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lunes, 1 de marzo de 2021

Therma publica, las termas en la antigua Roma (I)

 

Acuarela. Wellcome Images.

“El pórtico era elevado, con ancha escalinata, más plana que empinada, para comodidad de los usuarios. Al entrar, nos aguarda una sala pública de amplias dimensiones, espera adecuada para criados y acompañantes; a la izquierda están los salones de recreo, muy convenientes, por cierto, para un balneario, con reservados acogedores y rebosantes de luz; a continuación de éstos se encuentra una sala, desmesurada para el baño, pero necesaria para la recepción de los ricos; tras ésta, a ambos lados, hay vestuarios suficientes para desnudarse, y en el centro una sala de gran altura y enorme claridad, con tres piscinas de agua fría, revestida de mármol de Laconia, con dos estatuas de mármol blanco, de factura arcaica, una de la Salud, y la otra de Asclepio.


Pintura de Alma-Tadema

Al salir nos aguarda otra sala suavemente caldeada, para no encontrar bruscamente la caliente, oblonga y redondeada; sigue a la derecha una sala muy bien iluminada, agradablemente preparada para los masajes, que tiene a ambos lados puertas embellecidas con mármol frigio, para recibir a quienes llegan de la palestra. A continuación, se encuentra otra sala, la más bella de cuantas existen, confortabilísima para permanecer en ella, de pie o sentado, en extremo tranquilo para detenerse a reposar, muy adecuada para vagar por ella, resplandeciente también de mármol frigio en su techumbre. Luego nos aguarda el pasillo caliente, revestido de mármol númida, y la sala contigua es bellísima, llena de luz abundante, y diríase teñida de púrpura, dotada de tres baños calientes.


Pintura de William Holmes Sullivan

Tras el baño, no tienes por qué regresar por las mismas habitaciones, sino que pasas directamente a la sala fría a través de una estancia suavemente templada, todo ello bajo una gran iluminación y abundante entrada de luz solar. Además, la altura de cada habitación es la adecuada, la anchura guarda proporción con la longitud, y por doquier brota la gracia y el encanto de Afrodita. Para decirlo con el noble Píndaro, «iniciada la obra, hay que dotarla de un rostro fulgurante». Ello puede lograrse sobre todo gracias a la luz, el resplandor y los ventanales, pues Hipias, que era verdaderamente sabio, construyó la sala de baños fríos cara al Norte, mas sin prescindir tampoco de los aires del Mediodía; en cambio, las que requerían mucho calor las orientó al Sur, Este y Oeste.


En el frigidarium, pintura de Pedro Weingärtner

¿Para qué continuar hablándote de las palestras e instalaciones generales de guardarropas, con rápido e inmediato acceso a las salas de baño, por razones tanto utilitarias como de seguridad? (Luciano, Hipias)



La historia de los baños públicos en Grecia comenzó en el siglo VI a.C., con la práctica del entrenamiento físico. El baño tenía su importancia no sólo en el ámbito del ejercicio, sino también por su pretensión de mantener la armonía entre el cuerpo y la mente. Las primeras instalaciones estaban al aire libre, a la sombra de los olivos, cerca de la palestra (área de gimnasio) y la exedra (lugar de la enseñanza de la filosofía). Su formación se realizó a partir de pilones circulares y ensanchados, conocidos como loutrones –  en la sala de baños anexa al gimnasio –. Las mujeres se rociaban utilizando afusiones de agua, mientras que los gimnastas se lavaban, y luego limpiaban su cuerpo de la arena con la que se habían cubierto para retener gotas de sudor durante los ejercicios físicos. Utilizaban para esto un estrígil o estrigilo, pequeño instrumento de hierro o bronce, de hoja curva que permitía raspar el polvo o la arena que cubría el cuerpo de los atletas.

“Allí, en Olimpia, el gimnasta lleva un estrígil, tal vez por esta razón: el atleta, en la palestra, no puede evitar cubrirse de polvo y barro. Además, está expuesto al sol; con el fin de que no se estropee el estado de su piel, el estrígil recuerda al atleta no sólo que debe usar aceite sino untárselo tan copiosamente que haga falta rascarlo con él después de la unción.” (Filostrato, Gimnástico, 18)


Izda, Hidria griega, Museo de Bellas Artes de Boston. Drcha, estrígilo,
Museo Metropolitan de Nueva York

Estos pilones de características diversas (rectangulares, profundos) eran de uso individual a modo de bañeras. A medida que la práctica de los ejercicios gimnásticos evoluciona, se desarrollan las dependencias acuáticas. Algunos gimnasios fueron embellecidos con piscinas, provistas de asientos que facilitaban las inmersiones. Encima de las piletas estaban incrustados los nichos para depositar las prendas de vestir.

El pórtico doble constará de los siguientes elementos: en su parte central, un «efebeo» (sala de tertulia), para ejercitarse los jóvenes, cuya longitud será una tercera parte mayor que su anchura; en la parte derecha se instalará el «coriceo» (lugar de entrenamiento) y junto a él, el «conisterio» (sala donde los luchadores cubrían sus cuerpos con un polvo para que no resbalasen sus miembros desnudos), desde el conisterio hasta el rincón o ángulo del pórtico se instalará una sala de baños, de agua natural, que los griegos llaman loutron; en la parte izquierda del efebeo estará situado el «eleotesio» (estancia para masajes con aceite) y muy cerca de él, el baño de agua fría; desde este baño hasta la esquina del pórtico correrá un pasillo o acceso hacia el «propnigeo» (estancia que precede al baño caliente). Pasando dentro, frente al baño de agua fría se situará una sauna abovedada con doble longitud que anchura; en sus ángulos o esquinas por una parte estará el lacónico con la misma estructura que antes hemos descrito y, frente al lacónico, se ubicará la sala para lavarse con agua caliente. (Vitrubio, V, 11, 1-2)


Baños griegos de Cirene, Libia

Inicialmente entre los griegos los baños fríos estaban asociados a la práctica deportiva y al entrenamiento de los soldados, y los baños calientes tenían una pésima reputación salvo que fueran prescritos por los médicos, ya que eran susceptibles de afeminar y ablandar el cuerpo, mientras que el agua fría lo curtía y templaba el temperamento.

En las casas romanas, durante el invierno, se aprovechaba el calor de la cocina para bañarse en agua templada en una sala próxima que denominaron lauatrina, pero durante la república la concentración en Roma de grandes masas de población y la construcción de casas de alquiler de varios pisos (insulae) supuso que los inquilinos no pudieran disponer de sus propias lavatrina por el reducido tamaño de las viviendas, lo que propició la aparición de los baños públicos.

“El primer baño (el nombre balneum es griego), cuando se introdujo en la ciudad, se instaló con carácter público en un lugar tal que en él había dos edificios unidos para bañarse, uno donde se bañasen los hombres y el otro donde lo hiciesen las mujeres. Por la misma razón, en su casa cada uno dio la denominación de balneum a donde uno se baña y, dado que no existían dos, no acostumbraban a decir balnea (si bien es cierto que al baño los antiguos acostumbraban a denominarlo no balneum, sino lavatrina).” (Varrón, De la Lengua Latina, X, 68)


Mujer lavándose en un labrum.

Los romanos en un principio mostraron su gusto por los baños en aguas frescas, y porque, según las costumbres griegas, esto era un símbolo de salud, estimulaba el cuerpo y se hacía una muestra de virilidad y de austeridad moral. En el siglo I d.C., Séneca se zambullía el primer día del año en las gélidas aguas de Aqua Virgo (del acueducto de dicho nombre). Este evento lo recordaría con nostalgia un anciano Séneca en su obra “Cartas a Lucilio”,

“Yo, que era tan amante de los baños fríos, que en las calendas de enero saludaba el canal, que inauguraba el nuevo año no sólo leyendo, escribiendo, declamando alguna pieza, sino también zambulléndome en el Agua Virgen", primero trasladé mis reales junto al Tiber, luego a esta bañera que, cuando estoy más vigoroso y todo se realiza con buena ley, basta el sol para templarla: no me queda mucho ya para los baños calientes.” (Séneca, Epístolas, 83)

Para los romanos el baño implicaba los siguientes elementos básicos: sudar para expulsar los fluidos corporales nocivos; relajar el cuerpo en agua templada, frotarse para hacer eliminar la suciedad y fortalecer el cuerpo con agua fría. Por lo tanto, las instalaciones termales que se construyeron estaban destinadas a satisfacer cada una de estas necesidades.

Izda, Atrio de las termas de Herculano. Drcha, Ilustración de Jean-Claude Golvin

El primer gran complejo termal en la ciudad de Roma fue construido por Agripa, quien en el año 25 a.C. inauguró en el Campo de Marte un laconicum (estancia de baños de vapor) rodeado de pórticos y jardines, conocido como Nemus Agrippae. Con la finalización del acueducto Aqua Virgo en el año 19 a.C. se pudo acceder al suministro de agua limpia que animó a la ampliación de las termas de Agripa con la construcción de un frigidarium, un tepidarium y un caldarium.

“Después construyó los baños calientes a los que llamó Lacónico. Dio el nombre de Lacónico al gimnasio porque en aquel tiempo eran los lacedemonios los que más fama tenían de hacer deporte y frotarse con ungüentos”. (Dion Casio, Historia romana, LIII, 27)




La construcción de acueductos capaces de traer agua a las ciudades impulsó el surgimiento de complejos termales en ciudades, incluso pequeñas, para el disfrute de sus ciudadanos. Los promotores de dichos establecimientos buscaron las mejores ubicaciones y diseños con grandes ventanales en los que poder aprovechar el sol y la luz diurna para conseguir calentar las instalaciones más fácilmente.

“Lo primero que debe hacerse es seleccionar un lugar lo más cálido posible, es decir, un lugar opuesto al septentrión y al viento del norte. En la sala de los baños calientes y en la de los baños templados la luz debe entrar por el lado del poniente; si la naturaleza o situación del lugar no lo permite, en ese caso tomará la luz desde el mediodía, ya que el tiempo fijado para los baños va desde el mediodía hasta el atardecer.” (Vitrubio, De Arquitectura, V, 10)

Arriba, reconstrucción de caldarium de las termas de Trajano, Roma.
Abajo, Termas Taurinas, Civitavecchia

“Derrama el Titán su lumbre en nuestros baños y la cámara esplendorosa retiene dentro sus rayos. Que los aljibes de otros se calienten con llamas metidas debajo; estos podrán volverse cálidos, Febo, con las tuyas.” (Antología Latina, 129)

Pero ante la imposibilidad de calentar los baños solo con la luz solar se recurrió al calentamiento de las instalaciones mediante el hipocausto, de forma que en el exterior del edificio se construía un horno en el que se quemaba leña o carbón y los gases calientes derivados de la combustión se llevaban por canalizaciones situadas bajo el suelo hasta unas cámaras situadas bajo las estancias que se querían calentar. En las salas donde era necesario conseguir un calor más intenso, se utilizaba un tipo de calefacción vertical (concameratio), basada en la construcción de dobles paredes entre las que circulaba el aire caliente originado en el hypocaustum y evacuado, junto con gases y humos, a través de conductos que terminaban en chimeneas colocadas en las partes altas de los muros.

“Que no se equivoca debes creerlo por el caso de los habitantes de Bayas, cuyos balnearios se calientan sin fuego. Se introduce un soplo de aire ardiente, procedente de un lugar muy caliente; éste, al deslizarse por los tubos, calienta las paredes y los recipientes del balneario, al igual que sucedería si se pusiera debajo fuego; en fin, que en su recorrido toda el agua fría pasa a caliente y no toma sabor del sistema calefactor porque discurre encerrada.” (Séneca, Cuestiones Naturales, III, 24)




A pesar de los avances para crear un sistema de calefacción satisfactorio existían quejas por la falta de calor en las instalaciones. Se responsabilizaba a los balneatores o a los dueños de los baños del frío que los bañistas pasaban por la falta de madera con la que alimentar los hornos.

“¿Quién puso un muro rodeando el rio, bañero?
¿Quién tan falsamente hizo de esta fuente unos baños?
“Eolo, hijo de Hippotas, caro a los dioses inmortales,
Trajo los vientos aquí desde su hogar.
¿Y por qué están puestos estos dos tablones aquí para los pies?
No para dar calor, sino para enfriar.
Este es el lugar para tiritar y para congelarse.
Escribe ahí. Báñate aquí en agosto,
Porque el viento del norte sopla siempre dentro.”
(Antología Griega, IX, 617)

Por otro lado, también se protestaba por el extremo calor que hacía en las salas y baños calientes que podía provocar sofocos y riesgos para la salud.


"No deberías llamar a este lugar baño, sino más bien
la pira funeraria que Aquiles encendió para Patroclo,
o la corona de Medea que la Furia prendió en la cámara nupcial de Glauca por Jason. Perdóname, bañero, por el amor de Dios, porque soy un hombre que escribe todos los hechos de los dioses y los hombres.
Pero si te propones quemarnos vivos, enciende una pira de leña, verdugo, y no una de piedra.”
(Antología Griega, XI, 411)




 Este tipo de establecimiento termal se inició con el propósito no solo de ejercitar el cuerpo para satisfacer los cánones de belleza, como sucedía en Grecia, y garantizar su salud y su higiene, sino sobre todo para dedicarse al placer y la diversión. Las duchas con agua fría típicas de los griegos se sustituyen por la inmersión en piletas de agua fría y caliente. Incluso la palestra acoge más los juegos dedicados al ocio que al entrenamiento deportivo.

“Ni el trinquete, ni el balón, ni la pelota rústica te preparan para el baño caliente, ni los golpes faltos de penetración de una simple espada de madera, ni abres arqueados tus brazos llenos de un ungüento viscoso, ni yendo de una parte a otra robas balones llenos de polvo, sino que solamente corres en las cercanías de las aguas de la Virgen o bien donde el toro arde en el amor sidonio. Jugar a los más variados juegos, para los que sirve cualquier espacio libre, pudiendo correr, es un género de pereza.” (Marcial, Epigramas, VII, 32)


Ilustracion de Los Viajes de Alix de Jacques Martin

Los emperadores romanos contribuyeron en gran medida al desarrollo de enormes complejos termales para uso público antes de la época del Bajo Imperio. Estos baños imperiales integraban espacios acuáticos y culturales que combinaban la higiene con intereses intelectuales y de ocio, ofreciendo a los usuarios instalaciones que contaban con salas de lectura, bibliotecas, auditóriums, espacios deportivos y santuarios religiosos.

“Con el objeto de no frustrar en ningún sentido la intimidad con que tú me acoges, que es gratísima, he utilizado principalmente los libros de la biblioteca Ulpia, que en mi época estaban en las termas de Diocleciano y los de la casa de Tiberio.” (Historia Augusta, Probo, 2)


Mitreo de Ostia, foto de Carole Raddato


Además, algunos de estos baños públicos tenían extensas áreas donde los ricos patrones romanos podían hablar de política, cerrar negocios o simplemente cotillear, con lo que estos establecimientos se convertían en lugares de socialización. Hacia el Bajo Imperio llegaron a convertirse en lugares propicios para incitar a la rebelión y conspirar contra el Estado. 

“Ordenó que todas las termas se cerraran antes de que se encendieran las lámparas, con el fin de que no se originara ninguna sedición nocturna.” (Historia Augusta, Tácito, 10)


Las termas de Caracalla, pintura de Virgilio Mattoni de la Fuente

Estos edificios grandiosos y costosos se construían para enfatizar la riqueza y naturaleza magnánima del emperador, quien deseaba atraerse el favor de las clases sociales cuyos miembros no podrían de otro modo disfrutar de unos baños tan lujosos, en los que se combinaban una arquitectura monumental, una decoración que incorporaba mármoles, mosaicos, pinturas y famosas obras de arte, además de una tecnología avanzada como el aprovechamiento del agua de los acueductos y el calentamiento por hipocausto.

Los Baños de Zeuxipo fueron unas magníficas termas situadas en el centro de Constantinopla, construidas sobre lo que probablemente fue un edificio anterior fundado por Septimio Severo a finales del s. II d.C. El emperador Constantino mandó completar la instalación y decorar los baños con variados mármoles y estatuas.

“Él terminó el baño público conocido como el Zeuxippon, y lo decoró con columnas y mármoles de muchos colores y estatuas de bronce. Él se había encontrado el baño inacabado; lo había empezado anteriormente el emperador Severo.”  (Juan Malalas, Crónica, XIII, 8)


Izda,  Laooconte y sus hijo procedente de las Termas de Trajano, Museos Vaticanos. Drcha, Toro Farnese procedente de las Termas de Caracalla, Palazzo Massimo, Museo Nacional Romano

Incluso baños que exteriormente no mostraban ninguna magnificencia arquitectónica podían tener una cuidada decoración interior con profusión de mosaicos y pinturas. Estos edificios más modestos que proliferaron durante los siglos II y III d. C. por todo el imperio pudieron pertenecer a particulares o asociaciones de individuos que compartían una misma actividad, como es el caso de los Baños de la Caza en Leptis Magna, que conserva pinturas sobre la caza de animales salvajes, lo que podría significar que los que acudían a dichos bañadores fueran cazadores.


"Mira estos baños que en su techo y estanques relucen, a los que dan no pequeño lustre el pintor y las aguas.
Pues los tejados relucientes presentan formas hermosas y suavemente van cayendo los chorros de agua clara.
Quien pretenda cosechar gozos de doble provecho
y sepa disfrutar de la vida que pasa, que aquí se bañe;
remozando aquí el cuerpo y aliviando el espíritu,
animará con las pinturas los ojos, con las aguas el cuerpo.”
(Antología Latina 119)


Exterior e interior de los baños de Los Cazadores, Libia

Entre las termas más reconocidas de la época romana se puede citar, además de las ya citadas de Agripa, las termas de Nerón, llamadas Alexandrinas, por la reforma llevada a cabo por Alejandro Severo, las termas de Tito, las termas de Trajano, las de Caracalla y las de Diocleciano, todas en Roma.

“Yo soy Urso -si es que creéis lo que os digo-, el primer togado que con bolas de cristal jugué con maña contra mis adversarios, celebrándolo todos con grandes griteríos en las termas de Trajano, y en las termas de Agripa y en las de Tito, y sobre todo en las de Nerón.” (Epigrama, epitafio. Poesía Epigráfica latina, 29)


Reconstrucción idealizada de las Termas de Diocleciano

Las instalaciones como las termas de Caracalla cultivaron un sentido de comunidad, prosperidad, y salud entre la gente común. Manteniendo un alto nivel de vida en la ciudad, los emperadores Severos esperaban mantener la población contenta y plácida, para minimizar el descontento político y asegurar la estabilidad de su régimen. Además las termas se convirtieron en un excelente medio para difundir la propaganda imperial, puesto que el tremendo ascenso de la arquitectura y la extravagancia de la decoración en las termas de Caracalla tenían la intención de recordar a los visitantes la fuerza y el poder de Roma y de los emperadores Severos.

“Entre las construcciones que dejó en Roma, hay que citar unas termas de gran magnificencia que llevan su nombre, cuya sala de forma de sandalia no puede imitarse por otra construcción similar a ella, según aseguran los arquitectos. En efecto, éstos dicen que está construida sobre una balaustrada de bronce o cobre a la que está confiado el peso de toda la bóveda y que posee unas proporciones tan gigantescas que los entendidos en mecánica dicen que es imposible construir una obra así.” (Historia Augusta, Caracalla, 9, 3-4)


Reconstrucción idealizada de las Termas de Caracalla

Al mismo tiempo que los emperadores impulsaban la construcción de grandes termas para aumentar su popularidad y satisfacer a los ciudadanos, si consideraban que los habitantes de alguna población habían sido desleales o se habían aliado con algún rival político o enemigo, decidían clausurar los baños y otros espectáculos como castigo.

“Luego Severo distribuyó un generoso donativo a sus soldados y emprendió la expedición contra Albino. Envió también unas tropas a sitiar Bizancio, donde se habían refugiado los generales de Níger y que todavía permanecía cerrada. Después la ciudad fue tomada por hambre y destruida por completo; privada de teatros y baños y de toda consideración y honor.” (Herodiano, Historia del imperio romano, III, 6, 9)


Termas de Evaux-les-bains, Francia. Ilustración de Jean-Claude Golvin

Fueron varios los emperadores que impulsaron la construcción de grandes complejos termales en distintas ciudades de las provincias romanas siguiendo un ambicioso programa de monumentalización urbana por todo el imperio desde el siglo I al III d.C. que imitaba el modelo de Roma y era además una forma más de fomentar la romanización de los nuevos territorios anexados al imperio.

“A mí me convencieron para aferrarme a Antioquía Daciano y la belleza con la que él dio lustre a la ciudad: los baños públicos ya terminados y los que están en construcción, el pórtico que tan largamente se extiende y que florece en su esplendor mientras ocupa una extensión tan grande en la ciudad como los hombros de Pélope en el cuerpo de Pélope.” (Libanio, Cartas, 441)

Las termas de Antonino en Cartago fueron las más grandes erigidas en África, pero mejor se conservan los baños de Adriano en Leptis Magna, Libia, levantados en época de Adriano y que fueron decorados con distintos tipos de mármoles y que fueron ampliados por Cómodo y Septimio Severo.


Frigidarium de las termas de Leptis Magna. Izda, ilustracion de Jean-Claude Golvin

La entrada en el recinto de las termas llevaba al bañista a un atrio donde sería recibido y probablemente debía hacer el pago. La primera sala del circuito termal era el vestuario o apodyterium, en donde los bañistas se despojaban de sus vestimentas y pertenencias personales, que dejaban en los nichos y que eran vigilados por los esclavos por el temor a que los ladrones las robasen.

Tracalión— ¿Sabes, Ampelisca?, también cuando se va uno a bañarse a las termas, aunque estés allí con todo el cuidado del mundo a la mira de tu ropa, así y todo, te la roban, porque no sabes a quién es al que tienes que observar; en cambio, el ratero sí que lo sabe, pero el que pretende custodiar sus cosas no tiene idea de quién es el ladrón. (Plauto, Rudens o La Maroma, 380)

Ahí se esperaba el turno para entrar en las zonas de agua caliente y la estancia podía tener una temperatura atemperada mediante un hipocausto o con sencillos braseros.


Izda, tepidarium de las termas del Foro, Pompeya. Pintura de Joseph Theodor Hansen

En caso de haber una palestra o gimnasio, el bañista, si así lo deseaba podía hacer algo de ejercicio físico con pesas, por ejemplo, combates de lucha para lo que se untaban con aceite y cera, aplicando una capa de polvos para no resbalarse, o dedicarse a juegos de pelota. Todo ello servía como calentamiento para poder apreciar mejor el calor de las termas.

“Vivo precisamente arriba de unos baños. Imagínate ahora toda clase de sonidos capaces de provocar la irritación en los oídos. Cuando los más fornidos atletas se ejercitan moviendo las manos con pesas de plomo, cuando se fatigan, o dan la impresión de fatigarse, escucho sus gemidos; cuantas veces exhalan el aliento contenido, oigo sus chiflidos y sus jadeantes respiraciones.” (Séneca, Epístolas, 56)



El siguiente paso era entrar en la sala templada o tepidarium, normalmente a una temperatura cerca de los 30º, para aclimatar el cuerpo. Las aguas templadas contribuían a relajar los músculos y articulaciones, mejorar la circulación sanguínea, la digestión y aumentar el apetito. En caso de no haber una sala dedicada exclusivamente a la unción de aceites perfumados se podía realizar en esta estancia.


Tepidarium, Termas de Pompeya. Drcha, pintura de Domenico Morelli

Después el bañista pasaba a una sala con una temperatura muy alta, denominada de manera general caldarium, que podía alcanzar hasta unos 55º, y estaba destinada a abrir los poros de la piel y provocar la sudoración. Era habitual la existencia en el caldarium de una piscina o bañera de agua caliente, a unos 40º, para la realización de baños de inmersión.


Caldarium de las termas de Pompeya. Foto de Samuel López

También podía haber otras dependencias para elegir, en función de los gustos, entre el calor seco del laconicum, o el calor húmedo del sudatio. El laconicum solía ser una sala circular con un techo cónico abovedado que se calentaba con fuegos bajo el pavimento y con tubos de aire caliente por las paredes, y se podía convertir en sudatio con piedras calentadas al fuego, que se traían al baño donde se ponían en una plataforma central sobre la que se vertía agua para crear vapor. A veces se podían añadir hojas de plantas aromáticas reconocidas por sus cualidades terapéuticas. Seguidamente llegaban a otra dependencia donde estaba el labrum, pila o bañera donde podían rociarse de agua fría.

"La sala de los baños de vapor y la sala para sudar -saunas- quedarán contiguas a la sala de baño de agua templada; su anchura será igual que su altura hasta el borde inferior, donde descansa la bóveda. En medio de la bóveda, en su parte central, déjese una abertura de luz, de la que colgará un escudo de bronce, mediante unas cadenas; al subirlo o al bajarlo se irá ajustando la temperatura de la sala de baños de vapor. Conviene que la sala de baños de vapor sea circular con el fin de que, desde el centro, se difunda por igual la fuerza de las llamas y la del vapor, por toda la rotonda de la sala circular." (Vitruvio, De Arquitectura, V, 10, 5)


Sala de baños de vapor, según Vitrubio. Drcha, Villa Adriana, Italia. 

En los establecimientos más modestos habría únicamente una piscina de agua caliente y un labrum para refrescarse, como en las dependencias para mujeres de las termas Stabianas de Pompeya.


Caldarium y labrum, Termas Estabianas, Pompeya

Tras estas abluciones, algunos preferían volver al tepidarium – con la finalidad de hacer un descanso o una transición más suave y donde se limpiaba el sudor y las impurezas con el estrígil y se remataba el circuito en la sala fría (frigidarium) donde uno podía zambullirse, si no le incomodaba el agua fría, en una pileta con la finalidad de cerrar los poros abiertos con la sudoración, lo que protege al organismo de posibles enfriamientos; como alternativa era posible nadar en la piscina exterior o natatio.


Frigidarium, Termas de Pompeya

Algunas termas contaban con una sala destinada exclusivamente a dar masajes (destrictarium), a los bañistas que lo deseaban.

“C. Uulius, hijo de Cayo, y P. Aninius, hijo de Cayo, duoviros, contrataron la construcción de un laconicum y un destrictarium, y la restauración de los pórticos y la palestra, con el dinero, que, según la ley, deberían haber gastado en juegos y monumentos. Ellos vigilaron la obra y la aprobaron.” (Termas Estabianas, Pompeya, CIL X.829= ILS 5706)



Una explicación práctica a la popularidad de los baños en la antigüedad es la creencia de que eran buenos para la salud por lo que diferentes formas de tomar los baños se recomendaban para tratar ciertas dolencias en particular.

El baño como medida terapéutica seguía las recomendaciones de la escuela hipocrática, según la cual uno debía bañarse más frecuentemente en verano que en invierno, y que el agua fría hidrata y refresca el cuerpo, mientras que el agua salada del mar lo seca y calienta. No se recomendaba el baño en caso de fiebre alta o para los que sufrían de diarrea o estreñimiento.

El médico griego Asclepiades de Prusa, que ejerció en la época en que la expansión del baño romano se produjo, empleó un estricto programa de dieta, ejercicio y baños, incluyendo el agua fría en su régimen. Sus seguidores más célebres fueron Celso y Galeno, quienes expusieron diferentes formas de tomar los baños para tratar las dolencias de los pacientes, aunque ambos los recomendaban en combinación con la práctica de ejercicio físico, masaje y sudoración, actividades que constituyen el núcleo de la rutina romana del baño.




Galeno recomendaba primero para los que siente debilidad en alguno de sus extremidades el vapor del laconicum, luego el baño de agua templada y después el de agua fría para terminar con un masaje. Sin embargo, la recomendación de Celso es la siguiente:

“Primero debería sudar durante un rato en el tepidarium, bien tapado, y después uncirse con aceite allí mismo; tras ello debería pasar al caldarium y tras sudar un rato no sumergirse en el baño caliente, sino echarse desde la cabeza hasta los pies, primero agua caliente, luego templada, después fría, y más por la cabeza que por ninguna otra parte, tras lo cual debería recibir un masaje, secarse y untarse con aceite.” (Celsus, De Materia Medica, I, 4, 2)


Juego de estrígilos, patera y ungüentario

Los romanos acomodados eran acompañados durante este trayecto en las termas por sus esclavos que, o bien vigilaban la ropa en el apodyterium como ya se ha mencionado, o llevaban la lámpara de aceite, los ungüentos y las toallas, o bien se encargaban de ayudar a sus señores a salir de las piletas, también de abrirles paso hasta el labrum que estaba muy solicitado, o efectuar las frotaciones con el estrígil.

"Se bañaba frecuentemente en público y mezclándose con todo el mundo. Por ello, se hizo célebre aquella broma de los baños: en una ocasión en que vio a un veterano al que había conocido en el ejército restregarse en la pared la espalda y el resto del cuerpo, le preguntó el motivo por el que se rascaba en el mármol y, cuando oyó que actuaba así porque no tenía esclavo, le regaló esclavos y dinero para que los mantuviera.  En cambio, otro día, cuando una multitud de ancianos se restregaban en la pared con el fin de provocar su generosidad, ordenó que los hicieran acudir ante él y que luego se rascaran los unos a los otros mutuamente." (Historia Augusta, Adriano, 17, 6-7)

Balneatrix y balneator, pinturas de Alma-Tadema

En Roma tanto los hombres como las mujeres tenían la oportunidad de ir a los baños. En época de la República los edificios termales constaban de dos edificios adyacentes para que tanto ellos como ellas pudiesen bañarse al mismo tiempo, pero de forma separada. Es posible que en caso de existir un solo edificio se establecieran turnos dedicados al baño por sexo.

"Debe procurarse que los baños calientes para mujeres y hombres estén juntos y situados con esta orientación, ya que así se logrará que los útiles de la casa de baños y el horno para calentar sean los mismos para ambos sexos." (Vitrubio, V, 10)

Desde la época imperial se impuso un modelo de instalación termal en el que había un único edificio donde se encontraban todas las estancias para el baño por lo que es posible que se establecieran diferentes horarios para que los hombres y las mujeres se bañaran separadamente en diferentes turnos. Algunos emperadores vieron la necesidad de emitir decretos prohibiendo el baño conjunto, pero parece que no se llegó a conseguir porque desde Adriano fueron varios los emperadores que lo intentaron y algunos otros los que se opusieron.

“Prohibió que se exhibieran baños mixtos en Roma, prohibición que ya había sido hecha realmente antes, pero que había levantado Heliogábalo.” (Historia Augusta, Alejandro Severo, 24)


Pintura de Fiodor Bronnikof

Las evidencias literarias demuestran que hombres y mujeres compartían el baño exponiendo sus cuerpos desnudos y critican la falta de pudor femenino y los escritores cristianos desde el siglo II d.C. hasta la caída del imperio dan testimonio que las mujeres seguían acudiendo a los baños junto a los hombres al tiempo que advierten sobre cuál debe ser el comportamiento cristiano a seguir.

“Ten la precaución de no lavarte en un baño donde estés junto con los hombres. Cuando haya, en una ciudad o en un pueblo, baños para las mujeres, tú, que eres una mujer fiel, no acudas a lavarte con los hombres. Porque si escondes tu rostro a los hombres que te son ajenos con un velo de pureza, ¿cómo podrás entrar en los baños con hombres que te son ajenos? Pero si no hay baño de mujeres y tienes necesidad de lavarte en el baño común de hombres y mujeres- algo fuera de lo que conviene a la pureza- lávate (al menos) con pudor, con modestia y con mesura. No lo hagas en cualquier momento, ni todos los días ni al mediodía, sino que debes tener muy presente el momento en que te lavarás. (Será) a la hora décima, porque es preciso que tú, mujer cristiana, evites, sea como fuere, el vano espectáculo que en los baños se ofrece a los ojos.” (Didascalia apostolorum, III, IX, 1-4)


Termas de Caracalla, pintura de Alma-Tadema

Las mujeres acudían a los baños para hacer algo de ejercicio, lavarse y recibir masajes, pero allí tenían también la oportunidad de encontrarse con alguna amiga, contar chismes y ponerse al día de las noticias producidas en su entorno social.

“De noche se encamina a los Baños, de noche ordena movilizar los frascos de ungüento y su logística; disfruta sudando en medio de un cisco de órdago. Cuando se le caen los brazos agotados por las macizas pesas, el hábil masajista presiona con sus dedos en el pubis y obliga a la parte alta del muslo de la señora a dar un quejido.” (Juvenal, Sátiras, VI)


En el frigidarium, pintura de Alma-Tadema


Leer también: Balneum, el baño de la domus en la antigua Roma


Bibliografía

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4298462; LAS TERMAS ROMANAS, ESTABLECIMIENTOS PRECURSORES DE LOS ACTUALES CENTROS ACUÁTICOS DE OCIO; Concepción E. Tuero del Prado
https://www.ajaonline.org/article/3817; Building the Thermae Agrippae: Private Life, Public Space, and the Politics of Bathing in Early Imperial Rome; Anne Hrychuk Kontokosta
canvas.brown.edu; Development of Baths and Public Bathing during the Roman Republic; Fikret K. Yegül
https://orca.cf.ac.uk/53876/1/2013zytkamjphd.pdf; Baths and Bathing in Late Antiquity; Michal Zytka
https://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/secondary/SMIGRA*/Balneae.html; Balneae; A Dictionary of Greek and Roman Antiquities, John Murray, London, 1875.
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, Jerôme Carcopino
Bathing in Public in the Roman World; Garrett G. Fagan; Google Books

lunes, 20 de marzo de 2017

Salus per aquam, las aguas termales en la antigua Roma



San Casciano, Toscana , Italia

Las aguas minero-medicinales se conocen desde tiempo inmemorial, pues la diversidad de olor, sabor y temperatura, con respecto a las del agua común, hicieron que el hombre les prestara especial atención e intentara averiguar qué provecho podría obtenerse de tal circunstancia.
La práctica de los baños como medio recreativo, terapéutico y medicinal pasó de Grecia a Roma y los romanos, siempre admiradores de los griegos, la adoptaron como algo habitual, aunque preferían las aguas termales calientes a las aguas minerales frías, quizá por la complacencia con la que se entregaban al uso de los baños calientes como parte de su vida doméstica. Los romanos lograron sobrepasar con mucho a los griegos a la hora de emplear y aplicar las aguas minerales en los tratamientos para los enfermos.

“Oh, altas cumbres resplandecientes entre bosques
montañosos y ahora temibles para las bestias nativas,
donde sólo el matorral ocupaba las alturas antes desiertas
y tétrica sombra se asentaba en caminos inaccesibles,
¿con qué alabanza os cantaré y en qué largo verso os realzaré,
pues en vosotras se ha erigido y colocado nuestra salud?
Ahí también ante mansiones para él extrañas el calor
se pasma recrecido y la tierra suministra cálidas aguas.
[¿Quién no consideraría estéril este suelo? Brotan humeantes
los pastos, lozanea de hierbas el pedernal recocido.
El interior de la tierra pare fomentos inocuos para el cuerpo
y el ardor atempera su naturaleza con benigno fuego.
Y cuando así las peñas duras de calor se derriten,
las plantas desprecian los fuegos y reverdecen.”
(Antología Latina, 350)



Fontcalda, Tarragona, España (Foto: losviajeros.com)

 Es posible que los primeros en utilizar las aguas minerales fueran enfermos que, no encontrando alivio con otros remedios, experimentaran cierta mejoría al bañarse en estas aguas de forma casual y que al observar en ellas algunas características especiales, como podían ser los vapores emanados, llegaran a atribuirles cualidades sagradas.

“Felices las gentes que habitan cerca de ti, quienes pueden considerar a Apono como propiedad suya. A ellos no los dañan las pestes de la tierra, ni el soplo corrompido del Austro, ni Sirio, con su implacable ardor, sino que, aunque Láquesis los condene con su mortífero hilo, buscan en aquel lugar destinos más prósperos para sí. Y si por casualidad hincha sus miembros un humor maligno oí sus vísceras verdean debilitadas por un exceso de bilis, no abren sus venas, ni curan sus heridas con otra, ni toman brebajes preparados con amargas hierbas: con tus aguas reparan sin sufrimiento el vigor perdido y se calma el malestar mientras el enfermo se entrega al ocio.” (Claudio Claudiano, Aponus)


Agua termal de Bullicame, Viterbo, Italia

Por ello, el agua fue considerada en la antigüedad como emanación de una divinidad benefactora, que otorgaba su esencia divina a aquellas aguas que se distinguían por sus virtudes curativas, es decir, a las aguas consideradas medicinales.
Aunque los médicos advirtieran los efectos terapéuticos obtenidos por el uso de determinadas aguas y recomendaran el uso del agua mineral para el tratamiento de un gran número de enfermedades, para la inmensa mayoría del pueblo era la intervención de un poder sobrenatural con poderes mágicos el que lograba la curación y por ello era venerado en esas aguas.

 En la antigua Grecia ya era frecuente la relación entre salud, agua y religión y muchos de los grandes santuarios como Epidauro y Delfos, estaban ubicados en manantiales con propiedades curativas. Muy diversas divinidades fueron veneradas en relación con las aguas termales. En muchas provincias romanas, las ninfas, divinidades protectoras de la naturaleza, recibieron culto junto a los manantiales de aguas termales.

“Una vieja sirvienta con los pies impedidos,
al oír la buena noticia de unas aguas sanadoras,
se presentó un día deslizándose con el cayado de encina que servía de sostén a la lisiada.
La compasión se apoderó de las Ninfas que
habitan en las laderas del resonante Etna, la húmeda mansión de su padre, el voraginoso Simeto.
Las ardientes aguas del Etna endurecieron
sus débiles extremidades:
ella cedió a las Ninfas su báculo y éstas, alegres con el regalo, consintieron en dejarla partir sin muleta.” (Antología Palatina, 489)

Ninfas del agua, Museo de Chesters, Northumberland, Inglaterra, (foto Flickr Mike Bishop)

El culto a las aguas entre los celtas de la Edad del Hierro está bien documentado, aunque no fue hasta la llegada de los conquistadores romanos cuando las fuentes termales alcanzaron gran valor en toda Europa. Por ejemplo, en el caso de la actual Bath, en Inglaterra, se fundó una ciudad con el nombre de Aquae Sulis, sobre tres manantiales de aguas termales.

Manantial de Bath, Inglaterra, foto de Andrew Dunn

Se construyó un complejo termal que constaba de una gran sala de baños y un templo principal dedicado a Sulis Minerva, además de otros edificios civiles y religiosos. Una dedicatoria en nombre de Adriano indica el patronazgo imperial y el compromiso del emperador con el culto del santuario.

“Hay en su interior muchos y grandes ríos, fuentes termales hermoseadas con suntuoso fasto para goce de los humanos: es patrona de estas fuentes la diosa Minerva, en cuyo santuario el fuego perpetuo jamás se convierte en blancas cenizas, sino que cuando el fuego se descompone se convierte en una masa pétrea.” (Solinus, Colección de hechos memorables).


Minerva Sulis, Bath, Inglaterra

Contiguo al templo y al manantial de agua caliente se encontraba el balneario en el cual se podían distinguir diferentes ambientes: el conjunto de las termas occidentales, el de las orientales, una sala de calor seco (laconicum), un baño circular y una gran piscina (natatio).
La existencia de estas instalaciones y la posibilidad de venerar a una divinidad local hicieron factible la celebración de mercados, durante los cuales podían hospedarse y acceder a los baños en el mismo lugar, que acabó favoreciendo la creación de la ciudad de Bath.



Termas de Bath, Inglaterra

Este mismo proceso se dio en la creación de numerosas ciudades junto a manantiales termales por toda Europa, a los que los romanos daban el nombre de Aquae o un nombre derivado: Aquae Flaviae (Chaves, Portugal), Aquae Bilbilitanorum (Alhama de Aragón) y Aquae Caprense (Baños de Montemayor, Cáceres) en España, Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) y Aquis Calidis (Vichy) en Francia, Aquae Mattiacae (Wiesbaden) y Aquae Granni (Aquisgrán) en Alemania, Aquincum (cerca de Budapest), además de muchas otras. También en las provincias fuera de Europa se edificaron instalaciones termales sobre manantiales mineromedicinales: Aquae Flavianae, en el Hamma, Argelia. Otras ciudades ya funcionaban como lugares con tratamiento de aguas termales antes de la llegada de los romanos, como Hierápolis en Turquía, que se estableció como complejo termal bajo el imperio seléucida en el siglo II a. C.


Pileta de les Ladres, Ax-les-Thermes, Francia

Dioses relacionados con la salud fueron también Salus, Esculapio e Higia cuyas estatuas solían presidir estancias y piscinas sacralizando así con su presencia el baño termal. Apolo, en su función de dios oracular al que se acudía frecuentemente para consultar remedios para la curación, es otra de las divinidades relacionadas con el culto al agua. Otras divinidades que recibían culto como protectoras de la salud eran Minerva, Mercurio y entre otros dioses de origen oriental como Isis o Mitra.

La inscripción más importante en Hammat-Gader, Israel, lleva el nombre y el título de la Emperatriz Eudoxia, esposa de Teodosio II (408-450 d. C). En estilo poético, glorifica las fuentes termales y menciona las partes de los baños, tres figuras de la mitología griega, Higia, Galatea y Paean, el médico de los dioses. La emperatriz visitó los baños, aunque no se sabe el motivo de su estancia allí.

“En mi vida muchas e infinitas maravillas he visto,
Pero, ¿quién, a pesar de sus muchas bocas podría proclamar, noble Clibanus,
tu fuerza, siendo un pobre mortal? Más bien
es justo que seas llamado un nuevo océano ardiente,
Paean y fuente de vida, proveedor de arroyos dulces.
De ti nace el infinito oleaje, aquí uno, allí otro,
En este lado hirviendo, pero allí a veces frío a veces tibio.
Derramas tu belleza en cuatro tetradas de manantiales.
Indio y Matrona, Repentius, Elías el Santo,
Antonino el Bueno, rocosa Galatea y la misma
Hygeia, la gran piscina tibia y la pequeña piscina tibia,
La perla, el viejo Clibanus, indio, y también otra
Matrona, Briara y la Monja, y la (fuente) del Patriarca.
Para los que sufre dolor tu fuerza poderosa (es siempre constante).
Pero (yo cantaré) de Dios, famoso por la sabiduría, (para que te salve),
Para el beneficio de los hombres y por tu (utilidad eterna).”


Hamat Gader, Israel

La devoción a la diosa Fortuna, a la que se relacionaba con el culto del agua y las fuentes subterráneas, fue propiciada en algunos establecimientos termales y también en los baños militares por su acción benefactora en la higiene de los soldados, los cuales le dedicaban ofrendas votivas e inscripciones en agradecimiento por su protección y curación.


Diosa Fortuna, Museo de Aquincum, Budapest, Hungría

De este modo, los establecimientos termales que surgen a lo largo de los siglos y que se nutren de aguas con cualidades especiales van a ser considerados lugares de culto, pues así lo demuestran las inscripciones y los ex-votos hallados en muchos de ellos. El ir de cura a uno de tales establecimientos constituía al mismo tiempo una peregrinación.

“Me apetece conocer las termas que toman su nombre de un toro, pues desviarse 3 millas no representa un serio retraso. Los manantiales no tienen allí el defecto de amargos regustos ni sus aguas calientes están saturadas de vapores de azufre. La pureza de olor y la suavidad de sabor hacen dudar al bañista qué aplicación darles mejor. Si se ha de dar crédito a la leyenda, fue un toro el que al descubrir el manantial nos proporcionó estos baños termales, pues suele anunciar su embestida arrancando terrones y frotando sus cuernos amenazadores contra un duro tronco; …” (Claudio Rutilio Namanciano, El Retorno)


Tepidarium, Termas Taurinas, Civitavecchia, Italia

Entre los restos arqueológicos de antiguos balnearios se han hallado exvotos de acción de gracias, con formas relativas al cuerpo humano, ofrecidos por dedicantes a la divinidad por la curación de su enfermedad. 


Ex-voto por curación de oído

 Algunas de estas aguas se distinguían por su temperatura, otras por la emanación de vapores, debido bien a su elevada temperatura bien a las características especiales de su composición; estas emanaciones orientaban hacia determinadas aguas una veneración especial y se consideraba que quien aspiraba estos vapores sufría el "efecto de un aturdimiento y un embriagamiento o trastorno mental" y se le consideraba poseído por las ninfas.

“Si una gruta excavada hasta lo hondo en las rocas deja como colgando a un monte, no por factura humana, sino minada en tan vasta amplitud por causas naturales, suscitará en tu alma un cierto sentimiento de religiosidad. Las fuentes de los grandes ríos las veneramos. A la súbita aparición de un inmenso caudal de las entrañas de la tierra se le dedican altares; se veneran los manantiales de aguas termales, y a ciertos estanques la obscuridad o inmensa profundidad de sus aguas los hizo sagrados.” (Seneca, Epístolas, XLI, 3)


Gruta de las ninfas, Calabria, Italia

Fueron numerosos los médicos de la Antigüedad que se interesaron por este tipo de tratamiento, y así lo hacen constar en algunas de sus obras: Hipócrates de Cos, Celso, Dioscórides, Sorano, Galeno, Oribasio, entre otros, se ocupan en mayor o menor medida de la utilización de las aguas minerales y de sus indicaciones.
No fue hasta los últimos años de la República que la hidroterapia se introdujo en Roma gracias a Asclepíades de Bitina, quien, sin embargo, no se ocupa de las aguas medicinales en particular. Después es Celso quien, en su obra De medicina, proporciona detalles sobre la hidroterapia y los beneficios que se pueden obtener de la aplicación de los baños. Aunque no es muy preciso en sus referencias al agua mineral, sí recomienda los baños salados naturales para la parálisis, los baños en fuentes medicinales frías para el estómago, y para la hidropesía las estufas secas naturales, como la de Bayas. Dioscórides, quien menciona brevemente las aguas minerales, se refiere sólo a las saladas, sulfurosas y aluminosas, y considera que tienen la propiedad de desecar.


Termas Aquae Flavianae, El Hamma, Argelia

A comienzos del siglo II Antilo y de Arquígenes son los primeros médicos que clasifican el mayor número de aguas minerales conocidas hasta el momento y Rufo de Efeso clasifica las aguas medicinales hablando en diversos lugares de sus propiedades.
Los métodos terapéuticos empleados en las termas de aguas mineromedicinales pasaron pronto a la práctica cotidiana y se emplearon también en las termas urbanas. Galeno de Pérgamo, médico de Marco Aurelio, recopiló los consejos emitidos por diversos autores en el siglo I d. C, estableciendo cuatro momentos esenciales:

Sudar mediante el ejercicio o la permanencia en el laconicum, porque el sudor ayuda a expulsar los malos humores y a limpiar la piel.
Tomar un baño caliente y frotar la piel con strigiles para eliminar la suciedad y las toxinas.
Continuar con un baño frío por inmersión, para vigorizar el cuerpo y activar la circulación.
Finalmente, darse masajes y unciones con aceite y ungüentos, para defender el cuerpo de la temperatura exterior.


Estrígilos de bronce

Los métodos terapéuticos griegos recogidos por Galeno en el siglo II siguieron aplicándose durante toda la época imperial y fueron recogidos en el siglo IV por Oribasio, médico del emperador Juliano, quien formula prescripciones muy precisas sobre la duración de los baños y las curas con aguas minerales: si el tratamiento va a durar tres semanas, recomienda empezar por bañarse durante media hora y aumentar la duración del baño hasta llegar a las dos horas al séptimo día, continuar así durante la segunda semana, y a partir de la tercera disminuir el tiempo en la misma proporción que al comienzo.
Una vez conocidas y distinguidas las diferentes clases de aguas medicinales, fue la observación y la experiencia lo que llevó a los médicos antiguos a recomendar las diferentes aguas para determinadas enfermedades.

“Unas son dulces, otras tienen distintos grados de aspereza. De hecho, se dan entre éstas las saladas, y las amargas o medicinales; entre estas últimas consideramos las sulfurosas, ferruginosas y aluminosas. Indicio de sus propiedades es el sabor. Poseen además muchas cualidades distintivas. En primer lugar, el tacto: las hay frías y calientes; después, el peso: las hay ligeras y pesadas; después, el color: las hay transparentes, turbias, azuladas, macilentas; después, la salubridad: en efecto, las hay curativas, las hay mortíferas, las hay que se petrifican; unas son ligeras, otras son grasas; unas alimentan, otras pasan sin beneficiar en nada al que las bebe; algunas, al beberlas, conceden la fertilidad.” (Séneca, Cuestiones Naturales, III)


Baños de San Filipo, Toscana, Italia

Aunque las aguas medicinales se pueden clasificar desde diversos puntos de vista como la temperatura, la localización, o la característica geológica del terreno, la que actualmente se utiliza es la misma en la que se basaron los autores de la antigüedad, su mineralización, es decir, los elementos químicos que pueden encontrarse en su composición. Aprendieron a distinguir las diferencias existentes entre las distintas aguas minero-medicinales según contuvieran azufre, nitro, sal, hierro, etc.

“Todas las aguas calientes tienen propiedades medicinales, aun teniendo un sabor desagradable; se debe a que las aguas están muy recalentadas, lo que provoca que adquieran virtualidades añadidas. Las aguas sulfurosas son una buena terapia para las enfermedades de los nervios, ya que van consumiendo con su poder calorífico los humores nocivos del cuerpo humano. Las aguas aluminosas son muy efectivas cuando los miembros pierden su movilidad por una parálisis o por alguna enfermedad similar, pues, al circular por los poros abiertos, con la fuerza de su calor contrarresta la frialdad de los miembros atrofiados, que recuperan su motricidad primitiva. …Existen también unas aguas frías con elementos alcalinos - como son las aguas de Penna, en la tierra de los Vestinos; las aguas de Cutilio y otros lugares semejantes- que al beberlas actúan como purgantes al pasar por los intestinos e incluso reducen los tumores de las paperas.” (Vitruvio, VIII, 3)


Termas de Caldes de Montbui, (foto wikicommons/Josemanuel)

Las instalaciones que se edificaron para albergar a los enfermos que acudían a los manantiales termales para lograr aliviar sus dolencias eran diferentes a las termas urbanas que permitían el aseo de los ciudadanos. Al no tener que calentar el agua no se requería la construcción del complejo sistema de calefacción por hipocausto. El agua no debía transportarse para no perder sus propiedades terapéuticas y el tamaño de las piscinas o bañeras dependía del tratamiento a aplicar, si era necesario sumergir el cuerpo entero o parte. Además, debía tenerse en cuenta que para mejor aprovechamiento de las cualidades medicinales de las aguas había que tener salas para vapores secos o húmedos, duchas, envoltura en fango, inhalación o bebida.


Pintura En el frigidarium, Pedro Weingartner

A los enfermos que se atendía en los establecimientos termales se les prescribía un tratamiento según su dolencia que podía consistir en, dependiendo de la parte del cuerpo afectada, beber agua, bañarse, o bien lavarse distintas partes del cuerpo, o duchas, gárgaras, o baños de vapor, o de lodo, paños de agua caliente o fría y utilización de botellas de agua caliente. Todo ello con el objetivo de obtener una mayor efectividad terapéutica. 

“Las aguas bituminosas son un buen remedio como purgantes, pues al beberlas curan las enfermedades internas del cuerpo.” (Vitruvio, VIII, 3)

Las piletas para inmersión solían tener una profundidad de 1 m. aproximadamente y había pequeñas salas individuales para aquellos que no quisieran compartir el baño común o cuya particular afección así lo exigiese.


Termas de Campo Valdés, Gijón, (foto Samuel López Iglesias)

Rufo de Éfeso al hablar de las enfermedades renales recomienda qué tratamiento hacer con una inmersión.

“Lo mejor es un baño de vapor en una bañera pequeña con la cabeza fuera, de forma que mientras el resto del cuerpo se calienta, se pueda respirar aire frío.”

La tipología general de las termas medicinales se caracteriza, precisamente, por la presencia de una estructura circular cubierta por una cúpula, en cuyo centro se abre una claraboya (oculus) para dejar paso al aire y a la luz, regulada por medio de un escudo o clipeus sujeto con cadenas, con hornacinas o nichos en los muros destinados a contrarrestar los empujes laterales de la cubierta y con una piscina en el centro llena del agua del manantial, que surge en ese mismo lugar o es llevada hasta allí por medio de canalizaciones.


Templo de Mercurio, Bayas (Baia), Campania, Italia

Con frecuencia, la cámara central está rodeada de pequeñas salas con bañeras o piscinas individuales. Las salas de vapor debían ser redondas también según recomendación de Vitruvio.

“En medio de la bóveda, en su parte central, déjese una abertura de luz, de la que colgará un escudo de bronce, mediante unas cadenas; al subirlo o al bajarlo se irá ajustando la temperatura de la sala de baños de vapor. Conviene que la sala de baños de vapor sea circular con el fin de que, desde el centro, se difunda por igual la fuerza de las llamas y la del vapor, por toda la rotonda de la sala circular.” (Vitruvio, V, 10, 5)

Otra forma de utilización de las aguas minerales era la exposición del enfermo a sus vapores, ya sea en las llamadas estufas naturales, ya sea en las salas preparadas al efecto. Celso, Antonio Musa y, sobre todo, Galeno de Pérgamo en el siglo II, establecieron un método hidro-terapéutico basado en la alternancia de calor y frío tras una abundante sudoración, que actuaba eficazmente sobre los problemas circulatorios, favoreciendo la desintoxicación y la reactivación del organismo.

“Un anfiteatro de roca viva concentra los vapores cercados; sin peso flota la tierra con una delgada corteza y, ruina fiable que nunca va a ceder el peso de las personas que la pisan, sostiene los temblorosos pies. La creerías obra hecha por la mano del hombre: tan lisamente envuelve su curvatura el límite del agua y, fina y sólida, se mantiene rígida. En el lago permanecen inmóviles las aguas, alcanzando el límite de los bordes, y temen traspasar el margen establecido. El agua que sobra la lleva una corriente precipitada por la roca inclinada y busca la superficie encorvada de la llanura. Una espina con un canal natural lleva la linfa recibida, de allí cae a anchos conductos de plomo; sin ruido alguno estos caños, impregnados de húmedos sedimentos, espumean blancos una sal nívea. Por diversos lugares esparce sus múltiples poderes y, siguiendo las artimañas con las que la guiaron las manos del hombre, continúa su camino tortuoso; corre por los acueductos en rápida corriente y calienta los arcos con las emanaciones de su fuego errante. Más adentro, con el murmullo de la roca resonante, la corriente estrellada violentamente arroja un espumoso vapor más ardiente. Luego los enfermos, agotados por el sudor, buscan las estancadas lagunas a las que el largo reposo dio una dulce frescura.” (Claudio Claudiano, Aponus)


Baños de la Hedionda, Casares, Málaga, España

Celso recomendaba sudar como terapia médica, y afirmaba que se podía conseguir mediante el calor seco (el de la arena caliente, de los lacónica y de los hornos, y el de «algunos lugares naturales donde el vapor caliente exhalado del suelo se encierra en un edificio, como en las grutas de Baia»), y mediante el baño caliente.

“Se puede provocar la sudoración de dos formas, por calor seco, o por el baño. El calor seco procede de la arena caliente, de las salas de sudoración lacónicas, de las estufas secas, donde el vapor caliente que exhala la tierra se confina en un edificio, como ocurre en los bosques de mirtos de Baia. También se puede conseguir del sol y del ejercicio. Estos tratamientos son útiles siempre que el humor provoque daño interno, y ha de dispersarse.” (De Medicina, II, 17)


Laconicum, Termas de Évora, Portugal

Plinio recomienda los baños de lodo en algunos casos, pero dejándolo secar al sol.

“El propio barro de las fuentes minerales se puede emplear para bien, pero para ser efectivo, después de aplicarse al cuerpo, se debe dejar secar al sol.” (Plinio, Historia Natural, XXXI, 32)


Termas de Ischia, Italia

La utilidad del agua del mar como elemento beneficioso para la salud (talasoterapia) se cita en los textos clásicos puesto que la sal se consideraba en el mundo antiguo como uno de los elementos minerales básicos para el tratamiento de las enfermedades.
En algunos tratamientos se recurría a beber el agua de las fuentes, a veces en cantidades tan exageradas, que, como apunta Plinio, llegaba a ser contraproducente.

“Hay otro error cometido por los que se enorgullecen de beber grandes cantidades de agua; y yo mismo he visto a personas tan hinchadas que los anillos de sus dedos estaban completamente ocultos por la piel, debido a su incapacidad de evacuar la vasta cantidad de agua que habían ingerido. Por ello estas aguas deberían tomarse con una pizca de sal de vez en cuando.” (Plinio, Historia Natural, XXXI, 32)

Por ello se citan fórmulas para tratar las enfermedades que iban enriquecidas con agua de mar, como la thalassomeli, con agua de mar, agua de lluvia y miel, que una vez reposada servía para aliviar el vientre sin provocar molestias en el estómago.


Fuente de las termas de Fordongiano, Aquae Ypsitanae, Cerdeña, Italia

Suetonio refiere cómo Augusto hacía uso de las aguas termales y del mar para aliviar algunas de sus dolencias:

“… cuando a causa de los nervios necesitaba baños de mar o los termales de Albula, se contentaba con sentarse en una pieza de madera, a la que daba el nombre hispano de dureta y sumergía las manos y los pies alternativamente.” (Vida de Augusto, LXXXII)

Algunos autores defendieron que los enfermos debían bañarse en agua templada, en bañeras para poder aguantar más tiempo, o con agua fría, a ser posiblemente directamente en el mar. Oribasio da indicaciones siguiendo a Galeno:

“La mejor agua para tomar un baño frío, sobre todo cuando se empieza a tener esa costumbre, es el agua del mar, porque está provista de una virtud refrescante suficiente, y el picor que produce la sal que ella contiene, en ocasiones puede calentar. Pero, sea cual sea el tipo de agua, debe ser pura y transparente, y no provenir del fondo o del puerto, o ser estancada de ninguna forma.” (Oribasio, X, 7, 23)

También aconseja como alternar los baños de mar con agua a diferente temperatura:

“Como los enfermos exigen a menudo el empleo sucesivo de agua a diferentes temperaturas, lo mejor es que, en el caso donde nosotros nos proponemos emplear una después de la otra, de agua caliente y fría, deberíamos comenzar por el agua caliente; y así en los baños de agua de mar deberían igualmente venir precedidos de baños de agua caliente.” (Oribasio, X, 39)


Palea Kameni, Santorini, Grecia

Con referencia a las propiedades del agua de mar incluye los baños de arena como un tratamiento saludable:

“Hacia el final del tratamiento envolveremos con arena completamente al enfermo, porque es bueno que el tratamiento se extienda por todo el cuerpo y que el efecto útil del mismo se haga sentir también a través de las partes no enfermas, sobre todo en aquellos que quieren tomar en seguida un baño frío. En ese sentido, se deberá tener previsto, al lado de las fosas, cubos de agua dulce y también bañeras de agua de mar, en las cuales se hará entrar a los enfermos cuando estos hayan terminado de transpirar. Después de la salida del baño, se les hará afusiones y fricciones con aceite.” (Oribasio, X, 8, 11)

El hecho de trasladar agua marina de áreas de reconocido prestigio por la calidad de su salinidad parece haber sido habitual en el mundo antiguo, aunque se pensaba que su transporte hacía perder su eficacia y además se consideraba una extravagancia por el alto coste que implicaba. Según Suetonio, Nerón se hizo llegar agua termal y de mar hasta su casa de Roma, la Domus Aurea.
De la importancia que se daba al agua de mar hay ejemplos como la inscripción de un establecimiento de baños en Pompeya anunciando agua de mar para atraer más clientes.

Las termas de Marcus Crassus Frugi. Baños de agua de mar y baño de agua fresca. Januarius L. Museo Arqueológico de Nápoles.

Por la importancia que todos daban al agua de mar, incluidos los habitantes de áreas de interior, se tenía en cuenta la posibilidad de obtener agua salada de forma artificial, la cual, aunque sin tener la misma calidad que la marina, cumplía razonablemente con su función terapéutica. Plinio describe cómo conseguir agua salada utilizando sales de diversa procedencia:

“Se ha descubierto un procedimiento para procurarse cada uno el agua de mar. Un sextario de sal por cuatro de agua tiene el poder curativo y las características del agua de mar más salada. Pero se considera más razonable mezclar la medida de agua mencionada anteriormente con ocho ciatos de sal, porque así calienta los nervios y no irrita el cuerpo.” (Plinio, Historia Natural, XXXI, 34)


Baño Vignoni, Toscana, Italia

Algunas ciudades, famosas por sus aguas, se convirtieron en lugares de moda, a las que los ricos aristócratas e incluso emperadores acudían asiduamente para recuperar la salud, relajarse o disfrutar del entorno en el que se enclavaban. Es el caso de Baia, en el Golfo de Nápoles, donde se construyeron villas de recreo y establecimientos termales, que se conoce actualmente por las numerosas referencias literarias y por los restos sumergidos bajo el mar.

“En ningún lugar son tan abundantes las aguas mineromedicinales como en la bahía de Nápoles, ni con más tipos de aplicaciones terapéuticas… En Baia las aguas llamadas Posidanias, que reciben su nombre por un liberto del emperador Claudio, incluso cuecen viandas. Las que fueron propiedad de Licinio Craso emiten vapores incluso en el mar, y entre las olas surge una cierta corriente salutífera.” (Plinio, Historia Natural, XXXI)

Algunos emperadores quisieron distinguirse de sus antecesores construyendo más instalaciones que contribuyeran a mejorar la atención a los enfermos que acudían a la famosa ciudad atraídos por la calidad de sus aguas termales, además de embellecer el entorno que acogió lujosas mansiones de ciudadanos romanos que huían del tumulto de la capital.

“También ésta (Baia) es una villa de Campania, y queda distante de Dicearquía unos cinco estadios. En ella hay viviendas regias dotadas de lujosos paramentos, por alardear los respectivos emperadores de superar a sus predecesores. El lugar en cuestión ofrece baños de agua caliente que brota espontáneamente del suelo, buenos para la curación de los enfermos y que contribuyen de una manera singular para llevar un género de vida regalado.” (Flavio Josefo, Antigüedades Judías, XVIII, 249)


Mosaico de Bayas (Baia), Museo Fitzwilliam, Cambridge, Inglaterra

Plutarco cuenta que Mario, que luchó contra Yugurta, rey de Numidia, fue aconsejado acudir a los manantiales termales de Bayas para tratar su frágil salud:

“Mas el pueblo se dividió, tomando unos el partido de Mario, y otros proponiendo a Sila, y diciendo que Mario se fuera a Bayas a tomar baños termales y curarse de sus dolencias, teniendo el cuerpo debilitado, como él decía, con la vejez y con el reuma.” (Vidas Paralelas, Mario, XXXIV)


Pantelaria, Sicilia, Itlaia

La temperatura del agua y el clima del entorno limitaban la estancia de los que asistían a los baños termales pues en épocas estivales los enfermos preferían buscar lugares más frescos.

“Vala, ¿cómo es en Velia el invierno?; ¿qué clima tiene Salerno? ¿Qué gente vive en aquella comarca y cómo es el camino? (Y es que Antonio Musa dice que Bayas no me aprovecha, pero hace que Bayas me odie, ahora que me baño en aguas heladas en mitad del invierno. En efecto, se lamenta ese pueblo de que se abandonen sus mirtos y se desprecien sus aguas sulfúreas, de las que se dice que arrancan el mal que se asienta en los nervios; y mira con malos ojos a los enfermos que osan poner su estómago y su cabeza bajo las fuentes de Clusio (Toscana), y se van a Gabios (Lacio) y a su fresca campiña.” (Horacio, Epístolas, I, 15)

La composición volcánica de toda la zona de Campania ayudó a la proliferación de manantiales sulfurosos a los cuales acudían los residentes locales y los viajeros para aliviar sus enfermedades.

“Delante de la Dicearquia (Puteoli, Pozzuoli), en la tierra de los etruscos, hay en el mar una fuente de agua hirviendo, y a causa de ello hay una isla artificial, de modo que esta agua no es inútil, sino que les sirve para los baños calientes.” (Pausanias, VIII, 7)

En Edipsos se conocían las fuentes termales como Los baños de Heracles y allí fue Sila, el dictador, aquejado de gota durante su estancia en Atenas, según Plutarco. Los manantiales sulfurosos surgen en varios puntos en el interior para acabar arrojando vapor sobre las rocas de la costa del mar de Eubea, dejando un depósito amarillento.

“Mientras Sila se detenía en Atenas, le cargó en los pies un dolor sordo con pesadez, del que dice Estrabón que es el tartamudeo de la gota. Se embarcó para Edepso, donde usó de aguas termales, entreteniéndose juntamente y pasando el tiempo con los actores.” (Plutarco, Sila, 26)


Manantiales de Edipsos, Eubea, Grecia

En Pérgamo, Turquía, fue famoso el santuario hospital dedicado a Asclepio, dios de la medicina. En el Asclepion, donde Galeno aprendió su oficio como médico, se administraba tratamientos que incluían dosis de agua de la fuente sagrada, ayuno, abluciones, baños de barro, masajes, ungüentos, hierbas, música, danza, plegarias y paseos por los jardines. Se inducía el sueño para que el dios, Asclepio, indicara al enfermo la causa y el remedio para su enfermedad y como los pacientes no eran capaces de interpretar el sueño acudían a los médicos-sacerdotes para su interpretación. Se practicaba la terapia de la incubatio, por la que mediante la sugestión algunos enfermos tendrían durante el sueño unas visiones en las que el dios Asclepio aparecía y los curaba o les indicaba el remedio para su curación. 

Asclepeion de Pérgamo

La asignación de importantes recursos militares a la construcción de instalaciones médicas termales estuvo motivada no solo por el interés general, sino por el bienestar de los propios soldados enfermos o heridos que eran enviados allí y de los soldados sanos que encontraban en estos lugares, espacio y tiempo para el ocio y esparcimiento. La presencia de las tropas ayudó al crecimiento económico de estos enclaves termales, pero también provocó cierta fricción entre los residentes y los militares allí asentados.

En una carta enviada al emperador Gordiano III en el año 238 d.C., por los habitantes de Scapropara en Tracia (Bulgaria), estos se quejan de que los soldados de dos campamentos cercanos se acercan a los manantiales termales que se encuentran en su villa y piden comida y alojamiento negándose a pagar por ello a pesar de la orden del gobernador:

“Somos propietarios y residentes de una villa cercana a dos campamentos militares, a la que muchos acuden a causa de las fuentes termales… Cada año se celebra una famosa feria a dos millas de la villa y los que vienen nos obligan a darles alojamiento y otros servicios sin pagar; y los militares hacen lo mismo. Muchos de los gobernadores de la región y muchos de tus inspectores llegan aquí por los manantiales. Los aceptamos, pero no podemos aceptar a los otros. Hemos dicho muchas veces al gobernador de Tracia que no podemos quedarnos en la villa, y que nos obligan a abandonarla por esta explotación… Por tanto, te pedimos que no seamos violentados con demandas de alojamiento, ya que el obispo ha ordenado que solo los emisarios del gobernador y los inspectores sean alojados. En caso contrario, abandonaremos nuestros hogares, y el tesoro real sufrirá una gran pérdida.”


Vista aérea de las termas romanas de Fordongiano, Cerdeña, Italia


Con un sentido práctico algún potentado romano podía prever como un buen negocio la adquisición de terrenos con manantiales termales, como cuenta Plutarco que hizo Catón:

“Aplicado luego a más crecida ganancia, miraba la agricultura más bien como entretenimiento que como granjería; y poniendo su solicitud en negocios seguros y ciertos, procuró adquirir estanques, aguas termales, lugares a propósito para bataneros y terreno de buena labor, que diese de suyo pastos y arbolados, de lo que le resultaba mucha utilidad, sin que ni de Zeus, como él decía, pudiera venirle daño.” (Plutarco, Catón, 19)

No se puede descartar que existiese una producción de envasado de agua minero-medicinal para su venta posterior, aunque no parecen existir datos sobre ello. En la pátera de Otañés, las escenas representadas parecen indicar que podía haberlo, ya que se puede ver a un joven vertiendo agua de un ánfora en un tonel sobre un carro, lo que podría interpretarse como que un particular hiciese acopio de agua para su uso personal, o que formara parte de un transporte destinado al comercio. Las otras escenas están dedicadas al culto a la diosa Salus, y al tratamiento de los enfermos.



Bibliografía:


www.uam.es/otros/sepal/actas/actas_files/trabajos/02_Valencia/11%20Art.6.pdf; La terapéutica a través de las aguas sulfurosas en la Hispania romana; ENCARNACIÓN ORO FERNANDEZ
revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/download/4188/4027; La literatura médica clásica y la arquitectura de las termas medicinales; GLORIA MORA
revistas.ucm.es/index.php/ILUR/article/download/ILUR9898230003A/26847; TERMALISMO Y RELIGIÓN. La sacralización del agua termal en la Península Ibérica y el norte de África en el mundo antiguo; Francisco DIEZ DE VELASCO
https://digitum.um.es/jspui/bitstream/10201/16073/1/126581.pdf; EL BALNEARIO ROMANO: ASPECTOS MÉDICOS, FUNCIONALES Y RELIGIOSOS; Encarnación Oro Fernández
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2566118.pdf; Los baños de agua de mar en el mundo antiguo: una propuesta de estudio. Silvia González Soutelo
http://glirby.people.wm.edu/COLL100/Dvorjetski-HealingShrines.pdf; MEDICINAL HOT SPRINGS AND HEALING SPAS IN THE GRAECO-ROMAN WORLD; Estee Dvorjetski
http://www.traianvs.net/pdfs/2010_12_vega.pdf; Novedades sobre las Termas Legionarias en Britannia; Tomás Vega Avelaira
studylib.es/doc/8372972/la-diosa-fortuna.-relaciones-con-las-aguas-y-los-militare...; LA DIOSA FORTUNA. RELACIONES CON LAS AGUAS Y LOS MILITARES. EL CASO PARTICULAR DEL BALNEARIO DE FORTUNA (MURCIA); Rafael González Fernández
http://cojs.org/estee-dvorjetski-healing-waters-biblical-archaeology-review-30-4-2004/
https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20Patrimonio%20Cultural/La%20pieza%20del%20mes/2009/Pieza%20del%20mes%2003-2009.pdf; Pátera de Otañés