas marinas, ornamentación que luego se empleó en las fuentes y ninfeos de casas y villas particulares. En un ninfeo del siglo II a.C. se ha encontrado también la firma del constructor: Quintus Mutius.

Ninfeo de Quintus Mutius, Segni, Italia

Los ninfeos o nymphaea formaban parte de la propaganda política de los emperadores que ponían gran empeño en que los ciudadanos los considerasen como verdaderos padres y protectores de la patria que proveían por sus necesidades físicas y satisfacían sus inquietudes sociales y culturales.

“El (Adriano) también construyó en Antioquía la Grande unas termas públicas y un acueducto con su nombre. Y también construyó el Teatro de las Fuentes de Dafne, y desvió las aguas que fluían hacia los barrancos conocidos como los Agriai.” (Juan Malalas, Cronografía, 278)

Este Teatro de las fuentes de Dafne (Antioquía), construido por Adriano, era una gran cisterna contenida en una construcción en forma de teatro, dotada de una fachada ricamente decorada, donde confluía el caudal de diversas fuentes y torrentes, y el agua era transportada hasta la ciudad por una serie de conductos de diferentes tamaños que daban a un acueducto, de modo que la cantidad de agua que bajaba a la ciudad podía ser regulada.

Ninfeo de Gerasa, Jordania

En las provincias romanas donde el agua era especialmente escasa, como en África y Asia Menor, los planificadores urbanos de las ciudades pequeñas solían incluir un ninfeo monumental, que se consideraba un símbolo de status, y que frecuentemente se dedicaba a la figura de un emperador como signo de la romanización de la ciudad. Este status permitía a las ciudades, a su vez, rivalizar en la edificación de mejores y más grandes construcciones relativas al agua.

“La ciudad habiendo provisto un acueducto, dedicó un santuario y un ninfeo al emperador Nerva Trajano César, hijo de Augusto, Augusto Germánico Dácico, durante la magistratura de A. Cornelius Palma, procónsul del emperador, bajo la supervisión de la tribu de los Somaithenoi.” (IGRR 3.1273, Soada, Siria, 104-105 CE)

Ninfeo de Adriano, Perge, Turquía. Foto Bernard Gagnon

Durante la Roma Imperial la construcción de ninfeos se convierte en uno de los símbolos de la urbanística romana por todo el ámbito territorial. Mientras que los romanos dependían del agua para su supervivencia, los enormes recursos del estado permitían la exhibición de los aspectos más placenteros y lujosos del uso del agua. Al mismo tiempo que las construcciones relativas al suministro de agua mantenía su propósito funcional, un deseo colectivo de experimentar los placeres sensoriales del agua dio lugar a la proliferación de acueductos, fuentes y ninfeos por todo el Mediterráneo durante el Alto Imperio.

“Pero la principal de las bellezas de Dafne y, en mi opinión, del mundo entero son sus fuentes. Porque en ningún otro sitio la tierra ha producido semejante clase de manantiales, ni por su aspecto ni por su utilidad. Éstos son el reino de ciertas ninfas y el don de éstas es el más limpio y puro que hay. Se podría afirmar que estas diosas están satisfechas del lugar no menos que Zeus de Pisa, Poseidón del Istmo, Apolo de Delfos y Hefesto de Lemnos. Por tanto, si hay que creer que las ninfas tienen en el agua su morada, me parece a mí que también frecuentan las demás fuentes, como para ejercer su vigilancia sobre ellas, pero que, como los reyes, se han servido de este lugar como si fuera su acrópolis. Además, tengo el pleno convencimiento de que las tres diosas, cuando sostenían contienda por su belleza, acudieron al juicio tras haberse lavado aquí y no en el lugar que se cuenta.
¿Quién, tras llegar y contemplar cómo mana el agua de sus nacimientos y cómo transcurre a ambos lados del templo, no se admiraría de la cantidad de fuentes, no se sentiría impresionado por su belleza, ni las veneraría como algo divino? ¿Quién no sentiría placer al poner su mano en ellas, no desearía bañarse con mayor gusto y no consideraría lo más dulce del mundo beber de ellas? Pues sus aguas son, a la vez, frescas y cristalinas, muy buenas para beber, ungidas de encantos y reconfortantes para aplicarlas al cuerpo.”
(Libanio, Discursos, 11, 240)

Ninfeo de Aspendos, Turquía. Foto de Anton Skrobotov


Los romanos tuvieron gran éxito en demostrar su poder sobre la naturaleza, mientras proporcionaban un elemento vital y placentero para los ciudadanos. En la construcción de grandes fuentes monumentales se tenía en cuenta no solo la arquitectura como elemento de decoración visual, sino el efecto que el agua podía producir en los sentidos por lo que se cuidaba el reflejo en la superficie, el rugido o murmullo del agua según el caudal al salir de los surtidores, el frescor que empapaba la vegetación circundante y el olor que emanaba de esta una vez mojada o cuando se producía la evaporación.

“Sin duda el Pórtico de Pompeyo, famoso por los tapices del palacio de Átalo, parece aburrido con sus sombrías columnas, y la fila poblada de plátanos que se levantan por igual, y las corrientes de agua que caen del dormido Marón, y Tritón que de pronto esconde en su boca el agua, mientras sus Ninfas murmuran suavemente sobre todo el estanque.” (Propercio, Elegías, II, 32)

Ninfeo de Cesarea, Israel. Foto Mboesch

Si bien es cierto que el agua puede ser estéticamente agradable de forma natural, cuando se somete al control de formas arquitectónicas, puede adquirir nuevos significados, de forma que, por ejemplo, los arcos utilizados en acueductos y ninfeos proporcionaban la idea al que lo contemplaba de que emplear este elemento arquitectónico resultaba, a la vez que muy práctico y funcional, agradable de ver, y esto era compartido a lo largo y ancho del territorio perteneciente a Roma.

“Tal vez en medio de este espectáculo te estés preguntando ansioso de dónde se alimenta esta plaza enriquecida con tantas fuentes, dado que la ciudad está lejos y un acueducto casi inexistente manda hasta aquí un mínimo goteo a través de un estrecho canal. Pues te contestaré que nada fiamos a nuestra diestra, ni confiamos nada en los recursos terrenales, todo lo hemos encomendado al poder de Dios, y del cielo suponemos las fuentes. En fin, hemos construido unas cisternas en todas las partes de las casas para acoger los ríos que Dios derrame desde las nubes y de donde chorreen por igual los cóncavos mármoles llenos hasta los bordes. Pero si alguna vez se presentara una escasez de agua la plaza, adornada por variadas figuras en una distribución intencionada y resplandeciente por la forma de las piletas y las fontanas pintadas, seguirá siendo digna de verse aun con las fuentes secas.” (Paulino de Nola, Poemas, 27, 460)

Reconstrucción virtual de Villa San Marco, Stabia, Italia


Parte de la experiencia sensorial obtenida de estas construcciones se debía a sus programas decorativos. Se importaban materiales lujosos de todas partes lo que acentuaba la propaganda imperial de que el poder de Roma era omnipresente y llegaba a donde quería.

“Además añadió: M. Caecilius, hijo de Marcius, de la tribu Julia, Rufus Concordia, centurión de la legión tercera Cirenaica, , anteriormente oficial jefe de Aelius Julianus, prefecto de los guardias, honró a nuestro emperador L. Aurelius Cómodo Antonino Pio Félix Augusto y dedicó un ninfeo tetrástilo, una crátera con una columna pequeña y un altar con una columna pequeña de mármol y otra columna pequeña, e igualmente decoró con un orbiculum con una columna pequeña y otros objetos, como regalo a Júpiter Dolichenus. Lo dedicó a través de Clodius Catullus, prefecto de los guardias, con Orbius Laetianus, subprefecto, y Castricius Honoratus, tribuno de la segunda cohorte de los guardias, el día antes de las calendas de agosto, cuando Apronianus y Bradua eran cónsules; Herculanius Liberale, el asistente de la enfermería se encargó de que se hiciese.” (CIL 6.414b, ILS 2.1.4315b; Santuario de Júpiter Doliqueno, Roma, 191 d.C.)

Reconstrucción virtual de ninfeo

La decoración de fuentes y ninfeos, además de embellecer la estructura edificada, podía hacer referencia a la historia, los mitos y la religión.

Por ejemplo, como ornamentación se podía usar las figuras de divinidades fluviales y de las ninfas como símbolos del agua, y las estatuas de los emperadores reinantes, de miembros de la familia imperial o de ciudadanos ilustre y benefactores de la ciudad.

“Allí se extiende el excelso Templo de las Ninfas, que atrae todas las miradas por el brillo de sus mármoles, sus abigarradas columnas, sus radiantes pinturas y el caudal de sus fuentes.” (Libanio, Discursos, 11, 202)


En el siglo III d.C. en Perge, actual Turquía, Aurelia Paulina, sacerdotisa de Artemis, puso su dinero para erigir una fuente monumental para abastecer de agua a la ciudad, dedicado a la diosa Artemis Pergaia, patrona de la ciudad, y a la familia imperial. Aurelia, de origen sirio, se trasladó a Perge y allí, una vez viuda, llevó a cabo su acto evergético, manteniendo la tradición de la ciudad al dedicar la fuente a Artemis y manifestando su compromiso con la cultura romana al dedicar también la obra a la familia imperial y erigir sus estatuas que formaban parte de la decoración.

“Aurelia Paulina, sacerdotisa perpetua de la patrona Artemis Pergaia, hija de Apellas, hijo de Dionisos, y de Aelia Tertulla, anteriormente sacerdotisa del culto imperial en la ciudad de Sillyum junto a su difunto marido Aquilius, hijo de Kidramuas, a quien le ha sido concedida la ciudadanía romana por el emperador Cómodo. Construyó e inauguró el hydreion (fuente monumental) y toda su decoración con su propio dinero.”

Ninfeo de Leptis Magna, Libia, Ilustración de Jean-Claude Golvin

Los santuarios surgidos en el entorno de un manantial eran lugares religiosos muy populares, que permitían la veneración del agua en su origen, ya que se consideraba al agua un elemento vivificador que era un regalo de los dioses para el bienestar de los humanos.

"¿Has visto alguna vez la fuente del Clitumno? Si no las has visto aún (y pienso que aún no, de otro modo me lo hubieses comentado), hazlo; yo las he visto hace muy poco, y lamento profundamente la tardanza. Se levanta una pequeña colina, cubierta con un umbroso bosque de viejos cipreses. Al pie de esta brota una fuente que se expande en diversos brazos de diferente tamaño, y una vez superado el remolino que forma, se abre en un amplio estanque, tan transparente y cristalino, que podrías contar las monedas que han sido arrojadas y los cantos rodados que brillan en el fondo… Cerca se encuentra un templo antiguo y venerado. Hay una imagen del propio dios Clitumno de pie, vestido y adornado con una toga pretexta. Las tablillas prueban la presencia del dios y sus poderes proféticos. Alrededor se encuentran numerosas capillas, tantas como dioses. Cada una tiene su propio culto, su nombre, algunas también sus propias fuentes, pues además de aquella corriente que es, por así decirlo la madre de todas, hay otras de menor caudal que tienen orígenes diferentes, pero que se mezclan con la corriente principal en un lugar donde hay un puente.” (Plinio, Epístolas, VIII, 8)

Ninfeo dórico, Villa de Domiciano. Ilustración de Carlo Labruzzi

Los ninfeos formaban parte del paisaje urbano y agradaban a los ciudadanos por lo que los miembros de la sociedad que querían asegurar su status social y deseaban ser recordados por sus actos benéficos costeaban su construcción.

“C. Titius Antonius Peculiaris, decurión de la colonia de Aquincum, decurión del municipio de Singidunum, duoviro, flamen, sacerdote de nuestro Augusto de la provincia de Panonia inferior, edificó este ninfeo con su propio dinero y proveyó el agua." (CIL III. 10496=ILS 7124, Aquincum, Panonia inferior, III d.C.)


En algunos casos pagaban por su rehabilitación, ya que muchos se deterioraban por el paso del tiempo y por el uso.

“Flavio Filipo varón preclaro Prefecto de la ciudad, el ninfeo sucio de roña contaminado y el mármol desnudo deformado reparó para devolverlo a su estado original”. (CIL 6, 1728ª)

Ninfeo de Butrinto, Albania. Foto de Piotrus

En los últimos tiempos del Imperio toda la infraestructura de la red hídrica estaba bajo el poder del emperador y su corte, ya que el agua se había convertido en un recurso clave para la exhibición de poder, que se reflejaba en la provisión de fuentes de agua corriendo para consumo de la población, para los baños públicos y los ninfeos.

“Pero también Constantina padecía desde antaño, de una manera insoportable, por el aprovisionamiento de agua. Pues en el exterior, a una distancia de una milla, hay fuentes de agua potable y, a continuación, surge en abundancia una gran arboleda con ejemplares que llegan hasta el cielo. Sin embargo, en el interior, donde resulta que las calles no están en llano sino en pendiente, la ciudad estaba desde antiguo sin agua, padecía sed y sus moradores se encontraban de siempre con esa gran carencia. Pero el emperador Justiniano hizo pasar la corriente de agua al interior del muro por medio de una conducción y adornó la ciudad con fuentes que manaban sin cesar, razón por la que se le puede llamar con justicia fundador de la ciudad. Así, pues, los hechos referentes a estas ciudades se llevaron a cabo de ese modo por el emperador Justiniano.” (Procopio, Edificios, II, 6)

Fuente de Ein Hanniya, Israel. Foto de Assaf Peretz

El dios romano de las fuentes, cascadas y pozos era Fontus, cuyo festival, Fontinalia, se celebraba el 13 de octubre en Roma. Ese día se arrojaban flores a las fuentes y se adornaban los brocales de pozos con guirnaldas.

“Las Fontanales (Fontanalia) recibieron su denominación por Fons, porque este día es su fiesta. Por esto entonces lanzan coronas al interior de las fuentes y también ponen coronas a los pozos.” (Varrón, Lengua Latina, VI, 22)

Fontinales, pintura de Emilio Vasarri


Bibliografía

 

El ninfeo romano. Tipologías y características. Aplicación de un método de análisis procedente de la conservación; Lucía Gómez Robles
Descripción de algunas fuentes romanas de la vía de Numancia a Augustóbriga; Clemente Sáenz Ridruejo, Eugenio Sanz Pérez, Laura Catalá Ribero
El agua en la literatura grecolatina; Ramón Teja Casuso
Water Culture in Roman Society; Dylan Kelby Rogers
Terminal Display Fountains ("Mostre") and the Aqueducts of Ancient Rome; Peter J. Aicher
Fountains and the Ancient City. Social Interactions, Practical Uses, and Pleasant Sights; Nicolas Lamare
Water-Display and Meaning in the High Roman Empire; Dylan Kelby Rogers
Fountains and nymphaea; Franz Glaser





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