San Casciano, Toscana , Italia |
Las aguas minero-medicinales se conocen desde tiempo inmemorial, pues la diversidad de olor, sabor y temperatura, con respecto a las del agua común, hicieron que el hombre les prestara especial atención e intentara averiguar qué provecho podría obtenerse de tal circunstancia.
La práctica de los baños como medio recreativo, terapéutico y
medicinal pasó de Grecia a Roma y los romanos, siempre admiradores de los
griegos, la adoptaron como algo habitual, aunque preferían las aguas termales calientes
a las aguas minerales frías, quizá por la complacencia con la que se entregaban
al uso de los baños calientes como parte de su vida doméstica. Los romanos
lograron sobrepasar con mucho a los griegos a la hora de emplear y aplicar las
aguas minerales en los tratamientos para los enfermos.
montañosos y ahora temibles para las bestias nativas,
donde sólo el matorral ocupaba las alturas antes desiertas
y tétrica sombra se asentaba en caminos inaccesibles,
¿con qué alabanza os cantaré y en qué largo verso os realzaré,
pues en vosotras se ha erigido y colocado nuestra salud?
Ahí también ante mansiones para él extrañas el calor
se pasma recrecido y la tierra suministra cálidas aguas.
[¿Quién no consideraría estéril este suelo? Brotan humeantes
los pastos, lozanea de hierbas el pedernal recocido.
El interior de la tierra pare fomentos inocuos para el cuerpo
y el ardor atempera su naturaleza con benigno fuego.
Y cuando así las peñas duras de calor se derriten,
las plantas desprecian los fuegos y reverdecen.” (Antología Latina, 350)
Es posible que los
primeros en utilizar las aguas minerales fueran enfermos que, no encontrando
alivio con otros remedios, experimentaran cierta mejoría al bañarse en estas
aguas de forma casual y que al observar en ellas algunas características
especiales, como podían ser los vapores emanados, llegaran a atribuirles
cualidades sagradas.
“Felices las gentes que habitan cerca de ti, quienes
pueden considerar a Apono como propiedad suya. A ellos no los dañan las pestes
de la tierra, ni el soplo corrompido del Austro, ni Sirio, con su implacable
ardor, sino que, aunque Láquesis los condene con su mortífero hilo, buscan en
aquel lugar destinos más prósperos para sí. Y si por casualidad hincha sus
miembros un humor maligno oí sus vísceras verdean debilitadas por un exceso de
bilis, no abren sus venas, ni curan sus heridas con otra, ni toman brebajes
preparados con amargas hierbas: con tus aguas reparan sin sufrimiento el vigor
perdido y se calma el malestar mientras el enfermo se entrega al ocio.” (Claudio
Claudiano, Aponus)
Agua termal de Bullicame, Viterbo, Italia |
Por ello, el agua fue considerada en la antigüedad como
emanación de una divinidad benefactora, que otorgaba su esencia divina a
aquellas aguas que se distinguían por sus virtudes curativas, es decir, a las
aguas consideradas medicinales.
Aunque los
médicos advirtieran los efectos terapéuticos obtenidos por el uso de
determinadas aguas y recomendaran el uso del agua mineral para el tratamiento
de un gran número de enfermedades, para la inmensa mayoría del pueblo era la
intervención de un poder sobrenatural con poderes mágicos el que lograba la
curación y por ello era venerado en esas aguas.
En la antigua Grecia
ya era frecuente la relación entre salud, agua y religión y muchos de los
grandes santuarios como Epidauro y Delfos, estaban ubicados en manantiales con
propiedades curativas. Muy diversas divinidades fueron veneradas en relación
con las aguas termales. En muchas provincias romanas, las ninfas, divinidades
protectoras de la naturaleza, recibieron culto junto a los manantiales de aguas
termales.
“Una vieja sirvienta con los pies impedidos,
al oír la buena noticia de unas aguas sanadoras,
se presentó un día deslizándose con el cayado de encina que servía de sostén a la lisiada.
La compasión se apoderó de las Ninfas que
habitan en las laderas del resonante Etna, la húmeda
mansión de su padre, el voraginoso Simeto.
Las ardientes aguas del Etna endurecieron
sus débiles extremidades:
ella cedió a las Ninfas su báculo y éstas, alegres con el regalo, consintieron en dejarla partir sin muleta.” (Antología
Palatina, 489)
Ninfas del agua, Museo de Chesters, Northumberland, Inglaterra, (foto Flickr Mike Bishop) |
El culto a las aguas entre los celtas de la Edad del Hierro está bien documentado, aunque no fue hasta la llegada de los conquistadores romanos cuando las fuentes termales alcanzaron gran valor en toda Europa. Por ejemplo, en el caso de la actual Bath, en Inglaterra, se fundó una ciudad con el nombre de Aquae Sulis, sobre tres manantiales de aguas termales.
Se construyó un complejo termal que constaba
de una gran sala de baños y un templo principal dedicado a Sulis Minerva,
además de otros edificios civiles y religiosos. Una dedicatoria en nombre de
Adriano indica el patronazgo imperial y el compromiso del emperador con el culto
del santuario.
“Hay en su interior muchos y grandes ríos, fuentes
termales hermoseadas con suntuoso fasto para goce de los humanos: es patrona de
estas fuentes la diosa Minerva, en cuyo santuario el fuego perpetuo jamás se
convierte en blancas cenizas, sino que cuando el fuego se descompone se
convierte en una masa pétrea.” (Solinus, Colección de hechos memorables).
Contiguo al templo y al manantial de agua caliente se encontraba el balneario en el cual se podían distinguir diferentes ambientes: el conjunto de las termas occidentales, el de las orientales, una sala de calor seco (laconicum), un baño circular y una gran piscina (natatio).Minerva Sulis, Bath, Inglaterra |
La existencia de estas instalaciones y la posibilidad de venerar a una divinidad local hicieron factible la celebración de mercados, durante los cuales podían hospedarse y acceder a los baños en el mismo lugar, que acabó favoreciendo la creación de la ciudad de Bath.
Termas de Bath, Inglaterra |
Este mismo proceso se dio en la creación de numerosas ciudades junto a manantiales termales por toda Europa, a los que los romanos daban el nombre de Aquae o un nombre derivado: Aquae Flaviae (Chaves, Portugal), Aquae Bilbilitanorum (Alhama de Aragón) y Aquae Caprense (Baños de Montemayor, Cáceres) en España, Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) y Aquis Calidis (Vichy) en Francia, Aquae Mattiacae (Wiesbaden) y Aquae Granni (Aquisgrán) en Alemania, Aquincum (cerca de Budapest), además de muchas otras. También en las provincias fuera de Europa se edificaron instalaciones termales sobre manantiales mineromedicinales: Aquae Flavianae, en el Hamma, Argelia. Otras ciudades ya funcionaban como lugares con tratamiento de aguas termales antes de la llegada de los romanos, como Hierápolis en Turquía, que se estableció como complejo termal bajo el imperio seléucida en el siglo II a. C.
Dioses
relacionados con la salud fueron también Salus, Esculapio e Higia cuyas
estatuas solían presidir estancias y piscinas sacralizando así con su presencia
el baño termal. Apolo, en su función de dios oracular al que se acudía
frecuentemente para consultar remedios para la curación, es otra de las
divinidades relacionadas con el culto al agua. Otras divinidades que recibían
culto como protectoras de la salud eran Minerva, Mercurio y entre otros dioses
de origen oriental como Isis o Mitra.
La
inscripción más importante en Hammat-Gader, Israel, lleva el nombre y el título
de la Emperatriz Eudoxia, esposa de Teodosio II (408-450 d. C). En estilo
poético, glorifica las fuentes termales y menciona las partes de los baños,
tres figuras de la mitología griega, Higia, Galatea y Paean, el médico de los
dioses. La emperatriz visitó los baños, aunque no se sabe el motivo de su
estancia allí.
“En mi vida muchas e infinitas maravillas he visto,
Pero, ¿quién, a pesar de sus muchas bocas podría
proclamar, noble Clibanus,
tu fuerza, siendo un pobre mortal? Más bien
es justo que seas llamado un nuevo océano ardiente,
Paean y fuente de vida, proveedor de arroyos dulces.
De ti nace el infinito oleaje, aquí uno, allí otro,
En este lado hirviendo, pero allí a veces frío a veces
tibio.
Derramas tu belleza en cuatro tetradas de manantiales.
Indio y Matrona, Repentius, Elías el Santo,
Antonino el Bueno, rocosa Galatea y la misma
Hygeia, la gran piscina tibia y la pequeña piscina tibia,
La perla, el viejo Clibanus, indio, y también otra
Matrona, Briara y la Monja, y la (fuente) del Patriarca.
Para los que sufre dolor tu fuerza poderosa (es siempre
constante).
Pero (yo cantaré) de Dios, famoso por la sabiduría, (para
que te salve),
Para el beneficio de los hombres y por tu (utilidad
eterna).”
La devoción a la diosa Fortuna, a la que se relacionaba con
el culto del agua y las fuentes subterráneas, fue propiciada en algunos
establecimientos termales y también en los baños militares por su acción
benefactora en la higiene de los soldados, los cuales le dedicaban ofrendas
votivas e inscripciones en agradecimiento por su protección y curación.
De este modo, los establecimientos termales que surgen a lo largo de los siglos y que se nutren de aguas con cualidades especiales van a ser considerados lugares de culto, pues así lo demuestran las inscripciones y los ex-votos hallados en muchos de ellos. El ir de cura a uno de tales establecimientos constituía al mismo tiempo una peregrinación.
Diosa Fortuna, Museo de Aquincum, Budapest, Hungría |
De este modo, los establecimientos termales que surgen a lo largo de los siglos y que se nutren de aguas con cualidades especiales van a ser considerados lugares de culto, pues así lo demuestran las inscripciones y los ex-votos hallados en muchos de ellos. El ir de cura a uno de tales establecimientos constituía al mismo tiempo una peregrinación.
“Me apetece conocer las termas
que toman su nombre de un toro, pues desviarse 3 millas no representa un serio
retraso. Los manantiales no tienen allí el defecto de amargos regustos ni sus
aguas calientes están saturadas de vapores de azufre. La pureza de olor y la
suavidad de sabor hacen dudar al bañista qué aplicación darles mejor. Si se ha
de dar crédito a la leyenda, fue un toro el que al descubrir el manantial nos
proporcionó estos baños termales, pues suele anunciar su embestida arrancando
terrones y frotando sus cuernos amenazadores contra un duro tronco; …” (Claudio
Rutilio Namanciano, El Retorno)
Tepidarium, Termas Taurinas, Civitavecchia, Italia |
Entre los restos arqueológicos de antiguos balnearios se han
hallado exvotos de acción de gracias, con formas relativas al cuerpo humano,
ofrecidos por dedicantes a la divinidad por la curación de su enfermedad.
“Si una gruta excavada hasta lo
hondo en las rocas deja como colgando a un monte, no por factura humana, sino
minada en tan vasta amplitud por causas naturales, suscitará en tu alma un
cierto sentimiento de religiosidad. Las fuentes de los grandes ríos las
veneramos. A la súbita aparición de un inmenso caudal de las entrañas de la
tierra se le dedican altares; se veneran los manantiales de aguas termales, y a
ciertos estanques la obscuridad o inmensa profundidad de sus aguas los hizo
sagrados.” (Seneca, Epístolas, XLI, 3)
Gruta de las ninfas, Calabria, Italia |
Fueron numerosos los médicos de la Antigüedad que se
interesaron por este tipo de tratamiento, y así lo hacen constar en algunas de
sus obras: Hipócrates de Cos, Celso, Dioscórides, Sorano, Galeno, Oribasio,
entre otros, se ocupan en mayor o menor medida de la utilización de las aguas
minerales y de sus indicaciones.
No fue hasta los últimos años de la República que la hidroterapia
se introdujo en Roma gracias a Asclepíades de Bitina, quien, sin embargo, no se
ocupa de las aguas medicinales en particular. Después es Celso quien, en su
obra De medicina, proporciona detalles
sobre la hidroterapia y los beneficios que se pueden obtener de la aplicación
de los baños. Aunque no es muy preciso en sus referencias al agua mineral, sí recomienda
los baños salados naturales para la parálisis, los baños en fuentes medicinales
frías para el estómago, y para la hidropesía las estufas secas naturales, como
la de Bayas. Dioscórides, quien menciona brevemente las aguas minerales, se
refiere sólo a las saladas, sulfurosas y aluminosas, y considera que tienen la
propiedad de desecar.
Termas Aquae Flavianae, El Hamma, Argelia |
A comienzos del siglo II Antilo y de Arquígenes son los
primeros médicos que clasifican el mayor número de aguas minerales conocidas
hasta el momento y Rufo de Efeso clasifica las aguas medicinales hablando en
diversos lugares de sus propiedades.
Los métodos terapéuticos empleados en las termas de aguas
mineromedicinales pasaron pronto a la práctica cotidiana y se emplearon también
en las termas urbanas. Galeno de Pérgamo, médico de Marco Aurelio, recopiló los
consejos emitidos por diversos autores en el siglo I d. C, estableciendo cuatro
momentos esenciales:
Sudar
mediante el ejercicio o la permanencia en el laconicum, porque el sudor ayuda a expulsar los malos humores y a
limpiar la piel.
Tomar un baño
caliente y frotar la piel con strigiles para
eliminar la suciedad y las toxinas.
Continuar con
un baño frío por inmersión, para vigorizar el cuerpo y activar la circulación.
Finalmente,
darse masajes y unciones con aceite y ungüentos, para defender el cuerpo de la
temperatura exterior.
Estrígilos de bronce |
Los métodos terapéuticos griegos recogidos por Galeno en el
siglo II siguieron aplicándose durante toda la época imperial y fueron
recogidos en el siglo IV por Oribasio, médico del emperador Juliano, quien formula
prescripciones muy precisas sobre la duración de los baños y las curas con
aguas minerales: si el tratamiento va a durar tres semanas, recomienda empezar
por bañarse durante media hora y aumentar la duración del baño hasta llegar a
las dos horas al séptimo día, continuar así durante la segunda semana, y a
partir de la tercera disminuir el tiempo en la misma proporción que al
comienzo.
Una vez conocidas y distinguidas las diferentes clases de
aguas medicinales, fue la observación y la experiencia lo que llevó a los
médicos antiguos a recomendar las diferentes aguas para determinadas
enfermedades.
“Unas son dulces, otras tienen
distintos grados de aspereza. De hecho, se dan entre éstas las saladas, y las
amargas o medicinales; entre estas últimas consideramos las sulfurosas,
ferruginosas y aluminosas. Indicio de sus propiedades es el sabor. Poseen además
muchas cualidades distintivas. En primer lugar, el tacto: las hay frías y
calientes; después, el peso: las hay ligeras y pesadas; después, el color: las
hay transparentes, turbias, azuladas, macilentas; después, la salubridad: en
efecto, las hay curativas, las hay mortíferas, las hay que se petrifican; unas
son ligeras, otras son grasas; unas alimentan, otras pasan sin beneficiar en
nada al que las bebe; algunas, al beberlas, conceden la fertilidad.”
(Séneca, Cuestiones Naturales, III)
Baños de San Filipo, Toscana, Italia |
Aunque las aguas medicinales se pueden clasificar desde
diversos puntos de vista como la temperatura, la localización, o la
característica geológica del terreno, la que actualmente se utiliza es la misma
en la que se basaron los autores de la antigüedad, su mineralización, es decir,
los elementos químicos que pueden encontrarse en su composición. Aprendieron a
distinguir las diferencias existentes entre las distintas aguas
minero-medicinales según contuvieran azufre, nitro, sal, hierro, etc.
“Todas las aguas calientes tienen
propiedades medicinales, aun teniendo un sabor desagradable; se debe a que las
aguas están muy recalentadas, lo que provoca que adquieran virtualidades
añadidas. Las aguas sulfurosas son una buena terapia para las enfermedades de
los nervios, ya que van consumiendo con su poder calorífico los humores nocivos
del cuerpo humano. Las aguas aluminosas son muy efectivas cuando los miembros
pierden su movilidad por una parálisis o por alguna enfermedad similar, pues,
al circular por los poros abiertos, con la fuerza de su calor contrarresta la
frialdad de los miembros atrofiados, que recuperan su motricidad primitiva.
…Existen también unas aguas frías con elementos alcalinos - como son las aguas
de Penna, en la tierra de los Vestinos; las aguas de Cutilio y otros lugares
semejantes- que al beberlas actúan como purgantes al pasar por los intestinos e
incluso reducen los tumores de las paperas.” (Vitruvio, VIII, 3)
Termas de Caldes de Montbui, (foto wikicommons/Josemanuel) |
Las instalaciones que se edificaron para albergar a los
enfermos que acudían a los manantiales termales para lograr aliviar sus
dolencias eran diferentes a las termas urbanas que permitían el aseo de los
ciudadanos. Al no tener que calentar el agua no se requería la construcción del
complejo sistema de calefacción por hipocausto. El agua no debía transportarse
para no perder sus propiedades terapéuticas y el tamaño de las piscinas o
bañeras dependía del tratamiento a aplicar, si era necesario sumergir el cuerpo
entero o parte. Además, debía tenerse en cuenta que para mejor aprovechamiento
de las cualidades medicinales de las aguas había que tener salas para vapores
secos o húmedos, duchas, envoltura en fango, inhalación o bebida.
A los enfermos que se atendía en los establecimientos
termales se les prescribía un tratamiento según su dolencia que podía consistir
en, dependiendo de la parte del cuerpo afectada, beber agua, bañarse, o bien
lavarse distintas partes del cuerpo, o duchas, gárgaras, o baños de vapor, o de
lodo, paños de agua caliente o fría y utilización de botellas de agua caliente.
Todo ello con el objetivo de obtener una mayor efectividad terapéutica.
“Las aguas bituminosas son un
buen remedio como purgantes, pues al beberlas curan las enfermedades internas
del cuerpo.” (Vitruvio, VIII, 3)
Las piletas para inmersión solían tener una profundidad de 1 m. aproximadamente y había pequeñas salas individuales para aquellos que no
quisieran compartir el baño común o cuya particular afección así lo exigiese.
Rufo de Éfeso al hablar de las enfermedades renales
recomienda qué tratamiento hacer con una inmersión.
“Lo mejor es un baño de vapor en
una bañera pequeña con la cabeza fuera, de forma que mientras el resto del
cuerpo se calienta, se pueda respirar aire frío.”
La tipología general de las termas medicinales se
caracteriza, precisamente, por la presencia de una estructura circular cubierta
por una cúpula, en cuyo centro se abre una claraboya (oculus) para dejar paso al aire y a la luz, regulada por medio de
un escudo o clipeus sujeto con
cadenas, con hornacinas o nichos en los muros destinados a contrarrestar los
empujes laterales de la cubierta y con una piscina en el centro llena del agua
del manantial, que surge en ese mismo lugar o es llevada hasta allí por medio
de canalizaciones.
Templo de Mercurio, Bayas (Baia), Campania, Italia |
Con frecuencia, la cámara central está rodeada de pequeñas
salas con bañeras o piscinas individuales. Las salas de vapor debían ser
redondas también según recomendación de Vitruvio.
“En medio de la bóveda, en su
parte central, déjese una abertura de luz, de la que colgará un escudo de
bronce, mediante unas cadenas; al subirlo o al bajarlo se irá ajustando la
temperatura de la sala de baños de vapor. Conviene que la sala de baños de
vapor sea circular con el fin de que, desde el centro, se difunda por igual la
fuerza de las llamas y la del vapor, por toda la rotonda de la sala circular.”
(Vitruvio, V, 10, 5)
Otra forma de utilización de las aguas minerales era la
exposición del enfermo a sus vapores, ya sea en las llamadas estufas naturales,
ya sea en las salas preparadas al efecto. Celso, Antonio Musa y, sobre todo,
Galeno de Pérgamo en el siglo II, establecieron un método hidro-terapéutico
basado en la alternancia de calor y frío tras una abundante sudoración, que
actuaba eficazmente sobre los problemas circulatorios, favoreciendo la
desintoxicación y la reactivación del organismo.
“Un anfiteatro de roca viva
concentra los vapores cercados; sin peso flota la tierra con una delgada
corteza y, ruina fiable que nunca va a ceder el peso de las personas que la
pisan, sostiene los temblorosos pies. La creerías obra hecha por la mano del
hombre: tan lisamente envuelve su curvatura el límite del agua y, fina y
sólida, se mantiene rígida. En el lago permanecen inmóviles las aguas,
alcanzando el límite de los bordes, y temen traspasar el margen establecido. El
agua que sobra la lleva una corriente precipitada por la roca inclinada y busca
la superficie encorvada de la llanura. Una espina con un canal natural lleva la
linfa recibida, de allí cae a anchos conductos de plomo; sin ruido alguno estos
caños, impregnados de húmedos sedimentos, espumean blancos una sal nívea. Por
diversos lugares esparce sus múltiples poderes y, siguiendo las artimañas con
las que la guiaron las manos del hombre, continúa su camino tortuoso; corre por
los acueductos en rápida corriente y calienta los arcos con las emanaciones de
su fuego errante. Más adentro, con el murmullo de la roca resonante, la
corriente estrellada violentamente arroja un espumoso vapor más ardiente. Luego
los enfermos, agotados por el sudor, buscan las estancadas lagunas a las que el
largo reposo dio una dulce frescura.” (Claudio Claudiano, Aponus)
Baños de la Hedionda, Casares, Málaga, España |
Celso recomendaba sudar como terapia médica, y afirmaba que
se podía conseguir mediante el calor seco (el de la arena caliente, de los
lacónica y de los hornos, y el de «algunos lugares naturales donde el vapor
caliente exhalado del suelo se encierra en un edificio, como en las grutas de
Baia»), y mediante el baño caliente.
“Se puede provocar la sudoración
de dos formas, por calor seco, o por el baño. El calor seco procede de la arena
caliente, de las salas de sudoración lacónicas, de las estufas secas, donde el
vapor caliente que exhala la tierra se confina en un edificio, como ocurre en
los bosques de mirtos de Baia. También se puede conseguir del sol y del ejercicio.
Estos tratamientos son útiles siempre que el humor provoque daño interno, y ha
de dispersarse.” (De Medicina, II, 17)
Plinio recomienda los baños de lodo en algunos casos, pero dejándolo secar al sol.
Laconicum, Termas de Évora, Portugal |
Plinio recomienda los baños de lodo en algunos casos, pero dejándolo secar al sol.
“El propio barro de las fuentes
minerales se puede emplear para bien, pero para ser efectivo, después de
aplicarse al cuerpo, se debe dejar secar al sol.” (Plinio, Historia
Natural, XXXI, 32)
Termas de Ischia, Italia |
La utilidad del agua del mar como elemento beneficioso para
la salud (talasoterapia) se cita en los textos clásicos puesto que la sal se consideraba en el
mundo antiguo como uno de los elementos minerales básicos para el tratamiento
de las enfermedades.
En algunos tratamientos se recurría a beber el agua de las
fuentes, a veces en cantidades tan exageradas, que, como apunta Plinio, llegaba
a ser contraproducente.
“Hay otro error cometido por los
que se enorgullecen de beber grandes cantidades de agua; y yo mismo he visto a
personas tan hinchadas que los anillos de sus dedos estaban completamente
ocultos por la piel, debido a su incapacidad de evacuar la vasta cantidad de
agua que habían ingerido. Por ello estas aguas deberían tomarse con una pizca
de sal de vez en cuando.” (Plinio, Historia Natural, XXXI, 32)
Por ello se citan fórmulas para tratar las enfermedades que
iban enriquecidas con agua de mar, como la thalassomeli,
con agua de mar, agua de lluvia y miel, que una vez reposada servía para
aliviar el vientre sin provocar molestias en el estómago.
Fuente de las termas de Fordongiano, Aquae Ypsitanae, Cerdeña, Italia |
Suetonio refiere cómo Augusto hacía uso de las aguas termales
y del mar para aliviar algunas de sus dolencias:
“… cuando a causa de los nervios
necesitaba baños de mar o los termales de Albula, se contentaba con sentarse en
una pieza de madera, a la que daba el nombre hispano de dureta y sumergía las manos y los pies alternativamente.” (Vida
de Augusto, LXXXII)
Algunos autores defendieron que los enfermos debían bañarse
en agua templada, en bañeras para poder aguantar más tiempo, o con agua fría, a
ser posiblemente directamente en el mar. Oribasio da indicaciones siguiendo a
Galeno:
“La mejor agua para tomar un baño
frío, sobre todo cuando se empieza a tener esa costumbre, es el agua del mar,
porque está provista de una virtud refrescante suficiente, y el picor que
produce la sal que ella contiene, en ocasiones puede calentar. Pero, sea cual
sea el tipo de agua, debe ser pura y transparente, y no provenir del fondo o
del puerto, o ser estancada de ninguna forma.” (Oribasio, X, 7, 23)
También aconseja como alternar los baños de mar con agua a
diferente temperatura:
“Como los enfermos exigen a
menudo el empleo sucesivo de agua a diferentes temperaturas, lo mejor es que,
en el caso donde nosotros nos proponemos emplear una después de la otra, de
agua caliente y fría, deberíamos comenzar por el agua caliente; y así en los
baños de agua de mar deberían igualmente venir precedidos de baños de agua
caliente.” (Oribasio, X, 39)
Palea Kameni, Santorini, Grecia |
Con referencia a las propiedades del agua de mar incluye los
baños de arena como un tratamiento saludable:
“Hacia el final del tratamiento
envolveremos con arena completamente al enfermo, porque es bueno que el
tratamiento se extienda por todo el cuerpo y que el efecto útil del mismo se
haga sentir también a través de las partes no enfermas, sobre todo en aquellos
que quieren tomar en seguida un baño frío. En ese sentido, se deberá tener
previsto, al lado de las fosas, cubos de agua dulce y también bañeras de agua
de mar, en las cuales se hará entrar a los enfermos cuando estos hayan terminado
de transpirar. Después de la salida del baño, se les hará afusiones y
fricciones con aceite.” (Oribasio, X, 8, 11)
El hecho de trasladar agua marina de áreas de reconocido
prestigio por la calidad de su salinidad parece haber sido habitual en el mundo
antiguo, aunque se pensaba que su transporte hacía perder su eficacia y además
se consideraba una extravagancia por el alto coste que implicaba. Según
Suetonio, Nerón se hizo llegar agua termal y de mar hasta su casa de Roma, la
Domus Aurea.
De la importancia que se daba al agua de mar hay ejemplos
como la inscripción de un establecimiento de baños en Pompeya anunciando agua
de mar para atraer más clientes.
Las termas de Marcus Crassus Frugi. Baños de agua de mar y baño de
agua fresca. Januarius L. Museo
Arqueológico de Nápoles.
Por la importancia que todos daban al agua de mar, incluidos
los habitantes de áreas de interior, se tenía en cuenta la posibilidad de
obtener agua salada de forma artificial, la cual, aunque sin tener la misma
calidad que la marina, cumplía razonablemente con su función terapéutica.
Plinio describe cómo conseguir agua salada utilizando sales de diversa
procedencia:
“Se ha descubierto un
procedimiento para procurarse cada uno el agua de mar. Un sextario de sal por
cuatro de agua tiene el poder curativo y las características del agua de mar
más salada. Pero se considera más razonable mezclar la medida de agua
mencionada anteriormente con ocho ciatos de sal, porque así calienta los
nervios y no irrita el cuerpo.” (Plinio, Historia Natural, XXXI, 34)
Baño Vignoni, Toscana, Italia |
Algunas ciudades, famosas por sus aguas, se convirtieron en
lugares de moda, a las que los ricos aristócratas e incluso emperadores acudían
asiduamente para recuperar la salud, relajarse o disfrutar del entorno en el
que se enclavaban. Es el caso de Baia, en el Golfo de Nápoles, donde se
construyeron villas de recreo y establecimientos termales, que se conoce
actualmente por las numerosas referencias literarias y por los restos
sumergidos bajo el mar.
“En ningún lugar son tan
abundantes las aguas mineromedicinales como en la bahía de Nápoles, ni con más
tipos de aplicaciones terapéuticas… En Baia las aguas llamadas Posidanias, que
reciben su nombre por un liberto del emperador Claudio, incluso cuecen viandas.
Las que fueron propiedad de Licinio Craso emiten vapores incluso en el mar, y
entre las olas surge una cierta corriente salutífera.” (Plinio, Historia
Natural, XXXI)
Algunos emperadores quisieron distinguirse de sus antecesores
construyendo más instalaciones que contribuyeran a mejorar la atención a los
enfermos que acudían a la famosa ciudad atraídos por la calidad de sus aguas
termales, además de embellecer el entorno que acogió lujosas mansiones de
ciudadanos romanos que huían del tumulto de la capital.
“También ésta (Baia) es una villa
de Campania, y queda distante de Dicearquía unos cinco estadios. En ella hay
viviendas regias dotadas de lujosos paramentos, por alardear los respectivos
emperadores de superar a sus predecesores. El lugar en cuestión ofrece baños de
agua caliente que brota espontáneamente del suelo, buenos para la curación de
los enfermos y que contribuyen de una manera singular para llevar un género de
vida regalado.” (Flavio Josefo, Antigüedades Judías, XVIII, 249)
Mosaico de Bayas (Baia), Museo Fitzwilliam, Cambridge, Inglaterra |
Plutarco cuenta que Mario, que luchó contra Yugurta, rey de
Numidia, fue aconsejado acudir a los manantiales termales de Bayas para tratar
su frágil salud:
“Mas el pueblo se dividió,
tomando unos el partido de Mario, y otros proponiendo a Sila, y diciendo que
Mario se fuera a Bayas a tomar baños termales y curarse de sus dolencias,
teniendo el cuerpo debilitado, como él decía, con la vejez y con el reuma.” (Vidas
Paralelas, Mario, XXXIV)
Pantelaria, Sicilia, Itlaia |
La temperatura del agua y el clima del entorno limitaban la
estancia de los que asistían a los baños termales pues en épocas estivales los
enfermos preferían buscar lugares más frescos.
“Vala, ¿cómo es en Velia el
invierno?; ¿qué clima tiene Salerno? ¿Qué gente vive en aquella comarca y cómo
es el camino? (Y es que Antonio Musa dice que Bayas no me aprovecha, pero hace
que Bayas me odie, ahora que me baño en aguas heladas en mitad del invierno. En
efecto, se lamenta ese pueblo de que se abandonen sus mirtos y se desprecien
sus aguas sulfúreas, de las que se dice que arrancan el mal que se asienta en
los nervios; y mira con malos ojos a los enfermos que osan poner su estómago y
su cabeza bajo las fuentes de Clusio (Toscana), y se van a Gabios (Lacio) y a
su fresca campiña.” (Horacio, Epístolas, I, 15)
La composición volcánica de toda la zona de Campania ayudó a
la proliferación de manantiales sulfurosos a los cuales acudían los residentes
locales y los viajeros para aliviar sus enfermedades.
“Delante de la Dicearquia
(Puteoli, Pozzuoli), en la tierra de los etruscos, hay en el mar una fuente de
agua hirviendo, y a causa de ello hay una isla artificial, de modo que esta
agua no es inútil, sino que les sirve para los baños calientes.”
(Pausanias, VIII, 7)
En Edipsos se conocían las fuentes termales como Los baños de
Heracles y allí fue Sila, el dictador, aquejado de gota durante su estancia en
Atenas, según Plutarco. Los manantiales sulfurosos surgen en varios puntos en
el interior para acabar arrojando vapor sobre las rocas de la costa del mar de
Eubea, dejando un depósito amarillento.
“Mientras Sila se detenía en
Atenas, le cargó en los pies un dolor sordo con pesadez, del que dice Estrabón
que es el tartamudeo de la gota. Se embarcó para Edepso, donde usó de aguas
termales, entreteniéndose juntamente y pasando el tiempo con los actores.” (Plutarco,
Sila, 26)
En Pérgamo, Turquía, fue famoso el santuario hospital dedicado a Asclepio, dios de la medicina. En el Asclepion, donde Galeno aprendió su oficio como médico, se administraba tratamientos que incluían dosis de agua de la fuente sagrada, ayuno, abluciones, baños de barro, masajes, ungüentos, hierbas, música, danza, plegarias y paseos por los jardines. Se inducía el sueño para que el dios, Asclepio, indicara al enfermo la causa y el remedio para su enfermedad y como los pacientes no eran capaces de interpretar el sueño acudían a los médicos-sacerdotes para su interpretación. Se practicaba la terapia de la incubatio, por la que mediante la sugestión algunos enfermos tendrían durante el sueño unas visiones en las que el dios Asclepio aparecía y los curaba o les indicaba el remedio para su curación.
Manantiales de Edipsos, Eubea, Grecia |
En Pérgamo, Turquía, fue famoso el santuario hospital dedicado a Asclepio, dios de la medicina. En el Asclepion, donde Galeno aprendió su oficio como médico, se administraba tratamientos que incluían dosis de agua de la fuente sagrada, ayuno, abluciones, baños de barro, masajes, ungüentos, hierbas, música, danza, plegarias y paseos por los jardines. Se inducía el sueño para que el dios, Asclepio, indicara al enfermo la causa y el remedio para su enfermedad y como los pacientes no eran capaces de interpretar el sueño acudían a los médicos-sacerdotes para su interpretación. Se practicaba la terapia de la incubatio, por la que mediante la sugestión algunos enfermos tendrían durante el sueño unas visiones en las que el dios Asclepio aparecía y los curaba o les indicaba el remedio para su curación.
Asclepeion de Pérgamo |
La asignación de importantes recursos militares a la
construcción de instalaciones médicas termales estuvo motivada no solo por el
interés general, sino por el bienestar de los propios soldados enfermos o
heridos que eran enviados allí y de los soldados sanos que encontraban en estos
lugares, espacio y tiempo para el ocio y esparcimiento. La presencia de las
tropas ayudó al crecimiento económico de estos enclaves termales, pero también
provocó cierta fricción entre los residentes y los militares allí asentados.
En una carta enviada al emperador Gordiano III en el año 238
d.C., por los habitantes de Scapropara en Tracia (Bulgaria), estos se quejan de
que los soldados de dos campamentos cercanos se acercan a los manantiales
termales que se encuentran en su villa y piden comida y alojamiento negándose a
pagar por ello a pesar de la orden del gobernador:
“Somos propietarios y residentes
de una villa cercana a dos campamentos militares, a la que muchos acuden a
causa de las fuentes termales… Cada año se celebra una famosa feria a dos
millas de la villa y los que vienen nos obligan a darles alojamiento y otros
servicios sin pagar; y los militares hacen lo mismo. Muchos de los gobernadores
de la región y muchos de tus inspectores llegan aquí por los manantiales. Los aceptamos,
pero no podemos aceptar a los otros. Hemos dicho muchas veces al gobernador de
Tracia que no podemos quedarnos en la villa, y que nos obligan a abandonarla
por esta explotación… Por tanto, te pedimos que no seamos violentados con
demandas de alojamiento, ya que el obispo ha ordenado que solo los emisarios
del gobernador y los inspectores sean alojados. En caso contrario,
abandonaremos nuestros hogares, y el tesoro real sufrirá una gran pérdida.”
Vista aérea de las termas romanas de Fordongiano, Cerdeña, Italia |
Con un
sentido práctico algún potentado romano podía prever como un buen negocio la
adquisición de terrenos con manantiales termales, como cuenta Plutarco que hizo
Catón:
“Aplicado luego a más crecida ganancia, miraba la
agricultura más bien como entretenimiento que como granjería; y poniendo su
solicitud en negocios seguros y ciertos, procuró adquirir estanques, aguas
termales, lugares a propósito para bataneros y terreno de buena labor, que
diese de suyo pastos y arbolados, de lo que le resultaba mucha utilidad, sin
que ni de Zeus, como él decía, pudiera venirle daño.” (Plutarco, Catón,
19)
No se puede
descartar que existiese una producción de envasado de agua minero-medicinal
para su venta posterior, aunque no parecen existir datos sobre ello. En la
pátera de Otañés, las escenas representadas parecen indicar que podía haberlo,
ya que se puede ver a un joven vertiendo agua de un ánfora en un tonel sobre un
carro, lo que podría interpretarse como que un particular hiciese acopio de
agua para su uso personal, o que formara parte de un transporte destinado al
comercio. Las otras escenas están dedicadas al culto a la diosa Salus, y al
tratamiento de los enfermos.
Bibliografía:
www.uam.es/otros/sepal/actas/actas_files/trabajos/02_Valencia/11%20Art.6.pdf; La terapéutica a través de las aguas sulfurosas en la Hispania romana; ENCARNACIÓN ORO FERNANDEZ
revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/download/4188/4027; La literatura médica clásica y la arquitectura de las termas medicinales; GLORIA MORA
revistas.ucm.es/index.php/ILUR/article/download/ILUR9898230003A/26847; TERMALISMO Y RELIGIÓN. La sacralización del agua termal en la Península Ibérica y el norte de África en el mundo antiguo; Francisco DIEZ DE VELASCO
https://digitum.um.es/jspui/bitstream/10201/16073/1/126581.pdf; EL BALNEARIO ROMANO: ASPECTOS MÉDICOS, FUNCIONALES Y RELIGIOSOS; Encarnación Oro Fernández
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2566118.pdf; Los baños de agua de mar en el mundo antiguo: una propuesta de estudio. Silvia González Soutelo
http://glirby.people.wm.edu/COLL100/Dvorjetski-HealingShrines.pdf; MEDICINAL HOT SPRINGS AND HEALING SPAS IN THE GRAECO-ROMAN WORLD; Estee Dvorjetski
http://www.traianvs.net/pdfs/2010_12_vega.pdf; Novedades sobre las Termas Legionarias en Britannia; Tomás Vega Avelaira
studylib.es/doc/8372972/la-diosa-fortuna.-relaciones-con-las-aguas-y-los-militare...; LA DIOSA FORTUNA. RELACIONES CON LAS AGUAS Y LOS MILITARES. EL CASO PARTICULAR DEL BALNEARIO DE FORTUNA (MURCIA); Rafael González Fernández
http://cojs.org/estee-dvorjetski-healing-waters-biblical-archaeology-review-30-4-2004/
https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20Patrimonio%20Cultural/La%20pieza%20del%20mes/2009/Pieza%20del%20mes%2003-2009.pdf; Pátera de Otañés
Presentaciones así, además de ilustrar, renuevan la cultura de las aguas termales.
ResponderEliminarMuchas civilizaciones de la antigüedad concedían gran importancia a la curación mediante las aguas medicinales. Saludos.
Eliminarme encanto tu blog muy interesante muy ilustrativo
ResponderEliminarAgradezco su comentario. Un saludo.
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